DÍA DE LOS ENAMORADOS Hemos decidido que esta hoja parroquial se edite mensualmente, aunque vaya un poco más cargada, pero, además de informaciones, es necesaria alguna reflexión hecha por mí o por cualquiera de vosotros. Sé que, según se me pidió al llegar aquí, he de continuar escribiendo sobre mi vida de cura, cosa que haremos, si Dios quiere. Pero, pensando en el mes de Febrero, quiero ofrecer un pequeño comentario mío que emitió la COPE en Alicante hace unos años a propósito del Día de los Enamorados. Es así: A Ti... (14 de Febrero. Sobre el amor y la guerra) Dicen que hoy es el día de los enamorados. Es bonito eso: disponer de un día para celebrar el amor. Puede ser un principio, o puede ser la constatación de una historia, real, tan real como la tozudez de la vida, mil veces silenciada y mil veces redimida. Hoy muchos hombres y mujeres celebran su amor; hoy, que suenan tambores de guerra... porque somos distintos. Es muy fácil hablar del amor, como es fácil hablar de la guerra. No es, por el contrario, fácil hablar “al” amor, encontrarse cara a cara con él; porque el amor, de verdad, eres tú, totalmente tú. Y, desde ti, soy yo. Eres tú y empieza en tu carne. No hay amor sin carne, sin sangre. No hay amor si tu carne, que después es la mía, no está malherida. No lo hay, si yo no quiero curar tu carne herida, curando la mía, que es la tuya. Tu carne: hambrienta, despedazada por mi incomprensión de tu diversidad. En ti está la persona totalmente otra. En ti, los seres humanos, próximos o lejanos. Yo no puedo amarte de verdad si olvido tu carne real, esclavizada, comprada, vendida, consumida, enfermada, anémica, envejecida, olvidada, rota. No puedo amarte si no comprendo que esa carne es susceptible de ser elevada hacia el espíritu, desde donde se me exige elevar la mía. No quiero hablar de ti; quiero hablarte a ti; mirar tu cara, contemplar tu rostro. Se me ha concedido saber que la guerra, cualquiera de ellas, entre dos o entre millones, se da por no contemplar el rostro del otro, el tuyo, el de ellos, el de los distintos. Hablarte a ti, mirarte, ha detenido el hacha de guerra que había sido desenterrada; ha ofrecido la seguridad del perdón, del volver a empezar, siempre; porque, cuando te miro, me veo a mí en ti; pero no como siempre, sino nuevo, renovado, renacido, redimido, liberado..., otro. En ti están los seres humanos; en ellos estamos nosotros. Su carne y su sangre son las nuestras. ¿Podemos, pues, después de mirarnos a la cara, aniquilarnos? Tú eres ellos, por que tú, como ellos, sois completamente “otros”, sea cual sea vuestra condición humana; y yo nunca podré saber quién soy sin ellos, sin ti. Un día para el amor. Este día vale más que mil guerras. Felicidades, pues, para los que os queréis. Si es así, lo será cara a cara; dar la espalda o cerrar los ojos es muy fácil, pero es mentira, y la mentira destruye. Que sea hoy un día lleno de vida, incluso, si es necesario, para volver a empezar. Hoy es un día para ti. Francisco Bernabé (Alicante,14-02-2003)