Crónica de Pero López de Ayala

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ANÁLISIS Y COMENTARIO DE UN TEXTO HISTÓRICO
(P.López de Ayala, Crónica del Rey don Enrique, tercero de Castilla e de León, Madrid,
B.A.E., 1953, vol.68, p. 167.)
«En estos días llegaron a la camara do el Consejo de los señores e caballeros e
procuradores estaba ayuntado, los judíos de la corte del rey que eran allí
venidos de los más honrados del Regno a las rentas que se habían estonce de
facer, e dixéronles que avían avido cartas del aljama de la cibdad de Sevilla,
como un Arcediano de Écija en la Iglesia de Sevilla, que decían don Ferrand
Martínez predicaba por plaza contra los judíos, e que todo el pueblo estaba
movido para ser contra ellos. E que por quanto Don Juan Alfonso, conde de
Niebla, e Don Álvar Pérez de Guzmán, alguacil Mayor de Sevilla ficieron
azotar un ome que facía mal a los judíos, todo el pueblo de Sevilla se moviera,
e tomaron preso al Alguacil, e quisieran matar a dicho Conde e a Don Álvar
Pérez; e que después acá todas las cibdades estaban movidas para destroir
los Judíos, e que les pedían por merced que quisiesen poner en ello algund
remedio. E los del Consejo desque vieron la querella que los Judíos de Sevilla
les daban enviaron a Sevilla un caballero de la cibdad que era venido a
Madrid por procurador, e otro a Córdoba, e así a otras partes enviaron
mensageros e cartas del rey, las más premiosas que pudieron ser fechas en
esta razón. E desque llegaron estos mensageros con las cartas del rey libradas
del Consejo a Sevilla, e Córdoba e otros logares, asosegóse el fecho, pero
poco, ca las gentes estaban muy levantadas e non avían miedo de ninguno, e
la cobdicia de robar a los Judíos crecía cada día. E fue causa aquel Arcediano
de Écija deste levantamiento contra los Judíos de Castilla; e perdiéronse por
este levantamiento en este tiempo las aljamas de los Judíos de Sevilla, e
Córdoba, e Burgos, e Toledo, e Logroño, e otras muchas del regno; e en
Aragón, las de Barcelona e Valencia e otras muchas; e los que escaparon
quedaron muy pobres, dando muy grandes dádivas a los señores por ser
guardados de tan grand tribulación»
El autor del texto es Pedro López de Ayala, escritor y político español nacido en Vitoria en 1332
y muerto en 1407. Tuvo cargos durante el reinado de Pedro I de Castilla, pasándose con su padre,
Fernán Pérez de Ayala, al bando de Trastamara, en el que, siendo alférez mayor de la Orden de la Banda,
fue preso en la batalla de Nájera; una vez libre, en el reinado de Enrique II, desempeñó la alcaldía mayor
de Vitoria y la de Toledo. Con Juan I asistió a la batalla y desastre de Aljubarrota; fue llevado preso a
Oviedes, donde le tuvieron en una jaula de hierro. De nuevo en libertad, intervino en las Cortes de
Guadalajara y formó parte del Consejo de Regencia durante la menor edad de Enrique III, llegando a
sobrevivir unas semanas al mismo.
De carácter perseverante y tenaz, a la vez hábil diplomático, López de Ayala fue una figura
prócer de los cuatro reinados, que historió en cuatro Crónicas particulares, la última de las cuales quedó
sin terminar. De Don Pedro narra una figura algo parcial, pero de gran hondura psicológica. Es amarga la
parte dedicada a Aljubarrota , en la de Juan I. En las cuatro, el historiador, que tiene ya un estilo y un
vigor, a la vez descriptivo, documentado y doctrinal, luce dotes de buen prosista, que hace historia viva
y palpitante. Tradujo, verdadero humanista de la primera generación castellana, a Tito Livio y Boecio,
iniciando la forma castellana del De causibus vivorum illustrium, de Bocacio. Fue poeta, el último
importante de la cuaderna vía, en su Rimado de Palacio, escrito en la prisión de Oviedes después de
1385, libro a la vez de enseñanza doctrinal y cortesana, en que se recogen las ideas personales del
canciller sobre la monarquía y el Estado, llegando a él ecos de todas las inquietudes del siglo, como el
Cisma de Occidente. Junto a la parte didáctica propiamente tal, en que hay un verdadero catecismo en
verso y se emplea a la forma autobiográfica, en que se exponen los diez mandamientos, los pecados
capitales, etc. Ayala se manifiesta poderoso satírico de las clases sociales, y a la vez muestra un espíritu
fino que recoge cántigas a la Virgen, como las dedicadas a las de los santuarios de Guadalupe y
Montserrat. Es también autor de un Libro de cetrería o caza.
Las Crónicas de Ayala contienen observaciones agudas (en el texto comentado Ayala asocia el
interés de rapiña al aparente celo religioso alentador de las conversiones), profundas (el retrato
psicológico de Pedro el Cruel) y dramáticas (la narración de Aljubarrota). Cita Mitre el hecho de que se
considera que Ayala tiene una visión de la historia de hombre moderno que trata de penetrar en los
entresijos de los procesos mentales, influido por sus traducciones de las Décadas de Tito Livio,
combinando este humanismo precoz con rasgos profundamente medievales, enmarcados en el contexto
social del que procedía.
A la hora de comparar el texto de Ayala con otros textos coetáneos quizás convenga centrarse
en la atención que merecían los judíos por parte de los diferentes escritores. Ayala parece ecuánime y
objetivo al hablar de los judíos en este texto, lo que llama la atención en un ambiente de intenso
antisemitismo. La posición frente a los judíos puede variar desde Ramón Llul, que realiza un ataque
doctrinal al judaísmo hasta Alonso de Cartagena, convertido al cristianismo junto a su padre
precisamente en 1390 y con una posición hacia los conversos muy equilibrada. Importante también es
mencionar a Salomón ha Leví, rabino, intelectual influido por las tesis averroístas que acabaron
convirtiéndolo al cristianismo (Pablo de Santamaría), también Juan de Torquemada, cardenal y teólogo,
tío de Tomás de Torquemada, defendió el derecho de los conversos a ocupar cargos públicos. En
general, los textos más críticos con los judíos provienen de conversos, como Alonso de Espina. Como
conclusión, señalar el hecho de que los textos concernientes a los judíos provienen, en su mayor parte,
de disputas teológicas con el objetivo de la conversión. Esta disputa contrasta con el encendido
ambiente popular intensamente antisemita en el que calaban las prédicas incendiarias de Ferrand
Martínez y posteriormente, San Vicente Ferrer (aunque haya claras diferencias entre estos dos
dominicos, como se señala más adelante).
El texto es una fuente narrativa, su procedencia es pública, y aquí hay que subrayar el hecho
de que López de Ayala era miembro del Consejo de Juan I y del Consejo de Regencia que se constituyó
tras acceder al trono Enrique III en minoría de edad. En el texto se narra una tribulación en el "Consejo
de señores e caballeros", del que Ayala era miembro, con lo que es una fuente de primera mano para el
conocimiento de los hechos que se narran. La Crónica de Enrique III (a la que pertenece el texto) sólo
queda cubierta en los cinco primeros años del reinado de este monarca y fue escrita en los años finales
del siglo XIV. Esto implica que el texto fue escrito en avanzada edad (sesenta o setenta años), lo que se
puede traslucir en un estilo reflexivo y objetivo, con ciertas notas de lenguaje administrativo
(administración de la que él era un alto cargo). En conjunto, en el texto se percibe una parte narrativa
de aspectos políticos con los que Ayala tuvo que lidiar y una parte (las últimas diez líneas) en las que se
realiza una valoración de los acontecimientos, de carácter más reflexivo. En lo referente a la actitud de
Ayala ante los judíos, es importante señalar que, si bien en el texto se percibe una suscripción de Ayala
de los intereses de la alta aristocracia castellana, tolerante con la minoría judía, en la obra en verso de
Rimado de Palacio, López de Ayala compara a los judíos con aves de rapiña, pues se hallaban dispuestos
en todo momento a "beber la sangre de los pobres cuytados", en general realiza una descripción
siniestra de las actividades de recaudadores y prestamistas judíos, reflejando una conciencia que
mantenía el argumento simple de que la opulencia judía se estaba logrando a costa del expolio de la
sociedad cristiana, tal y como señala el profesor Suárez. En cualquier caso, puede que el estado general
de excitación antijudía y la prisión de Ayala en Oviedes generara en el autor una mentalidad antisemita
que pudo transformar a medida que se integró en el Consejo Real y convivió con la alta oligarquía judía,
y este texto puede ser bien reflejo de esta segunda época, en la que la alusión a los judíos se enmarca
dentro de la objetividad.
El texto refleja la génesis de la primera gran matanza de judíos en 1391 (el primero de los
pogromos), que tuvo lugar en Sevilla y que prendió rápidamente hacia el resto de España, canalizando el
odio popular contra los judíos. Los pogromos tuvieron lugar entre el 15 de Marzo y el 13 de Agosto de
1391, y supusieron un golpe terrible para las aljamas judías, muchas de las cuales no volvieron a
recuperar su esplendor. Los acontecimientos que narra Ayala son el paso previo a la culminación de la
presencia judía en la península con la expulsión de 1492.
El análisis de las circunstancias históricas en que se enmarca el texto puede tiene que hacer
mención a la Peste Negra (1347 - 1352), que asoló Europa y fue causa directa del estallido de las
persecuciones contra los judíos. Dichas persecuciones tienen su precedente remoto en la Mesopotamia
Sasánida, en la que los judíos emigrados como consecuencia de la fallida sublevación de BAR KOCHEBA
(132 - 135 d. c.) son perseguidos por la casa sacerdotal de los magos mazdeístas. En Roma ya son
víctimas de los primeros brotes de antisemitismo, antisemitismo que los escritores romanos atribuyen a
su monoteísmo estricto y a su iconoclastia (no rinden tributo al emperador). Tanto Constantino, como
Teodosio y Justiniano limitan los derechos de los judíos sobre los de otros ciudadanos. El Papa Gregorio
Magno (590 - 604) revoca la obligatoriedad de recibir bautismo a los judíos y les garantiza el libre culto.
En el origen de la Primera Cruzada (1096 - 1098) se producen las primeras matanzas de judíos,
especialmente por la Cruzada Popular de Pedro el Ermitaño, sobre todo en Alemania (sin olvidar la
matanza de judíos que supuso la entrada de los cruzados en Jerusalén en Julio de 1099). Estas matanzas
convencen a los monarcas de que los judíos debían ser objeto de una protección especial y así en la paz
de Maguncia decretada en todo el Imperio Romano Germánico por Enrique IV (1103) se confiere a los
judíos una protección especial del monarca, aunque se les prohibe portar armas, un reconocimiento de
que no son hombres libres. En 1236, y bajo Federico II los judíos son declarados siervos del príncipe
(=servi camerae nostrae), lo que jurídicamente, y con influencia del derecho romano, se trasluce en
"servitus camerae": dependencia personal y económica del judío respecto al emperador. En lo referente
a la actitud de los Papas, se debe subrayar el IV Concilio de Letrán, que impone el confinamiento de los
judíos en ghettos, con horarios de entrada y salida, así como la necesidad de que llevaran ropas o signos
distintivos. Los judíos son expulsados parcialmente de Francia en 1306 y definitivamente en 1394; de
Inglaterra en 1290. Durante la peste negra son exterminadas en Alemania unas 350 comunidades
mediante pogromos. Toda esta agitación coincide en un siglo de depresión económica, en el que fueron
frecuentes las sublevaciones de campesinos, como la de Watt Tyler en Inglaterra en 1381.
En España, las primeras matanzas tienen lugar en Navarra, en 1328, en el que un Franciscano,
fray Pedro Olligoyen, reunió unos cuantos millares de seguidores, a los que convenció de que la única
forma de terminar con el problema judío era el asalto armado a la aljama y dar a elegir entre bautismo o
muerte. Aprovechando el interregno que supuso la muerte del rey Carlos IV (5 de Marzo) y hasta que
fueron reconocidos los derechos de Juana y Felipe de Evreux la banda aglutinada en torno a fray Pedro
asaltó Estella, Funes, San Adrián, Tudela, Pamplona, Marcilla y Viana, saqueando y asesinando por
doquier. Los nuevos monarcas restablecieron el orden e impusieron fuertes multas a los concejos por
haber sido incapaces de defender a los judíos. Tras el estallido de la Peste Negra en España (1348), que
causó la muerte del monarca Alfonso XI, empezaron a circular los rumores de que la epidemia venía
causada por el envenenamiento de las aguas por los judíos. El 17 de Mayo de 1348 fue asaltada la call de
los judíos de Barcelona y posteriormente otras aljamas de Cataluña y Valencia. En Castilla, la política de
Pedro el Cruel favorable a los judíos alentó a los antisemitas, que se agruparon en torno a su
hermanastro Enrique, que hacía del odio a los judíos su bandera de intervención al provocar la guerra
civil. En 1354 tiene lugar un asalto a la aljama de Sevilla, tras la excusa de que había tenido lugar la
profanación de una Hostia ya consagrada. El año siguiente, las bandas de Enrique Trastámara, aún no
pretendiente al trono, asaltan la judería menor toledana (Alcaná), cifrando Ayala 1.200 muertos; la
judería mayor, protegida por muros y puertas resistió. En el asalto a la aljama de Toledo pereció Yehuda
ibn Aher, intelectual y miembro del círculo de intelectuales de Salomón Ha-Levi. Este ultimo se convirtió
el 21 de Julio de 1390.
En la guerra civil las juderías de Cuenca, Nájera, Miranda de Ebro, Briviesca, Aguilar de Campo,
Segovia, Ávila y Valladolid fueron saqueadas por las huestes del Trastámara. Los ingleses del Príncipe
Negro, que combatían apoyando a Pedro I también asaltaron juderías. En 1369 la situación experimenta
un giro, pues el Trastámara modifica su política antijudía, reconociendo el derecho de los judíos a
percibir todas las deudas, rodeándose además de varios judíos en su Corte: Yosef y Samuel Abravanel y
Yosef Pichó. En general, la situación económica tras la guerra civil era crítica, y el ambiente muy
encrespado contra los judíos. Es interesante citar que Enrique II fue denunciado ante Gregorio XI como
si fuese un pro judío, el resultado de esta denuncia fue la bula del 28 de Octubre de 1375 que censuraba
la protección por él dispensada a los hebreos, le ordenaba poner en marcha las leyes de segregación y le
recomendaba prestar su apoyo al converso Juan de Valladolid, activo proselitismo. De esta bula se sirvió
Ferrand Martínez como plataforma legal justificadora de sus acciones, era el Papa, venía a sostener en
sus prédicas, quien legitimaba los entusiasmos de los que querían destruir el judaísmo.
En 1377 se reúnen las Cortes, solicitando al rey la supresión de las deudas de cristianos a judíos,
la ejecución del Ordenamiento de Alcalá, el apartamiento de los judíos de cargos públicos y la supresión
del privilegio judío consistente en que, cuando algún judío apareciese muerto, el concejo a cuyo término
perteneciese el lugar del hallazgo sería colectivamente responsable del homicidio. El rey accede al
último punto, en parte para calmar los ánimos de los procuradores, muy encrespados tras el proceso de
auge de la nueva nobleza agrupada en torno a Enrique II significaba que el rey otorgaba villas a nobles
suyos, y fueron muy frecuentes los levantamientos contra los nuevos señores.
Fue la aljama de Sevilla la que condenó a muerte a Pichó, ya sin protección real, incurso en
malsinería (valiéndose del privilegio de condenar a muerte), aunque se desconoce el motivo del malsin,
el 21 de Agosto de 1379. Este hecho fue interpretado como arrogancia de la comunidad judía y en las
Cortes de Soria de 1380 se suprime este privilegio de ejecución de sentencias. Pedro de Luna, cardenal,
y luego Papa, expresó un programa para solucionar el problema judío, programa que coincide con las
tesis de S. Vicente Ferrer, que defienden la solución del problema judío por la conversión sin llegar a la
violencia. Estas tesis moderadas también eran suscritas por el Cardenal de Sevilla, Pedro Gómez
Barroso, quien estaba en contra de Ferrand Martínez. Barroso advirtió del peligro de sus prédicas. Una
carta del rey Juan I del 3 de Marzo de 1382 le ordena el cese de sus predicaciones. El tono suave de la
carta le hace persistir a Martínez en sus prédicas, propagando la versión de que el rey le apoyaba y eran
sus consejeros judíos los que le habían forzado a prohibir sus prédicas. La facción antijudía se percibe
con mayor claridad que la seguridad de los judíos dependía exclusivamente del monarca, como los
acontecimientos de Navarra o el giro en la política de Enrique II probaban. No había más que esperar el
momento ideal. La muerte del arzobispo de Sevilla, Pedro Gómez Barroso, el 7 de Julio de 1390, y la del
rey Juan I el 9 de Octubre de 1390 tras una caída de caballo significa el momento que se estaba
esperando. El acceso al trono del menor de edad Enrique III (once años de edad) provoca un periodo de
indecisión que se plasma en el Consejo de Regencia, con 17 miembros, lo que anulaba rapidez de
decisión y firmeza. Es este el momento que plasma el texto.
Análisis del documento
El Consejo de los señores e caballeros e procuradores puede hacer referencia a:
•
•
Consejo de Regencia formado tras el acceso al trono de Enrique III en minoría. Este Concejo
había sido determinado por el propio Juan I a su entrada en Portugal, en Cedllorico da Beira,
designando para gobernar el reino durante la minoría de edad de su hijo a un consejo formado
por el marqués de Villena, condestable, los arzobispos de Toledo y de Santiago, el maestre de
Calatrava, el conde de Niebla y el alférez mayor, Juan Hurtado de Mendoza. El espíritu del rey
se advierte en la disposición por la cual se ordenaba que los seis regentes debían asesorarse de
una junta compuesta por los procuradores de Toledo, Burgos, León, Murcia, Sevilla y Córdoba.
Sin embargo, una junta de grandes señores designó un consejo de ocho magnates eclesiásticos
y seglares, con otros tantos procuradores en Cortes. Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo,
reclama el cumplimiento íntegro de la voluntad del rey y las ciudades y los magnate se
repartieron en dos bandos, uno de los cuales apoyaba el consejo y el otro que se cumpliera
íntegra la voluntad del rey. En general, las disputas provenían de la creación de la nueva
nobleza de Enrique II, en la que se distinguían sus parientes (epígonos Trastámaras) y el resto.
El Consejo gobernó hasta 1393, en el que el Rey Enrique III exigió el poder en el monasterio de
las Huelgas.
Consejo Real, institución creada por Juan I en las Cortes de Valladolid en 1385. Integrado,
inicialmente por 12 personas (cuatro por cada estamento), y su función era asesorar al
monarca en sus tareas de gobierno. Posteriormente se produjeron modificaciones en el
•
Consejo, entrada de cuatro doctores legistas y la eliminación de los representantes del tercer
estado.
Cortes, reunidas en Madrid en 1391 con un total de 49 procuradores (eran más de 100 en otras
reuniones como la de Burgos en 1315), que tuvieron gran importancia en la minoría de edad de
Enrique III.
Si bien Mitre identifica el referido Consejo con las Cortes de Madrid, Julio Valdeón lo hace con la
Corte (el consejo de Regencia), reunido en Segovia en la fecha de la reclamación de los judíos (16 de
Junio de 1391). Yo opino que la tesis de Mitre parece más acertada, teniendo en cuenta que se expresa
en el texto que "enviaron a Sevilla un caballero de la cibdad que era venido a Madrid por procurador..."
La expresión "los judíos de la corte del rey que eran allí venidos de los mas honrados del Regno"
puede hacer referencia a Samuel Abravanel, Mayr Alquadex, Samuel Mattut, Haym ha Levi (médico del
arzobispo Pedro Tenorio), Salomo ha-Levi y David ben Gedalya ben Yahía.
La referencia a "las rentas que se habían entonces de facer" implica la atribución que tenían los
judíos para repartir los impuestos que habían de satisfacer a la Corona entre las diferentes aljamas,
atribución que correspondía al rab mayor, figura creada por Alfonso X. Además de esta función, los
judíos actuaban como agentes del fisco ante los demás cristianos, factor que alimentó el odio contra la
comunidad sefardita.
Por aljama (en hebreo cahal) se entiende la institución jurídica que agrupaba a todos los judíos de
una ciudad y regía la vida interna de la judería. Al frente de la aljama se hablaban los ancianos (viejos,
suelen decir los documentos), los adelantados (en hebreo muccademín), y los jueces (en
hebreo dayaním). Los rabinos tenían una fuerte influencia en las decisiones.
Arcediano es un juez ordinario que ejercía jurisdicción delegada de la episcopal en determinado
territorio, y que más tarde pasó a formar parte del cabildo catedralicio.
El alguacil mayor de una ciudad era la persona a cuyo cargo estaban las supremas funciones
judiciales ejecutivas, y era desempeñado por miembros de importantes linajes castellanos. En sus
atribuciones para mantener el orden público estaba la de azotar a los agitadores, lo que llevó a cabo el
15 de Marzo de 1390, lo que se refleja en el texto.
La revuelta de los ciudadanos de Sevilla, que hacen preso al Alguacil y quieren matar al Conde tiene
que ser estudiada desde la óptica de la generosa política de mercedes a la nobleza puesta en práctica
por Enrique II, que motivó, en ocasiones, actitudes de protesta por quienes se veían envueltos en la
órbita señorial (Molina decidió entregarse al rey de Aragón antes que ser entregada a Beltrán
Duguesclin y en Paredes de Nava se asesinó al señor de la villa, Felipe de Castro, cuñado del rey, en
1371.
La participación del poder regio en los municipios se hacía a través de los corregidores, con 24 en
Sevilla. Los corregidores se instituyen en 1348. También había corregidores extraordinarios por aspectos
puntuales, lo que coincidiría con el caballero sevillano venido a las Cortes de Madrid, al que despachan
de nuevo a Sevilla despachando cartas del rey.
En lo referente a personajes que aparecen en el texto cabe citar:
Ferrand Martínez, que aparece en otros textos como Fernando Martínez o Hernando Martín.
Dominico, arcediano de Ecija en la Iglesia (Catedral) de Sevilla, parece que sus prédicas intensamente
antijudías deben ser consideradas la obra de un fanático, quien desobedeció al rey Juan en dos
ocasiones creyendo que en su fuero íntimo el rey coincidía con sus prédicas pero que era objeto de la
presión de los judíos. Cuando el procurador de la aljama, rabí Yehuda ben Abraham compareció el 13 de
Febrero de 1388 ante el arcediano para conminarle, en forma legal, a un cambio de actitud, rechazó las
cartas reales y tachó de "perro judío" a Yehuda. Ferrand Martínez atacó al Papa por autorizar la
construcción de una nueva sinagoga en Sevilla, y le acusó de no tener autoridad para autorizar la
edificación. El arzobispo de Sevilla, Gómez Barroso le acusó de "contumaz, rebelde y sospechoso de
herejía", pero la muerte de Barroso en pocos meses le dio alas al dominico, interpretando la muerte del
arzobispo y del rey en el mismo año como un signo de la providencia. Reunió en torno a él a una banda
de harapientos y delincuentes y comenzó a incendiar sinagogas en Octubre de 1390 (alentando la idea
de que en las sinagogas se daba culto al anticristo). Ferrand Martínez llegó a alcanzar notoriedad según
avanzaba con sus huestes destruyendo juderías, hasta el punto que Juan I de Aragón ordena "tirar al
Ebro" a Martínez si aparecía por Zaragoza.
El Conde de Niebla, adelantado de Andalucía, es un miembro del clan de los Guzmán, vinculados a
Andalucía, no sólo por sus extensas propiedades, sino por sus intereses en la pesca de atún.
Observamos cómo el clan domina Sevilla, ya que Alvar Pérez de Guzmán, almirante de Castilla también
pertenecía al mismo. Juan Alfonso de Guzmán no debe ser confundido con Juan Alonso de Guzmán, su
hijo, quien nació en 1410 y se distinguió en el reinado de Enrique IV. Juan Alfonso, padre, es un
miembro de la nueva nobleza que se agrupó en torno a Enrique de Trastámara para acabar con Pedro I,
quien a su vez había casi acabado con la antigua nobleza castellana. A Juan Alfonso lo encontramos en
Las Huelgas, en la coronación de Enrique II, junto a Bertrand Duguesclin, conde de Trastámara y señor
de Molina y Hugo de Cauerley, conde de Carrión. En este momento Juan Alfonso era señor de Niebla,
para ser posteriormente promovido a conde. La actitud de los Guzmán ante las revueltas antijudías se
identifica con la de la alta aristocracia, tolerante con la minoría sefardita, y enfrentada a la concepción
antinobiliaria que tendrían los pogromos de 1391. Tras la muerte del rey Juan, el clan de los Guzmán fue
apeado del poder en Sevilla, marchándose el conde de Niebla y sustituyendo a Alvar Pérez de Guzmán
Pedro Ponce de León, señor de Marchena, su enemigo. Esta circunstancia fue aprovechada por Ferrand
Martínez para lanzarse al asalto de la judería sevillana, el 6 de Juno de 1391.
Las ciudades que cita el texto se corresponden con las juderías más importantes, muchas de las
cuales (como Barcelona) no sobrevivirían el golpe. Parece que hay controversia en torno a si se produjo
"contagio espontáneo" o bien desplazamiento de la banda de Martínez, lo que vendría apoyado por la
secuencia cronológica de las primeras destrucciones. Córdoba fue arrasada el 16 de Junio, Toledo sufrió
el ataque de nuevo en su judería menor, o alcaná, en tanto que en la mayor se dio una resistencia
armada, Burgos sufrió la desbandada general de judíos y la aljama de Valencia fue destruida hasta las
cenizas el 9 de Julio de 1391 y la de Barcelona el 7 de Agosto, con más de 400 muertos.
Conclusiones
El texto comentado describe la génesis de los acontecimientos de 1391, que vienen a significar
un antes y un después en la relación entre las comunidades religiosas hispanas. Además, se nos ofrece
una visión de la revuelta como ajena a la alta aristocracia, quienes intentan oponerse a la agitación
antijudía. Por otra parte, el texto confirma el acceso a la Corte de la alta oligarquía judía, algo
impensable para los mudéjares. Ayala valora la extensión de la revuelta como producto de la codicia y
establece la causa directa de las matanzas en la predicación del arcediano de Écija. En el texto también
se percibe la gran importancia política de la alta nobleza en esos años.
El grado de credibilidad del texto es alto, debido al acceso directo que tenía Ayala a los
acontecimientos vividos en la Corte, y no se percibe ninguna acritud contra la minoría hebrea, acritud
que sí se reflejaba en su Rimado de Palacio. En general, puede afirmarse que Ayala suscribe los intereses
de la alta aristocracia de la que él era miembro y que consistían en proteger a la minoría judía como
muy útil para el reino (por los impuestos que de ella se percibían y por su capacidad como agentes del
fisco). De todas formas, las menciones de Ayala al componente popular de la revuelta (la banda de
Martínez) no conlleva tampoco acritud, acritud que sí se hacía presente en ciertas referencias de
aristócratas ante turbas amotinadas en esa época. El acceso directo a los aconteceres de la Corte
permite la afirmación de la alta exactitud de los sucesos que narra, si bien se percibe un componente
político – administrativo alto, sin que Ayala sea capaz de ofrecer una visión del problema desde la óptica
del pueblo amotinado. La fuente es auténtica.
Los sucesos narrados en el texto tienen unas consecuencias enormes: es un preludio del
arrinconamiento que sufrirán los judíos hasta consumarse su expulsión un siglo después. Los pogromos
significaron, como se recoge en el texto, el final de muchas aljamas y la ruina económica para casi todas,
de la que ya apenas pudieron recuperarse. Una consecuencia de los pogromos, recogida en el texto, es
la ruralización de la comunidad sefardita, poniéndose al amparo de los grandes señores. Como
consecuencia de los pogromos se puede citar la aparición del estamento de los cristianos nuevos,
aparición consecuente de la matanza y en general producto de conversiones de escasa libertad y
sinceridad, causa final de la Inquisición.
El texto es de alto interés, permitiendo una visión del estallido de los pogromos desde el centro
neurálgico del poder en los años de crisis que significa la minoría de edad de Enrique III. Sorprende su
objetividad al narrar los sucesos, por una parte porque no era nota común la objetividad al referirse a
los judíos, y por otra porque para un precursor del humanismo como Ayala, es extraño que no critique
expresamente las matanzas ni le pareciese una desgracia nacional. Por otro lado, el texto sí carece de
una visión del problema desde el lado "popular", visión representada por Ferrand Martínez. La consulta
a diferentes obras indicadas en el apartado de bibliografía permite afirmar que el texto debe ser tenido
en cuenta como documento importantísimo del inicio de los pogromos, ya que es mencionado por la
práctica totalidad de los escritores consultados.
Para terminar, las posturas de los historiadores ante los pogromos no varían en lo sustancial:
admiten sin ambages el carácter antiseñorial de la revuelta, unido a la mala situación económica y al
carácter de los judíos como "chivo expiatorio" de la sociedad en crisis. Las disensiones se encuentran en
la importancia de los pogromos, cifrando el propio Ayala un total de 4.000 muertos en la Corona de
Castilla, mientras que los historiadores modernos, afirmando la imposibilidad de fijar una cifra
aproximada, admiten que el número de conversiones debió de ser mayor al de muertos.
Fuente: http://www.reocities.com/CapitolHill/Lobby/2679/aportaciones_01.htm
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