Una droga es una sustancia capaz de causar un efecto en la

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Una droga es una sustancia
capaz de causar un efecto
en la materia viva...
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copia el siguiente texto y completa la
información indicada en los paréntesis
“Fuentes, L. (2012). Metanfetaminas: una rápida adicción [Versión electrónica], Ciencia Compartida, 5, 6-12. Recuperado el (día) de (mes) de (año), de
(dirección electrónica).”
Metanfetaminas: una rápida adicción
Laura Elvira Fuentes
E
scuchar sobre el binomio drogas-cerebro ya no nos causa extrañeza; podemos relacionarlo con frases como
“las drogas causan daño al cerebro”, “las
drogas trastornan la conducta”, “las drogas
provocan dependencia1 mental”, etc. Estas
afirmaciones son −más que slogans de campañas de prevención de las adicciones− una
realidad que hay que conocer para sopesarla en su justa dimensión. He aquí algunas
líneas que nos ilustrarán qué ocurre cuando
nuestro cerebro está endrogado.
¿Qué es una droga?
Una droga es una sustancia capaz de causar
un efecto en la materia viva, ya sean células,
tejidos u órganos. Nuestro cerebro está lleno
de ellas, gracias a lo cual pensamos, imaginamos, sentimos dolor o placer, nos move-
mos o soñamos, es decir, nuestras vivencias
están hechas de ellas. En nuestro cerebro
estas drogas naturales producen estimulación o inhibición nerviosa, pilares de nuestro
funcionamiento diario. La estimulación nos
permite hablar, cantar, bailar o resolver una
ecuación. La inhibición nos ayuda a descansar, disfrutar de música suave o meditar.
El equipo encargado de hacer ese
trabajo lo conforman los millones de neuronas que constituyen al cerebro y que se comunican entre sí por medio de unas drogas
llamadas neurotransmisores. La serotonina,
por ejemplo, nos ayuda a soñar y controlar
el comportamiento agresivo, mientras que la
dopamina nos motiva, influye en nuestro humor, atención, aprendizaje y en el control de
nuestros movimientos.
Por lo tanto, estimado lector, el término “droga” aplica no sólo para las sustancias
que, en principio, muy probablemente imaginaste: aquellos polvos que se inhalan, pastillas de colores que se ingieren, hierbas que
se fuman o líquidos que se inyectan y que
pueden volver miserable la vida de quienes
las consumen. Sin embargo, es justamente
de éstas de las que continuaré hablando.
Inocente cerebrito que te dejas engañar
“El cerebro responde
fácilmente al café y
al chocolate porque
contienen sustancias
que reconoce como
propias...”
Al estudiar el cerebro se han logrado conocer las sustancias que contiene y resulta
que este órgano, el más evolucionado del
planeta, posee el mismo tipo de moléculas
informadoras que las plantas, los sapos, las
lagartijas e incluso de organismos como insectos y caracoles, razón por la cual es tan
fácil “engañarlo” cuando llegan a él sustancias parecidas a las que produce. El cerebro
responde fácilmente al café y al chocolate
porque contienen sustancias que reconoce
como propias. Pero también responde a la
morfina, a la mescalina del peyote y a drogas
semisintéticas y sintéticas como la cocaína
y el éxtasis. Las primeras pueden causar
“acostumbramiento” ya que no reúnen las
características de la adicción, aunque su
abuso no es conveniente. Por ejemplo, se ha
detectado que aquellos individuos que consumen más de cinco tazas de café diariamente tienen dos y media veces más probabilidades de sufrir daños en el corazón por
insuficiencia coronaria o colesterol elevado,
que personas que no toman café.2 Por otro
lado, las drogas mayores tienen un alto potencial adictivo y sus efectos a corto y largo
plazo pueden ser devastadores.
La química neuronal regula funciones
básicas como ver, hablar o caminar, pero es
también responsable de mecanismos complejos y más sutiles que no se efectúan de la
misma manera en todas las personas y que
dan como resultado los rasgos distintivos de
nuestra personalidad y carácter. Incluso día
a día experimentamos cambios en nuestro
estado de ánimo y las condiciones externas
son estímulos que desencadenan la forma
en cómo respondemos a los retos de la vida.
Así, una persona que por naturaleza
es optimista puede desempeñarse mejor en
su trabajo o en la escuela porque depende
menos del “qué dirán”, de las “malas noticias”
o del “pronóstico del tiempo”. En cambio, un
individuo pesimista o tímido depende más
de las palabras estimulantes de sus amigos,
de la aprobación que perciba de los demás
hacia sí mismo y por lo tanto su autoestima
variará en función de las experiencias vividas en la jornada. El uso de una droga puede transformar al individuo más tímido en un
personaje intrépido y osado, aunque generalmente el precio que debe pagar es muy alto.
Salidas falsas
Las drogas ilegales son psicotrópicas o psicoactivas, es decir, provocan cambios en la
conducta y en esto radica su popularidad.
Como su nombre lo dice, al actuar sobre
la psique, modifican más o menos a volun-
tad esas funciones nerviosas consideradas
como superiores y que precisamente son
características de la personalidad. En una
sociedad en la que las presiones son cada
vez mayores y la palabra estrés se ha vuelto parte de nuestro léxico diario -por cierto,
nuestros abuelos no la usaban-, hemos sustituido la plática de sobremesa con la familia
por la conversación emanada de un televisor
y, por desgracia, oímos hablar con mayor frecuencia de violencia intrafamiliar, pedofilia,
divorcios, agresiones escolares (bullying),
etc. Las drogas poco a poco se han convertido en falsas herramientas para manejar los
cada vez mayores retos sociales.
Hay drogas tranquilizantes para combatir el estrés, también están las excitadoras para aumentar la capacidad de trabajo y
combatir la depresión y existen aquellas que
sirven para evadirse hacia un mundo irreal
de sueños y alucinaciones. Las chicas malas
de esta historia, las drogas ilegales, pueden
entonces clasificarse por sus efectos en estimulantes, depresores y alucinógenos. Dentro de estos tres grupos hay sustancias de
origen natural, otras de origen semisintético
(cuando la sustancia natural es modificada
químicamente por el hombre) y de origen totalmente sintético, es decir fabricadas al cien
por ciento en un laboratorio.
MET)anfetaminas: ¿por qué es fácil caer?
Entre muchos jóvenes y adolescentes se ha
vuelto práctica común de fin de semana el
“policonsumo”, es decir, el abuso de distintas
drogas en fiestas o en antros para sedarse,
estimularse o alucinar, y también mezclarlas
con drogas legales como alcohol o tabaco.
En este nuevo patrón de consumo de fárma-
cos destaca el llamado “speed” o metanfetamina (MET), conocido también como “hielo”,
“cristal” o “vidrio”.
La metanfetamina es una droga sintética o de diseño, es decir, “hecha a la medida”. Fue sintetizada por vez primera en Japón
en 1919, tomando como modelo la molécula
de anfetamina -un fármaco más antiguo que
la aspirina- fabricado en 1887 por el químico alemán L. Edeleano. El científico buscaba
un sustituto de la efedrina, sustancia natural
extraída de varias plantas del género Ephedra para el tratamiento del asma y que se
utilizaba (y se sigue utilizando) como auxiliar
en el tratamiento de cuadros gripales por su
efecto descongestionante de vías respiratorias (broncodilatador) y por relajar el músculo de los pulmones ayudando así a aliviar
la tos y aumentar la capacidad respiratoria.
Si bien estas tres sustancias tienen efectos
estimulantes, existen diferencias notables
entre ellas. La efedrina, por ejemplo, tiene
un poder activador bajo y después de haber
sido procesada por el hígado el organismo
la elimina con cierta facilidad a través de los
riñones.
Para ejemplificar cómo una droga estimulante puede modificar el carácter, consideremos el caso de las anfetaminas. Si
se suministra a una persona en el desayuno una pastilla que contenga esta droga, a
los pocos minutos empezará a experimentar
sus efectos: se sentirá lleno de energía, tanto en el aspecto estrictamente físico como
en su capacidad para emprender cualquier
tarea. Sentirá que no existe situación, por
complicada que sea, que no pueda resolver,
así que experimentará el orgullo de los triun-
Informes periodísticos sobre algunos resultados preliminares de la
Encuesta Nacional de Adicciones 2008 - que se dieron a conocer en
septiembre de 2012 - dan cuenta de que el número de consumidores de
drogas en México, al menos por una vez en su vida, aumentó de 2002 a
2008 de 3.5 millones a 4.5 millones, es decir, 28 %.
fadores. Además su capacidad de concentración habrá aumentado y permanecerá por
más tiempo alerta y en plenitud de sus fa-
tancias normales, neurotransmisores como
la serotonina, dopamina, adrenalina y noradrenalina son liberados por una neurona
cultades. El compuesto químico ha transformado su forma de percibir la vida, estado de
ánimo y hasta la opinión de sí mismo. Pero
esto es sólo una ilusión pasajera. El efecto
de la anfetamina durará solo un tiempo, cada
vez más corto, y la cantidad de estimulante
requerida para obtener el mismo efecto será
cada vez mayor. Además al desaparecer los
efectos de la droga, el individuo caerá en estados depresivos y de aletargamiento, de los
que intentará salir acudiendo nuevamente al
recurso de la droga. El círculo vicioso se ha
establecido.
“transmisora”, a un pequeño espacio llamado sinapsis, a través del cual otra neurona
“receptora” los captará. Así, las neuronas se
ponen a “platicar” por medio de un lenguaje
químico. Este coctel de drogas naturales nos
da la sensación de bienestar y contribuyen
a que nos sintamos activos y con energía.
Sin embargo, después de un breve tiempo
la neurona transmisora los recaptará y posteriormente una enzima los eliminará. Así,
nuestro cuerpo asegura un equilibrio entre la
relajación y la estimulación.
“Hielo” quebradizo
En estructura y función, las metanfetaminas
son similares a las anfetaminas. No obstante, en dosis equiparables, los niveles de MET
que entran al cerebro son mucho más altos,
convirtiendo a esta droga en un psicoestimulante muy potente.
Como mencioné anteriormente, nuestro cerebro puede ser engañado al aceptar
como suyas sustancias extrañas por ser
parecidas a las que él produce. En circuns-
Cuando un usuario consume MET
(químicamente muy parecida a dichos neurotransmisores), es como si se subiera a
una montaña rusa: experimenta efectos de
subida y bajada. En pocos minutos, al llegar
éstas a su cerebro, provocan que la enzima
no pueda degradar a los neurotransmisores
y que estos se fuguen hacia la sinapsis nuevamente, lo que hará que permanezcan en
mayor cantidad y actuando por más tiempo.
Entonces se presentan los efectos ascendentes o el “subidón”: euforia, hiperactividad,
sensación general de bienestar, elevación de
Los efectos placenteros de
la droga desaparecen antes
de que su concentración
en la sangre disminuya de
forma significativa.
la autoestima y desinhibición. Estos efectos pueden
durar de seis a ocho horas, seguidos después de
un estado de alta agitación que en algunos individuos puede derivar en comportamientos agresivos
y episodios de violencia.
Los Centros de Integración Juvenil del Área
Metropolitana de la Ciudad de México (CIJ), reportan efectos alucinógenos leves, como alteraciones
en la percepción del color y la textura de los objetos. Los efectos placenteros de la droga desaparecen antes de que su concentración en la sangre
disminuya de forma significativa. Entonces viene
el “bajón” y el cuadro depresivo que lo acompaña,
que en algunos casos puede causar claras inclinaciones suicidas.
De lo anterior se desprende que la tolerancia3 a las
metanfetaminas es muy rápida y los usuarios con
el fin de mantener la sensación de euforia por más
tiempo usan el fármaco de manera repetida, con lo
que se consolida una conducta de uso compulsiva.
Los CIJ también han comprobado que en pocos
meses un joven puede pasar de tomar una pastilla
por noche a una dosis que va de las seis a las ocho
píldoras, lo que provoca cuadros de intoxicación.
Cuando la felicidad se ha ido
Esta droga y todos los derivados sintéticos de las
anfetaminas suelen provocar producción excesiva de sudor, visión borrosa, anorexia (suprimen el
apetito), elevación de la presión arterial y taquicardia. En casos graves provoca que aumente la temperatura del cuerpo de forma tan intensa, que se
han descrito casos de muerte por deshidratación;
también convulsiones, arritmias, hemorragias ce-
rebrales, insuficiencia renal, hepática y coma. Los efectos tóxicos
aumentan con la presencia de alcohol.
Por si esto no fuera suficiente, al ser ilegales, las MET se fabrican en laboratorios clandestinos con ingredientes relativamente
baratos y que pueden obtenerse sin receta médica, y en los que por
supuesto no hay supervisión sanitaria. Al aceptar ingerir, inhalar,
fumar o inyectarse “speed”, en su presentación de pastilla o polvo
blanco, realmente no se puede tener certeza de su pureza. Para
reducir los costos de producción es común que la adulteren con
cafeína, analgésicos, antidepresivos, efedrina, antibióticos y hasta
talco o yeso; ello multiplica los daños al organismo.
En una encuesta4 a 1,700 alumnos adolescentes y jóvenes de entre 16 y 30 años, el 12.6% manifestó haber consumido drogas de
síntesis en alguna ocasión, de los cuales 47.6% expresó haber consumido “cristal” al menos en una ocasión. ¿Y por qué lo hacen?,
en sus propias palabras: “para estar prendido”, ”tener nuevas sensaciones”, “te estimula y no te cansa”, “no tienes hambre ni sueño”,
“para excitarte sexualmente”, etc. Cabe señalar, además, que los
consumidores de “speed” no son conscientes de los peligros de su
consumo y de la drogas en general, ya que manifiestan que es para
“uso recreativo”, “no es peligrosa” y que “sólo es para divertirse”.
Dado que las consecuencias de consumir metanfetaminas
no son nada esperanzadoras, se me ocurre la siguiente reflexión: si
Referencias
cuando escuchamos una melodía que nos hace vibrar, las drogas
de nuestro cerebro -hormonas y neurotransmisores- se ponen a
danzar dentro de él ¿no serán estas las fiestas químicas que debemos disfrutar? •
1. Dependencia: ésta se establece cuando tras un uso más o menos prolongado de la droga, la persona necesita
consumirla porque su cuerpo requiere de ella ya sea física, psicológicamente o ambas.
2. Simón Brailowsky, La sustancia de los sueños, FCE, La ciencia para todos, No. 130, México, 2003.
3. Tolerancia: a medida que el organismo se va adaptando a la presencia regular de la sustancia, se necesita una
dosis cada vez mayor para lograr sentir los mismos efectos.
4. Royo Isach et al, Jóvenes, adolescentes y policonsumo de drogas, ¿cómo intervenir?, FMC, Barcelona, 2003.
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