Pasemos al otro lado

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Artículos Red Del Camino
Pasemos al otro lado
Daniel J. King
¿Qué ocurre cuando aceptamos la invitación del Señor de «pasar al otro lado»?, ¿Cuál es nuestra
actitud frente a las tormentas, situaciones difíciles que se levantan frente a nosotros en el proceso?
Un precioso testimonio que nos anima a perseverar y a seguir adelante...
Marcos 4.35–41
Esmeralda Castro es una mujer divorciada,
madre de tres hijos. Antes de creer en Cristo
como su Salvador, ella era encarcelada casi
cada fin de semana porque, o bien golpeaba a
alguien u otro la maltrataba a ella. Pero hace
unos meses, después de visitar nuestra
iglesia, aceptó la invitación de Jesús de «pasar
junto a él al otro lado» de la historia de su vida.
Ella asumió el reto.
En un principio pensó que todo cambiaría
inmediatamente, pero no fue así. Recientemente estábamos reunidos en el templo
cuando de pronto, una vecina suya, visiblemente alterada se le acercó para comentarle que uno de sus hijos había sido herido
con una pedrada en la cara. Al enterarme, creí
que Esmeralda, quien sufre de los nervios, se
descontrolaría, pero no fue así; al contrario,
más bien invitó a la otra mujer a tranquilizarse
mientras le decía: «Eso se resolverá.»
Salimos hacia el hospital con el muchacho y
Esmeralda hizo todo lo necesario; el resultado:
antes de que la escuela dominical terminara,
regresó a dar el testimonio de cómo el Señor
había tomado control del problema.
Al preguntarle sobre su experiencia nos dijo:
«Pedí al Señor que tomara dominio de mi
mente y él me dio paz en medio de la
tormenta.»
Al igual que Esmeralda, usted y yo hemos
decidido aceptar la invitación de Jesús de
«pasar junto a él al otro lado», pero ¿cuál es
nuestra actitud frente a las tormentas que se
levantan frente a nosotros en el proceso?
Pasemos al otro lado
Después de leer el pasaje que nos ocupa (Mr
4.35–41), resulta interesante notar que el
verbo usado por Jesús es plural; esta vez su
invitación no es igual a la de Mateo 14.22–27,
cuando dijo a sus discípulos que subieran a la
barca y fueran al otro lado mientras él se
quedaba atrás. Esta vez Jesús viajó con ellos
y no los dejó solos.
Probablemente los discípulos no consideraron
extraordinario el hecho de que el Maestro les
acompañara, de ahí que no requirieron de
instrucciones especiales y más bien, pudieron
pensar que el viaje sería sin contratiempos y
en perfecta calma.
Gran tempestad de viento… olas… la
barca… se anegaba
Los discípulos podrían suponer que habría mal
tiempo, porque las tempestades en esa zona
eran normales. Sin embargo, ellos eran
navegantes expertos y estaban acostumbrados a dominar ese bravo mar. Tampoco
tenían por qué preocuparse: Jesús iba en la
barca. Pero con todo y Jesús ahí, la tempestad
llegó, y les dio con fuerza. Ahora bien, ubicán-
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dose en su experiencia personal, ¿cómo se
imaginó que sería su vida después de aceptar
la invitación de Jesús de acompañarlo en el
peregrinaje de su vida?, ¿qué le dijeron
cuando asumió el liderazgo del ministerio en
que está o qué supuso usted mismo que
sería? ¿Qué fantasías se creó y qué senda se
dibujó usted mismo? ¿Qué evangelio le
ofrecieron: uno ausente de tempestades o uno
donde estas son parte de él?
Él estaba… dormido sobre un cabezal
Para Jesús, «pasar al otro lado» era un hecho,
por eso se durmió. Para él, nada ni nadie
podían impedir que se despertara al otro lado.
Probablemente,
hasta
los
movimientos
mecedores de la barca contribuían a
profundizar su sueño, le ayudaban a lograr el
reposo de su cansado cuerpo y le permitían
prepararse para la jornada de trabajo que le
esperaba al otro lado del lago.
Pero en el sentido espiritual, la actitud de
Jesús enseñaba a sus discípulos que en el
Reino de Dios, es posible y necesario estar en
paz en medio de la tormenta. De esta manera,
Jesús nos demuestra que las tempestades de
la vida no deben influir negativa ni
soberanamente en la paz que él nos da debajo
del sol, y que debemos seguir el consejo que
nos diera en Juan 14.27: «La paz os dejo, mi
paz os doy; yo no os la doy como el mundo la
da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga
miedo.»
Ahora bien, ¿por qué Jesús no fue turbado en
el proceso de travesía del lago, muy a pesar
de la tempestad? Porque él se concentró en
su palabra, aprovechó la circunstancia que se
presentó para prepararse para la otra jornada
que le esperaba al otro lado y descansó. El dio
la palabra y confiaba que se cumpliera.
Maestro,
¿no
perecemos?
tienes
cuidado
que
Pero en cuanto a los discípulos, ¿qué pasó?,
¿por qué mientras Jesús reposaba ellos
convulsionaban? ¿Por qué su respuesta fue
tan diferente de las intenciones y expectativas
de su maestro y líder?
Pueden haber muchas respuestas a esta
pregunta, pero la que más nos convence es
esta: «Los discípulos se concentraron en la
circunstancia
para
manejarla
y
se
desenfocaron de la frase «pasemos al otro
lado». La circunstancia los turbó y los llevó a
un pragmatismo sin reflexión. Ese accionar
carente de capacidad para reflexionar los
envolvió pronto en un estado de impotencia
frente a la realidad, que los espantó. Entonces,
al perder la conexión con el horizonte que les
proporcionaban las palabras de Jesús, fueron
directo a la desesperanza. Esa desesperanza
era fruto de una conclusión prematura: una
muerte inminente. De ahí el grito del expresivo
Pedro: «Maestro, ¿no tienes cuidado que
perecemos?».
Lo bueno de todo esto es que, al final,
clamaron a Jesús por ayuda y no abandonaron
la barca. Sin embargo, en mi opinión, la
expectativa de Jesús era que ellos resolvieran
el problema actuando en fe: «Reprendiendo al
viento y callando al mar en su nombre». Pero
eso no sucedió. No obstante, los discípulos no
llegaron al otro lado con el sentimiento del
fracaso en sus corazones ni con expresiones
de desaliento en sus labios, pues Jesús, como
en la mayoría de los casos, hizo que llegaran
al otro lado enfocados en él, porque solo así
ellos entenderían y disfrutarían lo que
sucedería allí. La pregunta siguiente ilustra
bastante esto.
¿Quién es este, que aun el viento y el mar
le obedecen?
¿Se da cuenta? El enemigo de la obra de Dios
quiso frustrar el proyecto del Padre con el Hijo
y del Hijo con sus discípulos por medio de esta
tempestad. ¿Por qué Satanás quería impedir
que Jesús y sus discípulos llegaran al otro
lado del lago? Porque temía que de esta forma
finalizaría el reinado de terror que él mantenía
sobre toda la comunidad de Gadara por medio
de un hombre poseído.
Pero Jesús logró que todos llegaran junto a él
y en sus cabales al otro lado, lugar donde se
manifestó el poder liberador de Dios de una
manera magna y sus discípulos fueron testigos
presenciales de ese gran episodio. Aunque el
enemigo quiso frustrar la travesía de este
equipo de hombres, los discípulos salieron con
Jesús de una orilla del lago y llegaron más
restaurados al otro lado.
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De alguna manera la mayoría de nosotros hoy
nos vemos retratados en este caso que nos
presentan los evangelistas Mateo, Marcos y
Lucas. Al igual que los discípulos, somos
lentos para aprender y responder a la altura de
las expectativas de nuestro Señor. Pero Jesús,
quien está guiando su proceso con nosotros,
tiene la paciencia suficiente para llevarnos a
feliz término.
Para concluir esta reflexión quisiera hacerle la
siguiente pregunta:
¿Sabe en cuál área de su vida Jesús le está
diciendo «Pasemos al otro lado»?
Permítame compartirle mi testimonio:
Unos meses atrás leí esta porción bíblica y
sentí que el Señor me invitaba a pasar al otro
lado junto a él en cuanto al ejercicio de mis
dones de pastor-maestro. En vista de que
nuestro objetivo estratégico como iglesia es:
«Trabajar por la transformación de las familias
a partir de la plataforma del servicio», los
últimos tres años nos hemos concentrado más
en crear ministerios de servicios para las
comunidades (los cuales se constituyen en
puertas para trabajar las relaciones con la
gente no-creyentes) y desde ahí involucrarlos
a la adoración, la evangelización, el
discipulado y la vida en comunión. Ahora bien,
entendiendo que todos los ministerios de
servicios estaban funcionalmente organizados,
el personal bien ubicado y equipado en lo
mínimo, me dispuse a obedecer a Dios
respecto a que «pasásemos al otro lado».
Pero no me había organizado bien para ello,
entonces se desató una tempestad con oleajes
provenientes de los miembros más comprometidos del equipo, hasta beneficiarios
miembros de las comunidades.
Todos estos acontecimientos me forzaban a
reorientar mi atención hacia los ministerios de
servicios, pues si no les prestaba la debida
atención podrían desaparecer. Lo he hecho
temporal y parcialmente, pero continúo concentrado en la creación de espacios para el
ejercicio de mis dones en la función de Pastor
líder de la iglesia.
Empero, puedo decir con sinceridad que en
medio de estas situaciones, el Señor me ha
mantenido en completa paz. Mi mente y mi
corazón están concentrados en «pasar al otro
lado» con Jesús, y aunque estoy prestando
atención a las circunstancias que cada día
aparecen en la rutina, estas no me dominan
porque me he dispuesto a aprender de ellas.
Además, busco espacios para reflexionar con
otras personas sobre el proceso por el cual el
Espíritu Santo me está conduciendo, pues de
esta manera puedo romper con el sentimiento
de soledad. Pero a la vez todo mi ser se
regocija en Dios al ver a las iglesias hermanas
ser edificadas por mis vivencias.
Ahora, frente a las tempestades mi actitud es
de dependencia reflexiva en el Señor. De esta
manera, puedo mantener un dominio de las
circunstancias y evito que estas me dominen.
A partir de este proceso mis diálogos con Dios
están contextualizados y puntuales. Me
mantengo alerta en el Espíritu. La presencia
de Jesús en mi vida es cada vez más
palpable, pues su persona se agiganta cada
día más en mi ser. Cada día me acrecienta mi
fe en que «él logrará su propósito en mí» (Sal
138.8). Eso me da paz en medio de mi
tormenta.
Espero que usted también experimente lo
mismo.
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