Ciudad Ixtepec, Oaxaca. Introducción y bienvenida México, como

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Ciudad Ixtepec, Oaxaca.
Introducción y bienvenida
México, como país de tránsito migratorio, ha estado bajo el escrutinio nacional e internacional en
los últimos años. Tanto activistas como organizaciones civiles y religiosas han señalado,
incesantemente, la situación de oprobio en la que se encuentran las personas migrantes que
cruzan el territorio mexicano. Tanto en estaciones migratorias, localidades de Chiapas como en
amplios estados del país como Tamaulipas, existen fosas desconocidas, cementerios ocultos,
muertos olvidados y enterrados por la indiferencia de las autoridades, la corrupción de las
instituciones y sus escandalosos vínculos con el crimen organizado que han mantenido a la justicia,
por muchos años, en un profundo calabozo. Los secuestros, las violaciones sexuales, las agresiones
físicas y los asaltos, por mencionar algunos, son producto de un sin número de acciones y
omisiones que ha permitido un Estado laxo y cada vez más debilitado.
Existen diversos informes que denuncian los abusos de autoridad, los nexos entre instituciones
gubernamentales y delincuencia organizada y la amplia discrecionalidad con la que actúan los
aparatos encargados de la procuración de justicia, la seguridad pública y la gestión del flujo
migratorio. Todos estos, órganos medulares de la Secretaría de Gobernación.
Hasta el momento, existe la disposición; incipiente a nivel estatal y municipal, intermitente a nivel
federal, para dar solución a estos problemas estructurales, pero nunca la firme convicción de
realizar los cambios necesarios para que la justicia sea una realidad. Nuestro propósito es que las
autoridades presentes tomen consciencia de la realidad que se vive al cruzar nuestro país. Por lo
tanto, les concedemos la palabra a nuestros hermanos migrantes.
PRIMER CASO: Claudia Patricia
SEGUNDO CASO: Joel
PALABRA A LOS MIGRANTES
CONCLUSIÓN
Reflexión de nuestra crisis desde la mirada de Jesús el Buen Pastor
Autoridades de los tres niveles de gobierno. Señor Secretario de Gobernación, José Francisco Blake
Mora; señor Gobernador del estado de Oaxaca, Gabino Cué Montiagudo; señor Comisionado del
Instituto Nacional de Migración, Salvador Beltrán del Río; señor Arzobispo de Tijuana y presidente
de la Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana del Episcopado Mexicano, Rafael Romo Muñoz;
señor Obispo de Tehuantepec, Oscar Armando Campos Contreras; hermanos y hermanas
migrantes y personas que nos alegran con su presencia: están ustedes en su casa, que es casa de
Dios.
México es un país riquísimo, generador de grandes ganancias, pero que sólo se distribuye hacia
arriba y para unos cuantos, constituyendo una gran maquinaria de empobrecimiento de las
grandes mayorías. Muchos son los males que aquejan a nuestra nación; destacan como los más
terribles la opacidad y la impunidad. Los tres poderes del Estado mexicano carecen de la debida
articulación con la sociedad civil. Estos han sido incapaces de crear mecanismos democráticos de
diálogo y consulta, insensibles para cambiar lo que necesita la sociedad. A ésta se le ha ofrecido
medias verdades, verdades a medias y también mentiras. Se ha maquillado la realidad,
especialmente, tratándose del mundo de la migración, fortaleciendo así la impunidad. Al mismo
tiempo, se han intensificado los gritos de hartazgo de nuestra gente. De cada cien delitos
cometidos en México, noventa y ocho por ciento quedan en la impunidad. Las instituciones civiles
y a veces las eclesiásticas no han sentido a la gente, no han escuchado sus voces ni han
empatizado con ella, han sido omisas en muchas formas. México se encuentra debilitado en la
misma medida que la impunidad se ha fortalecido. Casi todos estamos sufriendo la imparable
violencia nacional, pero los que se han llevado la peor parte son nuestros hermanos y hermanas
migrantes, principalmente, procedentes de Centroamérica. Hemos tratado muy mal a nuestros
hermanos del sur. De cara a miles de familias enlutadas y con la incertidumbre de no saber nada
sobre sus seres queridos, México es ya una vergüenza y un cementerio. En once años, México ha
hecho pedazos la relación fraterna con otros países de la región, principalmente, con los de
Centroamérica. Ni ante tantas fosas, se acepta que esta tragedia humanitaria es provocada por
delincuentes nacionales. México está perdiendo su oportunidad para ser el hermano mayor con
liderazgo moral, a causa de estar asumiendo el lamentable papel de policía en retaguardia para los
Estados Unidos. Estamos desaprovechando nuestro liderazgo para consolidar una región
económica fuerte. En lugar de facilitar la comunicación en esta región, la obstaculizamos,
impidiendo el paso a nuestros hermanos queridos más próximos. El Estado mexicano ha sido
omiso e insensible ante los secuestros de personas migrantes, sobre todo en los estados de
Veracruz y Tabasco. Asimismo, ha sido pobre e insuficiente la respuesta de la Iglesia en los lugares
más golpeados por el secuestro.
Hace 2000 años, desde la cárcel, Juan Bautista le mandó decir a Jesús:
“ ¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?”
Jesús contestó:
“Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia.”
Lucas 7,18-22
Nosotros, los servidores públicos, civiles y eclesiásticos no somos el mesías, pero sí fuimos
consagrados por nuestro bautismo para hacer presente a Jesucristo resucitado. Somos misioneros
de su reino: donde Jesús está presente, hay vida y donde no está, hay muerte. Jesús no está
presente en la economía, en la política, en la vida social. En Betania le dijeron sus amigas Marta y
María:
“ Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.”
Lucas 11, 21
Hoy, la Palabra de Dios nos está diciendo: somos los pastores que habríamos de servir a nuestro
pueblo ¿O tenemos que esperar a otros pastores para que lo sirvan? Antes que cualquier
investidura, somos personas consagradas y convocadas para una misión. Si no lo hacemos, otros lo
harán. Este sexenio está prácticamente concluyendo y es tarde para intentar hacer lo que no se
hizo en cinco años. Sin embargo, la única petición que hacemos a las autoridades competentes, es
que se investiguen las desapariciones y secuestros en el estado de Veracruz y Tabasco. No
queremos más impunidad ni tibieza ante la suerte que están corriendo nuestras hermanas y
hermanos transmigrantes. Los migrantes no merecen más impunidad.
Que Jesús Buen Pastor nos estimule con su ejemplo; que el espíritu Santo derrame su gracia sobre
nosotros para que nos comprometamos primero en la justicia de los más vulnerables para
construir entre todos la paz que tanto anhelamos.
¡Señor Jesús Buen Pastor, enséñanos a ser generosos y a dar la vida por las ovejas que nos has
encomendado! Amén.
José Alejandro Solalinde Guerra
20 de mayo de 2011.
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