El viaje del "aprendizaje de toda la vida" Por el Élder Robert D. Hales, Del Quórum de los Doce Apóstoles. Hoy, en este devocional, tengo el honor de dirigir la palabra a aquellos que están comprometidos a aprender durante toda la vida. Nuestra búsqueda de conocimiento y nuestro viaje de progreso eterno comenzaron mucho antes de nuestra existencia mortal. Se nos da un claro entendimiento de que durante el Concilio de los Cielos hicimos uso de nuestro libre albedrío, eligiendo venir a la tierra y participar de la mortalidad. Al elegir venir a esta tierra, estábamos escogiendo la oportunidad de progresar, crecer y de adquirir más conocimiento. En dicho proceso de aprender y de venir a la tierra, tomando sobre nosotros un cuerpo mortal para adquirir conocimiento y experimentar la mortalidad, yace una parte esencial de nuestro progreso y aprendizaje eternos. El tema de aprender durante toda la vida es importante porque para los Santos de los Últimos Días la búsqueda perpetua de conocimiento no sólo es secular sino espiritual. Comprendemos que adquirir conocimiento es esencial para adquirir salvación eterna. Brigham Young dijo, ―Si nuestras vidas se extendiesen mil años, aún viviríamos y aprenderíamos.‖1 Para la mayoría de posesiones temporales, el refrán refleja la verdad: No te lo puedes llevar contigo. Sin embargo, los tesoros intelectuales de conocimiento y valores espirituales contienen una promesa de significado eterno. En Doctrina y Convenios leemos, ―Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección; y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero‖ (D. y C. 130:18–19). De manera que, mientras la mortalidad es tan sólo un momento en la eternidad, el aprendizaje a lo largo de nuestra vida mortal es parte esencial de nuestra formación educativa eterna. Aquí en la tierra, como una vez dijo Brigham Young, ―estamos en una gran escuela.‖ 2 Cuando aquí vemos nuestro aprendizaje como parte de nuestra educación eterna, elevamos nuestra vista para recibir instrucción. De niños, tal vez empezamos a aprender porque nuestros padres nos convencieron o persuadieron. Ellos querían que adquiriésemos un formación educativa con títulos universitarios o técnicos, sabiendo que al final de nuestras labores seríamos recompensados con autosuficiencia, productividad y con la capacidad de sobrevivir en el mundo real. Algunos estudiamos arduamente al interesarnos la dura competición de las notas y los honores. A pesar de que estas motivaciones para aprender desempeñaron importantes papeles en diferentes épocas de nuestra vida, si son nuestras Únicas motivaciones, cesaremos de aprender cuando nuestros padres o maestros se hayan ido y cuando hayamos conseguido nuestros títulos. Los que aprenden durante toda la vida lo hacen por motivos más eternos. Uno de los pasos gigantes de madurar y adquirir conocimiento y experiencia es el de aprender por el gozo de ser edificados en lugar de por el placer de divertirse. La meta de los más sabios alumnos de toda la vida no es tanto para impresionar a los demás, sino para mejorar ellos mismos y para ayudar a otros. Su deseo es aprender y cambiar su conducta siguiendo el sabio consejo y ejemplo impartido por los grandes maestros a su alrededor. A veces nuestro aprendizaje está limitado si pensamos en él como solamente un curso o en obtener un título. Pero si miramos en las Escrituras, éstas nos dan el plan de estudios para un alumno de toda la vida: ―Cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y de los reinos‖ (D. y C. 88:79). En el primer versículo del Libro de Mormón leemos, ―Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre‖ (1 Nefi 1:1). Al igual que el campo de estudio de Nefi fue todo lo que sabía su padre, los alumnos de toda la vida no tienen límites de disciplinas en su búsqueda de conocimiento mayor. Los alumnos de toda la vida tienen un deseo interior insaciable de adquirir conocimiento en una amplia variedad de temas y disciplinas. De manera que la recompensa de los alumnos de toda la vida es simplemente el gozo de aprender y adquirir conocimiento en un amplio espectro de temas que les interesa. Algunos se preguntarán si es posible enseñar a alguien que sea un alumno de toda la vida o si simplemente es un don genético. Así como algunos nacen más veloces, algunos podemos tener por naturaleza un deseo mayor de aprender. Sin embargo, al igual que un sabio entrenador deportivo puede mejorar a cualquiera que esté dispuesto a pagar el precio, asimismo nuestro Padre Celestial está ansioso por bendecirnos con el impulso y la determinación de llegar a ser alumnos de toda la vida, si estamos dispuesto a pagar el precio. A menudo, se requiere de un gran maestro para motivarnos y para inculcar ese deseo en nosotros. ¿Cómo podemos mejorar nuestro deseo y aumentar el deseo de los demás para adquirir más conocimiento a lo largo de una vida de experiencias de aprendizaje? Los atributos de los alumnos de toda la vida Es importante considerar los atributos que se deben adquirir para llegar a ser un alumno de toda la vida. Algunos de los atributos básicos necesarios para llegar a ser un alumno de toda la vida son el valor, el deseo fiel, la humildad, la paciencia, la curiosidad y la voluntad de comunicar y compartir el conocimiento que adquirimos. Tomemos un momento para detenernos y reflexionar en profundidad, en cómo cada uno de estos atributos pueden contribuir para que nosotros seamos alumnos de toda la vida. Él otro lado de la moneda sería el considerar cómo podemos nosotros inculcar el aprendizaje de toda la vida en los que nos rodean, especialmente en nuestros hijos. Valor. ―Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, Y tome aliento vuestro corazón‖ (Salmo 31:24). Los alumnos de toda la vida tienen el valor de vencer el temor a salir de su ―zona de confort‖ educativa y a entrar en lo desconocido y lo no familiar. En las Escrituras leemos, ―Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio‖ (2 Timoteo 1:7). Muy a menudo permanecemos en la comodidad de nuestras fortalezas educativas y evitamos vencer nuestras debilidades educativas. Por tanto, nuestras mayores fortalezas pueden convertirse en nuestras mayores debilidades. Quizás permanezcamos en la seguridad del pasado, sin estar dispuestos a aventurarnos en el futuro por el temor a la ignorancia o la falta de conocimiento sobre un tema que deseamos estudiar o investigar. Necesitamos el valor de tomar un salto de fe hacia una temerosa oscuridad, sin saber lo profunda que es la cueva educativa en la que vamos a entrar. El temor sólo se disipa con la cantidad de luz intelectual que estemos dispuestos a alumbrar sobre el oscuro abismo educativo que supone un vacío en nuestro entendimiento. Debemos encontrar el valor de seguir adelante, de avanzar. En Doctrina y Convenios leemos, ―Existían temores en vuestros corazones, y en verdad, ésta es la razón por la que no la recibisteis‖ (D. y C. 67:3). A pesar de nuestros temores, el valor en adquirir nuevo conocimiento es esencial para los alumnos de toda la vida. Deseo fiel. ―Buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe‖ (D. y C. 88:118). Lo siguiente es un deseo fiel. Los alumnos de toda la vida tienen un deseo interior insaciable y desinteresado de adquirir una amplia gama de conocimiento en muchas disciplinas, por el simple gozo de alcanzar y compartir el conocimiento sin reconocimiento o recompensa alguna. A menudo, la motivación y el deseo de aprender son estimulados por una percibida necesidad de ayuda a los demás. Por ejemplo, una madre preocupada, que siente que existe una falta de diagnostico médico con respecto a un problema de salud física o salud mental en la familia, investiga en publicaciones y libros de medicina para ayudar en la solución. Un alumno de toda la vida puede tener un deseo de auto mejorarse para lograr una vida más feliz o más benévola. Los alumnos de toda la vida tienen el deseo de adquirir conocimiento que les ayudará a ser mejores ayudas idóneas, mejores madres, mejores padres, mejores ciudadanos y mejores siervos en el reino del Señor ―para que [conozcan] y [glorifiquen] el nombre de [su] Dios‖ (2 Nefi 6:4). Humildad. ―Aprenda sabiduría el ignorante, humillándose y suplicando al Señor su Dios, a fin de que sean abiertos sus ojos para que él vea, y sean destapados sus oídos para que oiga‖ (D. y C. 136:32). A continuación se encuentra la cualidad de la humildad. Los alumnos de toda la vida reconocen que la fuente de todo conocimiento es un don de Dios. ―Sí, el que verdaderamente se humille. . . será bendecido‖ (Alma 32:15). Debido a que los alumnos de toda la vida reconocen que la inteligencia es un don de Dios, no se entretienen en ello, ni se enorgullecen de su propio coeficiente intelectual ni de sus logros. Cada nuevo descubrimiento de conocimiento viene de lo alto en el tiempo del Señor y a la manera del Señor, ―línea por línea, precepto por precepto‖ (2 Nefi 28:30). Cuando somos verdaderamente humildes, recordamos que el conocimiento y la sabiduría nos las da el Señor y que hemos de usar dichos conocimiento y sabiduría para elevar y fortalecer a los demás: ―A todo hombre le es dado un don por el Espíritu de Dios. A algunos les es dado uno y a otros otro, para que así todos se beneficien‖ (D. y C. 46:11–12). Adquirimos conocimiento para servir mejor. Paciencia. ―Añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad‖ (2 Pedro 1:5–6). Los alumnos de toda la vida adquieren un desmedido grado de paciencia en su búsqueda de conocimiento. Entienden, mediante su búsqueda diligente de conocimiento, que se requiere una gran cantidad de energía y tiempo para encontrar conocimiento puro. ¡Qué sensación! ¿Alguna vez han procurado algo—buscado, meditado y orado—hasta que finalmente ahí estaba, justo delante de ustedes? A veces lo que aprendemos hoy tal vez no parezca tener valor sino hasta dentro de meses o incluso años en el futuro. No sólo aprendemos ese conocimiento, sino que lo meditamos, para que en el debido lugar y tiempo podamos aprovecharlo al máximo. Curiosidad. ―Me volví y fijé mi corazón para saber y examinar e inquirir la sabiduría y la razón‖ (Eclesiastés 7:25). La siguiente cualidad es la curiosidad. Mi hermana me solía decir, ―La curiosidad mató al gato, pero la satisfacción lo trajo de vuelta‖. Los alumnos de toda la vida son curiosos por naturaleza. Cuando somos niños, nuestra curiosidad es instintiva, pero nuestra educación formal es más confinadora y sistemática. Los alumnos de toda la vida desarrollan técnicas de aprendizaje personalizadas que superan lo que se enseña en la escuela. El elemento clave de aprendizaje es que nunca pierden su divina e inherente curiosidad. Simplemente son detectives, a la imagen de Sherlock Holmes, resolviendo un caso, juntando los datos que han reunido. Lo hacen preguntando ―por qué‖ y luego encontrando las respuestas. La emoción de investigar un concepto nuevo o de descubrir la respuesta a algo que nos era previamente desconocido es un exuberante momento de gozo y satisfacción. Los alumnos de toda la vida aprenden ―línea por línea‖ y ―precepto por precepto‖, pero también tienen esos momentos personales de tipo ―Eureka‖, cuando de repente ven el panorama general. El alumno de toda la vida no se rinde. Thomas Edison fue un alumno de toda la vida. A él se le atribuyó decir, ―Yo no he fracasado, he encontrado diez mil formas que no funcionan‖. Comunicación. ―De manera que, el que la predica y el que la recibe se comprenden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente‖ (D. y C. 50:22). Los alumnos de toda la vida son maestros de corazón, deleitándose en la comunicación del aprendizaje y del conocimiento. Encuentran gozo cuando aquellos a quienes enseñan, al compartir sus conocimientos, son elevados y fortalecidos. Se comunican con Dios por medio de la oración para pedir guía y conocimiento. Se comunican con Dios para darle gracias y expresarle gratitud por el conocimiento que han recibido. Se comunican con otros alumnos de toda la vida, escuchando atentamente en un intercambio de aprendizaje que es de beneficio mutuo. Los grandes maestros no sólo son grandes comunicadores, sino que son grandes oyentes. Cuando nos comunicamos, podemos aprender algo de todas las personas a las que conocemos. Los grandes maestros producen alumnos de toda la vida. Los grandes maestros no les dan todas las respuestas a sus estudiantes. Los dirigen hacia la fuente de conocimiento y les infunden un deseo de beber. Los grandes maestros motivan a los estudiantes a buscar conocimiento. Un educador se encontraba en una reunión con el presidente Packer, en una sesión de preguntas y respuestas. Se le pregunto al presidente Packer acerca de sus enseñanzas sobre la Expiación. ¿Qué enseñó? Ellos querían de él un testimonio y una tesis total sobre la Expiación. Eso es lo que esperaban de este gran maestro. Su respuesta enseño a todos los presentes acerca del aprendizaje de toda la vida. El presidente Packer contestó, ―Lean el Libro de Mormón unas cuantas veces, escudriñando enseñanzas acerca de la Expiación. Entonces escriban un resumen de una página de lo que han aprendido. Entonces, mis queridos hermanos, tendrán su respuesta‖. El estudio de las Escrituras y el aprendizaje de toda la vida El estudio de las Escrituras es una experiencia de aprendizaje de toda la vida. Quizás no veamos de forma más clara la necesidad de aprender durante toda la vida que con el estudio de las Escrituras. No importa cuántas veces leamos las Escrituras, mediante el poder y la inspiración del Espíritu Santo aprendemos nuevas verdades y adquirimos valioso consejo y entendimiento para enfrentarnos a los desafíos de la vida. El presidente Ezra Taft Benson enseñó, ―La comida de ayer no basta para satisfacer las necesidades de hoy; de la misma forma tampoco basta la lectura infrecuente del [Libro de Mormón], ‗el más correcto de todos los libros sobre la tierra‘, como lo llamó José Smith‖. 3 Los objetivos principales del estudio de las Escrituras son adquirir entendimiento del Evangelio y fortalecernos espiritualmente. Una razón por la que necesitamos deleitarnos continuamente en las palabras de Cristo es que, como todo aprendizaje, el entendimiento del Evangelio y los conocimientos espirituales vienen de precepto en precepto. El estudio de las Escrituras es una singular forma de aprender. Requiere alfabetización—la capacidad de leer. El Rey Mosíah enseñó a sus hijos ―en todo el idioma de sus padres, a fin de que así llegaran a ser hombres de entendimiento; y que supiesen concerniente a las profecías que habían sido declaradas por boca de sus padres, las cuales les fueron entregadas por la mano del Señor‖ (Mosíah 1:2). Mosíah no sólo estaba enseñando a sus hijos a leer para que avanzaran en el mundo, sino que les estaba enseñando a leer para que pudieran sumergirse en las Escrituras y ser espiritualmente sabios. Las planchas de bronce fueron preservadas y llevadas a la tierra prometida para que la familia de Lehi y su posteridad no se olvidaran quienes eran, ―un pueblo escogido‖, y para que se les recordara cómo debían vivir como hijos de Dios. Por esa misma razón las Escrituras se han preservado para nosotros en esta época. Pero el adquirir conocimiento mediante el estudio de las Escrituras requiere de algunos atributos y acciones que la mayoría de los esfuerzos académicos formales no logran: deseo sincero, fe inalterable, oración y la voluntad y obediencia de seguir los susurros del Espíritu. Prácticamente todos los seres humanos de la tierra, sin importar su capacidad humana, pueden experimentar el gozo y las recompensas del estudio perpetuo del Evangelio. El estudio de las Escrituras no requiere años de educación formal para adquirir un entendimiento de los principios esenciales del Evangelio. Esto queda ilustrado por Pedro y Juan en el libro de los Hechos. Los gobernantes judíos estaban sorprendidos. Ellos suponían que el conocimiento del Evangelio requería de un extenso curso de capacitación formal. Las Escrituras nos dicen: ―Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús‖ (Hechos 4:13). Iletrados e ignorantes ante los ojos del mundo, Pedro y Juan habían adquirido grandes conocimientos del Evangelio al escuchar y atender a las palabras de nuestro Salvador. Lo mismo puede ser verdad para cada uno de nosotros y para cada miembro de nuestra familia. En el estudio del Evangelio, un título de maestría en teología es de mucho menos valor que el título de conocimiento que podemos obtener todos del Maestro mismo. Un componente crítico de adquirir conocimiento del Salvador es el de actuar conforme a los principios que él enseñó. A fin de obtener la mejor comprensión que las Escrituras tienen para ofrecer, nuestro estudio se centrará no tanto en lugares y nombres como en principios y doctrinas. No es sólo el conocimiento de los libros lo que procuramos, sino el entendimiento que cambiará nuestra manera de vivir y que realmente marcará una diferencia en nuestras vidas. Debemos ver las Escrituras por lo que son: un manual de instrucciones para llegar a ser como nuestro Salvador. El estudio perpetuo de las Escrituras es una búsqueda interminable de comprensión y entendimiento espiritual y el crecimiento resultante cuando aplicamos dicha comprensión a nuestra vida. Como Santos de los Últimos Días, entendemos que el adquirir conocimiento espiritual, tener experiencias espirituales y desarrollar nuestros dones y aptitudes son importantes para nuestro crecimiento mortal. Además, debemos desarrollar nuestra disposición espiritual en relación con Dios nuestro Padre y Su hijo Jesucristo, y cultivar las cualidades de la fe y obediencia que invitarán al Espíritu Santo a nuestra vida. También crecemos en espíritu al servir y cuidar a nuestro prójimo y al mundo que nos rodea. Todos estos elementos del aprendizaje de toda la vida tienen consecuencias eternas, y sus recompensas son la esencia de nuestra meta de obtener cualidades y logros espirituales. Los resultados de nuestro aprendizaje de toda la vida más importante no se reflejan en notas escolares, títulos académicos u honores, sino en quienes llegamos a ser. Nuestro objetivo es el de desarrollar valores de carácter eternos, tales como el conocimiento, la esperanza, la caridad y el amor. Ésta es la búsqueda más importante que tenemos en el aprendizaje. El estudio de las Escrituras nos ayuda a desarrollar y progresar como personas. Las Escrituras son singularmente adecuadas para el estudio de toda la vida. Al aumentar nuestra capacidad espiritual, emocional y mental a lo largo de los años, calificamos para adquirir nuevos conocimientos de las Escrituras. ¿Cuántas veces se han detenido a meditar en un pasaje de las Escrituras que han leído y han pasado muchas veces y luego, en un momento de revelación, tienen una nueva comprensión, un nuevo entendimiento, que vienen a su corazón y mente, dando nuevo conocimiento—y ese conocimiento añadido resuelve un pregunta, un problema o uno de los desafíos de la vida? ése, mis hermanos y hermanas, es el dulce misterio del aprendizaje de toda la vida—un dulce instante en un momento en el tiempo cuando se experimenta un salto de fe y de entendimiento. Es por esa razón que tenemos una oración antes y después del estudio de las Escrituras. La oración antes de estudiar las Escrituras es para prepararnos espiritualmente para recibir los momentos reveladores y para darnos ánimo espiritual. La oración después del estudio de las Escrituras es para dar gracias y expresar gratitud por aquello que se nos ha dado. El conocimiento de las verdades del Evangelio restaurado de Jesucristo es el conocimiento de mayor valor que jamás poseeremos. Ese conocimiento se encuentra en la palabra de Dios en las Escrituras, por medio de los profetas vivientes y en el templo. La investidura es el plan de estudios eterno. En ella se nos enseña de dónde vinimos y por qué estamos aquí en la tierra; incluso se nos da la promesa de lograr la vida eternal en el reino celestial si obedecemos los mandamientos y convenios que hemos tomado sobre nosotros mismos. El aprendizaje de toda la vida—pasado, presente y futuro Además de todos los atributos que hemos comentado, los alumnos de toda la vida ven la conexión entre lo que hemos aprendido en el pasado, lo que estamos aprendiendo ahora y lo que podemos aprender en el futuro. Los alumnos de toda la vida son alumnos acumulativos. Ellos recogen todo lo que han aprendido para su beneficio. Nunca merodearán en el pasado porque están ansiosos de explorar el futuro. Siempre estarán abiertos a nuevos conceptos, siendo bendecidos con mentes inquisitivas que buscan nuevo conocimiento a diario. ¡Los alumnos de toda la vida pasan la vida procurando superar lo mejor de sí mismos! A veces lo mejor de nosotros no basta. El tener el desafío de superar lo mejor de nosotros mismos podría parecer irrazonable o desafiar la lógica intuitiva, ¡pero el progreso personal es simplemente eso! La realidad es que a veces lo mejor que tenemos hoy no basta para tener éxito en el mundo de mañana. Por ejemplo, en los juegos olímpicos de 2004, el nadador norteamericano Michael Phelps, de quien hemos oído mucho Últimamente, ganó la medalla de bronce en los 200 metros estilo libre con un registro de un minuto, cuarenta y cinco segundos. Hace cuatro años ése fue su mejor registro. Pero él sabía que para ganar la medalla de oro en ese evento en el 2008, tendría que superar su mejor marca; de manera que se entrenó para lograr esa meta. Millones tuvieron la oportunidad de contemplar la saga Olímpica que se desarrolló al superar él su mejor marca anterior, estableciendo un nuevo récord mundial de un minuto, cuarenta y dos segundos, ganando la medalla de oro. En Beijing destrozó su propio récord mundial anterior por un segundo entero y superó la marca ganadora de Mark Spitz de 1972 por diez segundos. ¡Piensen en lo rápido que es eso! De hecho, había quitado más de un minuto de la marca de la medalla de oro de 1904, de dos minutos con cuarenta y dos segundos. ¡Imagínense! ¡Hoy, en sólo un minuto, nadan dos vueltas en la piscina! Esa es la distancia que le habría adelantado al ganador de 1904. Es increíble que, de las medallas de oro del 2008 de Michael Phelps, siete de sus cronos batieron récords mundiales; no fueron sus propios récords sino récords mundiales. La otra, su octava medalla, marcó un récord olímpico. ¿Pueden imaginar ser capaces de hacer eso, y superar lo que ya era lo mejor de sí mismos? ¡Qué gran ejemplo para todos! La realidad es que si no mejoramos nuestros esfuerzos y logros cada día, lo mejor de nosotros en el ayer no cumplirá con las exigencias del mañana. Este principio de hacer lo mejor de nosotros mismos cada día se aplica tanto a las exigencias espirituales como a las temporales, en nuestra vida mortal de aprendizaje, según nos preparamos, hacemos convenios y cumplimos con los requisitos de salvación eterna. A veces, el gran panorama del aprendizaje no queda limitado por la capacidad de nuestra mente sino por las limitaciones artificiales que ponemos sobre nosotros mismos y por nuestra habilidad de aprender. Tenemos que ampliar la capacidad de nuestra mente. Piensen en lo que era nuestra limitación de aprendizaje antes de que la computadora se convirtiera en una herramienta universal de investigación, aprendizaje y comunicación por Internet. Para nuestros nietos, es difícil imaginarse cómo fuimos educados sin computadoras (o incluso, cómo vivíamos sin teléfonos celulares o cómo sobrevivíamos sin la pizza como dieta básica. La lista es interminable). Me gustaría compartir con ustedes una experiencia de aprendizaje personal muy singular de hace unos treinta años, que tiene que ver con los beneficios de las computadoras en la investigación de la historia familiar. En los años 70, observé al élder Theodore H. Burton presentar el futuro concepto del uso de computadoras para la investigación de registros familiares. Incluso tuvo la osadía de enseñar y proclamar que la informática fue dada para el uso del hombre con el fin de acelerar el día de la historia familiar, la genealogía y la obra del templo. Las palabras del élder Burton sobre computación fueron recibidas con compresibles reservas: ―Las computadoras siempre serán muy grandes y muy caras para uso personal‖. ―Nunca habrá bastantes miembros con computadoras‖. ―Son tan pocos los miembros que pueden operar computadoras‖. ―Los detalles, las explicaciones y las verificaciones que se requieren para que la investigación personal sea compatible con los registros de templo son muy complejos‖. Todas éstas parecían ser reservas razonables en su época, pero ¿qué pasa con los futuros avances informáticos? En la actualidad nos estamos embarcando en una nueva era de computación de historia familiar. Con el próximo lanzamiento del nuevo sistema—ya disponible en la mitad de los distritos de templo en el mundo—podremos preparar y enviar nombres de nuestros antepasados para la obra del templo desde nuestras casas, utilizando un nuevo sistema por Internet. Este nuevo sistema nos ayudará de forma fácil a ver qué antepasados necesitan ordenanzas del templo y hará posible imprimir una página de resumen con un código de barras que, al escanearse en el templo, imprimirá una tarjeta para su uso en las sesiones del templo. Después de que se haya realizado una ordenanza, un registro de la ordenanza completada quedará disponible normalmente en este sitio Web seguro en las siguientes veinticuatro horas. Ahora bien, ¿por qué les cuento esta historia a ustedes como alumnos de toda la vida? Tengo un mensaje sencillo. Nunca merodeen en el pasado, ni intenten proteger su ―zona de confort‖ en contra de los cambios inevitables que se requieren para enfrentarse a los futuros avances que se necesitarán. Cuando Jesús dijo ―Consumado es‖ (Juan 19:30) al morir en la cruz, era el fin de sólo una misión, la Expiación. Entonces fue a ver a aquellos que se encontraban en la eternidad para reunirlos y darles esperanza (véase D. y C. 138). En 3 Nefi, leemos que en otra experiencia misional él también visitó a los fieles en el templo en el nuevo mundo como ser resucitado, bendiciéndolos por su fidelidad. En nuestra vida, como en el ejemplo del Salvador, nuestros finales sirven para dar paso a nuevos comienzos. El fin de una época da paso a una nueva época. Los alumnos de toda la vida no merodean en el pasado. El aprendizaje en el pasado crea una valiosa cimentación de experiencias sobre la cual edificar, no un lugar cómodo en donde merodear durante toda una vida. A veces, cuando logramos un hito histórico que veíamos como una meta final, podríamos encontrarnos, una vez que haya pasado la emoción de lograrlo, casi deprimidos; por ejemplo, cuando hemos terminado la misión, o cuando acaba la luna de miel. Hay un momento de pura y dura realidad, cuando uno se pregunta, ―¿Y ahora qué? ¿Qué hago a continuación?‖ En tales momentos, recuerden que el fin sólo es el amanecer de un nuevo comienzo. Al encontrarse en la cima de cualquier monte que hayan escalado, disfruten del momento de satisfacción en el presente para contemplar el maravilloso panorama y el progreso que han conseguido con respecto al pasado. Entonces vuélvanse para ver las nuevas cimas que se divisan y marquen un rumbo para escalar aun más alto hacia el futuro. Cuando hagan esto, el logro de una meta que se fijó en el pasado allanará el camino para una meta de logros más alta en el futuro. Al contemplar el sacrificio y el trabajo arduo que se requirió para lograr metas anteriores, reunamos la confianza y determinación que hacen falta para avanzar hacia alturas mayores. Permítanme pausar una vez más para hablarles desde lo más profundo de mi corazón acerca de una de las singulares experiencias de aprendizaje. El verdadero significado de aprendizaje de toda la vida se forma en el ciclo del pasado, presente y futuro, progresando a medida que el tiempo avanza en su rápido y a la vez inevitable paso. El tiempo no se detiene para nadie. De hecho, una de las pocas posesiones que todos compartimos es el tiempo. Lo que nosotros hagamos con nuestro tiempo determinará el grado de aprendizaje de toda la vida y valores espirituales que nos llevamos a la eternidad después de nuestra prueba mortal. Permítanme también tomar un momento o dos para hablar de una experiencia singular de aprendizaje de toda la vida para una mujer— la maternidad. La maternidad: La oportunidad ideal de aprendizaje de toda la vida La maternidad es la oportunidad ideal de tener aprendizaje de toda la vida. El aprendizaje o conocimiento de una madre crece a medida que ella nutre al hijo o hija en sus años de desarrollo. Los dos están aprendiendo y madurando juntos a un ritmo extraordinario. Es exponencial, no lineal. Piensen en el proceso de aprendizaje de una madre a lo largo de la vida de sus hijos. Cada hijo trae una dimensión añadida al aprendizaje de ella, porque las necesidades de los hijos son muy variadas y de gran alcance. Por ejemplo, en el proceso de criar a sus hijos, la madre estudia temas como: desarrollo infantil; nutrición; sanidad; fisiología; psicología; enfermería con investigación y cuidado médico; y tutoría educativa en una diversidad de campos como: matemáticas, ciencia, geografía, literatura, Lengua e idiomas extranjeros. Ella desarrolla dones como: música, atletismo, baile y oratoria. Los ejemplos de aprendizaje pueden ser interminables. Piensen en el aprendizaje espiritual que se requiere cuando una madre enseña acerca de los principios del Evangelio y se prepara para enseñar en la noche de hogar o lecciones de la Primaria, la Sociedad de Socorro, Las Mujeres Jóvenes y la Escuela Dominical. Lo que quiero decir, mis queridas hermanas, así como los hermanos, que espero estén escuchando atentamente, la oportunidad de la madre de aprender y enseñar durante toda la vida es universal por naturaleza. Mis queridas hermanas, jamás se subestimen como mujer o madre. Nunca deja de asombrarme que el mundo declare que la mujer se encuentre en una forma de servidumbre que no le permite desarrollar sus dones y talentos. Nada, absolutamente nada podría estar más lejos de la verdad. No permitan que el mundo defina, denigre, o limite sus sentimientos de aprendizaje de toda la vida y los valores de la maternidad en el hogar, tanto aquí en el aprendizaje mortal como en el eterno, y los beneficios que brindan a sus hijos y a su cónyuge. El aprendizaje de toda la vida es imprescindible para la vitalidad de la mente, cuerpo y alma del ser humano. Realza el valor y la actuación de uno mismo. El aprendizaje de toda la vida vigoriza mentalmente y es una gran defensa contra el envejecimiento, la depresión y la duda que uno tiene de sí mismo. Cuando nos detenemos en buscar nuevo conocimiento, cesa nuestro progreso en aprender y comienza el estancamiento mental. El progreso y el mejoramiento son la esencia del aprendizaje de toda la vida. No les sorprenderá saber que sólo existe una gran meta: vivir una vida fiel y perseverar hasta el fin, dignos de eterna salvación y gloria. Todas las demás metas y logros son resultados de perseverar fielmente hasta el fin. Verdaderamente es el plan de vida presentado en las Escrituras para nuestro beneficio eterno. El proceso de aprendizaje que Salomón enseñó en el libro de Proverbios nos ayuda a entender la naturaleza de aprender durante toda la vida. ―Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, Y que obtiene la inteligencia‖ (Proverbios 3:13). Para explicarlo mejor, comenzamos con inteligencia básica, o un CI (coeficiente intelectual), el cual lo otorga Dios como un don para la humanidad. ―La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad‖ (D. y C. 93:36). A la inteligencia básica le añadimos conocimiento, el cual nos viene por medio del aprendizaje y de la experiencia. La suma de la inteligencia básica, el conocimiento y la experiencia equivale a la sabiduría. ―Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia‖ (Proverbios 4:7). El mundo se detiene al nivel de aprendizaje de la sabiduría, pero las Escrituras enseñan: ―Jehová con sabiduría fundó la tierra; Afirmó los cielos con inteligencia‖ (Proverbios 3:19; énfasis agregado). La sabiduría más los dones del Espíritu Santo proveen entendimiento a nuestro corazón. Cuando verdaderamente tengamos un entendimiento y se ablande nuestro corazón, no tendremos ―más deseos de hacer lo malo‖ (Alma 19:33). Tendremos ―la mira puesta Únicamente en la gloria de Dios‖ (D. y C. 82:19) y desearemos regresar con honor a la presencia de nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo. ¡Aquí tienen una asignación de deberes para casa para toda la vida! Mediten y procuren adquirir los extraordinarios atributos de un alumno de toda la vida: valor, fiel deseo, curiosidad, humildad, paciencia y voluntad de comunicarse. Estas son cualidades del carácter muy deseables. Mediten y háganse las siguientes preguntas: ―¿Cuál es para mí el significado y el valor de cada una de estas cualidades?‖ ―¿Cómo se aplican para mi estas cualidades?‖ ―¿Cómo voy a hacer para que estas cualidades formen parte de mi vida?‖ Entonces, durante unos minutos, mediten sobre estas cualidades y pregÚntense qué pueden hacer para aplicarlas en su carácter y en su vida. Aunque tomen sólo una de las cualidades y procuren mejorarse, marcará una diferencia. La recompensa será grande en su futuro, para ustedes y para los que los rodean. Espero que puedan ver el valor de repasar sus grandes metas con la mira puesta en las perspectivas de aprender durante toda la vida y al ciclo de la vida de pasado, presente y futuro. Que sus vidas sean vidas de aprendizaje—de crecer en conocimiento, inteligencia y sabiduría, mientras buscan los valores y características espirituales que los bendecirá con las recompensas de la vida eterna. Busquen saber que Dios vive Les doy mi testimonio de que Dios vive y de que podemos aprender no sólo a creer sino a saber que Dios vive. Busquen ese conocimiento. Se les concederá. Busquen saber y que también sepan los que los rodean, mediante el testimonio de ustedes, de que José Smith fue un profeta de Dios y que en esta Última dispensación de la plenitud de los tiempos se nos ha restaurado todo lo que se ha restaurado a la humanidad. Aprendan todo lo que puedan en nuestros templos y nuestras Escrituras. Aprendan y lleven su vida de tal forma que puedan regresar a la presencia de nuestro Padre y de Su Hijo. Ruego que nuestros deseos y metas sean los de ser alumnos de toda la vida para lograr ese objetivo, en el nombre de Jesucristo, amen. © Intellectual Reserve, Inc. Notas 1. Brigham Young, en Journal of Discourses (Londres: Latter-day Saints‘ Book Depot, 1854–86), 9:292. 2. Brigham Young, en Journal of Discourses, 12:124. 3. Ezra Taft Benson, ―Un nuevo testigo de Cristo,‖ Ensign, November 1984, 6–7; citando a José Smith, History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, ed. B. H. Roberts, 2ª ed. rev. (Salt Lake City: Deseret News, 1957), 4:461. (Este devocional se dio el 19 de agosto de 2008, durante la Semana Educativa del Campus Universitario).