De chismes y habladurías Sección: Recursos Pastorales Autor: Jorge A. Blanco Depto. de Audiovisuales Editorial SAN PABLO [email protected] En su búsqueda de la verdad y de la fidelidad al evangelio, nuestras comunidades no están exentas de cometer errores y pecados que reflejan su débil condición humana. Tal es el caso de las habladurías y los chismes que, en muchos casos, son motivo de conflictos y amenazas a la unidad. Un simpático cuento del padre Ricardo Noceti, titulado “Chismes y aves benditas”, adaptado para esta ocasión por cuestiones de espacio, nos ayudará a continuar reflexionando y a encontrar algunos elementos útiles acerca de lo planteado: Para leer: La tacuarita tenía algunas hijas pichones, podríamos decir, adolescentes. Les gustaba mucho reunirse para charlar y tenían la costumbre de meterse mucho en la vida de los demás. En una ocasión, el argumento eran las golondrinas, y la mayoría las escuchó: ─¡Qué orgullosas que son esas! Se creen que, porque tienen la oportunidad de viajar, ya les debemos hacer reverencias. ─Sí. ¡Y y los vuelos que se mandan! Como si todos los tuviéramos que admirar por sus picadas, por sus veloces despegues, por lo que son capaces de hacer. Parece que siempre se están pavoneando, tratando de exhibirse. ─Sí. Son insoportables… yo tampoco las aguanto. Al escucharlas, la madre se vio obligada a intervenir: ─Chicas, ¿las golondrinas les hicieron alguna vez alguna maldad? ¿Las ofendieron o las trataron mal? ─¡No, qué nos van a hacer si no nos tratamos! ¿Y entonces, cómo suponen que son orgullosas, que se mandan la parte, que tratan de pavonearse? ─Y… pareciera que es así. ─Y a mí me parece que ustedes están muy mal informadas o hay un poquito de envidia. En realidad, las golondrinas son sencillas. Es cierto que tienen condiciones especiales para volar, porque tienen que viajar muy lejos. Es su manera de vivir. Buscan el calorcito y, por eso, se van cuando aquí está amagando el invierno. Además, son muy religiosas, muy católicas. Se cuentan de ellas algunas leyendas muy hermosas. Por ejemplo, cuando lo llevaron a crucificar a Jesús ellas lo siguieron con las santas mujeres, llenas de compasión, y le sacaron las espinas de la corona. Y, cuando Jesús murió en la cruz, se vistieron de luto y se pusieron el manto negro que no se han sacado nunca. Por eso, hay una copla en España que dice:”En el monte Calvario, las golondrinas le arrancaron a Cristo dos mil espinas”. Por esta razón, es malo matar golondrinas, dicen los hombres que, a veces, se aprovechan de otros pájaros. También se dice con un poco de superstición: en las casas donde anidan las golondrinas, nunca hay discordias ni desgracias. Las golondrinas no cantan jueves y viernes santo, porque ese día sacaron las espinas de la frente del Señor. ¿Ven… cuántas cosas lindas se dicen de las golondrinas? ─¡y nosotros no lo sabíamos! ─respondieron las chicuelas de la tacuarita. ─Por eso, no hay que tener el pico largo y hablar más de la cuenta. Y no dejarse llevar por la envidia, que es muy mala consejera. (Ricardo Noceti, adaptación del cuento que le pertenece, tomado del libro Fábulas con valores, SAN PABLO, 2007). Para reflexionar personal y grupalmente: -Al volver a leer el cuento, descubrir a sus personajes y describirlos de acuerdo con lo que el texto nos dice de ellos, como los imaginamos nosotros, etcétera. -¿Qué costumbre solían tener las hijas de la tacuarita? ¿Qué era lo que les gustaba tanto hacer? -¿De quién hablaban las pichonas? ¿Qué decían acerca de las golondrinas? ¿Cuáles eran los aspectos que más criticaban? ¿Por qué? ¿Qué las movilizaba a hacerlo? ¿Lo hacían con razón, prudencia, etcétera? -¿Qué ocurrió cuando la madre tacuarita se enteró de ello? ¿Cuál fue la actitud que tomó para con sus hijas? ¿Con qué argumentos? -¿Qué opinión nos merece el consejo que les dio? ¿Coincidimos con este? -Miremos nuestro interior personal y grupal: ¿nos vemos reflejados en algunas de las figuras del relato? ¿En la madre o en las hijas? ¿Por qué? -¿Se originan situaciones similares a la expresada en el cuento en nuestras comunidades, parroquias, instituciones, familias, etcétera? ¿Cuándo y por qué razones? ¿Con qué consecuencias? -¿Somos proclives a caer en la tentación de hablar mal de nuestro prójimo? ¿Somos conscientes del mal que podemos generar al hacerlo? -¿De qué modo creemos que debemos actuar cuando comprobamos que ocurren este tipo de situaciones? ¿Qué podemos hacer para evitarlas? -Generar algún compromiso personal o comunitario, a partir de lo que hemos aprendido en esta reflexión. Para profundizar la reflexión: La lengua, la locuacidad, las habladurías son armas que cada día incidían en la comunidad humana, sembrando envidia, celos y ansia de poder. Con ellas se puede llegar a matar a una persona. Por eso, hablar de paz significa también pensar en el mal que es posible hacer con la lengua. Es la reflexión que propuso el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, costumbre reanudada el lunes 2 de septiembre, por la mañana. El Papa partió del relato del retorno de Jesús a Nazaret, como lo propone Lucas (4, 16-30) en uno de los pasajes del evangelio entre los más “dramáticos”, en el que ―dijo el Pontífice― “se puede ver cómo es nuestra alma” y cómo el viento puede hacer que gire de una parte a otra. En Nazaret, como explicó el Santo Padre, “todos esperaban a Jesús. Querían encontrarlo. Él fue a encontrar a su gente. Por primera vez volvía a su lugar. Y ellos lo esperaban porque habían oído todo lo que Jesús había hecho en Cafarnaún, los milagros. Cuando inició la ceremonia, como era costumbre, pidieron al huésped que leyera el libro. Jesús hizo esto y leyó el libro del profeta Isaías, que era un poco la profecía sobre él, por eso, concluyó la lectura diciendo: 'Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír'”. La primera reacción ―explicó el Pontífice― fue bellísima; todos la apreciaron. Pero después en el ánimo de alguno empezó a insinuarse la carcoma de la envidia y comenzó a decir: “¿Pero dónde ha estudiado este? ¿No es este el hijo de José? Nosotros conocemos a toda la familia. ¿Pero en qué universidad ha estudiado?”. Y empezaron a pretender que él hiciera un milagro: solo después creerían. “Ellos ―precisó el Papa― querían el espectáculo: 'Haz un milagro, y todos nosotros creeremos en ti'. Pero Jesús no es un artista”. Jesús no hizo milagros en Nazaret. Es más, subrayó la poca fe de quien pedía el “espectáculo”. Estos, observó el Papa Francisco, “se enfadaron mucho y, levantándose, empujaron a Jesús hasta el monte para despeñarlo y matarlo”. Lo que había empezado de una manera alegre corría peligro de concluir con un crimen, la muerte de Jesús, “por los celos, por la envidia”. Pero no se trata solamente de un suceso de hace dos mil años, evidenció el obispo de Roma. “Esto ―dijo― sucede cada día en nuestro corazón, en nuestras comunidades”, cada vez que se acoge a alguien hablando bien de él el primer día y después cada vez menos hasta llegar a la habladuría casi al punto de “despellejarlo”. Quien, en una comunidad, parlotea contra un hermano acaba por “quererlo matar”, subrayó el Pontífice. “El apóstol Juan ―recordó―, en la primera carta, capítulo 3, versículo 15, nos dice esto: el que odia a su hermano es un homicida”. El Papa añadió enseguida: “estamos habituados a la locuacidad, a las habladurías” y, a menudo, trasformamos nuestras comunidades y también nuestra familia en un “infierno” donde se manifiesta esta forma de criminalidad que lleva a “matar al hermano y a la hermana con la lengua. La Biblia dice que el diablo entró en el mundo por envidia. Una comunidad, una familia, es destruida por esta envidia que enseña el diablo en el corazón y hace que uno hable mal del otro”. Entonces, ¿cómo construir una comunidad?, se preguntó el Pontífice. Así “como es el cielo”, respondió; así como anuncia la Palabra de Dios: “Llega la voz del arcángel, el sonido de la trompa de Dios, el día de la resurrección. Después de esto dice: y así para siempre estaremos con el Señor”. Por lo tanto, “para que haya paz en una comunidad, en una familia, en un país, en el mundo, debemos empezar a estar con el Señor. Donde está el Señor no hay envidia, no está la criminalidad, no existen celos. Hay fraternidad. Pidamos esto al Señor: jamás matar al prójimo con nuestra lengua y estar con el Señor como todos nosotros estaremos en el cielo”. (Papa Francisco, cobertura de su mensaje homilético en la misa del 3 de setiembre de 2013, texto tomado de L´Osservatore Romano http://www.osservatoreromano.va/es/news/la-amenaza-de-lahabladuria) Para rezar: Señor Dios y Padre nuestro, tú conduces nuestra historia. Nosotros quisiéramos tener una Iglesia buena, intachable, sin ninguna mancha ni arruga. Haznos comprender que, En tanto la Iglesia camine y peregrine por este mundo, la cizaña y el trigo crecerán juntos; santos y pecadores formarán comunidad. Haznos anhelar el ideal de santidad y enséñanos también a soportar con amor y paciencia las debilidades y los defectos de los demás. Haz que no nos desanimemos nunca y concédenos los favores que humildemente te pedimos sabiendo que, sin tu ternura y tu misericordia, no podemos vivir. Amén. (Fragmentos de la oración del padre Pablo Renders en Orar en familia, Ediciones Paulinas, 1991).