La Comunidad Cristiana II Domingo de Pascua 15 de Abril de 2012. Toda la vida humana está entretejida por conflictos motivados por el deseo de los hombres que se buscan y se encuentran. La muerte y resurrección de Jesús rompe todas las barreras que los hombres levantan entre ellos mismos. San Lucas en los Hechos de los Apóstoles nos muestra como el Espíritu de Dios se ha abierto camino en el corazón de un pueblo y se manifiesta en Jesús de Nazaret, muerto y resucitado. La esencia del Cristianismo está toda ahí en el Misterio Pascual: la muerte y resurrección de Jesús. El nacimiento de la Iglesia está marcado por el descubrimiento de la fraternidad universal entre todos los pueblos y razas. La comunidad cristiana todavía no es universal (católica), pero ya se entrevé esa tendencia a abarcar todas las razas y culturas. Podemos decir que el legalismo religioso de los judíos fue sustituido por el universalismo misionero de la Iglesia. Los Apóstoles daban testimonio del amor de Cristo vivo y resucitado. En esto consiste propiamente el dinamismo misionero de la Iglesia que nació, podemos decir, “misionera”. La acción del Espíritu Santo parte de Jerusalén y llega hasta los últimos confines del mundo de aquellos tiempos. Hoy celebramos el domingo “in albis” cuando los neo-cristianos dejaban la túnica blanca que les habían dado en el Bautismo y además esta es la Fiesta de la Divina Misericordia, instituida por el Beato Papa Juan Pablo II para satisfacer el deseo de Jesucristo, que, apareciéndose a Santa Faustina, le pidió que se estableciera esta fiesta. El Papa murió un día antes del Domingo de la Divina Misericordia. Esencialmente esta fiesta es parecida a la del Sagrado Corazón de Jesús que se celebra en Junio, el viernes después de la solemnidad del “Corpus Christi”. El Sagrado Corazón de Jesús está lleno de misericordia para con los pecadores. 1. El evangelista San Lucas nos habla en los Hechos de los Apóstoles (4, 32-35) del estilo de vida de las primeras comunidades cristianas, las cuales, “tenían un solo corazón y una sola alma” y que se repartían entre ellos lo que poseían, es decir, nadie decía “esto es mío, esto es tuyo”: todo era de todos. “Todo lo poseían en común: Nadie consideraba suyo de lo que tenía”. Estaban todos los cristianos unidos entre sí con el vínculo del amor, que Cristo había recomendado a sus Apóstoles, cuando les dijo: “Un mandamiento nuevo les doy: que se amen unos a los otros, como Yo los he amado a ustedes”. Los Apóstoles daban testimonio de la presencia viva de Jesús en medio de ellos y de su resurrección. Los cristianos gozaban de grande estima entre el pueblo. “Ninguno pasaba necesidad, pues todo lo que tenían de más (terrenos, casas etc.) lo vendían y se repartían entre todos las ganancias. Esto nos hace ver la importancia de las Comunidades de Base, que son pequeñas comunidades de cristianos que viven su Fe como Jesús les enseñó a los Apóstoles. Todos vivían como hermanos, hijos del mismo Padre que está en los cielos. Sería bueno que así fueran las “pequeñas comunidades de base” de hoy en nuestros días. Es posible que varias familias se unan para dar testimonio de Cristo Resucitado, viviendo una vida nueva unidos entre sí y compartiendo sus bienes materiales y sus trabajos a beneficio de los menos privilegiados. También se unen para hacer oración juntos, un día a la semana: leer el Evangelio y sacar de él algunas conclusiones prácticas. Ese fue el estilo de vida que Jesús enseñó a sus apóstoles. 2. En su primera Carta San Juan Evangelista nos dice que “el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos” y todo aquél que cree que Jesús es el Mesías “ha nacido de Dios”. Si amamos a Dios, debemos también amar a los hijos de Dios, es decir, a nuestros prójimos. Juan el Evangelista insiste mucho en el amor que debemos tener unos hacia los demás; ésta es la prueba de que amamos a Dios. Todo aquel que “ha nacido de Dios vence al mundo”, ya que la Fe en Cristo nos hace vencedores en todos las dificultades de la vida. 3. El evangelio de hoy consta de dos partes: en la primera parte Jesús se manifiesta a sus Apóstoles y los invita a no tener miedo, ya que ellos estaban encerrados en el cenáculo por miedo a los judíos. En la segunda parte vemos al Apóstol Santo Tomás. Este Apóstol no estaba presente el día de la resurrección cuando Jesús se aparece a los demás Apóstoles. Probablemente él no pensaba ya en seguir en el grupo, ya que Jesús había muerto. Pero la segunda vez que Jesús saluda a sus Apóstoles, Jesús invita a Tomás a poner su mano en sus llagas para que crea que Él está vivo. Tomás exclama: “Señor mío, y Dios mío!” ¿Por qué Jesús se aparece solo a sus Apóstoles y no a Pilatos o a los sumos sacerdotes? Porque son ellos los que deben dar testimonio de su resurrección. Los Apóstoles, aunque hayan abandonado a Jesús, sienten un grande amor por Jesús. Ellos lo harán conocer en todo el mundo. Ellos darán testimonio de que Jesús está vivo. El amor es la revelación de Dios, es la gracia de la presencia de Dios, es la fuerza que vence toda incredulidad. El amor que existe entre unos y otros es la demostración de que Jesús ha resucitado y por eso podemos estar seguros de Jesús está vivo. Creer en Jesucristo no es una cosa inmediata; de hecho Tomás no cree por la tristeza que inundaba su corazón: todo lo que había oído de Jesús había terminado. La tristeza por haber perdido a Jesús lo hacía incrédulo. No creer en Jesús vivo y resucitado es un impedimento grave que le impedía estar con los demás discípulos. La incredulidad hace imposible la alegría. Al aparecer Jesús a sus discípulos, Él se acerca a Tomás y le dice: “Pon tu mano en mi costado y en el agujero de los clavos en mis manos, y deja de ser incrédulo”. El encuentro de Tomás con Jesús y con los demás discípulos es buena noticia. La incredulidad existe todavía en la Iglesia: Hay muchos cristianos que han perdido la Fe en Cristo y por eso viven tristes. Jesús se acerca a nosotros y nos da muestras de su infinita misericordia hacia nosotros. Jesús nos invita a dejar todo orgullo y a creer en Él. Además Jesús quiere que seamos parte de su misterio de salvación. Él nos dice: “Como el Padre me envió así yo también los envío a Ustedes”. Con estas palabras Jesús nos hace partícipes de su Misión salvadora en el mundo. Todos estamos llamados a ser testigos de su Evangelio en el mundo. Experiencia Misionera: La fuerza del Evangelio está precisamente en creer que Jesucristo murió y resucitó. Los cristianos en África saben y están convencidos de que Jesús murió, pero también resucitó y eso los hace inmensamente felices. Ellos creen que el Dios de la vida nos hará también a nosotros resucitar con Cristo algún día. Cuando una persona muere, nunca dicen “atwana inges jik” (ya se murió), sino “Alot inges neni ka Akuj” (Él se fue con Dios). Ellos saben perfectamente que si Jesús no hubiera resucitado, nuestra fe sería una pura noticia, pero no una “buena noticia”. Los africanos creen, de hecho, que todos los que mueren están con Dios y con Jesucristo que vino a salvarnos por medio de su muerte y de su resurrección. Lo decimos siempre después de la consagración en la Misa: “¡Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección: Ven, Señor Jesús!” P. José Flores, MCCJ ([email protected])