No.370, Enero- Febrero 1988

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No .370, Enero- Febrero 1988
ROGELIO SIN
AN
En el año 1938, el escritor Rogelio Sinán fue nombrado Cónsul
de Panamá en Calcuta, oportunidad que él aprovechó para ampliar
sus conocimientos sobre la India cuya cultura milenaria lo atrajo
siempre . Tras una estancia de doce meses, renunció al cargo e hizo
un viaje detenido por el subcontinente y diversos países del Pacífico.
Fue una experiencia inolvidable, sobre todo porque le di la vuelta
al mundo (en seis meses) conociendo por agua, tierra y aire sitios,
panoramas y gente de la más pintoresca y variada identidad . El periplo completo circunscribe las siguientes ciudades : Cartagena, Santa
Marta, La Guaira, Hamburgo, Berlín, París, Milán, Venecia, Port
Said, Suez, Bombay, Calcuta, Madrás, Colombo, Manila, Hong
Kong, Shangai, Kobe, Yokohama, Tokio, Honolulu, San Francisco,
Los Angeles y San Salvador . El último tramo, de allí a Panamá, lo
hice en avión debido a que el barco alemán, "Tocoma", que abordé
en San Francisco, se vio obligado a abandonamos en El Salvador para
emprender la fuga hacia el Sur, pues Hitler, al atacar Polonia, en
septiembre de 1939, había iniciado la segunda guerra mundial . Sería oportuno mencionar circunstancias de ese curioso recorrido.
Pasé en Berlín el domingo en que Hitler impuso el plebiscito de
Viena. En París frecuenté a los refugiados españoles que escapaban de la barbarie falangista . En la frontera franco-italiana fui minuciosamente registrado por las milicias fascistas pues ese día llegaba
Hitler a visitar a Mussolini . En Masaua (Etiopía) pude atestiguar
el maltrato que los fascistas italianos daban a los obreros abisinios.
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En Shangai, los japoneses invadían China . El barco en que yo viajaba iba repleto de judíos expulsados por Hitler. En el puerto esperaban miles de ellos . Los soldados del celeste imperio los trataban
violentamente . En la ciudad, de noche, se oía el trueno de las bombas
japonesas y, de día, el transito era casi imposible debido a la abundancia de refugiados chinos.
Instalé el Consulado en el número 35 de Chowrighee Road,
avenida paralela al Maidan y al río Hooghly y, por esa razón, muy
importante, pues por ella transita toda la vida religiosa, política y
comercial de Bengala . Nada hay tan majestuoso como las grandes
"pujas" o festividades religiosas con procesiones que duran a veces
hasta veinticuatro horas . Vi un espectacular desfile de elefantes con
retratos de Gandhi y de otros líderes independentistas . También
me tocó presenciar el imponente entierro del que entonces era
Gobernador inglés de Bengala . Tuve en Calcuta muy buenas amistades y guardo magníficos recuerdos de esa ciudad . El doctor Braganza
Cunha y sus sobrinos me hicieron penetrar al mundo culto y espiritual de Bengala . El Museo Antropológico de Calcuta es uno de los
mejores del mundo . Lo mismo digo de su estupendo Jardín Zoológico cuyos famosos tigres de Bengala admiré días y días con cierto
pánico de que escaparan de sus jaulas . Elogio muy especial merece
la Universidad de Calcuta cuyos miles y miles de estudiantes forjan
el mundo que despierta de un sueño milenario . En Calcuta asistí
a grandes conglomerados de orden político o religioso y tuve el
agrado de apreciar maravillas en todos los aspectos del arte : arquitectura, escultura, pintura, música, ballet, teatro y folklore . En el
cine me llamó la atención no solamente la calidad de algunas películas sino también la cantidad, pues supe que los estudios cinematográficos de Bombay y Calcuta producen muchas más películas que
Hollywood . Pude relacionarme con algunas actrices . Una de ellas me
demostró el gran arte de vestir el sari que da tanta elegancia a las
mujeres de la India . No sólo a las de zonas urbanas, pues en el campo,
en los caminos rurales de Bengala recordé los poemas de Tagore
cuando veía a las jovencitas descalzas, cubiertas solamente con su
sari empapado, con cántaros de cobre llenos de agua, llevando en los
tobillos tintineantes ajorcas o las casadas con su característica raya
roja en la partidura del cabello . En las noches de luna me agradaba
pasear en bote por el Hooghly ; por las tardes, veía pasar, una tras
otra, las enormes barcazas cargadas de yute.
Lo que inspiró mi viaje a la India fue mi conocimiento de la obra
de Tagore . Desde muy joven yo era un lector asiduo de sus poemas.
Conocía casi de memoria sus libros de poesía El Jardinero, Gitanjah,
La Luna Nueva. Ya he hablado de mi gran entusiasmo por el poeta
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bengalí en un ensayo intitulado Temas esenciales de la poesía de
Rabindranath Tagore. En Calcuta tuve ocasión de asistir a las representaciones teatrales que organizaba él como final de curso de
su famosa escuela Santiniketan . Todo en ellas era creación del gran
poeta: el texto, la dirección, los decorados y aun la música. Además
de gran lírico, Rabindranath era pintor y compositor . Las canciones
que se oían en Calcuta y los tapetes que adornaban las casas se debían a su genio. Su familia pertenecía a la más alta clase de los
brahamanes y había constituido una verdadera dinastía cultural
durante siglos. A ella pertenecieron grandes filósofos, músicos,
pintores, pedagogos y científicos . En una exposición de sus obras
me enteré que muchas de ellas (tal vez ochenta) no se conocen en
nuestro mundo occidental . Hasta nosotros sólo han llegado las que
el mismo poeta tradujo al inglés . Afortunadamente, en español
hemos podido leerlas en la magnífica versión que hizo de ellas
Zenobia Campruri de Jiménez con la admirable colaboración de su
esposo Juan Ramón.
Tuve la ocasión de ver y oír a varios líderes de la India, y esa ocasión se presentó cuando el Partido del Congreso tuvo un impasse
en la reunión de Tripura, en marzo de 1939, debido a que el fervor
nacionalista del líder de la izquierda, Subhas Chandra Bose, lo llevó
a suponer que las potencias del Eje ayudarían a la India en su independencia. Los amigos de Gandhi provocaron entonces una reunión
preliminar en Calcuta para fijar la nueva sede . Vi al Mahatma desfilar
por las calles seguido por su pueblo, pero Gandhi no asistía a las
sesiones . En una de ellas escuché a la poetisa Naidu y al pandit
Jawarharlal Nehru . Este último pronució su discurso en cinco lenguas
distintas una tras otra. También habría querido ver y oir a pensadores como Sarvepalli Radhakrishnan, Sri Aurobindo, Swami Vivekananda y Vinoba Bhave.
Mis libros preferidos han sido siempre las grandes epopeyas,
el Ramayana y el Mahabharata . En esta última está incluido el gran
libro universal Bhagavad Gita, que, según propia confesión, fue el
libro de cabecera de Gandhi . Decía él que "era como una madre
que lo nutría, lo protegía y lo consolaba en medio de las vicisitudes de la vida ." Otro de los famosos libros de la India es el Panchatantra, estupenda colección de apólogos de la cual proceden casi
todas las fábulas de Esopo, Fedro, Iriarte, Samaniego, La Fontaine
y otros . Una selección del Panchantandra, el Hitopadesa, fue llevada a España por los árabes . Es la que conocemos con el nombre de
Calila y Dinna. Influencias de la literatura sánscrita se hallan también
en el Sendebar y en el libro de El Conde Lucanor, de don Juan Manuel . Es indudable que en la narrativa europea influyeron libros como el Katha Sarit Sagara. Lo mismo podría decir del teatro . Bastaría
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mencionar esa hermosísima pieza Shakuntala del gran poeta Kalidasa. Y en la filosofía, recordemos que Los Upanishads fueron muy
elogiados por Schopenhauer e influyeron en su especulación sobre
el mundo como voluntad y representación.
La India siempre es actual y siempre antigua . Su sorprendente
transformación social es increíble . Dignos del más cordial aplauso
son los múltiples progresos alcanzados con miras al bienestar del
hombre, sobre todo en la modernización de los cultivos y la dieta
nutricia ; pero sigo pensando que la India no debe perder las características que la han hecho famosa como un hecho etnológico inconfundible . Siempre que veo en la prensa o en el cine a la Primera
Ministra Indira Gandhi vestida con su bello y elegante sari, saludando con sus dos manos juntas o sentada en el suelo meditando, pienso
que la India sigue devotamente unida a sus tradiciones . Creo que
Gandhi tenía razón cuando, siguiendo a Ruskin, promovió su campaña contra las máquinas y regresó a los viejos telares y al khadi o
tejido hogareño . No estoy de acuerdo con un Japón vestido a la
europea . Lo prefiero en kimono ; y a la India no puedo concebirla
sin sari, si sandalias, sin danzas, sin ahimsa, sin templos, sin curry,
sin yoga, sin pujas, ni aun sin gaths, sin camellos, sin elefantes y
sin tigres ; pero sí puedo imaginármela sin maharajás, sin miseria,
sin hambre, sin fakires, sin buitres, sin chacales, sin cobras, sin
cuervos y aun sin rickshaws, sin bungalows, sin castas, sin intocables y supersticiones. ¿Qué decirle de las vacas sagradas? En su última visita a la India, André Malraux dijo que en Nueva Delhi ya no
hay vacas sagradas y que nunca las hubo pues son una invención
europea . Yo creo que sí las hay y sí las hubo, pero ello no es pecado.
Lo sería no tenerlas, pues la ganadería, orgullo de muchísimas naciones, es riqueza nutricia e industrial . Muchas culturas orientales
consideraron a la vaca como animal sagrado.
Pienso que aún sigue siéndolo . Comer su carne supongo que es un
acto de teofagia, pero la nutrición es un milagro de Dios . Lo cual me
hace inferir que no hace falta que las vacas sagradas disminuyan.
Mejor es aumentarlas . Lo importante es que sirvan a un propósito
justo y acaso funcional . Deben utilizarse para que el pueblo se alimente . Lo grave es que la gente de la India es vegetariana por ser
jainista o hinduista . Nosotros, los cristianos, sí practicamos la teofagia aun a costa de nuestra buena digestión.
Hablar de la India es cuento de nunca acabar . Me habría gustado
permanecer allí por muchos años pues mi deseo ferviente era impregnarme de su rica cultura milenaria.
Publicado por la Revista Maga, Nos . 5-6, enero-junio de 1985 .
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