LA RDA LABORA EN INTERÉS DE LA NACIÓN ALEMANA DOCUMENTOS SOBRE LA POLÍTICA NACIONAL DE LA RDA N" 3/1968 La RDA labora en interés de la nación alemana La RDA labora en interés de la nación alemana Declaración del presidente del Consejo de Estado de la RDA, Walter Ulbricht, transmitida por la Televisión Alemana el 13 de marzo de 1968 ^ ^ VERLAG ZEIT I M BILD DRESDEN 5 El destino y el futuro de la nación alemana nos preocupan profundamente. Quien haya examinado el proyecto de la nueva Constitución de nuestra República Democrática Alemana verá confirmadas en él estas palabras. En el proyecto de la Constitución, expresamente es declarada aspiración nacional de la República Democrática Alemana el establecimiento y cultivo de relaciones normales y la colaboración entre los dos Estados alemanes sobre la base de la igualdad de derechos. La República Democrática Alemana y sus ciudadanos, se dice también en el proyecto, aspiran además a que se ponga fin a la división de Alemania impuesta a la nación aleman por el imperialismo, al acercamiento gradual de ambos Estados alemanes hasta su reunificación sobre la base de la democracia y el socialismo. Este es el mandato de la Constitución a nuestra Cámara del Pueblo, al Consejo de Estado, al gobierno y a todos los ciudadanos. El canciller bonniano Kiesinger se refirió el lunes a los discursos en la Cámara del Pueblo y al proyecto de la Constitución socialista de la República Democrática Alemana. Afirma, ciertamente, que su declaración de gobierno, que él denominó Informe sobre la situación de la nación, se dirigía a todo el pueblo alemán. Pero de los intereses de la nación en ese informe no se decía ni una sola palabra. Al señor Kiesinger le parece necesario señalar que por primera vez desde hace 23 años se hace un informe oficial en Alemania occidental sobre la situación de la nación. Ha emitido con ello un severo juicio sobre los partidos dominantes en Alemania occidental, la Unión Cristiano Demócrata, la Unión Cristiano Social el Partido Socialdemócrata, el Partido Libre Demócrata. Si sólo después de 23 años de terminada la segunda guerra mundial, un gobierno germanooccidental pone por primera vez en el orden del día la situación de la nación alemana, ello es una considerable muestra de debilidad. Y ello tanto más cuanto que en la República Democrática Alemana ya en 1945—46 la situación de la 6 nación fue tratada con plena responsabilidad una y otra vez por el Partido Comunista de Alemania, más tarde por el Partido Socialista Unificado de Alemania y también por todos los demás partidos y organizaciones democráticas antifascistas. En esos 23 años empero, no solamente hemos hablado de la situación de la nación sino que hemos obrado en su propio interés. El señor Kiesinger afirma que la división de la nación fue consumada sin consultar al pueblo alemán. Esto no es verdad. En el año 1946 presentamos propuestas para la unificación de todas las fuerzas democráticas antifascistas en Alemania, y en noviembre de 1946 publicamos el proyecto de Constitución de una República Democrática Alemana. Esas propuestas estaban orientadas a hacer posible la unificación de los trabajadores y la de todo nuestro pueblo para salir de la catástrofa en la cual hundió Hitler a Alemania, y marchar juntos por un nuevo camino, el camino de una nueva Alemania. Sobre esa base, en la parte este de Alemania, en la que fue zona de ocupación soviética, se realizó un plebiscito. En Alemania occidental por el contrario, los partidos mayoritarios, la Unión Cristiano Demócrata y el Partido Socialdemócrata, y las tres potencias ocupantes impidieron que el pueblo decidiera sobre un orden democrático antifascista. Enseñanzas de la Historia Después de la espantosa catástrofe en la que el dominio de Hitler precipitó a nuestro pueblo correspondía a todos los alemanes extraer las enseñanzas de las dos guerras mundiales y, en interés de la vida y del futuro de la nación, extirpar hasta sus raíces, el nazismo y el militarismo y el poder del capital armamentista. En conformidad con los acuerdos de la coalición antihitleriana y de las potencias signatarias del Acuerdo de Potsdam, emprendimos el camino del orden democrático antifascista 7 que corresponde a los intereses de la nación y que en aquel entonces hubiera podido seguir, y debiera haber seguido, todo el pueblo alemán en las cuatro zonas de ocupación. Cuando en el año 1946 iniciamos nosotros la discusión sobre la primera Constitución de una República Democrática Alemana, ello fue saludado también en Alemania occidental por amplios círculos de la población. El proyecto de la primera Constitución partía de la necesidad de que en toda Alemania se extrajeran las enseñanzas de las dos guerras mundiales, y de asegurar a la nación, sobre la base de un orden democrático antifascista una paz justa y un futuro feliz. Es una verdad histórico que el partido al cual pertenece el señor Kiesinger, y también los otros partidos a los cuales pertenecen los ministros de su gobierno, estaban interesados en la división de Alemania para conservar y restablecer el dominio de los monopolios capitalistas y del militarismo, por lo menos en las zonas de ocupación occidentales. El señor Kiesinger dice que se debe evitar que la Unión Soviética gane influencia en toda Alemania. Pero es sin embargo un hecho que la Unión Soviética fue la única gran potencia que apoyó el deseo de las fuerzas democráticas del pueblo alemán de una Alemania unida, que rechazó las propuestas divisionistas de los EE. UU. y que apoyó en todo momento las medidas demócratas antifascistas propuestas y realizadas por las fuerzas democráticas en la parte este de A l e m a n i a ; es decir, que fue precisamente la Unión Soviética quien favoreció todo cuanto fuera interés nacional de nuestro pueblo. Sin embargo, los gobiernos de las potencias occidentales imperialistas, ante todo el de los EE. UU., emplearon todos los medios por impedir el surgimiento de una Alemania unida, antifascista, pacífica y democrática. Vieron en la Alemania occidental no solamente una barrera contra el progreso social sino también un instrumento para la realización de la política del que entonces era ministro de Relaciones 8 Exteriores de los EE. U U „ Dulles, denominada por él política del roll back, es decir, de la marcha atrás del socialismo en Europe. Y si el señor Kiesinger, en su discurso ante el parlamento, dijo que en Alemania occidental siguen manteniéndose derechos y leyes del siglo pasado y que estas leyes impidieron un desarrollo progresista, con ello no hace más que confirmar lo muy atrás que ha quedado Alemania occidental a consecuencia de su ligazón con el imperialismo estadounidense y con el militarismo germanooccidental. Ello se pone de manifestó especialmente en el anticuada sistema de enseñanza germanooccidental. Exactamente dicho, el señor Kiesinger en su discurso no se ha referido en absoluto a la situación de la nación. No ha expuesto una sola proposición sobre cómo superar en Alemania occidental el pasado nazi y militarista y sobre cómo impedir la presente renazificación. Al contrario, él ha desarrollado un programa para la consolidación y extensión en Alemania occidental de las posiciones de poder del capital financiero y de otras fuerzas reaccionarias para que ello pueda ser hecho esta vez un poco más hábilmente que en 1933. Alemania occidental, Estado de la reacción Las manifestaciones del canciller federal germanooccidental han confirmado una vez más que el capital monopolista germanooccidental ya no está en condiciones de superar sus crecientes contradicciones internas sin oponer el poder estatal a los intereses del pueblo. Con la ayuda de la intervención masiva del poder estatal el capital monopolista germanooccidental quiere solucionar, por una parte, las contradicciones internas y, por la otra, crear en la República Federal germanooccidental las condiciones internas que considere necesarias para poder emprender la modificación del statu quo en Europa. 9 La crisis económica de 1966/67 ha agudizado las contradicciones internas en Alemania occidental y ha acelerado ese proceso. El señor Kiesinger y su gobierno se ven en la necesidad de tener que docilitar a la población germanooccidental para que aguante con paciencia las crecientes cargas consecuencia de esa política reaccionaria. Pero como los mismos dueños del capital monopolista germanooccidental no creen que la CDU/CSU (coalición Unión Demócrata Cristiana/Unión Social Cristiana) pueda par sí sola llevar a cabo esa tarea, fueron llamados los socialdemócratas a formar parte en el gobierno. En su declaración gubernamental, Kiesinger no dejo lugar a dudas de que, en interés del capital monopolista, los previstos cambios estructurales en la economía de Alemania occidental deben llevarse a cabo sin intervención de los trabajadores ni de sus sindicatos y a costa de ellos. Desarrolló ideas de principio acerca de la reforma financiera y de la planificación financiera de las cuales se desprendre que todas las cargas deberán recaer sobre las espaldas de los trabajadores. Al mismo tiempo anunció una sensible reducción del derecho de las municipalidades a decidir sobre sus propias finanzas. Esta llamada reforma municipal y financiera, según el señor Kiesinger, deberá ser realizada a todo trance hasta el año 1970. De las declaraciones sobre el problema de los campesinos se vió con especial claridad el carácter de la política del gobierno de Kiesinger orientada contra los trabajadores de la República federal. El señor Kiesinger admitió que en Alemania occidental durante los últimos veinte años, 2 millones de campesinos y trabajadores del campo tuvieron que abandonar la agricultura. Habló sobre la posibilidad de una ayuda financiera de la Federación para los grandes terratenientes, subrayando, por otra parte, que las fincas pequeñas y medianas «deben aumentar sus ingresos por trabajos adicionales» o —si ello no basta— tendrán que abandonar la agricultura, es decir, los campesinos de la República 10 federal germanooccidental se verán enfrentados en los próximos años a una nueva ola de desahucios que vendrán a favorecer las ganancias de los monopolios industriales y bancarios y su política armamentista. Otras decenas de miles de campesinos deben convertirse en semiproletarios o proletarios. Este es el típico camino capitalista que se sigue en la agricultura en Alemania occidental. El señor Kiesinger anuncia, en interés del llamado dominio integrado, la imposición de la legislación de emergencia y, con ello, la ulterior supresión de la democracia. Evidentemente él opina que la manipulación de las gentes por las fábricas de opinión capitalistas tipo consorcio Springer, no basta, y que se hace necesaria la dictadura de emergencia para poder llevar a cabo los planes del capital financiero. Anuncia además que será acelerada la reforma de la Ley electoral, para hacerla más reaccionaria, que ya se está tramitando desde hace algún tiempo y que deberá asegurar el gobierno autoritario de los dirigentes de la CDU/CSU. Es decir, el gobierno Kiesinger es, en cierto sentido, un gobierno transistorio que, con la ayuda de los ministros socialdemócratas, debe imponer todas aquellas medidas antipopulares que sirven a la estabilización y fortalecimiento del poder del capital financiero. Y después, una vez cumplida esta tarea, se quiere garantizar el gobierno autoritario de los dirigentes de la CDU, por medio de la llamada reforma electoral. A los dirigentes socialdemócratas se les permitiría asumir una actitud de aparente oposición. Cuán lejos ha llegado ya ese proceso lo señaló Kiesinger con visible satisfacción al afirmar que las grandes controversias en la política germanooccidental casi han desaparecido y que los partidos políticos representados en el Bundestag bonniano, en primer lugar la CDU, la CSU y el Partido Socialdemócrata, habían acercado unos a otros, sus respectivos programas. En efecto, basta con comparar los programas. Así pues, si era necesaria alguna prueba de que ese Estado germano- 11 occidental es el Estado de los monopolios y de la reacción esa prueba ha sido proporcionada por el señor Kiesinger con su declaración. Todo para los monopolios, para los militaristas, para el armamento, para la expansión. Nada para la paz, para la vida pacífica de los trabajadores germanooccidentales, nada para los obreros, nada para los empleados, nada para los campesinos, nada para los artesanos ni para las demás gentes honradas trabajadoras, nada para el bienestar de la familia. Por el contrario, el señor Kiesinger se apresuró a asegurar al partido neonazi que no tiene que temer medida alguna del gobierno contra él. Y ello al mismo tiempo que en Alemania occidental son perseguidos los demócratas sinceros y se organizan campañas contra honrados demócratas y adversarios de la guerra estadounidense en el Vietnam. La juventud contra la política bonniana La juventud, de la cual el señor Kiesinger se vió obligado a decir que no comprende el orden estatal y social en Alemania occidental y que se da cuenta cada vez más del carácter antidemocrático del Estado bonniano, quisiera el canciller atraerla una vez más a la política aventurera del imperialismo germanooccidental. Pero, ¿por qué hoy un importante sector de la juventud germanooccidental se opone al desarrollo que se sigue en la República Federal germanooccidental? Nadie en Alemania occidental ha dicho a esa juventud la verdad sobre las enseñanzas de la historia alemana, por eso hay ahora diferencia entre la juventud y las esferas gubernamentales de Bonn, y porque la juventud tuvo que orientarse por sí misma y se ha orientado, una gran parte de esa juventud se opone abierta y activamente al rumbo reaccionario que sigue Bonn. Sí, por cierto, la juventud quiere que se acabe con el pasado 12 reaccionario y también con el reaccionario presente en Alemania occidental. Nosotros, en la República Democrática Alemana, ya en 1945 empezamos a decirle a la juventud toda la verdad. Le hemos dado todas las posibilidades para su desarrollo, y hemos puesto en ella toda nuestra confianza. ¡Esto era lo más importante, confiar en los jóvenes! No les hemos preguntado: ¿Qué ¡deas teníais antes? ¿Qué os enseñaron vuestros maestros? Sino que les hemos d i c h o : ¡Vamos a empezar de nuevo! ¡Vamos a aprender las lecciones de la historia! Confiamos en que os pondréis diligentemente a la obra y, colaborareis en la nueva Alemania. Por eso hoy podemos confiar firmemente en que nuestra juventud avanzará con éxito por el camino que hemos trazado. La advertencia de Kiesinger de que en el futuro se aplicarán en la instrucción y perfeccionamiento de los altos funcionarios métodos semejantes a los que se practican actualmente «en la Academia de mandos de la Bundeswehr», pone al descubierto la militarización de la vida en Alemania occidental. Kiesinger habló incluso de la reorganización de la plana dirigente del gobierno federal según los métodos del mando de la Bundeswehr. Es decir el gobierno autoritario del señor Adenauer debe ser perfeccionado en el espíritu de los métodos de mando de los generales de Hitler. El gobierno de coalición bonniano no puede pensar en serio que ese programa reaccionario desarrollado por Kiesinger, que esas anunciadas medidas de militarización y de impulso a la renazificación puedan servir para el acercamiento de los dos Estados alemanes. ¿O tal vez el señor Kiesinger cree que esa política puede despertar las simpatías de la población de la República Democrática Alemana por las postrimerías del capitalismo germanooccidental? El señor Kiesinger no ha extraído ninguna enseñanza del pasado ni quiere extraer enseñanza alguna. El marcha por el trillado camino del 13 imperialismo alemán. Sólo que trata de no aplicar métodos tan brutales como Hitler y otros. Pero todo lo que ha pregonado el señor Kiesinger va en servicio de la política de dominio del capital armamentista y da de bofetadas al acercamiento y al entendimiento de los dos Estados alemanes. El acuerdo de no proliferación de armas nucleares, piedra de toque La primera de las preguntas que debe contestar el señor Kiesinger y que todo ciudadano de la República Democrática Alemana plantea, es la siguiente: ¿Cuál es la actitud del gobierno de Bonn frente al acuerdo de no proliferación de armas atómicas, a la creación de una zona desnuclearizada en la Europa central y al desarme? Es decir. ¿Cuál es la actitud del gobierno Kiesinger frente a la causa de la paz y de la seguridad? ¿Qué respuesta da el señor Kiesinger a esas preguntas? Como respuesta, el canciller federal ha fundamentado el memorándum presentado por su gobierno a la Conferencia de los 18 Estados en Ginebra, con el cual Bonn trata de torpedear, tanto el proyecto de acuerdo sobre la no proliferación de armas nucleares presentado por la Unión Soviética como también el presentado por los Estados Unidos. Conceptuamos que los intereses vitales de todos los alemanes exigen con suma urgencia la conclusión de un acuerdo internacional de no proliferación de armas nucleares. Precisamente esa aspiración nacional es groseramente menospreciada por el gobierno de la República Federal. Ya desde siempre viene haciendo todo lo posible por impedir la realización del acuerdo de no proliferación. El hecho de que el gobierno bonniano presentara ese memorándum sólo siete días antes del previsto término de las discusiones en Ginebra, 14 es ya prueba de que se tenía la intención de hacer aplazar toda la cuestión hasta el día del Juicio. Además, en los últimos días, influyentes políticos bonnianos intensifican sus ataques contra el proyecto de acuerdo presentado, para cuya adopción se ofrece ahora una oportunidad única. El azuzador del gobierno bonniano, el señor Strauss, declaró recientemente que en cuanto al acuerdo de no proliferación, se trata del problema fundamental del poder y del armamento atómico. También el señor Hallstein, el exponente de la expansionista Política Europa de Bonn y, como el señor Strauss, enérgico defensor de la fuerza armada atómica europea, intriga contra el acuerdo porque prohibe al imperialismo germanooccidental el acceso a las armas nucleares por la vía de esa fuerza armada atómica. RDA aboga por la firma inmediata del acuerdo La República Democrática Alemana, primer Estado obrero y campesino socialista en la historia de Alemania, considera su más alto deber internacional y a la vez misión nacional no permitir que otra vez surja una guerra del suelo alemán. En ello ocupa ahora un lugar destacado la lucha por la firma del acuerdo sobre la no proliferación de las armas nucleares. Dedicaremos todas nuestras fuerzas, en el sentido de la sesión en Sofía de la Comisión Política Consultiva de los Estados signatarios del Tratado de Varsovia, especialmente en el sentido de la declaración dada acerca de este problema por seis Estados socialistas, a lograr que el acuerdo sobre la no proliferación de las armas nucleares se realice lo más pronto posible. En la declaración del señor Kiesinger se manifestó aún más brutalmente la política de su gobierno adversa a la paz en la manera de tratar 15 la cuestión de la guerra de agresión de los EE. UU. contra Vietnam. Probablemente muchos ciudadanos germanooccidentales esperaban que su propio horror a la bárbara agresión del gobierno Johnson contra el pueblo de Vietnam fuese expresado por el canciller federal de su país. Sean socialistas o no socialistas, sean cristianos o ateos, la gran mayoría de los germanooccidentales están de acuerdo que hay que condenar a los agresores norteamericanos que proceden con bombas, gases tóxicos y napalm, contra un pueblo amante de la paz y de la libertad. Sin embargo, el gobierno de Bonn no ha expresado el más elemental gesto humano. Ni siquiera la exigencia de los pueblos de que se ponga fin a los bombardeos norteamericanos contra la República Democrática de Vietnam ha sido apoyada por el señor Kiesinger y su gobierno. Bonn apoya a los agresores EE. UU. En esencia, las palabras del señor Kiesinger, como portavoz del gobierno de Bonn, fueron un reconocimiento de ese gobierno, bajo los aplausos de una parte del Bundestag, a los vandálicos asesinos incendiarios estadounidenses en Vietnam. Ante los cuadros e informes que nos llegan de Vietnam, a cuya impresión es difícil sobreponerse, me pregunto cómo es posible que el señor Kiesinger pida a la población de Alemania occidental comprensión para la, citó textualmente, «inevitable dureza contra la población civil» de Vietnam. Es muy de lamentar que los ministros socialdemócratas en el gobierno de Bonn apoyen esta vergonzosa política. En todo caso no se sabe que haya habido un solo ministro socialdemócrata que se haya levantado a protestar contra las inauditas declaraciones del señor Kiesinger. Cabe pensar que el canciller federal germanooccidental acordó con anticipación su inhumana declaración con los ministros socialdemócratas. 16 Esta inhumana actitud del gobierno Kiesinger respecto a la agresión norteamericana en Vietnam refleja la propia política expansionista del imperialismo germanooccidental. Al fin y al cabo el gobierno bonniano participó ya en la preparación del ataque imperialista a los países árabes, y más tarde lo ha enaltecido. Sabemos que la población de Alemania occidental en su mayoría está indignada por las atrocidades de los agresores estadounidenses en Vietnam. Pero el gobierno del señor Kiesinger, en oposición a la mayoría de los germanooccidentales, se declara solidario con los agresores y asesinos incendiarios. El señor Kiesinger, con un cinismo casi insuperable, tanto para su política interior reaccionaria como para la política imperialista de la estrategia global de los EE. UU., recurre a la representación exclusiva pretendida por el gobierno de Bonn junto con la Doctrina Hallstein y demás accesorios. El gobierno del señor Kiesinger opina que esta política tendría que ser también la política de una futura Alemania, de una Alemania unida. Todo ciudadano de Alemania occidental, capaz de discernir, comprende que ningún ciudadano de la República Democrática Alemana dará alguna vez su consentimiento a esta política bonniana. Está claro que las cosas no pueden proseguir así. Hay dos Estados alemanes. Un Estado alemán que por su origen y su constitución es un Estado alemán de paz, éste es la República Democrática Alemana. Y hay otro Estado alemán al cual representa el señor Kiesinger. Este Estado germanooccidental continúa las tradiciones y la política del imperialismo alemán. 17 Extensión de la política revanchista germanooccidental Si el señor Kiesinger de verdad hubiera querido tratar seriamente sobre el problema de la nación debería haberse situado sobre el suelo de las realidades. Habría tenido que reflexionar sobre estas realidades y habría tenido que explicar cómo los dos Estados alemanes, con diferentes regímenes sociales pueden llegar a tener relaciones normales entre ellos. Lamentablemente el canciller federal germanooccidental no lo ha hecho. Todo lo que puede profundizar la división, ha sido aún más indurado y confirmado por él. No ha apartado del camino ni un solo obstáculo. El ha llegado hasta a afirmar que considera a la OTAN, los vergonzosos Tratados de París y la contrarrevolucionaria estrategia global de los EE. UU. por encima de los intereses de la nación. El señor Kiesinger se esfuerza especialmente por extender aún más las posiciones de la política revanchista. Con palabras que coincidían con el tristemente célebre lema nazi del pueblo sin espacio, demostró que su gobierno sigue, ahora como antes, empeñado en el irreal objetivo de imponer las fronteras de 1937. En relación con esto se niega expresamente a aceptar el statu quo de Europa. Lo designa situación insoportable. No dejó lugar a dudar de que su política está orientada a acabar con el actual statu quo lo que como consecuencia pone en peligro la paz europea. El señor Kiesinger se negó expresamente a a b a n d o n a r la estéril y revanchista pretensión a la representación exclusiva del gobierno bonniano frente a la República Democrática Alemana, lo cual es una declaración potencial de guerra a la RDA. Nuevamente rehuso en nombre de la coalición bonniana, la normalización de las relaciones entre los dos Estados alemanes sobre la base de la igualdad de derechos. Ya es hora de que también el gobierno de Bonn comprenda que la premisa para cualquier normalización de la situación entre los dos Esta- 18 dos alemanes es el establecimiento de relaciones normales, legitimadas contractualmente, entre sus gobiernos. La mayoría de los ciudadanos de la República Federal germanooccidental ya lo ha comprendido. ¿Es que el señor Kiesinger y sus ministros quieren ser a toda costa los últimos en Alemania occidental en tener en cuenta esta sencilla verdad? Bonn no tiene nada que hacer en Berlín oeste El señor Kiesinger dió a entender inequívocamente que el gobierno bonniano insiste en su irracional empeño de anexionarse Berlín oeste. A este respecto debo declarar nuevamente que Berlín oeste nunca formó parte de la República Federal germanooccidental y nunca será una parte de ella. Berlín oeste es una unidad política especial. Ya es hora que el gobierno bonniano renuncie a su política aventurista respecto a Berlín oeste. Por lo demás sería una desgracia para la población de Berlín oeste que se lograra imponer a Berlín oeste las leyes de emergencia germanooccidentales y otras leyes reaccionarias, con lo que se agudizaría aún más la situación. Ningún ministro germanooccidental está autorizado para ejercer funciones en Berlín oeste. Esto es aplicable también a los funcionarios estatales y a todas las instituciones germanooccidentales. Ni el gobierno de la República Federal germanooccidental ni los oficiales de la Bundeswehr germanooccidental tienen cosa que hacer en Berlín oeste. Ya que el señor Kiesinger, en la cuestión de la renuncia a la violencia en las relaciones entre los dos Estados alemanes, aparenta que quiere acercarse a nosotros, quiero preguntarle: ¿Cómo puede haber una renuncia a la violencia sincera y obligatoria entre los dos Estados alemanes, si el gobierno de la República Federal germanooccidental no reconoce a la otra parte, o sea, a la República Democrática Alemana, y 19 si incluso pone en tela de juicio su existencia en el sentido del derecho internacional? Compromiso de renuncia a la violencia en vez de palabreo Hoy Bonn se ve obligado a quitarse la careta. Nosotros, los representantes de la República Democrática Alemana hemos declarado cuál es nuestra posición, también en esta cuestión, clara e inequívocamente. Estamos por un acuerdo contractual de renuncia a la violencia, que corresponda a los intereses del pueblo de la República Democrática Alemana y a los del pueblo de Alemania occidental. Hemos sometido al gobierno de Bonn muchas proposiciones muy concretas al respecto. Pero hasta hoy no hemos recibido respuesta clara y en debida forma. El gobierno del señor Kiesinger tampoco ha dado respuesta a las concretas proposiciones formuladas por el gobierno de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. En relación con esto me permito decirle al señor Kiesinger: La renuncia a la violencia es una cosa muy seria y demasiado importante para permitir que se palabree sobre ella sin responsabilidad y se trate con ello de engañar al pueblo y a la opinión pública europea sobre las verdaderas intenciones. Al fin y al cabo se trata de la paz o la guerra, del futuro de la nación alemana. Con asombro hemos sabido además que al señor Kiesinger se le ha despertado de pronto un gran interés por la prosperidad de la República Democrática Alemana, y el alto aprecio que concede a nuestros éxitos económicos y otros. Sin embargo, nuestros éxitos serían aún mucho más grandes, y el señor Kiesinger lo sabe, si el gobierno bonniano no nos hubiera robado sistemáticamente y si no nos hubiera causado perjuicios por decenas de miles de millones de marcos. El señor Kiesinger y todos los gobiernos bonnianos habidos hasta ahora, han 20 hecho todo lo que han podido por ocasionar daños a la República Democrático Alemana y a sus ciudadanos y por discriminarlos en toda ocasión. La escala de la «preocupación» bonniana va desde actos de sabotaje, hasta el robo de medallas de oro a nuestros deportistas en la olimpiada de invierno. Si el gobierno de Bonn cambiara en ese sentido, ello tendría que expresarse primero en el pago por Bonn de sus deudas a la República Democrática Alemana. Esto sería sin duda alguna ya un progreso que no dejaríamos de tener en cuenta. Después del infructuoso discurso del señor Kiesinger, y en el cual no dió solución alguna, queda pendiente la siguiente cuestión: ¿Como han de seguir las cosas entre ambos Estados alemanes? El camino de Kiesinger conduce al pueblo germanooccidental a la ruina, y nosotros debemos cuidarnos de esto. Para nosotros la cosa está muy clara: Proseguiremos consecuentes por nuestro buen camino y culminaremos la edificación de la sociedad socialista en la República Democrática Alemana, que es una labor para bien del pueblo, de nuestra República Democrática Alemana y de toda la nación. Y en lo que se refiere al futuro de la nación, aspiramos a la unificación de los dos Estados alemanes sobre la base de la democracia y el socialismo. Estaremos más cerca de esa meta cuando en Alemania occidental el pueblo pueda determinar por sí mismo su destino. Relaciones normales, el único camino Al pensaren las tareas futuras no olvidamos, sin embargo, la necesidad de normalizar desde hoy las relaciones entre los dos Estados alemanes. Para ello se requiere sobre todo realismo y sentido común. Pero esto es precisamente lo que falta en Bonn. Es un hecho que existen dos Estados alemanes. Y sin el reconocimiento recíproco y la completa igualdad de 21 derechos el foso seguirá ahondándose. Así pues, hay que terminar definitivamente con la doctrina Hallstein y con todo aquello cuya finalidad sea discriminar a la República Democrática Alemana y sus ciudadanos. Desde hace varios meses se encuentra en las manos del gobierno bonniano el proyecto de un acuerdo «sobre el establecimiento y cultivo de relaciones normales entre la República Democrática Alemana y la República Federal de Alemania». Ese proyecto fue remitido por el presidente del Consejo de Ministros de la República Democrática Alemana, camarada Willi Stoph, al canciller federal señor Kiesinger. El gobierno de Bonn ha rechazado ese proyecto. Para refrescar la memoria quisiera citar algunos puntos de ese proyecto que se refieren a propuestas muy útiles y necesarias. En el artículo 1 proponíamos: «La República Democrática Alemana y la República Federal de Alemania establecen relaciones normales.» En el artículo 2 se dice entre otras cosas: «Los gobiernos de los dos Estados alemanes concertan un acuerdo de renuncia a la violencia.» ¿No está claro que ello ayudaría a la convivencia pacífica entre los dos Estados alemanes? Ya desde mañana delegaciones gubernamentales autorizadas de ambos Estados alemanes podrían iniciar las negociaciones para ese acuerdo sobre la base de la igualdad de derechos. Ello significaría, no solamente hablar sobre la situación de la nación sino hacer algo por la normalización de las relaciones entre los dos Estados alemanes y consiguientemente por el mejoramiento de la situación de la nación y, al mismo tiempo, por la paz en Europa. Naturalmente, Bonn no puede seguir exigiendo, como lo ha hecho hasta ahora, como condición previa, que nosotros neguemos nuestra existencia en tanto que país socialista y aceptemos la representación exclusiva que pretende el gobierno bonniano. Una vez que se establezcan relaciones normales contractuales entre 22 los dos Estados alemanes, que por su misma naturaleza tienen que ser relaciones según el derecho internacional, y al mismo se asegure por contrato la renuncia al empleo de la violencia en las relaciones recíprocos, podríamos hablar sobre otras cuestiones concernientes a las relaciones entre los dos Estados alemanes, y podrían también encontrarse más fácilmente las correspondientes soluciones. Este es único camino acertado, este es un buen camino. Los ciudadanos de la República Democrática Alemana avanzan consecuentemente por el camino de la paz y del socialismo, que es el que señala el proyecto de nuestra nueva Constitución socialista. Este es también el camino futuro de toda la nación alemana. El debate libre, dinámico y creador en torno al proyecto de la nueva Constitución socialista, muestra que los ciudadanos de la República Democrática Alemana han asimilado las enseñanzas de la historia alemana y marchan hombro con hombro activamente y unidos por el camino de una verdadera nueva Alemania, una Alemania de paz y de socialismo. Editorial Z e i t im Bild, R D A - 801 Dresden, Fritz-Heckert-Platz 10 Traducido por Intertext, R D A - 1 0 8 Berlin I m p r e n t a : Grafischer Grossbetrieb Völkerfreundschaft Dresden Printed in the G e r m a n Democratic Republic 8230 - 5