ROBLEDO CABEZAS - Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires

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CABEZAS JOSE Y OTROS C/ AUGE JOSE
LUIS
Y
OTROS
S/
DAÑOS
Y
PERJUICIOS(j.13)
Reg. n 106
En la ciudad de San Isidro, a los 17 días del mes de Julio de dos mil quince,
se reúnen en Acuerdo los señores Jueces de la Sala Tercera de la Cámara
Primera de Apelación en lo Civil y Comercial del Departamento Judicial San
Isidro, doctores JUAN IGNACIO KRAUSE y MARIA IRUPE SOLANS, para
dictar sentencia definitiva en el juicio: "ROBLEDO MARIA CRISTINA Y OT.
C/ AUGE JOSE Y OTRO S/ DSL Y PS.” Y “CABEZAS JOSE Y OTROS C/
AUGE JOSE Y OTROS S/ DS. Y PS.”, causas nº 222109-1999 y nº
D6775/01 y habiéndose oportunamente practicado el sorteo pertinente (arts.
168 de la Constitución de la Provincia y 263 del Código Procesal Civil y
Comercial), resulta que debe observarse el siguiente orden: Dres. Krause y
Soláns, resolviéndose plantear y votar las siguientes:
CUESTIONES
1ª ¿Es justa la sentencia apelada?
2ª ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?
VOTACION
A la primera cuestión, el señor Juez doctor Krause dijo:
1º) la sentencia única dictada en los autos mencionados hizo
lugar a la demanda que promovieran Norma Rosa Marotti de Cabezas,
Gladys Edith Cabezas, María Lucía Kalaydjian de Cabezas, María Agustina
Cabezas y Juan Ignacio Cabezas contra José Luis Auge, Sergio Gustavo
González, Horacio Anselmo Braga, Gustavo Daniel Prellezo, Aníbal Norberto
Luna, Gregorio Ríos, Sergio Ruben Cammarata, Pedro Alberto Gómez,
herederos de Alfredo Enrique Nallib Yabrán -María Cristina Pérez de
Yabrán, Pablo Javier Yabrán, Mariano Estebán Yabran, y Melina Vanesa
Yabrán-, Policía de la Provincia de Buenos Aires, Ministerio de Justicia y
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires responsabilizándolos por el
asesinato de José Luis Cabezas ocurrido el 25 de enero de 1997 en Gral.
Madariaga y condenándolos a pagar las indemnizaciones fijadas con mas
intereses y costas. También hizo lugar a la demanda que promoviera María
Cristina Robledo, por si y en representación de su hija menor Candela
Cabezas, contra los mismos demandados condenándolos a pagar las
indemnizaciones fijadas con más intereses y costas.
Rechazó así las excepciones de falta de legitimación pasiva y
prescripción que en ambas causas opusieran los accionados.
Apelan la sentencia en la causa "Cabezas, José y otros c/Auge, José
y otros s/ daños y perjuicios”, María Cristina Pérez de Yabrán, Pablo Javier
Yabrán, Mariano Estebán Yabran, y Melina Vanesa Yabrán (agravios de fs.
3464/3501 contestados a fs. 3564/ 3582), Gregorio Ríos (agravios de fs.
3502/3513 contestados a fs. 3564/ 3582), la actora (fs. 3514/3519
contestados a fs.3559/3565, 3583/3590), Provincia de Buenos Aires
(agravios de fs. 3524/3556 respondidos a fs. 3564/ 3582).
En los autos “Robledo, María Cristina y o.c/ Auge José Luis y otros s/
daños y perjuicios” apelaron la demanda María Cristina Pérez de Yabrán,
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Pablo Javier Yabrán, Mariano Estebán Yabran, y Melina Vanesa Yabrán
(agravios de fs. 995/1021 contestados a fs. 1065/1074), Gregorio Ríos
(agravios de fs. 1022/1027, contestados a fs. 1075/1080), Provincia de
Buenos Aires (agravios de fs. 1028/1040, contestados a fs. 1081/1088).
2º) Desestimó la sentencia la excepción de prescripción que se
opusiera respecto de los actores María Lucía Kalydjian y Gladys Cabeza, lo
que es apelado por los demandados: herederos de Yabran, Gregorio Ríos y
Provincia de Buenos Aires.
La sentencia –entre otras razones- desestimó la prescripción respecto
de María Lucía Kalydjian porque al haber ésta iniciado el beneficio de litigar
sin gastos, representada por su letrado Dr. Vechi, interrumpió el curso de la
prescripción. Si bien en sus agravios, los herederos de Yabran y el
codemandado Gregorio Ríos sostienen que la Sra. Kalaydjian no ha
acreditado su calidad de particular damnificada en la causa penal, lo cierto
es que -tal como lo ha resuelto la sentencia- la prescripción a su respecto se
ha visto interrumpida por la promoción del beneficio de litigar sin gastos en
los que la Sra. Kalydjian se ha presentado por si y en representación de sus
hijos menores. Tal fundamento de la sentencia no es rebatido por la apelante
y ha quedado así consentido. Ha de recordarse en este aspecto que si el
fundamento que sustenta la sentencia no es cuestionado en los términos del
art. 260 del CPCC, queda comprendido entre aquellos aspectos o
conclusiones de la sentencia que, no rebatidos, están tácitamente
consentidos y escapan a la labor recursiva y revisora de la Cámara
(S.C.B.A., 13-11-79 en DJBA 116, 383; causas 106.468 del 16-4-09 de esta
Sala IIIª; 78.786 del 6-11-01, 98.660 del 23-3-06 de la Sala IIª).
Con relación a la co-actora Gladys Cabezas resolvió el sr. Juez “aquo”
que, conforme surge de las copias de la sentencia dictada el 2/2/2000 en la
causa penal, se presentó en el juicio penal -representada por el Dr. Vecchicomo particular damnificada interrumpiendo de tal manera el curso de la
prescripción. Tuvo en cuenta para ello que en la sentencia dictada en la
causa penal, al regularse los honorarios de los abogados Vecchi y Di Julio,
se lo hizo por la representación que tenían de los particulares damnificados
enumerándose expresamente entre ellos a Gladys Cabeza. En sus agravios
los herederos de Yabrán y “la Provincia de Buenos Aires” sostienen que tal
mención constituye un error material pues no existe ningún pasaje de la
causa penal que permita contar con un mero indicio de que Gladys Cabeza
hubiese sido tenida como particular damnificada. La impugnante sostiene
que la calificación formulada en la sentencia del fuero represivo no se
corresponde con la real condición procesal de Gladys Edith Cabezas en
dicha causa. Insiste en que la calificación referida (particular damnificada)
consta por error material
Sin embargo, no se invoca ni se prueba que tal supuesto error material
haya sido subsanado en la sede respectiva, lo que sella la suerte de la
impugnación.
En tal sentido cabe poner de relieve que a los fines pretendidos, los
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interesados debieron atacar el acto cuestionado en tanto a su entender
carecía de los presupuestos necesarios –particulares- exigidos de antemano
por la legislación procesal para la idónea formación del acto al respecto
(conf. Podetti, Ramiro, “Tratado de los actos procesales”, Ediar, 1955 pág.
190), y por tanto en el descalce entre el contenido del acto y el que
correspondía conforme los antecedentes que invocan. Así, los impugnantes
debieron proceder en la causa penal hasta obtener la modificación
pretendida, y si no lo hicieron deben soportar los efectos de tal conducta
asumida (conf. Principios de subsanación, conservación, economía e
instrumentalidad, doc. art. 18 de la Const. Nacional; Berizonce, R. coordinador-, “Los Principios Procesles”, Librería Editora Platense, pág. 136;
doc. art. 1198 del Cód. Civil). A ello cabe agregar que la firmeza de los actos
procesales es una necesidad jurídica que justifica la validez de los mismos,
no obstante los vicios que pudieran presentar, si no se formuló en su
oportunidad la correspondiente e idónea impugnación -es decir, la pertinente
para obtener la modificación oportuna- (conf. Fassi, “Codigo Procesal”,
2da.edición, vol.2, pág 380; causas 39.305 del 23-7-85, 71.498 del 19-8-87,
74.423 del 23-2-98 de la Sala IIª; 128.933 del 3-4-2012 de esta Sala IIIª).
No soslaya lo expuesto la alternativa que proponen en los agravios: la
realización de un nuevo ejercicio de análisis y valoración de las constancias
del fuero represivo (ahora por el Juez de la causa civil) a fin de demostrar el
error material que le achacan a la sentencia de la causa penal (en cuando
identifica a Gladys Edith Cabezas como particular demnificada en tal
proceso penal), ya que ello daría lugar (de coincidir con la postura que
postula la parte apelante) a una intolerable vivencia de contradicción (en
tanto mientras que en la propia litis penal se considera a Gladys Edith
Cabezas partcular damnificada, en la litis civil a la misma persona en base a
la misma actuación se le niega la realidad de tal carácter y sus efectos)
(art.1.101 del Cód. Civil; art. 18 de la Const. Nac.).
Por lo demás la afirmación de la apelante, esto es, que constituye un
error la mención de Gladys Cabezas en la sentencia penal como particular
damnificada, es meramente dogmática y carece de sustento probatorio al no
haberse remitido la totalidad de la causa penal por el desistimiento implícito
–entre otros- de los hoy recurrentes herederos de Yabran (fs.3314). A mayor
abundamiento, cabe destacar que también, por el desistimiento implícito de
lo herederos de Yabrán -hoy apelantes-, es que no se cuenta en estos
Estrados con la causa penal, es inadmisible la pretensión de aquellos de que
la mención de Gladys Cabeza en la sentencia penal como particular
damnificada constituye un error material si éste supuesto error no ha
quedado demostrado por no contarse con las constancias de la causa penal
por decisión –reitero- de la propia apelante. Cabe recordar que del requisito
de obrar con rectitud y honradez, o sea, con buena fe probidad, resulta
inadmisible que un litigante pretenda fundamentar su accionar aportando
hechos y razones de derecho que contravengan sus propios actos,
asumiendo una actitud que lo venga a colocar en contradicción con su
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conducta anterior (arg. art. 1198 C.C.; causas 106.510 del 28-4-09 de esta
Sala IIIª; 58.186 del 21-5-92 de la Sala IIª).
En cuanto a la Provincia de Buenos Aires cabe concluir en que su
afirmación de que el párrafo de la sentencia dictada en sede penal, por el
cual se tuvo al Dr. Vechi y Di Julio como apoderado de Gladys Cabezas en
su rol de particular damnificada, resulta insuficiente para tener por
demostrada tal calidad, es meramente dogmática y carente como tal de la
aptitud recursiva exigida por el art. 260 del C.P.C., al no explicitar ni
demostrar el porqué de tal supuesta insuficiencia. En cuanto al agravio
referido a que los efectos de la prescripción y de su interrupción actúan en
forma independiente no siéndole oponible por ello la interrupción habida
respecto de Gladys Cabezas por su presentación como particular
damnificada en la causa penal, constituye un argumento novedoso, no
puesto a la consideración del Sr. Juez “aquo”, según se desprende de la
presentación en la que el Fisco (fs. 353 vta.) se limita a sostener la
insuficiencia de la presentación de los accionantes como particulares
damnificados en la causa penal por no haber hecho explicita su pretensión
indemnizatoria (art. 272 del C.P.C.).
Ha de confirmarse, pues, la sentencia en cuanto ha desestimado,
respecto de los apelantes, la excepción de prescripción por ellos en su
momento opuesta.
3º) La sentencia tuvo por demostrada la responsabilidad de los
demandados José Luis Auge, Sergio Gustavo González, Horacio Anselmo
Braga, Gustavo Daniel Prellezo, Aníbal Norberto Luna, Gregorio Ríos, Sergio
Rubén Cammarata y Pedro Alberto Gómez al haber sido condenados en
sede penal, y conforme lo dispuesto por el art.1102 del Cód. Civil, según el
grado de responsabilidad y participación que cada uno de ellos tuvo en el
homicidio de José Luis Cabezas.
De los demandados mencionados sólo apeló el codemandado Ríos.
Sostiene en sus agravios que el art. 1102 del Cód. Civil da a la sentencia
penal un alcance inadecuado que, al no permitir ponderar su responsabilidad
civil, es inconstitucional. Repasa la doctrina habida respecto del alcance de
los arts. 1102 y 1103 del Cód. Civil y de las excepciones que existen con
relación al art. 1101 del Cód. Civil.
El recurso no ha de prosperar.
En efecto; hay cuestiones de las que se estiman como esenciales para
resolver lo sometido al juez penal, datos fácticos verificados por éste, a los
que el juez civil debe atenerse, porque sería un escándalo jurídico
contradecir comprobaciones de hecho formuladas en una sentencia firme. Si
un hecho está reconocido en una sentencia con valor de cosa juzgada no
solamente no necesita otra prueba, sino que otra prueba no podría
desvirtuar tal calidad (LLAMBIAS, "Límites de la cosa juzgada penal", E.D.
84, 775; BORDA, "Obligaciones", II #1618; DEVIS ECHANDIA, "Teoría
General de la Prueba Judicial", I, 205). Y en ese sentido, estableció la
Suprema Corte que el 'hecho principal' no es el mero hecho delictuoso, sino
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también las circunstancias que lo rodearon, y que la autoridad de la cosa
juzgada que emana de la sentencia penal firme alcanza no solamente al
hecho, sino también a las circunstancias en que el ilícito se ha consumado
(SCBA, Ac. 36.846 del 26-2-88; causas de la entonces Sala IIa. 56.352 del
21-4-92; 52.938 y 52.938bis del 31-5-1991; 97.749 del 22-2-05 RSD: 12/05;
100.852 del 7-11-06 RSD: 266/06).
Precisamente, entonces, los arts. 1101, 1102, 1103 y 1105 del Código
Civil están enderezados a evitar el escándalo jurídico que significaría la
existencia de sentencias contradictorias respecto de un mismo hecho.
(Suprema Corte Bs.As., 28-2-1995, Simoni, Williams Narciso c/ Senia,
Alberto s/ Cobro ejecutivo"). La prejudicialidad penal, pues, necesariamente
debe influir sobre la existencia o inexistencia del hecho y/o en la
responsabilidad del inculpado, pues de lo contrario podría caerse –reiteroen el escándalo jurídico de dos fallos contradictorios sobre un mismo hecho
(Suprema Corte Bs.As., DJBA 143, 89 - AyS 1992-I, 461). Es así que la
existencia de una sentencia penal condenatoria tiene relevancia en el
proceso civil en el que debe establecerse la responsabilidad de los sujetos, y
en‚ este proceso no puede discutirse o cuestionarse ni la existencia del
hecho principal ni impugnarse la culpa del condenado (Suprema Corte de
Bs.As. 30-10-1984, ED 114, 117, JA 1986-I-175, LL 1985 E, 39). Ello por
cuanto no sólo resulta aplicable el art. 1102 del Código Civil, sino porque
debe evitarse el escándalo jurídico que se produciría si distintos jueces
(cualquiera sea el fuero) arribaran a pronunciamientos contradictorios
(S.C.B.A. 27-11-90, “Arias Juan José‚ y otros c/ Hernández, Justo Eduardo y
otros s/ Daños y perjuicios”). Es dable concluir, entonces, en que la
prejudicialidad que emana de las normas cuestionadas por el apelante, lejos
de contrariar a la Constitución Nacional, preserva las garantías de rango
constitucional que emanan de la autoridad de la cosa juzgada. Ha de
recordarse, en este sentido, que la cosa juzgada “es exigencia de orden
público y posee jerarquía constitucional” pues el derecho que una sentencia
firme reconoce constituye un bien incorporado al patrimonio del justiciable y
de ser negado, por ejemplo, por una sentencia posterior, implicaría violar el
art. 17 de la Const. Nacional (Fenochietto, “Código ...”, pág. 220, C.S.J.N.;
Fallos 209:303; 237:563; 307:1709; 308:916 y 319:3241; Causa 108.403 del
25-2-10 RSI. 5/10), Causa 104.635 del 13-05-2010 RSI 155/10, Causa
85.957 del 07-10-2010 de esta Sala IIIª).
Ha de confirmarse la sentencia también en este aspecto.
4º) Apelan los herederos de Yabrán por la responsabilidad que como
tales se les imputa por el secuestro y asesinato de José Luis Cabezas
ocurrido el 25 de enero de 1997 en Gral. Madariaga.
Concluyó el sentenciante, en tal sentido, en que si bien, a partir de los
hechos probados en la causa penal, no tiene la convicción de que Yabrán
haya sido el “consejero” en el secuestro y homicidio de Cabezas en los
términos del art. 1081 del Cód. Civil, sí se encuentra demostrado, a partir de
tales hechos comprobados, que Gregorio Ríos, a cargo de la custodia de
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Yabran, ha instigado y coordinado con el codemandado Prellezo la privación
de libertad y eventual homicidio de Cabezas. Teniendo por demostrado
asimismo que Ríos era dependiente de Yabrán concluye en la
responsabilidad de este último en tal calidad conforme la responsabilidad
refleja que le cabe en los términos del art. 1113 del Cód. Civil.
Se agravian, en síntesis, los herederos de Yabran considerando que la
conclusión del sentenciante es errónea ya que el factor de imputación
adoptado en la sentencia, esto es la responsabilidad refleja, carece de todo
basamento, tanto en el orden fáctico como en el jurídico.
Previo a la consideración de los distintos agravios que presenta el
apelante, ha de tenerse en cuenta que el Sr. Juez “aquo”, al no contar con la
causa penal en su totalidad por las razones que explica, ha concluido en que
los hechos tenidos por probados en la sentencia penal son plenamente
aplicables en la consideración de la responsabilidad civil atribuida en estos
autos a Yabrán y por ende a sus herederos. Así concluye en que si bien no
se aplica el art. 1102 del Cód Civil en cuanto a su eventual culpa por no
haber habido juzgamiento a su respecto en razón de su fallecimiento durante
el juicio, “la existencia del hecho principal” al que se refiere la norma
mencionada, esto es los hechos constatados en la sentencia penal, son
oponibles “erga omnes” se trate del condenado, de la víctima del hecho o de
un tercero siendo indiferente también que hayan tomado o podido tomar
intervención en la causa penal. También concluyó en que la condena penal
de Ríos por sustracción de persona, agravada por la muerte de Cabezas en
calidad de instigador en concurso ideal con homicidio simple por dolo
eventual, hace cosa juzgada para el tercero civilmente responsable pese
haber sido ajeno a la causa penal. Tales conclusiones de la sentencia no
han sido motivo de agravio por parte del apelante y como tales han quedado
consentidas (doc. art. 260 del C.P.C)
Los apelantes niegan que haya existido relación de dependencia entre
Yabrán y el condenado Ríos y que la conclusión del sentenciante acerca de
tal relación de dependencia, en que se funda la condena, es errónea.
Sostienen que el Sr. Yabran había contratado inicialmente a la empresa
“Brides S.A.” para servicios de seguridad personal; que fue esta Empresa
quien designó al Sr. Gregorio Ríos; que los elementos personales y
materiales para tal servicio fueron suministrados por Brides SA. a Ríos y que
éste era dependiente de dicha empresa y no de Yabran; que aun cuando
posteriormente se independizó de Brides S.A. la relación con Yabrán fue por
completo extraña a toda forma de dependencia o subordinación ya que este
último no le daba órdenes acerca del modo que debía cumplir y organizar los
servicios.
No obstante tales negativas expresadas en los agravios, lo cierto es
que los apelantes de desentienden de los argumentos y prueba en los que la
sentencia funda la relación de dependencia existente entre Yabrán y Ríos.
En efecto; el sr. Juez “aquo” tuvo por acreditada la relación de dependencia
cuestionada a partir de las propias declaraciones de Yabrán en sede penal,
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transcriptas a fs. 21/2 de los autos acumulados “Robledo, María Cristina y
o.c/ Auge José y otros s/ daños y perjuicios” de las que surge que, a la
muerte de Cabezas, Ríos se desempeñaba como jefe de seguridad de la
familia de Yabrán y sus propiedades; que lo hacía con exclusividad,
recibiendo un sueldo mensual básico más retribuciones por tareas
específicas y recibiendo instrucciones de Yabrán semanalmente
especialmente los días sábado. La tarea consistía principalmente en
seleccionar personal de vigilancia y también tareas domésticas y coordinar
trabajos. Para dichas tareas, Ríos se instalaba, aunque no en forma
permanente, en una construcción anexa a la vivienda de Yabrán y su familia.
Tal conclusión y valoración de la prueba indicada por parte del sr. Juez
“aquo”, por medio de la cual –reitero- tuvo por probada la relación de
dependencia entre Yabrán y Ríos no es cuestionada por los apelantes
quedando así consentida. Tampoco rebaten lo concluido por el sentenciante
acerca de que las pruebas mencionadas –sobre cuya valoración –reiteroomite el apelante critica alguna- acreditan que las funciones antes
mencionadas, encomendadas por Yabrán a Ríos, por la subordinación
acreditada, encuadran en la figura del dependiente normada en el art.1113
del Cód. Civil. Tampoco se refieren ni rebaten lo decidido por el sentenciante
acerca de que tal relación de dependencia se encuentra corroborada con la
declaración confesional de Ríos obrante a fs. 1680 (repta. 5ª) de la que
surge que actuó con motivo y/u ocasión de la función que desempeñaba
como dependiente de Yabrán quedando así también consentida tal esencial
conclusión. No empece a ello, entonces que –como lo afirma el apelante- las
personas condenadas junto a Ríos no fueran dependientes de este último, ni
de Yabran, ni que los elementos utilizados para el crimen no les
pertenecieran puesto que, como lo afirma el apelante, la responsabilidad en
análisis no se sustenta en el riesgo o vicio de una cosa. Tampoco se
cuestiona que Ríos está condenado por sustracción de persona agravada
por la muerte de Cabezas en calidad de instigador en concurso ideal con
homicidio simple por dolo eventual y que ello -como ya lo adelantara- hace
cosa juzgada para el tercero (Yabrán) civilmente responsable de lo obrado
en sede penal, pese a ser ajeno a la causa en las cuales esas calificaciones
se formularon. Ha de recordarse en este aspecto que si el fundamento por el
que el sentenciante deslindó la responsabilidad de las partes no es
cuestionado en los términos del art. 260 del CPCC, queda comprendido
entre aquellos aspectos o conclusiones de la sentencia que, no rebatidos,
quedan tácitamente consentidos y escapan a la labor recursiva y revisora de
la Cámara (S.C.B.A., 13-11-79 en DJBA 116, 383; Causa 106.468 del 16-409 de esta Sala IIIª; 78.786 del 6-11-01, 98.660 del 23-3-06 de la Sala IIª).
Es cierto que el principal no responde de cualquier daño que cause su
subordinado. Pero sí de aquellos que tengan relación con la función
encomendada (BUSTAMANTE ALSINA, "Teoría General de la
Responsabilidad Civil", parágr. 948). Así entonces la responsabilidad
indirecta del principal surge aún cuando el empleado haya obrado sin
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órdenes del patrón o, si se quiere, abusando de sus funciones, si con motivo
de éstas se ha producido el hecho dañoso (SCBA., Ac.37.744 del 29-3-88).
Es que el principal –contrariamente a lo que se sostiene en los agraviosresponde del daño producido aunque éste no estuviera comprendido en el
encargo o función encomendado, siempre que de no mediar tal relación de
dependencia los actos o hechos ajenos o extraños a la función no se
hubieran podido ejecutar (arts. 1109, 1113 C.C.; SCBA., Ac. 44.805 del 10-991; causa 69.634 del 18-3-97 de la Sala IIª). El hecho en razón del cual el
patrón o el comitente pueden ser declarados civilmente responsables no
necesariamente debe constituir el ejercicio mismo de la incumbencia del
dependiente, por lo que la condición que la ley exige se verifica aún cuando
el hecho que causa el daño haya sido cumplido en ejercicio de tal
incumbencia o con ocasión de ese ejercicio, o finalmente, cuando el daño
deriva de un abuso de la susodicha incumbencia. Así el principal responde
por aquellos daños ocasionados por su dependiente mediante actos o
hechos ajenos o extraños a la función, cuando de no mediar tal relación de
dependencia no se hubieran podido ejecutar. Ello así es claro a partir de la
prueba valorada por el Sr. Juez “aquo”, que la relación de dependencia
configuró el nexo de causalidad adecuado entre el ilícito y el daño que exige
la ley para que el principal responda por el hecho de su dependiente, y ello
así pues, más allá de la existencia o no de una culpa “in eligiendo” o “in
vigilando”, a la que se refiere el apelante en sus agravios, de no haber
mediado el antecedente de la función, el daño no hubiera acontecido
(S.C.B.A., Ac. 65.844 del 26-10-99, en L.L., BUENOS AIRES, 1999, pág.
1295). También ha dicho la jurisprudencia que el Código Civil no dice que se
deba responder por el hecho de los dependientes, sino que expresa que
debe responderse por el hecho de las personas que están bajo su
dependencia, lo que no implica necesariamente subordinación permanente,
propia de una relación de trabajo, sino que –contrariamente a lo que
sostiene el apelante- cubre también una sujeción ocasional, temporaria o
parcial para uno o varios asuntos determinados (Matilde Zavala de
González, en Responsabilidad por riesgo, pág.142; Causa 89.479 del 17-702 R.S.D:181 de la Sala IIª).
Ha de confirmarse, pues, la sentencia en cuanto a la responsabilidad
atribuida a María Cristina Pérez de Yabrán, Pablo Javier Yabrán, Mariano
Esteban Yabrán, y Melina Vanesa Yabrán en su calidad de herederos de
Alfredo Enrique Nallib Yabrán.
5º) La sentencia hace lugar al reclamo por indemnización de daño
moral formulado por José Cabezas, Norma Marotti de Cabezas (padres de
José Luis Cabezas) y por María Lucía Kaleydjian, cónyuge de Cabezas de
la cual se encontraba separado de hecho. También respecto de María
Cristina Robledo acreditado que era concubina de José Luis Cabezas.
Se agravian los herederos de Yabrán por cuanto la excepción de falta
de legitimación activa que opusieran al contestar la demanda no fue tratada
en la sentencia. Sostienen que los padres han sido desplazados en su
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vocación hereditaria, por la existencia de los descendientes de la víctima ya
que por ello no son herederos forzosos a los que el art. 1078 del Cód. Civil
se refiere. En cuanto a María Lucía Kaleydjian señalan que tampoco se trató
en la sentencia la defensa que opusieran respecto de ella en razón de
carecer de vocación hereditaria al encontrarse separada de hecho como ella
misma lo reconoce en la demanda. También se agravian por cuanto
tampoco se trató la defensa de falta de legitimación activa respecto de María
Cristina Robledo, sosteniendo que su relación de concubinato con José Luis
Cabezas no la legitima para reclamar la reparación de los perjuicios
derivados de su muerte puesto que ella sabía que se encontraba “separado
de hecho” y que existía un impedimento de ligamen por el matrimonio
anterior no disuelto.
Similar planteo formula el codemandado Ríos en sus agravios al
reiterar la ausencia de legitimación activa de los mencionados accionantes.
Se agravia también la codemandada “Provincia de Buenos Aires”
respecto de la admisión del daño moral que reclamara María Lucía
Kaleydjian por carecer de vocación hereditaria dada su reconocida
separación de hecho.
No asiste razón a los apelantes.
En relación a los padres de José Luis Cabezas cabe recordar que la
Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió que corresponde asignar
una interpretación amplia a la mención que de los herederos forzosos hace
el art. 1078 del C. Civil, de modo que alcance a todos aquellos que son
legitimarios con vocación eventual, aunque de hecho pudieran quedar
desplazados de la sucesión por la concurrencia de otros herederos de mejor
grado, comprensión que se compadece con el carácter iure proprio de esta
pretensión y, además, satisface la necesidad de evitar soluciones disvaliosas
(CSJN., 7-8-1997 in re "Badin c/Prov. de Buenos Aires", diario LA LEY del
21-9-98, comentado por Luis Andorno; idem, diario EL DERECHO del 2-1098, comentado por Eduardo Sambrizzi; causas 77.474 del 22-10-98, 102.130
del 12-12-06, 101.892 del 11/10/07 de la Sala IIª).
En cuanto a María Lucía Kaleydjian, cónyuge de Cabezas de quien se
encontraba separada de hecho, legitimando el art. 1078 del Código Civil a
los herederos forzosos, crea en su favor una presunción de daño. De ahí
que, dados ciertos supuestos, el daño moral se tiene por acreditado por la
sola comisión del acto antijurídico; éste es una prueba re ipsa de aquél
(SCBA., 20.10.76 en L.L. 1977-D, 435 y Ac. 39.597 del 13.ll.88). Siendo así,
al responsable del acto dañoso incumbe probar la existencia de una
situación objetiva que excluya la posibilidad de un dolor moral (SCBA, Ac. B48.618 del 10.3.92) y tal demostración no se logra por comprobarse una
situación concubinaria del occiso. Y si bien es cierto que -conforme al
referido criterio del superior tribunal- situaciones objetivas susceptibles de
infirmar esa legitimación pueden probarse por el victimario (art. 375 del
C.P.C.C.), la prueba, en el caso, no puede sino ser la de verificarse alguno
de los supuestos previstos en los arts. 3574 y 3575 del Código Civil, lo que
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no se logró al no demostrarse –como lo señala el sentenciante sin
cuestionamiento de los apelantes- que la separación de hecho hubiese sido
por culpa de la accionante (art. 260 del C.P.C.; causas 59.326/59.350 del
15.3.94, 48.088 del 17-10-1989, 54.778 del 31-5-1991 de la Sala IIª).
También se agravian los herederos de Yabrán por cuanto tampoco se
trató la defensa de falta de legitimación activa respecto de María Cristina
Robledo, sosteniendo que su relación de concubinato con José Luis
Cabezas no la legitima para reclamar la reparación de los perjuicios
derivados de su muerte puesto que ella sabía que se encontraba “separado
de hecho” y que existía un impedimento de ligamen por el matrimonio
anterior no disuelto.
Limitándose la condena a la obligación de la demandada de reparar
sólo los perjuicios de orden patrimonial sufridos por María Cristina Robledo y
no el daño moral, y no estando cuestionada, además, la relación de
concubinato existente entre ella y el occiso, que la sentencia ha tenido por
acreditada a partir de la prueba rendida, cabe destacar que la Suprema
Corte estableció que la amplitud en la interpretación del art. 1079 del C.Civil,
no debe ni puede restringirse cuando el daño aparece probado. El hecho de
que las personas no hayan estado vinculadas por un matrimonio de carácter
civil no puede tener por efecto dejar sin respuesta a un pedido de
resarcimiento, conforme el principio fundamental en todo derecho de resarcir
el daño causado (S.C.B.A., Ac. 43.068 del 12-11-91, DJBA.; 136-1675, Ac.
48.914 del 17-2-98, idem 46.485 del 17-2-98).
6º) El sr. Juez “aquo” hizo lugar al reclamo formulado por cada uno de
los accionantes en concepto de “daño psicofísico” y por “tratamiento
psicológico” y “gastos por futuros tratamientos”.
No discutida la procedencia de los rubros en cuestión, “daño
psicofísico”, “tratamiento psicológico” y “futuros gastos de tratamiento”, como
una posible consecuencia de la muerte de José Luis Cabezas, cabe recordar
que el menoscabo derivado de las lesiones físicas o psíquicas provocadas
por un hecho ilícito, debe ser indemnizado según el conjunto total de
actividades del sujeto y la proyección que la secuela del accidente tiene
sobre su personalidad integral, por lo que la estimación del monto adecuado
no se sujeta a una tabulación prefijada: es necesario considerar toda
circunstancia que caracterice a la víctima: su edad, sexo, estado civil, cargas
de familia, nivel socio-económico y cualquier otro dato que demuestre la
situación preexistente (arts. 902, 1068, 1069, 1083 y ccds., C.Civil). No tiene
excesiva significación como lo sostienen los apelantes, en cambio, y por lo
expuesto, que el perito médico graduara aquella disminución según una
tarifación aritmética; lo que importa es el peso de aquélla conforme a las
referidas circunstancias personales (CSJN., 1-12-1992, en “Doctrina Judicial”
del 24-11-93, sum. 2.600; causas 106.180, 106.181 y 106.179 del 5-5-09,
106.468 del 16-4-09, 106.774 del 11-6-2009 de esta Sala IIIª; 102.724 RSD
88/07 de la Sala IIª). La finalidad de la indemnización es procurar restablecer
tan exactamente como sea posible el equilibrio destruido por el hecho ilícito,
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para colocar a la víctima en la misma o parecida situación patrimonial en la
que se hallaría si aquél no hubiera sucedido (Causas 106.288 del 3-3-2009,
106.727 del 18-6-09 de esta Sala IIIª; 53.524 del 12-3-91 y 62-716 del 17-594 de la Sala IIª).
Sentado ello cabe considerar que con relación a los hijos de la víctima
Juan Ignacio Cabezas y María Agustina Cabezas, el Sr. Juez, dadas las
conclusiones de las pericias psiquiátricas y psicológicas llevadas a cabo en
la causa, que determinan que la incapacidad psíquica que padecen puede
ser redimida mediante el tratamiento pertinente, hizo lugar sólo al costo de
futuros tratamientos psicológicos ($ 8.640 para cada uno). Respecto de ello
se agravia la “Provincia de Buenos Aires”. No obstante su recurso no es más
que una mera discrepancia subjetiva que de manera alguna demuestra el
error del sentenciante al fijar el costo del tratamiento en cuestión, ni el de
cada una de las sesiones aconsejadas. No explica la razón por la que habría
de atenerse a los valores estipulados por el Colegio de Psicólogos
Bonaerense cuyo costo tampoco explicita (art. 260 del C.P.C). Ha de
confirmarse, pues, en este aspecto la sentencia apelada.
Con relación a José Cabezas, -padre de la víctima, que contaba con
64 años a la muerte de su hijo y falleciera en diciembre de 2010 a la edad de
78 años- concluyó la sentencia, en base a la prueba pericial producida
(pericia neurológica del Dr. Davico fs. 1978/1987, y ampliaciones fs.
2108/2120, fs. 2214/2216 y fs. 2217/ 2226; pericia psiquiátra y psicológica
del Dr. Segovia de fs. 2499/2525, ampliada a fs. 3017; pericia médico legista
del Dr. Marcos de fs.3034/3066 ampliada a fs. 3112/3122, 3145/3152 y
3158/3166), en que si bien se ha descartado que tanto el temblor de origen
parkinsoniano como la lumbociatalgia que padeciera tengan relación con el
hecho de autos, sí la muerte de su hijo ha agravado sus patologías
prexistentes en un 40% (insuficiencia cardíaca, hipertensión arterial,
diabetes Melitus II, hipercolesterolemia, insuficiencia renal crónica
hipertensiva de grado moderado y ateromatosis carotidea bilateral de grado
moderado). También como consecuencia de lo acontecido padeció trastorno
de estrés postraumático, depresión reactiva y duelo patológico. Tales
patologías, (decidió el sentenciante en base a la pericias indicadas),
determinaron una incapacidad parcial y permanente en quien fuera padre de
la víctima, que fijó en la suma de $ 192.000. Siendo –además- que la pericia
psiquiátrica determinó que existían posibilidades de redimir las secuelas
constatadas mediante el tratamiento pertinente, fijó la suma de $ 56.160
teniendo en cuenta su fallecimiento ocurrido el 18 de diciembre de 2010.
Si bien es cierto que, como lo indican los herederos de Yabrán en sus
agravios, las lesiones obstructivas coronarias ya existían con anterioridad a
la muerte de su hijo mostrando trastornos severos de la arteria circunfleja en
el año 1993, y en el año 1997 conforme estudio realizado el 15/04/97, no
demuestra el apelante que sólo tales antecedentes justifiquen el desarrollo y
evolución de la patología con posterioridad al fallecimiento de su hijo, ni
comprueban que la incidencia causal atribuida a su muerte por el perito
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médico y aceptada por el Sr. Juez “aquo” sea equivocada. El Dr. Marcos
también ha explicado y fundamentado la influencia causal del fallecimiento
de Cabezas en la evolución posterior del cuadro de diabetes mellitus tipo II
que padecía al momento de su examen médico, como así también su
insuficiencia renal crónica hipertensiva y el síndrome parkinsoniano que
padece. En cuanto a las secuelas de orden psíquico que la sentencia ha
reconocido en términos de incapacidad ha de recordarse que ellas son
indemnizables en tal concepto cuando constituyan una secuela en términos
de incapacidad, pues, esta última abarca también los trastornos o
perturbaciones en el psiquismo, la intelectualidad y la volición causados por
un influjo físico cuando dichos trastornos son irreversibles y permanentes
(causa 71.590 del 28-8-97 de la Sala IIª). Cabe recordar, no obstante, que la
disfunción psíquica traumática es básicamente reversible mediante el
adecuado tratamiento, como en el caso el aconsejado por el perito, que no
tiene otro propósito que el de eliminar la secuela (causas 106.162 del 14-509, 106.551 del 5-5-09 de esta Sala IIIª; 55.670 del 12-12-91, 56.804 del 46-92, 87.151 del 12-6-2001 de la Sala IIª). Asiste razón, pues, al apelante en
cuanto a que las secuelas psíquicas comprobadas no han de integrar el
daño reconocido en términos de incapacidad.
Así entonces teniendo en cuenta el agravamiento de las secuelas de
orden físico que José Cabezas ya padecía, la inexistencia de pruebas
acerca de sus circunstancias personales salvo su edad al momento del
hecho delictuoso (68 años)y su fallecimiento ocurrido el 18 de diciembre de
2010 considerando excesiva las sumas fijadas en la sentencia propongo
reducir el monto del daño a la suma de OCHENTA MIL PESOS (art. 165 del
C.P.C.) comprensiva de los gastos de farmacia, medicamentos y traslados y
del tratamiento psíquico que las secuelas de tal orden aconsejaban según
dictamen del perito médico Dr. Marcos.
No obstante los reparos de los herederos de Yabrán, las meras
discrepancias de Ríos en sus agravios y los cálculos de la Provincia de
Buenos Aires sobre el porcentual de incapacidad tomado por el perito, la
pericia no resulta menoscabada en su integridad (conforme su naturaleza de
informe técnico) por lo que no surge error en su consideración. De la pericia
cuestionada surge fundada y razonable la explicación sobre la incidencia de
la muerte de Cabezas en las secuelas de orden psíquico que su padre
padeció. Cabe recordar en este sentido que cuando el análisis formulado por
el perito consiste en un estudio fundado y sus conclusiones surgen como
consecuencias lógicas, debe estarse a ellas a falta de pruebas que la
destruyan no bastando para ello las discrepancias subjetivas de las partes
con el dictamen (art. 474 del C.P.C.; MORELLO y otros, "Códigos...", 1ª ed.,
vol. V, pág. 230; Causas 106.439 del 1-4-09, 106.552 del 14-5-09, 107.224
del 28-5-09 de esta Sala IIIª; 88.699 del 25-4-0247.302 del 5-9-88, 54.496
del 17-5-91 de la Sala IIª).
Con relación a la madre de Jóse Luis Cabezas, Norma Rosa Marotti de
Cabezas, pondera el sr. Juez “aquo” el dictamen del perito médico Dr.
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Davico (fs. 1978/1987) quien constató lesiones cerebrales hipertensión
arterial y diabetes, conforme los estudios realizados en el Hospital Naval.
También se han comprobado secuelas somáticas consistentes en Diabetes
II, hipertensión arterial, cardiopatía hiperintensiva e insuficiencia renal
crónica moderada, conforme lo dictaminara el perito médico Dr. Alberto
Marcos, relacionadas concausalmente dichas secuelas con la muerte de su
hijo. Tuvo en cuenta también las secuelas de orden psíquico que la actora
padece, de carácter parcial y permanentes conforme lo dictamina el perito.
Considerando el Sr. Juez “aquo” los fundamentos de las pericias y los
estudios complementarios practicados, fijó en concepto de incapacidad la
suma de $ 180.000, por tratamiento psicológico la suma de $12.960 y por
gastos de farmacia, tratamiento y de traslado la de $ 30.000.
Sostienen los herederos de Yabrán en sus agravios que la diabetes
que padece la actora no guarda relación causal con la muerte de su hijo
pues ella existía con mucha anterioridad, ocurriendo lo mismo con la
hipertensión arterial conforme los exámenes complementarios realizados.
También advierte el apelante que lo mismo ocurre en lo que se refiere a las
secuelas psíquicas desde que no existe duelo patológico alguno. También el
demandado Ríos en sus agravios sostiene que las secuelas incapacitantes
halladas son anteriores a la muerte de su hijo. Por su parte la “Provincia de
Buenos Aires” en sus agravios también sostiene que las secuelas
incapacitantes son anteriores al hecho de autos y que carece de fundamento
el tratamiento medico psicológico tenido en cuenta en la sentencia si las
patologías psíquicas halladas no son redimibles.
No obstante los reparos de los apelantes el dictamen pericial
(fs.3034/3066, ampl. fs.3112/3122, 3145/3152) es claro y contundente el Dr.
Marcos al explicar la incidencia causal de la muerte de Cabezas en las
secuelas incapacitantes que su madre padece como consecuencia del
agravamiento de sus dolencias previas, siendo que los reparos de los
apelantes al afirmar que tanto la diabetes como la hipertensión son
anteriores al hecho de autos se desentienden del efecto concausal atribuido
por el perito y receptado por por el Sr. Juez “aquo”. Tampoco rebaten la
conclusión de la sentencia acerca del carácter permanente de las secuelas
psíquicas halladas. Cabe recordar en este sentido que el agravamiento de
una dolencia preexistente que pudiera haber sobrevenido al hecho ilícito y a
raíz del mismo, no es una consecuencia casual sino mediata, y no es
necesario que el hecho atribuido al agente sea la única causa del daño,
bastando con que sea un requisito sine qua non de su producción. Las
consecuencias de la concausa no dejan de ser imputables al victimario si la
dolencia latente se agravó precisamente por el influjo externo sufrido
(causas 106.247 del 17-2-09, 106.180, 106.181 y 106.179 del 5-5-09 de
esta Sala IIIª; 38.378 del 12-11-84, 48.878 del 30-3-89 de la Sala IIª).
Constituye también una mera discrepancia la afirmación de los
herederos de Yabrán, acerca de la innecesariedad del tratamiento
psicológico aconsejado por el perito si las secuelas son irreversibles, puesto
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que el damnificado tiene derecho a mitigar los efectos de su incapacidad
psíquica mediante el tratamiento aconsejado para ello por el perito médico
(Causa 84.024 del 21-6-00, 94.273 del 30-3-2004 de la Sala IIª; Cám. Nac.
Civil 21/11/95 en LL. del 30/12/96).
Así entonces teniendo en cuenta el agravamiento de las secuelas de
orden físico y psíquico que Norma Rosa Marotti de Cabezas ya padecía, la
inexistencia de pruebas acerca de sus circunstancias personales salvo su
edad al momento del hecho delictuoso, ha de concluirse en que la sumas
fijadas por incapacidad, gastos de farmacia, medicamente, traslados, y
tratamiento psicoterapéutico son excesivas y propongo reducirlas a la suma
de total de CIEN MIL pesos ($100.000, art. 165 del C.P.C.; doc. art. 16 de la
C.Nac.).
También la sentencia hizo lugar al reclamo que formulara la hermana
de José Luis Cabezas, Gladys Edith Cabezas, por daño psico-físico fijándolo
en la suma de $ 156.000, por tratamiento médico psicológico en la suma de
$ 25.920 y por gastos de farmacia, medicamentos y traslados en la de $
30.000.
Se agravian los herederos de Yabrán de lo así resuelto. Sostienen que
el Sr. Juez “aquo” hizo suyas las conclusiones de la prueba pericial
descartando sin fundamento las objeciones que de parte de ellos mereciera
la prueba pericial. Por su parte la Provincia de Buenos Aires en similares
términos sostiene que de la prueba pericial rendida surge que las dolencias
en que se sustenta la incapacidad tales como el hipotiroidismo es de
carácter crónico y ha sido padecido con anterioridad al fallecimiento de su
hermano; también la cervicalgia era prexistente. Tales supuestas patologías
–sostienen- han sido pues la evolución natural de las afecciones que la
hermana de Cabezas presentaba con anterioridad al hecho de autos. Con
relación al trastorno por estrés postraumático sostiene que se ha ignorado la
actualización del examen pericial en el que se concluye que no existe
incapacidad psíquica alguna que siquiera justifique el tratamiento por cuyo
costo se lo ha condenado ni el rubro gasto por medicamentos, farmacia y
traslado. Por su parte el codemandado Ríos sostiene que el monto
reconocido en la sentencia es exorbitante y así como no se le ha reconocido
el daño moral tampoco debió aceparse el rubro en cuestión.
Conforme surge del dictamen fundado del Dr. Marcos (fs. 3034/3066)
el hipotiroidismo y cervicalgia, conforme los antecedentes que explica se
originaron con posterioridad al hecho de autos y guardan con éste relación
de causalidad, explica los mecanismos fisiopatológicos generadores de esta
patologías. También se refiere el perito el trastorno por estrés post
traumático que requiere tratamiento por el término de tres años.
Contrariamente a lo que se afirma en los agravios el Dr. Marcos (fs. 3117)
explica la preexistencia de las patologías pese a las constancias de la
historia clínica que se menciona en los agravios. Iguales aclaraciones ha
formulado el perito a fs. 315/3152 y fs. 3158/3164. Lo mismo sucede con el
trastorno por estrés postraumático no contradicho por la existencia de una
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estructura obsesiva y estresada. También la licenciada Rico en su informe
de fs. 2246, en el que se fundan los apelantes, sostiene que a pesar de
haber mejorado su estado psíquico mantiene cierta falta de ajuste al medio a
pesar de haber elaborado adecuadamente el duelo por la pérdida de su
único hermano.
Contrariamente a lo que se afirma en los agravios, las conclusiones de
la sentencia se sustentan en el dictamen pericial y ampliaciones
mencionadas, donde el perito ha explicado claramente el fundamento de sus
conclusiones, aun teniendo en cuenta la situación familiar derivada del
vinculo conyugal al que aluden los apelantes. Cabe recordar al respecto que
los peritos son idóneos en sus respectivas materias (arts. 457, 458, 462
CPCC), como se desprende de su enrolamiento en la lista oficial que se
adecua a lo dispuesto en el Ac. 2728/96 de la Suprema Corte y, en
particular, a sus arts. 5º y 6º. Penden sobre ellos, además, severas
prevenciones como la del art. 275 del Cód. Penal. Y aunque la fuerza
probatoria de las peritaciones no es axiomática, existen ciertos presupuestos
que la robustecen, como el de que los peritos no tienen intención de
engañar, el de que son imparciales, el de que son idóneos y el de que son
expertos (causas 106.552 del 14-5-09 de esta Sala IIIª; 87.131 del 4-9-2001
de la Sala IIª).
Ha de reiterarse, en relación a la incapacidad de orden psíquico que
las secuelas de orden psíquico son indemnizables en cuanto constituyan una
secuela en términos de incapacidad, pues, esta última abarca también los
trastornos o perturbaciones en el psiquismo, la intelectualidad y la volición
causados por un influjo físico cuando dichos trastornos son irreversibles y
permanentes (causa 71.590 del 28-8-97 de la Sala IIª). No obstante la
disfunción psíquica traumática es básicamente reversible mediante el
adecuado tratamiento que no tiene otro propósito que el de eliminar la
secuela (causas de esta Sala 106.162 del 14-5-09 55.670 del 12-12-91,
56.804 del 4-6-92, 87.151 del 12-6-2001 de la Sala IIª), tal como sucede en
el caso con el tratamiento indicado para la aquí actora.
Sentado lo expuesto ha de recordarse, pues, que cuando como en el
caso la víctima resulta disminuida en sus aptitudes físicas en forma
permanente, esta incapacidad debe ser objeto de reparación al margen de lo
que pueda corresponder por el menoscabo de la actividad productiva, ya que
la integridad física tiene por sí misma un valor indemnizatorio y su lesión
corresponde a más de aquella actividad económica, a diversos aspectos de
la personalidad que hacen al ámbito doméstico, cultural o social como la
consiguiente frustración del desarrollo pleno de la vida (CSJN., 1-12-92, en
"Doctrina Judicial" del 24-11-93, sum. 2600, causa 106.288 del 3 de Marzo
de 2009; causa 106.727 del 18-6-09 de esta Sala IIIª).
Así entonces teniendo en cuenta las secuelas de orden físico que
padece la actora en razón del asesinato de su hermano, su edad (37 años a
la época del hecho delictivo), madre de tres hijos, docente, considero que la
suma reconocida en la sentencia es elevada y ha de ser reducida a la de
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sesenta mil pesos ($60.000) comprensiva de los gastos de farmacia,
medicamentos y traslados (art. 165 del C.P.C. y doc. Art. 16 de la CN.).
En cuanto al tratamiento médico psicológico no han de considerarse
en forma matemática el número de sesiones porque no se cumplen de
ordinario en la totalidad, ya que es notorio que anualmente los profesionales
del área interrumpen su actividad durante un mes, lo que no puede dejar de
prever la condena, como tampoco ciertos imponderables que inciden en el
número total de sesiones, como feriados o enfermedades pasajeras del
paciente o terapeuta. Además, el costo de la terapia dependerá del
profesional elegido, dada la variedad de la oferta en tratamientos de esta
naturaleza, que depende en grado sumo de la jerarquía, prestigio y título de
cada profesional, y análogamente, de las condiciones socio-económicas del
paciente (causas 83.357 del 23-3-2000, 68.920 del 25-7-97, 76.493 del 26-598). A fin de establecer el monto indemnizatorio debe considerarse asimismo
que, las partidas destinadas a sufragar un extenso tratamiento futuro se
perciben al contado y en una suma de dinero única, fructífera mediante una
inversión adecuada (Causa 106.162 del 14-5-09 R.S.D. Nº 35/09, 106.551
del 5-5-09, 106.439, del 1-4-09 de esta Sala IIIª). Teniendo en cuenta tales
pautas y el tratamiento aconsejado por la perito interviniente considero
adecuado reducir el rubro en cuestión a la suma de DIECIOCHO MIL pesos
($ 18.000; art. 165 del C.P.C.; doc. art. 16 de la CN).
Con relación a María Lucía Kalaydjian de Cabezas, cónyuge de José
Luis Cabezas del cual, como se dijo, se encontraba separada de hecho, la
sentencia ha condenado a los demandados a resarcir el daño psíquico que
padece en la suma de $70.000.
El codemandado Ríos lo considera excesivo.
La “Provincia de Buenos Aires” sostiene en sus agravios que dos
peritos han descartado la existencia del daños psíquico, no explicando el
sentenciante porqué no ha tenido en cuenta sus dictámenes; señalan que la
nombrada ya se encontraba desde antes del hecho en tratamiento por los
efectos del fracaso matrimonial con Cabezas. Alega que es un daño
patrimonial y sólo procede cuando repercute patrimonialmente en la víctima
lo que no ha sido probado en autos.
No explica ni demuestra el apelante porqué en tal punto el material
probatorio seleccionado por el Sr. Juez resulta desajustado o erróneo. Cabe
recordar en este sentido que no basta que el apelante afirme que
determinadas pruebas acreditan los hechos controvertidos, porque es su
carga probar concreta y razonadamente en qué radica el error que atribuye
al juez, en el ejercicio de la sana crítica, al concluir con una solución distinta
a la por él propugnada (causa 64.708 del 4-4-1995 de la Sala IIª). Es que los
agravios deben ser suficientes sobre cada una de las cuestiones debatidas y
cuya modificación se pretende. Aquellas sobre las que la impugnación
resulta vaga o meramente afirmativa, o traduce una simple discrepancia
subjetiva que no configura una crítica razonada, quedan excluidas de la
consideración de la Alzada (arts. 260, 261, 266 CPCC; causa 53.604 del 10-
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5-91 de la Sala IIª). Es carga del apelante -no cumplida en el caso- poner de
relieve el error y, además, la gravitación que la valoración inadecuada de la
prueba tendría en el pronunciamiento. No haciéndolo (art. 260 del CPCC), la
protesta queda huérfana de objeto (causas 106.339 del 1-4-09, 107.475 del
12-5-09, 106.571 del 21-5-09 de esta Sala IIIª).
No obstante es dable reiterar que las secuelas de orden psíquico son
indemnizables en cuanto constituyan una secuela en términos de
incapacidad, es decir cuando dichos trastornos son irreversibles y
permanentes (causa 71.590 del 28-8-97 de Sala IIª), y en el caso, tal
incapacidad permanente e irreversible no se halla probada con la pericia
presentada en autos. Es que de ella no surge la imposibilidad de
restablecimiento de la víctima sino que por el contrario aconseja un
tratamiento psicológico (Causa 106.247 del 17-2-09 de esta Sala IIIª). Así
entonces, teniendo en cuenta las pautas antes mencionadas a fin de estimar
el costo del tratamiento aconsejado en la pericia, el rubro en análisis ha de
reducirse a la suma de DIECIOCHO MIL pesos ($ 18.000; art. 165 del
C.P.C., art. 16 de la CN).
La sentencia hizo también lugar al reclamo formulado en la demanda
por María Cristina Robledo, concubina de Cabezas, y de la hija de ambos
Candela cabezas, por daño psicológico teniendo en cuenta los informes
psicológicos obrantes a fs. 814/817. Fijo así la suma de $80.000 para cada
una de ellas en concepto de daño psicológico y la suma de $ 17.280 para
cada una por atención médica y terapéutica.
Sostienen los herederos de Yabrán que, de acuerdo a lo dispuesto por
los arts. 469, 472 y 474 del C.P.C., carece de total valor probatorio la pericia
llevada a cabo en la causa. Alegan que la irregularidad con que se condujo
el perito, y sobre la que se expide el propio sentenciante, impidió a su parte
el control pertinente afectando su derecho de defensa. También se agravia
el codemandado Ríos por la insuficiencia de la prueba pericial rendida. Por
su parte la “Provincia de Buenos Aires” en sus agravios sostiene que es
injustificado el reconocimiento del daño psicológico y, en definitiva, excesivo
el importe del resarcimiento fijado. Sostiene que no está acreditada la
incapacidad psíquica de las actoras ya que no se ha probado que los
trastornos supuestamente encontrados por la perito sean irreversibles y
permanentes. Sostienen que no se acreditó daño económico alguno para ser
considerado el rubro dentro del daño patrimonial.
Conforme lo dicho precedentemente las secuelas de orden psíquico
son indemnizables en cuanto constituyan una secuela en términos de
incapacidad, pues, esta última abarca también los trastornos o
perturbaciones en el psiquismo, la intelectualidad y la volición causados por
un influjo físico cuando dichos trastornos son irreversibles y permanentes.
Cabe reiterar en este sentido que la disfunción psíquica traumática es
básicamente reversible mediante el adecuado tratamiento que no tiene otro
propósito que el de eliminar la secuela (art. 384, 474 del C.P.C.; causas
55.670 del 12-12-91, 56.804 del 4-6-92, 87.151 del 12-6-2001 de la Sala IIª).
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En el caso es cierto como lo expresan los demandados que de la pericia
realizada no surge, tanto en relación a María Cristina Robledo como a su
hija Candela, que las secuelas a que se refiere la pericia sean de carácter
permanente y no puedan revertirse mediante el adecuado tratamiento. La
Dra. Took, en su ampliación de fs. 892/893, al respecto señala que las
secuelas incapacitantes persistirán hasta tanto no se realice un tratamiento
psicoterapéutico. Ello así ha de revocarse la sentencia en cuanto al “daño
psicológico” que en términos de incapacidad admite.
En cuanto a la necesidad del tratamiento psicoterapéutico respecto de
María Cristina Robledo y su hija Candela surge ella del dictamen formulado
por la perito interviniente Dra. Tok a partir de la entrevista que ella tuviera
con las nombradas y de los psicodiagnósticos acompañados a fs. 814/817,
elaborados por la psicóloga Flabia Andrea Rodríguez en base a las técnicas
administradas y las entrevistas llevadas a cabo. También la declaración
testimonial de la licenciada Blanca Norma Lemi (fs. 630 y ss.) corrobora el
dictamen pericial y es clara acerca del tratamiento psicoterapéutico realizado
por María Cristina Robledo. Las conclusiones del experto se basan,
entonces, en la entrevista diagnóstica clínico forense, y los estudios y test a
los que se refiere el informe integrador de la pericia de fs. 814/817. Es claro
entonces, que el perito explicó con fundamento cuáles eran las
manifestaciones objetivas que evidencian la relación causal de la secuela
psíquica que padecen madre e hija con el asesinato de José Luis Cabezas
(art. 474 del C.P.C.).
La representación de los herederos de Yabran, el codemandado Ríos y
la “Provincia de Buenos Aires” cuestionan la conclusión del Sr. Juez aquo,
reiterando las impugnaciones a la pericia y sus ampliaciones por la ausencia
de información -por parte de la perito- del momento en que se efectuaron las
entrevistas impidiendo su control. Señalan también que en la ampliación de
fs. 878 se limitó la perito o efectuar meras afirmaciones genéricas, siendo los
estudios de fs. 827 sólo una enumeración de las técnicas presuntamente
efectuadas sin las constancias que acrediten que efectivamente se hubiesen
realizado. No obstante ha de recordarse que los fundamentos de la pericia
que al entender del interesado no son tales deben consolidarse y
desecharse cuando hay tiempo para ello, o sea, en la etapa abierta por el
art. 473 del C.P.C., con efectos preclusivos (causas 106.683 y 106.688 del
2.6.09 de esta Sala IIIª). Por ello, si la apelante se limitó a cuestionar la
pericia (fs. 764/770, fs. 775/776, fs.830/832, fs.884/885) y no utilizó el pedido
de explicaciones o aclaraciones o ampliaciones o la realización efectiva -con
su presencia- de las entrevistas a las demandadas, resultan improcedentes
los cuestionamientos planteados en los agravios referidos a tales supuestas
falencias, ya que aquélla oportunidad no es recuperable, pues implicaría una
tardía verificación probatoria en etapa ya clausurada, instalando una peculiar
situación en que no podría oírse al experto cuyo trabajo se cuestiona (causa
106.938 del 4-8-09; 107.596 del 25-8-09 y 107.751 del 22-9-09 de esta Sala
IIIª; 95.514 del 11.11.04 de la Sala IIª). Así entonces y reproduciendo lo ya
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dicho acerca de la forma de estimar económicamente el tratamiento médicopsicológico aconsejado propongo confirmar la sumas fijadas en la sentencia
($17.800) respecto de cada una de las co-actoras, María Cristina Robledo y
su hija Candela Cabezas (art.165 del C.P.C.).
7º) La sentencia hizo lugar a la demanda en relación al daño
patrimonial ocasionado a cada uno de los actores por la la muerte de Jose
Luis Cabezas. Así otorgó la suma de $384.000 para su hijo Juan Ignacio
Cabezas; $ 336.000 para su hija María Agustina Cabezas; $ 480.000 para su
hija Candela Cabezas; $ 180.000 para su cónyuge separada de hecho María
Lucía Kalaydjian de Cabezas; $ 78.000 para su padre José Cabezas que
falleciera el 18 de diciembre de 2010; $ 78.000 para su madre Norma Rosa
Marotti de Cabezas; $ 30.000 para su hermana Gladys Edith Cabezas; $
300.000 para su concubina María Cristina Robledo (total $ 1.866.000).
En la consideración de lo que ha de entenderse como “valor vida”, al
que responden las sumas mencionadas reconocidas en la sentencia, ha de
tenerse en cuenta que la vida humana no tiene por sí un valor económico,
por lo que su pérdida no puede indemnizarse como daño patrimonial, sino
cuando, y en la medida que represente un detrimento de esa clase para
quien reclama la reparación (CSJN. 5-7-94, “Balbuena, Blanca C. C/
Provincia de Misiones s/daños y perjuicios”). En los casos de homicidio, la
indemnización debe ser suficiente para restablecer tan exactamente como
sea posible el equilibrio destruido por el hecho ilícito, y colocar al
damnificado, a expensas del victimario, en la misma o parecida situación
patrimonial a la que se encontraba si aquél no hubiera sucedido (arts. 1069,
1069, 1109 del Cód. Civil), por lo que la fijación del importe adecuado a ese
propósito debe hacerse analizando su aptitud indemnizatoria para la parte
damnificada abarcando, en consecuencia, lo que legal y moralmente podía
razonablemente esperar del fallecido (causa 107.320 r.s.d. 93/2009, 107.396
RSD 68/09, 108.059 140/09 de esta sala IIIª).
Las personas legitimadas por el art. 1084 del Código Civil, no pueden
reclamar para sí los lucros que dejó de percibir el muerto sino apenas la
contribución que natural y legalmente podían esperar de no mediar el
homicidio. Lo que se mide en signos monetarios no es la vida que ha
cesado, sino las consecuencias del homicidio sobre el patrimonio de la
actora, como destinataria de los bienes que el extinto originaba (Orgaz “El
Daño Resarcible”, p. 76, causa 107.320, r.s.d. 93/2009 de esta Sala IIIª).
Así, para establecer la indemnización de tal daño, cuya determinación
queda librada a los Jueces, ha de estimárselo aproximadamente a un
capital capaz de producir una renta que -reduciéndose progresivamente a lo
largo del tiempo previsible de sobrevivencia del beneficiario-, le asegure lo
necesario para la subsistencia (art. 1084 del C.Civil: Belluscio-Zanonni,
"Código Civil Anotado". V-179: causas 41.625 del 11-7-86, 51.932 del 13-390), y dicha necesidad debe equivaler a la que enjugaba el muerto, sin
reducirse a un mínimo angustioso, pero tampoco elevarse a un consumo que
en su vida no brindaba ni podía brindar (causa 107.396 del 7-7-2009, causa
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D-260-5 del 25/02/14 RSD 10/14 entre otras de esta sala IIIª; causa 62.532
del 21-6-94 de la Sala IIª).
En el caso y en relación a los hijos de Cabezas: Juan Ignacio
Cabezas, María Agustina Cabezas y Candela Cabezas
sostienen
esencialmente los demandados en sus agravios que las sumas reconocidas
a ellos por la muerte de su padre son excesivas teniendo en cuenta que el
derecho alimentario de ellos cesa con la mayoría de edad; la edad 70 años a
los que se estima pudo vivir el occiso y la porción de los ingresos que pudo
destinar a tal fin teniendo en cuenta su profesión de reportero gráfico.
Nuestro Superior Tribunal ha establecido que tienen derecho a
ampararse en la presunción de daño ocasionado por la muerte, no sólo los
hijos menores y la viuda, sino todos los herederos necesarios del muerto
(S.C.B.A., Ac. Del 13-9-98 en DJBA DEL 2-11-88). Para determinar, pues,
los beneficiarios de la indemnización a que se refiere la segunda parte del
art. 1084 del C.Civil, corresponde estar a lo que establece el art. 1085 del
mismo cuerpo, por ser ésta la norma indicada específicamente a regular la
legitimación para reclamarla. Vale decir que tienen derecho a ampararse en
la presunción de daño ocasionado por el deceso, el cónyuge sobreviviente y
los herederos necesarios de la víctima entre los que se encuentran, pues,
los hijos aun cuando hayan alcanzado la mayoría de edad (S.C.B.A., Ac.
75.604 del 17-10-01).
Así entonces el límite temporal que en el cálculo pretenden los
apelantes, teniendo en cuenta la mayoría de edad que en su momento
alcanzaron los hijos de Cabezas, no ha de ser tal.
No obstante ha de
tenerse también en cuenta que escapa a lo que resulta normal y habitual que
los hijos mayores deriven su subsistencia de los alimentos a que el
progenitor no está obligado desde que son plenamente capaces y proveen
por sí solo a sus necesidades (art. 126 del Cód. Civil; Llambías, “Tratado…”,
Obligaciones, IV-A-58). Por ello su derecho no es el resarcimiento de un
daño “actual”, sino apenas al de una “chance” perdida, consistente en una
ayuda económica que no puede exceder ordinariamente de lo modesto y
episódico, y cuya estimación debe realizarse conforme a las particularidades
del caso (causas 95.411 del 14-9-04, 54.288 del 28-5-91, 57.382 del 30-692, 56.766 del 24-9-92 de la Sala IIª).
Así pues el daño patrimonial resarcible no debe ser calculado
exclusivamente en función del nivel de ingresos de la víctima, sino también a
partir de las circunstancias particulares que rodean el caso, tales como la
edad, la posible vida útil, sexo, educación, profesión, condición social,
aptitud para el trabajo, etc, ya sea referidos al desafortunado sujeto como a
quien reclama la indemnización, en la inteligencia que la fijación del
“quántum” no está sujeta a rigurosos cálculos matemáticos –como pretenden
los demandados en sus agravios- sino a la valoración que de aquéllas
particularidades efectúe el juzgador (causas 107.320, r.s.d. 93, del
10/09/2009 de esta Sala IIIª; 80.602 del 29-2-2000, 91.956 del 21-8-2003 de
la Sala IIª).
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Así entonces teniendo en cuenta la edad de 37 años que tenía José
Luis Cabezas cuando fuera asesinado, el cálculo de vida en 70 años
aceptado por las partes; su profesión de reportero gráfico; la razonable
evolución profesional y económica frustrada, que notoriamente determina su
capacidad de generar mayores ingresos a los que (fundados en la
documental de fs. 560 de los autos “Robledo María C. c/Auge, José Luis y
otros s/Ds. y Ps.”), pretenden los apelantes en una suerte de cristalización
de los salarios recibidos por Cabezas en enero de 1997; las restantes
obligaciones pecuniarias que necesariamente habría tenido que afrontar el
occiso; que el resarcimiento –reitero- ha de estimárselo aproximadamente a
un capital capaz de producir una renta que ha de reducirse progresivamente
a lo largo del tiempo previsible de sobrevivencia del beneficiario y teniendo
en cuenta la edad que a la muerte de su padre tenían su hijo Juan Ignacio
Cabezas (5 años, nacido el 30-I-92), su hija María Agustina Cabezas( 7
años, nacida 10-12-1990) y su hija Candela Cabezas (1 año, nacida el 23-896)) han de confirmarse las sumas fijadas de $ 384.000 (trescientos ochenta
y cuatro mil pesos), $336.000 (trescientos treinta y seis mil pesos) y
$480.000 (cuatrocientos ochenta mil pesos) respectivamente para cada uno
de ellos (art. 165 del C.P.C.). Ha de advertirse que la actora supeditó el
monto de su reclamo a “lo que en más o menos resulte de la prueba” (fs. 33
de los autos Robledo c/ Auge) por lo que el monto concedido a Candela
Cabezas de modo alguno importó apartarse de los previsto por el art. 163
inc. 6ª del C.P.C., como lo pretende “la Provincia de Buenos Aires” en sus
agravios.
Como ya lo adelantara la sentencia fijó como indemnización, por el
rubro en análisis, la suma de $78.000 para su padre José Cabezas que
falleciera el 18 de diciembre de 2010 y $ 78.000 para su madre Norma Rosa
Marotti de Cabezas.
Sostienen los herederos de Yabrán que Cabezas carecía de
posibilidades de crecimiento económico y que dado los alimentos que debía
pasar a sus hijos, la sumas concedidas en la sentencia son excesivas
teniendo en cuenta la edad de sus padres a la fecha del deceso de Cabezas.
En este aspecto es dable recordar que la muerte de un hijo puede
originar en sus padres un perjuicio económico pues aun en el caso de no
aportar al sostenimiento del hogar, éstos tienen el derecho a tener puestas
sus esperanzas en que, llegados a la vejez, puedan recibir el apoyo
económico de sus hijos. Aunque eventual, el perjuicio es indudable, pero en
todos los casos, lo que debe repararse no es la muerte en si misma, sino las
consecuencias económicas que la muerte tiene o puede tener para quien
demanda la indemnización (conf. Ac. 52.706, sent. del 27-IX-94 en
“Acuerdos y Sentencias”, 1994-III-776; Ac. 57.801, sent. del 7-XI-95 en
“Acuerdos y Sentencias”, 1995-IV-162, Borda G:A: “La vida humana, tiene
por sí sola un daño resarcible?”, en E.D., t. 114, pág. 849, cit. en Ac. 67.843
del 5-10-99 SCBA).
Así entonces teniendo en cuenta, a la época del hecho, la edad del
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padre José Cabezas (65 años) y la de la madre Norma Rosa Marotti de
Cabezas (64 años) y las restantes pautas ya mencionadas al fijar las
indemnizaciones de los hijos de la víctima, han de confirmarse la
indemnizaciones apeladas ($ 78.000 para cada uno; art. 165 del C.P.C.,
art.16 de la CN).
Apelan los demandados también, por considerarla elevada la
indemnización otorgada, a María Lucía Kalaydjian de Cabezas, esposa de
José Luis Cabezas y del cual se encontraba separado de hecho sin voluntad
de unirse ($ 180.000).
Sostienen los herederos de Yabrán que la demandada Sra.
Kalaydjian no percibía alimentos de quien fuera su esposo y se encontraba
separada de hecho; no manifestó cual era el aporte económico de quien
fuera su esposo; se desempeñaba laboralmente procurándose lo necesario
para su subsistencia y tiene un patrimonio suficiente. Sostienen además que
en definitiva la indemnización otorgada es excesiva dado el aporte del occiso
para el mantenimiento de sus tres hijos menores.
Como lo ha resuelto el sentenciante, y contrariamente a lo que afirman
en sus agravios el codemandado Ríos y la “Provincia de Buenos Aires” la
presunción de daño que posee el cónyuge sobreviviente para reclamar
indemnización por muerte cede ante la prueba de que no recibía ayuda de la
víctima (art.1079, 1084, 1085 y cc.; S.C.B.A. C.87938, 5-8-2009, AC. 35.428
del 14-5-91). Y tal prueba no ha sido producida por la demandada que
cuestionó el derecho a la indemnización pedida por la cónyuge (art. 375 del
C.P.C.). Ha de recordarse en este sentido que es obligación del demandado
la prueba del hecho extintivo cuando –como en el caso- la actora se
encuentra amparada por la presunción de daño receptada por los arts. 1084
y 1085 del Cód. Civil (doc. SCBA Ac.33497, S.3.7.84, “DJBA 127, JUBA
B.4276). Por lo demás ha de recordarse que la obligación alimentaria existe
entre los cónyuges aun después de la separación de hecho conforme lo
disponen los arts. 207, 208, 209 y cc. del C. Civil.
No obstante ha de tenerse en cuenta en la estimación del daño, las
diversas obligaciones alimentarias que sobre el occiso recaían y podían
continuar en el futuro, dadas las necesidades que los restantes actores han
invocado. Así entonces resulta excesiva la estimación económica del daño
efectuada en la sentencia apelada y ha de reducirse su monto a la suma de
CIEN MIL pesos ($ 100.000; art. 165 del C.P.C.).
También se agravia la demandada en relación al daño de orden
patrimonial que se le ha reconocido a Gladys Edith Cabezas, en razón del
fallecimiento de quien fuera su hermano ($30.000). Se agravian los
demandados remitiéndose -los herederos de Yabrán- a las consideraciones
ya vertidas respecto de los demás accionantes. También el codemandado
Ríos y la “Provincia de Buenos Aires” se remiten a las consideraciones que
efectuaran al tratar el rubro respecto de los restantes actores, destacando
que no está acreditado que la hermana de Cabezas recibiese en vida una
prestación alimentaria de su hermano.
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Si bien el hermano no es un heredero necesario de la víctima y por
ende no está amparado por la presunción legal de los arts. 1084 y 1085 del
Código Civil, ello no obsta al reclamo indemnizatorio si la prueba producida
permite concluir con la existencia cierta del perjuicio que se invoca conforme
el art. 1079 del Código (conf. Belluscio, “Código…” Tº 5, pàg. 189, causas
88.579 del 15-8-02, 76.249 del 29-9-89 de la Sala IIª). En el caso el
sentenciante concluyó en que la hermana de Yabrán, por su relación de
parentesco, tenía derecho a exigir alimentos a su hermano siendo una
persona de recursos modestos y limitados. Frente a ello la remisión que los
apelantes realizan a sus anteriores agravios a efectos de desvirtuar el
fundamento dado por el sentenciante, para reconocer el derecho de la
hermana en los términos del art. 1079 del Cód. Civil, carece de la aptitud
recursiva exigida por el art. 260 del C.P.C. Es insuficiente para fundar la
apelación, tanto el memorial que se desentiende de los fundamentos del
fallo, como también aquel que reitera y se remite a anteriores presentaciones
(arts. 246, 260 del C.P.C.C.; Causa 107.567 r.i.115/09 de esta Sala IIIª).
Contrariamente a lo que señala la “Provincia de Buenos Aires” en sus
agravios existió es una probabilidad suficiente de que la hermana de
Cabezas demandante, dada su condición económica de recursos modestos
y limitados –no discutida en los agravios-, pudiera ciertamente contar en el
futuro con la ayuda de su hermano fallecido, amparada como estaba por la
previsión dispuesta por el art. 367 inc. 2º del Cód Civil. Reitero que no es
razonable cristalizar la situación socio-económica de Cabezas al momento
de su homicidio y desconocer la real posibilidad de su crecimiento en la
evolución de su profesión periodística. No obstante el acogimiento de la
pretensión no puede alcanzar el nivel pecuniario dado en la sentencia, ya
que como afirma “la Provincia de Buenos Aires” en sus agravios su derecho
no es el resarcimiento de un daño “actual”, sino apenas al de una “chance”
perdida, consistente en una ayuda económica que no puede exceder
ordinariamente de lo modesto y episódico (causas 95.411 del 14-9-04
54.288 del 28-5-91, 57.382 del 30-6-92, 56.766 del 24-9-92 de la Sala IIª).
Teniendo en cuenta lo expuesto el monto acogido en la sentencia debe ser
reducido a la suma de VEINTICINCO MIL pesos ($ 25.000;art. 165 del
C.P.C.).
Se agravian también los demandados por la indemnización otorgada
en concepto de daño patrimonial a la concubina del causante María Cristina
Robledo.($300.000).
Como ya lo adelantara el hecho de que las personas no hayan estado
vinculadas por un matrimonio de carácter civil no puede tener por efecto
dejar sin respuesta a un pedido de resarcimiento, conforme el principio
fundamental en todo derecho de resarcir el daño causado (art. 1079 del Cód.
Civil; S.C.B.A., Ac. 43.068 del 12-11-91, DJBA.; 136-1675, Ac. 48.914 del
17-2-98, idem 46.485 del 17-2-98).
Mas la legitimación de la reclamante no surge de presunción legal
alguna de daño y la procedencia de su reclamo se supedita a la prueba de
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los presupuestos de hecho que permitan concluir con la existencia de un
perjuicio propio (causas 37.280 del 28-6-84, 47.790 del 27-12-88, 63.518 del
3-11-94, 67.246 del 18-4-96, 69.734 del 1-4-97, 76.396 y 87.890 del 19-7-02
de la Sala IIª).
Sostiene al respecto la “Provincia de Buenos Aires” en sus agravios
que -siendo que la actora tenía sus propios ingresos- no existe valoración de
prueba que acredite el daño resarcido ni los aportes de Cabeza en los
gastos de convivencia. Sin perjuicio de ello los demandados en sus agravios
impugnan el monto concedido por considerarlo elevado.
Si bien –como adelantara- en el caso de los concubinos, la cuestión
probatoria es la que define si quienes de hecho han convivido, un tiempo
más o menos prolongado, en una situación que, aún de hecho, ha tenido la
suficiente estabilidad como para crear en favor de ambos la expectativa de
recibir en lo sucesivo una ayuda para su sostenimiento material, en los
agravios tal convivencia con las modalidades apuntadas no ha sido
cuestionada. Tampoco se desvirtúa el valor probatorio dado en la sentencia
a las declaraciones de los testigos María Adela Traine (fs. 587/595 respta.
10ª, 14ª, y 15ª repreg.) y Adrián Michi; (respta. 7ª, fs. 602; respta. 1ª, 3ª, 10ª,
25ª, fs.606/610; respta. 1ª, 2ª, 3ª fs. 611/614) que se expide acerca de la
convivencia y de las consecuencias económicas que para la actora tuvo la
muerte de su compañero.
No obstante, aun estando, entonces, demostrada la expectativa cierta
de haber podido María Cristina Robledo recibir una ayuda de su compañero
para su sostenimiento material, no puede considerarse en la estimación
económica los lucros que dejó de percibir el muerto sino la contribución que
naturalmente podía esperar de no mediar el homicidio, teniendo en cuenta,
además que lo que se mide en signos monetarios no es la vida que ha
cesado, sino las consecuencias del homicidio sobre el patrimonio de la
actora (Orgaz “El Daño Resarcible”, p. 7; causa 107.320, r.s.d. 93/2009 de
esta Sala IIIª). Siendo por otra parte que -como ya adelantara- no es
admisible la pretensión de las partes en cuanto toman como parámetro de
ingreso del occiso los que percibía al momento de su muerte, estimó que la
suma reconocida en la sentencia responde a las consecuencias económicas
que razonablemente afectan a María Cristina Robledo. Ello así ha de
confirmarse el monto de TRESCIENTOS MIL pesos otorgados en la
sentencia apelada ($ 300.000; art. 165 del C.P.C).
Es meramente dogmática la afirmación de la “Provincia de Buenos
Aires” respecto de la imposibilidad de que en vida hubieses podido José Luis
Cabezas afrontar el total de las sumas acordadas precedentemente, siendo
que las mismas responden, como se viera, a una ponderación de los
ingresos que, a lo largo de su vida útil, hubiera podido gozar el occiso dadas
sus condiciones profesionales de no haber sido asesinado por los
demandados dependientes de la apelante (art. 163 inc. 5º del C.P.C.).
8°) La sentencia hizo lugar al reclamo por daño moral, por la muerte
de José Luis Cabezas, fijándolo en la suma de $ 350.000 para cada uno sus
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hijos Juan Ignacio Cabezas, María Agustina Cabezas y Candela Cabezas.
Igual suma reconoció a cada uno de sus padres José Cabezas y Norma
Rosa Marotti de Cabezas. En relación a María Lucía Kalaydjian de Cabezas
lo fijó en la suma de $50.000.
Apelan los demandados herederos de Yabrán, Ríos y “Provincia de
Buenos Aires” por considerar elevadas las sumas otorgadas. Por su parte
los accionantes Juan Ignacio Cabezas, María Agustina Cabezas, José
Cabezas, Norma Rosa Marotti de Cabezas y María Lucía Kalaydjian lo
hacen por considerarlas bajas.
El daño moral es la lesión en los sentimientos que determina dolor o
sufrimientos físicos, inquietud espiritual, o agravio a las afecciones legítimas
y, en general, toda clase de padecimientos insusceptibles de apreciación
pecuniaria. Su traducción en dinero se debe a que no es más que el medio
para enjugar, de un modo imperfecto pero entendido subjetivamente como
eficaz por el reclamante, un detrimento que de otro modo quedaría sin
resarcir. Siendo así, de lo que se trata es de reconocer una compensación
pecuniaria que haga asequibles algunas satisfacciones equivalentes al dolor
moral sufrido. En su justiprecio, ha de recurrirse a las circunstancias
sociales, económicas y familiares de la víctima porque la indemnización no
puede llegar a enriquecer al reclamante (causas 106.180, 106.181 y 106.179
del 5-5-09 RSD: 27/09, 106.844 del 26-5-09 RSD 44/09, SI-24584-2008 del
06-05-14 RSD 59/14, D-1008/06 del 25/02/14 RSD: 08/14, D-260-5 del
25/02/14 RSD 10/14 de esta Sala IIIª).
Como lo señala la “Provincia de Buenos Aires” en sus agravios, el art.
1078 del C. Civil impone al victimario reparar el daño moral, pero no zanja
las dificultades que emergen a la hora de justipreciarlo, ya que dicho daño por su propia naturaleza- no es mensurable con parámetros estrictamente
objetivos ni por procedimientos matemáticos. Ello así solo cabe atenerse a
un criterio fluido que permita la adecuada ponderación del menoscabo a las
afecciones íntimas de los damnificados y que se configuran en su ámbito
espiritual, quedando sujeto el monto indemnizatorio a la circunspección y
discrecionalidad del juez (causas 106.774 del 11-6-2009, 107.247 del 30-609, 108.059 del 12-11-2009, 108.662 del 26-3-10 de esta Sala IIIª; Cám. 2ª
La Plata, sala 1ª; causa B-77.650 del 4-8-94, sum. JUBA B-250170)
Cierto es que, en su tiempo, el daño moral fue entendido como una
pena civil mediante la cual se reprueba ejemplarmente la falta reprochable al
ofensor. Ello fue vigente en su primitiva redacción el art. 1078 del Código
Civil, que condicionaba la procedencia de la indemnización a que "el hecho
fuese un delito del derecho criminal". La finalidad punitiva aparecía
manifiesta en tal recaudo, hoy inexistente y ahora la reparación del daño
moral procede en toda clase de ilícitos, sean delitos (penales o civiles) o
cuasidelitos, y aún en supuestos de responsabilidad objetiva, lo que implica
restarle calidad ejemplar o de castigo. Y en ese sentido, la Suprema Corte
ha declarado la naturaleza resarcitoria y no ejemplar ni punitiva del concepto
(SCBA. en "Ac. y Sent." 1978-III, 768). Contrariamente a lo que la actora a
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fs.3514/3519 sostiene, pone el acento, pues, antes que en la conducta del
ofensor, en el daño del ofendido (causas 106.468 del 16-4-09 de esta Sala
IIIª; 101.965 del 7-12-06 RSD: 311/06, 75.612 del 23-4-98, 99.383 del 28-406 de la Sala IIª).
Teniendo en cuenta, entonces, las pautas indicadas, las pruebas
aportadas en relación a las circunstancias personales de los accionantes, las
consecuencias físicas y psicológicas -ya mencionadas- respecto de cada
uno de ellos, los vínculos que los unía con el occiso, las circunstancias
aberrantes de su muerte que necesariamente han impactado dolorosamente
sobre los accionantes, ha de concluirse en la evidencia del grave daño moral
por ellos sufrido.
Es incuestionable el daño moral para los padres que se han visto
privados de la compañía insustituible de su hijo a raíz de un suceso violento
como el ocurrido, en trágicas circunstancias en que fue secuestrado y
asesinado.
Por otra parte y en relación a los hijos de Cabezas ha de advertirse
que el daño moral se magnifica tratándose de niños pequeños pues, al
afecto filial, se agrega la pérdida de alguien destinado a ser guía, educador,
sostén y consuelo en un desenvolvimiento personal en ciernes. Hay que
valorar que el hijo menor se encuentra en situación de amplia dependencia,
tanto económica como espiritual.
Con relación a la cónyuge de Cabezas si bien, dado el cese de la
convivencia entre ellos, es dable suponer que se han extinguido los lazos
afectivos, ello no implica necesariamente que la muerte de Cabezas le haya
sido indiferente, no la haya afectado anímicamente siendo como es la madre
de sus hijos a quienes necesariamente debió acompañar en el sufrimiento
por la muerte de su padre.
Así entonces, teniendo en cuenta la situación de cada uno de los
actores (SCBA, C. 117926 del 11/02/2015) y considerando que las sumas
fijadas en la sentencia responden a una justa valoración del daño moral
sufrido por cada uno de ellos han de confirmarse las sumas fijadas en la
sentencia apelada. No es óbice para ello la suma total que tales
indemnizaciones significan, como lo pretende “la Provincia de Buenos Aires”,
puesto que lo que decide la cuestión no es la conducta y situación del
ofensor sino el daño del ofendido (art. 165 del C.P.C. y 16 de la CN).
9º) Se agravian los herederos de Yabrán y el codemandado Ríos por
haberse mandado a liquidar los intereses desde la fecha de la muerte de
Cabezas y no desde la sentencia. Sostienen, en síntesis, que ello implica
una actualización implícita en violación a lo dispuesto por el art. 4 de la ley
25.561.
No les asiste razón.
En efecto; para la Excma. Suprema Corte de nuestro estado, los
intereses por la indemnización en un hecho ilícito son de carácter
compensatorio y no moratorio, por lo que se deben desde el día en que
aquél ocurrió (S.C.B.A., Ac. 24.347 del 4-7-78, "Ac. y Sent." 1978-II, 201;
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Causa 106.288 del 3 de Marzo de 2009).
Esta decisión ha sido reiterada en forma unívoca en sucesivos fallos
(S.C.B.A. Ac. 43.448 del 21-5-91, 49.987 del 16-6-92, 49.987 del 16-6-92,
38.680 del 28-9-93 y 59.059 del 25-3-97 entre otros), adquiriendo entonces
el carácter de doctrina legal (Morello y otros, "Códigos...", 2da. ed. vol III,
pág. 495, causa 67.418 del 6-6-96 de Sala IIa).
Atendiendo a lo dispuesto por el art. 161 inc. 3ro. párr. "a" de la
Constitución y al deber moral de adecuar las decisiones de este Tribunal a
las de la Suprema Corte, cuando éstas son reiteradas y de sentido unívoco,
porque en virtud de estas notas revisten, evidentemente, el carácter de
doctrina legal (Morello y otros, "Códigos...", 2da. ed. vol III, pág. 495, causa
67.418 del 6-6-96 de la entonces Sala IIa), corresponde confirmar la
sentencia apelada en este sentido (causa 107.224 del 28-5-09 de esta Sala
IIIª).
10º) Se agravia la Provincia de Buenos Aires la falta de indicación
expresa en el fallo de la necesaria deducción que ha de efectuarse respecto
de las sumas que fueran entregadas a los padres de Cabezas de acuerdo a
la ley 13.775 y a la medida cautelar dictada en autos.
La sentencia resolvió que ha de tenerse en cuenta para el momento
de la oportuna liquidación lo dispuesto por la ley 13.775 y los montos
entregados al matrimonio Cabezas en virtud de la medida cautelar decretada
en el curso del presente litigio. Ello así es dable advertir que el agravio no es
tal puesto que la sentencia admite los pagos mencionados y sólo ha diferido
la cuestión para el momento de la liquidación (doc. art.260 del C.P.C.).
11ª) Se agravia la “Provincia de Buenos Aires” por cuanto la sentencia
no deduce de la indemnización otorgada a Candela Cabezas la suma
percibida de manos de la empleadora de su padre con motivo de su
fallecimiento, conforme lo reclamra a fs. 64 vta.
El agravio no ha de prosperar.
En efecto; no explica ni detalla el apelante a que sumas se refiere, ni
fundamenta la procedencia de su reclamo, careciendo así su agravio de la
aptitud recursiva exigida por el art. 260 del C.P.C.
Cierto es que según resulta del informe de fs. 462 y fs. 1339 el Editorial
Perfil, empleadora de Cabezas, destalla distintos pagos que realizó a favor
no sólo de Candela sino también de sus restantes hijos. Pero el apelante no
indica a cuales de ellos se refiere ni el motivo por el cual debieran deducirse
de la indemnización otorgada a Candela Cabezas.
Ha de recordrase, en principo, que si bien a partir de la muerte se
generan beneficios previsionales a favor de las personas que estuvieran a
cargo del occiso, este es un asunto que no puede considerarse para reducir
la indemnización. El art. 1084 del C.Civil establece cuál es la obligación del
victimario, a la que es ajena toda previsión a que por convenio o ley
estuviera adherida la víctima, y no hay razón alguna para que tal victimario
venga a beneficiarse porque la víctima o sus causahabientes hicieran
aportes mediante retenciones de sueldos, años de servicio, etc; se trata de
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causas extrañas al hecho ilícito del responsable. No basta decir que así se
evita que la actora lucre con el ilícito: sería preciso demostrar que es más
justo que sea el homicida quien lucre con tales ventajas, no creadas en su
favor sino en el damnificado (conf., ORGAZ, “El daño resarcible”, de. 1980,
pág. 196). Todos esos pagos hechos por terceros ajenos al homicidio, lo
fueron de obligaciones propias (causas 86.971 del 11-9-2001, 97.820 del 1011-05, 46.834 del 2-8-88 de la Sala IIª).
Con las modificaciones expuestas, voto por la afirmativa.
A la misma cuestión, la señora Juez doctora Soláns por iguales
consideraciones, vota también por la afirmativa.
A la segunda cuestión, el señor Juez doctor Krause dijo:
Dada la forma como se ha resuelto la cuestión anterior; corresponde: a)
reducir el monto de las condenas dictadas respecto de los accionantes María
Lucía Kalaydjian de Cabezas, José Cabezas, Norma Rosa Marotti de
Cabezas, Gladys Edith Cabezas, María Cristina Robledo y Candela Cabezas
a las sumas de CIENTO SESENTA Y OCHO MIL ($168.000), QUINIENTOS
OCHO MIL ($508.000, QUINIENTOS VEINTICOHO MIL ($528.000),
CIENTOS TRES MIL ($103.000), TRESCIENTOS DIECISIETE MIL
DOSCIENTOS OCHENTA ($317.280) Y OCHOCIENTOS CUARENTA Y
SIETE MIL DOSCIENTOS OCHENTA ($847.280) pesos respectivamente; b)
confirmar la sentencia apelada en todo lo demás que decide y ha sido
materia de agravio. Las costas devengadas ante esta Alzada se imponen a
los demandados sustancialmente vencidos (art. 68 y 274 del C.P.C.), a cuyo
fin de regularán los honorarios de los letrados intervinientes una vez fijados
los de la instancia de origen (art. 31 de la ley 8904).
ASI LO VOTO
A la misma cuestión la señora Juez doctora Soláns por iguales motivos votó
en el mismo sentido.
Con lo que terminó el Acuerdo, dictándose la siguiente:
SENTENCIA
POR ELLO, en virtud de las conclusiones obtenidas en el Acuerdo que
antecede y de los fundamentos expuestos en el mismo: a) se reduce el
monto de las condenas dictadas respecto de los accionantes María Lucía
Kalaydjian de Cabezas, José Cabezas, Norma Rosa Marotti de Cabezas,
Gladys Edith Cabezas, María Cristina Robledo y Candela Cabezas a las
sumas de CIENTO SESENTA Y OCHO MIL ($168.000), QUINIENTOS
OCHO MIL ($508.000, QUINIENTOS VEINTICOHO MIL ($528.000),
CIENTOS TRES MIL ($103.000), TRESCIENTOS DIECISIETE MIL
DOSCIENTOS OCHENTA ($317.280) Y OCHOCIENTOS CUARENTA Y
SIETE MIL DOSCIENTOS OCHENTA ($847.280) pesos respectivamente; b)
se confirma la sentencia apelada en todo lo demás que decide y ha sido
materia de agravio. Las costas devengadas ante esta Alzada se imponen a
los demandados sustancialmente vencidos (art. 68 y 274 del C.P.C.), a cuyo
fin de regularán los honorarios de los letrados intervinientes una vez fijados
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CABEZAS JOSE Y OTROS C/ AUGE JOSE
LUIS
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OTROS
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DAÑOS
Y
PERJUICIOS(j.13)
los de la instancia de origen.
Reg. not. y dev.
Juan Ignacio Krause
Juez
María Irupé Soláns
Juez
Claudia Artola
Secretaria
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