Grañén, enclave geopolítico en el siglo XIX

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Diario del AltoAragón - Miércoles, 10 de agosto de 2011
Grañén,
enclave
geopolítico en
el siglo XIX
Por Pablo J. CASTIELLA GUERRERO
Licenciado en Historia
C
OMO quedó reflejado en
artículos laurentinos de
años previos, referidos a
Grañén, el último cuarto del siglo XIX situó a esta localidad como importante centro político
provincial. En las siguientes líneas, intentaré plasmar algo de
esa atmósfera.
Uno de esos momentos álgidos llegó de la mano de una celebración, en febrero de 1890, de
un banquete conmemorativo de
la proclamación de la República.
Dicha celebración se mantenía
cada 11 de febrero desde 1873,
fecha en la que solían reunirse a
celebrarlo con comidas de confraternidad los adictos de cada
facción. Los encuentros servían
para cohesionar ideológicamente al grupo, revalidando su fe en
el credo común, convirtiéndose,
a su finalización, en demostraciones de poder. Seguían pautas
como comenzar entonando cantos (La Marsellesa o El Himno de
Riego), y culminaban con brindis convertidos en improvisadas
tribunas de discurso político.
Era habitual que, en la zona
donde la autoridad sospechaba que pudiera celebrarse alguno de estos actos, bien fuera por
la ideología pública que profesara el residente o por las compañías que frecuentaba, rondaran
guardias de paisano e incluso
destacamentos militares. La justificación era consecuencia de
que, al finalizar, no se hiciera
ostentación de fuerza y desafío,
entonando himnos y vivas a comensales o principios democráticos previamente convenidos.
El Diario de Zaragoza, el 21 de
septiembre de 1894, contabiliza
con cierta sorna las distintas facciones:
Republicanos progresistas ortodoxos, representados por El
País; progresistas heterodoxos (El
Ideal); federalistas socialistas de
Pi y Margall; federales orgánicos
de la Escuela de Reus; federales
orgánicos de Ramón Chíes; centralista ortodoxos de Salmerón;
centralistas heterodoxos de Ramón La Linde; posibilistas de Ramón Morayta (diario El Globo),
posibilistas de Castelar y otros.
Entre 1875 y 1881, época de
monopolio conservador, estuvieron prohibidos, aunque ello
no impidió su celebración, trasladando su encuentro a círculos
íntimos o casas particulares, tratando de mantener cierto anonimato que no hiciera sospechar a
la autoridad. La Gaceta de Madrid publicó, el 3 de febrero de
1875, una circular sobre orden
público del Ministro de la Gobernación, Francisco Romero Robledo, dirigida a los gobernadores
civiles para su cumplimiento.
El 13 de febrero de 1884, resoluciones del gobernador oscense,
Agustín Bravo, son citadas en las
páginas de El Imparcial, donde
se afirmaba:
Uno de los que más se distingue por sus autoritarias disposiciones es el de Huesca (…) en
cuanto a banquetes, su criterio
restrictivo es mayor que el del Ministro de la Gobernación, pues en
esa ciudad no se permitieron (…)
prohibiendo a los dueños de las
fondas que los sirvieran.
Algunos posibilistas disidentes, capitaneados por el rebelde
Pedro Bernardo Orcasitas (alcalde de Madrid y cajero del Canal de Isabel II, que se fugó con
200.000 pesetas, según recoge
La Vanguardia en su número del
1 de enero de 1902), se integraron en los zorrillistas. El periódico La Antorcha, de Teruel, el 15
de mayo de 1887 recogía un lamento de Castelar, relacionándolo con Camo y Huesca:
1 Orcasitas, Orcasitas,
yo te puse de hombre bueno
¡y me has salido hombre malo!...
¡justo Castigo del cielo!.
5. Te hice Alcalde de Madrid,
¡de donde lo fue un Rivero!
y hoy me lo pagas, ¡ingrato!
con disgustos como éstos.
9 Me has partido y has partido
al que nunca llegó a entero
y siempre se dio a partido
con monárquicos gobiernos.
13. Tú campanada allá en Huesca,
habrá sonado, y lo temo
más que sonó la campana
del Rey Monje el Justiciero,
Algunas de las cabeceras de prensa utilizadas
17. ¡Ay, Camo! ¡mucho me escamo!
¡no me retires tu afecto!
no hagas tú como Orcasitas
que ¡¡Dios hunda en el Averno!!
Por discrepancias con los castelaristas, la fiesta y su celebración pasaron a realizarse en
poblaciones alejadas, donde residieran figuras relevantes del
republicanismo provincial. Entonces entró en juego Grañén, de
lo que se hizo eco el periódico La
Crónica, el 12 de febrero de 1890,
refiriendo el encuentro posibilista en la localidad diciendo:
(…) haciendo caso omiso de
las excomuniones de su jefe, Emilio Castelar, celebraron el día de
ayer con banquetes (…). Los posibilistas de Huesca, más cas-
>Los encuentros
servían para
cohesionar
ideológicamente al
grupo, revalidando
su fe en el credo
común
telaristas que republicanos, no
celebraron el día. No obstante, El
Diario de Huesca dice anoche que
los señores Camo, Casayús y del
Cacho, conocidos prohombres del
partido, salieron en el tren de la
mañana para Grañén “a pasar el
día” en compañía de otros correligionarios de allí y de Sariñena.
(…) tantos correligionarios posibilistas juntos, se presta a hacer
sabrosas conjeturas.
El madrileño La Época, el 9
de febrero de 1890, aclaraba la
situación en que se encontraron los seguidores castelaristas
oscenses, con lo que podemos
deducir el porqué de la idea de
celebrarlo en Grañén:
El señor Castelar –dice-, de-
seoso de hacer el juego a Sagasta, ha ordenado a sus “súbditos”
que no se celebren este año banquetes para conmemorar el 11 de
febrero,… pero los históricos, desestimando el mandato de su jefe,
proponen reunirse.
Tanto El Imparcial como El Correo Militar del 11 de febrero de
1890, describieron la conversación entre Castelar y los señores
Pidal y Romero Robledo sobre el
asunto:
- Al fin hay banquete posibilista –dijo Pidal.
- No, no señor –replicó Castelar.
-Pues El Imparcial lo dice.
- Sí, lo dice; pero no serán posibilistas, porque si lo son y se re-
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