Recuerdo de Pedro Beltrán El último bohemio... Pedro Beltrán ya sabía que ése iba a ser su epitafio en los periódicos y también que había hecho todo lo posible, y sobre todo lo imposible, para merecerlo; y así, indefectiblemente, tituló Diego Galán su entrañable y sentida nota necrológica en este periódico. Su condición de último representante de una especie en vías de extinción parecía imponerse a sus variados oficios de guionista, autor, actor y poeta, festivo. Perico Beltrán fue un gran conversador, versado en los más variados e inútiles saberes, que derrochó su ingenioso verbo entre los veladores del Café Gijón, noctámbulo impenitente que se veía cada noche encerrado en las calles cuando todos los demás se iban a casa. Murió Pedro Beltrán, cartagenero recriado en un Madrid en el que la bohemia daba sus últimos coletazos, asfixiada por el enrarecimiento de las libertades que traía consigo el franquismo. (...) En una entrevista reciente, Pedro Beltrán se ponía apocalíptico y auguraba el advenimiento de tiempos de barbarie, no ha querido quedarse a esperarlos. (...) Forzados por la censura a practicar un humor inocuo y descolorido, ni verde, ni rojo sino todo lo contrario, los buenos humoristas y él lo era, hicieron negro el humor blanco y convirtieron, en la estela de Valle, la tragedia en esperpento nacional. Moncho Alpuente, El País, 24 de marzo de 2007. José María Gutiérrez José María Gutiérrez González, que firma algunas de sus películas como Gutiérrez Santos, nace en 1933 en Valencia de Don Juan, León. Colabora con el Cine-Club Universitario de Salamanca así como con la revista Cinema Universitario mientras estudia Derecho en aquella ciudad. Se traslada después a París para abrirse camino como pintor en un momento que coincide con la explosión de la Nouvelle Vague. De vuelta a España, se inicia en la profesión como ayudante de dirección y realizador de documentales industriales hasta que entra en TVE para realizar algunos episodios de series como Conozca usted España, Archivos y bibliotecas, o programas como La noche de los tiempos. Prosigue su carrera con algunos cortos: Electrificando Castilla, Mojácar, ambos de 1965, y El triunfo de la muerte (1969), premiado en el festival de Valladolid. En 1975 realiza el largometraje Pantaleón y las visitadoras en colaboración con Mario Vargas Llosa, autor de la narración homónima en la que se inspira el film, basada a su vez en el primitivo guión escrito por ambos durante su estancia en París (de ahí que la novela estuviera dedicada a Gutiérrez). Un año más tarde adapta la novela El infierno y la brisa, de Vaz de Soto, para ¡Arriba Hazaña! (1977), película que, al contar la rebelión de los alumnos de un colegio religioso, levantaría cierto escándalo, siendo atacada por la ultraderecha. Su filmografía se completa con Pepe, no me des tormento (1982), guión de Francisco Regueiro, y con la versión para TVE de El obispo leproso (1990), que dirigió y adaptó de la novela de Gabriel Miró. Julia Peña Julia Peña fue la musa de la mítica Escuela Oficial de Cinematografía (EOC) de los años sesenta y su presencia en las películas de los alumnos de aquellos años (Gutiérrez Aragón, García Sánchez, Guerín, Serrano, Revuelta, Artero, Santos Fontenla, García Dueñas, Álvaro del Amo y tantos otros) era constante. Trabajó en las películas de los directores más emblemáticos del nuevo cine español: Erice, Egea, Saura, Picazo, Raúl Peña, Fons y Patino. Y llegó a tener una proyección internacional al trabajar con Vittorio de Sica en Los girasoles (1970). Militante del PCE, fundó la primera célula de actores en la que integró a Juan Diego, Gloria Berrocal, Elena Arnao y Ernesto Martín. Fue detenida en dos ocasiones, la primera en el teatro María Guerrero (…). La segunda detención se produjo en el teatro Goya mientras representaba Lysistrata en la compañía de Aurora Bautista, acusada de haber cedido su piso de José Picón para una reunión de miembros de Comisiones Obreras con representantes de la CGT francesa. Abandonó su carrera de actriz en los primeros años de la democracia, se casó con el psiquiatra Ignacio Avellanosa, tuvo dos hijos (Bárbara y Juan) y a partir de aquel momento volcó su vocación en la psicología infantil y la logoterapia. Su última aparición pública, de carácter combativo, tuvo lugar en las manifestaciones que los actores protagonizaron contra la participación española en la guerra de Irak. Pedro Costa, 24 de noviembre de 2006.