Los niños de la calle en Latinoamérica

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Los niños de la calle
en Latinoamérica
(Esperanzas y amenazas de los niños
de la calle)
Manuel Jiménez Tejerizo
En América Latina, como en los países en vía de desarrollo, cada
vez más aumenta y se agudiza el problema social de los niños de la calle. Es en la forma de vida y bienestar de los niños la realidad que nos
permite visualizar el enfoque, la inversión del Estado y la visión que
la misma sociedad tiene acerca del bienestar de sus habitantes y de su
futuro. Los niños que en su deber ser tendrían como tarea básica el
juego, la educación y como conductas permanentes la alegría, atención, el afecto, la protección..., en Colombia, como en los países de
América Latina, se desconectan o desvinculan de su ser de niños para
convertirse en los adultos enanos que, sin derechos, tienen que aprender desde muy corta edad a resolver la cotidianidad de la vida enfrentándose a un sinnúmero de dificultades que cada vez más lo lleva
por el camino de la despersonificación, del abandono y del deterioro.
Cada vez más la estructura económica, social y política por la
que atraviesan nuestros países en donde existen un aumento considerable de desempleo, una baja inversión en la industria y la generación de alternativas laborales, desplazamientos, en unos casos
voluntarios, migración permanente hacia las ciudades en busca de
oportunidades y en otros, como en el de Colombia, desplazamientos forzados a partir del enfrentamiento existente entre las distintas fuerzas en conflicto, margina normalmente a los más desprotegidos: la mujer, los niños y la población civil, en general, que no
toma partido activo en el enfrentamiento. La familia, reflejo de lo
que sucede, cada vez menos estable y menos presente en la vida
afectiva y formativa de las personas, condicionada por los vaivenes
del desarrollo social y económico, obliga a todos sus miembros a
ser parte y consecuencia de su problemática, caracterizada por des-
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integración parcial o total, cimentada en relaciones de violencia y
maltrato generalizado entre sus distintos sistemas, sin raíces firmes
en su iniciación y con lazos afectivos cada vez más débiles que hacen
que sus individuos presenten distintas patologías y busquen desde
muy temprana edad alternativas de huida más válida que la permanencia en el núcleo familiar. Las condiciones económicas que exigen
la participación de todos y cada uno de los miembros del grupo familiar en la generación del ingreso sin distinción de género, edad,
actividad económica y derechos, con jornadas que exceden las normales para los adultos, con actividades no aptas para la edad del
niño (a) y con una exposición permanente al tráfico y consumo de
drogas, a las actividades delictivas asociadas a la misma.
Todo esto, unido a la falta de oportunidades y acceso a servicios
básicos de salud, recreación, educación, vivienda y salubridad en calidad y oportunidad se van constituyendo para estos grupos poblacionales y sociales en un problema que, como ya se dijo, presenta
cada vez más dimensiones alarmantes, que conllevan a futuros problemas relacionados con el bienestar de las sociedad y la salud pública.
Los niños, producto de estas situaciones, van desde muy temprana edad buscando alternativas que logren dar respuestas a sus
vida y cubrir las necesidades básicas de alimento, seguridad, afecto,
sustento económico, etc. Para ello inician procesos de vida en las
calles a partir de la posibilidad que les brinda el medio familiar de
participar en la generación de ingresos, y es así como empiezan a
abordar espacio amplios de interrelación en donde se exige a estos
pequeños competencias y destrezas básicas que va adquiriendo a lo
largo de su experiencia en calle. En esta primera fase de relación
con la calle, mediada por el trabajo, va iniciando el desprendimiento del grupo familiar y de la estructura de relaciones comunitarias e
infraestructurales, hasta que llega en un tiempo relativamente corto
a asumir de forma total la calle: este espacio público, lugar donde se
hace posible el encuentro cotidiano entre las personas, quienes mediante su acción van creando su propia historia y cultura y satisfaciendo allí mismo sus necesidades individuales y colectivas, compartiendo derechos y deberes construidos para su beneficio y para
su defensa de los demás que la sociedad establece, empieza a ser
parte del cotidiano de la vida de los niños; constituido por calles,
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parques, andenes, centros de mercado, avenidas, zonas naturales, etc., construido para los habitantes de las ciudades con el objeto de regular la convivencia y bienestar de toda la sociedad y de
regular el desempeño de todos sus miembros es, para los habitantes de las calles, su vida misma, es desde allí que se goza y se sufre,
se ama o se odia, se violenta o se acompaña. Es desde allí que los
niños empiezan a construir un proyecto de vida, mediado éste por
el dolor, la desesperanza, el hambre, el frío, la intolerancia, la inexistencia de derechos, aunque nuestras Constituciones y acuerdos
internacionales desplieguen literaturas que defienden el menor y le
posibilitan una vida digna, es desde la calle que el menor empieza
a sentir el sinsentido de la ley, de la sociedad y el valor de sí mismo. El recordar sus historias demarcadas por abandono, la violencia, el desamor, el desprecio, aunando a ello lo que van conociendo del presente frío de las calles, no les deja otra alternativa que
refugiarse y defender desde donde se encuentran lo que consideran
que les pertenece verdaderamente: su aspecto físico, propios de su
condición de abandono, en donde la talla, la marca, el color, la
combinación, el aroma del cuerpo o del traje no importan; la posibilidad de conseguir una alimentación adecuada a la edad, al género, a la actividad que desarrollan, es reemplazada por lo que se
logre encontrar en la «caneca» de la basura, en los restaurantes o
en la caridad de las personas que aún sienten en su corazón la solidaridad por el necesitado. Esta falta permanente de alimentación, estar en el desaseo, sin normas básicas de limpieza, les lleva
a presentar un estado de salud deficiente, como desnutrición severa, estatura baja con relación a la edad y al peso, manchas en la
piel, enfermedades permanentes de tipo estomacal, bronquial, viral, de transmisión sexual y tuberculosis.
Como toda sociedad, los niños que habitan las calles de las ciudades conforman grupos humanos organizados con una estructura que,
aunque no la comparta la sociedad, tiene validez para quienes conforman ese otro mundo de marginalidad al cual se ven abocados. Algunas
de las características que presentan estos grupos son las siguientes:
• Se encuentran en las calles generalmente más hombres que
mujeres, de diversas edades, procedencias y con historias y culturas diversas. Todos llegan a un mismo espacio, las calles de
las ciudades.
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• Delimitación de un espacio físico determinado, seleccionado
previamente o por experiencia propia y por tradición oral entre los distintos miembros de las «galladas» sobre la base de suplir las necesidades básicas de los mismos, a través de las ofertas que el medio proporcione de comida, agua, dinero y compra de las sustancias que consumen.
• Definición de unas normas básicas de convivencia desde las cuales se determina el comportamiento de los que la constituyen:
vocabulario, códigos usados, valores, símbolos e interpretaciones
y representaciones de las cosas y hechos desde donde igualmente
se toman decisiones y se asumen posturas, validando o no las reacciones y acciones del marco socialmente establecido.
• Organizan formas de sustentación económica basadas en la
mendicidad, limosna o «retaque» de productos, o principalmente dinero, que se destina con el objetivo básico de conseguir las dosis de drogas requeridas diariamente. Cuando no se
logra despertar la compasión de la sociedad y, por el contrario,
se evidencian a los menores como un peligro social, la mendicidad se transforma en delincuencia, estrategia a través de la
cual se crean relaciones de igualdad entre lo que el menor
siente que no tiene y que requiere conseguir de cualquier forma y lo que el otro ciudadano posee y el de calle considera le
debe dar, por ser sujeto en desventaja y con derechos. Cuando
una ciudad carece de oportunidades para el habitantes de calle, le cierra espacios de presencia, los violenta o limita, se
aumentan de forma considerable las situaciones de delincuencia y de maltrato de y hacia los habitantes de la calle.
• A pesar de las normas y de los esfuerzos de distintas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales es muy común
encontrar cómo a estos menores se les maltrata permanentemente por medio de los organismos militares, paramilitares o
de sociedad civil, que ven al menor como una causa de los problemas de la sociedad, y el problema del habitante de la calle,
como el que afea la ciudad; por ello es muy frecuente observar
que en muchas ciudades se usan escuadrones de la muerte para
asesinar menores o indigentes con la excusa de seguridad y
bienestar. Muchos niños en toda nuestra América han muerto
bajo las armas de los militares sin que el Estado ni las leyes
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realmente investiguen ni castiguen a los culpables, en el entendido de que no existe para ellos un doliente que reclame sus
derechos ni vele por la dignidad a la cual tienen derecho.
• Estos menores han roto totalmente las relaciones con el grupo
familiar, terminando o en algunos casos iniciando su proceso
de socialización a partir de la calle. Esto afecta la estructura de
personalidad del menor, ya que carece de modelos unificados y
positivos de referencia, va creando patrones de comportamiento y de valores dados a partir de la marginalidad, de modelos
difusos, incoherentes y sin una clara definición de futuro. No
es posible para estos menores proyectarse en el tiempo. Viven
al día, al momento. A cada hora se juegan la vida. Son presente permanente, con principio y fin para cada actividad diaria.
• La cotidianidad de los menores gira entre el uso de drogas y el
rebusque del sustento, en forma individual y/o colectiva. Los pares o parejas es la forma más frecuente en que se les encuentra
para transcurrir el diario vivir. En el compartir existe una dimensión de los grupal, con rasgos de solidaridad y ayuda mutua.
• Uno de los problemas a los cuales se ve abocado el menor
que habita en las calles de la ciudad es el consumo de drogas.
Este se constituye en un patrón de identificación y aceptación entre quienes conviven en las calles de las ciudades. Las
drogas son utilizadas en primera instancia como exigencia a
la pertenencia grupal y posteriormente son el centro de la
vida. Existen patrones de consumo establecidos, frecuencias
de uso permanente y uso de diversas drogas a diversas edades
y con intencionalidad diversa. Unido a ello se añaden otras
problemáticas, como la prostitución, el verse vinculado a las
infracciones de la ley y otras que les apartan cada vez más de
lo socialmente establecido.
Ante este panorama, los distintos Gobiernos han realizado acciones
que intentan dar respuestas de diversos tipos: asistendales, represivas,
eliminatorias, etc., postura que igualmente comparte la sociedad con el
abordaje que hace al problema: se convierte en auspiciadora indirecta
del problema, ofreciendo ayudas que no obedecen a ningún proceso,
sin niveles de exigencia ni sentido para el menor, lo que refuerza aún
más la vida que el mismo lleva en la calle. Otras de las posturas encontradas tienen que ver con la eliminación que se hace del menor y el des-
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precio que sectores de la sociedad ejercen sobre el mismo utilizando sus
estructuras represivas y ejerciendo la violencia y maltrato.
Ninguna de las dos posturas es recomendable ni válida, se requieren alternativas afectivas, efectivas y humanas que respondan a las necesidades e intereses de los menores. Paz y Cooperación, reconociendo
el problema desde una perspectiva humanista que intenta explicar los
factores multicausales y las consecuencias para el ser y la sociedad,
desarrolla igualmente con una visión holística procesos de atención
fundamentados en unos principios básicos que permitan articular una
visión integral desde lo humano, una correlación desde lo social y una
intervención interdisciplinaria que logre no solamente construir y desarrollar con el niño(a) o joven un proyecto integral de vida, sino también posibilite en el marco de la sociedad espacio de sensibilización,
crecimiento, aceptación, convivencia y solidaridad entre los dos mundos: el marco socialmente establecido y los diversos grupos marginales.
No podemos pensar en un proceso de resocialización o rehabilitación
social a expensas de la sociedad. Sólo en la medida en que la sociedad
se abra al menor y le posibilite dentro del marco de la vida cotidiana espacios de interrelación, oportunidades y confianza se puede pensar en
la construcción de un espacio sincero y válido para el reingreso del menor. En forma aislada del desarrollo social no sólo no podemos esperar
que los menores adquieran las normas, valores, formas de relación y
comportamientos que la sociedad en su conjunto exige, sino que seguirá sintiéndose marginado, atentará permanentemente contra el orden
establecido y será presa fácil de los grupos al margen de la ley.
Por otro lado, la complejidad del problema y la incapacidad económica, de infraestructura, pedagógica, etc., de las instituciones para
solucionarlos exige una interrelación y trabajo interinstitucional de
las ONG y organismos gubernamentales encargados por ley de dar
respuesta a estos problemas. Es fundamental involucrar al Estado desde todas sus estructuras, sectores, recursos y leyes a fin de poder llegar
de forma eficaz a la solución, de aprovechar de forma eficiente los recursos tanto financieros, de servicios como de infraestructuras existentes y poder cubrir no sólo a quienes ya se encuentran en las calles
sino también a quienes van iniciando el recorrido de «callejización» y
adicción a drogas.
Para todo lo anterior Paz y Cooperación fundamenta su trabajo
en cinco principios fundamentales:
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1.
CONCEPCIÓN DEL MENOR
• Entendemos al menor como el resultado de una gran problemática social y no como la causa de los problemas de la sociedad.
• Vemos al menor desde su ser de niño o joven en dificultad y
no desde el deterioro bio-psico-social que presenta.
• Anteponemos en nuestra visión sus potencialidades más que
sus defectos o limitaciones.
• Priman los derechos y necesidades del menor sobre los derechos y necesidades de los demás.
• Concebimos al menor en circunstancias especialmente difíciles, como el resultado de una suma de consecuencias de tipo
sicólogo, social, familiar que han provocado un mayor o menor grado de deterioro en su proceso de desarrollo psicosocial.
• Entendemos al menor, por la etapa de vida en que se encuentra (la adolescencia), como ser humano integral, bio-psico-social y no ético, sujeto protagonista de su propia vida, con una
historia personal en permanente cambio y en interacción con
su medio; lleno de potencialidades y de limitaciones y en
continua búsqueda de la satisfacción de sus necesidades básicas
y de la realización de su proyecto de vida.
• Asumimos el problema del menor a partir de las problemáticas
propias de la familia, y para ello abogamos por acciones que
tiendan a su fortalecimiento, reconociendo en la familia la
base de la sociedad y de la construcción de procesos educativos
y de valores sociales.
2.
PRINCIPIOS
• La individualidad
Como eje fundamental del Proyecto, entendiendo que a cada
menor le corresponde una historia diferente, un proceso particular y
una propia expectativa de vida. Frente a ello el programa pretende en
lo posible dar respuestas individuales a las necesidades, capacidades,
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potencialidades, limitaciones y proyectos de vida al cual tiene derecho
el menor como sujeto activo del proceso de cambio.
•
Libertad
Es el punto de partida de nuestra visión. La Libertad como elemento esencial para asumir o no propuestas que al menor se le presentan y como fundamento del Compromiso que el menor adquiere
para consigo mismo, el grupo y el programa.
El Proyecto debe elaborar un proceso de aprendizaje por el cual el
niño tome conciencia de las nuevas alternativas que se le abren en la
vida y va descubriendo y escogiendo la mejor para su crecimiento
personal.
• La democracia
El menor, partiendo de su individualidad, participa con sus compañeros de una construcción colectiva de relaciones sociales, en las cuales el Proyecto fomenta la democracia participativa,
como la estrategia
que facilita la definición de prioridades, la búsqueda conjunta de una
identidad social, la conformación de unos valores sociales y establecimiento de unas normas que faciliten la convivencia y el desarrollo integral de cada uno de sus integrantes.
• Vinculación y participación comunitaria
El programa no pretende institucionalizar al menor sino vincularlo paulatinamente a medios comunitarios que le aceptan y le
ayudan a participar activamente de sus relaciones, espacio, instancias y grupos establecidos. Creemos que sólo si la comunidad apoya
al menor le ayudará a que éste pueda establecer nuevas relaciones
sociales y empiece a borrar el resentimiento y rechazo del que ha
sido objeto. Además facilita y promueve la participación del menor
en instancias de decisión personal y de grupo a través de los distintos grupos existentes en las instancias del programa, en los hogares
y en la comunidad.
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• La cotidianidad
Como elemento esencial de formación, entendiendo que en la
vida diaria, en nuestra relación con los demás seres, grupos e inclusive
con las cosas, ejecutamos procesos de aprendizaje que amplían cada
día el marco de referencia y visión del todo y da los elementos nece­
sarios para ir construyendo la vida y la nueva sociedad.
• Aprender haciendo
Metodológicamente el Proyecto se sustenta sobre el aprender
haciendo, estrategia que le permite al menor sobre la cotidianidad,
ir construyendo el marco de exigencias que el entorno plantea e ir a
la vez participando en la reformación de las distintas esferas del pro­
grama.
• Dinámica de grupo
En las diferentes alternativas que le ofrece la calle, el menor se ha
encontrado con grupos que son en el medio un factor pseudoprotector y el reemplazo del grupo familiar, y desde allí se marcan las dis­
tintas normas de comportamiento y valores que el menor posterior­
mente desarrolla basados en el valor que representa el grupo para los
menores.
Se ha tomado la Dinámica de Grupo como la metodología a tra­
vés de la cual se puedan construir nuevas formas de relación y de en­
tendimiento de transcurrir social, se cimiente en un contexto afecti­
vo, solidario, participativo y democrático, proyecto de vida, que les
permitan posteriormente asumir su individualidad y aportar su expe­
riencia para ayudar a otros menores en condiciones iguales.
Apoyados en el grupo como elemento psicológico de la adolescencia
se refuerza el trabajo con el mismo como espacio de apoyo personal, co­
municación grupa!, confrontación y desarrollo del sentido comunitario.
En el grupo de iguales, compartiendo las mismas experiencias, di­
ficultades y la misma vida, y a través del mismo, el joven puede: asu-
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mir responsabilidades, autoconocimiento, respeto, manejo de sentimientos, facilidad para aceptar críticas... El propio grupo se convertirá en apoyo en el proceso de maduración y desarrollo personal adecuado de cada uno de los integrantes. El grupo será el espacio en el
que el joven sienta el apoyo de los compañeros, como factor protector, y alcance la fortaleza para mantenerse firme permanecer en el
Proyecto.
3.
ORGANIZACIÓN INSTITUCIONAL
Paz y Cooperación es una ONG de carácter privado sin ánimo de
lucro que trabaja en la ciudad de Bucaramanga (oriente de Colombia) en la atención de niñas, niños y jóvenes de la calle, que han tenido en sus medios familiares diversas carencias, maltratos y otros
problemas que les han llevado a tomar la decisión de vivir en las calles. Desde hace cerca de siete años iniciamos nuestro trabajo contactando a los menores que vivían en espacios baldíos de la ciudad a
merced de la limosna, del maltrato y rechazo de la sociedad, por las
condiciones en las cuales se encuentran.
Sensibilizados por la situación encontrada, empezamos a realizar
gestiones con las entidades del Estado y sociedad en general con el fin
de poder buscar alternativas que dieran respuestas a las condiciones
que estos menores presentaban. Allí surgió lo que hoy son diversos
procesos que permiten al menor encontrar una mano amiga, un camino, un proyecto de vida y una forma de pensar en que el futuro
existe, que él es eje fundamental del desarrollo social y que como ciudadano tiene derechos inviolables, respetables por todos y exigibles
desde instituciones como la nuestra.
Hoy contamos con:
PROCESO RESCATE: Es el trabajo que realiza un grupo de personas entre voluntarios y empleados que llenos de sensibilidad y mística se sumergen en el medio de las «galladas» y las calles, a fin de intentar mostrar al niño que existe para ellos una esperanza, una oportunidad distinta a la vida callejera y al consumo de drogas. El menor
que ha sido rescatado es invitado a participar paulatinamente de la
vida del centro de servicio, en donde puede encontrar un lugar de referencia para bañarse, lavar sus ropas, alimentarse, resolver sus dificul-
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tades de salud y encontrar a alguien con quien compartir, jugar, hablar o simplemente descansar o reposar de la dureza del asfalto.
CENTRO DE RECEPCIÓN Y REMISIÓN: Es un espacio físico
de referencia para el niño, niña o joven que ha sido contactado, motivado y orientado para participar de un programa de atención que le
desvinculará progresivamente del medio callejero, le posibilita la
adaptación a las normas socialmente establecidas, a las relaciones interpersonales, a su recuperación fisiológica y nutricional y a la creación de una conciencia de cambio. Esta fase dura un mes, con un
programa de cuatro semanas, es una fase de transición para las siguientes instancias del proceso. El menor es atendido por un equipo
profesional: Psicólogos, trabajadores sociales, pedagogos, médicos,
odontólogos, nutricionistas, terapeutas ocupacionales y educadores;
personal que en conjunto elabora mediante un programa completo
de actividades un diagnóstico integral, que permite clarificar las potencialidades, dificultades, limitaciones y posibilidades de cada menor, para posteriormente ser remitido a un proceso de atención.
HOGARES DE ACOGIDA EMAÜS: Son siete estructuras físicas,
que se han construido especialmente para la atención de los menores
ubicados en una zona de un barrio de la ciudad. Estos una vez diagnosticados en el Centro de Recepción y Remisión, son enviados a
este proceso, que consta de dos niveles: Casa de Normalización y Hogar de Acogida. Este proceso es de tipo abierto, inserto en el medio
comunitario del barrio, y desde esta perspectiva se posibilita al menor
el restablecer los lazos sociales, la relación comunidad-menor y viceversa, a utilizar los espacio públicos y a reaprender a comportase con
otros iguales de la sociedad que ellos han abandonado.
En este proceso el menor se va vinculando paulatinamente a la
escolaridad en escuelas del sector, al uso del centro de salud comunitario, a la biblioteca comunitaria, etc., que le facilitan los medios necesarios para reconstruir sus relaciones, normas de convivencia y formación personal. Igualmente es atendido por el grupo de profesionales ya descrito, que intensifican su impresión diagnóstica y establecen
con el menor un plan de tratamiento, un plan de trabajo a seguir y la
construcción de un proyecto de vida.
Cada Hogar esta conformado por diez menores y un educador,
con los cuales planean un diario vivir, que debe responder a las nece-
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sidades, intereses y expectativas de cada grupo (cada grupo es homogéneo, en edades próximas). Se distribuyen responsabilidades a cada
menor, en relación consigo mismo y con los demás con los cuales
convive (asear la casa, hacer la comida, lavar su ropa, mantener la cocina y sus enseres, arreglar las camas y cuidar las pertenencias de cada
uno y las de la casa).
A medida que avanza el menor en el proceso, va perfeccionándose en su formación personal y en el cumplimiento de los logros asignados; se va vinculando a actividades prelaborales, vocacionales y laborales que le vayan preparando y adiestrando, de acuerdo a sus intereses, habilidades y posibilidades, para construir su proyecto de vida
y su ubicación laboral definitiva que le permita desvincularse del programa. Estos menores más avanzados van a los Talleres Productivos
Apis, que cuentan con una panadería, un taller de imprenta y una
productora de papel hecho con fibra de hoja de pina y otros reciclados. Por su participación en los mismos se les suministra un estímulo
mensual, el cual es distribuido entre: gastos personales (lo gasta el
menor en lo que él desea), ahorros (los guarda el Programa y los entrega a los menores según solicitud por escrito realizada, estudiada y
aprobada por el Comité Directivo del Fondo de Ahorro, que son menores del Programa elegidos por ellos mismos, y un representante del
Programa), Fondo del Hogar (es un dinero que es aportado por cada
menor con un 10%, y con el cual el grupo decide qué hacer: ir a cine,
comprar gaseosas, helados, etc.) y Fondo de Solidaridad, desde el cual
se cubren cosas extraordinarias de beneficio para el colectivo (viaje a
la costa, una operación especial de algún menor, etc.).
COMUNIDAD TERAPÉUTICA EAS: Es un proceso puntual de
15 meses, de tipo terapéutico, que atiende a los niños y jóvenes de la
calle que presentan problemas con el uso o abuso de drogas. Tiene
una estructura física diferente, es de tipo rural, construida especialmente para estos menores. El proceso de divide en seis fases: Aceptación, Casa de encuentro, Comunidad residencial, Proyecto de vida,
Reinserción y Seguimiento. A los menores que ingresan se les motivan
para que continúen en el proceso y acepten que tienen un problema
más grave y es el relacionado con el consumo de drogas. Se trabajan
mediante un sistema de terapias, grupos de apoyo, atención multiprofesional y terapias ocupacionales. Una vez termine el proceso y con
proyecto de vida en la mano se le da la oportunidad al joven, si es me-
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ñor de 18 años, de continuar y realizar su proyecto en los Hogares
Emaús, los Hogares de Egreso o, si se ha logrado contactar en la familia, en su medio familiar. Este proceso es en su mayoría financiado por
la Institución, los menores aportan su esfuerzo y participación en las
labores de la finca: jardinería, cuidado de algunas especies menores,
cultivo de lombriz, conejos y riego y siembra de hortalizas.
HOGARES DE EGRESO SHANTL Son hogares (dos en la actualidad) que se están terminando de construir y que darán la posibilidad a los menores que han terminado su proceso en Hogares Emaús
o Comunidad EAS para que cuenten con apoyo hasta que logren por
sí mismos generar los ingresos necesarios para lograr su autonomía
económica, desprendimiento total del Programa e independencia de
la Institución. La financiación del Hogar corre por cuenta de los jóvenes. Paz y Cooperación apoyará con una persona que hará las veces
de orientador y facilitador del grupo de jóvenes que han elegido esta
alternativa de desprendimiento.
TALLERES PRODUCTIVOS APIS: Son una alternativa de capacitación laboral, formación en hábitos y actitud de trabajo para los
menores y producción de bienes y servicios para la comunidad en general. Se busca a través de la inmersión del menor en el taller que éste
logre a partir de su relación con la empresa en todos sus procesos el
entendimiento y el aprendizaje necesario para desempeñarse en un
trabajo, manejo de autoridad, formar hábitos de trabajo y asumir de
forma responsables pequeñas o grandes tareas.
Se cuenta con tres talleres:
Panadería: Permite el aprendizaje del menor en el ramo de alimentos, en especial de pan, tortas y ponqués. Cuenta con los equipos
y maquinaria adecuadas: Un horno de 14 latas, escabiladrero, latas,
una rollera, una amasadora, una batidora industrial y otros para el
proceso productivo. Se cuenta además con dos puntos de ventas y
una comercialización, que cada vez va creciendo más. Los menores
participan de todo el proceso, incluyendo el de contactos de clientes
y ventas.
Imprenta: Desarrolla trabajos de impresión litográfica y tipográfica, además de encuademación, empastes, fotocopias, diseño gráfico y
publicitario. Cuenta con maquinaria que permite hacer trabajos de
calidad, como: dos máquinas litográficas, una tipográfica, una com-
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putadora para diseño gráfico, guillotina y pasadora de planchas. Desde este taller se coordina, comercializa y trabaja el papel ecológico.
Productora de Papel Ecológico: Es una empresa que hace cerca de
un año se ha instalado y puesto en funcionamiento. Produce papel
artesanal hecho a mano con fibra de la hoja de la pina, producto que
se siembra y cosecha en nuestra región (Santander), además de papel
hecho con papeles reciclados, en diversos gramajes y estilos: con hilos, color, pedazos de desechos vegetales, etc.
De esta forma cantidades de ONGs en las ciudades latinoamericanas se esfuerzan por dar una respuesta afectiva y efectiva a estos menores a los que la vida les negó una oportunidad lanzándoles a la desesperanza y deterioro continuo, ofreciéndoles «una mano amiga», calurosa y cercana, y junto al calor y la humanidad, un sinnúmero de
oportunidades en las que los menores van entretejiendo su futuro, recobrando el brillo de sus ojos y la dulzura de su sonrisa y convirtiéndose en un ser activo, ser social, capaz de dar su aporte social. Por eso
podemos que afirmar que las calles de nuestras ciudades están llenas
de desesperanzas y esperanzas, de desilusión e ilusión, de oscuridad y
luminosidad..., pero por desgracia la definición de estas fuerzas
opuestas no depende de la debilidad de los menores sino de la fortaleza de nosotros, de los mayores...., de ti, de mí, de nosotros..., porque preocuparse de los derechos de los más pequeños es cuestión de
GRANDEZA, partiendo del principio de que el derecho de los menores está por encima del nuestro.
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