ABSTRACT REPRESENTACIÓN DEL SUJETO FEMENINO EN TRES NOVELAS LATINOAMERICANAS DE FINALES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL SIGLO XX: MARÍA, DOÑA BÁRBARA E IFIGENIA. DIARIO DE UNA SEÑORITA QUE ESCRIBIÓ PORQUE SE FASTIDIABA de Amanda Nichole Schommer The Latin American novels María (Jorge Isaacs, 1867), Doña Bárbara (Romulo Gallegos, 1929), e Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba (Teresa de la Parra, 1924) are centered on female protagonists. María and Doña Bárbara are written by male authors and offer an interpretation of the woman from the masculine point of view, including a description of mannerisms, dress and social and sexual representation. Applying, to these two novels, Judith Fetterley’s theory of “immasculation” demonstrates how male authors construct feminine models that mirror the image already established by the patriarchal system. However, according to the opposing theory of “emasculation”, the female image described from a feminine perspective offered by Teresa de la Parra in Ifigenia, negates the masculine version in order to show an intelligent and reflective female character that subverts the stereotype. REPRESENTACIÓN DEL SUJETO FEMENINO EN TRES NOVELAS LATINOAMERICANAS DE FINALES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL SIGLO XX: MARÍA, DOÑA BÁRBARA E IFIGENIA. DIARIO DE UNA SEÑORITA QUE ESCRIBIÓ PORQUE SE FASTIDIABA Una tesis Submitted to the Faculty of Miami University in partial fulfillment of requirements for the degree of Master of Arts Department of Spanish and Portuguese by Amanda Nichole Schommer Miami University Oxford, Ohio 2011 Advisor: ___________________________________ Professor María Auxiliadora Álvarez Ph.D. Reader: ____________________________________ Professor Darcy Donahue Ph.D. Reader: ____________________________________ Professor Raúl Ianes Ph.D. ÍNDICE Título…………………..….……………………………..………………………………....………i Índice……………………………………………………..……………………………………….ii Introducción...........................................…………………………………,…...…………..……....1 Capítulo 1: María: “El ángel del hogar” y su reclusión doméstica………………………......……5 Capítulo 2: Doña Bárbara: El Othering de una mujer independiente............................................17 Capítulo 3: Ifigenia: realidad de la lucha contra el sistema patriarcal...........................................32 Conclusión…………………………………………………………………………………….…45 Obras Citadas………………………………………………………………………………….....49 ii Introducción El propósito de este trabajo es investigar el proceso de immasculation de las mujeres (por los hombres) según la teoría de Judith Fetterley, en dos novelas latinoamericanas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX: María, (Jorge Isaacs, 1867), y Doña Bárbara, (Rómulo Gallegos, 1929), en comparación con el proceso opuesto de emasculation en Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba (Teresa de la Parra, 1924). Estas tres novelas contienen cuatro protagonistas femeninas que juegan papeles centrales en el desarrollo a la trama. María y Doña Bárbara son novelas escritas por hombres y ofrecen una visión de la mujer desde la perspectiva masculina: sus comportamientos, sus vestidos, su sexualidad y su percepción de la sociedad. Los autores construyen a la mujer artificialmente, colocándola repetidas veces en la imagen establecida por un sistema patriarcal, creado específicamente para beneficiar a los hombres, y no a las mujeres. Según el principio de immasculation, de Judith Fetterley, las mujeres lectoras de novelas estructuradas como María y Doña Bárbara, encuentran tantas veces este estereotipo “ideal” de mujer, que terminan por asumir esos roles. Por ejemplo, la protagonista de María se comporta como la mujer ideal, mientras que la otra protagonista de Doña Bárbara actúa como el contraejemplo, pero su hija eventualmente aprende a convertirse en la mujer perfecta. Por otro lado, la protagonista de Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba (escrita por una mujer), intenta romper estos modelos, ofreciendo a la protagonista una voz femenina más fidedigna. Siguiendo la lógica de Johnathan Culler en su libro On Deconstruction, si el significado de la literatura o el texto depende del lector, ¿cuál sería el contraste si el lector es una mujer en vez de un hombre? ¿Cambiaría el sentido del texto o del mensaje del autor? (42) Estas preguntas han tomado mucho tiempo en llegar a estudios de la recepción como los de Judith Fetterley y Johnathan Culler. Patrocinio Schweickart opina que todas las teorías de recepción son utópicas y tienen que tomar en cuenta la realidad histórica. Es decir, que sí hay diferencias entre clases, que sí existe desigualdad entre razas y sí prevalecen luchas entre los géneros. No se puede ignorar la realidad en que vivimos, que agradece a Johnathan Culler el ser uno de los teóricos en llamar la atención sobre este argumento. ¿Qué significa la relación entre el feminismo y la teoría de la 1 recepción (21)? Según Patrocinio Schweickart, es necesario hacer estudios feministas de los textos femeninos en los cuales el género juega el papel central como un enfoque de la lucha política. Además, con este “casamiento” se articulan las diferencias entre los hombres y las mujeres, enfocándose en la manera en que las mujeres han sido asimiladas dentro del papel genérico masculino, y se exploran las maneras en que podemos corregir este error. Patrocinio Schweickart sostiene que este nuevo tipo de estudio va a identificar los actos de leer y escribir como áreas importantes de este conflicto político y como componente relevante para poder reinterpretar el mundo y poder cambiarlo (36). Estas novelas tienen en común varias características de representación de la mujer. El término “ángel del hogar” viene de la moralidad victoriana basada en la marginalización y el encierro de la mujer en el domicilio, imponiéndole sus quehaceres en la habitación (Masiello 534). En María, la protagonista asume completamente el prototipo del “ángel del hogar”; en Doña Bárbara, Marisela es la “estudiante” y doña Bárbara es la antítesis de la expectativa social; en Ifigenia, María Eugenia lucha entre el papel esperado y sus propios deseos. Las mujeres también son huérfanas, literalmente huérfanas por muertes, o abandonadas por sus padres. La madre de María murió y la familia de Efraín se encarga de ella, no sabemos mucho de la niñez de doña Bárbara, sólo que creció a bordo de un barco sin padres y luego abandonó a su propia hija María Eugenia, quien se fue a vivir con sus tíos después de la muerte de su padre. En María la protagonista es huérfana y sólo vive de la bondad de una familia amistosa. Ella también sufre de una enfermedad cuyos síntomas parecen de epilepsia. Ella permanece callada y sumisa dentro de la casa, un modelo ejemplar del “ángel de hogar”. Cuando se va su novio ella muere literalmente de amor y soledad. Doña Bárbara presenta las dos imágenes opuestas de la mujer en los dos personajes de doña Bárbara y su hija ilegítima Marisela. Doña Bárbara representa el lado negativo de la mujer “poderosa y abusiva” que tiene que enfrentarse con el hombre “civilizado y justo”. Por otro lado, Marisela, virtualmente huérfana, existe abandonada y salvaje. Gracias a Santos Luzardo, quien la salva, y por medio de la educación, ella se transforma en una mujer civilizada (y domesticada). La mujer que cabe dentro de las reglas de la sociedad gana, y la mujer que sale fuera de los códigos es rechazada. 2 Las primeras dos novelas discutidas están escritas por hombres y representan los criterios ideológicos sobre el sujeto femenino a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XIX. Sin embargo, en Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, novela escrita por una mujer, Teresa de la Parra le da a su protagonista una voz feminista y fuerte que llama la atención sobre la opresión del sistema patriarcal. María Eugenia grita al mundo todos sus deseos de hacer lo que ella quiera, cuando quiera, y sin pensar en lo qué diría la sociedad. Pero al fin y al cabo, se le impone a María Eugenia la realidad de su entorno y de su situación. El público, en este caso de mujeres lectoras que leen novelas como María o Doña Bárbara va a encontrar un mensaje bien claro del autor. El mensaje es que su carácter debe ser el de la mujer sumisa, subordinada, el “ángel del hogar” que vive y muere sólo por su hombre (como se puede ver en María). Además, la mujer va a aprender que el poder es peligroso y que no sabe manejar el poder. La mujer que se comporta dentro de las leyes de la sociedad es recompensada (como Marisela) mientras que la mujer que opera fuera de las reglas es castigada (como doña Bárbara). A través de la interpelación literaria, la mujer va a interiorizar su papel dentro de la colectividad y a continuar actuándolo. El canon literario es compuesto de libros escritos por hombres sobre las vidas de los hombres. Esta literatura androcéntrica tiene un efecto dañino para las mujeres que empiezan a identificarse con los hombres, a la vez que se devalúan como mujer. Al observar los programas literarios en las Universidades, Lee Edwards nos da ejemplos de los efectos desfavorables que ocurren cuando la mujer se identifica con el hombre: The first result of my reading was a feeling that the male characters were at the very least more interesting than women to authors that invented them (… ) I quickly learned that power was unfeminine and powerful women were quite literally, monstrous (…) woman of this sort appeared in fiction as threats not just to men but to all society (…) Bitches all, they must be eliminated, reformed, or at the very least, condemned (…) Those rare women who are shown in fiction as both powerful and, in some sense, admirable are such because their power is based, if not on beauty, then at least on sexuality (…) the sexuality of women is always presumed to be uncontainable (…) it is therefore intertwined with the downfall of men. (225-6) 3 Para el lector masculino, este proceso de definición basado en el protagonismo masculino hace de la masculinidad el estándar normal de la humanidad. Sin embargo, este transcurso afecta de manera diferente a la mujer. En vez de sentirse en armonía con el mundo, como los hombres, las mujeres son víctimas de lo que Judith Fetterley llama immasculation. En lugar del efecto contrario o estabilizante de la emasculation, se enseña a la mujer a pensar como hombre, a identificarse con el punto de vista masculino, y a aceptar como normal y justo el sistema patriarcal, cuyo enfoque central pareciera ser la misoginia. Esta orientación misógina, perpetuada a través de la literatura, también construye la interpretación literaria de la lectora (Fetterley 304). Al leer un texto esperamos encontrar, usualmente al nivel subconsciente, una estructura básica en la narrativa que sea inherente a la experiencia humana universal. Como señala Northrop Frye, esta estructura que se puede llamar quest myth o mito de búsqueda, empieza con un protagonista masculino que tiene que superar un obstáculo y al final vive felizmente o muere trágicamente (513). El interés en el proceso de la construcción del texto viene del estructuralismo, que intenta descifrar la estructura de la narrativa y deducir como ésta configuración produce el significado del texto; y el interés en el estudio de los lectores viene por parte de los semióticos, quienes intentan descifrar la interacción del lector con los signos y los significados del texto (Culler 32). Estos mecanismos aplicados al proceso de leer puede agregar un valor al texto no necesariamente intencional por parte del autor. Según Ronald Barthes, “a texts unity lies not in its origin but in its destination” (146). Es decir, que el valor del texto no depende del autor sino de la interpretación del lector. Entonces ¿para quién es el texto? ¿quién es el lector? Según Gerald Prince, existen tres tipos de lectores: los lectores reales, los lectores ideales y los lectores virtuales. Los lectores reales son las personas que realmente leen el texto y a quienes el autor se ha dirigido no; el lector ideal entiende lo que intenta transmitir el autor, probablemente es un intelectual y está estudiando al escritor o el género; y el lector virtual es aquel a quien el autor se dirige cuando escribe el texto (Selden 131). Por lo tanto, según la teoría de la recepción, resulta tan importante observar las intenciones del autor o sus circunstancias ideológicas, como las reacciones y circunstancias del lector. Sin embargo, aunque cada lector viva una experiencia diferente al leer un texto o una novela, el mensaje que quiere expresar el autor puede también afectarlo. 4 Por toda España e Hispanoamérica, el papel de la mujer subordinado al yugo masculino fue propagado por la cristiandad y la promesa del estatus divino. La reclusión a la esfera doméstica y la exclusión subsiguiente de la esfera pública fue mantenida por el sistema patriarcal y programada en la mente de generaciones de mujeres. Por ejemplo, en España, el régimen de Francisco Franco transmitió su propia fórmula para el “ángel del hogar” y aprobó una legislación que recluía a la mujer al espacio doméstico. Según Bridget Aldaraca, las autoridades autoproclamadas durante el siglo XIX en España, además del clero, los médicos, los teólogos y muchos otros, crearon y sostuvieron esta imagen de mujer ideal que fue pasada luego de generación a generación. La obra de Fray Luis de León, La Perfecta Casada (1583), y otras obras científicas como Higiene del matrimonio (1865), de Pedro Felipe Monlau o Bosquejos médicossociales para la mujer (1876), de Ángel F. Pulidos, son obras de génesis del concepto del “ángel del hogar”. De esta pseudo-ciencia y atrasada lógica, sobrevinieron causas y efectos generales: a) las mujeres se mantienen siempre en casa, y entonces son diferentes que los hombres; b) las mujeres son diferentes que los hombres, entonces deben mantenerse en casa. Debido a estas causas y efectos, fue posible deducir una ley conclusiva: “The innate difference between men and women explains/necessitates a society structured upon the sexual exclusivity of space” (Aldacara 26-8). En otras partes del mundo, como la Inglaterra victoriana, se puede ver el The Angel in the House, la serie 1854-63 de Coventry Patmore: became a byword for the paragon of feminine endurance, long-suffering perseverance and patience even in the face of tyranny and abuse…and was pro establishment propaganda enabling patriarchal society to indoctrinate successive generations of women in the belief that their sacrifice of liberty and personal aspirations to domestic encloisterment was somehow compensated by elevation to angelic status (Pérez 34). Este poema convenció a las mujeres de no tratar de encontrar ninguna otra identidad más allá de la de hija, la de esposa o la de madre (Auerbach 69). El sistema anglosajón patriarcal fue inculcado y apoyado por las tradiciones y la moralidad victoriana a favor de la marginalización de la mujer, y en España y América Latina encontró fuentes de fuerzas equivalentes. Durante el siglo XIX en América Latina se hicieron populares las revistas orientadas hacia la familia. Habían publicaciones como Ángel del Hogar, La Familia, y La Defensa de la Familia (Pérez 35). 5 Francine Masiello sugiere en el capítulo titulado Angels in the Argentine House que el discurso de género inició la estructura de una nación: By enforcing woman’s duties to the home and by emphasizing her empathic qualities, leading intellectuals molded an image of the Argentine spouse and mother to suit their projects of state. In this respect, women were often thought to be training future citizens of the nation. This kind of mythology circulated actively among Argentine thinkers in the years of the dictatorship and after, offering a legend of domesticity needed for the containment of the family while also appropriating feminine virtues in the service of public debate. (53-4) Por consiguiente, tras la literatura política de las revistas, los médicos y la Iglesia, las mujeres (que son susceptibles a esta literatura específica) de Inglaterra, España y América Latina fueran adoctrinadas para ser las subordinadas del reinado masculino y acatar su supuesta superioridad. La división de los géneros es una construcción cultural que las mujeres de esa época no disputaron. Sólo en el siglo XX vinieron a cuestionarse y erosionarse los papeles de las mujeres y de los hombres dentro de la sociedad. 6 Capítulo 1: María: “el ángel del hogar” y su reclusión doméstica A fines del siglo XIX, Colombia fue casi el único país en América Latina librando todavía batallas civiles entre los sectores dirigentes de liberales y conservadores. Las novelas fundacionales de esta época se enfocaron en los futuros ideales de los países que luchaban por su desarrollo después de las guerras civiles o de las guerras revolucionarias. En novelas de fundación como Amalia, Enriquillo, y Aves sin nido, entre otras, los personajes se ven obligados a superar obstáculos sociales y políticos. No es así en María, la novela de Jorge Isaacs1. María representa el romance nacional de Colombia, pero sería insuficiente como novela de fundación sin ningún conflicto político o social ni odio racial. Según Doris Sommer, Jorge Isaacs ha querido demostrar, sin embargo, que es posible mezclar socialmente la raza blanca con los esclavos (recientemente liberados) a la vez que poner por menos a la raza judía (202), puesto que la novela solamente expresa un sentido de pérdida personal, no nacional (172-5). El personaje de María es el ejemplo ideal del “ángel del hogar”. Ella misma desea mantenerse recluida completamente en el espacio doméstico. Las únicas veces que ella sale de la hacienda del Valle del Cauca es para asistir a la boda de Braulio o al final de la novela cuando la familia viaja para la casa de Cali donde María muere mientras espera el regreso de Efraín. Efraín se marcha varias veces de la hacienda para estudiar en otras partes del país, va muchas veces a cazar u ocuparse de la empresa de la familia, mientras que María permanece en casa para coser, rezar y cortar flores. Como ejemplo, Efraín y su padre salen por varios días para visitar las fincas de la familia y María y Emma los esperan al llegar: “Algunas cuadras antes de llegar a la puerta del patio, a nuestra izquierda y sobre una de las grandes piedras desde donde se domina mejor el valle, estaba ella (María) de pie, y Emma la animaba para que bajase (179)”. Esta escena no sólo 1 Jorge Ricardo Isaacs nació en Cali, Colombia el 1 de abril en 1837. Era hijo de Jorge Enrique Isaacs, un judío inglés de Jamaica, y una madre criolla, Manuela Ferrer Scarpetta. Sus finanzas sufrieron por las deudas de juego, pero pudo comprar la hacienda El Paraíso, el escenario donde nació su hijo literario: la novela, María. Jorge Isaacs se fue a estudiar en Cali y Bogotá. Quiso estudiar medicina pero nunca terminó el bachillerato. Escribió su novela María mientras trabajaba en la ribera del Dagua. Regresó a Cali y la publicó en 1867. Falleció en Ibagué en 1895 (McGrady 33). 7 muestra la impaciencia de las mujeres jóvenes cuando esperan al regreso de los hombres, sino también las ingenuas tendencias de su conducta. Otra característica del “ángel de hogar” que se amolda bien a María, es que ella cree totalmente en la superioridad intelectual del hombre. Existen ejemplos numerosos en la novela donde ella se refiere a sí misma como simplemente “una mujer”, y a veces pregunta a Efraín por alguna respuesta que no sabe, o meramente expone que no sabía de esas cosas. Por ejemplo, en el capítulo XX, María le pide a Efraín que él le diga a ella cuando ella haga o diga algo que lo enfada. Pero cuando Efraín solicita lo mismo de ella, María le explica: “No, porque yo no puedo aconsejarte a ti, ni saber siempre si lo que pienso es lo mejor; además, tú sabes lo que voy a decirte, antes que te lo diga” (110). En otro momento, cuando los padres de Efraín le preguntaron si ella quería ser la esposa de Efraín, María responde: “Si él lo quiere así…”(213). María dice: “Yo soy una muchacha capaz, como cualquiera otra, de no ver las cosas serias como deben verse” (189). La única vez que María pregunta por los asuntos que no son de la casa, los hombres rápidamente le recuerdan a ella su lugar. Ella finge sentirse feliz cuando Efraín le da la noticia de que él va a partir. Cuando Efraín y su padre regresan de los negocios en las fincas, María les pregunta por sus trabajos. Efraín pone a María rápidamente en su lugar doméstico cuando le dice a ella que ellos se dedican a asuntos importantes. Esto es un recordatorio para María que los asuntos económicos pertenecen al dominio masculino y ella ha de sentarse, coser y enfocarse en cosas sin importancia. Por ejemplo María pregunta: “- ¿Por qué se han demorado tanto? -Por dejar concluidos algunos negocios que no podían arreglarse desde aquí. ¿Qué has hecho en estos días? -Desear que pasaran -¿Nada mas? -Coser y pensar mucho. -¿En qué? -En muchas cosas que no se piensan y no se dicen”. (180) La religión cristiana es una manera en que se fomenta la creación de la imagen del “ángel del hogar”. La efigie de la Madre Santa, perfecta y sin imperfecciones obliga la génesis del arquetipo femenino del “ángel del hogar”. María viene de una familia judía-jamaiquina. Su padre judío, Salomón, pone a María en la casa cristiana de su hermano después de la muerte de su 8 madre judía-jamaiquina. Salomón quiere que María viva y crezca en una casa con una madre cristiana porque “las cristianas son dulces y buenas” y las esposas son santas madres. La esposa de Salomón le había recomendado que así lo hiciera: “cuando llegues a la primera costa donde se halle un sacerdote católico, hazla bautizar y que le cambien el nombre de Ester por el de María” (66). Este cambio, negando su herencia judía-jamaiquina, significa rechazar físicamente y mentalmente la parte más exótica de sí misma, cambiándose entonces a una religión usada por el hombre para domesticar a la mujer. Después de cambiarse su nombre, ella ya no es Ester, sino que toma el nombre y las características de la Virgen María, que son las que más se aceptan dentro de la sociedad patriarcal (Magnarelli 22). De esta manera, el padre de María, intentó evitar el othering de su hija como una judía y mujer marginada. Ella cambia su nombre porque cambia de religión y este cambio de su nombre la colocó dentro de la sociedad cristiana en vez de al margen. Con una filiación cristiana ella poseería más habilidad para casarse y disfrutar de mejor vida. La tradición cristiana del mito falocéntrico que (por extensión) culpa a Eva por la caída de Adán, justifica la dominación de la mujer (Pérez 40). Esta dominación escondida en la reverencia de la Santa Madre juega parte importante en la construcción de la imagen del “ángel del hogar”. La falta de profundidad del personaje de María también evidencia el funcionamiento del concepto del “ángel del hogar”. Como personaje no tiene ningún defecto humano, María es un personaje superficial sin vicios y sin características inherentes a la humanidad. Ella es el retrato de la perfección y por eso no puede tener defectos morales ni sentimientos impuros (presentes en el resto de los seres humanos). Ella no tiene personalidad propia (McGrady 31). Ella es perfecta y casta. Modesta y pura. María camina descalza por el jardín, cortando flores. Cuando ella se da cuenta de que Efraín la mira, María necesita arrodillarse para cubrirse los pies y usar su pañuelo para cubrir sus hombros. Ejemplos de su personalidad insustancial aparecen en las descripciones de su humildad y de su rubor y de sus ojos. Nunca sabemos nada de sus defectos ni de sus imperfecciones, sólo de sus acciones sumisas en relación a Efraín: “María esperó humildemente su turno, y balbuciendo su despedida, juntó su mejilla sonrosada a la mía, helada por la primera sensación de dolor” (53). Aquí María muestra la característica del “ángel del hogar” en la humildad, y en el siguiente ejemplo se observa su timidez y su relación con la idea de la maternidad. Un “ángel del hogar” se supone que cumple el rol de la madre. Y en una manera paradójica, María es representada 9 como madre y niña a la vez. Con frecuencia se describe a María dentro de la novela con cualidades semejantes a una niña. Por ejemplo, en el capítulo II, ella actúa como una niña en presencia de Efraín (o al menos a sus ojos): “…al sonreír a mi primera expresión afectuosa, como los de un niño cuyo llanto ha acallado una caricia maternal” (56). También durante sus estudios con Efraín “…su comprensión se adelantaba casi siempre con triunfo infantil a mis explicaciones” (77). E igualmente en el capítulo XXIX, cuando ellos hablan: “Y como me quedase mirándola al propio tiempo que me sonreía de su infantil afán…” (162). Descrita también como una niña en los capítulos XXXIII y XXXIV, ella tiene miedo del viento y del caballo. Además, en el capítulo XXXIX ella busca formas en las nubes con el entusiasmo de una niña que quiere jugar. Siendo casi una mujer, María está descrita con cualidades asociadas con tanta pureza, inocencia e inmadurez, que retardan su capacidad para crecer como una mujer adulta normal. Las restricciones de su habilidad para madurar mentalmente ayudan a encerrarla en obligaciones domésticas. A la vez, le exigen tomar también el rol de madre, pues María es la madre sustituta de Juan, el niño menor de la familia. María da toda su atención y cuidado al muchacho. Después de la muerte de Feliciana (Nay), la madre de Juan Ángel, Efraín le ofrece al niño las mujeres de su familia como figuras maternas sucedáneas e incluye a María: “te quedan María, mi madre, Emma…y todas te servirán de madres” (239). María entonces, no sólo tiene que tomar el rol de madre cuando es todavía muy joven (lo que refuerza parte de sus obligaciones como mujer), sino que irónicamente, continúan las referencias constantes a ella como una niña y su comportamiento infantil, fortificando la idea de que ella necesita un hombre para cuidarla. Para el “ángel del hogar” no existe una educación formal. De acuerdo con la religión en la época católica, no se les enseña a las niñas mucho más que tareas domésticas (Correa Ramón 65), imitar a las mujeres buenas y quedarse dentro de las expectativas de la sociedad. La novela empieza cuando Efraín sale de la casa durante su adolescencia en el Cauca para estudiar en Bogotá, mientras que su hermana y María se quedan en casa. María es sometida a la domesticidad. Y por no salir de la casa, sólo sabe del mundo a través de las noticias de Efraín. Ella no tiene una preparación intelectual suficiente y recibe toda su educación por parte de Efraín. Efraín no quiere romper el molde patriarcal y siente la necesidad de mostrar su superioridad intelectual enfrente de su novia y decide ser su tutor. Sólo Efraín tiene la posibilidad de viajar para recibir una educación superior, mientras que María tiene que depender de Efraín 10 como su maestro (Adams 66). Hasta este punto, ellas han aprendido poco. Efraín decide encargarse de la educación de las jóvenes y enseñarles geografía y gramática: “Hablé a María y a mi hermana del deseo que habían manifestado de hacer algunos estudios elementales bajo mi dirección” (76) Sin embargo, lejos de un acto altruista, lo hace más como una oportunidad de flirtear con María que beneficiar el desarrollo intelectual de su hermana. Otra razón, según Amelia Correa Ramón, de la falta de educación de la mujer es la maternidad. Supuestamente el deber biológico de la mujer es tener hijos, ser madre y enfocarse en su responsabilidad reproductiva (65). Todo esto explica la suavidad, la sumisión y la sensibilidad de la mujer, incluso su inferioridad intelectual, semejante a la de los niños. Además, y según el objetivo “divino” de la mujer, la educación formal no es necesaria. Los quehaceres domésticos y la necesidad de criar a los niños, son las tareas que vale la pena dedicarse. Por ejemplo, con respeto a los estudios de sus hermanas Efraín podía comentar naturalmente: “En ocasiones, los quehaceres domésticos llamaban la atención a mis discípulas, y mi hermana tomaba siempre a su cargo ir a desempeñarlos para volver un rato después a reunírsenos” (77). La educación superior de Efraín refuerza la idea del reinado masculino y la sumisión femenina. Como el hombre de la casa y proveedor financiero futuro de la familia, Efraín va a recibir una educación formal mientras que la educación de María y Emma es limitada a los asuntos domésticos. Efraín sale a explorar la esfera pública y María y sus equivalentes femeninas se quedan restringidas dentro de la esfera doméstica. Es decir que las tareas domésticas de la casa son la responsabilidad única de la mujer y la educación informal y casual viene después, reforzando la idea de que el papel primordial y principal de la mujer es el mantenimiento de la casa, incluyendo a los hombres adentro. La falta de una educación formal limita a la mujer a los oficios domésticos, y su debilidad física es una supuesta manifestación de su incompetencia mental. La novela muestra a María no sólo como débil físicamente sino también mentalmente. Desde el inicio de la novela aparecen las manifestaciones de su enfermedad y el impacto que ésta tiene en la familia. Primero, su enfermedad se expresa en el capítulo VIII, cuando María falta a la cena por dolor de cabeza, y progresivamente empeora en el capítulo XI, cuando ella empieza a palidecer y rápidamente tiene que guardarse en cama a causa de un ataque nervioso que luego se desarrollará en el capítulo XIV. “Todo ha pasado. !Pobre niña! Es exactamente el mismo mal que padeció su madre […] que había muerto muy joven atacada de una epilepsia incurable” (80). 11 María es una persona enferma. María hereda su enfermedad del lado maternal de su familia. Sus dolores de cabeza y su epilepsia vienen de su madre, sugiriendo que existe una debilidad femenina dentro de su familia. Su enfermedad es sólo un argumento más por el que ella no tiene la habilidad de salir de la casa, no tiene la capacidad mental para hacerlo, y en consecuencia, tiene una dependencia completa de la familia. La familia, en particular Efraín, siente la ausencia de María: “No estaba María en el comedor, y en vano imaginé que sus ocupaciones la habían hecho demorarse más de lo acostumbrado. Notando mi padre un asiento desocupado, preguntó por ella, y Emma la disculpó diciendo que desde tarde había tenido dolor de cabeza y dormía ya” (68). Ser la mujer “ideal” es la única manera en que María puede conseguir un esposo y salir de la casa de sus parientes. María es una mujer ideal en los sueños de los hombres del período romántico. Ella es gobernada por su sensibilidad, es bella, inocente, sumisa y pura, pero también víctima de un destino predeterminado por sus orígenes como huérfana y enferma. Ella es una mujer que, conforme a la tradición y necesidad de la concepción cristiana de la Virgen, debe ser una esposa y madre ejemplar, glorificada como Madre Santa por su inocencia, honestidad y amor puro, sin contaminación de cualquier erotismo. Como heroína romántica que cumple su destino hasta el final, María muere trágicamente, no por su epilepsia sino por la ausencia del amor de su pareja. Ella interpreta el papel del “ángel del hogar” tan perfecto que no puede vivir sin su futuro esposo y razón de su existencia. Clementina Adams, cuyo análisis de la novela examina el punto de vista de la protagonista y el mensaje social, opina que: “María […] es el prototipo de la mujer decente de la época: bella, sencilla, dulce, hogareña, pura, sumisa y virgen. Una mujer que mira su vida futura al lado de Efraín, hombre que representa todo para ella” (65). Ella es una ilustración del modelo ideal de mujer para el sexo masculino en todos los aspectos. María es un símbolo de la devoción religiosa y la castidad de la mujer buena. La personalidad de María no se muestra profunda, eso parece significar que nos muestra que una mujer no debe sentir ni pensar con inteligencia y significación. María está sola y huérfana, fortaleciendo desde su niñez una dependencia cada vez mayor del sistema patriarcal. Para ella, no es necesario pensar por sí misma, Efraín lo hace por ella y María lo acepta y necesita: “Fue su rostro el que se cubrió de más notable rubor cuando al rodar mi brazo de sus hombros, rozó con su talle; y sus ojos estaban humedecidos aún, al sonreír 12 a mi primera expresión afectuosa, como los de un niño cuyo llanto ha acallado una caricia materna” (55-56). Por otro lado, también vemos la personalidad de Efraín segura y orgullosa de sí mismo y de su propia poesía: “Estaba mudo ante tanta belleza, cuyo recuerdo había creído conservar en la memoria porque algunas de mis estrofas, admiradas por mis condiscípulos, tenían de las pálidas tintas” (54-55). Mientras que María muestra las características de la Virgen, dulce y sumisa, Efraín muestra rasgos de una psique con características más humanas (cuando María no tiene ninguna). Como huérfana, María pasa de las manos de su padre a la familia de Efraín para criarse como buena cristiana. Ella es una huésped en la casa, esto le da razones profundas para complacer a la familia, obedecer las leyes de los padres de la casa y hacerse mujer hogareña. Comportarse bien y casarse con Efraín es su única manera de salir de esta casa ajena y tener una propia. No hay otro hombre que quiera quien casarse con una mujer sin dinero, básicamente sin familia, y enferma. Entonces ella tiene más motivaciones y mayor necesidad de ser la mujer ideal dentro de su circunstancia que las otras mujeres en la familia. Tal vez por esto se le construye a ella como una mujer tan perfecta. Los autores de este tiempo eran conscientes de esto, incluyendo por supuesto, a Jorge Isaacs. Además las mujeres eran conscientes de sus roles porque vivían y heredaban la tradición y valores de sus madres y abuelas (Mora 157). Esto no fue una manera de castigar a nadie, fue el orden natural de la sociedad, Probablemente hombres y mujeres creían por igual en la validez de este sistema basado firmemente en la cultura prevalesciente en ese tiempo. El Romanticismo predominó en Hispanoamérica durante el siglo XIX. El Realismo empezó a tomar su lugar a finales del siglo XIX y comienzo del siglo XX. La novela María, obra cumbre del colombiano Jorge Ricardo Isaacs, fue escrita en 1867 en Bogotá (Adams 65). La obra es una representación de los dos movimientos literarios: el Realismo y el Romanticismo. Como novela romántica, María posee, por ejemplo, la idea del amor como una potencia todopoderosa, pero también posee la melancolía, la imposibilidad de concretar el amor, y la exaltación de la religión católica. La forma narrativa de la novela es predominantemente romántica, pero también es evidente en María, el Realismo como representación de la vida y la realidad social. El costumbrismo (el enfoque en detalles cotidianos), como forma de Realismo, se hizo popular durante el período romántico (McGrady 105-07). 13 El elemento más romántico es la fuerza suprema del amor por toda la novela. Por ejemplo, Efraín se encarga de la educación básica de sus hermanas. Durante la tutoría, María se enamora de Efraín hasta el punto de no poder controlarse cuando él la toca. Emma “debió de observar mi mirada inmóvil sobre el rostro hechicero de su compañera mientras daba ésta una explicación pedida. Había visto ella temblarle la mano a María si yo se la colocaba sobre algún punto buscado inútilmente el mapa” (77). A la vez, el amor tiene tanta fuerza que provoca la manifestación de la enfermedad de María. Según el padre de Efraín: “después de haberte amado desde niña, te ama hoy de tal manera, que emociones intensas, nuevas para ella, son las que según Mayn, han hecho aparecer los síntomas de la enfermedad” (88). Mucha melancolía se percibe durante toda la novela con relación a la enfermedad de María y su tristeza profunda. María y Efraín están tristes porque no tienen permiso de los padres para casarse y Efraín va a viajar a Europa. Mientras que está enferma, María se desmaya cuando oye decir a los padres de Efraín que ella no merece el cariño de su hijo: “María puede arrastrarse y arrastrarnos contigo a una desgracia lamentable de que está amenazada” (88). Al final de la novela, es imposible consumar al amor por la muerte de María. La vida y la muerte de María son los máximos sacrificios por el amor. Puesto que sin la presencia de su amado ella no puede vivir. La exaltación de la religión se presenta también como un elemento romántico a lo largo de toda la novela. María se compara siempre a sí misma con la imagen de la Virgen, y las mujeres pasan mucho tiempo rezando en la capilla. Tránsito frecuentemente llama a María “la Virgen de la Silla”. Efraín dice: “Tránsito acostumbraba a preguntarme así por María desde que advirtió la notable semejanza entre el rostro de su futura madrina y el de una bella Madonna del oratorio de mi madre” (167). Según Donald Mcgrady, la religión es habitual en el contexto, toda la familia es católica y todos rezan el rosario con frecuencia. María y la madre de Efraín son los únicos personajes románticos dentro de la novela y ellas viven sólo para servir a sus novios o maridos y cuidar a los niños. El resto de los personajes viven dentro de la realidad. Los elementos costumbristas del realismo aparecen por toda la novela pero especialmente en los capítulos LVII y LVIII. Estos capítulos contienen descripciones muy detalladas de la vida, el folklore, el vestido y las supersticiones de los negros, mostrando la preocupación social de Jorge Isaacs por la esclavitud (Mcgrady 103-07). Por ejemplo, vemos la letra de una canción, parte de la cultura y vocabulario coloquial del Dagua, que Cortico le canta a Efraín: “Se no junde ya la luna; / Remá, remá. / ¿Qué hará mi negra tan sola? / Llorá, llorá. / Me coge tu noche escura, / San Juan, 14 San Juan. / Escura como mi negra, / Ni má, ni má. / La lú de s’ojo mío / Der má, der má. / Lo relámpago parecen. / Bogá, bogá” (297). Aunque María en apariencia es la principal protagonista, la novela fue escrita en primera persona pero desde el punto de vista del protagonista masculino, Efraín. Efraín se fue de su casa en el Valle del Cauca para estudiar en Bogotá y regresó después de seis años. Se enamoró de la joven, bella y enferma María, su prima e hija adoptiva de la familia, quien nombra la novela. En medio de partidas de caza y viajes a las fincas de sus padres, los dos se enamoran dentro de un paraíso idílico. María y Efraín quedaron deshechos cuando descubrieron que dentro de cuatro meses Efraín tendría que salir hacia Europa para estudiar medicina y terminar su educación. Mientras que sus padres parecían un poco indecisos de permitirles casarse a causa de la situación difícil de María con la epilepsia, dieron consentimiento para una boda dentro de cinco años cuando Efraín regresara de Europa. Luego, y a pesar de los problemas económicos imprevistos de sus padres, Efraín todavía exigió ir a Europa, es decir, el protagonista masculino, poderoso y fuerte, dejó sola a la protagonista femenina, frágil y enferma. Luego de un año, ella murió, murió literalmente sin él. Efraín se apuró en volver a Cali, pero llegó demasiado tarde y María ya había muerto de melancolía. La novela termina con el entierro de María, el largo luto por ella, y el regreso de Efraín a Europa para continuar su vida. La mayoría de la crítica sobre María se enfoca en el papel de naturaleza dentro de la novela, el mundo idealizado del locus amenous, el “ángel del hogar”, y el aspecto autobiográfico de la obra. La novela de Jorge Isaacs en cierto modo refleja su propia vida. Por ejemplo, precisamente como Efraín, Isaacs quiso estudiar medicina, creció también en la hacienda familiar en el Cauca, en un hogar culto, patriarcal y religioso (Vittori 416). Jorge Isaacs usó a Efraín como portavoz para comunicar su “sentir patriarcal” y dejar entrever su idea de la superioridad masculina (Adams 71). Efraín ni siquiera es buen ejemplo del héroe romántico: tiene la cualidad romántica de considerarse superior espiritualmente a su prójimo y tiene una gran capacidad emocional, pero estos son reflejos más de la personalidad de Jorge Isaacs que de su personaje (McGrady 121). Si Efraín es el reflejo de la personalidad y el sistema de creencias de Isaacs, es fácil imaginar que María represente también la imagen ideal de la mujer perfecta a los ojos del autor. Es posible concluir entonces, que si su trabajo cumbre es un reflejo de su propia vida, su novela entera también refleja la conducta esperada en la época, y aunque tal vez influya su perspectiva personal, el estilo llamado Costumbrismo es de índole comunitaria, e incluye la idea 15 del “ángel del hogar”. Isaacs pone en las palabras de Efraín las reglas sociales de la época, y María representa la encarnación de la mujer perfecta. 16 Captítulo 2: Doña Bárbara: El Othering de una mujer independiente Cuando vinieron los conquistadores españoles al nuevo mundo, trajeron con ellos un tipo distinto de pensamiento. Los conquistadores impusieron un sistema cultural europeo sobre el sistema indígena ya establecido. Para tener éxito en el nuevo mundo, establecieron un tipo de jerarquización basada en las doctrinas sociales españolas, incluyendo la religión católica, la conquista de las tierras, la fundación del núcleo de familia y funciones ya determinados para hombres y mujeres (Cuadra 13-15). Al final del siglo XIX y el principio del siguiente, varios países de América Latina pidieron la protección de los Estados Unidos contra Europa, pero aún después de haber soportado más de sesenta intervenciones por parte de Estados Unidos durante un período de cincuenta años, Estados Unidos se declaró una nación soberana. En respuesta a las intervenciones y abusos económicos y raciales nació una nueva forma de ficción basada en lo social. Era un tipo de escritura para la gente vinculada con el partido populista. La élite dirigente resistió el cambio y disfrutó de los beneficios de la industria a pesar del daño y la sangría de los recursos del país. Las élites asumieron el poder y de hecho perdieron su país a manos de los inversores. Entonces el partido populista quiso establecer los derechos y límites de sus propias tierras (Sommers 258-9). A esta situación se le puede aplicar la teoría del Othering, cuyo término es utilizado originalmente por Gayatri Spivak con referencia a la supuesta “perversión” de los nativos no europeos en la época colonial. Según Jorge Barrueto, el objetivo del Othering es poner el otro en una arena política profana, primitiva e inhumana “it constructs the non-European native in specific political and moral dimensions. The modus operandi of Othering is to cast the other as an immoral, depraved, and primitive being. Exposing the wickedness provides proof of the native’s inhumanity and this the basis of native’s exclusion” (181). Esta idea se infiltra en el concepto del género porque la mujer representa “otra” problemática social. La mujer es el Other. En general, el Othering es una práctica política que justifica la subordinación de la mujer: In Latin America, the double bind of gender and race made Othering the foremost tool in the construction of women’s identity…Native women supposedly posed an even greater danger to the social order with the violence, wild sexuality and immoral 17 practices believed to be their characteristics. These old tropes of difference, useful in colonial times, are still functional concepts that underpin political tradition, moral regulation, and artistic practice, including literature…the misogynist Othering of women is widely practiced as do not have, among many things, control of their bodies… (Barrueto 181-2) Los personajes de doña Bárbara y su hija Marisela en la novela, Doña Bárbara caen dentro de esta descripción. Doña Bárbara (de)muestra libertad sexual y poder sobre su propio cuerpo y rechaza el uso convencional de su cuerpo para la procreación. Marisela camina a cualquier hora del día ligera de ropa y comportándose de manera incorrecta. El Othering de doña Bárbara viene de su aprendizaje de la brujería de los indios, y teóricamente su libertad sexual también. Doña Bárbara le da sangre a los rebullones para indicar un asesinato y pasa las noches conversando con su “Socio”, su compañero, el diablo. Todos suponen que ella recibe sus poderes, dinero y fama de los consejos del “Socio”. Según Ivonne Cuadra, esta idea de la mujer fatal con las características diabólicas y negativas de la brujería y a la vez atractiva, poderosa y profesional, se convirtió en legendaria durante la colonia. Ella es la insignia de lo indeseado. “La mujer de carne y hueso desaparece y en su lugar aparece la imagen proveída por la leyenda. Ella es el objeto utilizado para confrontar el ideal de nación y todo aquello que se encuentra fuera, lo ajeno de este concepto (19-25).” Según las normas culturales y sociales impuestas en Latinoamérica por España, los españoles han hecho la relación entre la religión indígena (pagana) y el diablo. Todas las prácticas religiosas de los indígenas se evalúan desde los ojos españoles. Si está presente la brujería entonces tiene que ser gente con quien el Diablo puede relacionarse y todo empieza a orientarse hacia la mujer (Silverblat 120). Lo nativo, en general, representa lo desconocido. La mujer, más específicamente, constituye una amenaza porque ahora no cabe dentro de los esquemas sociales ya implantados y es colocada junto a los demonios. La imagen de la bruja responde a la necesidad de eliminar las desviaciones que puedan ocurrir dentro del nuevo sistema. Esta imagen de la bruja maldita se teje también dentro de la literatura hispanoamericana de la época (Cuadra 16). 18 La literatura mezclada de historia y fantasía, se hace vehículo para recorrer los pensamientos de la época. Hablando de los conquistadores en sí, Horacio Jorge Becco explica que “eran hombres que sonaban más en sus propias fantasías que en idealizaciones extrañas a las cuales se les hacía surgir rectificadas, simplificando todo un vocabulario comprometido, lleno de confusiones, derivadas de interpretaciones falsas o brotadas de una rica fantasía” (17). Dentro de este proceso de pensamiento existe una jerarquía entre Dios, España y los intereses expansionistas. Con esta jerarquía viene la obligación del contraejemplo. Esta mujer bruja afiliada con el diablo no es adecuada para el concepto de la nueva mujer colonial (Cuadra 1517). Estos arquetipos de la mujer maldita y silvestre se hallan en contraste con la idea de la mujer idílica heredada de España, o el “ángel del hogar”. Santos Luzardo intenta transformar a Marisela en un “ángel del hogar” para que ella pueda amoldarse a la “nueva mujer colonial”. Ya viviendo en la casa de Santos Luzardo, Marisela entiende el propósito de sus lecciones: “Marisela sonreía, pues no le escapaba a su despierta imaginación que todo aquel largo hablar de las amigas de Caracas era para proponerle a ella algo que debiera imitar (148)” Rómulo Gallegos escribió con intención social y política para provocar un cambio nacional. Eric Pennington (87) surgiere que Doña Bárbara es una representación alegórica de la situación política e histórica de la época de Rómulo Gallegos; o según Graciela Palau de Nemes, Rómulo Gallegos redactó su novela para expresar sus pensamientos sobre el país: América es nuestro mal y nuestra esperanza. Nuestro mal por su barbarie, nuestra esperanza por su juventud. La barbarie americana tiene que ver, entre otros males, con el hecho de que en su naturaleza no estaba al respeto a la ley; en sí cultivaba, en cambio, el fetichismo de los caudillos; en que carecía de verdaderos educadores: no se educaba, se instruía y mal. (168) Doña Bárbara representa el papel del intelectual que tomó la clase alta y educada con el deseo de corregir las enfermedades de su sociedad. El personaje de doña Bárbara representa a una mujer que sabe que puede funcionar fuera de los papeles femeninos y quiere romper estas reglas de “normalidad”. Por eso la sociedad la 19 percibe como una amenaza o una enfermedad de la humanidad culta. Doña Bárbara también representa un peligro para la clase dominante, ella es una intrusa, una mestiza de una raza inferior, que ha usurpado un poder (Rosegreen-Williams 285). Es lógico, entonces, que Rómulo Gallegos tenga otro mensaje o consejo para mandar a sus lectores, y específicamente a las mujeres. Podría ser un hecho subconsciente, pero está bien claro que él les dijo a las mujeres que no era aceptable vivir fuera de los papeles ya determinados por la sociedad. El personaje de doña Bárbara es una representación del castigo que resulta a este desafío. Rómulo Gallegos usó a un personaje femenino para simbolizar lo malo. Según Ivonne Cuadra, es común utilizar mujeres como ejemplares “fallidos” de la sociedad: Muchos escritores han tomado esta idea de la mujer maldita para proponer y analizar el origen mismo de nuestra identidad. La Quintrala, Doña Bárbara, la Malinche son mujeres míticas que han sido utilizadas en literatura para meditar sobre los diferentes cambios que han experimentados nuestros países. Ella (Doña Bárbara) es, igual que las otras, el objeto usado para señalar el contraejemplo de la sociedad. (141) Este “contraejemplo” creado dentro de la literatura para mantener las reglas sociales y culturales, en el fin de la novela pierde todo, el amor, la hija, la tierra, el dinero y la juventud. Mientras que la mujer que conforma el ejemplo del comportamiento correcto, gana el amor del hombre, el dinero, la tierra y todavía es joven y bella. Rómulo Gallegos,2 nacido en una época de incertidumbres políticas y sociales, se enfocó en las concepciones de la sociedad venezolana y sus grandes problemas. Las ideas de Rómulo Gallegos se basaban predominantemente en la situación del país y derivaban tal vez de Ariel (1900), de José Enrique Rodó. Los arielistas se enfocaron en la realidad americana dentro de las ideas y la literatura de respeto fundamental a lo espiritual y lo político. Rómulo Gallegos, sin embargo, tomó en cuenta la dimensión social (Ruffinelli 604), y su escritura y su literatura representaron instrumentos poderosos para diagnosticar las enfermedades de la sociedad y el 2 Rómulo Gallegos nació el 2 de agosto, 1884 en Caracas, Venezuela. Estudió Leyes, y en 1909 empezó siendo redactor jefe de la revista La Alborada y publicó cuentos en las revistas Actualidades y El cojo ilustrado (Dunham xii-xv). Ganó la Presidencia del país por elección libre, bajo la tutela del partido de Acción Democrática (Sommer 274). 20 modo de enfrentarlas. Como lo explicó el autor, los dilemas de la sociedad provienen de la anarquía, la dictadura, la ignorancia, la violencia del pueblo (además de la sumisión ciega a los caciques y caudillos), y el retraso; todos causados por la diversidad y el crisol de las etnias y de las razas. Al solucionar estas complicaciones o molestias de la sociedad, Rómulo Gallegos creyó fomentar el respeto a la ley, la independencia de los poderes públicos, la democracia, y la educación popular para establecer un carácter moral (Pacheco115-7). Rómulo Gallegos usó la literatura como base para expresar sus preocupaciones sobre la sociedad. Dentro de la obra Doña Bárbara, es posible ver, con claridad, sus críticas de la anarquía y de la falta de educación. El personaje doña Bárbara representa claramente la anarquía, un poder fuerte que niega la ley del mundo civilizado. La falta de respeto por la ley que muestra doña Bárbara viene de una falta de educación o de una educación atrasada. Ni doña Bárbara ni la gente de la tierra conocen, ni les importa, la ley civilizada. Rómulo Gallegos trató de mostrar con su novela los efectos negativos que vinieron de la falta de educación democrática. Esta crítica social de Venezuela hace de Doña Bárbara una “novela de la tierra”. Durante este principio de siglo de indefinición política y social, surgió este nuevo tipo de ficción basado en lo social y llamado “novela de la tierra”. Estas novelas incorporaron la esencia de lo autóctono mezclado con los elementos del lenguaje de los habitantes, las descripciones de la ubicación geográfica, la personificación de la naturaleza, y las actividades cotidianas de los seres humanos (Alonso 115). Durante la Pascua de 1927, Rómulo Gallegos visitó el coto de caza de La Candelaria en la llanura venezolana. Trabajaba en una novela nueva y necesitaba materia auténtica y también experiencias vivas del llano. En este viaje a la Candelaria fue la primera vez que se ocupó de escuchar los cuentos de la mujer hombruna. Rómulo Gallegos trabajó con guías durante los ochos días en que estuvo en el llano para familiarizarse con la vida de la hacienda. Muchos de los lugares y personajes de su obra estuvieron basados en los hacendados y las personas que encontró durante esta corta visita. Rómulo Gallegos regresó del llano muy descontento con su primer trabajo titulado La Coronela, y no fue hasta 1929, después de tres meses de revisiones y escritura, que Doña Bárbara fue finalmente publicada. Dice la leyenda que en las primeras décadas de los 1900, una mujer llamada Francisca Vásquez, viviendo sobre la extensa tierra del Arauca, a 150 millas de San Fernando esta mujer se 21 hizo conocida como la hombruna o la marimacho del hato Mata El Totuma. Ella vivía todavía cuando Rómulo Gallegos visitó al llano. Aunque nunca fue a visitarla, oyó los rumores de sus habilidades para competir con cualquier hombre. Ya Doña Pancha era una leyenda. Se dice que nunca se casó pero tuvo dos hijos. Una hija y un hijo, y el hijo había sido muerto por un toro. Otros dicen que ella nunca tuvo hijos y que era baja y fea. A pesar de la falta de veracidad comprobable sobre los hechos verdaderos, según John Englekirk, las figuras Doña Bárbara y Doña Pancha se encuentran entrelazadas (259-68). Cada capítulo de la novela Doña Bárbara empieza con la descripción de la naturaleza y del lugar3. En la extensa imagen del río Arauca de la primera parte, es obvio que el río, el sol, el agua y los árboles parecen vivos, como si hubieron sido observandos cuidadosamente por los hombres en el bongo: “Un sol cegante, de mediodía llanero, centellea en las aguas amarillas del Arauca y sobre los árboles que pueblan sus márgenes. Por entre la vegetación, divísanse, a la derecha, las calcetas del cajón del Apure…” (18) Uno de los elementos importantes que contribuyen a convertir a Doña Bárbara en una novela de la tierra es el enfoque en el habla regional del llano. Por ejemplo, en vez del término “padre” se utiliza “taita” y en vez “señor” se usa solamente “ño”. Otras palabras regionales incluyen tal mezcla de plantas y aves como “chenchena”, “chicuaco”, “chiga” y “paraguatán”, que Rómulo Gallegos incorpora su propio glosario al fin del libro. La novela tiene lugar en los llanos de Venezuela, cuando Santos Luzardo regresa de Caracas después de la muerte de su madre para inspeccionar y vender la hacienda de su familia “Altamira”. Ni siquiera ha terminado su viaje por el río Arauca cuando ya escucha la leyenda de la bruja doña Bárbara, quien controla el gobierno local con violencia y soborno. Dentro de poco, Santos Luzardo descubre que su antiguo enemigo, Lorenzo Barquero, fue destruido en manos de doña Bárbara quien usufructó su propiedad, “La Barquerena” ahora llamada “El Miedo”. Santos Luzardo decide que su obligación y deber moral es quedarse en Altamira y “consagrarse a la obra patriótica, a la lucha contra el mal imperante, contra la Naturaleza y el hombre” (61). Algunas de estas características del “mal” consiguientemente son encontradas en el personaje de doña Bárbara. Santos Luzardo, encuentra luego a Lorenzo Barquero, quien se ha 3 Estos temas fueron recursos estilísticos muy utilizados en el momento. 22 convertido en un borracho y vive muy pobremente con su hija Marisela, una joven silvestre y sin “domar”, y Santos Luzardo les ofrece a ambos un refugio en la hacienda Altamira. Doña Bárbara impide los planes de Santos Luzardo de cerrar Altamira, trata de robarle el ganado e intenta evitar la ley. Cuando nada le resulta, ella usa sus poderes femeninos para tratar de seducirlo. Santos Luzardo demuestra ser más poderoso que Doña Bárbara, y ella poco a poco se enamora de él y se vuelve muy celosa de su hija Marisela. Por primera vez en su vida, doña Bárbara se siente mujer y trata de convertirse en una buena persona sólo para alcanzar el cariño de Santos Luzardo. Mientras tanto, Santos Luzardo se encarga de la educación de Marisela y de la salud de Lorenzo Barquero. Marisela empieza a convertirse en una mujer bien educada, cosiendo, cocinando y sirviéndoles la comida. Sin embargo, como Santos Luzardo rechaza a doña Bárbara, ella sigue pasando las noches intentando embrujarlo. Una noche, Marisela llega a El Miedo para detener la magia y los encantamientos de su madre, quien ataca a Marisela pero Santos Luzardo las interrumpe. Doña Bárbara resuelve en este momento que es necesario volver a sus antiguas costumbres y planea el asesinato de Santos Luzardo. El intento no tuvo éxito y cuando Santos Luzardo le confiesa su amor por Marisela, doña Bárbara se da cuenta de que ya ha sido vencida por fin. Derrotada, demacrada y vieja, ella se marcha del lugar. La civilización gana y la barbarie pierde. Al gran mal de doña Bárbara empezó cuando ella era muy joven y su gran amor fue asesinado mientras ella fue violada brutalmente. A partir de este momento ella prometió destruir a todos los hombres. Que actos tan ajenos hayan sido capaces de sembrar tanto odio dentro de sí misma otorgan una calidad muy superficial a su personaje. Aún se señala en la novela que el amor y la dependencia de un hombre es lo que ella necesitaba para volver a ser una buena mujer. En lugar de esto, sin embargo, ella empieza a perder su femineidad y a asumir roles masculinos. Ella aprende la brujería de los indios para ejecutar sus planes malévolos. El poder y el mal son iguales y los mismos para una mujer: ser poderosa es ser maléfica, además de ganar sus influjos tras el uso de la brujería. Las mujeres por lo tanto no pueden manipular el poder sin hacerse diabólicas y han de mostrar una constitución moral débil, necesitando reglas estrictas junto a la una fuerza de la civilización para portarse como buenas mujeres cristianas. Una buena mujer ha 23 de comportarse dentro de las pautas del ideal femenino como lo vamos a encontrar en la hija de doña Bárbara, Marisela. La potencia sexual de doña Bárbara y sus múltiples parejas la hacen ella malvada instantáneamente y destruyen su femineidad. El interés en el sexo es parte del dominio masculino estrictamente. La habilidad sexual de doña Bárbara lleva a Lorenzo Barquero a la ruina moral y física y al alcoholismo, y a la facilidad ella de tomar sus tierras. En las manos de doña Bárbara, Lorenzo Barquero se convirtió en un hombre sin voluntad: “Doblegaba la cabeza, cual si llevase un yugo a la cerviz; sus facciones, así como la actitud de todo su cuerpo, revelaban un profundo desmadejamiento de la voluntad y tenía la boca deformada por el rictus de las borracheras sombrías” (95). Cuando las relaciones sexuales resultaron en embarazo, Bárbara rechazó su papel de madre. Embarazar a una mujer es un triunfo del hombre, una manera en la que los hombres pueden usar su virilidad para colocar a la mujer en un estado doblegado por la maternidad. Doña Bárbara amamanta a Marisela pero nunca le mira. En algún punto, se lava completamente las manos de Lorenzo Barquero y niega su rol e instintos maternos con respecto a Marisela. Les relega a una vida de pobreza. Incluso ella se vuelve celosa de su propia hija cuando Juan Primito le menciona que la belleza de Marisela se halla bajo la atención de Santos Luzardo. Doña Bárbara rechaza sus instintos maternos y no trata a su hija como hija sino como rival. Su rechazo y tratamiento negativo de Marisela indican que una madre buena no puede ser una mujer poderosa. Una buena madre sólo calza dentro de la esfera doméstica tradicional y el rol pasivo de la feminidad. El cambio del comportamiento de doña Bárbara decisivo empieza en realidad cuando ella llega a ver Santos Luzardo menos como rival y más como posible amante. Ella se enamora de él y sus cualidades femeninas comienzan aparecer. Ella empieza a vestirse diferente y actúa en una manera más femenina, esperando atraer la atención de él. Quiere ganarlo con sus artes mujeriles. Durante el capítulo titulado “El Rodeo”, doña Bárbara observa tanta “conducta de mujer” que la gente no recuerda bien su antigua reputación y mala fama: Brillante los ojos turbadores de hembra sensual, recogidos, como para besar, los carnosos labios con un enigmático pliegue en las comisuras, la tez cálida, endrino y lacio el cabello abundante. Llevaba un pañuelo azul de seda anudado al cuello, con las 24 puntas sobre el escote de la blusa; usaba una falda amazona […] llevábalo con cierta gracia femenil. Finalmente, montaba a mujeriegas, cosa que no acostumbraba en el trabajo, y todo esto hacía olvidar a la famosa marimacho. (162-63) Esta parte muestra bien que las características femeninas son consideradas iguales a lo bueno, y que una mujer con maneras masculinas es considerada igual a lo malo. En “El Rodeo”, doña Bárbara empieza a coquetear con Santos Luzardo y establecer los roles tradicionales de los géneros, y aparece una descripción de las vacas que maman de sus madres aparte de los caballos sementales, donde se puede ver fácilmente una metáfora entre mujeres pasivas y hombres viriles con relación a la separación de géneros. En el capítulo titulado “Las mudanzas de Doña Bárbara”, doña Bárbara actúa como una mujer que espera que Santos Luzardo se trague el anzuelo de su seducción. La idea de que ella tiene que aprender a ser mujer demuestra que ella intrínsecamente no sabe ser mujer. Por fin ella empieza a sentirse mujer por primera vez en presencia de un hombre. Ella disfruta de su autoridad y prácticamente pareciera que deseara ser marcada como si fuera una vaca de su propiedad. Ella siente la necesidad de pertenecer a él y de ser suya. Hay dos episodios donde Santos Luzardo vence a una bestia como un anuncio subliminal de la dominación y des-masculinización posterior de doña Bárbara. En el capítulo llamado “La Doma”, Santos Luzardo domestica a un caballo salvaje y de esta manera civiliza al llano y a doña Bárbara simultáneamente. Después, Santos Luzardo hará crecer pelo sobre su pecho y en el próximo capítulo doña Bárbara hará más erótica en su apariencia. Anteriormente, Santos Luzardo había descrito a doña Bárbara como una mujer “de pelo en pecho”, y ahora literalmente toma él los aspectos masculinos de Bárbara para domarla y tomar estas cualidades para sí mismo. Así, devolviendo un poco de normalidad a las representaciones esperadas de los géneros, los peones aclaman a su nuevo líder y le elogian por su masculinidad: “¿No le dije, Carmelito, que la corbata era para taparse los pelos del pecho, de puro enmarañados que los tenía el hombre? ¡Mírelo cómo se agarra! Para que ese caballo lo tumbe tiene que aspearse patas arriba” (87). En segunda instancia, durante el rodeo, Santos Luzardo castra al toro enfrente a doña Bárbara. Ella se siente como una mujer y sus insultos le recuerdan cualidades masculinas. “Al 25 hablar así, ni recordaba el desaire sufrido pocos momentos antes […] era solamente una mujer que había visto ejecutar una proeza a un hombre interesante” (171). De este modo, la castración simbólica de doña Bárbara se utiliza para intentar restablecer los roles sociales establecidos para el hombre y para la mujer. Cuando los lectores, hombres y mujeres de la clase culta del siglo XX, leen esta novela, aprenden los valores de género presentes en esta época. Las mujeres educadas para comportarse como mujeres ideales y los hombres para desenvolverse como varones perfectos. Las lectoras específicamente femeninas de novelas como Doña Bárbara son immasculated. La immasculation de las mujeres por los hombres ocurre, según Judith Fetterley, cuando de este modo “are taught to identify with a male point of view, and to accept as normal and legitimate a male system of values, one of whose central principles is misogyny” (304). Dice Judith Fetterley que la literatura no está disponible para la consciencia de la mujer que lee cuando esta literatura representa una sola realidad: “One of the main things that keeps the design of our literature unavailable to woman reader and hence impalapable, is […] when only one reality is encouraged, legitimized and transmitted” (xi). Cuando la mujer padece el proceso de immasculation, ocurre como consecuencia la interpelación literaria de la mujer: las mujeres siguen dentro de sus roles ya establecidos por la sociedad porque siguen viéndose a sí mismas una y otra vez hasta que su rol es natural y incuestionable. Dado que Doña Bárbara no se comporta como la mujer típica e ideal de la época, Rómulo Gallegos la usa como contraejemplo. Doña Bárbara sirve como una advertencia para todas las mujeres. Las mujeres que leen la novela Doña Bárbara aprenden el comportamiento esperado de ellas desde el punto de vista masculino, y las consecuencias de no cumplir con estas leyes sociales. Doña Bárbara tiene el poder de vivir fuera de las reglas aceptadas, pero al fin es vencida por el hombre y la civilización. El texto, como si fuera un mandato o una acción directa de parte de Rómulo Gallegos, manipula la mente de la lectora femenina. Santos Luzardo continúa a ejecutar su autoridad (y a seducir sin querer) a doña Bárbara con la supuesta fuerza de la civilización cuando va a la Jefatura Civil para quejarse del movimiento en las fronteras de las haciendas. Esto ha sucedido después de que los Mondragones se han acostumbrado a mover el poste de lindero de la casa de Macanillal para cambiar el límite entre 26 los dos territorios. Santos Luzardo impacta a doña Bárbara con su educación y conocimiento de la ley, además con su habilidad de forzarla a ella y a Mr. Danger a cumplirla. La masculinidad de Santos Luzardo y su supuesta fuerza de civilización trabajan lentamente para vencer a doña Bárbara. Mientras tanto, Santos Luzardo se da cuenta de que la hija de doña Bárbara, Marisela, está tan angustiada, que se apiada de ella. Marisela y su padre Lorenzo Barquero, ambos abandonados por doña Bárbara, viven en la pobreza y la mugre completas. Lorenzo Barquero ya está medio muerto por el alcoholismo y Marisela es descrita casi como un animal salvaje: Sólo después de haber visto la miseria que reinaba en el rancho de Lorenzo Barquero podía sospecharse que fuera su hija aquella criatura montaraz, greñuda, mugrienta, descalza y mal cubierta por un traje vuelto jirones […] Bajo los delgados y grasientos harapos que se le adherían al cuerpo, la curva de la espalda y las líneas de las caderas y de los muslos eran de una belleza estatuaria; pero rompían el encanto los pies anchos y gruesos, de piel endurecida cuarteada por el andar descalzo. (104-05) Santos Luzardo, sin embargo, ve la belleza e inocencia dentro de Marisela y se encarga de la educación de esta niña que no sabe hablar, ni cuidarse, ni comportarse apropiadamente. Ofrece llevarla a casa porque ya no es correcto para ella, estar afuera sola a esta hora del día, aunque ha vivido en el llano toda su vida. La noche después de conocerle, Marisela por primera vez en su vida, siente que se ha despertado la mujer dentro de sí misma. Aunque ella era rústica no era culpable de no saber nada. Como modelo de comportamiento ella piensa en las amigas cultas y delicadas de Santos Luzardo de Caracas. A Santos Luzardo le cae bien Marisela, él necesita a una mujer para cocinar, coser y servir la comida. Ella aprende rápidamente a ser una mujer modelo y sirvienta a la vez. Ella es el contraejemplo de su madre. En el fin de la novela Marisela recibe la recompensa por ser una buena mujer cristiana, un ángel para un hogar. Ella obtiene el cariño de Santos Luzardo mientras que doña Bárbara, rechazada por ser una mujer atípica, tiene que despedirse del llano. La mayoría de los críticos se enfocan en la naturaleza alegórica de esta novela y (si existen en realidad) en tantos conceptos dicotómicos repetidos que al final parecen muy gastados: civilización y barbarie, ciudad y campo, cultura e incultura. Este concepto maniqueísta de los 27 dos polos contrarios se personifica en los personajes principales de Santos Luzardo y doña Bárbara, donde todo lo malo es representado por doña Bárbara, y todo lo bueno por Santos Luzardo. Santos es de la ciudad y representa la civilización, la bondad, la educación, la ley y la cultura; mientras que doña Bárbara es del campo, encarnando todos los retrasos, la hechicería, la inmoralidad, la violencia, y por supuesto, la maldad. El uso de la alegoría crea un ambiente simplista, estacionario y dogmático. El dibujo alegórico de la novela es el que establece la idea de la lucha directa entre Santos Luzardo y doña Bárbara (Alonso 117-24). La crítica literaria examina las implicaciones socio-políticas de la novela como símbolos de la dictadura de Juan Vicente Gómez, además de las referencias a las intervenciones de las potencias económicas extranjeras: Doña Bárbara is Gallegos’ fantasy of return and repair. It proposes a double emancipation, from an internal tyrant and her external ally; that is from the local boss, Bárbara (Gómez) and North American accomplice, Mr. Danger (oil industry). The failure of an internal resistance during the Gómez years must have made anything short of emancipation seem wholly impractical to Gallegos. (Sommers 275) Otro tipo de crítica analiza la novela como un mecanismo para diagnosticar y modificar la estructura de la sociedad venezolana. Rómulo Gallegos, según José Castro Urioste, escribió toda su obra para realizar un análisis de la sociedad con el propósito de fundar una nueva basada en la influencia y el uso de sus textos. Durante su juventud, Rómulo Gallegos publicó sus opiniones en las revistas venezolanas La Alborada (1909) y El Cojo Ilustrado (1912). En estas publicaciones Rómulo Gallegos reflexiona sobre la anarquía, la dictadura, la ignorancia, la violencia del pueblo y el retraso cultural, todo causado por la existencia de diversas etnias. Según él, y al igual que su antecesor Simón Rodríguez, la única solución era la obediencia a la ley, la educación popular y la democracia (Urisote 41-2). Menos tratado por la crítica literaria, se encuentra el tema del género. En el agotado análisis de la dicotomía civilización versus barbarie o las consecuencias socio- políticas de la dictadura, parece fácil evitar discutir la polémica de la condición diferente entre lo masculino y de lo femenino. Parece sin embargo necesario, avanzar más allá de estas interpretaciones unilaterales a fin de cavar más hondo dentro de la ideología patriarcal de la novela. 28 Todas las alegorías se mezclan y entrelazan creando una estructura compleja entre doña Bárbara y la naturaleza; la naturaleza y la barbarie; Santos Luzardo y la civilización; la civilización y la barbarie; y en el fondo, el hombre y la mujer. La alegoría de la civilización versus la barbarie semeja un estrato exterior de una desigualdad más profunda. Al intentar ver más allá del nivel superficial de la supuesta relación entre la mujer y la naturaleza para tocar otro tema realmente primordial, llegamos al núcleo de la verdadera oposición dentro de la novela: el de los géneros. La figura de doña Bárbara parece ser castigada por la sociedad no porque ella sea una mujer maldita, sino porque ella se desvía del concepto de mujer aceptado social y políticamente. Ella se comporta como un hombre y asume poderes tradicionalmente otorgados a los hombres. Rómulo Gallegos escribe con una intención clara, pero el carácter simbólico igualmente compartido entre la naturaleza y los seres humanos debilita la fuerza de la novela, y limita el desarrollo y el mensaje de sus personajes. Rómulo Gallegos justifica este uso exhaustivo de lo simbólico explicando la necesidad de representar personajes concretos dentro de la sociedad venezolana: “I am not just a plain creator of human cases, of this which may arise in my country, or any other…but I do point out generically characteristic aspects that as a Venezuelan hurt or please me” (Una posición en la vida en Ruffinelli 403-04). Tal como él mismo lo admite, Rómulo Gallegos escribe siempre con propósito e intención. Stephen Henighan comenta que la crítica no han tratado suficientemente la necesidad del narrador de cumplir con los estándares convencionales de los géneros (29). Hasta este punto, todo lo que ha hecho la escritura de Rómulo Gallegos es criticar los aspectos sociales de su propia cultura. En la novela Doña Bárbara, es obvio que Rómulo Gallegos no sólo escribe pensando en mensajes sociales sino con el propósito de expresar su opinión. Esta crítica de la sociedad venezolana aún podía llegar a desarrollarse como una crítica formal del sistema de relación entre los géneros. Es posible suponer que Rómulo Gallegos creyera que hombres y mujeres poseían roles predestinados dentro de la sociedad y que había que mantener la fidelidad a estas reglas para que ésta funcionara óptimamente. Cualquier desviación de esas restricciones sociales podía causar pánico, caos y corrupción moral. Había que mantener la ley y el orden para prevenir la decadencia social mientras que todos representaran su papel y siguieran estos códigos estrictamente. 29 Ya que la novela Doña Bárbara es recibida por la mayoría de los críticos literarios como un conjunto de alegorías entre civilización y barbarie, llama bastante la atención que el epicentro de estas dos fuerzas polémicas se encuentre en la personificación femenina de la protagonista, doña Bárbara, encarnación de la barbarie representada más específicamente por el llano: una fuerza salvaje con su propio conjunto de leyes. Por otro lado, el protagonista masculino es la imagen nítida de la civilización, la educación y el mundo occidental, abarcando todo lo racional, y más importante, la ley formal y judicial. Por extensión, la alegoría de doña Bárbara se percibe como la representación de la naturaleza, pues la relación entre doña Bárbara y la naturaleza reúne completamente las dos entidades hasta la imposibilidad de distinguirlas. Doña Bárbara es el llano y el llano es doña Bárbara. Los dos son iguales y los mismos. Dentro de esta novela, la naturaleza es un elemento que necesita ser controlado, sometido, y civilizado. Se plantea entonces que es posible dominar a la naturaleza con las fuerzas de la civilización, tales como las de separar las tierras con una cerca, construir un edificio o echar a andar un tren. Si doña Bárbara es la personificación de la naturaleza, ella también necesita ser gobernada. Desde que Santos Luzardo es la representación del progreso, entonces él es la potencia encargada de controlar a doña Bárbara. El desarrollo de la trama sugiere que la obsesión de doña Bárbara con el poder, junto a la voluntad de utilizar cualquier método legal o ilegal para obtenerlo, la lleva a ser una mujer masculina que persigue nada más sus propios motivos y compensación. Como cuando ella termina por demandar a todos sus vecinos para obtener sus tierras. Pero tal vez, si se tratara de un protagonista masculino que se comportara de la misma manera, se señalaría un comportamiento inculto pero no sería vilipendiando en grado sumo como se hace con ella. Rómulo Gallegos pareciera querer demostrar que las mujeres no pueden manejar bien roles poderosos dentro de la sociedad sin convertirse en personas moralmente corruptas. La manera en que la gente recibió la novela a principios del siglo XX es muy diferente que hoy en día. Los lectores de la época de Rómulo Gallegos no son iguales que los lectores de nuestro tiempo, cuando la interpretación que tiene el lector del texto, es lo que construye el significado del texto: “If the reader’s experience is an experience of interpretation, then one is better placed to make further claim that the experience is the meaning” (Culler 40). En 1929, el año de su publicación, la novela Doña Bárbara sirvió como un manual de conducta para ambos, 30 hombres y mujeres. Ahora, esta novela es leída por muchos como una novela misógina, presentando a la mujer poderosa como una bruja maldita, y mostrando a la mujer hogareña y sumisa como una campeona. Críticos de la talla de Jorge Barrueto, William Rosa, Stephen Henigan, José Castro Urioste, Mark Millington y muchos otros, hablan de la naturaleza abiertamente misógina de esta novela, mientras que otros todavía eluden sus marcadas evidencias. 31 Capítulo 3: Ifigenia: realidad de la lucha contra el sistema patriarcal Ifigenia es una novela epistolar. Una novela epistolar se escribe en forma de carta, un intercambio de cartas entre dos personas o más, una carta sola o cartas numerosas. Las novelas como Ifigenia que no están compuestas exclusivamente de cartas todavía se consideran novelas epistolares porque el argumento es determinado, desarrollado y resuelto por medio de cartas (Campbell 333). La novela epistolar empezó en el siglo XIII con obras satíricas, frívolas y sicológicas. Continuaron a través del siglo XIV con obras en verso románticos. En el siglo XVII aparecieron novelas epistolares completas como Lettres de Baliet (1669) de Boursault y Cartas del caballero de la tenaza (1627) de Quevedo (Kany 127-9). En forma distinta a los ejemplos del siglo XVII, muchas novelas epistolares posmodernas aparecen para reescribir vidas de mujeres. Muchas de estas novelas se centran en la política sexual y son escritas por mujeres que están sujetas a la doble opresión del imperialismo chovinista y del patriarcado familiar. Todas estas novelas utilizan la carta como agente subversivo y liberador de reflexión y cambio de vidas (Campbell 332). La novela epistolar, según Jean Rousset (Morell 49), utiliza los verbos en presente y la narrativa de las cartas en primera persona para expresar la oscilación constante entre los sentamientos de terror y esperanza que tiene la protagonista ante un futuro incierto. Durante los siglos XIX y XX, París se había establecido como el epicentro mundial de las artes y las letras, atrayendo a los intelectuales de América Latina. Cuando Francia intentó establecer la democracia, después de la revolución francesa, pudo ofrecer una cultura más moderna que las sociedades de España y de América Latina. Muchos de los escritores más importantes de Hispanoamérica pasaron períodos de tiempo muy largos en Europa, en particular París. Según Jason Weiss, Parece que la distancia es necesaria para llegar a comprenderse bien a uno mismo y a su patria (2-4). Según lo que se dice de Teresa de la Parra, una de las más relevantes escritoras de la época en el continente hispanoamericano, “her habit of looking at Venezuela from afar made her understand it better than most Venezuelans” (Solomon 255). 32 Teresa de la Parra4 nació en París y creció en Venezuela dentro de una sociedad patriarcal muy estricta, y esa sociedad está reflejada y criticada en su novela Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba. Cuando era joven, Teresa de la Parra decidió no seguir la tradición del matrimonio y no tener hijos. Ella entonces se dedicó a la escritura. En 1923 regresó a Paris para presentar al público francés su trabajo y alcanzó un éxito inmediato entre esa cultura más progresista. Sometió un pasaje llamado “La Mama X” a un concurso literario. Recibió reconocimiento especial por el pasaje y publicó su novela en francés (Lemaître 92-5). Los primeros capítulos de la novela se publicaron en junio de 1922 en la revista La Lectura Semanal. La gente común adora la novela por su legibilidad, su crítica de la clase alta, y por expresar lo que no debe expresar. Sin embargo, y a pesar del apoyo de Miguel de Unamuno, en general la novela no fue bien recibida por el público de América del Sur. Como es lógico, la mayoría de los críticos hasta 1970 eran hombres (Gambarini 177). En 1928, un jesuíta colombiano criticó con severidad la novela. Decía que ambas, la autora y la protagonista, eran inmorales y que la novela representaba una amenaza para los lectores de fuertes principios morales. La novela se convirtió en una lectura prohibida para las jóvenes de la clase alta con el fin de proteger su moralidad. Históricamente, las mujeres, han sido consideradas históricamente como lectoras superficiales. Este pensamiento nació de las instituciones religiosas que, destacando el miedo de que el leer lleva a la corrupción moral (Byron 352), pensaban en los efectos negativos e inmorales de las novelas mundanas sobre las jóvenes, permitiéndoles únicamente las lecturas que fueran de naturaleza religiosa. Según Natalia Cisterna, Teresa de la Parra creó una amenaza con “la posibilidad cierta que sus adolescentes hijas [de los sectores acomodados] ya no soñaran con ser futuras madres y obedientes esposas, sino que optaran por construir su identidad a partir de sus propias experiencias” (139-40). Así como era prohibida, la novela también era objeto de curiosidad, y ganó seguidores clandestinos a través de toda América Latina. Según Luis Antoine Lemaître, cuando Roberto Blanco viajó a Caracas en 1928, 4 Teresa de la Parra nació el 5 de octubre de 1889 en París. Era venezolana y pasó su infancia en su hacienda famliar “Tazón”, situada en Venezuela. Asistió a la Escuela del Sagrado Corazón de Valencia. Nunca se casó ni tuvo hijos. Murió de tuberculosis a la edad de 47 años, el 23 de abril de 1936 (Ibieta 415-17). 33 entró en una librería para pedir una copia de la obra. La llevó y concluyó que la novela no era apreciada en este lugar (103). Sin embargo, la literatura venezolana revela una representación más compleja y humana de la mujer durante la primera mitad del siglo XX. El arquetipo femenino había sido presentado en forma de heroína problemática a través de la narrativa masculina, cuya existencia estaba delimitada por las reglas socio-culturales. Teresa de la Parra es fundadora de un método que muestra los conflictos íntimos de la mujer (Vera Orozco 129-30). En su novela Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, María Eugenia, la protagonista, intenta subvertir el papel femenino tradicional bajo el poder patriarcal a través de la lectura, de escribir cartas, y de tomar notas en su diario. Pero luego de soportar por dos años la influencia constante de su Abuelita y de su tía Clara, María Eugenia abandona sus sueños de libertad. Ella deja de escribir y permite ser domesticada, sacrificándose al sistema patriarcal casándose con un hombre sin amor. Teresa de la Parra critica con dureza el rol de la Iglesia Católica dentro de la sociedad venezolana. La ideología patriarcal se basa en el catolicismo dominado por el hombre, y a través de su novela, Teresa de la Parra le echa la culpa a la iglesia abiertamente porque al crear y sostener los estereotipos femeninos (Wang 26-9), le niega sus derechos y su libertad. Según Carmen Virginia Carrillo, la ideología de la religión católica es la que fomenta la imagen de la mujer débil y vulnerable frente a la tentación, y que necesita un hombre como protector y guía en la vida virtuosa (121). Las mujeres jóvenes, adoctrinadas por las generaciones de mujeres mayores, aprenden la piedad como una de las virtudes más importantes que una mujer pueda poseer. La piedad es una manera de sumisión. En Ifigenia, la abuelita de María Eugenia funciona como la portavoz de las tradiciones cristianas. La abuelita es “the masculine voice in a woman’s mouth” (Rodriguez 64), y la síntesis de la expectiva social (Byron 355). Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba es una colección de recuerdos en forma de una serie de cartas y diarios. También caracteríza al primer tipo de prosa femenina (Orozco Vera 130). La novela empieza en forma de confesión mientras que María Eugenia escribe una carta a su amiga Cristina de Iturbe. María Eugenia se queja del aburrimiento, el sentido de reclusión y el estado de prisionero de la casa de su abuelita: 34 ¡Ah! Cristina, Cristina, lo que me fastidio…Pero ¡Ay! Lo que yo me fastidio aspirando estos olores sueltos o combinados, mientras miro coser o escucho conversar a Abuelita y tía Clara es una cosa inexplicable. Por delicadeza y por tacto, cuando estoy delante de ellas disimulo mi fastidio y entonces converso, me río, o enseño como la perra Chispita…dentro de este sistema de encierro en que nos tienen a ambas, sueña de continuo con la libertad y se fastidia tanto o más que yo. (I:30-1) La narración establece la trama de una mujer joven que después de disfrutar por experiencia la libertad prohibida, tiene que regresar a su rol de reclusión predestinado por de la sociedad. Más tarde, la trama continúa con otra carta a Cristina de Iturbe donde explica la pérdida de su fortuna por causa de su tío Eduardo, y le dice que ahora tiene que casarse para sobrevivir: pensaba con desesperación en el porvenir horrible que me aguardaba. Por todo programa, aquel que Abuelita me había expuesto esta mañana: Tratar de ser lo más cero del mundo, a fin de que un hombre, seducido por mi nulidad, viniera a hacerme el inmenso beneficio de colocarse a mi lado en calidad de guarismo, elevándome por obra y gracia de su presencia en suma redonda y respetable que adquiría así cierto valor real ante la sociedad y el mundo. Mientras tanto encierro, la severidad, el fastidio y el agradecimiento a tío Eduardo. (111) La casa de la Abuelita, el espacio doméstico, de repente se convierte en el símbolo de su opresión. Después de tres meses viviendo en París, María Eugenia llega a Venezuela y se siente ya como prisionera “sentada en el puente, perdidos los ojos por el horizonte y los celajes, me pareció que desde lo alto de una atalaya miraba mi vida entera, la pasada y la futura y no sé por qué tuve un gran presentimiento de tristeza […] me dormí prisionera y triste como si en el espíritu me hubiesen cortado una cosecha de alas” (I: 52-4). María Eugenia encuentra de nuevo a su familia, incluyendo a la moralmente irreprochable tía María Antonia, quien no puede creer que se permita a una mujer caminar sola por las calles de París. Abuelita, tía Clara y María Antonia, curiosamente una Trinidad femenina, son las opresoras femeninas de la familia, tío Eduardo, la restante figura patriarcal tradicional, y tío Pancho, quien, para María Eugenia, representa el único vínculo al mundo culto. María Eugenia abandona el barco que representa el símbolo de su liberación. Ella sabe que camina hacia un futuro incierto y probablemente infeliz. 35 La casa de su Abuelita la siente cerrada, severa. La Abuelita empieza inmediatamente a sermonearla sobre la falta de refinación de su comportamiento: María Eugenia, hija mía, oye: eres distinguida, bien educada, tienes bastante instrucción, sabes presentarte correctamente, y sin embargo algunas veces tomas esos modales de muchacho de la calle. Mira: en lugar de sentarte en una silla como los demás, estás sentada ahí arriba, al nivel de mi cabeza en esa columna que se puede venir abajo con tu peso. Se te ven las piernas hasta las rodillas, tienes una mano en la cintura lo mismo que las sirvientas y estás balanceando el pie con un movimiento vulgarísimo. (I: 90) Se le prohíbe a María Eugenia expresarse abiertamente, de forma verbal y física. Ella está celosa de la emancipación que tiene el barco que la trajo de París. Ella está dominada dentro de su cuarto antiguo y siente que la Abuelita la ha condenado al aburrimiento: Y por primera vez, en aquel instante profético, sintiendo todavía en mi brazo la suave presión del brazo de Abuelita, vi nítidamente en toda su fealdad, la garra abierta de este monstruo que se complace ahora en cerrarme con llave todas las puertas de mi porvenir, este monstruo que ha ido cegando uno después de otro los ojos azules de mis anhelos. (I: 83) Las mujeres, sobre todo las mujeres, deben respetar a todo costo la memoria de los muertos y a pesar de que han pasado meses desde la muerte del padre de María Eugenia, Abuelita no le permite abrir las cortinas ni le consiente tocar el piano. Abuelita habla a María Eugenia de su falta de respeto o disposición para el sacrificio. Abuelita dice: “Un padre es algo muy grande, muy sagrado, que no se muere sino una sola vez en la vida. Debes tener sentimientos…necesitas educar tu corazón […] ¿Qué puede esperarse de una mujer que sea incapaz de sacrificarse un poco, un poquito […] solamente lo que se requiere en general para guardar con decoro el luto sacratísimo de un Padre?” (I:114) El hecho de que María Eugenia quisiera continuar con su vida implicaba que ella no tenía los sentimientos ni el corazón de una mujer virtuosa. No sacrificarse completamente al mundo patriarcal, según las reglas sociales, es lo mismo que no ser mujer. La casa se convierte en una 36 representación de los códigos patriarcales. Dentro de la casa, en la esfera doméstica, María Eugenia vive bajo la influencia y la supervisión de Abuelita y tía Clara. Son muy claras las expectativas sociales de comportamiento bajo las leyes patriarcales dictadas por unas mujeres ya adoctrinadas. Fuera de la casa, en la esfera pública, María Eugenia está expuesta a las “malas” influencias de una cultura cambiante. Tío Pancho y Mercedes Galindo representan la síntesis de la corrupción parisina que lentamente ejerce su mala influencia sobre la “correcta” sociedad. María Eugenia mira a Mercedes Galindo como a una reina oriental. Ella es elegante, y así como María Eugenia, interesada en la moda: “A sophisticated married woman in her thirties, Mercedes symbolizes everything that María Eugenia would like to become. Exotic, modern, charming, and beautiful, Mercedes leads the kind of life that is denied to María Eugenia” (Ibieta 418). Tío Pancho, quien fuma, toma alcohol y juega, es una persona completamente opuesta al resto de la familia de estricta moral. Para subvertir la dominación patriarcal, tío Pancho y Mercedes Galindo intentan casar a María Eugenia con un hombre sin religión y fuera del control de la iglesia. Durante la corta visita de María Eugenia a París, la familia Ramírez le da a ella mucha libertad para hacer lo que quiera, y también dinero de su tío Eduardo para pagar sus gastos. La idea de viajar intriga a María Eugenia y le ofrece un sentido de libertad que no ha tenido en el pasado. Por ejemplo, ella puede salir sola y se siente liberada y emancipada del mundo. Los valores europeos de la belleza eran los ideales a los que deben aspirar toda la gente de América Latina (Weiss 4). María Eugenia empieza a despojarse de la ropa de escolar, a cortarse el pelo y pintarse la cara. Cuando comienza a vestirse a una moda más moderna, ella se transforma de niña a mujer. Según Carmen Virginia Carrillo: “Teresa de la Parra, en su novela Ifigenia, construye un personaje femenino que se enfrenta a los procesos de modernización de principios de siglo en dos espacios y bajo dos circunstancias totalmente contrapuestas: París y Caracas” (118). Tras la amistad con Mercedes Galindo, María Eugenia intenta mantener el contacto con el mundo glamoroso de París (Carrillo 119). Ella podía tener la experiencia de la libertad en Paris, y luego la independencia a bordo del barco, pero ahora en Venezuela, la única posibilidad de escapar de la opresión patriarcal es 37 visitar el campo con su tío Pancho, montar a caballo en San Nicolás o pasar tiempo en el corral con la sirvienta Gregoria. En el patio de la casa de su Abuelita, María Eugenia sueña despierta: me di a mirar y a sentir la infinita serenidad del cielo […] ¡Y así, mirando la luna y mirando las estrellas, tuve grandes deseos de echar a volar en el divino espacio para irme lejos, muy lejos, no sé dónde […] lo mismo que se van las palomas mensajeras! Y con los ojos siempre fijos hacia arriba, pensé en el volar glorioso de los que tienen alas (I:183) En la hacienda de San Nicolás, la naturaleza es amiga y es la inspiración de María Eugenia. Ella tiene una unión tranquila con la Madre naturaleza y pasa mucho tiempo afuera, entre las rocas, los árboles y los ríos, escribiendo sus cartas. Pero, Abuelita le aconseja quedarse en casa para que no se enferme de las picaduras de los moscos. Ella escribe infantiles cartas de amor a Gabriel Olmedo. En sus cartas, María Eugenia lamenta que ella misma sufra como un pájaro encarcelado en una jaula y dice que ella necesita una mano fuerte para abrir la puerta. María Eugenia también se refiere al pájaro enjaulado cuando habla con tío Pancho sobre la función en el mundo de las mujeres y de los hombres. “Pero soy mujer ¡ay, ay, ay! y ser mujer es lo mismo que ser canario o jilguero. Te encierran en una jaula, te cuidan, te dan de comer y no te dejan salir; mientras los demás andan alegres y volando por todas partes. ¡Qué horror es ser mujer! ¡qué horror, qué horror!” (I:137). Al cambiar lentamente la personalidad y actitud de María Eugenia, ella empieza a ser una figura más sumisa y conformista dentro de la novela, y sus referencias a la naturaleza disminuyen. Ella decide que no vale la pena gastar tiempo filosofando y ya no pasa tiempo en el corral fraternizando con Gregoria. Se ha reducido el deseo de María Eugenia por la libertad y entonces también sus deseos de liberación para la naturaleza. El poder patriarcal se extiende por todas partes de la vida de una mujer. María Eugenia también entiende esto dentro de la literatura que ella lee. Ella vincula el prejuicio contra la lectura con la opresión de las mujeres. María Eugenia condena la hipocresía de la gente “respetable”, cuyo comportamiento es peor en las novelas. María Eugenia niega la autenticidad de las heroínas de las novelas porque todas vienen de obras escritas por hombres (Byron 356). María Eugenia tiene que mandar a Gregoria a recoger sus libros y los describe como 38 “contrabando” en una carta a Cristina de Iturbe: “Gregoria, la vieja lavandera de esta casa, de quien te he hablado ya, a escondidas de tía Clara y Abuelita, es la encargada de llevar y traer de la biblioteca, bajo el secreto de su pañolón negro, el divino contrabando intelectual” (I:150). Según Kristine Byron, la literatura es su instrumento para explorar su rol dentro de la sociedad (355). Abuelita y tía Clara disuaden a María Eugenia de leer porque esta actividad fomenta las ideas independientes, y las reflexiones sobre sí misma o filosóficas. Abuelita tiene miedo de que, como mujer, María Eugenia tampoco pueda entender lo que lee: María Eugenia, hija mía: ¡es preciso que domines tu carácter! Eres de una independencia que me tiene verdaderamente alarmada. Tienes independencia de ideas y tienes independencia de conducta. Pero tus ideas sobre todo son un verdadero caos; estás indigesta de lecturas, y me pregunto angustiadísima qué va a ser de ti con ese maremágnum que tienes metido dentro de la cabeza y que aumenta más y más todos los días. (I: 250) Abuelita se siente inquieta porque María Eugenia no quiere prestar atención a las lecciones de costura. Abuelita le echa la culpa a los libros que lee de todas sus cualidades negativas: “¡no eres la misma, no, no eres la misma; los libros y las malas compañías están acabando contigo, y con todas tus cualidades! (I: 191) El viaje a París no sólo inició la “corrupción moral” de María Eugenia sino que también ella ha perdido ahora su herencia en manos de su tío Eduardo. Por eso ella tiene que depender del sistema patriarcal para poder sobrevivir. Ahora, en vez de la libertad que ella desea, está forzada por las leyes sociales a casarse con un hombre que la mantenga. Tío Pancho le recuerda su peor miedo: “ a las mujeres sin dote ni fortuna propia, como son en nuestra organización social casi todas las mujeres, es el hombre quien está obligado siempre a sostenerlas de un todo; y dime, para un corazón sensible y agradecido; ¿puede haber algo más parecido al Dios omnipotente del cielo que aquel que pague nuestros gastos en la tierra? (I: 131). Abuelita le asegura que una mujer virtuosa podría casarse bien mientras que intentara llenar su mente con historias de amor: “Abuelita con su voz suavísima de caricia, comenzó a tejer una tras otra, sencillas crónicas de amor, en las cuales, sin interés de dinero, surgían matrimonios de una felicidad idílica, patriarcal (I: 108)”. 39 Para María Eugenia el dinero funciona como su libertador y su esclavizador a la misma vez. Con poder económico ella es libre para ser quien quiere ser y hacer lo que desee. Pero después de perder su herencia a causa del tío Eduardo, ella tiene que vender su cuerpo al mejor postor o quedarse soltera. Según Ileana Rodríguez: “The possibility of having money establishes the difference between freedom or submission” (61), y la falta de apoyo financiero la fuerza a cambiar su propio cuerpo en capital económico (65). Por fin, después de dos años de luto por el padre de la familia, Abuelita abre las ventanas para que los demás puedan verla. La mujer es la misma cosa que un objeto decorativo. Como un objeto ornamental sólo admirado por los hombres, refuerza la relación binaria de hombre-mente y mujer-cuerpo (Carrillo 121). César Leal es uno de los que empieza manejar por la calle frecuentemente para poder ver a María Eugenia por las ventanas como sí ella fuera un animal en venta. Ella misma empieza a verse como objeto para la venta: “Sí. Soy, en efecto, fino de lujo que se halla de venta en esta feria de la vida” Mas tarde, mientras que ella está sentada enfrente de la ventana, ella dice en voz baja a los que pasan: “¡Estoy de venta! [...] ¿Quién me compra? [...]¿Quién me comprará? [...]¡Estoy de venta! (II:66) Ahora, vendida de hecho al mejor pastor, César Leal, María Eugenia tiene que prepararse para un matrimonio sin amor. Ella trata de convencerse de que está enamorada de él y fantasea con su traje de boda, su trousseau de seda de París y cómo va a adornar su nueva casa. Lentamente, se hace evidente que el amor es igual a la sumisión. César Leal empieza a controlar a María Eugenia. A César Leal no le gusta que María Eugenia se pinte la cara o use vestidos que atraigan la atención de los demás: “He notado que mi novio se indigna ante la sola idea de que yo pueda estar pintada […] He notado además que a mi novio le desagrada profundamente el verme con el traje de charmeuse color de rosa, porque dice que aparezco demasiado teatral y que estando abiertas las dos ventanas llamo la atención de los que pasan por la calle” (II: 102). La personalidad de María Eugenia empieza a cambiar y ella comienza a comportarse como una mujer refinada. Abuelita y tía Clara piensan que el noviazgo de César Leal ha ayudado a cambiar a María Eugenia y que ella va a tener buen matrimonio: ¡Lo que ha cambiado María Eugenia, Señor! De una niña independiente y malcriadísima como era, en menos de dos meses se ha transformado en una mujer 40 reflexiva, sumisa y muy moderada […] ¡Gracias a Dios que se casa tan bien! [...] Ha perdido aquella malísima costumbre de pasar el día entero tragando libros, y ahora prefiere la cocina. Creo que será una magnifica ama de casa (II: 100) Tío Pancho le advierte a María Eugenia de su cambio. Le suplica a ella que haga sus fallos con cuidado y le advierte que va a tomar una decisión que más tarde va a lamentar. Por otro lado, el 95% de la población latinoamericana es católica (luego del adoctrinamiento colonial). Esta religión se presenta con voz masculina. Hay un Dios masculino y un Papa masculino. La jerarquía de la iglesia católica es masculina. Las monjas sirven a los sacerdotes y la voz de la mujer es filtrada por la del hombre y los hombres en general usan esta ausencia de la voz junto a la institución de la iglesia como vehículo para controlar a las mujeres. Louis Antoine Lemaître describe con detalle las circunstancias en que vive la mujer caraqueña a principios del siglo XX: Terminada su formación esperaba al novio; luego venía el sacramento matrimonial. No asistía a la universidad, ni a centros de educación superior. La señorita distinguida o de familia pudiente no asumía responsabilidades de trabajo fuera del hogar por considerarlo denigrante. El matrimonio, la vida religiosa y la soltería eran reconocidos como profesión. Todo era en un principio obra de la autoridad paterna, luego dominio y posesión del esposo […] La soltera quedaba conceptuada muy mal si no era dueña de una herencia; la mujer que perdía su frescura quedaba relegada; después iniciaba el vía crucis: los cultos de la iglesia y los menesteres del hogar. (85-6) El nudo de la novela se resuelve cuando María Eugenia escribe y narra su destino como una novia triste, sacrificándose al Dios patriarcal: ¡Mi cuerpo sin alma! ¡Ah, fruición altísima de las almas que se entregan tangibles, sin haber sentido nunca el contacto impuro de los cuerpos! [...] ¡Ah, voluptuosidad perversa, voluptuosidad hondísima de los cuerpos destinados a retorcerse de fingimiento bajo la repugnancia de unos besos que no tocan el alma! [...] ¡Ah, mentira sublime del sufrir callando! [...] ¡¡ Sacrificio!! [...] en este hora augusta de las altas comprensiones, con los dos ojos 41 clavados en esa blancura muerta sobre mi silloncito confidente […] flotando por la espuma simbólica. (281) Esta novela se centra en una joven protagonista llamada María Eugenia Alonso y educada en Europa, quien tiene que regresar a Venezuela por la muerte de su padre. Durante su regreso, María Eugenia pasa tres meses en París, la cumbre de la modernidad, donde ella se transforma de niña a mujer. Al llegar a Caracas descubre que la herencia dada a ella por su padre fue malgastada por su tío Eduardo y ahora María Eugenia depende completamente de su familia para su apoyo y sustento. Ella siempre está sujeta a las lecturas de su abuela, su tía Clara, su tío Eduardo y su esposa María Antonia. Según ellos, María Eugenia nunca se viste suficientemente bien, se pinta apropiadamente, se sienta como mujer ni habla como debe hacerlo una señorita. El único pariente de su lado es su tío Pancho, con quien ella puede sostener sus discursos sobre los injustos modos patriarcales, mientras que el resto de la familia critica los vicios del tío: fumar, beber alcohol y jugar. María Eugenia busca refugio en las conversaciones con la criada Gregoria y en la casa de su amiga Mercedes Galindo. Y como un mecanismo terapéutico, para expresar sus frustraciones y sentimientos, María Eugenia empieza a escribir un diario. Sin fortuna, su única oportunidad de construir una vida es casarse. Mercedes Galindo y su tío Pancho escogen, para ella, al hombre soltero Gabriel Olmedo, médico ambicioso, y todos ellos cenan cada noche en la casa de Mercedes. Intentando separarla de Gabriel Olmedo, la familia de María Eugenia la lleva a la hacienda San Nicolás. Durante su tiempo en la hacienda, llega la noticia del compromiso de Gabriel Olmedo con una mujer muy rica, mientras que Mercedes Galindo y su esposo se mudan a París. María Eugenia está sola. Ella deja de escribir por dos años, y durante estos dos años ella empieza a transformarse en la mujer “ideal”, rezando con tía Clara, bordando, hablando bien, y sentándose como una señorita, además de darle las espaldas a su tío Pancho y a Gregoria. Ahora, ella piensa en ellos como inmorales. Después de estos dos años, todos dejan también de llevar luto por la muerte del padre de María Eugenia y la familia abre las ventanas. Poco después de abrir las ventanas, César Leal aparece para pedir la mano de María Eugenia. La familia acepta la proposición de matrimonio. César Leal poco a poco empieza a darle reglas a María Eugenia y a controlarla. 42 Cuando el tío Pancho se enferma, Gabriel Olmedo viene a atenderlo, y cuando encuentra a María Eugenia, le confiesa que es infeliz y que quiere terminar su matrimonio. Después de recibir una carta secreta de Gabriel, María Eugenia tiene que decidir entre una vida feliz con Gabriel Olmedo y una vida tradicional, restringida y encerrada con César Leal. Al final, justo antes de irse con Gabriel Olmedo y dejar por siempre a su familia, ella decide quedarse en casa, casarse con César Leal y comportarse como una mujer tradicional en todo sentido, cultural, social, político y religioso. La mayoría de la crítica sobre Ifigenia se puede clasificar en tres categorías: las investigaciones sobre las relaciones entre la tragedia griega de Ifigenia y la Ifigenia de Teresa de la Parra; la crítica del “excessive lyrisism” del estilo de la escritura de Teresa de la Parra; y la más importante para nosotros, la crítica del sistema patriarcal, incluyendo la iglesia y la casa como sub-estructuras. En la tragedia griega Ifigenia, de la cual hay varias versiones, Ifigenia es la hija de Agamemnon y Clytemnestra. Ella fue mandada a Aulis con la noción (preconception) de casarse con Achilles. Por mandatos de su padre, ella fue sacrificada por el Dios Artemis a fin de que la armada griega pudiera navegar. En la Ifigenia de Euripides, la heroína muere para salvar el honor masculino. En su discurso, ella declara que muere por el honor griego, el de su padre y el de su clan (Rodríguez 60). Con respecto a esto, se puede concluir, que aunque la estructura, género, lugar y tiempo de las obras sean diferentes, el mensaje contra la ignorancia impuesta y el sacrificio de la mujer parece ser el mismo. Además, la forma de novela y la narrativa en primera persona, empleada por Teresa de la Parra, ofrece una voz femenina que no tiene la Ifigenia griega. En el fin de la novela, María Eugenia tiene que escoger entre su rol dentro de las expectativas dentro de la sociedad o la vida más moderna y verdadera con Gabriel Olmedo. Gabriel Olmedo intenta convencerla de su amor, de que ella ahora le pertenece a él, y que él quiere salvarla de un matrimonio de esclavitud y prostitución. Preparándose para salir con Gabriel Olmedo, ella ya sabe del sacrificio que va a hacer: “¿Por qué estos ojos, ventanas vivas de mi espíritu, no se quedaron cerrados también eternamente, sobre el sueño apacible de la pobre mártir? […] ¿A qué seguir alumbrando ya esta carne dolorosa, relicario errante, condenado a 43 cambiar sin rumbo, con un cadáver tendido, en perpetua oblación de sacrificio?” (II: 241). A última hora sin embargo, María Eugenia decide reconocer su destino y casarse con César Leal. Ella cambia de heroína de la novela de su propia vida a figura de tragedia griega. Teresa de la Parra da un paso más allá de la trama femenina tradicional indicando que la mujer debe escoger entre el matrimonio y la muerte. Teresa de la Parra opina que el matrimonio es la muerte (Byron 361). Y desde el punto de vista de una intelectual de la época, tal vez tenía razón. A pesar del sacrificio de la protagonista, la novela Ifigenia es un ejemplo de emasculation para los lectores. Fue una novela prohibida porque los lectores tenían la oportunidad de cuestionar la validez de la visión masculina imperante en la literatura patriarcal. El tema de la mujer en esta novela está presentado desde el punto de vista de una mujer. En las obras escritas por hombres, los protagonistas masculinos son los personajes principales de la narración. La obra de Teresa de la Parra es un ejemplo de oposición a la idea de la immasculation, cuando la mujer se identifica con el punto de vista masculino y los roles predeterminados por sus propias leyes. Teresa de la Parra, así como otras autoras femeninas, confrontaba el problema de subvertir y conformarse al sistema patriarcal simultáneamente (Wang 64). 44 Conclusión Los valores y normas inducidos en la sociedad suelen ser documentados y reforzados a través de la literatura. Las novelas María, Doña Bárbara y Ifigenia, escritas por autores diferentes, de géneros diferentes y países diferentes, pero expresan por igual, y a su propia manera, los efecto causados en la literatura por sociedades patriarcales que subyugan a la mujer. Doña Bárbara y María se escribieron a través el filtro masculino, por esta razón, la versión de la mujer ideal es programada y fortalecida desde esta visión masculina. En el caso de Rómulo Gallegos, el refuerzo ha sido concretado por voluntad y decisión propia; en el caso de Jorge Isaacs, puede tratarse de un acto subconsciente. Por otro lado, Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, fue escrita con el pensamiento de una mujer muy consciente de las expectativas de la sociedad pero con rechazo hacia ellas. La pregunta crucial que surge es por qué, al final de la novela, la protagonista femenina se somete por voluntad propia a las expectativas impuestas por su familia y se esclaviza finalmente a su rol social. ¿Se sometería por cansancio de la lucha con su familia y con la sociedad, o se sometería porque la familia y la sociedad habrían conseguido finalmente lavarle el cerebro? ¿Qué dice esto de la personalidad de Teresa de la Parra? ¿Habría pensado ella que a la larga la mujer debía ceder? ¿O habría intentado mostrar la dificultad de subvertir las normas patriarcales? De cualquier modo, María Eugenia se sacrifica al igual que la heroína griega, y de manera figurada, da la vida por la patria. Según la más moderna teoría del Reader Response (Patrocinio Schweickart y Elizabeth Flynn), el rol del lector se ha modificado: en vez de representar una persona “extra” al texto, ha pasado a ser un “co-protagonista” del texto. Este cambio señala la interacción entre el lector y el texto, y también la diferencia del mensaje recibido dependiendo de si el lector es un hombre o es una mujer (ix-xii). El lector masculino que lee los textos de María y de Doña Bárbara recibe un mensaje que confirma las reglas habituales de su sociedad, pues los textos refuerzan estas normas. Ambas obras fortalecen los roles establecidos indicando que el hombre debe ser la persona más fuerte y dominante. Casi lo mismo ocurre cuando una lectora femenina lee el mismo texto, pero con recibe un mensaje diferente que va en sentido contrario, y su rol dentro del mundo se fortalece como género débil y sumiso. A través de las obras literarias de María y Doña Bárbara, las reglas de la sociedad patriarcal se consolidan. 45 Sin embargo, la obra Ifigenia, cambia el mensaje que reciben hombres y que reciben mujeres. Aunque obsesionada por la vanidad, María Eugenia representa a una mujer intelectual, una lectora ávida que tiene la capacidad de pensar por sí misma. Ella también expresa su libertad y su rebelión con su forma de vestir vestido, su vocabulario y los movimientos su cuerpo. Ella se niega a usar su propio cuerpo como cárcel. Muy probablemente, Teresa de la Parra desea demostrar la severa realidad que enfrenta la mujer liberal. Mientras que la idea de romper el abusivo ciclo patriarcal es atractiva, la realidad de la situación es muy clara: la mujer debe tener su propio dinero para poder vivir la vida que desee o debe casarse para poder sobrevivir. Aunque todavía triunfa el sistema patriarcal, el hombre que lee este texto recibe un mensaje que no confirma sus esquemas sino que propone un cambio, al mostrar que existen mujeres fuertes y determinadas que un día pueden prevalecer. La mujer recibe el mensaje de esperanza de que una mujer puede luchar contra las normas. Mientras existan más mujeres como María Eugenia, que protesten de su obligación social, pueden haber cambios positivos en la sociedad. Al parecer, todos los protagonistas de estas novelas son víctimas del sistema patriarcal, e interpretan los mismos roles de una manera u otra. Elaine Showalter define performativity como un condicionamiento subconsciente. Performativity es una fuerza subconsciente repetida tantas veces dentro de la sociedad que la gente la ejecuta una verdad incuestionable. Una persona piensa sobre su vida o su cuerpo en una manera condicionada por una sociedad y un discurso cultural. El discurso cultural controla los pensamientos sobre el sí mismo y define a una persona como hombre o mujer (1-2). María, condicionada como mujer virgen, juega el papel de mártir y muere de amor y soledad. María es una mujer que no puede literalmente sobrevivir sin hombre porque ella está estigmatizada como mujer “recogida”, y no apta para el casamiento a causa de su enfermedad. Efraín es su único recurso para sobrevivir. El personaje de María es superficial, no tiene profundidad humana. Ella es simplemente el complemento del protagonista masculino. La mujer es para ver, pero no para oír. Doña Bárbara es la mujer “marimacho”, demonizada por la sociedad porque se comporta más como hombre que como mujer. La sociedad la rechaza por su poder económico y libertad sexual. Marisela, la hija de doña Bárbara, empieza a mostrar cualidades femeninas favorables y se transforma en la sirvienta de Santos Luzardo. María Eugenia es una mujer bella e inteligente con deseos de leer y aprender. Si ella renunciara a la vida de dominación social masculina, se enfrentaría a la vida de una solterona y de ostracismo social. 46 También es particular notar que las mujeres de estas obras sostienen una fuerte relación con las casas en que viven. Para María, María Eugenia y Marisela la casa es su zona doméstica y literalmente, su cárcel. Siempre tratan de convencerlas de que no salgan de las casas sin acompañante. Doña Bárbara, por otro lado, tiene la libertad completa de entrar y salir cuando quiera, y la sociedad le reprueba su inadecuado comportamiento femenino. Estas tres novelas son ejemplos de lo que Nancy K. Miller llama un female plot. Un female plot puede ser escrito por hombre o por una mujer. El female plot se define como: Quite simply that organization of narrative events which delimits a heroine’s psychological, moral and social development within a sexual fate […] Female plot is thus both what the culture has always already inscribed for woman and its reinscription in the linear time of fiction. It is generally mapped out by the heroine’s engagement with the codes of the dominant ideology, her obligatory insertion with the institutions in which in society and novels name her – marriage, for example. (208) El ojo panóptico de la sociedad vigila a todas las heroínas de las tres novelas. Al vigilar y criticar a las mujeres a través del ojo universal de la moral pre-establecida, se exige que las mujeres deliberadamente (en el caso de María Eugenia) o subconscientemente (María y Marisela) regulan su comportamiento basado en los códigos y los sistemas vigentes. Las personas que viven fuera de las reglas de la sociedad son marginalizadas, como en el caso de doña Bárbara. La sociedad la percibe a ella como mala porque ella no cabe dentro del rol diseñado para la mujer. Al final de la novela, ella es también reificada como una bestia masculina, abyecta y demacrada, que no se puede considerar humana. En términos literarios, las ideologías se enfocan en las instituciones que influyen en los seres humanos y los hacen funcionar dentro del orden social. Las mujeres son víctimas de las instituciones ideológicas que sostienen la supremacía del orden patriarcal. La religión, la educación, la clase social y económica, el sexo y la raza son clasificados por las instituciones que regulan directamente el rol de la mujer dentro de su cultura. La raza de una mujer afecta su rol en la sociedad. En el caso de estas novelas, ser negra o ser india significa un estatus bajo en la sociedad, como también la condición de ser pobre. Estas mujeres corresponden a la clase marginalizada y “othered” de una sociedad que no les provee la manera de cambiar su condición. A fin de evitar la marginalización dentro del orden social, una mujer debe comportarse de manera diferente a la de estos individuos aislados. María, aunque es judía, se toma como una 47 virgen pura en contraste con las mujeres negras y sexualizadas que viven en la finca. María Eugenia, para poder comportarse como una mujer fina, debe parar de socializar y chismorrear con la lavandera negra. Doña Bárbara vive al margen de la sociedad por su educación india y por sus prácticas de brujerías. La única manera en que Marisela puede sobreponerse a la fama de su madre es emular a las mujeres finas de Caracas. La religión (el catolicismo) mantiene a la mujer en su rol. Si la mujer puede recibir una educación formal, recibe una educación estrictamente religiosa que reforzará la dominación masculina como la voluntad de Dios. Según Patrocinio Schweikart, es importante examinar la teoría de la recepción dentro del contexto histórico. Dentro de sus condiciones históricas, estas tres novelas muestran una extrema dominación física y mental del género femenino. Aunque ambos géneros reciben el refuerzo del sistema patriarcal, una lectora mujer va a entender estas novelas de una manera diferente que un lector hombre. Una mujer puede ver la sumisión y la dominación como su estándar normal en la sociedad y reforzar el aprendizaje de comportamiento apropiado como una figura muda y bella. El hombre, por otro lado, refuerza también su aprendizaje de una conducta ya establecida como normal. Sólo novelas como Ifigenia empiezan a cuestionar las arcaicas expectativas de los géneros. Las mujeres se educan para imponer su independencia, y los hombres comienzan tratar a las mujeres más respetuosamente y menos como tontas o niñas. Ambos, mujeres y hombres, pueden re-escribir sus roles de género. 48 Obras Citadas Adams, Clementina. “La cosmovisión futurista de la mujer en Mi hermana Catalina deVirginia Elena Ortea y la visión patriarcal de la María de Jorge Isaacs.” Diaspora 10.10 (2000): 65-75. Print. Aldaraca, Bridget. El Ángel del Hogar: Galdós and the Ideology of Domesticity in Spain. Chapel Hill: U.N.C. Department of Romance Languages, 1991. Print. Alonso, Carlos J. “Doña Bárbara.” The Spanish American Regional Novel: Modernity and Autochthony. Ed. Enrique Pupo-Walker. New York: Cambridge, 1990. 109-35. Print. Auerbach, Nina. Woman and the Demon: The Life of a Victorian Myth. Cambridge: HarvardUP, 1982. Print. 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