El viaje del "aprendizaje de toda la vida" Por el

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El viaje del "aprendizaje de toda la vida"
Por el Élder Robert D. Hales, Del Quórum de los Doce Apóstoles.
Hoy, en este devocional, tengo el honor de dirigir la palabra a aquellos
que están comprometidos a aprender durante toda la vida.
Nuestra búsqueda de conocimiento y nuestro viaje de progreso eterno
comenzaron mucho antes de nuestra existencia mortal. Se nos da un
claro entendimiento de que durante el Concilio de los Cielos hicimos
uso de nuestro libre albedrío, eligiendo venir a la tierra y participar de
la mortalidad. Al elegir venir a esta tierra, estábamos escogiendo la
oportunidad de progresar, crecer y de adquirir más conocimiento. En
dicho proceso de aprender y de venir a la tierra, tomando sobre nosotros un cuerpo mortal
para adquirir conocimiento y experimentar la mortalidad, yace una parte esencial de nuestro
progreso y aprendizaje eternos.
El tema de aprender durante toda la vida es importante porque para los Santos de los
Últimos Días la búsqueda perpetua de conocimiento no sólo es secular sino espiritual.
Comprendemos que adquirir conocimiento es esencial para adquirir salvación eterna.
Brigham Young dijo, ―Si nuestras vidas se extendiesen mil años, aún viviríamos y
aprenderíamos.‖1
Para la mayoría de posesiones temporales, el refrán refleja la verdad: No te lo puedes llevar
contigo. Sin embargo, los tesoros intelectuales de conocimiento y valores espirituales
contienen una promesa de significado eterno. En Doctrina y Convenios leemos, ―Cualquier
principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la
resurrección; y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que
otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el
mundo venidero‖ (D. y C. 130:18–19).
De manera que, mientras la mortalidad es tan sólo un momento en la eternidad, el
aprendizaje a lo largo de nuestra vida mortal es parte esencial de nuestra formación
educativa eterna. Aquí en la tierra, como una vez dijo Brigham Young, ―estamos en una
gran escuela.‖ 2
Cuando aquí vemos nuestro aprendizaje como parte de nuestra educación eterna, elevamos
nuestra vista para recibir instrucción. De niños, tal vez empezamos a aprender porque
nuestros padres nos convencieron o persuadieron. Ellos querían que adquiriésemos un
formación educativa con títulos universitarios o técnicos, sabiendo que al final de nuestras
labores seríamos recompensados con autosuficiencia, productividad y con la capacidad de
sobrevivir en el mundo real. Algunos estudiamos arduamente al interesarnos la dura
competición de las notas y los honores.
A pesar de que estas motivaciones para aprender desempeñaron importantes papeles en
diferentes épocas de nuestra vida, si son nuestras Únicas motivaciones, cesaremos de
aprender cuando nuestros padres o maestros se hayan ido y cuando hayamos conseguido
nuestros títulos. Los que aprenden durante toda la vida lo hacen por motivos más eternos.
Uno de los pasos gigantes de madurar y adquirir conocimiento y experiencia es el de
aprender por el gozo de ser edificados en lugar de por el placer de divertirse. La meta de los
más sabios alumnos de toda la vida no es tanto para impresionar a los demás, sino para
mejorar ellos mismos y para ayudar a otros. Su deseo es aprender y cambiar su conducta
siguiendo el sabio consejo y ejemplo impartido por los grandes maestros a su alrededor.
A veces nuestro aprendizaje está limitado si pensamos en él como solamente un curso o en
obtener un título. Pero si miramos en las Escrituras, éstas nos dan el plan de estudios para
un alumno de toda la vida: ―Cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra;
cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país,
cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios
que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y de los reinos‖ (D. y
C. 88:79).
En el primer versículo del Libro de Mormón leemos, ―Yo, Nefi, nací de buenos padres y
recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre‖ (1 Nefi 1:1). Al igual
que el campo de estudio de Nefi fue todo lo que sabía su padre, los alumnos de toda la vida
no tienen límites de disciplinas en su búsqueda de conocimiento mayor.
Los alumnos de toda la vida tienen un deseo interior insaciable de adquirir conocimiento en
una amplia variedad de temas y disciplinas. De manera que la recompensa de los alumnos
de toda la vida es simplemente el gozo de aprender y adquirir conocimiento en un amplio
espectro de temas que les interesa.
Algunos se preguntarán si es posible enseñar a alguien que sea un alumno de toda la vida o
si simplemente es un don genético. Así como algunos nacen más veloces, algunos podemos
tener por naturaleza un deseo mayor de aprender. Sin embargo, al igual que un sabio
entrenador deportivo puede mejorar a cualquiera que esté dispuesto a pagar el precio,
asimismo nuestro Padre Celestial está ansioso por bendecirnos con el impulso y la
determinación de llegar a ser alumnos de toda la vida, si estamos dispuesto a pagar el
precio.
A menudo, se requiere de un gran maestro para motivarnos y para inculcar ese deseo en
nosotros. ¿Cómo podemos mejorar nuestro deseo y aumentar el deseo de los demás para
adquirir más conocimiento a lo largo de una vida de experiencias de aprendizaje?
Los atributos de los alumnos de toda la vida
Es importante considerar los atributos que se deben adquirir para llegar a ser un alumno de
toda la vida. Algunos de los atributos básicos necesarios para llegar a ser un alumno de toda
la vida son el valor, el deseo fiel, la humildad, la paciencia, la curiosidad y la voluntad de
comunicar y compartir el conocimiento que adquirimos. Tomemos un momento para
detenernos y reflexionar en profundidad, en cómo cada uno de estos atributos pueden
contribuir para que nosotros seamos alumnos de toda la vida. Él otro lado de la moneda
sería el considerar cómo podemos nosotros inculcar el aprendizaje de toda la vida en los
que nos rodean, especialmente en nuestros hijos.
Valor. ―Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, Y tome aliento vuestro
corazón‖ (Salmo 31:24).
Los alumnos de toda la vida tienen el valor de vencer el temor a salir de su ―zona de
confort‖ educativa y a entrar en lo desconocido y lo no familiar. En las Escrituras leemos,
―Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio‖ (2 Timoteo 1:7).
Muy a menudo permanecemos en la comodidad de nuestras fortalezas educativas y
evitamos vencer nuestras debilidades educativas. Por tanto, nuestras mayores fortalezas
pueden convertirse en nuestras mayores debilidades. Quizás permanezcamos en la
seguridad del pasado, sin estar dispuestos a aventurarnos en el futuro por el temor a la
ignorancia o la falta de conocimiento sobre un tema que deseamos estudiar o investigar.
Necesitamos el valor de tomar un salto de fe hacia una temerosa oscuridad, sin saber lo
profunda que es la cueva educativa en la que vamos a entrar.
El temor sólo se disipa con la cantidad de luz intelectual que estemos dispuestos a alumbrar
sobre el oscuro abismo educativo que supone un vacío en nuestro entendimiento. Debemos
encontrar el valor de seguir adelante, de avanzar.
En Doctrina y Convenios leemos, ―Existían temores en vuestros corazones, y en verdad,
ésta es la razón por la que no la recibisteis‖ (D. y C. 67:3). A pesar de nuestros temores, el
valor en adquirir nuevo conocimiento es esencial para los alumnos de toda la vida.
Deseo fiel. ―Buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí,
buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el
estudio como por la fe‖ (D. y C. 88:118).
Lo siguiente es un deseo fiel. Los alumnos de toda la vida tienen un deseo interior
insaciable y desinteresado de adquirir una amplia gama de conocimiento en muchas
disciplinas, por el simple gozo de alcanzar y compartir el conocimiento sin reconocimiento
o recompensa alguna. A menudo, la motivación y el deseo de aprender son estimulados por
una percibida necesidad de ayuda a los demás. Por ejemplo, una madre preocupada, que
siente que existe una falta de diagnostico médico con respecto a un problema de salud física
o salud mental en la familia, investiga en publicaciones y libros de medicina para ayudar en
la solución.
Un alumno de toda la vida puede tener un deseo de auto mejorarse para lograr una vida más
feliz o más benévola. Los alumnos de toda la vida tienen el deseo de adquirir conocimiento
que les ayudará a ser mejores ayudas idóneas, mejores madres, mejores padres, mejores
ciudadanos y mejores siervos en el reino del Señor ―para que [conozcan] y [glorifiquen] el
nombre de [su] Dios‖ (2 Nefi 6:4).
Humildad. ―Aprenda sabiduría el ignorante, humillándose y suplicando al Señor su Dios, a
fin de que sean abiertos sus ojos para que él vea, y sean destapados sus oídos para que
oiga‖ (D. y C. 136:32).
A continuación se encuentra la cualidad de la humildad. Los alumnos de toda la vida
reconocen que la fuente de todo conocimiento es un don de Dios. ―Sí, el que
verdaderamente se humille. . . será bendecido‖ (Alma 32:15).
Debido a que los alumnos de toda la vida reconocen que la inteligencia es un don de Dios,
no se entretienen en ello, ni se enorgullecen de su propio coeficiente intelectual ni de sus
logros. Cada nuevo descubrimiento de conocimiento viene de lo alto en el tiempo del Señor
y a la manera del Señor, ―línea por línea, precepto por precepto‖ (2 Nefi 28:30).
Cuando somos verdaderamente humildes, recordamos que el conocimiento y la sabiduría
nos las da el Señor y que hemos de usar dichos conocimiento y sabiduría para elevar y
fortalecer a los demás: ―A todo hombre le es dado un don por el Espíritu de Dios. A
algunos les es dado uno y a otros otro, para que así todos se beneficien‖ (D. y C. 46:11–12).
Adquirimos conocimiento para servir mejor.
Paciencia. ―Añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio
propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad‖ (2 Pedro 1:5–6).
Los alumnos de toda la vida adquieren un desmedido grado de paciencia en su búsqueda de
conocimiento. Entienden, mediante su búsqueda diligente de conocimiento, que se requiere
una gran cantidad de energía y tiempo para encontrar conocimiento puro.
¡Qué sensación! ¿Alguna vez han procurado algo—buscado, meditado y orado—hasta que
finalmente ahí estaba, justo delante de ustedes? A veces lo que aprendemos hoy tal vez no
parezca tener valor sino hasta dentro de meses o incluso años en el futuro. No sólo
aprendemos ese conocimiento, sino que lo meditamos, para que en el debido lugar y tiempo
podamos aprovecharlo al máximo.
Curiosidad. ―Me volví y fijé mi corazón para saber y examinar e inquirir la sabiduría y la
razón‖ (Eclesiastés 7:25).
La siguiente cualidad es la curiosidad. Mi hermana me solía decir, ―La curiosidad mató al
gato, pero la satisfacción lo trajo de vuelta‖.
Los alumnos de toda la vida son curiosos por naturaleza. Cuando somos niños, nuestra
curiosidad es instintiva, pero nuestra educación formal es más confinadora y sistemática.
Los alumnos de toda la vida desarrollan técnicas de aprendizaje personalizadas que superan
lo que se enseña en la escuela. El elemento clave de aprendizaje es que nunca pierden su
divina e inherente curiosidad. Simplemente son detectives, a la imagen de Sherlock
Holmes, resolviendo un caso, juntando los datos que han reunido. Lo hacen preguntando
―por qué‖ y luego encontrando las respuestas. La emoción de investigar un concepto nuevo
o de descubrir la respuesta a algo que nos era previamente desconocido es un exuberante
momento de gozo y satisfacción.
Los alumnos de toda la vida aprenden ―línea por línea‖ y ―precepto por precepto‖, pero
también tienen esos momentos personales de tipo ―Eureka‖, cuando de repente ven el
panorama general. El alumno de toda la vida no se rinde. Thomas Edison fue un alumno de
toda la vida. A él se le atribuyó decir, ―Yo no he fracasado, he encontrado diez mil formas
que no funcionan‖.
Comunicación. ―De manera que, el que la predica y el que la recibe se comprenden el uno
al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente‖ (D. y C. 50:22).
Los alumnos de toda la vida son maestros de corazón, deleitándose en la comunicación del
aprendizaje y del conocimiento. Encuentran gozo cuando aquellos a quienes enseñan, al
compartir sus conocimientos, son elevados y fortalecidos. Se comunican con Dios por
medio de la oración para pedir guía y conocimiento. Se comunican con Dios para darle
gracias y expresarle gratitud por el conocimiento que han recibido. Se comunican con otros
alumnos de toda la vida, escuchando atentamente en un intercambio de aprendizaje que es
de beneficio mutuo.
Los grandes maestros no sólo son grandes comunicadores, sino que son grandes oyentes.
Cuando nos comunicamos, podemos aprender algo de todas las personas a las que
conocemos.
Los grandes maestros producen alumnos de toda la vida. Los grandes maestros no les dan
todas las respuestas a sus estudiantes. Los dirigen hacia la fuente de conocimiento y les
infunden un deseo de beber. Los grandes maestros motivan a los estudiantes a buscar
conocimiento.
Un educador se encontraba en una reunión con el presidente Packer, en una sesión de
preguntas y respuestas. Se le pregunto al presidente Packer acerca de sus enseñanzas sobre
la Expiación. ¿Qué enseñó? Ellos querían de él un testimonio y una tesis total sobre la
Expiación. Eso es lo que esperaban de este gran maestro. Su respuesta enseño a todos los
presentes acerca del aprendizaje de toda la vida. El presidente Packer contestó, ―Lean el
Libro de Mormón unas cuantas veces, escudriñando enseñanzas acerca de la Expiación.
Entonces escriban un resumen de una página de lo que han aprendido. Entonces, mis
queridos hermanos, tendrán su respuesta‖.
El estudio de las Escrituras y el aprendizaje de toda la vida
El estudio de las Escrituras es una experiencia de aprendizaje de toda la vida. Quizás no
veamos de forma más clara la necesidad de aprender durante toda la vida que con el estudio
de las Escrituras. No importa cuántas veces leamos las Escrituras, mediante el poder y la
inspiración del Espíritu Santo aprendemos nuevas verdades y adquirimos valioso consejo y
entendimiento para enfrentarnos a los desafíos de la vida. El presidente Ezra Taft Benson
enseñó, ―La comida de ayer no basta para satisfacer las necesidades de hoy; de la misma
forma tampoco basta la lectura infrecuente del [Libro de Mormón], ‗el más correcto de
todos los libros sobre la tierra‘, como lo llamó José Smith‖. 3
Los objetivos principales del estudio de las Escrituras son adquirir entendimiento del
Evangelio y fortalecernos espiritualmente. Una razón por la que necesitamos deleitarnos
continuamente en las palabras de Cristo es que, como todo aprendizaje, el entendimiento
del Evangelio y los conocimientos espirituales vienen de precepto en precepto.
El estudio de las Escrituras es una singular forma de aprender. Requiere alfabetización—la
capacidad de leer. El Rey Mosíah enseñó a sus hijos ―en todo el idioma de sus padres, a fin
de que así llegaran a ser hombres de entendimiento; y que supiesen concerniente a las
profecías que habían sido declaradas por boca de sus padres, las cuales les fueron
entregadas por la mano del Señor‖ (Mosíah 1:2).
Mosíah no sólo estaba enseñando a sus hijos a leer para que avanzaran en el mundo, sino
que les estaba enseñando a leer para que pudieran sumergirse en las Escrituras y ser
espiritualmente sabios.
Las planchas de bronce fueron preservadas y llevadas a la tierra prometida para que la
familia de Lehi y su posteridad no se olvidaran quienes eran, ―un pueblo escogido‖, y para
que se les recordara cómo debían vivir como hijos de Dios. Por esa misma razón las
Escrituras se han preservado para nosotros en esta época.
Pero el adquirir conocimiento mediante el estudio de las Escrituras requiere de algunos
atributos y acciones que la mayoría de los esfuerzos académicos formales no logran: deseo
sincero, fe inalterable, oración y la voluntad y obediencia de seguir los susurros del
Espíritu. Prácticamente todos los seres humanos de la tierra, sin importar su capacidad
humana, pueden experimentar el gozo y las recompensas del estudio perpetuo del
Evangelio.
El estudio de las Escrituras no requiere años de educación formal para adquirir un
entendimiento de los principios esenciales del Evangelio. Esto queda ilustrado por Pedro y
Juan en el libro de los Hechos. Los gobernantes judíos estaban sorprendidos. Ellos
suponían que el conocimiento del Evangelio requería de un extenso curso de capacitación
formal. Las Escrituras nos dicen: ―Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y
sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que
habían estado con Jesús‖ (Hechos 4:13).
Iletrados e ignorantes ante los ojos del mundo, Pedro y Juan habían adquirido grandes
conocimientos del Evangelio al escuchar y atender a las palabras de nuestro Salvador. Lo
mismo puede ser verdad para cada uno de nosotros y para cada miembro de nuestra familia.
En el estudio del Evangelio, un título de maestría en teología es de mucho menos valor que
el título de conocimiento que podemos obtener todos del Maestro mismo.
Un componente crítico de adquirir conocimiento del Salvador es el de actuar conforme a
los principios que él enseñó. A fin de obtener la mejor comprensión que las Escrituras
tienen para ofrecer, nuestro estudio se centrará no tanto en lugares y nombres como en
principios y doctrinas. No es sólo el conocimiento de los libros lo que procuramos, sino el
entendimiento que cambiará nuestra manera de vivir y que realmente marcará una
diferencia en nuestras vidas. Debemos ver las Escrituras por lo que son: un manual de
instrucciones para llegar a ser como nuestro Salvador.
El estudio perpetuo de las Escrituras es una búsqueda interminable de comprensión y
entendimiento espiritual y el crecimiento resultante cuando aplicamos dicha comprensión a
nuestra vida. Como Santos de los Últimos Días, entendemos que el adquirir conocimiento
espiritual, tener experiencias espirituales y desarrollar nuestros dones y aptitudes son
importantes para nuestro crecimiento mortal. Además, debemos desarrollar nuestra
disposición espiritual en relación con Dios nuestro Padre y Su hijo Jesucristo, y cultivar las
cualidades de la fe y obediencia que invitarán al Espíritu Santo a nuestra vida. También
crecemos en espíritu al servir y cuidar a nuestro prójimo y al mundo que nos rodea. Todos
estos elementos del aprendizaje de toda la vida tienen consecuencias eternas, y sus
recompensas son la esencia de nuestra meta de obtener cualidades y logros espirituales. Los
resultados de nuestro aprendizaje de toda la vida más importante no se reflejan en notas
escolares, títulos académicos u honores, sino en quienes llegamos a ser. Nuestro objetivo es
el de desarrollar valores de carácter eternos, tales como el conocimiento, la esperanza, la
caridad y el amor. Ésta es la búsqueda más importante que tenemos en el aprendizaje.
El estudio de las Escrituras nos ayuda a desarrollar y progresar como personas. Las
Escrituras son singularmente adecuadas para el estudio de toda la vida.
Al aumentar nuestra capacidad espiritual, emocional y mental a lo largo de los años,
calificamos para adquirir nuevos conocimientos de las Escrituras. ¿Cuántas veces se han
detenido a meditar en un pasaje de las Escrituras que han leído y han pasado muchas veces
y luego, en un momento de revelación, tienen una nueva comprensión, un nuevo
entendimiento, que vienen a su corazón y mente, dando nuevo conocimiento—y ese
conocimiento añadido resuelve un pregunta, un problema o uno de los desafíos de la vida?
ése, mis hermanos y hermanas, es el dulce misterio del aprendizaje de toda la vida—un
dulce instante en un momento en el tiempo cuando se experimenta un salto de fe y de
entendimiento.
Es por esa razón que tenemos una oración antes y después del estudio de las Escrituras. La
oración antes de estudiar las Escrituras es para prepararnos espiritualmente para recibir los
momentos reveladores y para darnos ánimo espiritual. La oración después del estudio de las
Escrituras es para dar gracias y expresar gratitud por aquello que se nos ha dado.
El conocimiento de las verdades del Evangelio restaurado de Jesucristo es el conocimiento
de mayor valor que jamás poseeremos. Ese conocimiento se encuentra en la palabra de
Dios en las Escrituras, por medio de los profetas vivientes y en el templo. La investidura es
el plan de estudios eterno. En ella se nos enseña de dónde vinimos y por qué estamos aquí
en la tierra; incluso se nos da la promesa de lograr la vida eternal en el reino celestial si
obedecemos los mandamientos y convenios que hemos tomado sobre nosotros mismos.
El aprendizaje de toda la vida—pasado, presente y futuro
Además de todos los atributos que hemos comentado, los alumnos de toda la vida ven la
conexión entre lo que hemos aprendido en el pasado, lo que estamos aprendiendo ahora y lo
que podemos aprender en el futuro. Los alumnos de toda la vida son alumnos acumulativos.
Ellos recogen todo lo que han aprendido para su beneficio. Nunca merodearán en el pasado
porque están ansiosos de explorar el futuro. Siempre estarán abiertos a nuevos conceptos,
siendo bendecidos con mentes inquisitivas que buscan nuevo conocimiento a diario.
¡Los alumnos de toda la vida pasan la vida procurando superar lo mejor de sí mismos! A
veces lo mejor de nosotros no basta. El tener el desafío de superar lo mejor de nosotros
mismos podría parecer irrazonable o desafiar la lógica intuitiva, ¡pero el progreso personal
es simplemente eso! La realidad es que a veces lo mejor que tenemos hoy no basta para
tener éxito en el mundo de mañana.
Por ejemplo, en los juegos olímpicos de 2004, el nadador norteamericano Michael Phelps,
de quien hemos oído mucho Últimamente, ganó la medalla de bronce en los 200 metros
estilo libre con un registro de un minuto, cuarenta y cinco segundos. Hace cuatro años ése
fue su mejor registro. Pero él sabía que para ganar la medalla de oro en ese evento en el
2008, tendría que superar su mejor marca; de manera que se entrenó para lograr esa meta.
Millones tuvieron la oportunidad de contemplar la saga Olímpica que se desarrolló al
superar él su mejor marca anterior, estableciendo un nuevo récord mundial de un minuto,
cuarenta y dos segundos, ganando la medalla de oro. En Beijing destrozó su propio récord
mundial anterior por un segundo entero y superó la marca ganadora de Mark Spitz de 1972
por diez segundos. ¡Piensen en lo rápido que es eso! De hecho, había quitado más de un
minuto de la marca de la medalla de oro de 1904, de dos minutos con cuarenta y dos
segundos. ¡Imagínense! ¡Hoy, en sólo un minuto, nadan dos vueltas en la piscina! Esa es la
distancia que le habría adelantado al ganador de 1904. Es increíble que, de las medallas de
oro del 2008 de Michael Phelps, siete de sus cronos batieron récords mundiales; no fueron
sus propios récords sino récords mundiales. La otra, su octava medalla, marcó un récord
olímpico. ¿Pueden imaginar ser capaces de hacer eso, y superar lo que ya era lo mejor de sí
mismos? ¡Qué gran ejemplo para todos!
La realidad es que si no mejoramos nuestros esfuerzos y logros cada día, lo mejor de
nosotros en el ayer no cumplirá con las exigencias del mañana. Este principio de hacer lo
mejor de nosotros mismos cada día se aplica tanto a las exigencias espirituales como a las
temporales, en nuestra vida mortal de aprendizaje, según nos preparamos, hacemos
convenios y cumplimos con los requisitos de salvación eterna.
A veces, el gran panorama del aprendizaje no queda limitado por la capacidad de nuestra
mente sino por las limitaciones artificiales que ponemos sobre nosotros mismos y por
nuestra habilidad de aprender. Tenemos que ampliar la capacidad de nuestra mente. Piensen
en lo que era nuestra limitación de aprendizaje antes de que la computadora se convirtiera
en una herramienta universal de investigación, aprendizaje y comunicación por Internet.
Para nuestros nietos, es difícil imaginarse cómo fuimos educados sin computadoras (o
incluso, cómo vivíamos sin teléfonos celulares o cómo sobrevivíamos sin la pizza como
dieta básica. La lista es interminable).
Me gustaría compartir con ustedes una experiencia de aprendizaje personal muy singular de
hace unos treinta años, que tiene que ver con los beneficios de las computadoras en la
investigación de la historia familiar. En los años 70, observé al élder Theodore H. Burton
presentar el futuro concepto del uso de computadoras para la investigación de registros
familiares. Incluso tuvo la osadía de enseñar y proclamar que la informática fue dada para
el uso del hombre con el fin de acelerar el día de la historia familiar, la genealogía y la obra
del templo.
Las palabras del élder Burton sobre computación fueron recibidas con compresibles
reservas:
―Las computadoras siempre serán muy grandes y muy caras para uso personal‖. ―Nunca
habrá bastantes miembros con computadoras‖. ―Son tan pocos los miembros que pueden
operar computadoras‖. ―Los detalles, las explicaciones y las verificaciones que se requieren
para que la investigación personal sea compatible con los registros de templo son muy
complejos‖. Todas éstas parecían ser reservas razonables en su época, pero ¿qué pasa con
los futuros avances informáticos?
En la actualidad nos estamos embarcando en una nueva era de computación de historia
familiar. Con el próximo lanzamiento del nuevo sistema—ya disponible en la mitad de los
distritos de templo en el mundo—podremos preparar y enviar nombres de nuestros
antepasados para la obra del templo desde nuestras casas, utilizando un nuevo sistema por
Internet. Este nuevo sistema nos ayudará de forma fácil a ver qué antepasados necesitan
ordenanzas del templo y hará posible imprimir una página de resumen con un código de
barras que, al escanearse en el templo, imprimirá una tarjeta para su uso en las sesiones del
templo. Después de que se haya realizado una ordenanza, un registro de la ordenanza
completada quedará disponible normalmente en este sitio Web seguro en las siguientes
veinticuatro horas. Ahora bien, ¿por qué les cuento esta historia a ustedes como alumnos de
toda la vida? Tengo un mensaje sencillo. Nunca merodeen en el pasado, ni intenten
proteger su ―zona de confort‖ en contra de los cambios inevitables que se requieren para
enfrentarse a los futuros avances que se necesitarán. Cuando Jesús dijo ―Consumado es‖
(Juan 19:30) al morir en la cruz, era el fin de sólo una misión, la Expiación. Entonces fue a
ver a aquellos que se encontraban en la eternidad para reunirlos y darles esperanza (véase
D. y C. 138). En 3 Nefi, leemos que en otra experiencia misional él también visitó a los
fieles en el templo en el nuevo mundo como ser resucitado, bendiciéndolos por su fidelidad.
En nuestra vida, como en el ejemplo del Salvador, nuestros finales sirven para dar paso a
nuevos comienzos. El fin de una época da paso a una nueva época. Los alumnos de toda la
vida no merodean en el pasado. El aprendizaje en el pasado crea una valiosa cimentación de
experiencias sobre la cual edificar, no un lugar cómodo en donde merodear durante toda
una vida. A veces, cuando logramos un hito histórico que veíamos como una meta final,
podríamos encontrarnos, una vez que haya pasado la emoción de lograrlo, casi deprimidos;
por ejemplo, cuando hemos terminado la misión, o cuando acaba la luna de miel. Hay un
momento de pura y dura realidad, cuando uno se pregunta, ―¿Y ahora qué? ¿Qué hago a
continuación?‖ En tales momentos, recuerden que el fin sólo es el amanecer de un nuevo
comienzo.
Al encontrarse en la cima de cualquier monte que hayan escalado, disfruten del momento
de satisfacción en el presente para contemplar el maravilloso panorama y el progreso que
han conseguido con respecto al pasado. Entonces vuélvanse para ver las nuevas cimas que
se divisan y marquen un rumbo para escalar aun más alto hacia el futuro. Cuando hagan
esto, el logro de una meta que se fijó en el pasado allanará el camino para una meta de
logros más alta en el futuro. Al contemplar el sacrificio y el trabajo arduo que se requirió
para lograr metas anteriores, reunamos la confianza y determinación que hacen falta para
avanzar hacia alturas mayores.
Permítanme pausar una vez más para hablarles desde lo más profundo de mi corazón acerca
de una de las singulares experiencias de aprendizaje. El verdadero significado de
aprendizaje de toda la vida se forma en el ciclo del pasado, presente y futuro, progresando a
medida que el tiempo avanza en su rápido y a la vez inevitable paso. El tiempo no se
detiene para nadie. De hecho, una de las pocas posesiones que todos compartimos es el
tiempo. Lo que nosotros hagamos con nuestro tiempo determinará el grado de aprendizaje
de toda la vida y valores espirituales que nos llevamos a la eternidad después de nuestra
prueba mortal.
Permítanme también tomar un momento o dos para hablar de una experiencia singular de
aprendizaje de toda la vida para una mujer— la maternidad.
La maternidad: La oportunidad ideal de aprendizaje de toda la vida
La maternidad es la oportunidad ideal de tener aprendizaje de toda la vida. El aprendizaje o
conocimiento de una madre crece a medida que ella nutre al hijo o hija en sus años de
desarrollo. Los dos están aprendiendo y madurando juntos a un ritmo extraordinario. Es
exponencial, no lineal. Piensen en el proceso de aprendizaje de una madre a lo largo de la
vida de sus hijos. Cada hijo trae una dimensión añadida al aprendizaje de ella, porque las
necesidades de los hijos son muy variadas y de gran alcance.
Por ejemplo, en el proceso de criar a sus hijos, la madre estudia temas como: desarrollo
infantil; nutrición; sanidad; fisiología; psicología; enfermería con investigación y cuidado
médico; y tutoría educativa en una diversidad de campos como: matemáticas, ciencia,
geografía, literatura, Lengua e idiomas extranjeros. Ella desarrolla dones como: música,
atletismo, baile y oratoria. Los ejemplos de aprendizaje pueden ser interminables. Piensen
en el aprendizaje espiritual que se requiere cuando una madre enseña acerca de los
principios del Evangelio y se prepara para enseñar en la noche de hogar o lecciones de la
Primaria, la Sociedad de Socorro, Las Mujeres Jóvenes y la Escuela Dominical.
Lo que quiero decir, mis queridas hermanas, así como los hermanos, que espero estén
escuchando atentamente, la oportunidad de la madre de aprender y enseñar durante toda la
vida es universal por naturaleza. Mis queridas hermanas, jamás se subestimen como mujer
o madre.
Nunca deja de asombrarme que el mundo declare que la mujer se encuentre en una forma
de servidumbre que no le permite desarrollar sus dones y talentos. Nada, absolutamente
nada podría estar más lejos de la verdad. No permitan que el mundo defina, denigre, o
limite sus sentimientos de aprendizaje de toda la vida y los valores de la maternidad en el
hogar, tanto aquí en el aprendizaje mortal como en el eterno, y los beneficios que brindan a
sus hijos y a su cónyuge.
El aprendizaje de toda la vida es imprescindible para la vitalidad de la mente, cuerpo y
alma del ser humano. Realza el valor y la actuación de uno mismo. El aprendizaje de toda
la vida vigoriza mentalmente y es una gran defensa contra el envejecimiento, la depresión y
la duda que uno tiene de sí mismo. Cuando nos detenemos en buscar nuevo conocimiento,
cesa nuestro progreso en aprender y comienza el estancamiento mental.
El progreso y el mejoramiento son la esencia del aprendizaje de toda la vida. No les
sorprenderá saber que sólo existe una gran meta: vivir una vida fiel y perseverar hasta el
fin, dignos de eterna salvación y gloria. Todas las demás metas y logros son resultados de
perseverar fielmente hasta el fin. Verdaderamente es el plan de vida presentado en las
Escrituras para nuestro beneficio eterno.
El proceso de aprendizaje que Salomón enseñó en el libro de Proverbios nos ayuda a
entender la naturaleza de aprender durante toda la vida. ―Bienaventurado el hombre que
halla la sabiduría, Y que obtiene la inteligencia‖ (Proverbios 3:13).
Para explicarlo mejor, comenzamos con inteligencia básica, o un CI (coeficiente
intelectual), el cual lo otorga Dios como un don para la humanidad. ―La gloria de Dios es la
inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad‖ (D. y C. 93:36). A la inteligencia básica le
añadimos conocimiento, el cual nos viene por medio del aprendizaje y de la experiencia. La
suma de la inteligencia básica, el conocimiento y la experiencia equivale a la sabiduría.
―Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere
inteligencia‖ (Proverbios 4:7).
El mundo se detiene al nivel de aprendizaje de la sabiduría, pero las Escrituras enseñan:
―Jehová con sabiduría fundó la tierra; Afirmó los cielos con inteligencia‖ (Proverbios
3:19; énfasis agregado).
La sabiduría más los dones del Espíritu Santo proveen entendimiento a nuestro corazón.
Cuando verdaderamente tengamos un entendimiento y se ablande nuestro corazón, no
tendremos ―más deseos de hacer lo malo‖ (Alma 19:33).
Tendremos ―la mira puesta Únicamente en la gloria de Dios‖ (D. y C. 82:19) y desearemos
regresar con honor a la presencia de nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo.
¡Aquí tienen una asignación de deberes para casa para toda la vida! Mediten y procuren
adquirir los extraordinarios atributos de un alumno de toda la vida: valor, fiel deseo,
curiosidad, humildad, paciencia y voluntad de comunicarse. Estas son cualidades del
carácter muy deseables. Mediten y háganse las siguientes preguntas: ―¿Cuál es para mí el
significado y el valor de cada una de estas cualidades?‖ ―¿Cómo se aplican para mi estas
cualidades?‖ ―¿Cómo voy a hacer para que estas cualidades formen parte de mi vida?‖
Entonces, durante unos minutos, mediten sobre estas cualidades y pregÚntense qué pueden
hacer para aplicarlas en su carácter y en su vida. Aunque tomen sólo una de las cualidades y
procuren mejorarse, marcará una diferencia. La recompensa será grande en su futuro, para
ustedes y para los que los rodean.
Espero que puedan ver el valor de repasar sus grandes metas con la mira puesta en las
perspectivas de aprender durante toda la vida y al ciclo de la vida de pasado, presente y
futuro. Que sus vidas sean vidas de aprendizaje—de crecer en conocimiento, inteligencia y
sabiduría, mientras buscan los valores y características espirituales que los bendecirá con
las recompensas de la vida eterna.
Busquen saber que Dios vive
Les doy mi testimonio de que Dios vive y de que podemos aprender no sólo a creer sino a
saber que Dios vive. Busquen ese conocimiento. Se les concederá. Busquen saber y que
también sepan los que los rodean, mediante el testimonio de ustedes, de que José Smith fue
un profeta de Dios y que en esta Última dispensación de la plenitud de los tiempos se nos
ha restaurado todo lo que se ha restaurado a la humanidad. Aprendan todo lo que puedan en
nuestros templos y nuestras Escrituras. Aprendan y lleven su vida de tal forma que puedan
regresar a la presencia de nuestro Padre y de Su Hijo. Ruego que nuestros deseos y metas
sean los de ser alumnos de toda la vida para lograr ese objetivo, en el nombre de Jesucristo,
amen.
© Intellectual Reserve, Inc.
Notas
1. Brigham Young, en Journal of Discourses (Londres: Latter-day Saints‘ Book
Depot, 1854–86), 9:292.
2. Brigham Young, en Journal of Discourses, 12:124.
3. Ezra Taft Benson, ―Un nuevo testigo de Cristo,‖ Ensign, November 1984, 6–7; citando a
José
Smith, History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, ed. B. H. Roberts, 2ª ed.
rev. (Salt Lake City: Deseret News, 1957), 4:461.
(Este devocional se dio el 19 de agosto de 2008, durante la Semana Educativa del Campus
Universitario).
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