Número 17 / Segundo semestre de 2009 IDEP- Revista Educación y Ciudad EDUCACIÓN Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico 17 Convivencia ciudadana Convivencia ciudadana Revista del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico IDEP No.17 Segundo semestre de 2009 Convivencia ciudadana Director Álvaro Moreno Durán Consejo Directivo Abel Rodríguez Céspedes, Jorge Iván González Borrero, Myriam Ochoa, Clara Inés Rubiano Zornosa, Pedro Pinilla Comité Editorial Álvaro Moreno Durán, Director IDEP Gladys Amaya, Fundación Universitaria Monserrate María Teresa López, Decana de la Facultad de Educación, Universidad Libre Carlos Uribe Celis, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, D.C. Claudia Bustos, investigadora Comité Científico Eloisa Vasco, Colombia; Federico Revilla G., España; Gloria Pérez Serrano, España, Jaume Trilla Bernet, España; José Ángel López Herrerías, España; Rocío Rueda Ortiz, Colombia; Araceli de Tezanos, Francia. Editor y traductor Alfonso Velasco Rojas Corrector de estilo Patricia Quimbayo, Rolando Villalba, Mateo Cardona, Edwin Mondragón Subdirector Académico Hernán Suárez Coordinación de Comunicación IDEP Diana María Prada Romero Diseño, diagramación e iconografía Taller Creativo de Aleida Sánchez B. Ltda. www.tallercreativoaleida.com.co [email protected] Zamara Zambrano S. Fotografía Licinio Garrido H. Cesar Corredor P. Archivo IDEP Fotoilustración Andrea Sarmiento B., Zamara Zambrano S., Mauricio Suárez. Los conceptos y opiniones de los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen la política institucional del IDEP. Impresión Subdirección Imprenta Distrital Precio por ejemplar Colombia: $10.000.oo América Latina: U$15.00 Publicación semestral del IDEP Área de Comunicación, Divulgación y Socialización Correspondencia, información, canjes y suscripciones Avenida El Dorado No. 66-63. Piso 1o. Bogotá, D.C., Colombia Teléfonos 324 1262 – 324 1263, Correo electrónico: [email protected] - www.idep.edu.co Los conceptos y opiniones de los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen la política institucional del IDEP. El Comité Editorial agradece los artículos enviados voluntariamente y se reserva la decisión de su publicación en la revista. Se autoriza la reproducción de los artículos citando la fuente y los créditos de los autores; se agradece el envío de la publicación en la cual se realice la reproducción. Impreso y hecho en Colombia 1.000 ejemplares Diciembre de 2009 Conte nido Escuela y cultura política democrática: ¿vamos en contravía? Paul Bromberg Z. .................................................................................................................. La pedagogía ciudadana en Bogotá: ¿un proyecto autoritario, o el mínimo común necesario para la construcción de una democracia radical? Javier Sáenz Obregón.......................................................................................................... Conflicto escolar y formación ciudadana. Apuntes para una lectura agonística de la cotidianidad escolar Alexis V. Pinilla Díaz........................................................................................................ La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX: Una mirada a través de la investigación histórica de los manuales de civismo en Colombia y Argentina Ruth Amanda Cortés Salcedo...................................................................................... La formación en la diversidad y con la diversidad: una necesidad para la formación ciudadana de la población con limitación visual Olga Lucía León Corredor, Dora Inés Calderón ...................................................... Escuela, carnaval y construcción de lo público: una experiencia y muchas paradojas Carlos Miñana, Martha Orozco, José Gregorio Rodríguez, María Nilsa Castaño, Rosa Isabel Camelo, David Gómez...................................................................... El espacio público visto por los niños y los jóvenes Diana Wiesner Ceballos, Alejandro Galante Zapata, Adriana Ayala Posso .......... Ciudadanía, sociedad, cultura, educación Jorge Enrique Londoño Pinzón, Marcos González Pérez, Julio César Goyes Narváez ....................................................................................................... páginas 7 23 37 53 87 101 125 131 Editorial Editorial A la escuela, tradicionalmente consagrada a la formación intelectual y a los procesos de enseñanza – aprendizaje, se le suman ahora problemas complejos y de gran impacto social, como la violencia, la pobreza y la miseria, los enfrentamientos y abusos permanentes al interior de la familia, el uso de drogas y estupefacientes, los mensajes violentos o los mensajes degradantes de los medios de comunicación, todo lo cual permea la vida escolar y altera la convivencia. Existen varios enfoques en el abordaje de estas nuevas problemáticas. El Ministerio de Educación Nacional, por ejemplo, centra su atención en derechos, resolución de conflictos, formación moral y la educación en valores; de otro lado, el Plan Sectorial de Educación de Bogotá, ha dado énfasis a la prevalencia plena de los derechos humanos y a la seguridad de los niños y niñas en los colegios; las instituciones educativas, por su parte, intentan asumir el reto, ampliando su mirada a la diversidad cultural, a la perspectiva de género, a los proyectos sociales y la mayoría de las veces, modificando sus manuales de convivencia. En la práctica, el colegio, no siempre actúa con éxito, avasallado por la diversidad, complejidad y magnitud de las circunstancias que alteran la convivencia escolar. Las nuevas responsabilidades encargadas a la escuela suscitan grandes interrogantes sobre los alcances y límites de la acción educativa y formativa de la escuela, y sobre los medios, los enfoques pedagógicos y los contenidos curriculares necesarios para acometer las responsabilidades encomendadas. Para contribuir a la reflexión, Educación y Ciudad abre sus páginas 4 a expertos que se ocupan del complejo tema de las relaciones entre educación y cultura ciudadana. En este contexto, resultan particularmente importantes las investigaciones realizadas por el Instituto para la Investigación y el Desarrollo Pedagógico, IDEP que permiten comprender de manera específica este fenómeno en Bogotá. Gabriel Restrepo, en su obra “Hacia un nuevo modelo de socialización democrática”, retoma 18 investigaciones y 12 innovaciones, realizadas por el IDEP entre 1998 y 2001, en temas como cultura ciudadana, formación en valores, convivencia; en donde participaron docentes de colegios públicos y privados, universidades, ONGs y centros de investigación, y muestra cómo las instituciones educativas, en medio de su compleja naturaleza y funcionamiento, han desarrollado estrategias y propuestas constructivas y creativas para orientar y hacer efectiva una formación democrática y en valores ciudadanos de los estudiantes. Ruth Amanda Cortés, en un trabajo descriptivo, examina proyectos desarrollados por el IDEP entre 1997 y 1999, cuyos temas fueron valores, convivencia y ciudad. En el 2003, se desarrollaron seis proyectos en “Escuela y niñez en situación de vulnerabilidad”, y en el marco de la convocatoria “Generar procesos de aprendizajes ciudadanos en estudiantes de básica primaria, básica secundaria y media del Distrito Capital”, se retomaron trece propuestas sobre ciudadanía, relaciones con la escuela y con los sujetos que la conforman. En esta ocasión, los docentes investigadores avanzaron en la comprensión de nociones y conceptos provenientes de 17 diversas disciplinas sociales y en el posicionamiento de los mismos para la interpretación de hechos sociales que suceden en el interior de la escuela. Entre el 2005 y 2008 diferentes convocatorias promovieron la investigación, innovación y sistematización de experiencias pedagógicas en derechos humanos. En particular se destaca el proyecto para transferir la experiencia del Colegio del Cuerpo de Cartagena y del programa de comunicaciones de la Universidad Javeriana para crear culturas de paz y reducir formas de violencia en instituciones educativas de la localidad de Usaquén. Desarrollado en el marco del Plan Sectorial de Educación 2008-2012, un referente importante del IDEP es el programa de Pedagogía Ciudadana, que involucra a la comunidad educativa, a varias entidades del Distrito y otras organizaciones. Se trata de una investigación longitudinal a 12 años, en la cual la convivencia es un resultado de la Cultura Ciudadana, así: “cultura ciudadana es un conjunto de prácticas sociales que generan pertenencia, respeto por el patrimonio público, reconocimiento de derechos y deberes, convivencia y sentido de participación”. La convivencia, en este contexto, se entiende como un espacio de interacción social, en la cual los individuos de un grupo se autorregulan y se regulan mutuamente, se toleran, respetan e incluyen entre sí, armonizan sus intereses individuales con los colectivos; presentan soluciones pacíficas ante los conflictos; y mantienen en conjunto unas normas básicas, tanto legales como culturales, bajo una visión compartida de vida. De estos nexos entre Convivencia y Cultura Ciudadana, surge la presente edición de Educación y Ciudad, titulada Convivencia, Escuela y Cultura Ciudadana. Este número recoge planteamientos y experiencias educativas, muestra las dinámicas que se dan al interior de la escuela y que pueden articularse con otras propias de la ciudad y viceversa, y, al mismo tiempo, contribuyen a la formación integral de los escolares y futuros ciudadanos. El artículo Ciudadanía, sociedad, cultura, educación, plantea criterios teóricos, conceptuales y metodológicos, orientados al desarrollo de estrategias pedagógicas que hacen posible la formación en cultura ciudadana – convivencia dentro de la escuela. Del mismo modo, en Escuela, carnaval y construcción de lo público: una experiencia y muchas paradojas, es posible ver el proceso que se ha dado al interior de una institución educativa de Bogotá, incluyendo las nociones de fiesta y carnaval dentro de las dinámicas pedagógicas de la escuela y así crear un ambiente académico de convivencia. Igualmente, el artículo La pedagogía ciudadana en Bogotá: ¿un proyecto autoritario, o el mínimo común necesario para la construcción de una democracia radical?, examina una serie de estrategias desarrolladas por la administración de Bogotá, que persiguen la formación de cultura ciudadana tanto en adultos como en población escolar, con miras al mejoramiento de la convivencia y la calidad de las relaciones que los individuos establecen con los demás y con la propia ciudad. 5 Editorial Por su parte, La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX: una mirada a través de la investigación histórica de los manuales de civismo en Colombia y Argentina, realiza un rastreo histórico de los manuales de civismo que han sido utilizados por los gobiernos en Colombia y Argentina para formar un tipo determinado de ciudadano, y en el cual se muestra la transformación de la idea de ciudadano y ciudadanía, en donde está implícita la convivencia, y como han venido evolucionando a través del tiempo, estos conceptos, gracias a la adopción de nuevos lineamientos ideológicos y políticos. Los artículos aquí presentados están encaminados a la reflexión sobre el rol que desempeña la educación en la construcción de la Cultura Ciudadana y viceversa, y en particular con uno de sus elementos esenciales: la convivencia humana y sus manifestaciones en la convivencia escolar 6 Escuela y cultura política democrática: ¿vamos en contravía? School and politic democratic culture: are we in the wrong direction? Paul Bromberg Z. * * Docente - investigador vinculado al Instituto de Estudios Urbanos, Escuela de Arquitectura y Urbanismo, de la Universidad Nacional de Colombia. Resumen Los actores políticos colombianos parecen estar en una competencia desbocada por emitir el discurso más políticamente correcto en educación, mientras es preocupante la correlación entre nivel educativo y cultura política democrática que muestra la Encuesta de Culturas (2007, Bogotá). Se sugiere regresar el concepto de democracia como poliarquía y reducir las expectativas de la educación básica a lo que es instrumentalmente posible: explicar los fundamentos del régimen político democrático. Palabras claves: poliarquía, cultura política, educación. Abstract Political activists in Colombia seem to be in a boundless competition to deliver the most politically correct speech on education, while the results of the Bogota Culture Survey (2007) in the correlation between educative level and democratic political culture are worrisome. It is suggested to go back to basics, poliarchy, and to reduce expectations on basic education to what is instrumentally possible: to explain the foundations of a democratic political regime. Key words: poliarchy, political culture, education. 17 Definiciones, fuentes empíricas y teóricas ¿Qué fuentes empíricas y teóricas debemos consultar los profesores para verificar, justificar o explicar si “lo estamos haciendo bien”? Los datos con los que evidentemente contamos son los de las pruebas que empleamos para evaluar. Para quienes pensamos que toda reflexión científica sensata necesita contrastación con alguna suerte de hechos, las fuentes teóricas tienen que sernos útiles para interpretar la relación entre nuestros esfuerzos y los resultados. Si contamos con espíritu científico (en caso contrario estamos en el lugar equivocado)1 no despreciaremos ni las teorías ni los datos, ni lo tomaremos con descuido, pero los hechos solos no demuestran nada y las teorías que no propongan formas claras de aludir a ellos corren el riesgo de ser palabrería vana. El párrafo anterior narra la situación más sencilla, la que se cubre bajo la sombrilla de la didáctica, es decir, la técnica enseñanza-aprendizaje, y en el caso que es más simple aún, cuando se busca brindar conocimientos para describir o interpretar el objeto de trabajo de alguna técnica o disciplina consolidada. La palabra instrucción se emplea a menudo para describir estos objetivos (Jaramillo, 1978). A pesar de la sencillez de la situación, cualquier explicación de los fracasos y los éxitos en esta labor de instrucción no es de ninguna manera evidente. Incluso, no es sencillo saber qué es éxito y qué es fracaso, salvo en los casos en que simplemente se pide en las pruebas repetir lo enseñado. Si el resultado es malo, ¿falló el profesor? ¿El currículo? ¿El grupo de estudiantes? ¿El sistema educativo en su conjunto? ¿La misma puesta en escena de la relación pedagógica? 1 Se ha vuelto común aplicar la palabra saberes a la manera de hacer las cosas y sus justificaciones, que no pasan por el tamiz de la reflexión sistemática con afán de coherencia. Y además, se ha vuelto políticamente correcto equipararlos a conocimiento. “Validar saberes”, se dice por ahí. Por el hecho de que los saberes permiten a los individuos moverse en el océano de la cotidianidad, algunos no aceptan describirlos como conocimiento limitado, porque eso los degrada. No compartimos este punto de vista, y por eso aquí recalcamos la necesidad de la reflexión sistemática en asuntos pedagógicos, que incluye modelos (ligados a teorías) y contrastación empírica. 9 Escuela y cultura política democrática A partir de las inquietudes de esta situación simple es usual cuestionar los fines mismos de todo el proceso educativo. Pasamos de la didáctica a la pedagogía: “la reflexión aplicada tan metódicamente como se pueda a los temas de la educación” (Durkheim, 1992; Jaramillo, 1978). Lamentablemente, las pruebas de verificación son mucho, pero mucho más complejas mientras más nos alejemos de la situación didáctica. Al subir y subir para abarcar más condiciones fuera del aula, también comenzamos a colgarle a la educación lo que ya no puede hacer. El riesgo es éste: como no pudimos hacer lo más fácil, entonces propongámonos hacer lo difícil. Advertir sobre este riesgo es el leit motiv de este artículo. En la siguiente sección haré un recuento con riesgos acerca de la manera como evolucionó el campo de la educación en los siglos XIX y XX, mencionando los ejemplos de Francia, Inglaterra y Colombia. Brevemente constataremos cómo se saltó de la reflexión acerca de la educación de individuos en abstracto, del “hombre” (en ese tiempo no se educaban mujeres), a las políticas públicas educativas (término algo anacrónico para el siglo XIX), y cómo de objetivos basados en la instrucción, cuyos logros son más o menos medibles, se pasó a cargarle de todo a la escuela: “formar ciudadanos de verdad, honestos, tolerantes, productivos y felices”, cuestión bastante difícil de medir. En la tercera, discutiré sobre la cultura política democrática y mostraré algunos resultados que indagan (más que miden) acerca de la influencia de la educación secundaria en la cultura política bogotana, a partir del análisis de la “Encuesta de Culturas” que el Observatorio de Culturas de la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte aplicó en Bogotá a finales de 2007 (Bromberg et al., 2008). Para terminar, en la sección cuarta discutiré las inquietudes que estos resultados generan sobre lo que estamos haciendo en el sistema escolar para conseguir que éste ayude a “consolidar la democracia”. 10 Educación En 1933, los Principios de urbanismo llamados La Carta de Atenas, de Le Corbusier, hablaban de cuatro funciones básicas de la ciudad: habitar, trabajar, recrearse, y la circulación, que las conectaba (Le Corbusier, 1993). No se menciona la educación. En cambio hoy en día, cuando se analiza la ciudad, resulta que el desplazamiento hacia los sitios de estudio es el segundo gran consumidor de espacio público de desplazamiento y de tiempo social de desplazamiento, el porcentaje de vida cotidiana vinculado a la educación es enorme y el imaginario sobre los fines de la educación copa parte sustancial del discurso político. Así lo reconocemos hoy en día, pero como vemos, es bien reciente. 17 En un lapso relativamente breve del desarrollo del capitalismo y la urbanización, convergieron: 1. El ocio de una juventud que paulatinamente fue dejando de ser necesaria para la producción y para la reproducción económica de la familia: la escuela misma creó la adolescencia, el período en que siendo una persona madura, el joven se sustrae del mercado de trabajo (Horton, Hunt, 1990); 2. Las necesidades crecientes de nivel educativo para la producción, especialmente en lectoescritura y alfabetismo numérico; y 3. Un régimen político que reclamaba niveles mínimos de instrucción universal para situar la educación en un lugar privilegiado de la sociedad y del Estado. El proceso que los antropólogos llamarían endoculturación, y los sociólogos socialización, no podía dejarse espontánea y únicamente a la familia y a la parroquia. La transmisión de saberes a las nuevas generaciones, basada en el hogar y en la contribución desde niños a la economía familiar, tan propia del medio rural, se entregó en la ciudad a un complejo institucional que en el mundo actual se llama educación. Ahora, a diferencia de antes, es un proceso masivo, “consciente y organizado” (Azevedo, 2004). Así, cuando hablamos de educación no lo hacemos como los pensadores/filósofos que la trataron —incluso Rousseau, el campeón del igualitarismo— como la educación de algunos, sino como política pública. Una diferencia muy grande, que distingue a los teóricos/filósofos de la educación previos al siglo XIX y la constitución de las disciplinas científicas modernas, de los diseñadores e ideólogos posteriores a la era napoleónica. Entre “lo que debe ser la educación”, en general, en abstracto, y la educación como política pública, “pública o privada”, “universal”, “obligatoria”, “laica”, “gratuita”, por citar algunas de las características que empezaron a entrar a la deliberación en público, hay una brecha gigantesca. 11 Escuela y cultura política democrática Por ejemplo, Napoleón pidió una educación para fomentar el amor a Francia, convertir el francés en la lengua única del Estado, promover el patriocentrismo francés y garantizar el saber técnico necesario para expandir los ideales de la Revolución francesa por Europa. ¿Tal vez el inicio de la educación como hoy la conocemos? Afirmaba en 1807: De todas nuestras instituciones la educación pública es la más importante. Todo depende de ella, el presente y el futuro. Es esencial que las ideas morales y políticas de la generación que está creciendo en este momento no dependan de las noticias del día o de las circunstancias del momento. Ante todo, debemos asegurar la unidad: debemos ser capaces de forjar una generación completa bajo el mismo molde (Markham, 2009). Por otro lado, en Inglaterra, tradicionalmente antiestatista y dominada por el liberalismo decimonónico, no era de esperarse una propuesta de intervención de este tipo. En su célebre conferencia en Cambridge de 1949 el sociólogo Thomas H. Marshall (1993) describe la manera como Alfred Marshall, el economista responsable de la síntesis neoclásica, proponía la única intervención aceptable del Estado más allá de la justicia y el cumplimiento de los contratos: con el fin de realizar el bienestar que para todos promete el mercado, el Estado debe imponer la educación obligatoria a los niños. “Se trata de obligarlos y ayudarlos a subir el primer peldaño” (op. cit.). El resto ya lo haría cada cual empleando su libertad de elegir. Algo semejante proponían nuestros liberales decimonónicos, a partir de 1863: la educación es la garantía para que tenga sentido cualquier institución democrática (Silva, 1989). Pero no se trataba de enseñar el amor por la democracia, o las competencias democráticas, sino enseñar a leer y escribir. Lo demás lo haría la vida en sociedad. Diferente de la explosión de cargas que se asignaron desde la última mitad del siglo XX a la educación en nuestro país: “La baja calidad de la educación formal básica incide negativamente… sobre el desempeño cívico y cultural de la población. Esto se refleja en la falta de actitudes civilizadoras como la solidaridad, la equidad, la convivencia pacífica y el respeto por la vida” (AA. VV., 1995). Necesariamente apareció la necesidad/tentación de agregar contenidos… y hegemonizar miradas a través de ellos: ¿se enseña religión?, ¿cuál, si la respuesta es sí? El idioma: el perfeccionamiento del idioma está siempre presente y, como nos enseñan los sociolingüistas, inevitablemente crea un lenguaje formal distinto del lenguaje que se emplea en el recreo, entre los amigos y en la vida cotidiana, según la clase social (Díaz, 1997); versiones oficiales de la geografía y especialmente de la historia nacional2. Nuevos imaginarios surgieron sobre la formación del nuevo ciudadano, del ciudadano libre y responsable de sí mismo, o del ciudadano que el socialismo necesita, el hombre y la mujer nuevos/as, a partir de la escuela. Pero en general las reflexiones que originalmente sostuvieron la presencia y la orientación de los temas tenían claro que la función de la escuela era primordialmente la instrucción: los contenidos a enseñar. 2 Durante el glasnost en la URSS, llegaron a suspenderse los exámenes finales de historia en la educación secundaria: la historia estaba en revisión. Puede uno imaginarse el grado de centralización y control sobre los contenidos y el consiguiente desconcierto cuando se permitió dudar. 12 17 El supuesto de que la enseñanza de contenidos era insuficiente se fue consolidando en el mundo durante la segunda mitad del siglo XX. Por motivación propia, o por el reto mayúsculo que significó para la pedagogía y la sociología de la educación la integración racial en las escuelas estadounidenses, a la educación (y no a la endoculturación) se le cargaron otros objetivos y para ello se han ido diseñando nuevos retos y sus métodos. La liberación no estaría en los contenidos, sino en los métodos, algo así como la versión en la educación de la frase de McLuhan: el medio es el mensaje, que se hizo famosa en los años sesenta del siglo pasado. La escuela, se sabía, es un escenario crucial del proceso de socialización de los niños, pero ahora se le definieron responsabilidades específicas en transformaciones sociales: formar el ciudadano esperado por la democracia, pero que escasea en la sociedad. Colombia no ha sido ajena a estas reflexiones, al contrario. Se han ido adaptando al carácter nacional y a nuestras particulares crisis políticas. La educación —no únicamente la endoculturación— pareciera que quedó con buena parte de la responsabilidad de fortalecer la democracia, la solidaridad, el altruismo, la tolerancia, el pluralismo, en fin, todos los valores que son deseables pero que no abundan en la calle. Somos “incrédulos, abstencionistas, ingobernables, y de un individualismo solitario por el que cada uno de nosotros piensa que sólo depende de sí mismo”. Y sin embargo, “creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su órgano maestro”3. Bajo el supuesto de que la transición democrática en nuestro subcontinente ha sido superada, en toda la región se le pide a la educación que coadyuve en la consolidación de la democracia. América Latina tomó las instituciones democráticas en serio, por lo menos en el sentido de que los militares permanecen en los cuarteles o están en buena parte bajo el poder civil. Cabe entusiasmarse, y a la vez dudar, con la idea de que la educación puede jugar un papel… y preocuparse por el tiempo que tardaría en notarse. El reto de contribuir a través de la escuela a la consolidación de una cultura política democrática es mayúsculo. Por una parte, por el mismo punto de partida: se viene comprobando la resistencia y el escepticismo de las nuevas generaciones4 frente a la política y las instituciones públicas. 3 Palabras de García Márquez como uno de los comisionados de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo. 4 Se entiende nueva generación como “individuos de la especie humana que, en el contexto de sociedad ‘modernas’, se incorporan por vez primera al sistema social y requieren de un aprendizaje prolongado intensivo (período de latencia), continuo, recurrente y diverso para internalizar los programas sociales. En términos operativos, personas de 0 a 18 años”. 13 Escuela y cultura política democrática En segundo lugar, por la dificultad en separar las condiciones propias del sistema escolar de otros factores de socialización. De acuerdo con Reinhard Friedmann (1997) en su estudio sobre socialización y educación política de la niñez y la adolescencia en la República Federal Alemana y en los Estados Unidos, entre los factores que influyen en el aprendizaje político se destacan los siguientes: […] el tipo de escuela y su estructura organizativa; el clima social de la escuela; las condiciones específicas de la clase escolar; la personalidad del profesor; su estilo de enseñanza y de gestión; la motivación del profesor; el currículo; los textos de enseñanza; el escolar con sus disposiciones específicas y sus intereses; el estrato social al que se pertenece y, por último, las actividades extracurriculares que realiza el escolar y su contacto con los grupos pares […] los controles externos de la escuela (por ejemplo: la burocracia escolar; las asociaciones de padres y los partidos políticos); la actitud de los padres, su grado de politización, su apreciación de la escuela en general y, especialmente, de la enseñanza política en particular, influyen indirectamente sobre la enseñanza. El autor añade: “…ante todo, no debe olvidarse que la socialización de la escuela no transcurre en una “isla pedagógica”, sino más bien en un ambiente de competencia con otros agentes de socialización”. Una lista como ésta deja los entusiasmos en un nivel muy bajo. En tercer lugar, por limitaciones cognitivas. Aunque algunos expertos afirman que: “La constitución de la niñez como sujeto democrático es una condición insoslayable para la consolidación y ampliación de las formas democráticas de convivencia social y política” (Maurás, 1997:18), no es claro qué quiere decir “constituir un niño como sujeto democrático”. Si lo tomamos como una combinación de aspectos cognitivos, emocionales y morales (competencias) que lo conducen a que de adulto acepte el pluralismo y reconozca los límites que debe autoimponerse para que ese pluralismo 14 17 permita la convivencia pacífica, las limitantes cognitivas pasan a primer plano, pues en ciertas edades los niños …no habrían “acumulado suficiente masa crítica de habilidades cognitivas y conocimiento político que les permita entender y responder coherentemente a preguntas como ‘¿qué es la democracia’? o para comparar la forma de gobierno de una república democrática con otras” (Allegan, Brophy, 2006). ¿Acaso adquirir una cultura política democrática requiere responder a la pregunta “qué es la democracia” como forma de gobierno y compararla con otras formas de gobierno? Democracia y cultura política democrática Sorprendente, pero en nuestra Colombia posmoderna sin modernidad hay que advertir que sí, que hay que caer en estas minucias empiristas, como “comparar formas de gobierno” y la manera como éstas se concretan en sociedades reales, algunas de las cuales toman la forma de democracias. Así, una sociedad posee una cultura política democrática cuando una amplia mayoría de sus individuos valoran positivamente un buen número de las instituciones propias de ese régimen. Por supuesto, se requieren ciertas condiciones mínimas de socialización para que una persona “acepte el pluralismo y reconozca los límites que debe autoimponerse para que ese pluralismo permita la convivencia pacífica”, como señalé. Son las condiciones para vivir en sociedad. Alguna vieja sociología y su jerga política tachaba a quienes se resistían como “antisociales”, y hoy lo hacen los periodistas en sus crónicas rojas. Pero además de esas condiciones mínimas, se requiere aceptar que el régimen político democrático es, hasta ahora, la única manera que conocemos los seres humanos para organizarnos en los Estados realmente existentes de hoy en día, de varios millones de personas, con una combinación amplia de libertades compatibles con la paz. La democracia no existe sin instituciones. Se trata de un régimen político bajo el cual se organizan algunas sociedades en Estados, los Estados modernos. Como esos regímenes resultaron bastante distintos de la democracia en Atenas de hace dos siglos y medio, Dahl propuso el término poliarquía (Dahl, 1996, 2003). La poliarquía requiere unas instituciones formales, del tipo de las que contempla nuestra Constitución. 15 Escuela y cultura política democrática La Encuesta de Culturas de 2007 mantuvo la tradición de incluir preguntas que podrían caber bajo lo que se entiende como cultura política, bajo la siguiente definición: “percepciones y declaraciones de comportamientos5 sobre el sistema político prevaleciente”. Se entrevistaron algo más de 6.000 personas en Bogotá mayores de 12 años6. La encuesta no se diseñó para medir el impacto de la escuela en la cultura política democrática; sin embargo, es posible obtener de sus resultados algunas relaciones para introducir la discusión del tema. En la lectura de las tablas que sigue debe entenderse que el nivel educativo declarado es la respuesta a la pregunta: ¿cuál es el máximo nivel educativo alcanzado por usted?, interrogación que no distinguía si el nivel había sido completado. La evolución de la cultura política en la ciudad dependerá mucho más del recambio social propio de la demografía que de todos los discursos políticos: sólo el 29% de los mayores de 50 años declararon que la secundaria es su nivel máximo educativo alcanzado, mientras en la población entre 27 y 35 años el 48% respondió haber alcanzado la secundaria. Esas generaciones serán reemplazadas por otras que ya vivieron su adolescencia en la época de la cobertura universal. Justo es advertir que nos tardamos demasiado para ello: aumentamos sustancialmente el discurso sobre lo que queríamos de unas escuelas deficientes en muchos aspectos, especialmente de la cobertura. Analicemos los resultados de esta pregunta que mide predisposición a la intolerancia religiosa: NO le gustaría tener como vecinos a gente de religión distinta a la suya, mayores de 25 años Nivel educativo Total de la muestra Frecuencia Ninguno 204 30 15 Primaria 1.352 219 16 Secundaria 2.406 288 12 Técnico 620 61 10 Profesional 785 58 7 Posgrado 69 2 3 NS/NR 52 12 23 5.488 670 12 Total No hay variación importante con el nivel educativo hasta que no se entra en el rango “profesional”. No se trata de la edad, pues no hay variaciones por grupo etario al emplear la edad como variable independiente. Es decir, la formación influye sobre la tolerancia religiosa, sin que en las universidades se hayan tomado cursos de tolerancia religiosa o “cómo querer a nuestros vecinos I y II”. Estas variaciones con la escolaridad se atribuyen a la movilización cognoscitiva propia de la cultura académica y a la información sobre el mundo que se recibe y se procesa practicando y desarrollando la capacidad de juzgar diversas fuentes de validación (Sudarsky, 2004a, 2004b)7. 5 Una encuesta no mide comportamientos sino declaraciones sobre comportamientos. Por ejemplo: ¿votó usted en las últimas elecciones? 6 Los detalles técnicos, la encuesta misma, los resultados en frecuencias simples y la exploración de resultados pueden consultarse en las páginas web de la Secretaría Distrital de Cultura (http://www.culturarecreacionydeporte.gov.co/observatorio/index.html) o del IEU (www.inestudiosurbanos.com). El análisis de encuesta fue realizado desde el Instituto de Estudios Urbanos por el autor y un pequeño grupo de colaboradores. 7 Es interesante constatar cómo nuestra mitología nos hace sentir orgullosos de la “malicia indígena”, una desconfianza en todo tan irracional como la confianza en todo. 16 Porcentaje 17 La siguiente tabla de respuestas muestra el mismo esquema de influencia del nivel escolar alcanzado: Porcentaje de personas que conversan sobre política Nivel educativo Ninguno Primaria Secundaria Técnico/tecnológico Profesional Posgrado NS/NR Total Total 204 1.352 2.406 620 785 69 52 5.488 Conversan sobre política 46 277 579 206 335 35 13 1.491 (%) 23 20 24 33 43 51 25 27 Se escogió de la muestra aquellos mayores de 25 años. No hay adolescentes aquí. Vemos una variación muy pequeña dentro del rango de incertidumbre, hasta comenzar el nivel postsecundario. “Ninguno”, “primaria” y “secundaria” son estadísticamente iguales. En el análisis por grupos de edad sí se observa un ligero aumento con la edad, pero la mayor influencia está en el nivel académico alcanzado. Nuevamente, sin asistir a talleres de “interesémonos por la política”. En una sociedad con elevada cultura política democrática es importante el interés en las elecciones. Hay que tener en cuenta que la encuesta se aplica en Bogotá, en donde las reglas básicas del régimen representativo se cumplen bastante bien. ¿Cómo depende del nivel educativo el “abstencionismo por principio”? Porcentaje de personas que se declaran abstencionistas “fuertes” Total (30 o más años) Ninguno 198 Primaria 1.261 Secundaria 1.834 Técnico/tecnológico 502 Profesional 661 Posgrado 59 NS/NR 44 Total 4.559 Nivel educativo Frecuencia 46 257 394 78 63 5 11 854 Porcentaje 23 20 21 16 10 8 25 19 Los mayores de 30 años que alcanzaron nivel escolar “ninguno”, “primaria” y “secundaria” no se distinguen estadísticamente. La variación comienza, nuevamente, del nivel técnico en adelante. Un análisis de edades mostró que aquí también hay un efecto de edad y uno pequeño de ingresos. 17 Escuela y cultura política democrática He aquí una tabla-síntesis con las preguntas pertinentes sobre cultura política contenidas en la Encuesta de Culturas8: Porcentaje de mayores de 25 años con la correspondiente trayectoria educativa, que… Primaria Secundaria Técnico 22 22 21 Valora negativamente la participación 45 57 61 Valora positivamente la participación desacuerdo con “la democracia es 18 16 14 En preferible a cualquier otra forma de gobierno” 25 25 31 Le interesa la política Vota en todas o en la mayoría de las 45 46 59 elecciones 20 24 33 Conversa sobre política 26 36 49 Sabe a qué partido pertenece el alcalde 20 21 16 Abstencionistas por principio 27 28 30 Votan porque “votar es un derecho” 24 22 26 Votan porque “votar es un deber” La plata de los impuestos se la roban 42 46 48 o se gasta en burocracia Con excepción de las dos líneas sombreadas, se observa que la educación secundaria ha aportado muy poco. Como se ha reducido la muestra a mayores de 25 ó 30 años, el resultado indaga por la influencia de una educación que se recibió de la vieja escuela, la anterior a los cambios constitucionales y los nuevos discursos. ¿Cómo contribuye la escuela a la consolidación de una democracia? He propuesto reconocer que “cultura política democrática” hace referencia a un específico régimen de gobierno de algunos Estados de hoy en día, altamente valorado incluso por los que no lo tienen o no lo cumplen. Este régimen existe en un plano bien distinto del de las relaciones interpersonales. Por supuesto, quien sea incompetente para compartir con los demás las peripecias de la vida cotidiana sin generar conflictos que terminen en violencia, no cumplirá con las condiciones mínimas 8 El análisis detallado se puede consultar en las páginas web de la SDCRyD y del IEU, citadas atrás. 18 17 para aceptar y participar activamente en algo tan complejo como el proceso de toma de decisiones de un régimen político democrático, en el que tiene que convivir con millones a quienes no verá jamás y, por consiguiente, sólo puede aceptar mediante razonamientos abstractos sobre justicia y sentimientos acotados de solidaridad9. Pero quien tiene competencias de este tipo para convivir en sociedad no necesariamente acepta un régimen democrático. Los regímenes no democráticos no están compuestos por incapaces sociales. Por régimen político democrático entendemos, lo he afirmado atrás, las instituciones de la poliarquía (Dahl): Instituciones de la poliarquía 1. Funcionarios electos. El control de las decisiones en materia de política pública corresponde, según lo establece la Constitución del país, a funcionarios electos. 2. Elecciones libres e imparciales. Dichos funcionarios son elegidos mediante el voto en elecciones limpias que se llevan a cabo con regularidad y en las cuales rara vez se emplea la coacción. (Hubiera podido decir que las elecciones están establecidas por la ley, y se hacen). 3. Sufragio inclusivo. Prácticamente todos los adultos tienen derecho a votar en la elección de los funcionarios públicos. 4. Derecho a ocupar cargos públicos. Prácticamente todos los adultos tienen derecho a ocupar cargos públicos en el Gobierno, aunque la edad mínima para ello puede ser más alta que para votar. 6. Variedad de fuentes de información. Los ciudadanos tienen derecho a procurarse diversas fuentes de información, que no solo existen sino que están protegidas por la ley. 7. Autonomía asociativa. Para propender a la obtención o defensa de sus derechos (incluidos los ya mencionados), los ciudadanos gozan también del derecho de constituir asociaciones u organizaciones relativamente independientes, entre ellas partidos políticos y grupos de intereses. ¿Son las instituciones descritas en este cuadro las que se describen, explican, aplauden, enaltecen, encomian… en nuestro sistema escolar? No parece. Miremos la primera, la regla de reglas. De acuerdo con ella, no es afín a una cultura política democrática la idea de que las decisiones las tomen quienes no han ganado elecciones. Sin embargo, en muchos de los discursos escolares nos solazan, dizque ponderando la Constitución, con la imagen de que el mundo ideal es aquél en el que no haya elecciones, en el que participemos en asambleas para decidir en montonera. ¿No es una competencia ciudadana reconocer los riesgos de estos procedimientos, lo que han producido en la Historia?10 9 Acotados, porque la solidaridad a la que se obliga llega hasta las fronteras. 10 Como la crucifixión de Jesucristo. 19 Escuela y cultura política democrática En una pregunta de la Encuesta de Culturas se solicitó recordar derechos. ¡Menos del 1 por ciento mencionó los derechos a elegir y ser elegido! No es extraño este desinterés por lo electoral, al fin y al cabo es incluso promovido desde la educación. En efecto, luego de una gran discusión nacional en foros sobre las competencias ciudadanas, publica el Ministerio de Educación Nacional una síntesis de 37 páginas, Estándares básicos de competencias ciudadanas. Formar para la ciudadanía… ¡sí es posible! (MEN, 2004). Una guía, supongo, para promover la cultura política democrática. Aparece una vez la palabra “elecciones”. “Voto” no aparece nunca, “partido”, menos. No aparecen “Policía”, “Ejército”, “Congreso”, “Concejo”, “listas”, “ejecutivo”, “representación”, “impuestos”11. Si no aparecen palabras como “sanción”, “delito”, “castigo”, pues mucho menos “Código Penal”. ¿No será que la escuela por lo menos debe cumplir bien el objetivo de instruir sobre estos temas y todas sus connotaciones, y luego de pronto comprometerse con lo casi imposible? Esas palabras que no aparecen, y otras del mismo talante que tampoco, tienen un defecto: son las que discutimos en el día a día en este país. Supongo que para algunos no conviene que entren a la escuela, porque se parecen demasiado al mundo real, y en la escuela nos hemos propuesto formar un ciudadano que, como dijimos atrás, no encontramos en la calle. Me temo que vamos en contravía. 11 De pronto no aparecen porque se dejan para los “saberes”. Eso sería riesgoso, pero además no es cierto. Trabajo con estudiantes universitarios de nivel intermedio, la mayoría de los cuales ignora materialmente todo sobre el régimen de gobierno de su país. Y ellos sí han estado inmersos en la nueva escuela de promoción de la cultura política democrática de nuestro sistema escolar. 20 Bibliografía AA. VV. “Colombia: al filo de la oportunidad”. Informe conjunto, Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, Mesa Redonda Magisterio, Conaced, Bogotá, 1995. Allegan, Janet; Brophy, Jere. “Introducing Children to Democratic Government”, en Social Studies and the Young Lerner, vol. 19, núm. 1, 2006, pp. 17-19. Azevedo, Fernando de. Sociología de la educación. Introducción al estudio de los fenómenos pedagógicos y de sus relaciones con los demás fenómenos sociales, 17ª edición, México: Fondo de Cultura Económica, 2004. [Edición original de 1940 (en portugués)]. 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Resumen A partir de sendas investigaciones sobre las prácticas formativas dirigidas a la población por fuera de la escuela, de los dos gobiernos de Mockus, en este artículo se hace una crítica sobre aquellas concepciones que han buscado definir las pedagogías ciudadanas de sus administraciones como “autoritarias”. Igualmente, se analizan los alcances y limitaciones de dichas prácticas pedagógicas para argumentar acerca de aquellos elementos que deberían ser apropiados por los gobiernos de la ciudad. Palabras claves: pedagogía, cultura, autoritarismo, democracia, política pública, gubernamentalidad. Abstract From the perspective of two research projects on the formative practices that targeted the out-ofschool population in the two governents of the city of Bogotá of the mayor Antanas Mockus, this article undertakes a critique of those who have defined these two governments as “authoritarian”. It also anlayses the reaches and limits of the pedagogical practices of the two governmentes, in order to delimit those practices that should be appropriated by the governments of the city. Keywords: pedagogy, culture, authoritarianism, democracy, public policy, governmentality. 17 En dos investigaciones relativamente recientes, auspiciadas por el IDEP y el Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional1, analicé detalladamente las prácticas de pedagogía ciudadana desplegadas en el gobierno Mockus/Bromberg y en la segunda administración de Mockus en Bogotá. Entre otras cosas, traté de relacionar diversos elementos de dichas prácticas con la tradición histórica de la pedagogía escolar y con algunos eventos de las representaciones y políticas sociales de la ciudad en la primera mitad del siglo pasado, en torno a la población “peligrosa” (pobres, desescolarizados, desempleados, trabajadoras sexuales, habitantes de la calle). Para ello se estudiaron desde los discursos conceptuales de Antanas Mockus hasta los documentos puntuales de los proyectos específicos, materiales pedagógicos y piezas comunicativas (impresas y en video) de las entidades públicas de la ciudad2. 1 Sáenz, 2004, 2007. 2 En las referencias se presentan algunos ejemplos de los distintos tipos de documentos analizados. 25 La pedagogía ciudadana en Bogotá Con base en el análisis de las encuestas de cultura urbana y demás instrumentos que desarrollaron las dos administraciones para valorar los avances de sus políticas en el campo de la cultura ciudadana, en ambas investigaciones se pudieron constatar sus incuestionables éxitos en el mejoramiento de las percepciones, actitudes, conocimientos y comportamientos de los habitantes de la ciudad en la amplia gama de asuntos a los que se dirigió su política de cultura ciudadana, que son bien conocidos, y que abarcaban desde el sentido de pertenencia a la ciudad hasta el mejoramiento en el acatamiento de normas específicas. Pero hubo algo aún de mayor relevancia para el tema que nos ocupa. En la segunda investigación3 se evidenció que hubo una correlación muy alta entre aquellos indicadores de cultura ciudadana que más mejoraron y los ámbitos de la práctica estatal en los que se privilegiaron estrategias y prácticas pedagógicas. Los dos estudios señalaron, igualmente, una serie de aspectos problemáticos de las prácticas de pedagogía ciudadana de los dos gobiernos, que se pueden resumir así: a. Una tendencia marcada de desconfianza hacia las prácticas culturales y ciudadanas de los habitantes de la ciudad; b. La débil inserción de pedagogías ciudadanas en las escuelas; c. En el caso de algunas entidades estatales, el predominio de prácticas escolarizadas en los proyectos de formación de la población por fuera de la escuela; d. En las prácticas pedagógicas ciudadanas —que no en las políticas culturales en su conjunto— un énfasis casi exclusivo en la constitución de unos mínimos culturales comunes y altos grados de invisibilización de las diferencias culturales; e. La precariedad financiera y comunicativa del Canal Capital, que terminó siendo más estatal que público y que poco uso hizo del potencial comunicativo de la población de la ciudad. 3 Sáenz, 2007. 26 17 A pesar de los indudables aciertos y logros de la estrategia de pedagogía ciudadana en los dos gobiernos de Mockus, sobre los cuales volveré más adelante, ésta fue abandonada en la administración de Luis Garzón. Y fue abandonada, hay que decirlo, de manera infortunada. Con esto no me refiero sólo al abandono en sí, sino también a la forma como se hizo. Lo menos que podíamos esperar los habitantes capitalinos ante la decisión de no continuar con una de las estrategias más innovadoras, exitosas y pertinentes que se han llevado a cabo en la ciudad —a pesar de sus señalados problemas— era que dicha decisión se argumentara y sustentara de manera pública, pues en todos los posibles sentidos de este término se trataba de un asunto público. Pero esto no se hizo ni en los documentos de política ni, hasta donde se ha podido indagar, en las intervenciones públicas del alcalde. Sin embargo, en privado, los simpatizantes del burgomaestre argumentaban que el problema de la cultura y la pedagogía ciudadana era la de ser autoritaria, crítica que también le han hecho algunos académicos. Aunque cada vez que escucho esta crítica pregunto por sus razones, ninguna me ha parecido satisfactoria. Tiende a limitarse a dos argumentos centrales: el señalamiento de excesos por parte de la policía en los gobiernos de Mockus y el que enfatizó el acatamiento de la ley, en especial en su segundo mandato. Lo primero indica desconocimiento del Estatuto de la Policía Metropolitana, la cual, debería ser bien sabido, es de carácter nacional y está sujeta sólo a controles indirectos por parte de la Administración de la ciudad. El segundo argumento plantea un asunto de fondo: la legitimidad de las leyes en sistemas democráticos y, para nuestro caso, la de las normas expedidas en los gobiernos de Mockus. Al margen de los argumentos de quienes consideraban que el Estado colombiano en la época no era legítimo y hablaban por lo tanto en “representación” (implícita o explícita) de sujetos culturales, sociales y políticos (pasados, presentes o futuros) que consideraban de mayor legitimidad colectiva que al Estado —argumentos que ubicaría por fuera del acuerdo mínimo que presuponen mis planteamientos— está el asunto del supuesto autoritarismo en ambas alcaldías por haber considerado política y culturalmente necesario poner en el centro de su agenda pedagógica la relegitimación del Estado y la promoción del respeto, la celebración y el acatamiento de la ley y de unas normas mínimas de convivencia. A mi juicio, esta no es una crítica muy afortunada por las siguientes razones. En primer lugar, porque los gobiernos de Mockus, como pocos de los que hemos tenido en este país, tenían una evidente legitimidad moral y política, lo cual, entre otras cosas, explica en un alto grado, a mi parecer, los éxitos de su programa de pedagogía ciudadana. 27 La pedagogía ciudadana en Bogotá En segundo lugar, por la concepción misma de la ley en su administración, en la que lejos de operar con ella como si estuviese fundamentada y legitimada por una concepción a priori de la comunalidad —y por tanto ahí sí autoritaria— puso en juego de manera relativamente intensa (en relación con otros gobiernos de la ciudad y del país) una concepción dinámica y democrática de la ley y de lo común, como algo a definir por medio del diálogo y la participación ciudadana, cuyo ejemplo más claro fueron las deliberaciones ciudadanas que acompañaron la formulación del Código de Policía. Es cuestionable, claro está, la idea habermasiana que predominó en las pedagogías ciudadanas de sus dos gobiernos, acerca de la posibilidad de una situación comunicativa ideal (esto es, por fuera de las relaciones de poder), cuyos resultados obedecerían a los mejores argumentos, más cuando dicho ideal de diálogo se escenificaba precisamente en relaciones de poder —en este caso, fundamentalmente simbólicas— entre funcionarios estatales y ciudadanos. Pero de allí a concluir que se trató de mandatos autoritarios, hay mucho trecho. 28 Por último, si aún no convencen los argumentos anteriores, habría que señalarle a los simpatizantes del ex alcalde Garzón (entre los cuales, algunos funcionarios del gobierno de Mockus), que criticaron como autoritarias las pedagogías ciudadanas de éste dirigidas al acatamiento, la celebración, la relegitimación y la transformación del marco legal y normativo de la ciudad, su paradójica posición en tanto sujetos que al participar en la elección del alcalde o hacer parte de su gobierno aceptaron la legitimidad jurídica del Estado para luego, desde adentro, cuestionar la racionalidad normativa que simbólica o institucionalmente entraron a representar. Se trata de una paradoja (algo así como “estar en el Estado sin aceptar ser parte de él”) en relación con la cual, más que contribuir conceptual y estratégicamente a la redefinición, o si se quiere refundación del Estado, los sectores del gobierno de Garzón a los que he aludido parecieron seguir soñando con alternativas “a pesar del Estado”. 17 Quiero ser lo más claro posible sobre esto: al igual que muchos de los que hemos ejercido como funcionarios públicos, considero absolutamente legítima, en términos éticos y políticos, la opción de priorizar como estrategia desde el Estado la redefinición radical de su marco jurídico y político, orientándolo, entre otros asuntos, hacia el fortalecimiento de las organizaciones y movimientos sociales, esto es, el uso del aparato estatal no para intensificar las ya enormes asimetrías de poder que existen en el país entre la organización estatal y la no gubernamental, sino precisamente para reducirlas. Lo que no me parece legítimo es argumentar, desde el campo estatal, acerca de la ilegitimidad (por la vía de la acusación de “autoritarismo”) de algunos consensos normativos mínimos y éticamente defendibles que promovieron los dos gobiernos de Mockus por medio de sus estrategias de pedagogía ciudadana, como aquellos dirigidos al control de la evasión fiscal, a hacer efectivos y moralmente probos los mecanismos para combatir la violencia (en la familia y por fuera de ella), al acatamiento de las normas de tránsito para mejorar la movilidad y disminuir los accidentes, a la disminución de accidentes por fabricación y uso de la pólvora, al ahorro en el uso del agua, entre otros. Sobre el doble juego, quizás inconsciente, de algunos de los sectores críticos a los gobiernos de Mockus, por una parte, de denunciar como ilegítimas las prácticas por medio de las cuales, en efecto, se ampliaron los alcances del Estado y, por otra, de soñar con el fortalecimiento de las organizaciones sociales desde el Estado, habría que señalar, simplemente, que las dos cosas están inextricablemente entrelazadas. Para ponerlo de forma esquemática: frente a gobiernos de la ciudad que históricamente jugaron a fortalecer la legitimidad de su secta micropartidista en relación con pequeñas pero poderosas redes clientelistas, los gobiernos de Mockus, que se dirigieron a legitimar al Estado mismo en un juego pedagógico que buscaba involucrar/afectar a la ciudadanía en su conjunto, efectivamente ampliaron los alcances del Estado. Quedan, por último, los trabajos de algunos académicos (Ortiz, 2009), a partir de los cuales se podría argumentar que con sus pedagogías ciudadanas las administraciones de Mockus se inscribieron, como pocas, en las más contemporáneas y sutiles prácticas liberales basadas en la regulación de la población, que serían aún más efectivas, como formas de gobierno de las conductas, que aquellas que caracterizaron las sociedades disciplinarias de los siglos XVII y XVIII y que aún predominan en 29 La pedagogía ciudadana en Bogotá las instituciones disciplinarias de encierro: cárceles, ejércitos, hospitales, asilos, lugares de trabajo y de formas diferentes en las familias4. Ésta es, sin duda, la crítica de “autoritarismo” que es más difícil de refutar, si de manera provisoria entendemos por “autoritarismo” aquellas prácticas que constituyen de manera simultánea el incremento en los alcances del Gobierno y su mayor efectividad en la conducción de las conductas de los individuos y la población. Sobre lo segundo ya hemos subrayado la efectividad de las pedagogías ciudadanas de ambas alcaldías, y, sin elaborar sobre ello, aceptaríamos que las formas más contemporáneas de formación/ gobierno son más efectivas que las de las sociedades disciplinarias. 4 Foucault, 2006, 2007. 30 En cuanto a lo primero, al incremento en los alcances del Gobierno, no hay nada que discutir, ya que, como un evento distinto al de las formas liberales —el diálogo, la argumentación razonada— de las pedagogías empleadas en una buena cantidad de las estrategias, proyectos y actividades puntuales de las administraciones mockusianas, efectivamente sí hubo un incremento de gobierno “pedagógico”. Se dio lo que he denominado una pedagogización inusitada en la vida de la población, a partir de la cual se educaron de manera intensiva un conjunto de temas y escenarios que nunca antes habían estado, en el país, en el campo de la intervención formativa del Estado. Luego de la pedagogización y escolarización histórica de las instituciones de encierro ya mencionadas, los mandatos de Mockus, además de intensificar la pedagogización de algunos de estos ámbitos disciplinarios (en especial las cárceles y las familias) pedagogizaron lo no institucional: la calle, los andenes, las ciclovías, las ciclorrutas, los vehículos de transporte público y privado, las festividades populares y oficiales, los parques, los escenarios culturales, los lugares de rumba, los eventos deportivos, el comercio (tanto formal como informal), así como la vida cotidiana de las trabajadoras sexuales, de los contribuyentes, de los policías, de los habitantes de la calle, de los recicladores, de los delincuentes, de los consumidores de alcohol 17 y de drogas psicoactivas. Pero no pararon allí; en un rompimiento audaz con la tradición pedagógica escolar configurada por lo menos desde el siglo XIX, que había abandonado la formación directa de las dimensiones “no racionales” de la psiquis, los gobiernos de Mockus buscaron pedagogizar la intimidad de los individuos por medio de la formación de sentimientos morales. ¿Es esto autoritarismo, fue ilegítimo? Creo que se puede responder negativamente en dos planos. El primero, en el de lo que podemos denominar la topografía de la gubernamentalidad, concepto foucaultiano que se refiere, de manera general, a “la manera como se conduce la conducta de los hombres”5. No considero que de manera simplista se pueda equiparar la ampliación de sus alcances con el incremento en esa elusiva noción, rara vez claramente definida por quienes la usan, de “autoritarismo”, más aún cuando muchos de los que la han usado contra los gobiernos de Mockus, lejos de ser liberales en su concepción del Estado, reclaman mayor “presencia” y mayores intervenciones estatales. El segundo plano en el que se puede responder negativamente, en alguna medida ya implícito en el primero, es en el de los efectos de esa ampliación de la gubernamentalidad. Aquí propondría lo siguiente: a menos que aceptemos la tesis de que todo lo que hace el Estado es necesariamente maléfico (satanización del Estado) tendríamos, siendo pragmáticos (como lo era Foucault en el sentido filosófico del término), que analizar los efectos de dicha ampliación. ¿Tuvo efectos de creación de conductas de obediencia ciega a un poder soberano y arbitrario, o de fomento de acatamiento y transformación de las normas mínimas que razonablemente se pueden aceptar para la convivencia colectiva? Pensaría que el acto imaginativo que implica valorar los efectos de una política pública llevaría a concluir lo segundo en los dos gobiernos de Mockus. Para solo dar un ejemplo sobre lo problemático que sería equiparar mayores alcances en la gubernamentalidad con mayor autoritarismo: ¿será que una mayor intervención, en este caso del Gobierno Nacional, para deslegitimar y debilitar a los grupos armados ilegales financiados por el narcotráfico en el país, puede ser leída, sensatamente, como autoritaria? En muchos de estos análisis sobre el supuesto autoritarismo de las alcaldías de Mockus, parecería que el Estado es la única línea que juega en el campo de fuerzas, como si no hubiese otras líneas de fuerza en juego, con consecuencias decididamente más nefastas para las libertades públicas que las del Estado; y aquí no me refiero exclusivamente a los grupos armados, sino también a las Iglesias, a los racismos, al patriarcalismo, a las violencias cotidianas y familiares, a las que ejercen los poderes económicos contra los trabajadores, para sólo mencionar algunas. 5 Foucault, 2006:146. 31 La pedagogía ciudadana en Bogotá Como puede ser evidente, todo lo planteado se dispone hacia proponer cierto grado de continuidad en las prácticas de pedagogía ciudadana mockusiana y a aprender de sus limitaciones y, en este sentido, se sugiere: a. Pensar y diseñar de manera integrada las políticas culturales-comunicacionalesformativas del gobierno de la ciudad con base en estudios académicos y diagnósticos “tecnocráticos”, e implementarlas de manera inter-institucional a partir del recorte estratégico de un campo (ya no de un sector) en donde se ubicarían las problemáticas centrales a abordar. Se trata, entonces, de emular la estrategia de política pública que en los dos gobiernos de Mockus se denominó como cultura ciudadana, pero sin copiar necesariamente todos los ingredientes de su “fórmula”, que en el mejor de los casos sólo debe ser vista como una combinatoria provisional de aquellas conductas que en su momento, y desde una perspectiva contingente, se consideró prioritario modificar. Y en la cual, de manera decidida, se deben integrar los escenarios de la educación escolarizada, lo cual, por razones que no me parecen de fondo, no se hizo en los gobiernos de Mockus. b. Combinar estrategias de legitimación ética y política del gobierno local y sus entidades (que no de simple incremento de la favorabilidad electoral del alcalde o grupo político que ejerza el gobierno de turno), así como de fortalecimiento de la sociedad civil en su conjunto, estrategias cuyo mayor acierto, a mi juicio, en los gobiernos de Mockus fue su perspectiva (no siempre explícita) acerca de la maleabilidad simultánea de lo estatal (sus políticas, sus programas, sus instituciones, las 6 32 Sáenz, 2004, 2007. leyes y normas vigentes) y de la ciudadanía y sus organizaciones: esto es, acciones en las que se busque transformar las dos esferas y no simplemente actuar sobre la población de la ciudad desde una institucionalidad y racionalidad estatal ya definida e impermeable. Aunque en el fortalecimiento de las organizaciones sociales por diversas razones se podría pensar que los dos gobiernos de Mockus se quedaron cortos6, hubo una serie de acciones en donde estas estrategias se combinaron de manera admirable y que habría de estudiar con detenimiento, como por ejemplo, la campaña de pago voluntario de impuestos, el diseño participativo del Código de Policía, la “Croactividad”, las múltiples acciones formativas dirigidas a peatones y conductores; la “Noche de las Mujeres”, contra la violencia de género; entre otras. c. Diseñar pedagogías ciudadanas que eviten la falsa dicotomía entre construcción colectiva de unos mínimos comunes y reconocimiento, respeto y fomento de las diferencias culturales. A nivel conceptual, Mockus, al retomar a Rawls, planteó un elemento central para romper esta falsa dicotomía —aquel donde señala que diferentes individuos y grupos se pueden poner de acuerdo sobre una norma común por razones diferentes—, idea que en buena medida fue retomada por las prácticas formativas de su gobierno, en las que predominaron prácticas de diálogo y de argumentación razonable. Sin embargo, puede 17 señalarse, igualmente, una visibilización desigual de las diferencias culturales: desde un grado bastante alto de opacidad de dichas diferencias en las acciones y estrategias pedagógicas en la esfera de la formación cívica, hasta un alto grado de visibilidad en las acciones clásicas del “sector cultural”: de creación y consumo artístico. d. En relación con las formas de enseñanza/ aprendizaje, privilegiadas en ambos gobiernos, hay mucho que amerita ser continuado. Para ser breve, mencionaré sólo dos aspectos. En primer lugar, como ya se señaló, la predominancia de prácticas basadas en el diálogo y en la argumentación razonada. Y segundo, las prácticas que, más que emular aquellas clásicas de las escuelas, lograron engancharse con los flujos cotidianos de la población por medio de la utilización de lenguajes dramatúrgicos y metafóricos, cuyo mejor ejemplo, a mi juicio, fueron las performances de los mimos en la calle 19, en su primer gobierno. Para concluir, no se necesita ser “mockusiano” para reconocer la potencia y pertinencia de un conjunto de elementos de las políticas y estrategias formativas que puso en escena en sus dos gobiernos y extraer de ellas nuevas formas en que los gobiernos de la ciudad pueden extender sus alcances, ya no de ejercicio de su dominio, sino para extender su capacidad simbólica de convencimiento en torno a propósitos mínimos, razonables y éticamente defendibles de regulación de las conductas de la población. Mockus no inventó la idea, ni fue el primero en poner en juego dispositivos (o quizás un conjunto de éstos) para guiar las conductas de la población. Lo novedoso fue formular la hipótesis plausible, a mi juicio, de que en un país fragmentado como el nuestro (en el que hasta el sistema escolar está escindido a partir de clases sociales) el mínimo cultural, moral y normativo deseable es el de la construcción de lo común. Y de la mano de esta finalidad general, la convicción de que para su logro era necesario ampliar los alcances formativos de la acción estatal, pedagogizando un conjunto de ámbitos que anteriormente estaban definidos exclusivamente por la racionalidad jurídica de la denuncia y el castigo por parte del Estado. 33 La pedagogía ciudadana en Bogotá Se trató, en lo fundamental, de la invención de nuevas tecnologías de formación/gobierno en el país, pudiendo argumentarse que de ser emuladas por las administraciones de la ciudad, corrigiendo algunas de sus limitaciones, tendrían como efecto el avance hacia una intensificación de la democracia radical, así como, simultáneamente, de mayores acuerdos sustantivos sobre los mínimos comunes deseables y de las condiciones necesarias para el diálogo intercultural. De manera evidente, no hacen posible la utopía de formas de gobierno sin Estado, como tampoco la dominación de grupos históricamente subordinados sobre los que los dominaron, pero en el análisis final sí parecen encaminarse hacia una nación, una sociedad, sustancialmente más democrática de la que tenemos. ¿Reformismo? Puede ser, pero para la ciudad y el país, un reformismo radical. Y mientras en la esfera de lo público no aparezcan en el país utopías más sensatas (menos clientelizadas y corruptas) y menos sangrientas —tanto desde la izquierda como desde la derecha— de las que actualmente buscan gobernarnos y formarnos, se trata de una alternativa a todas luces deseable. 34 17 Bibliografía Alcaldía Mayor de Bogotá. “Bogotá está en juego” [tema: Convivencia, comercial para TV], Bogotá, 1997. ________. “Formar Ciudad: 1995-1997”, s. d., 1997. ________. “Campaña pedagógica y comunicativa para la prevención y reducción de la accidentalidad peatonal en Bogotá D. 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Resumen En el presente artículo se propone una reflexión sobre las características del conflicto escolar en algunas instituciones educativas de Bogotá y su relación con los procesos de formación ciudadana. El objetivo es mostrar que el conflicto no debe considerarse como algo anormal, disfuncional, en la vida escolar, sino, por el contrario, como un espacio de construcción de democracia y ciudadanía activas. Palabras claves: conflicto, ciudadanía, democracia. Abstract In this chapter, it´s proposed a reflection about the characteristics of the school conflict in some educational institutions of Bogotá, and its relationship with the process of citycen formation. The goal is to show that the conflict in shouldn´t be considered like something anormal, disfunctional in the school life, but, on the contrary, it´s be considered like a space of building in democracy and active citizenships. Keywords: conflict, citizenship, democracy. 17 Presentación Durante la última década ha sido constante la tendencia a evaluar de forma permanente a los estudiantes de educación básica y media en diferentes áreas del conocimiento. Una de ellas ha sido la relacionada con los estándares básicos de competencias ciudadanas, en los cuales la formación ciudadana se asocia estrechamente con el desarrollo moral de los niños y jóvenes En nuestro concepto, al hacer una utilización generalizada y generalizable del desarrollo moral queda por fuera —o por lo menos se incluyen de manera tangencial— aspectos específicos de la formación ciudadana, dentro de los cuales nos detendremos en el conflicto. Pareciera que la existencia de conflicto se asocia con una situación de anormalidad en la escuela, por lo cual, si las evaluaciones evidencian problemas de conflictividad, los docentes y la comunidad educativa deben proponer estrategias tendientes para su reducción. 39 Conflicto escolar y formación ciudadana Contrario a ello, concebimos al conflicto como algo inherente a la vida en comunidad. Al pensar la escuela como un espacio sociocultural en el cual interactúan diversas visiones de mundo y en donde se ponen en juego los más variados intereses individuales y colectivos, resulta obvio reconocer que el conflicto hace parte consustancial de ella. La disputa por hegemonizar determinada versión de la realidad —bien sea de profesores, directivas, estudiantes u otros miembros de la comunidad educativa— produce, inobjetablemente, desencuentros y conflictos que, lastimosamente, se han penalizado e instrumentalizado en nuestras escuelas. Es decir, antes de concebir tales desencuentros como espacios de construcción de las subjetividades de niños y jóvenes, se organiza todo un aparato de control, sanción y corrección de las conductas consideradas desviadas. A continuación proponemos algunas reflexiones sobre el sentido del conflicto escolar en algunas instituciones bogotanas. 40 El conflicto y la administración de justicia en la escuela A pesar de las diferencias institucionales, en el trasfondo de los procesos de tramitación de los conflictos en los casos escogidos para este análisis subyace la siguiente ruta: diálogo con los actores directos vinculados en el conflicto (estudiantes o maestros), estudio de los casos conflictivos por parte de docentes y directivas de la institución, citación a los padres de familia y medidas de corrección (las cuales pueden ir desde llamados de atención, pasando por la firma de compromisos, hasta la expulsión del estudiante). Buena parte de este proceso se desarrolla teniendo en cuenta el historial disciplinario del alumno, consignado por los profesores en los observadores, es decir, la tramitación de los conflictos pasa, en muchos casos, por el respeto al debido proceso. 17 Llama la atención, por un lado, el carácter acumulativo que cobran las medidas disciplinarias en las instituciones, ya que un número determinado de faltas leves se constituyen en una falta grave y, a su vez, la suma de varias faltas graves conlleva a una falta gravísima. Por otro lado, resulta sugestivo el reemplazo de la lógica pedagógica por la lógica jurídica para resolver los conflictos, es decir, antes que acudir a una reflexión formativa sobre el origen y las posibilidades transformadoras del conflicto, en las instituciones educativas se acude a procedimientos originarios del campo jurídico —lo cual hegemoniza una noción procedimental de los conflictos— o el recurso de acciones político-jurídicas establecidas en la Constitución de 19911. A pesar de esta similitud que subyace en la tramitación de los conflictos, es necesario destacar algunas particularidades de las instituciones incluidas en el estudio. En la IED León de Greiff existe un Comité de Convivencia, conformado por un representante de los estudiantes, los maestros, padres, personal administrativo, orientadora y coordinador, al cual son enviados los casos críticos de infracción. Este comité debe garantizar el debido proceso y recomendar a la institución la aplicación del correctivo correspondiente teniendo en cuenta los siguientes parámetros: Llamado de atención verbal con registro en el observador; citación del padre, madre o acudiente del estudiante, con registro en el observador y acta de compromiso con copia al observador; suspensión temporal cumplida fuera o dentro de la institución hasta por cinco días, con servicio prestado a la comunidad; remisión al Comité de Convivencia; reporte a Rectoría; y, por último, reporte al Consejo Directivo para el estudio de la cancelación de la matrícula (Manual de Convivencia, p. 13). 1 Herrera, Martha; Pinilla, Alexis; Infante, Raúl, “Conflicto educativo y cultura política en Colombia”, en Nómadas, N° 15, Bogotá, Universidad Central, Departamento de Investigaciones, octubre de 2001. 41 Conflicto escolar y formación ciudadana El proceso por el cual se administra justicia en esta institución se organiza de la siguiente forma: dos días para la constatación de pruebas, teniendo en cuenta el debido proceso; en los dos días siguientes el estudiante podrá presentar ante la coordinación su defensa; a los siguientes tres días el coordinador y el director de grupo presentarán a la rectoría un informe escrito; dentro de los cinco días hábiles siguientes la rectoría tomará la decisión de archivar el proceso si no existe motivo de cancelación de matrícula, o citar al consejo directivo para que acuerde el retiro del alumno. Si el consejo directivo toma la decisión de cancelar la matrícula, el rector deberá oficializarla mediante resolución motivada; además se podrá utilizar el recurso de reposición ante el rector y el de apelación ante el Consejo Directivo, dentro de los siguientes cinco días hábiles a la notificación. Con base en lo anterior, queremos llamar la atención sobre el lenguaje utilizado en la institución para la resolución de los conflictos. Expresiones como “constatación de pruebas”, “archivar el proceso”, “recurso de apelación”, entre otras, denotan la judicialización del conflicto en la escuela, esto es, la incursión no sólo de un lenguaje sino de unas prácticas sociopolíticas propias de un campo que, como el jurídico, tiene una lógica profundamente contraria a la que funda, o debe fundar, el escenario educativo. 42 A pesar de estas características de la tramitación del conflicto, en esta institución tuvo lugar, de forma paralela, un proyecto de mediación escolar que obedecía a una reflexión pedagógica sobre el conflicto. Este proyecto puede incluirse dentro de los procesos de “informatización” de la justicia en la escuela, o como parte de los métodos alternativos de solución de conflictos, los cuales consideran a las propias comunidades como instancias aptas para resolver sus conflictos sin la intervención del poder judicial y en general del Estado. 17 En este proyecto se parte de reconocer al conflicto como expresión de la naturaleza humana y como un hecho que puede asumirse de diversas formas, dependiendo de una serie de condiciones económicas, políticas y sociales muy particulares. Al respecto, los profesores que lideraron la reflexión sugieren que “toda vida social es conflicto, porque es cambio. No hay en la sociedad humana algo estable, porque no hay nada cierto. En el conflicto, por tanto, se halla el núcleo creador de toda sociedad y la oportunidad de la libertad, pero al mismo tiempo el reto para resolver racionalmente y controlar los problemas sociales”2. Bajo esta concepción se consolidó el proyecto de mediación escolar con el objetivo de delegar en los mismos estudiantes la resolución de los conflictos. Para tal efecto se destinó un espacio físico en la institución, denominado Sala de Mediación de Conflictos, el cual fue entendido como un lugar de interacción comunicativa, pues los conflictuados llegan a ella pensando que el diálogo es una posibilidad que puede ser utilizada para resolver las diferencias y los problemas. Paralelo a este proceso, se motivó una reflexión sobre el Manual de Convivencia con el fin de proponer un Manual de Mínimos en el que se recogieran los aspectos más generales y fundamentales de las relaciones humanas dentro del colegio, evitando que la restricción impuesta por la norma constituyera el principio básico del comportanto. En este sentido, se buscaba promover, paulatinamente, procesos de autorregulación y de plena autonomía, sin que ello significara promover la individualización. Pese a contener una propuesta innovadora y que prometía arrojar buenos frutos, «en el ambiente escolar empezó el cuestionamiento del Comité de Convivencia y del Manual de Mínimos porque estaban contribuyendo a que la disciplina en el colegio se flexibilizara demasiado y a que los estudiantes, de acuerdo con el comentario de varios padres de familia, “hicieran lo que quisieran en la institución”»3. La presión ejercida por los padres, e incluso por parte de algunos docentes del plantel, pone nuevamente en evidencia que la escuela, en su constitución histórica, ha obedecido a una lógica de disciplinamiento, lógica que ha ingresado al imaginario colectivo de los sujetos sociales (padres, maestros, incluso estudiantes) aferrándose fuertemente a la cultura política y a los procesos de socialización política que tienen lugar en la escuela. Sutilmente, cualquier intento por innovar este carácter disciplinar puede considerarse como un elemento extraño que pretender subvertir el orden natural de las cosas, por lo cual produce una serie de tensiones que alteran el orden institucional4. 2 Chaustre Avendaño, Álvaro; Cuestas Cifuentes, Marlén; Rincón, Tulia Mabel, Espacios de interacción comunicativa para la formación en cultura democrática y convivencia ciudadana, Bogotá: IDEP, 2003, p. 118. 3 Ibíd., p. 127. 4 Betancourt, José Javier; Aguilar, Juan Francisco, Dramas y tramas en el escenario escolar. La transformación innovadora de los conflictos, Bogotá: Fundación CEPECS, 2002. 43 Conflicto escolar y formación ciudadana Con respecto al Colegio Mayor de San Bartolomé, existe una serie de disposiciones que delimitan el espacio de lo normal dentro de la institución. Así, el criterio de normalización, definido en el PEI, “conduce al alumno a obrar en cada momento en forma normal, es decir, actuando como se espera de él en una actividad específica, sea lúdica, religiosa, académica o social”5. El seguimiento que se hace a los estudiantes que tienen conflicto con la normalización consiste en realizar una reunión con los padres, y después de dialogar sobre la situación, se acude a la firma de actas, compromisos o sanciones, según sea el caso, teniendo en cuenta las normas de la institución, las cuales son vistas como “expresión de voluntades libres en la convivencia social, para analizar casos particulares a la luz de los principios generales aceptados y para tener en cuenta tanto la norma como el cuidado por las personas en situaciones de conflicto; en otras palabras, para llegar a ser ‘justos’6. Así, “en el primer nivel, lo justo está directamente relacionado con el premio o el castigo. En el segundo nivel, lo justo se basa en criterios de igualdad y reciprocidad, lo justo se entiende como el respeto a la norma. En el tercer nivel, lo justo se refiere al reconocimiento de los derechos universales tales como el respeto a la vida o a la libertad. Para nosotros existe un cuarto nivel, en el que lo justo es el amor de servicio a los semejantes como expresión del seguimiento a la persona de Jesús”7. Al igual que en la IED León de Greiff, para la resolución de conflictos se apela a la conciliación8, entendiendo que el conflicto puede ser una oportunidad pedagógica para mejorar las relaciones interpersonales en la institución. En ese sentido, en los documentos que orientan el desarrollo de ésta se da mayor importancia al manejo pedagógico del conflicto, que al conflicto mismo. 5 PEI, numeral 2, “Análisis de la situación institucional”, p. 4. 6 Ibíd., p. 3. 7 Ibíd., p. 2. 8 En el PEI (artículos 83-87) se estipula la creación del Consejo de Conciliación, entendido como un mecanismo alternativo de acercamiento entre las partes en un conflicto. 44 17 Como elementos comunes podemos señalar que la documentación institucional (PEI y Manual de Convivencia, principalmente) establece con claridad un sentido teleológico del conflicto en la institución, generalmente orientado a sus potencialidades pedagógicas, y propone el diálogo (mediación, conciliación) como la vía privilegiada en la solución de los conflictos, a pesar de que en la práctica, en muchas ocasiones, primen la penalización y la sanción de las conductas que desbordan lo que la institución ha definido como “normal”. A continuación, haremos mención a la información encontrada en los diarios de campo y las entrevistas hechas a docentes y estudiantes de los planteles vinculados al proyecto, con el fin de cotejar los alcances de las propuestas documentales con la realidad escolar. 45 Conflicto escolar y formación ciudadana Las formas del conflicto y sus vías de resolución En la percepción de los estudiantes sobre las formas de tramitación de los conflictos es evidente que hay un proceso de aceptación ritual de los procedimientos dispuestos por la institución educativa, es decir, a pesar de encontrar algunas contradicciones en los resultados de los procesos de conciliación de los conflictos, ellos se acoplan a los procedimientos con el fin de facilitar la vivencia diaria. Veamos algunos comentarios al respecto: P.: ¿Cuáles son los fundamentos que tiene el colegio para tratar los conflictos? R.: Primero se trata con las persona implicadas en el conflicto; si no se logra una solución se pasa a Coordinación, y si tampoco, a Orientación y al Comité de Convivencia, y si no, al rector, y si finalmente no tiene solución el problema, se expulsa al estudiante. Algunos docentes perciben que el conflicto es un aspecto propio —natural— de la vida en comunidad, por lo tanto, es necesario desarrollar estrategias que permitan a los estudiantes entender la existencia de las diferencias y reconocer que es sólo a partir de ellas que es posible la vida en comunidad. En esta dirección se trata de potenciar la capacidad dialógica de los estudiantes. P.: Cuando las cosas se les salen de las manos, ¿cómo hacen para administrar justicia? 46 R.: Pues… cuando han ocurrido esos casos me toca conservar la calma, porque si me sulfuro, eso sólo empeora las cosas; ellos empiezan a hablar y hablar, y lo que les digo es: escriban en una hoja lo que le quieren expresar a la otra persona, como para que se desahoguen mientras lo escriben, y ahí se van dando cuenta si tenían o no razón, y además, cuando voy a leer, pues me entero de la situación; la otra persona escribe su cuento, y entro a mediar desde lo que entiendo cómo se dio el problema; mientras tanto, el calor de la situación baja. 17 Sin desconocer que para algunos docentes el conflicto tiene una alta potencialidad pedagógica y formativa, consideramos que en el ambiente escolar se lo sigue percibiendo como algo anómalo y disfuncional en la vida de la institución. Parte de esta situación se explica por la limitada reflexión que se ha dado sobre el conflicto escolar, el cual, algunas veces, se ha minimizado y, otras, ha sido objeto de la prevención, más que de la reflexión10. En términos generales, los conflictos entre los estudiantes están asociados a singularidades de la vida cotidiana, esto es, un gesto de burla, una mirada desagradable, la intromisión en asuntos personales, el abuso sobre los utensilios de clase, gustos sobre un equipo deportivo o preferencias musicales, entre otros aspectos. Sin embargo, en los cursos más avanzados (9°, 10° y 11°) los conflictos suelen relacionarse con problemas de pareja (celos, infidelidades, etc.) o, en menor medida, con problemas económicos. Además de la cotidianidad, por decirlo de algún modo, de las causas del conflicto, llama la atención que los estudiantes, e incluso algunos docentes —como lo veremos más adelante—, reduzcan el conflicto a las agresiones físicas. Es decir, la primera mención a la pregunta “¿qué entiende por conflicto?” se relaciona con las agresiones físicas. Valga anotar que este tipo de conflictos han trascendido el espacio de la cotidianidad masculina (en donde estaba cuasi naturalizado), pues ahora las mujeres han ganado presencia en dicho espacio. La explicación que algunos docentes dan a este aspecto es la de que la pelea se ha constituido en una estrategia de reconocimiento social por parte de las estudiantes. En la cotidianidad de la vida estudiantil buena parte de la resolución de conflictos transita por las vías de hecho, es decir, por la agresión verbal o física, en las cuales el más fuerte impone su razón sobre los más pequeños. P.: ¿Cuál es la manera como se resuelven los conflictos aquí en el colegio? R. 1: A veces hablando y a veces se “agarran”; cuando no quieren hablar no hablan, y cuando se quieren agarrar pues se ponen cita o algo y lo hacen, pero cuando los profesores se dan cuenta, pues primero hablan, primero hay un diálogo. R. 2: Hay unos chinos a los que les gusta la pelea, y esos no hablan ni nada, sino que van es peleando; en cambio hay otros que no les gusta pelear y ellos sí hablan, y si no, pues les toca irse “dando” de una vez; y hay otros que sí les gusta pelear, y a esos qué les importa hablar, se van es “dando” de una vez. Frente a esta forma de resolver los conflictos, es necesario promover una cultura de la disputa y la confrontación de ideas como la base para llegar a acuerdos colectivos. En esta dirección, no se trata de enaltecer el discurso de la tolerancia pasiva, en el cual el sólo hecho de reconocer al otro es suficiente. No. Se trata de consolidar espacios y estrategias de tolerancia activa en donde la confrontación de las diferencias es la base de la existencia del otro. “Enseñar a vivir con conflictos significa forjar una generación de jóvenes dispuestos (as) a admitir el error, la responsabilidad, la resistencia, la reconciliación, el olvido, como forma de superar el resentimiento. Además, es el continuo aprendizaje de comprender, disputar y resolver la disputa”11. Lo anterior facilitaría la promoción de una reflexión sobre el carácter de la democracia y la participación y el conflicto en la escuela, pues como están las cosas, pareciera que con fórmulas nuevas (Manual 10 Valderrama, Carlos, “Nociones de conflicto en actores escolares”, Nómadas, N° 15, Bogotá, Universidad Central, Departamento de Investigaciones, octubre de 2001, p. 85. 11 Montoya Ospina, John, Escuela, conflicto intergeneracional y democracia, Medellín: IPC, 2003, p. 29. 47 Conflicto escolar y formación ciudadana de Convivencia, Gobierno Escolar, etc.) se siguieran ocultando los mismos problemas de la organización escolar anteriores a la Constitución Política de 1991 y negando, de paso, la posibilidad de construir democracia en y desde la escuela. Para Cubides, Desconocer la emergencia de formas distintas de agrupamiento, de interrelación social y por tanto de nuevos principios que gobiernan la acción de los sujetos individuales y colectivos, e insistir en reducir la educación y la participación política a la mera presencia en organismos formales cada vez más penetrados por el autoritarismo y la inercia propia de una cultura escolar tradicional, significa ahondar el conflicto social en la escuela e impedir la constitución de subjetividades democráticas, las cuales requieren que la institución se convierta en un espacio público en donde resulte posible la indagación crítica, el diálogo significativo de saberes y el encuentro de distintas experiencias culturales12. 12 Cubides, Humberto, “Gobierno Escolar: cultura y conflicto político en la escuela”, en Nómadas, N° 15, Bogotá: Universidad Central, Departamento de Investigaciones, 2001, p. 21. 48 17 Conclusiones A pesar de los proyectos de innovación que se han adelantado en varias instituciones educativas y de las intenciones consignadas en leyes y decretos que propenden por la democratización del escenario escolar, hemos visto que la lógica de las instituciones educativas sigue anclada en la necesidad de corregir y disciplinar a los sujetos. En parte, esta situación se explica por los elementos que, históricamente, las han constituido: desarrollo de reglas impersonales, centralización de las decisiones, aislamiento de los diversos escenarios de participación y desarrollo de relaciones de poder paralelas y asimétricas13. De continuarse reproduciendo estas características de la institución escolar, no sólo estaremos negando la posibilidad formativa y creadora del conflicto sino que, además, estaremos restringiendo las posibilidades de proponer y formar ciudadanías y subjetividades críticas y políticamente activas. Al no reconocer la necesidad de ampliar la participación de los niños y jóvenes en espacios de la escuela que aún siguen siendo controlados por las generaciones adultas, contribuiremos a la construcción de ciudadanías acotadas, las cuales estarán restringidas a los lugares que los adultos diseñen para el ejercicio democrático en la escuela. En términos generales, el escenario escolar se debate entre, por lo menos, dos posiciones. Por un lado, las propuestas orientadas a que la cultura escolar se oriente por la promoción de las normas y por su enseñanza. En esta perspectiva, al definir la ciudadanía escolar se hace énfasis en el cumplimiento de la norma como condición básica para la formación ciudadana. Igualmente, los Manuales de Convivencia que se formulan en este contexto son prescriptivos o preventivos y las formas de resolución del conflicto se caracterizan por el aplazamiento y la neutralización. En la otra mirada, la escuela debe asumirse desde la dinámica y las vivencias de los actores escolares y entendiendo el conflicto como parte central de la cotidianidad de las instituciones educativas, es decir, que éste tiene que ver con la producción de la subjetividad y su significado 13 Montoya Ospina, John, op.cit. 49 Conflicto escolar y formación ciudadana debe buscarse en los micropoderes de la escuela; por esta razón, los Manuales de Convivencia requieren ser consensuados y la resolución de conflictos centrarse en la concertación14. En cuanto a la pedagogía del conflicto escolar se puede anotar que ésta debe visibilizar los significados (institucionales, individuales, racionales y morales) que tienen la participación y la representación en la escuela, así mismo, es necesario evidenciar las tensiones relacionadas con la incomunicación de la representación y las relaciones entre representación e igualdad, entre otras. En relación con la participación, se muestra la tensión entre una noción nominal-instrumental y otra centrada en la relación entre representación y convivencia. Por otro lado, la democracia en la escuela debe comprenderse como la necesidad de transformar la institución escolar y consolidar dinámicas de socialización política muy diferentes a las que hoy existen. Estas transformaciones pueden darse a partir de un trabajo sobre los espacios de la micropolítica en la escuela y a partir de una mirada crítica en torno a la reducción de la formación democrática al currículo explícito (materias relacionadas con la democracia) y a la creación de espacios formales de participación (Gobierno Escolar). En este sentido es importante reconocer que la democracia tiene que ver con su vivencia y con la construcción colectiva de un proyecto institucional. 14 Borrero, Camilo, Gobierno escolar y democracia. Una experiencia de formación en derechos humanos, justicia y equidad, Bogotá, Ediciones Anthropos, 1999. 50 17 Finalmente, anotemos que el tratamiento de las tensiones cotidianas en la escuela debe darse teniendo en cuenta cada caso, ya que éstas tienen un carácter situacional y no pueden resolverse únicamente desde un Manual de Convivencia que pretende controlarlo todo, o desde los estándares básicos de competencias ciudadanas. En conclusión, una escuela en la cual se maneje democráticamente el conflicto debe tener en cuenta aspectos básicos como el multiculturalismo, el reconocimiento de la diferencia, la participación y la descentralización del poder. Así mismo, este tipo de escuela ha de otorgarle un triple sentido a la ciudadanía: el primero, relacionado con el conflicto y su resolución (formas de convivencia); el segundo hace énfasis en la aceptación de la norma (derechos y deberes); y el último, se refiere a las capacidades comunicativas (reconocimiento de la diferencia, intersubjetividad). Entre estos tres sentidos se presentan fuertes tensiones que, de una u otra manera, impiden tener claridad sobre los avances en la formación de la ciudadanía en la escuela. 51 Bibliografía Betancourt, José Javier; Aguilar, Juan Francisco. Dramas y tramas en el escenario escolar. La transformación innovadora de los conflictos, Bogotá: Fundación Cepecs, 2002. Borrero, Camilo. Gobierno escolar y democracia. Una experiencia de formación en derechos humanos, justicia y equidad, Bogotá: Ediciones Anthropos, 1999. Chaustre Avendaño, Álvaro; Cuestas Cifuentes, Marlén; Rincón, Tulia Mabel. 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T citizen invention in the twentieth century of Latin America: The ““A glance through the historical research into the civics m manuals in Colombia and Argentina” Ruth Amanda Cortés Salcedo* * Profesional del Área Académica del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico – IDEP-. Especialista en Enseñanza de la Historia (Pontificia Universidad Javeriana), Magíster en Desarrollo Educativo y Social (Universidad Pedagógica Nacional – CINDE), estudiante de Doctorado en Educación (Universidad Pedagógica Nacional). Resumen Las investigaciones sobre la formación de la imagen nacional y la constitución de la ciudadanía del siglo XX en los textos escolares, cuentan con una corta pero significativa tradición en América Latina. En conjunto, lo que dejan ver estos trabajos es que esa imagen tiene una estrecha relación con la producción de un tipo ideal de ciudadano que se promociona a través de los manuales de civismo. En este texto intentaremos complejizar un poco esa mirada que, a nuestro modo de ver, ha llevado la discusión a un dilema poco satisfactorio: o bien, se trata de una cuestión de dominación ideológica, o bien sería un asunto de precario cumplimiento práctico de un proyecto teórico. Palabras claves: Ciudadanía, civismo, ciudadano latinoamericano, convivencia. Abstract Investigations over the formation of the national image and the constitution of the twentieth century citizenship in school texts, count with a short but significant tradition in Latin America. Altogether, what these works let see is an image that has a close relationship with the production of an ideal type of citizen that is promoted through the civic manuals. In this text we will try to make the said point of view a bit more complex. This in our view has led us to an unsatisfactory dilemma: either, it is a matter of ideological domination, or it would be a matter of a precarious and practical implementation of a theoretical project. Key words: citizenship, civics, Latin American citizen, coexistence. 54 17 A modo de introducción: Los manuales de civismo como técnica en las prácticas de ciudadanización Asumimos la categoría de manuales de civismo (Kaufmann, 2006:149) para denominar a aquellos textos escolares que según las diversas políticas de formación y bajo distintos nombres, como Instrucción Cívica, Educación Cívica y Social, Formación Moral y Cívica, Educación para la Democracia, Educación Ciudadana, Educación Ética y Valores Ciudadanos, u otros, abarcan el estudio de la educación cívica y sus contenidos, se refieren al conocimiento de la Institucionalidad y las normas morales, sociales y legales como condición para hacer parte de una comunidad política (llámese Estado, Nación, Ciudad o Mundo). Creemos que estos manuales materializan y a la vez configuran los valores de una sociedad, y por tanto, operan como parte de una tecnología de producción de subjetividades, diseñada para intervenir en la conducción de los sujetos en tanto sujetos-ciudadanos, a través de la operación escritura/ lectura, y que se inscriben en racionalidades particulares y en unos fines éticos que les corresponden, esto es, en la producción de unos regímenes de verdad1. 1 “Cada sociedad tiene su régimen de verdad, “su política general de la verdad”; es decir, los tipos de discurso que aceptaría y hace que funcionen como verdaderos; los mecanismos e instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos de los falsos, los medios por los que se sanciona cada uno; las técnicas y procedimientos considerados válidos para la adquisición de la verdad; la categoría de quienes tienen encomendado manifestar lo que se considera verdadero. Foucault Michel. (1979). Verdad y poder. Pág. 187. En: Foucault Michel. Microfísica del poder. Madrid: La piqueta 55 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX El manual de civismo como técnica se ha sumado a otras en la configuración de lo que hemos llamado prácticas de ciudadanización, orientadas al gobierno de los individuos y de la población y que operan en el ámbito de las relaciones entre “lo individual” y lo “político” (lo estatal, lo público, lo colectivo). Estas prácticas no sólo se refieren a las tecnologías de gobierno2 sobre los otros, sino que también manifiestan aquellas que los sujetos despliegan para gobernarse así mismos, para resistirse o apropiarse de esas formas de conducción en su proceso de subjetivación, pues los discursos que los textos hacen circular, si bien pueden legitimar un estado de cosas existente y conforman unas particulares concepciones del mundo, también pueden producir apropiaciones que están en relación con el proceso que haga cada sujeto, bien sea el que enseña o el que aprende3. Para el presente artículo, hemos retomado como referencias varias investigaciones colombianas que dan cuenta de la relación nación – ciudadano, especialmente de la primera mitad del siglo XX y las hemos contrastado con un trabajo argentino que estudia los manuales de civismo entre 1884 y 1916. Para la segunda mitad del período, son los trabajos Argentinos los que nos permiten cotejar la experiencia colombiana más cercana. Desafortunadamente en Colombia la investigación histórica sobre manuales de civismo de la segunda mitad del siglo XX no cuenta con mucha producción4, esto no quiere decir que no haya investigación sobre los textos escolares de ciencias sociales, pero están especialmente centrados sobre las representaciones que se tienen de algunos grupos étnicos, o sobre la mujer y la familia y no son estrictamente estudios históricos sino lingüísticos. Este vacío representa una debilidad en el campo de la manualistica o de la misma historia de la educación, pues no se ha generado un saber crítico sobre estos textos, de modo que para el segundo apartado del artículo se hará mayor referencia a fuentes primarias que a investigaciones propiamente dichas en la perspectiva de ir presentando algunas ideas que, si bien no se desarrollan en profundidad, anuncian los temas que pueden abrirse a posteriores investigaciones. 2 Para las nociones de gobierno, ver: Foucault Michel. (2006), Seguridad, Territorio y Población. México: Fondo de Cultura Económica, pp. 109 – 159 y para las nociones de gobierno de sí y técnicas de sí ver Foucault Michel. (1990). Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona: Paidós. Págs.48 y 49 y (2008), Hermenéutica del Sujeto. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pág. 484 3 Cabe advertir que en el presente artículo no abordaremos estas últimas tecnologías. 4 El apéndice bibliográfico del libro “Los manuales escolares como fuente para la historia de la Educación en América Latina” (Ossenbach y Somoza, 2001: 345 – 354) da cuenta de los pocos trabajos históricos sobre manuales escolares en la segunda mitad del siglo XX. En la revisión de memorias de los congresos de historia de Colombia y de historia de la educación sólo algunos trabajos de investigadores colombianos contemplan este período. Ver: Alarcón, Luís Alfonso. (2007). Entre Dios y la Patria: La formación del ciudadano en Colombia a través de los manuales escolares. Ponencia presentada en el VIII Congreso iberoamericano de Historia de la Educación Latinoamericana, Noviembre, Buenos Aires. Camargo, Edgardo et al. (2002). Sentido y significados de los contenidos en los textos escolares de ciencias sociales en la construcción de identidad ciudad y nación, Ponencia presentada en el IV Coloquio colombiano de historia de la educación: Nación, educación, universidad y manuales escolares en Colombia, septiembre, Barranquilla. Infante, Raúl. (2002). La educación para la democracia y la convivencia en los textos escolares 1980 – 2000. Ponencia presentada en el IV Coloquio colombiano de historia de la educación: Nación, educación, universidad y manuales escolares en Colombia, Septiembre 2001, Barranquilla. Velásquez, Rafael. (2000). Análisis sobre los textos de bachillerato de historia de Colombia 1940 – 1967, Ponencia presentada en el II Coloquio de historia de la educación colombiana, Noviembre 1996, Tunja. Castro, Jorge Orlando. (2001). La Civitas y los textos de educación para la democracia: Dos modalidades de formación del ciudadano en Colombia durante el siglo XX. Ponencia presentada en el Seminario Internacional “Los manuales escolares como fuente para la historia de la Educación en América Latina”, 1996, Madrid. 56 17 Las cuestiones que hilan las investigaciones que retomamos aquí, atienden a las preguntas qué es ser colombiano, qué es la Argentina, cómo es formado el ciudadano en un proyecto político-ideológico particular o cómo se ha llevado a cabo la pedagogización de un discurso político hegemónico y dejan también planteados implícitamente interrogantes acerca de la vigencia de la idea de una ciudadanía nacional y de la presencia de un cosmopolitismo ciudadano. Así, la historia de los manuales de civismo del siglo XX en Latinoamérica, no es simplemente la historia de la educación escolar, es la historia de la formación política del sujeto latinoamericano que se sitúa en unas relaciones de saber-poder que han configurado a su vez la vida política de la región y sirve para problematizar las nuevas formas de gobierno de la población y los diversos modos en que hemos sido inventados y podemos reinventarnos como ciudadanos. Del ciudadano de la república al ciudadano de la Nación: La ficción de la identidad común El ideal de ciudadano de la primera mitad del siglo XX en Colombia parece estar vinculado, según versiones historiográficas, a la lucha bipartidista liberalesconser vadores: la hegemonía conser vadora entre ntre 1886-1930 y la hegemonía liberal entre 1930-1946. 0-1946. Sin embargo, estudios recientes de la Historia ia de la Educación en Colombia matizan estas diferencias ncias dualistas, pues aunque los dos proyectos son antagónicos os en el campo político, en el campo de la Pedagogía los manuales de civismo muestran que se combinaron los dos ideales, tal como lo señala Herrera et al (2003: 98) 57 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX “Dos tendencias en la construcción del ciudadano colombiano son identificadas en la primera mitad de siglo XX. Una conservadora, que le suma la condición de cristianos. Esta tendencia se nota en los textos con el reiterado llamado al respeto de las leyes divinas, que son también las leyes que guían al buen ciudadano… La segunda tendencia se ubica más en esfera de una moral civil. De la aplicación de los deberes y derechos del hombre, como la única manera de vivir en sociedad. Sin embargo, esta tendencia, aunque no parte del concepto de la moral cristiana como la base de la interacción social, si la reconoce como primordial y llega, finalmente, a la autoridad divina asimilada al principio de todo orden”. Vale traer acá las dos opciones estratégicas que Saldarriaga (2001: 23) identifica como las posibilidades con que Colombia a principios del siglo XX se apropia de la modernidad científica y de sus implicaciones ético – políticas: El pensamiento católico conservador, que acepta lo técnico–científico siempre y cuando tenga control de los fines éticos, para evitar el laicismo, el materialismo y el comunismo; y por otro lado, el pensamiento liberal que impulsa el desarrollo técnico– económico suponiendo que por sí solo trasformará lo cultural y lo ético. 58 Creemos que fue el surgimiento del nacionalismo, lo que posibilitó en el campo de la Pedagogía la coexistencia de estas dos opciones estratégicas. Denominado como fenómeno (Herrera et al, Ob.cit.) o como estrategia de poder (Álvarez: 2007:40), el nacionalismo se extendió en la primera mitad del siglo XX por toda Latinoamérica con sus discursos sobre identidad, soberanía, ciudadanía y democracia, con el fin de conseguir una unificación cultural y asegurar así una forma de gobernabilidad estable para hacerle frente a la inestabilidad social que representaba para el período la “degeneración de la raza”, el comunismo y el protestantismo. Álvarez (2007, 84 y ss.) nos permite identificar los principales rasgos de las dos opciones que se desplegaron entre los años 20 y los 60, como doctrinas nacionalistas. 17 Una de ellas es la liberal, que consideraba que el progreso estaba en el desarrollo científico y técnico-económico y que la educación era labor fundamental del Estado. Abogaban por el rescate de la cultura popular y las raíces culturales, se declaraban antiimperialistas y afectos a las ideas socialistas, identificándose con la necesidad de cambiar el orden establecido, simpatizantes de un Estado intervencionista y benefactor, en especial de las reivindicaciones, políticas, sociales y laborales, pero sin perder de vista la defensa por la propiedad privada y las libertades individuales. Como una derivada del liberalismo, el nacionalismo indigenista se proclama también antiimperialista, criticaba al capitalismo, y la idea aborigen sirvió como bandera nacionalista, reivindicando el concepto de patriotismo pero desde una concepción cosmogónica de la tierra, el pasado indígena y la potencia de los sectores populares. Por su parte, la política conservadora se caracterizaba por ser antimaterialista, defensora de una herencia española, de un humanismo integral y partidaria de una Doctrina Social Cristiana, concebida como punto de equilibrio entre los excesos del totalitarismo y de la democracia Individualista. Acudió a la exaltación de Bolívar como símbolo de la patria y centro del sentimiento nacional. Dentro de esta tendencia, tiene una importancia especial el neotomismo, una doctrina filosófica que pretendía conciliar la fe cristiana con el racionalismo moderno, por ser justamente la que parece servir de bisagra entre ideas liberales y conservadoras. Esta corriente consideraba que lo social estaba representado en la idea de Nación, y a ella le correspondía todo lo que tuviera que ver con la existencia humana, diferenciándola de lo político que era fuero del Estado, Institución que estaba para servirle a los intereses de la nación desde el principio de la igualdad de todos los seres humanos y no debía actuar en nombre de ningún interés partidista, argumentos que le sirvieron a la iglesia para oponerse a la presencia del Estado en la vida social y educativa. Esta doctrina considera como verdaderos fundamentos de la nacionalidad, la religión católica como tradición de la cultura occidental, los valores patrióticos formados por la nación, la democracia como forma de vida y el hombre y la familia como instituciones naturales sobre las que se construye el Estado. Como los conservadores, eran antiimperialistas y anticomunistas y aseguraban que la crisis social se debía a un debilitamiento del nacionalismo provocado por las ideas liberales que habían menguado los valores tradicionales, habían fomentado la explotación del trabajador, aumentado el deterioro moral y la corrupción de las costumbres. Como alternativas proponían un Estado benefactor paternalista, un orden político corporativista, el respeto a la Iglesia como garante de una educación en los valores cristianos y de acciones civilizatorias, un credo patriótico, el fomento del cooperativismo como principio ordenador de la sociedad que estimulaba el ahorro y el progreso solidario. Hemos dicho arriba que en la escuela, los manuales y varias disciplinas escolares como la cívica, con el propósito de la consolidación de una unidad nacional, utilizaron una estrategia que da cuenta de cómo operaron conjuntamente los ideales de estas doctrinas en la configuración de un tipo de ciudadano. Las investigaciones de Herrera et al (2003) y la de Álvarez (2007) nos permite seguir esta tesis, e identificar dos tipos ideales de ciudadano difundidos a través de los textos escolares en este período. El ciudadano republicano y el ciudadano nacional. 59 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX Para Herrera, la educación del ciudadano desde la disciplina escolar de la cívica surge como tema a ser desarrollado en la escuela luego de los efectos nefastos de la guerra de los mil días y de la separación de Panamá, por lo que mediante la ley 39 de 1903 que regularía la instrucción pública en Colombia, y un año después mediante el decreto 491, el Estado Colombiano dispuso que “los maestros tendrían como deber primordial,… despertar y avivar el amor a la patria con una educación especial, que consiste en excitar entusiastamente el sentimiento de los niños a favor del país natal “ (citado por Herrera, et al, Ibíd., 54). Esta cívica republicana heredera de la Urbanidad y de los catecismos religiosos del siglo XIX, estaba basada en un proyecto civilizatorio y patriótico, que educaba en lealtades y en la formación de valores y conocimientos universales que occidente había privilegiado en su proyecto ilustrado. Supone también una educación ciudadana que hizo énfasis en la necesidad de subyugar los sentidos a la razón, pues se consideró que ellos eran un obstáculo para acceder a la verdad, y el cuerpo fue doblegado para que su apariencia reflejara un carácter forjado por la voluntad y la abnegación, capaz de vivificarse en la práctica de las virtudes cristianas para proteger el alma y así soportar las tentaciones de la carne. Así lo deja ver un texto escolar de instrucción moral y cívica: “La doctrina es pura exenta de error: el autor en todas las páginas se hace sentir animado de todo interés por el bien social, y más que todo por la salvación de las almas” (Francisco José Urrutia, manual de instrucción moral y cívica especial para las escuelas de Colombia. 1907, citado por Herrera, Ibíd., 82). Este mismo texto escolar, deja ver como el trabajo es concebido como una virtud cristiana, como un deber del hombre para con Dios, señalando que un ciudadano ocioso no sólo es inútil sino pernicioso, ocio que equivale al pecado de la pereza. 60 17 En esta ciudadanía republicana también es un imperativo el amor a la patria (Herrera et al, Ob.cit., Alarcón, 2007:11) definido como una virtud, un sentimiento que aglutina, una emoción que los textos escolares muestran vinculada alegóricamente a la imagen de madre a la que se le debe todo el amor, toda clase de servicios y sacrificios. Esta noción ayuda a gestionar la ficción de una identidad común “ pero la patria no es sólo el terruño, sino su lengua, su historia, su religión y sus costumbres, en la palabra patria están comprendidos la familia, los amigos, los compatriotas, tanto la patria chica, que ese lugar grande o pequeño, ciudad o aldea donde vinimos a la vida, como la patria grande es todo el territorio y donde quiera que flote su bandera. Puede decirse que la patria es una gran familia compuesta de los que habitan el mismo país, obedece unas mismas leyes, una misma autoridad y tienen un origen común” (Enrique Arboleda, Instrucción Cívica, 1907, citado por Herrera, Ibíd., 119) Tal como señala Herrera, hasta 1922 la instrucción cívica sólo se encontraba como asignatura en las escuelas nocturnas, lo que nos lleva a pensar que la educación ciudadana estaba destinada sólo a obreros y adultos pobres, pero a partir de ese año se estableció su enseñanza de manera obligatoria en todas las escuelas primarias urbanas, lo que a su vez indica la urgencia de formar un ciudadano que apropiara desde los primeros años de escolaridad, el relato del identidad nacional. Por su parte, Álvarez (Ob. cit.) señala como hacia los años 30, trató de tomar su lugar una cívica nacionalista, con un carácter civilista y secularizador y asumida como una formación política. Basada en la formación de una conciencia nacionalista, se identificó como instrumento necesario para incorporar en los sujetos unos valores prácticos para la vida social y para los principios de progreso y orden en el que se priorizaron valores y conocimientos propios del país. La idea de nación en este momento fue posible gracias a la construcción permanente del significado de ser ciudadano (Álvarez, Ibíd., 280), significado que estaba vinculado al territorio en el cual se desarrolla la nación, a la ley como fuente de orden, a la religión católica como soporte del alma nacional y a la patria como expresión simbólica y afectiva de la nacionalidad (Herrera et al, Ob.cit., 117). Ambos estudios señalan que entre 1933 y 1939, la Cívica se agrupó junto con la historia y la geografía en lo que se denominó Estudios Sociales. El interés estuvo centrado en el desarrollo de virtudes cívicas, que debían hacer útil al ciudadano y dotarlo de habilidades y destrezas para la producción económica, y para el ejercicio de la vida pública, por lo que la enseñanza de la cívica, influenciada por la pedagogía activa, pasó del plano informativo al de la acción social, en el cumplimiento de los deberes para consigo, con los padres, con Dios y con el Estado, vieja fórmula del catolicismo conservador (Alarcón, Ob.cit.). Así en los manuales de civismo como el que señala Herrera et al, se despliegan temáticas en relación con la familia, la patria, el gobierno, y los derechos y deberes “en función de formar individuos útiles a la familia y a la sociedad, que trabajen y puedan ocupar puestos importantes” (Roberto Cortázar. El libro del ciudadano. Especial para las escuelas y colegios de segunda enseñanza, 1939, citado por Herrera, Ob.cit., 96) Para Álvarez en los años 40 la educación cívica convirtió a la escuela en un símbolo de valores cívicos, estableciendo conductas morales basadas en otros valores: el valor de la solidaridad expresada en acciones colectivas o individuales en la escuela o la comunidad, que instauró la idea de aprender en la práctica los hábitos de cooperación. Debía ser un saber útil para promover el respeto por las instituciones y el aprecio del sistema democrático como la mejor forma de gobierno (Resolución 1790, 1945:38 – 40, citado por Álvarez, Ob.cit., 320). Así, la cívica nacionalista pretendió sentar las bases para una formación de un ciudadano laico, de corte liberal, letrado, virtuoso, productivo, libre e igual ante la ley y comprometido con el Estado, y para ello se reordenan los fines de la educación. 61 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX “Había una necesidad de movilizar a las masas hacia una conciencia cívica de nuevo cuño y a ello se disponía en parte la reforma educativa de la época. A juicio de los legisladores y de los intelectuales que se empeñaron en esta reforma, los vicios de la enseñanza que ellos llamaban tradicional, habían producido una indiferencia por los problemas sociales que aquejaban a la sociedad. Se necesitaba entonces una nueva inteligencia cívica, según sus términos, que estimulara nuevos hábitos de solidaridad y de participación en los asuntos de la nación. (República de Colombia, Programa de Estudios Sociales, 1941: 111- 119, citado por Álvarez; Ibíd.:151) Los llamados desde entonces Estudios Sociales debían ocuparse de esto, de crear un espíritu cívico que rompiera el individualismo y le permitiera a las masas tomar parte activa en la vida política. La agudización de la violencia partidista a partir de 1948 reafirma esta concepción de educación del ciudadano, mediante el Decreto 2338 de 1948. “Que el conocimiento de la historia patria, el culto a los próceres y la veneración por los símbolos de la nacionalidad son elementos inapreciables de fuerza social, de cohesión nacional y de dignidad ciudadana; que la educación debe tener una función eminentemente social, y todas las materias de los pensum y programas escolares deben estar orientados a formar en las nuevas generaciones hábitos democráticos, de decoro personal y de orgullo nacional; que los graves acontecimientos que han ocurrido en los últimos tiempos han agitado a la República y han puesto de manifiesto, una vez más, y con caracteres de gran apremio, que el estudio concienzudo de la Historia Patria y la práctica de las virtudes cívicas por todos los hijos de Colombia deben ser preocupación permanente y desveladora del gobierno” (Ocampo, 1985:6-10, citado por Álvarez, Ibíd. 98) 62 La investigación de Herrera et al (Ob. cit. 154 y ss.) describe cómo los textos escolares de civismo durante esta primera mitad del siglo XX, se configuraron a partir de varios discursos, que no se dieron de una manera pura, sino que se mezclaron en la consolidación de un orden social, sustentando nuestra tesis. Discursos cristianizantes marcados por los dogmas de la moral católica, discursos ilustrados por su referencia a valores iusnaturalistas, europeizantes, por su tendencia a conservar los ideales de la civilización occidental, y vergonzantes, fundados en las debilidades de la raza. Estos discursos promocionaron los mitos nacionalistas a través de referentes como el territorio, la religión católica, la ley y el patriotismo, y fundamentaron un orden social naturalizado basado en modelos de jerarquización: racial, social, cultural y de género, lo que finalmente produjo un efecto en la imagen de ciudadano: blanco, masculino, devoto y civilizado. Este estudio visibiliza la consolidación del cuerpo, la familia y escuela, como escenarios desde los cuales cobraron forma los discursos que constituyeron el nuevo ethos colombiano. El cuerpo estuvo atravesado por discursos sobre higiene, salud y presentación personal, relacionados con el mundo de lo social que marca unas pautas de aceptación del cuerpo. La figura de la familia se hace relevante a través de los textos escolares, como un modelo de familia ideal consagrada en el sacramento del matrimonio católico, con roles diferenciados y determinados para cada uno de sus miembros, y la idea central es ubicarla como la célula básica de la sociedad, pues de ella nace el patriotismo y el progreso social y se gestan los primeros discursos y prácticas morales y sociales. La escuela aparece como una instancia con funciones sociales y morales, responsable de formar en valores y en el conocimiento de los deberes, pues a la escuela se va para aprender a cumplirlos. 17 Tanto en la familia como en la escuela se construyen las nociones de autoridad, obediencia, respeto por las normas y es en donde en últimas se van fijando los atributos ciudadanos que operarán en la vida social y conducirán su actuación en lo público. Las concepciones pedagógicas (Herrera et al, Ibíd., 92) que circularon durante este periodo y que influenciaron las formas de tratar los contenidos en las prácticas de enseñanza del civismo, representan una mezcla entre métodos pestalozzianos y las nuevas propuestas de la pedagogía activa5 que parecieron encontrar fundamento en los nuevos saberes positivos sobre el hombre. La atención centrada en el niño, en sus intereses y en sus condiciones sicobiológicas, reorientó las metodologías y estructuró de manera diferente los contenidos de la educación cívica. La pedagogía activa contribuyó, en palabras de Álvarez, (Ob.cit., 180) a la territorialización del sujeto, en la medida que lo relacionó de manera directa a través de la experiencia empírica con su realidad social y natural, y convirtió a la escuela en el espacio privilegiado para asumir la nación como soberana, habitada por ciudadanos libres e iguales. Podríamos suponer que para Colombia, el régimen moral que orientó la educación del ciudadano en este período hace aparecer sin contradicciones aparentes las verdades religiosas con las científicas “así liberales y conservadores o católicos defienden la necesidad racional de Dios y de las ideas morales, sin rechazar el progreso técnico científico y su orden epistemológico y valorativo” (Saldarriaga, 2001.:19). Es decir, que la producción de un ciudadano nacional en Colombia parece no haber obedecido a posturas ideológicas opuestas, pues más que una disputa, pareció constituirse un consenso entre una moral católica y una moral laica, que actuaron juntas para conseguir un fin compartido: consolidar el proyecto de nación. En el caso Argentino, las investigaciones revelan que el libro de texto se convirtió desde 1884 en un dispositivo central en la construcción de la identidad nacional, constituyéndose en lo que Narodowski y Manolakis (2001:30) denominan una Razón de Estado. La investigación de Antonia Muscia (2001) sobre los manuales de moral e instrucción cívica en la escuela argentina entre 1884 y 1916, parte su análisis de identificar una disputa entre lo que denomina el grupo católico y el grupo positivista, o entre espiritualistas y materialistas; enfrentamiento que no se dio sólo por la educación sino por lo que definiría la idiosincrasia nacional. 5Una referencia mucho más sistemática sobre la apropiación de Pestalozzi y de la pedagogía activa en Colombia se encuentra en: Sáenz, Saldarriaga y Ospina (1997). Mirar la infancia: Pedagogía, Moral y Modernidad en Colombia, 1903 – 1946). Bogotá: Colciencias, Ediciones Foro Nacional por Colombia, Ediciones Universidad de Los Andes, Editorial Universidad de Antioquia. 63 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX 64 Más temprano que en Colombia, la Argentina liberal a través de la Comisión Nacional de Educación, hizo una valoración sobre los textos de educación cívica encontrando que algunos exponían una moral dogmática, otros eran anticuados y se centraban exclusivamente en la urbanidad, o excedían la extensión de la enseñanza. Aunque encontraron que algunos se aproximaban a lo que se necesitaba, no le satisfacía el método y la tendencia de los programas (Informe de la Comisión Revisora de Textos de la Segunda Sección, 1888. Citado por Muscia, Ibíd. 110). Esto derivó en la necesidad de producir textos nacionales hacia 1910 dentro del llamado Plan Nacional de Educación. De igual manera que en los textos colombianos, la ley moral se identifica con la ley divina o natural y los valores cívicos político-religiosos se expresan en los deberes consigo mismo, con la patria, con el Estado y con Dios, los cuales son atendidos en primer lugar en la familia, que aparece también como una figura a menor escala del funcionamiento de la sociedad. Otro elemento que comparte con los textos colombianos es el enunciado sobre el trabajo como deber y su importancia para el progreso económico, la felicidad individual y social, en contraposición a una concepción decimonónica de trabajo como una práctica denigrante sólo destinada a aquellos que no fueran pertenecientes a la élite. Muscia muestra, en su análisis comparativo para establecer el perfil ideológico de los textos, que hay una idea de sociedad como orden moral cuyo desarrollo está orientado por leyes divinas, y el concepto de progreso es mostrado en los textos como un impulso natural a ese orden, que desde posturas espiritualistas se consigue a través de la práctica de la ley moral y desde posturas materialistas mediante actos humanos racionales y libres. Hacía finales de los años 30, las estrategias para desarrollar una conciencia nacional que enfrentaba como problema la masiva inmigración de colonias de extranjeros, se intensificaron, extendiéndose la educación patriótica a todos los niveles de enseñanza. Se empieza a regular la producción de los textos escolares pues se suponía que ellos transmitían valores amenazantes para la sociedad, ya que la proliferación de su producción 17 implicaba la diversidad de narrativas sobre el ser nacional, poniendo en riesgo la homogeneidad de la población. La publicación de una cartilla patriótica fue incluida en todos los textos de lectura y tenía como temario la patria, el patriotismo, los símbolos patrios, el mapa físicopolítico de Argentina, el preámbulo y comentarios de los principales artículos de la constitución nacional. La cartilla circuló hasta 1983, con algunas modificaciones que el régimen peronista le incluiría. (Narodowski y Manolakis, Ob.cit.) Muscia nos permite percibir una regularidad ya vista en los textos colombianos, la existencia de una clara fundamentación moral en los textos de Civismo que combina temas y valores provenientes de la moral católica con una nueva moral laica y que desarrollaría dimensiones afectivas propicias para movilizar las experiencias identitarias buscadas por el nacionalismo. El ciudadano era formado en valores nacionales que se afianzaron gracias al despliegue de toda una red simbólica (himnos, bandera, escudo, efemérides), instaurando una nueva religión civil en la que el catecismo fue reemplazado por la Constitución Nacional, el santo por el héroe y la noción de virtud se cotejó con la de deberes. A diferencia de los textos colombianos, que según la investigación de Herrera tienen un fundamento positivista que deriva en una perspectiva pedagógica experimental al basarse en los aportes de disciplinas como la biología y la sicología, Muscia considera que la aparición en los textos de los deberes para con el cuerpo, es la única manifestación clara de esa corriente en Argentina. Sin embargo la autora encuentra otros textos que si bien no contaron con la aprobación de la Comisión Nacional de Educación, dan cuenta de una adscripción positivista en el que el hombre no es fundamento del hecho moral como lo sostendrían los espiritualistas, sino la última manifestación de la evolución (Vedia, citado por Muscia, Ibíd., 125) y la sociedad es producto de las leyes naturales que guían su evolución. En los planes de estudio de 1910 se hace evidente, según la investigación, la tendencia empírica, dejando la cívica como asignatura que debía responder a aprendizajes en la misma práctica y la Moral quedó como un asunto transversal a todas las asignaturas. La autora concluye que en los textos del período estudiado si bien son espiritualistas, hay un desplazamiento de temas y valores respecto a la moral tradicional que se deja ver en el reemplazo de la noción de virtud por la de deberes, en los que el buen hombre se coteja con el buen ciudadano y se impone una devoción positivista. Por su parte, Narodowski y Manolakis señalan aspectos didáctico-pedagógicos de los textos escolares argentinos entre 1939 y 1983 que respondían a un plan didáctico racional que tenía en cuenta el grado de dificultad para el aprendizaje y se insistía en que los textos debían educar los sentimientos y superar el nivel informativo. En los dos países, aunque con procesos de secularización diferentes, se hace presente el hecho de que la moral civil no renunció a su inspiración católica y el ciudadano de la nación fue inventándose desde un régimen moral estratégico que combinó lo católico y lo laico para la salvaguarda de unos principios éticos universales que, desde una concepción pedagógica y epistemológica, garantizaría que el sujeto, mediante su relación con una experiencia social inmediata, forjara sus virtudes cívicas, aprendiendo el cumplimiento de deberes consigo mismo, con los padres, con Dios, con el Estado - validando así esos principios. 65 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX Un ciudadano del Mundo. El imperioso discurso de la convivencia en la Diferencia El nacionalismo como proyecto languidece después de la segunda guerra mundial, y a finales de los años 50 se hace un llamado desde las Naciones Unidas a bajar el tono a los discursos nacionalistas. Sin embargo, el tema de la soberanía sería una constante en los manuales de civismo, en tensión con discursos emergentes sobre la cooperación internacional, la noción de democracia se enfrentaría con el mapa dibujado por la Guerra fría, con las Doctrinas de Seguridad Nacional que se expandieron por América Latina y con los discursos del multiculturalismo. En Argentina, la década del 50 estuvo marcada por el gobierno peronista, que transformó las aulas en espacios de adoctrinamiento partidario, creando la asignatura Doctrina Nacional y Cultura Ciudadana que reemplazó a la antigua Instrucción cívica. Se estableció para los tres primeros años de la escuela secundaria un programa de acuerdo a tres ejes: la sociedad argentina para el primer año, la economía para el segundo año y la organización política para el tercer año. (Kaufmann, 2006:164) En los textos peronistas, Romero (2004) descubre que hay una identificación casi absoluta entre los valores de la nación y los del movimiento político gobernante presentando el justicialismo como una tercera opción ante el capitalismo y el comunismo y en cuya bina emergen argumentos doctrinarios del catolicismo que cotejan opciones filosóficas con opciones políticas o con una doctrina social de base espiritual permitiendo “la curiosa coexistencia de una visión antiliberal de la sociedad y un discurso saturado de conceptos como libertad, democracia y en los últimos años como el de pluralismo”. Categorías que se presentan como universales ahistóricas y como principios verdaderos y absolutos. 66 En 1955, tras la caída de Perón, la asignatura antes llamada Doctrina Nacional y Educación Ciudadana fue reemplazada por la de Educación Democrática, que pasó de la crítica al régimen peronista al abordaje de los problemas vinculados con la Guerra Fría y en ella se hacía alusión de manera implísita al comunismo como un peligro. La democracia se define en los textos escolares como un estilo de vida occidental y cristiano, referida a una moral derivada de la doctrina social de la Iglesia Católica y no como un régimen político institucional. (Romero Ob.cit.) Para este autor las diversas asignaturas correspondientes al área de civismo que se desarrollan desde los años cincuenta han tenido funciones diferenciadas. Una que busca instruir a los estudiantes en los componentes del sistema institucional y jurídico del Estado y otra que corresponde al propósito de hacer del alumno un argentino ideal. Esto llevó a que los programas desarrollaran temas que van desde los ambientales, pasando por las relaciones internacionales, la familia, los valores religiosos y morales hasta los problemas de límites con los países vecinos. Otra característica que se 17 señala es que a lo largo del periodo que va entre 1950 a 1983 los cursos de civismo son considerados por el sector educativo de los diferentes gobiernos como un espacio esencial para la socialización de los niños en el conjunto de la nación. de la nación e identifican la existencia de dos clases de enemigos, uno externo de origen extranjero en el que se ubica el marxismo, el comunismo y el anarquismo, idea que ya estaba presente en los textos de los 60, y un enemigo interno referido a la subversión que empezó a tener igual importancia que el externo. En Argentina, la década de 1970 se caracteriza por la alternación de un gobierno constitucional en 1973, en el que la asignatura de Educación Democrática fue reemplazada por la de Estudios de la Realidad Social Argentina y el inicio de una dictadura en 1976 que sustituye esta asignatura por la de Formación Cívica y luego por la de Formación Moral y Cívica entre 1978 y 1983, cuyos objetivos fueron reproducidos en edición de los textos escolares de esta época: Otro rasgo es el de la preservación de una genealogía nacional en clave de identidad nacional como forma de identidad colectiva indiferenciada y la concordancia ideológica referida a la edición y conformidad de los textos con el espíritu de la programación ministerial que refuerzan ideologías tradicionalistas conservadoras y que generan discursos antiimperialistas. “Canalizar los intereses y preocupaciones del alumno hacia un conjunto de ideales y valores acordes con los valores supremos de la nacionalidad... que impliquen una capacidad de reacción personal ante nuevas situaciones... valorizar la familia como fundamento de la vida del hombre... apreciar y respetar los valores de la cultura occidental y cristiana... fortalecer actitudes de amor consciente y de respeto por la patria, asumiendo actitudes de buen ciudadano... asimilar la democracia como estilo de vida... adquirir actitudes positivas respecto de la integración de los pueblos americanos y de éstos con el mundo” (Romero, Ob.cit.,126). La investigación de Kaufmann (Ob.cit. 190 y ss.) señala los rasgos presentes en los textos escolares durante esta última dictadura. El primero de ellos es el rasgo militarista, incorporando la terminología castrense y alternando consignas de naturaleza militar y defensiva. Las ideas conspirativas señalan amenazas a los valores Un último rasgo es el tapadismo entendido como un sistema de “deseducación” cívica que niega la realidad cívica y política que vivía el país en tiempos de dictadura y que crea un síndrome triunfalista. Argentina se neoconservaduriza con la instauración de la dictadura del 76 y los manuales de formación moral y cívica de este período marcan una idea de nación muy acentuada en cuanto a la exaltación de la retórica del régimen: religiosidad, cristianización de la sociedad, disciplinamiento social, patriotismo equiparado a nacionalismo, una tendencia a la educación modélica y a la naturalización del orden social orientada por el pensamiento moral del régimen en dos ejes centrales; la doctrina social de la iglesia y la doctrina de la seguridad nacional. Por otro lado, Romero (Ob. cit.) señala varios temas que caracterizan los textos escolares de civismo de Argentina entre 1950 y 1983: las nociones de patria 67 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX y patriotismo como elemento emocional relacionado con la idea de nación y cuya finalidad es definir los comportamientos patrióticos que debe tener el estudiante en su cotidianidad y que son considerados como actitudes morales y espirituales esenciales. Otro tema es la sociedad cristiana y la familia, tratado en los textos a partir de la idea de unidad católica que representa la nación Argentina, y de la familia como institución natural que da origen a otra igual que es la nación y que son homogéneas e inmutables. El tema de la democracia es tratado como una forma de vida, al no poderla exponer como una forma de gobierno dadas las circunstancias políticas del país, y su defensa estuvo más en relación con la identificación de un enemigo externo. El tema de la soberanía y el de las relaciones internacionales parten de un discurso geopolítico que osciló entre la idea de la protección fronteriza de la nación y la de la colaboración internacional. Estas investigaciones muestran que muchos de los manuales escolares de civismo llegan sin sufrir modificaciones en su estructura y en sus discursos jurídicos y morales hasta principios de los años 80, pero desde mediados de la década del 80 en adelante, el lema del orden y progreso que regía los valores de la nación va a cambiar significativamente y aparecen otros valores y enunciados que se hacen funcionales a un nuevo proyecto histórico ligados a la denominada globalización. Con la entrada a la democracia en 1984 se vuelve a la Educación Cívica y se formulan nuevos temas vinculados con la sociedad democrática: la democracia y sus aspectos formales, así como los referidos a la práctica política, la relación entre los Estados en el marco del sistema de organizaciones internacionales, el respeto de los derechos humanos y consecuentemente el comienzo de la discusión sobre la homogeneidad y el pluralismo cultural. La noción de democracia pasa a un primer plano en la que la idea de una Argentina que garantice la vigencia de los derechos humanos civiles y políticos era un imperativo 68 que se fue profundizando en los textos producidos en las siguientes décadas. En 1993 se reforma el sistema educativo, y la anterior disciplina escolar de Educación Cívica se transforma en la denominada Formación Ética y Ciudadana, (Romero, Ob.cit., 28, Kaufmann, Ob.cit.,164.) cuyos contenidos curriculares abandonan las referencias al mundo bipolar de la Guerra Fría, las concepciones de la sociedad de inspiración católica y tomista y avanzan en dos tópicos: la ecología y el pluralismo que trae como consecuencia importante la reconsideración del lugar otorgado a la nación como principio de construcción de identidad. Romero enfatiza la centralidad que en los textos escolares adquiere el concepto de democracia en articulación con diversos valores éticos y políticos, especialmente el de la convivencia que se vuelve clave para enfrentar por un lado el fantasma del totalitarismo fundado en la intolerancia y de otro lado, los nuevos retos que representaba el discurso de la multiculturalidad. La idea de comunidad relacionada con la de la convivencia también entra en escena, distinguiéndose una gama comunitaria: una comunidad humana sustentada en los derechos humanos, una comunidad nacional sustentada en la legalidad constitucional y las instituciones civiles y una comunidad internacional sustentada en tratados y organismos internacionales, posicionando así la idea de que la constitución, las instituciones estatales y los valores nacionales no pueden estar en contradicción con los valores universales. En los textos escolares se amplía la concepción de democracia formal hacia una visión más compleja de la vida política y social, aparece el concepto de la sociedad civil, una concepción menos restringida y formal de la ciudadanía que profundiza los discursos sobre los derechos civiles, emergiendo también los enunciados sobre las diferencias culturales y sobre la diversidad de instituciones que participan en la vida pública de un 17 país. El concepto de nación tiene un papel más débil en la construcción de un nosotros teniendo mayor peso la valoración de las normas de convivencia política. La soberanía como tema sigue siendo ambigua pues se mantiene la cuestión de los límites fronterizos pero aparece la noción de una Argentina subdesarrollada y periférica que le plantea la construcción de vínculos con países latinoamericanos. En estos nuevos textos escolares de la Argentina posdictatorial, la sociedad nacional está más en relación con la participación en una comunidad política que con la existencia de una comunidad cultural de rasgos homogéneos, lo que desnaturaliza la noción de nación. Hay una tematización de la globalización financiera, cultural y jurídica, y aparece la necesidad de aceptar la existencia de identidades diversas dentro de la nación que problematizan la idea integración y la de tolerancia a las diferencias. “de posicionar una noción fuerte de sociedad natural y ordenada, ni activa, ni conflictiva, de la concepción neotomista desarrollada por la Iglesia Católica desde fines del siglo XIX hasta reescribir el civismo en clave de democracia a inicios de la década del 90, en la que hay en general menos interés en afirmar la idea de nación como unidad cultural, y más preocupación por el Estado como entidad jurídica, que gobierna una sociedad plural”. (Ob.cit., 214). Una perspectiva interesante que interroga este nuevo papel del Estado, la abre el estudio de Silvia Grinberg sobre el programa Aprendizaje en Servicio en Argentina, que en Colombia se conoce como Ser vicio Social Obligatorio, dirigido a estudiantes de los últimos grados de secundaria para promover en ellos un compromiso con lo comunitario. Grinberg plantea que ha habido un “giro epistémico del gerenciamiento” en el que la comunidad se vuelve el locus de gobierno y el voluntariado la estrategia, pues Finalmente, en el balance que hace Romero es evidente que para Argentina el área del civismo tiene un cambio drástico que va 69 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX “son las escuelas y las organizaciones comunitarias las que deben hacerse cargo y el Estado no asume más que la función de promotor en el que ofrece asistencia técnica mediante la producción de documentos orientadores. De tal modo que en ese hacerse cargo la acción parece depender sólo de los individuos… [ ] ya no son los ciudadanos quienes delegan en un tercero su capacidad de gobernarse y sea ese quien garantice las funciones de seguridad social… [ ] el ejercicio de la ciudadanía ya no sucede en la esfera pública sino en la esfera privada de lo comunitario” (2007:160-161) Como se dijera anteriormente, para el caso Colombiano no hay estudios sobre manuales de civismo de la segunda mitad del siglo XX que presenten la relación nación – ciudadano, por lo que acudiremos a fuentes primarias para ir mirando como fue nuestra experiencia en contraste con la de Argentina. En 1953 con el inicio de la dictadura de Rojas Pinilla, caracterizado por un populismo de tinte católico, apoyada por conservadores tanto como por los liberales, también se reforzó la educación cívica en las escuelas a través de la creación de la cátedra Bolivariana que tuvo vigencia hasta 1963 y que se definió por su pregón nacionalista y conservador. Con el ingreso de Colombia en 1954 al bloque que lideraba Estados Unidos contra la Unión Soviética, los intereses nacionalistas quedaron enmarcados en la geopolítica internacional con un sesgo anticomunista, que aunado, del mismo modo que en 70 Argentina, a principios de la doctrina social cristiana, invocaba en los textos escolares el llamado del Papa Pío XI “Que los fieles no caigan en estos y otros parecidos engaños. El comunismo es, por virtud de su misma naturaleza, perverso, y no se puede admitir en ninguno de los campos su colaboración, por parte de aquellos que desean sinceramente salvar la civilización cristiana” (Florencio, 1960:155-156, citado por Álvarez, 373). El auge del Desarrollismo coincide a partir de los 60 en Colombia con una neoconservadurización de la vida política y social que pronto se vio en los textos escolares con el retorno a temas como la patria, la moral religiosa y la urbanidad. En el programa analítico de Estudios Sociales y Filosofía para el primer y segundo ciclo del educación media de 1962, se incluía la asignatura Educación Cívica y Social para el primer año, en el que se señalaba a la cívica y a la urbanidad como vivencias en el ambiente de la escuela y como medios permanentes de educación. Los objetivos específicos eran brindar a los estudiantes conocimientos básicos para orientarse en sus relaciones, comprender la organización política del país y asumir actitudes deseables como normas de conducta, así como desarrollar el sentido de responsabilidad individual y social mediante la comprensión de los deberes y derechos de la persona humana y de los buenos hábitos de comportamiento en las distintas situaciones de la vida social. (Ministerio de Educación Nacional, 1962) 17 Los temas contemplados eran: La vida en sociedad; específicamente la conducta del buen ciudadano, la familia, los deberes y derechos de padres e hijos, las virtudes sociales; como la solidaridad humana, la generosidad, el altruismo, la honradez, la justicia y la veracidad como base la convivencia, la patria; los símbolos y las tradiciones de la nacionalidad, el tema del gobierno; la constitución política y las leyes, el poder público en Colombia; su organización y función y los deberes y derechos del ciudadano colombiano. La segunda parte del programa estaba dedicada al comportamiento en general, a las normas de la sociedad, a la conducta en diferentes espacios públicos y privados, a las relaciones sociales, a la sanción social y al empleo honesto del tiempo libre. Para el sexto año se incluía la asignatura Instituciones Colombianas y Civismo Internacional que, previendo la pronta integración activa a la vida social del joven, se concebía como la preparación del alumno para el ejercicio de la ciudadanía, por lo que se buscaba una orientación hacia ella mediante la formación de una conciencia clara y precisa de sus derechos y obligaciones en el marco de los preceptos legales que regían la organización de la sociedad colombiana. Los temas a tratar en este año eran en primer lugar la familia, caracterizada como núcleo fundamental de la sociedad, la sociedad sus fundamentos y sus fines en el que se desplegaban la noción de derechos y deberes, el tema de la solidaridad, el conocimiento de las distintas clases de delitos, las categorías de penas y la promoción del sentido de justicia y defensa social. Un tercer tema, y ampliando la imagen de lo social, es el del Estado como organización política de la sociedad, seguido del estudio de la nación, el territorio, el poder público sus ramas y distintos órganos, el estudio la constitución nacional y de los fines del Estado, los principios democráticos centrados exclusivamente en el sufragio y los derechos individuales a partir de conceptos como la igualdad y la libertad, pero con un acento en el cumplimiento de la ley. “Todos los ciudadanos deben obedecer las leyes, porque si cada uno hace lo que quiere en vez del orden reina el desorden y la sociedad deja de existir. La obediencia de las leyes es un deber para todos, aun cuando nos parezcan inútiles, injustas o malas y aun cuando sea difícil obedecerlas” (Ibíd. 23). Pero cualquiera que sea el gobierno de nuestra patria, el deber de nuestros gobernados es uno mismo: respetar el gobierno legítimamente establecido y a los que nos gobiernan. Los gobernantes sean quienes fueran, representan la autoridad. Jesucristo mismo obedeció las leyes y respetó a los jefes del país donde vivió, aunque ellos no eran dignos de mandarlo”. (Posada y Cortazar, 1965:24) Explícitamente, el programa señala que la intención es que el estudiante adquiera nociones de derecho público y derecho privado. En este programa ya se señalan la importancia de conocer organizaciones internacionales con el sentido de desarrollar un “aprecio mutuo de los pueblos y en la necesidad de complementación”. Hacia inicios de los 70 la Comisión Nacional de la UNESCO publicó el texto “Documentos básicos para la Educación Cívica Internacional” que señalaba que lo más sobresaliente de las relaciones internacionales era la interdependencia creciente de todos los países lo que paulatinamente iba convirtiendo al hombre contemporáneo en verdadero ciudadano del mundo. Y proclama un nuevo enfoque de la educación en general, y de la formación cívica en particular, “para orientar la conducta humana hacia el destino común de la sociedad universal y hacia formas antes desconocidas de una interacción ineludible” (Ibíd., 1973: 2). La formación de la opinión pública se muestra como imperativo en la propuesta del organismo internacional para la comprensión y el ejercicio consciente de sus derechos y deberes frente a la comunidad mundial en pro de la consecución de los objetivos de los gobiernos y los organismos internacionales de construir un mundo mejor más humano y más justo. 71 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX Los años 70 en Colombia se desarrollaron en medio de un contexto político interno complejo, que se caracterizó por una medida excepcional como fue la del Estatuto de Seguridad, con el que se dio lugar a una persecución generalizada contra la oposición en el país y a una serie de violaciones de derechos humanos. La democracia como representación de igualdad y justicia se fragiliza, emergen nuevos actores del conflicto sociopolítico, las Instituciones tradicionales comienzan a perder legitimidad, la violencia se pluraliza6, la academia se ve enfrentada a nuevos discursos y la consolidación de una perspectiva crítica de las Ciencias Sociales permea el sector educativo. Se asoma un proceso de racionalización crítica de los contenidos de los planes de estudio que comienza a darle a las ciencias sociales escolares una función científica de lo social, con sugerencias metodológicas del orden de la pedagogía activa y de la sicología del desarrollo fundamentada en Piaget (Ver: Ministerio de Educación. 1984: 209). Sin embargo las referencias a los fines formadores de moral cívica y de pertenencia a la nacionalidad se mantienen, como lo expresa este texto escolar “El patriotismo es a la vez un sentimiento y un deber. Debemos hacer por la Patria todos los sacrificios posibles y estar a su servicio, no sólo dentro de lo que nos pide la ley, sino con amor y abnegación…Sabemos que la Patria representa todo cuanto nos es más querido en el mundo: nuestros hogares, nuestros antepasados, el suelo que nos vio nacer, nuestras tradiciones, nuestra historia; todo esto debemos amarlo con pasión…Pero ese amor apasionado por la Patria no debe ser fanático, ni convertir el patriotismo en patriotería ridícula, que admira devotamente todo lo que se hace en su patria y desprecia lo que hacen los demás.” (Arbeláez, 1971: 11) El posicionamiento que en la década de los 80 había logrado el movimiento de la Nueva Historia y del Movimiento Pedagógico en Colombia, acrecienta el debate por la enseñanza de las ciencias sociales y se gestan nuevas búsquedas, tanto en lo disciplinar como en lo pedagógico, para renovar lo que se denominaba una enseñanza tradicional del área, mecanizada por la tecnología educativa que había ido sustituyendo los principios de la pedagogía activa. Desde el saber disciplinar, las discusiones centradas en el contenido de los programas curriculares para la educación básica y media, se complejizaban en torno a la pregunta ¿Qué enseñar? que cada vez asumía un tono marcadamente científico y disciplinar. La pregunta ¿para qué enseñar? referente al papel que debían jugar las ciencias sociales en la formación de niños y jóvenes y que había enfatizado hasta el momento en los hitos de la formación nacional y en la formación de un ciudadano útil y devoto empezó a situarse en las fronteras de la crítica de la historia oficial y en la relación entre la historia y la construcción de un pensamiento histórico. Desde la pedagogía la pregunta por ¿cómo enseñar?, se profundizó y afinó al diferenciar el enseñar del aprender posibilitado por los postulados de la sicología cognitiva en su enfoque constructivista. Creemos que entre los debates de las disciplinas y de la psicopedagogía, el tema del civismo se fue quedando de lado o bien se diluyó en los fines éticos y políticos que cada propuesta abanderaba. Sin embargo, encontramos que paralelamente a estas discusiones, a principios de 1980 mediante el decreto 3465, se establece la cátedra Bolivariana en la educación secundaria que insistía en un discurso nacionalista. La edición de textos escolares de estas cátedras fueron pocas, sin embargo circularon difundiendo sus propósitos: 6“El informe presentado al ministerio de gobierno en 1987, distingue tres etapas de la violencia en la historia de Colombia: la de las guerras civiles en el siglo 19, en las que se manifiesta claramente las rivalidades entre las clases dirigentes, la violencia de los años cincuenta, conducida por estamentos populares, y la violencia actual en la que coexisten violencias de diferente tipo y procedencia”. Tirado Mejía (1989: 404) 72 17 “Cultivar el sentimiento de nacionalidad, apoyándose en la triple base de amor, comprensión y servicio a la patria. Robustecer el amor a la patria, Colombia, en el conocimiento de sus glorias y por la exaltación de sus héroes. Destacar la figura del libertador en su pensamiento, el de los héroes granadinos que le colaboraron, el de los sacrificios de la comunidad, para lograr la libertad e independencia de los países bolivarianos. Estudiar la obra y la doctrina bolivariana y su ejemplo de servicio, de constancia, honradez, patriotismo, amistad, desprendimiento, de estudio, de observación, de solidaridad, de unidad americana, de su preocupación por los derechos humanos, por los negros y los indígenas, por la paz, etc.” (Bohórquez, 1983: 7) En 1983 mediante el decreto 239, se establece con carácter obligatorio en todos los colegios del país la asignatura de Educación para la Democracia, la Paz y la Vida Social, en la que se incluían, para desarrollarse durante ese año, las Cátedras Bolivariana y de Mutis. Dicho decreto consideraba que era necesario: “Fomentar el conocimiento, aprecio y práctica de los valores culturales, religiosos e históricos que constituyen nuestra nacionalidad…inculcar a los educandos la devoción por la libertad, la participación democrática, la equidad y la justicia social, el respeto por la autoridad y el orden jurídico y la práctica de los deberes y derechos ciudadanos” (Decreto 239 de 1983) De igual manera, se insta al respeto y las buenas maneras como forma de alcanzar la felicidad en comunidad, al deber de amar, valorar y defender la paz, apreciar y cuidar los recursos naturales, al cultivo del arte y de la salud física, en lo que parecen unos “nuevos valores” a añadir en la formación del ciudadano y en un último intento por mantener el viejo orden, un texto escolar colombiano de los 80, plantea como propósito: 73 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX “…enderezar y armonizar la conducta hacia un bienestar colectivo… Hacer entender cómo dentro de la civilización, la Educación Cívica y Social es factor insustituible. Los profesores tendrán como meta con este libro el que sus alumnos adquieran la práctica del civismo y el amor a la nacionalidad, a la democracia y a nuestras instituciones sociales. (Osorio, 1983:2) En este libro escolar se mezclan viejos enunciados de la cívica nacionalista con otros que emergen de la globalización como el de la ciudad como espacio político y la comunidad como término que desplaza la de pueblo. Las virtudes cristianas y sociales se suman a las que el autor denomina virtudes ciudadanas, éstas son: “la solidaridad social y el espíritu cívico”: “Solidaridad Social es todo lo opuesto al egoísmo, al individualismo y a ese decir, que debemos desterrar en definitiva, cuando se afirma que “cada cual en lo suyo, yo no me meto”. Porque en una época en la que el hombre es cada vez más social, es decisivo también no existir solo, ni creer que no se necesite de los demás, no aislarse en la soledad. El hombre requiere de la comunidad familiar, de los vecinos del barrio, de la acción comunal o comunitaria, de sus compañeros de estudios y de empleo o trabajo, de los demás creyentes, con los que asiste al templo para orar y amar a Dios” (Ibíd., 91) La reforma curricular de 1989 suprimió definitivamente la asignatura de educación cívica fusionándola a la nueva propuesta de ciencias sociales integradas, lo que desató varias reacciones 74 “No parece exagerado afirmar que una buena parte de la crisis de nuestra sociedad, que se ha venido acentuando en los últimos años, obedece al hecho irresponsable, por decir lo menos, de haber suprimido del pensum educativo materias tan formativas como la cívica y la urbanidad, orientadas a inculcar en la mente y en el corazón del niño, desde su más tierna edad, el amor a la patria y a sus símbolos, el concepto de solidaridad, la noción de orden, de libertad y de justicia y esa serie de conocimientos mínimos que un colombiano con uso de razón está obligado a poseer acerca de la organización del Estado, de los deberes y derechos que lo ligan a él y de las normas de comportamiento que contribuyen al progreso de la comunidad. Se desplazaron entonces las buenas maneras por la ordinariez, y el respeto a la autoridad por conductas anárquicas que, estimuladas muchas veces por los mismos obligados a dar ejemplo de acatamiento a la ley, han traído como resultado los continuos paros y conflictos estudiantiles a que desafortunadamente nos hemos venido acostumbrando (Acevedo, 1986:13) 17 Por su parte, los propósitos expresados en el marco general del área de ciencias sociales, producto de varios años de discusión y debate y que aún después de su publicación fueron duramente señalados por considerarlo un amalgamiento contradictorio de posturas políticas y filosóficas, (Aguilar, 1989) le apostaron más que al desarrollo de ciertas virtudes cívicas de tinte católico, al desarrollo de un pensamiento reflexivo dando un lugar protagónico al conocimiento social y a la ética: “se pretende la construcción de sujetos críticos, capaces y competentes para comprender y explicar los fenómenos sociales de una manera integrada y de una manera interdisciplinar, así como hacer consciente al alumno de su medio social, ambiental, económico, histórico, etc. Se necesita capacitar al alumno para reflexionar responsablemente sobre su medio y pertenencia y plantearse el problema fundamental de la acción en sociedad, es decir la responsabilidad ética” (Ministerio Educación Nacional, 1989:10) Tanto para Colombia como para Argentina (Romero Ob.cit., Álvarez, Ob.cit.) se identifican tres elementos que de alguna manera muestran una continuidad en los textos escolares de cívica, hasta mediados de los 80, respecto a las consideraciones sobre las relaciones entre la moral, la sociedad y la política. Un primer elemento es el neotomismo. Sobre esta corriente, Romero señala que tiene dos vertientes: una de enfoque más liberal donde el neotomismo y la doctrina social de la iglesia pueden ser compatibles con un progresismo laico que acoge la Revolución Francesa y la otra es el enfoque del catolicismo integral que estructura los textos con los principios más radicales de esta visión antiliberal. Álvarez por su parte señala que esta corriente impulsada por la iglesia católica en Colombia fue definitiva en la discusión sobre el nacionalismo y afirma que la mayor influencia para nuestro país estuvo en la primera mitad del siglo XX. Por el neotomismo, Colombia pasó a la fase de la modernidad industrial, en la que la distinción entre lo técnico y lo ético fue utilizada a favor de una reorganización que dio poder a la institucionalidad eclesiástica desde 1886, estrategia del catolicismo para insertarse a la modernidad, justamente aceptando la modernización tecno-económica, a condición de que se permitiese mantener los fines sociales y culturales, fieles a los valores religiosos eclesiásticos, así el neotomismo se asentó sobre la misma estructura epistemológica de las grandes religiones civiles críticas del siglo XIX. (Saldarriaga, 2003: 277) El segundo elemento es el anticomunismo. La importancia dada a la guerra fría permitió identificar claramente el enemigo de los valores de la nación y un nuevo valor simbólico al tema de la soberanía que se orientaba a la defensa de las fronteras y a la contención de afanes expansionistas. El tercer elemento es la definición de sujeto que se deseaba construir a través de las prescripciones que dictaban los textos: El hombre argentino o el hombre colombiano. Los manuales condensan alrededor de ese propósito los dos ejes que los han venido atravesando. Por un lado; la visión de un humanismo cristiano que aludía a un hombre universal con principios opuestos al materialismo individualista y al colectivismo comunista y por otra la dimensión nacionalista. En la década de los 90, tanto Argentina como Colombia pasaran por una reforma constitucional y educativa. El “salto” de una democracia representativa a una democracia participativa para los dos países señala un nuevo horizonte ético – político aunque con una vieja retórica sobre la justicia, la paz, la defensa común, el bienestar general y la libertad dentro de un marco democrático y participativo. Sin embargo para Colombia las secuelas del fenómeno del narcotráfico que instaló 75 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX una “ética” propia, la consolidación del paramilitarismo como política de Estado7 y como consecuencia la agudización del conflicto armado, así como gobiernos infiltrados por el narcotráfico y procesos de paz fallidos, constituyó una paradoja con el entusiasmo democratizador y la visibilización de la pluralidad del llamado tercer sector, las ONG. aplican principios teóricos provenientes de las ciencias de la información, la psicología del aprendizaje, la psicolingüística y la semiología, e introducen temas como la resolución pacífica de los conflictos, la valoración de las diferencias, la igualdad entre los hombres y mujeres, el compromiso democrático, así como los temas de los derechos humanos y de ecología. En el sector educativo el entusiasmo se expresó en 1994 con la expedición de una nueva Ley General de Educación, que establece como materias obligatorias Constitución Política y Democracia y Educación Ética y Valores Humanos, cuyos Lineamientos curriculares fueron publicados cuatro años más tarde. Los libros escolares sobre estas nuevas asignaturas comenzaron a circular a partir de 1999 pero tanto textos escolares como investigaciones sobre ellos son casi inexistentes. Sobre textos de educación para la Democracia encontramos un análisis de Castro (2001:148), en el que señala que estos Los discursos de educación para la democracia que hicieron circular los nuevos textos escolares, afirma Castro, abogaban por una nueva forma de institucionalidad centrada en la participación y validaron y difundieron cada vez más la existencia de múltiples agentes que amplían y despliegan nuevas formas jurídicas y acciones educativas que de una otra manera, afirma el autor, desescolariza la formación de ciudadano y descentraliza la estrategia de intervención sobre los individuos y la población. 7 Al respecto ver el interesante desarrollo de esta tesis en www.javiergiraldo.org 76 17 En la última década se hace más evidente la desestabilización del Estado, la violencia sociopolítica y el conflicto armado. Comprometerse con la vida pública es asumir el ejercicio de lo político en un país que está señalado como el primero en asesinatos a dirigentes y activistas sindicales8, con un alto número de población en situación de desplazamiento forzado en la que jóvenes y niños ocupan el mayor porcentaje9 y en el que existe una violación permanente y sistemática de los derechos humanos10, con altos índices de pobreza, de morbilidad y mortalidad infantil, de desempleo y de pocas oportunidades para los jóvenes. La agenda educativa pondría una nueva reforma curricular del área de ciencias sociales en el 2002, que enfatiza en la necesidad de que “la formación de ciudadanos y ciudadanas comprendan y participen en su comunidad de una manera responsable, justa solidaria y democrática; mujeres y hombres que se formen para la vida y para vivir en este mundo retador y siempre cambiante” (MEN, Lineamientos curriculares de Ciencias Sociales. 2002:88). La estabilidad como concepto aparejado al de orden ya no está, en su lugar se instala la incertidumbre al lado de ideales liberales y discursos diferenciadores en concordancia con los de la diversidad. Siguiendo esta línea, los estándares básicos de competencias ciudadanas irrumpen como una nueva propuesta del Ministerio de Educación de Colombia en el 2004, en medio de uno de 8 Ver informes de la OIT en http://www.ilo.org/global/lang--es/index.htm 9 Ver información en www.codhes.org, en www.acnur.org 10 Desde hace varios años organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights viene denunciado esta situación, ver http://www.hrw.org/ y http://www.es.amnesty.org/, Así mismo el Instituto Interamericano de Derechos Humanos ha presentado el mapa de progreso en Derechos Humanos en Colombia, y la situación sobre educación en Derechos Humanos. Ver http://www.iidh.ed.cr/ 77 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX los gobiernos nacionales más polémicos de los últimos tiempos, en los que señala que la educación es uno de los caminos que hará posible la paz y que ella debe hacer competentes a los niños y niñas para ejercer los derechos y deberes de un “buen ciudadano”. Así, las competencias ciudadanas responden a la necesidad de “formar ciudadanos comprometidos, respetuosos de la diferencia y defensores del bien común. Unos ciudadanos que desde sus casas, escuelas, colegios universidades extienden lazos de solidaridad, abran espacios de participación y generen normas de sana convivencia. Unos ciudadanos seguros de sí mismos y confiados en los otros. Unos ciudadanos capaces de analizar y aportar en procesos colectivos. Unos ciudadanos que prefieran el acuerdo y el pacto antes que las armas, para resolver conflictos”. (MEN, 2004:3) En esta propuesta las competencias ciudadanas se definen como “el conjunto de conocimientos y habilidades comunicativas, emocionales y comunicativas que se supone al ser articuladas hacen posible que ciudadano actúe de manera constructiva en la sociedad democrática”. (Ibíd.) Se acude además a la moral como fundamento de la formación 78 17 ciudadana, pero es una moral vista desde una concepción evolutiva del desarrollo de cada individuo en su aspecto cognitivo y emocional que es lo que le permite tomar decisiones cada vez más autónomas y realizar acciones que reflejen una mayor preocupación por lo de los demás y por el bien común que no implica la renuncia intereses personales sino que medien desde el diálogo y la comunicación permanente con los demás para hacer compatibles los diferentes intereses involucrados. El documento señala tres competencias específicas relacionadas con el desarrollo moral que se propone trabajar en el aula de clase. La empatía, el juicio moral y los dilemas morales. Sobre el tema de competencias ciudadanas hay ya un buen número de textos escolares circulando, quizá muchos más de los que hemos identificado para las áreas de Democracia y de Ética, pero sin que aún haya una investigación significativa sobre ellos. Un hecho común en esta segunda mitad del siglo para los dos países es la violencia sociopolítica y la violencia de Estado con sus respectivos matices, pero cada país toma vías divergentes: Los derechos humanos para Argentina y la consecución de la paz para Colombia resultaron desde los 80 los nuevos baluartes para la educación del ciudadano. Sin embargo mientras en Argentina la recuperación del sistema democrático permitía que los textos reconsideraran, desde nuevas concepciones, el discurso sobre el respeto a los derechos en Colombia parecía que la paz solamente podía ser alcanzada mediante el retorno a viejas prácticas de civismo, tesis que ameritaría mayor sustentación y que dejamos simplemente enunciada. La configuración de un ciudadano cosmopolita, contemporáneo, mundial, deja de lado al ciudadano republicano y al ciudadano nacional. En palabras de Saldarriaga es aquel concebido como el “verdadero modo de ciudadano integral, al mismo tiempo individual y colectivo, que detenta una ciudadanía que no sólo es moral como en el primero (republicano), ni sólo política, en el segundo (nacional), sino social y cultural. Es la ciudadanía de la sociedad civil”. (Ibíd., 262). El ciudadano del mundo se ha configurado desde la apertura, la idea del borramiento de fronteras, el pluralismo, la participación, la diferencia, lo comunitario y la necesidad de una nueva forma de convivir, para lo que es necesario no sólo aprender el funcionamiento de las Instituciones, las normas morales, sociales y legales, sino ante todo saber comunicarse con el otro. 79 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX Dos hipótesis como cierre Las investigaciones a las que aquí hemos aludido muestran cómo el discurso del Civismo ha tenido un tono prescriptivo que indica dónde están el bien y la verdad, en última instancia su efecto es encuadrar cualquier realidad en términos de pares antagónicos, con patrones claramente definidos acerca de lo bueno y lo malo (Romero, Op.cit. 146). Por ello ha hecho circular un tipo de conocimiento sobre la institucionalidad y la ley e impone modelos de cómo se debe ser, cómo actuar correctamente y de qué forma adaptarse al mundo de las reglas, que planteamos como configuradas desde unos determinadas epistemes o regímenes de (producción de) verdad que han gobernado la práctica pedagógica. Una primera episteme es la racional, (Saldarriaga, 2001, 2003) que se configura desde el siglo XVII, la cual postula un conjunto de principios racionales innatos en el hombre, del cual se derivan unas aplicaciones morales; esto es, que si se sabe pensar bien en consecuencia se actuará correctamente, pues sólo a partir de la razón se pueden descubrir verdades universales que no se derivan de la experiencia. Por tanto en esta episteme la experiencia individual se considera como fuente de error, las sensaciones son un obstáculo para razonar lógicamente, lo que hace necesario actuar sobre ellas y sobre las facultades intelectuales a partir de un método de conocimiento que garantice el acceso de cada individuo a unos principios – verdades - universales que son absolutos, inmutables y estáticos, sólo así se garantizaría la formación buenos hábitos de pensar y actuar. Una segunda configuración epistémica es la experimental, que se hace visible en el siglo XIX por filosofías como las del positivismo y el criticismo; en la cual el estatus de la experiencia, y en ella la del error, es revalorado otorgándole valor positivo como principio de progreso. La experiencia es regulada mediante la experimentación controlada por hipótesis, lo que ayudaría a comprobar las suposiciones y razonamientos para llegar, mediante juicios, a las verdades universales pero relativas, propias de las ciencias positivas. Finalmente, una tercera configuración o régimen es la comunicativa, consolidada a partir de la segunda mitad del siglo XX, y que podríamos decir que se soporta ya no en un paradigma de la conciencia (caracterizado por el monismo metodológico, el solipsismo y el logocentrismo), sino en un paradigma 11 Entendemos por episteme, siguiendo a Foucault, un sustrato de saberes, de formaciones discursivas en relación con figuras epistemológicas, determinadas temporal y geográficamente. Es el conjunto de relaciones que se pueden descubrir, para una época dada, entre las ciencias cuando se las analiza en el nivel de las regularidades discursivas que constituyen un campo discursivo circunscrito, circulando en ciertas instituciones y asignando funciones a ciertos sujetos, a modo de “a priori histórico” (Castro, 2005:107, Saldarriaga, 2001: 25). Así las dos primeras epistemes que enunciamos podríamos ubicarlas en lo que Rorty llamó el giro epistemológico en el que el conocimiento se concibe acumulativo, objetivo y progresivo y hay una relación dominante sujeto - objeto y la episteme comunicativa estaría situada en el denominado giro lingü.stico en la que hay un paso de la experiencia al lenguaje. “Su contribución [del giro lingü.stico] fue…sustituir la referencia a la experiencia como medio de representación, por la referencia al lenguaje como tal medio. Un cambio, que en la medida en la que ocurrió, hizo más fácil el prescindir de la noción de representación” (Rorty, Richard. (1990). El giro Lingü.stico. Paidós: Barcelona. Pág. 164, citado por Suárez José. (2005). Richard Rorty. El neopragmatismo norteamericano. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia). Este giro lingü.stico está reconocido además en Wittgenstein, Gadamer, Habermas y Foucault. 80 17 de la comunicación, entendido como la base de una relación entre la ética y la política, apoyada en una teoría del lenguaje en la que coinciden tanto postulados del pragmatismo como de la hermenéutica y en la que la representación es sustituida por el sentido, que sólo es susceptible de encontrarse en prácticas sociales de comunidades específicas. Aunque no fue propósito de las investigaciones que describimos, hacer una exploración de los libros de texto a la luz de estas epistemes, ellas nos permiten verlas insinuadas en los textos que analizan. Por ello, como primera hipótesis, diríamos que estas tres configuraciones se hacen presentes en el siglo XX, desde los ritmos propios de la Institución escolar y del saber pedagógico, en las prácticas de ciudadanización, a través de los discursos que promueven los textos escolares y que actualmente las tres coexisten. Particularmente asumimos que la doctrina filosófica del neotomismo, que se proponía una síntesis de la fe cristiana y la racionalidad moderna, jugó un papel importante en los modos de educar al ciudadano durante buena parte del siglo en los dos países, básicamente desde planteamientos racionales-morales que reivindican la objetividad, exigiendo despojarse de ideas y creencias cuando se expresa un juicio para así alcanzar la universalidad. De otra parte aparece la necesidad de indagar otras disciplinas escolares que aparentemente no están pensadas para la formación del ciudadano, como la que hemos identificado para el caso Colombiano, incluida en el currículo en los años 70 bajo la denominación de “Comportamiento y salud” y que derivó a finales de los 90 en la cátedra de educación sexual y que actualmente se define en el Proyecto Piloto de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía: Hacia la Formación de una Política Pública, desarrollado por el Ministerio de Educación Nacional en conjunto con UNFPA, (Fondo de Población de las Naciones Unidas), que bien podría mostrar cómo se ha refinado una política de ciudadanización del cuerpo que reactualizaría algunos principios de la Urbanidad. O indagar por la historia del Servicio Social Obligatorio que se inició como un proceso de alfabetización y acción comunal y que hoy día responde a verdaderas procesos comunitarios liderados por muchos colegios en un giro estratégico de gobierno de la población, en el que la noción de participación adquiere nuevas formas de funcionar. No creemos que el modelo de aquel ciudadano de la Nación se haya acabado con la aparición de discursos mas abiertos, liberales y democráticos que parezcan querer configurar a un ciudadano del mundo. Lo que podríamos 81 La invención del ciudadano en la América Latina de siglo XX decir, a manera de segunda hipótesis, es que ha habido una reacomodación o yuxtaposición de los discursos que operan de otra manera, en la que la apelación por ejemplo a la solidaridad, la participación y la convivencia bien podrían ser nuevas prácticas de ciudadanización. Pero de ser así, ¿que significaría esto para la formación política de los ciudadanos y para el propio ejercicio de la ciudadanía? ¿Qué subjetividad está gestando el nuevo ciudadano? O bien, ¿son estrategias tan nuevas, tras la larga tradición de la cívica nacionalista, que apenas se abren paso? Emprender la tarea investigativa de analizar los manuales de civismo como parte de la construcción de la historia de la educación política de Colombia en estas últimas décadas, sin duda se muestra potente en relación con la necesidad de hacer también estudios regionales comparados que nos permitan pensar las formas como se ha configurado el ciudadano Latinoamericano. 82 17 Bibliografía Aguilar, Francisco. Ciencias Sociales y proyecto pedagógico Alternativo. Ponencia presentada en el IV seminario Nacional de Educación y Sociedad, Bogotá: CEPECS, 1985. Alarcón, Luis Alfonso. Entre Dios y la Patria: La formación del ciudadano en Colombia a través de los manuales escolares. 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Estándares Básicos en Competencias Ciudadanas, Colombia, 2004. La formación en la diversidad y con la diversidad: una necesidad para la formación ciudadana de la población con limitación visual The formation regarding diversity and with diversity: There is a need for the citizen training for people visually impaired Olga Lucía León Corredor * Dora Inés Calderón** Equipo de investigación INCI*** Universidad Distrital Francisco José de Caldas * Docente, Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Doctorado en Educación. Correo electrónico: [email protected]. ** Docente, Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Doctorado en Educación. Correo electrónico: [email protected]. *** El equipo INCI estuvo compuesto por Marcela del Castillo, Gladys Sánchez, Gloria Peña, Santiago Rodríguez y Sandra Cortés. Resumen Desde una perspectiva de la formación en la diversidad y con la diversidad, se presentan los resultados de la investigación desarrollada por el equipo interinstitucional e interdisciplinar, conformado por investigadores de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y del Instituto Nacional para ciegos (INCI), mediante un convenio de cooperación académica, para indagar la “incidencia de las representaciones sociales sobre la ceguera en el acceso de la población con limitación visual a la educación básica primaria”. Desde una estrategia de investigación etnográfica basada en la recolección de relatos de actores, se contó con la participación de directivos, secretarías de educación, rectores, coordinadores; docentes de área, de grado y de nivel de los niños con limitación visual; los niños con sus familias, las secretarias, los vigilantes, de las seis instituciones educativas de las tres regiones objeto del proceso. De igual manera, se contó con la colaboración de personas con limitación visual no escolarizadas, y sus familias. Palabras claves: formación, diversidad, población con limitación visual, representaciones sociales, ceguera. Abstract From a perspective point of view regarding the formation of diversity and with diversity, here are presented the research results carried out by the interdisciplinary and interinstitutional team conformed by researchers from the “Universidad Distrital Francisco José de Caldas” and the National Institute for the Blind (INCI) through an agreement of academic cooperation, in order to investigate the “incidence of the social representations of blindness regarding the access of visually impaired people to basic primary education”. From an ethnographic research strategy, based on actors collection stories, having in mine the involvement of managers, education secretaries, principals, coordinators, course and area tutors, and of that of children of visually impaired level, children with their families, secretaries, caretakers, of the whole of the six educational institutions in the three aim regions covered in the process. Equally, there were collaboration of visually impaired people that were not at school, and their families. Keywords: formation, diversity, population with visual discapacity, social representative, blindness 17 Introducción Proponemos un desarrollo a la temática diversidad e inclusión en una doble dimensión: de una parte, consideramos la diversidad de formas de acceso al conocimiento, la diversidad de conocimientos necesarios para el desarrollo social, la diversidad de poblaciones objeto de la educación, y la necesaria articulación de estos tipos de diversidad para posibilitar las condiciones de acceso y permanencia a la institución educativa como espacio físico, de desarrollo social y de formación ciudadana, y como espacio de prácticas culturales de tipo escolar. De otra parte, hemos observado que la diversidad de estructuras presentes en las instituciones educativas y, en particular, en las llamadas “de integración”, posibilitan la coexistencia de estrategias de formación de los estudiantes, y la de relaciones entre diversas formas culturales. Desde el punto de vista anterior, el ingreso de estudiantes con limitación visual a la escuela, en el marco de las políticas de integración educativa, nos lleva a hacer múltiples lecturas de este acontecimiento. Como lo plantea Caicedo (2002), el término “integrar” responde como verbo a una acción que puede entenderse de múltiples maneras, dependiendo del contexto en el que se desarrolle. El escenario para la integración educativa de la población con limitación visual está referido a la escuela integradora; si entendemos que la institución educativa es una organización social que realiza su proyecto de variadas formas, las acciones que desde allí promueve responden de igual manera a esa perspectiva. Es decir, como lo plantea Caicedo (2001), “integrar” es una acción que adquiere forma según la institución que la hace existir; lo que sucede al interior de la escuela está atravesado por intereses, necesidades, contextos, y por los sujetos involucrados en el proceso. 89 La formación en la diversidad y con la diversidad La investigación: una alternativa para la comprensión de la formación ciudadana del niño ciego El proceso de investigación desarrollado por el equipo de investigación indagó, como se señaló anteriormente, por la “incidencia de las representaciones sociales sobre la ceguera en el acceso de la población con limitación visual a la educación básica primaria”. Con este propósito, se consideró que este fenómeno debía ser comprendido más allá de las políticas educativas declaradas en documentos públicos e institucionales que plantean condiciones para el acceso y la permanencia de las poblaciones con limitaciones al sistema educativo y hacen un llamado a la consideración de la diversidad, la interculturalidad y la integración de este tipo de poblaciones. De ahí que se considerara la necesidad de diseñar un tipo de investigación que diera razón de la relación entre representación social sobre la ceguera y acceso escolar. En el contexto específico de la escolarización de estudiantes con limitación visual, encontramos, como lo destacan Ruiz y Azula (2004), la fractura escolar que genera la diversidad cuando ella es considerada como algo impuesto a la escuela y no como una necesidad de crecimiento personal y social de toda la comunidad. De acuerdo con el planteamiento anterior, la escuela y la comunidad educativa tendrían que redefinir su quehacer, sus alcances, sus intereses y sus deseos. Tendría que disminuir el interés por la persona ciega o con baja visión desde su condición particular, como posibilidad de ser integrado, e incrementar el interés por una escuela que construya su proyecto a partir de unos estudiantes con necesidades diferentes, donde estén incluidas las personas ciegas y con baja visión. 90 Así, la etnografía como método para la caracterización de los fenómenos de acceso escolar de las poblaciones con limitación visual se convierte, a nuestro juicio, en el instrumento metodológico pertinente para la búsqueda de representaciones sociales sobre la ceguera y su efecto en el acceso escolar de estas poblaciones. Particularmente, optamos por realizar la configuración de elementos organizadores de los escenarios de ocurrencia de los fenómenos indagados, desde una perspectiva discursiva. De ahí que se haya acudido a uno de los métodos biográficos (Vasilachis, 2006), el relato, como fuente principal para la indagación etnográfica. 17 Adicionalmente, para la consolidación del diseño se optó por la consideración de dos elementos: los escenarios y los actores, constitutivos del entorno de ocurrencia del fenómeno. El escenario está comprendido en la investigación como el espacio de ocurrencia del fenómeno escolar. Se definieron dos tipos de escenarios: macroescenarios, que designan las zonas del país seleccionadas para la investigación: Bogotá, Meta y Quindío, regiones que también se seleccionaron teniendo en cuenta su compromiso con la oferta educativa para la atención de la población con limitación visual; y microescenarios, que hacen referencia a las instituciones escolares de las regiones seleccionadas y los entornos familiares para el caso de niños no escolarizados. El actor es la categoría central en la investigación, dado que constituye tanto el sujeto configurador y experimentador de representaciones sociales, como el de los procesos de acceso escolar. Así, el proyecto ha identificado tres tipos de actores: niños ciegos escolarizados o no escolarizados, familias de niños ciegos, personal (profesor, celador, secretaria, coordinador, rector) que recibe niños con limitación visual (LV) e instituciones del sistema educativo involucrado en el acceso a la escolaridad de los niños con LV (funcionarios de cadeles o de secretarías de educación en las regiones). Con el fin de contar con la posibilidad de triangularlos, se recogieron tres clases de datos: relatos de los actores, documentos institucionales y planos de las instituciones. Las representaciones sociales y la formación escolar Nos atenemos aquí a la noción más difundida sobre lo que es una representación social (RS) tomando como fundamento a Serge Moscovici (1986, 1988) y a Jean Claude Abric (2001)1. Toda representación es una forma de visión global y unitaria de un objeto, pero también de un sujeto. Ella reestructura la realidad y a la vez permite la integración de características objetivas del objeto, de las experiencias anteriores del sujeto y del sistema de normas y actitudes. Según Moscovici, como gran categoría de análisis, la RS atañe a las relaciones que sostienen entre sí los diversos sistemas: ideológico, cognitivo, social y socioeconómico, material y tecnológico. Por ello tiene una doble lógica: la cognitiva y la social. Las RS son conjuntos sociocognitivos, organizados de formas específicas y con reglas propias de funcionamiento. En la génesis de las RS como categoría de análisis está el interés por el estudio de lo colectivo y por las reglas que rigen el pensamiento social. Por ello, en su marco de intereses estaría el estudio de aspectos como el pensamiento ingenuo, el sentido común, la visión del mundo de un grupo social. El aporte de la investigación a la comprensión del fenómeno educativo vinculado a la formación ciudadana de las personas con limitación visual se desarrolla en la presentación de los siguientes grupos de resultados. 1 Se consultó la versión española de 2001, cuyo texto original es de 1994, titulado Practiques sociales et Representations. France: Pesses Universitaires, traducción de José Dacosta Chevrel y Fátima Flores. 91 La formación en la diversidad y con la diversidad De acuerdo con la fundamentación teórica propuesta para la RS, su componente más importante resulta ser la significación que, a su vez, es determinada por efectos contextuales de dos tipos: a. Del contexto discursivo, es decir, de la naturaleza de la producción discursiva (contenido, intención y dirección); b. Del contexto social: lo ideológico y el lugar del individuo en el grupo (jerarquía). Así pues, el análisis de las RS necesita de una doble identificación: su contenido y su estructura. Toda representación está organizada alrededor de un núcleo central (Heider, 1927, citado por Abric, 2001) y unos elementos periféricos. Según Abric, el núcleo central tiene funciones como las de generar (a partir de él los elementos toman sentido y valor) y organizar (determina la naturaleza de los lazos que unen; unifica y estabiliza la representación). Los elementos periféricos de la representación son conformados por los juicios, las informaciones retenidas, seleccionadas e interpretadas, los estereotipos y las creencias. Estos elementos ilustran, aclaran y justifican la significación. Para Flament (1989, citado por Abric, 2001) los elementos periféricos constituyen esquemas organizados por el núcleo central. Por esta razón, cumplen funciones prescriptoras de los comportamientos y de la toma de posiciones y permiten una modulación personalizada de las representaciones y de las conductas asociadas. 92 En el análisis de RS consideramos, prioritariamente, dos elementos articuladores, el grupo social, y en él el sujeto, como los actores que experimentan y que construyen RS; y el relato, como el escenario discursivo en el que se manifiestan tales RS. Se consideró la escuela como una de las instituciones sociales en la que se desarrollan prácticas de socialización de los sujetos, en este caso, de tipo escolar. Estas prácticas educativas constituyen el escenario de configuración de los sujetos desde la perspectiva de la formación académica que legitimará, más tarde, otras prácticas profesionales, científicas, tecnológicas, artísticas, etc., fundamentales para el desarrollo de las potencialidades de los sujetos y de la cultura en general. 17 En el marco anterior, la investigación se sitúa en el interés por el sujeto con limitación visual (SLV) desde su relación con los procesos de escolarización. Se indaga por fenómenos relacionados con las subjetividades y las intersubjetividades y, en ellas, la configuración de sentido y de significación social en su proceso de acceso y permanencia a la escolaridad primaria, en tanto un derecho sociocultural del ser humano. Desde este punto de vista, el desentrañamiento de las representaciones sociales y la identificación de fenómenos de escolaridad exigió una postura que partió de reconocer la ceguera como una condición de desarrollo social. Las representaciones sociales sobre la ceguera: entre la integración y la incapacidad En términos de discusión, el procedimiento analítico para la identificación de representaciones sociales permitió una metodología para la identificación del modo como se configuraron las representaciones. Presentamos una síntesis de los hallazgos sobre representaciones sociales sobre la ceguera, considerando que, en general, se hallaron dos grandes marcos de representaciones sociales sobre la ceguera: uno relacionado con la condición de “ser ciego”, y otro, con “la posibilidad educativa del estudiante con limitación visual”. 93 93 La formación en la diversidad y con la diversidad Tabla 1. Representaciones sobre la condición de ser ciego Núcleos de representaciones La ceguera es anormalidad El ciego es dependiente El ciego es incapaz Elementos periféricos de soporte Actores vinculados Es algo de cuidado. En los discursos se presenta la alusión a “normalidad y “anormalidad” para referirse a la situación del niño ciego frente a los demás. Se acuña una forma de hablar que reitera enunciados como “yo creo que es normal”, “lo trato como si fuera normal”, lo cual revela que se toma la ceguera como discapacidad. Se muestra prevención frente a ella. Se plantea que “no es tan fácil integrar”. Se acepta que hay momentos en que se desconoce la presencia del estudiante limitado visual. La presencia del niño ciego en el aula aún es algo contingente, extraordinario… genera sentimientos de temor y prácticas de indiferencia. - Docentes Para su desplazamiento requiere de la compañía de alguien. En sus quehaceres escolares depende de su familia o del maestro de apoyo y en sus relaciones sociales en la escuela está supeditado también al maestro de apoyo, a “un compañero” que se le dedique. De lo contrario no participa, se queda solo. Genera sentimientos de compasión y prácticas de solidaridad o de indiferencia. Niño escolarizado Madre Docentes titulares y de apoyo Docente titular El ciego no puede hacer lo que hacen los demás… Este rasgo se encuentra unido con la admiración, pero al momento de evaluar los docentes plantean formas “menos exigentes” y en algunos casos sin criterio concreto de evaluación. Se excluye al invidente de tareas escolares que se consideran imposibles o difíciles para él; se reemplazan por algo que “sí pueda hacer”. Sin embargo, se le califica con notas sobresalientes. Genera sentimientos de compasión y de baja autoestima y de frustración para el niño ciego y prácticas de exclusión socioescolar y cultural y de traslado de responsabilidad (al docente de apoyo, a la familia). - Coordinadores - Padres Aunque es posible considerar límites débiles entre cada núcleo central identificado y se pudiera concluir que la idea de “anormalidad” es el gran núcleo central y que los otros dos son periféricos de éste, establecimos las diferencias por cuanto cada uno de los núcleos reveló consideraciones periféricas que permiten establecer, en particular, discursos y prácticas diferentes. Adicionalmente, es posible inferir que este conjunto de representaciones obedece prioritariamente a factores de construcción cultural e histórica de creencias y de imaginarios sociales; es decir, encontramos en este primer conjunto representacional la huella cultural de la representación y quizás la más arraigada en la colectividad. 94 17 Tabla 2. Representaciones sobre la posibilidad educativa del niño ciego Núcleos de representaciones Síntesis de elementos periféricos de soporte La formación escolar del estudiante ciego está a cargo, primordialmente, del docente de apoyo, quien termina El ciego necesita convirtiéndose en un “sabedor” de todas las asignaturas, en el conocedor de los instrumentos de apoyo y en el soporte del profesor. educación especial Genera sentimientos de solidaridad entre profesores y prácticas de cooperación o de traslado de responsabilidad educativa al docente de apoyo o a la familia, inclusive, en Bogotá, al CRAC2. Se jalona desde el discurso sobre integración educativa. Es elocuente y positivo. Se explicitan las bondades de la política de integración. Es un discurso instalado desde la oficialidad. Genera sentimientos El ciego se de orgullo y de identidad, en otros casos de obligatoriedad, por puede “integrar” ser partícipe de la ejecución de la política y prácticas de gestión administrativa. El ciego “es de admirar” Los docentes reconocen que los niños ciegos tienen muchas capacidades y los catalogan como supremamente inteligentes, de buena memoria y muy juiciosos. Dentro del espectro de los sentimientos se halla admiración del personal administrativo hacia los estudiantes con limitación visual y reconocimiento del personal docente. Se generan prácticas de solidaridad. Actores vinculados - Docentes: titulares y de apoyo - Coordinadores - Padres de familia - Secretarios de educación - Rectores - Coordinadores - Profesores - Docentes de apoyo - Docentes titulares - Coordinadores - Rectores - Vigilantes En este conjunto de representaciones, que no están desligadas de las primeras, se observan las que surgen a partir de políticas educativas de “integración e inclusión”3 para poblaciones vulnerables en Colombia. Desde este punto de vista, son las más débiles, que están en construcción y que por ello también pueden variar si el actor cambia de papel. Se trata más bien de las que soportan los discursos oficiales de la educación para las poblaciones con discapacidades o necesidades educativas especiales. 2 En Bogotá el CRAC es el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos. 3 No discutiremos en este artículo la relación entre integración e inclusión, dado que no es el propósito de la investigación. Tan sólo se refiere el hecho de ser la vía política por la que se plantea el acceso a la educación básica de la población invidente. 95 La formación en la diversidad y con la diversidad Por otra parte, como grandes resultados de representaciones sociales sobre la ceguera, se identifican dos, según campos de significaciones constituidos en los relatos: La ceguera-integración. Se construye a partir del discurso proveniente de las políticas de integración de la población con limitación visual (LV) a las aulas regulares y se posiciona, como configuración semántica, en los discursos y en las prácticas de los diversos actores, en especial de los directivos, los coordinadores y los profesores. Se observa que los aspectos relacionados con la integración, como la expresión de políticas y de creencias y actitudes frente a ellas, ha constituido el “campo de la integración”, y posicionado una exigencia que ha de ser cumplida por parte de los actores, más que una actitud arraigada en la representación sobre la ceguera, esto, más allá del compromiso de directivos, funcionarios y maestros a quienes atañe directamente la política. El conocimiento de ésta implica la necesaria elaboración discursiva de una forma de hablar sobre la limitación visual y la escuela; sin embargo, las prácticas socioacadémicas escolares presentan distancia y dificultad para hacer compatible la representación ceguera-integración manifiesta prioritariamente en el discurso de dichas políticas. Puede decirse, desde esta perspectiva, que la representación ceguera-integración se encuentra en una fase de constitución, como efecto de un discurso vertical de política pública. Veamos fragmentos de uno de los relatos en donde se identifica este tipo de RS. 96 La ceguera-anormalidad. El segundo gran núcleo de significación identificado, ceguera-anormalidad y ceguera-temor, proviene de factores socioculturales e históricos. Estas representaciones se explicitan en los discursos referidos a las valoraciones sobre la situación de “estar ciego” (bien como autocondición o como la condición del hijo o del estudiante). Sin embargo, también se ocultan en el contradiscurso de la admiración, de la compasión y de la solidaridad. A pesar de las manifestaciones de optimismo y de admiración por los niños ciegos, se insinúa en el discurso de los actores el sentimiento de “lástima” y de “pesar” por la condición de ceguera y, con ello, la esperanza de que esta condición se “solucione”. Se requeriría una investigación más larga que permitiera observar con profundidad prácticas, creencias, imaginarios, sobre la ceguera como fenómeno sociocultural, más allá de la condición física, fisiológica. En general, es posible plantear que esta representación tiene su anclaje en fuertes raíces socioculturales e históricas. Por esta razón, puede llegar a superponerse a la primera, a pesar del esfuerzo de producción del discurso de la política educativa. Adicionalmente, es posible inferir que este conjunto de representaciones identificadas es el resultado de factores de construcción cultural e histórica de creencias y de imaginarios sociales; es decir, encontramos en el primer conjunto la huella cultural de la representación y quizás la más arraigada en la colectividad: la ceguera como una situación discapacitante para la persona con limitación visual. 17 Proyecciones de la investigación Comprender los sistemas de significación social que orientan las prácticas sociales resulta ineludible para el investigador educativo por cuanto se muestra, una vez más, la profunda relación existente entre modos de pensar, individual y colectivamente, y prácticas sociales. Una vía para el acercamiento a tales significaciones sociales es, sin duda, la identificación de representaciones sociales. Así, para el caso de la educación de las personas con limitación visual, este estudio logró un marco de comprensión de las significaciones que circulan socialmente acerca de la ceguera y del papel que tales significaciones juegan en las interacciones que ocurren en los espacios escolares integrados por niños con limitación visual. En la investigación de representaciones sociales cobra gran valor la reflexión sobre el método de análisis de RS. Este es uno de los puntos críticos que históricamente se plantean para las investigaciones sobre RS. En ese sentido, esta investigación configuró un modo de análisis a partir de la propuesta clásica de Moscovici (1986) y Abric (2001) sobre la estructura de la RS en núcleo central y elementos periféricos. A nuestro juicio, y desde una perspectiva discursiva, la fecundidad de esta propuesta es grande, por cuanto se configura una propuesta analítica coherente para la interpretación empírica e inferencial de las significaciones a través de los discursos de los actores sociales. Se garantiza, con ello, la explicitación organizada de las significaciones elaboradas por los sujetos que inter vienen en los escenarios indagados, restringiendo, de alguna manera, la posibilidad especulativa del investigador. Se hace necesario, entonces, permanecer cerca del relato, cerca del decir de los actores, y emplear la teoría para corroborar, analizar y contrastar las significaciones reconstruidas. He ahí un modo de investigación que requiere la capacidad de navegar en los discursos y de hallar en ellos los signos de RS particulares, de escuchar atentamente los implícitos, articular con explícitos y armar los núcleos de significación que sostienen las RS. En cuanto a los resultados obtenidos, a pesar de las relaciones encontradas con la limitación visual, se identificaron dos grandes representaciones sociales que circulan sobre la ceguera en contextos escolares: la RS que relaciona ceguera-integración, que, como se 97 La formación en la diversidad y con la diversidad dijo, es una representación en construcción, producto de los discursos políticos sobre la educación de las personas ciegas. Más allá del carácter incipiente de ella, vale la pena considerar, en este momento, que los modos de construcción social de sentido para la expresión “integración” serán determinantes en la consolidación de esta representación, por cuanto el discurso de integración está acompañado de prácticas socioeducativas que necesariamente pasan por el contraste con las creencias y las representaciones históricamente construidas sobre la ceguera, sobre la discapacidad, sobre la diferencia. En consecuencia, será importante para la investigación educativa seguir la pista al desarrollo de esta representación. Por otra parte, la segunda gran representación identificada es la de la ceguera-anormalidad. Siendo la más arraigada y con mayor tradición histórica, se observa el papel central que juega en las prácticas escolares que rodean a niños ciegos. Como se denota en los relatos y en la identificación de núcleos centrales y de elementos periféricos, las opiniones y prácticas relacionadas 98 muestran cómo a pesar del esfuerzo de los actores por considerar a los limitados visuales como iguales, como capaces, se evidencian sentimientos que oscilan entre la admiración, el pesar, la incredulidad, la esperanza de recuperación de la visión, y la impotencia; esto, acompañado de prácticas de rechazo, de indiferencia, de conmiseración. Así pues, vale la pena considerar el valor investigativo de la identificación de RS en los contextos escolares y, desde ahí, emprender acciones concretas para impactar la formación social y cultural del niño con limitación visual, desde los ambientes escolares. 17 Bibliografía Abric, Jean-Claude. Prácticas sociales y representaciones, México: Ediciones Coyoacán, 1994. Azula, Walter; Ruiz, Olga Lucía. “Visiones históricas y culturales de la discapacidad”, Bogotá: INCI, 2004. Caicedo Obando, Lilian Lucía. “Reflexiones sobre la integración a la escuela de estudiantes con problemas de aprendizaje”, en Colombia: Aula Urbana. Organización de Estados Iberoamericanos, 2000. Calderón, Dora; León, Olga Lucía; Del Castillo, Marcela y otros. Incidencia de las representaciones sociales sobre la ceguera en el acceso del niño ciego a la educación básica primaria [en prensa], Bogotá: INCI - Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2009. Moscovici, S. Psicología social I, Barcelona: Paidós, 1985. _______. Introducción a la psicología social, Barcelona: Editorial Planeta, 1975. Vasilachis de Gialdino, Irene (Coord). Estrategias de investigación cualitativa, Barcelona: Gedisa, 2006. 99 Escuela, carnaval y construcción de lo público: una experiencia y muchas paradojas School, carnival and construction of the public: an experience and many paradoxes Carlos Miñana, Martha Orozco, José Gregorio Rodríguez* María Nilsa Castaño, Rosa Isabel Camelo** David Gómez*** * Profesores de la Universidad Nacional. ** Profesoras Colegio Los Soches *** Antropólogo Resumen El trabajo presenta la experiencia festiva y pedagógica del Carnaval Soloriental desde la participación que en él tiene la escuela rural Los Soches (suroriente de Bogotá). Este carnaval escolar, que se realiza cada 31 de octubre desde hace más de 20 años, por iniciativa de las maestras, y que ha sido premiado y reconocido en varias ocasiones, se toma como pretexto para pensar las relaciones entre escuela y diversión, y el papel que juegan las festividades en la construcción de lo público en la escuela o en la de una escuela pública. Se problematiza el concepto de escuela pública y se analizan una serie de paradojas que se producen cuando la fiesta entra a ella. Se basa en un trabajo de campo llevado a cabo en el año 2008 en el que participaron docentes de la Escuela Los Soches, profesionales y profesores universitarios, con financiación del Idep y Colciencias1. Palabras claves: educación pública, carnaval, fiesta escolar, educación básica, Bogotá. Abstract This work presents the festive and pedagogical experience of the Soloriental Carnival from the point of view of the participation of the rural school Los Soches (south east of Bogotá). This school’s Carnival which takes part on the 31st of October for more than 20 years, on the teachers initiative and which has been awarded and recognized in several occasions, is taken as a pretext to think about the relations between school and celebrations, and the role that play the school festivities’ in the construction of the public in the school or in the construction of a public school. The concept brings out the problematic for public school, and analyzing the paradoxes that take place when the celebration enters in the school area. It is based on a field work made during 2008 in which teachers of the same school, professionals and professors from universities have participated, with the financing of the Idep-Colciencias. Keywords: public education, carnival, school celebration, basic education, Bogotá. 1 El proyecto se tituló “Haciendo pública la escuela pública: dos caminos”, y exploró la construcción de lo público a través de dos experiencias pedagógicas: una centrada en el carnaval, de la cual se da cuenta en este artículo, y otra en el gobierno escolar, cuyos resultados se expondrán en otra publicación. 17 La Constitución colombiana define la educación como un servicio público. Hoy el concepto de lo público — fruto de una larga historia— tiene una gran pluralidad de significados, aunque en determinados ámbitos siga siendo común el dualismo simplista y la oposición complementaria entre público y privado. La crítica a este dualismo se ha dado desde el derecho (Bobbio, 1980), los movimientos feministas y el comunitarismo —señalando cómo las fronteras están en permanente redefinición— o el mismo liberalismo —que pretende desplazar el ámbito estatal hacia el mercado y los individuos— (Múnera Ruiz, 2001). Si sustantivamos el término —algo bastante cuestionado en sus usos académicos— podemos referirnos con ello al Estado y sus instituciones (sinónimo de estatal), o a los públicos mediáticos —del espectáculo o de las artes—, o a los de la política, como los deweyanos, mediadores entre la “democracia primaria” (local, comunitaria) y la “secundaria” (institucional, funcional y macro). Si hablamos no del público, sino de “lo” público, el concepto se vuelve más etéreo, al entendérsele como el escenario de lo colectivo, o el lugar de la democracia política, o la expresión de una etérea voluntad general, o lo ampliamente divulgado o conocido (de publicitar), o lo que es de todos y no es de nadie, o todo lo relacionado con el Estado (incluido lo público referido al campo de los servicios públicos), o lo que tiene que ver con el desarrollo histórico de una parte del derecho (derecho público), o los ámbitos en donde nos relacionamos como desconocidos —liberados de las relaciones comunitarias— como el espacio público, los servicios públicos, e incluso el mercado. Adjetivado, lo público engloba los usos anteriores y gana todavía mayor riqueza semántica en cuanto expresa “multiplicidad de registros de experiencia y de actividad que se han configurado desde hace varios siglos” (Cefaï y Pasquier, 2003:14). Casi todo puede ser aquí adjetivado: opinión, sector, espacio, parqueadero, política, persona, escuela, funcionario o ser vidor, autoridad, servicios, bien, interés, acción, libertades, problema, acontecimiento públicos… 103 Escuela, carnaval y construcción de lo público En su forma verbal —publicitar— se reduce bastante el campo semántico, pero se abre en su forma adverbial, entendiéndolo como una modalidad de acción colectiva, es decir, desde una concepción adverbial del sujeto de la acción: “El sujeto no es en sí más que uno de los complementos del verbo: como los adverbios, él completa al verbo precisando una modalidad de la acción expresada por él mismo (…) Lo que es colectivo, es la acción, no el sujeto” (Quéré, 2003:126). En este sentido, la acción no está realizada por un sujeto colectivo preexistente, sino que es la acción colectiva la que da estatuto al sujeto, “en público”. Habría que identificar, entonces, los sistemas o los agenciamientos en los que la experiencia tiene lugar “en público”, en los que un público —siempre efímero— puede figurar como complemento de la acción colectiva. Lo “público” en educación en Colombia —y su misma definición—, es una arena en conflicto entre los capitales, agencias y organismos internacionales, el gobierno de turno, los maestros, los sindicatos, los políticos y los organismos de gobierno nacional, regional y local, los empresarios “por la educación”, la prensa y los medios, las Iglesias, grupos ideológicos y de interés, los padres de familia y sus asociaciones, y los estudiantes. El sentido de lo público se liga a los contextos locales. Es distinto “lo público” de un colegio en un pueblo donde sólo existe uno —o en el medio rural—, que en una ciudad como Bogotá. Y en la ciudad misma las localidades y los barrios, su composición socioeconómica y cultural, también varían. En un contexto en el cual la disolución de lo público en los más diversos ámbitos de la sociedad afectan a la escuela y a la educación debido a la introducción 104 de lógicas mercantiles y empresariales en los sistemas educativos, nos preguntamos por experiencias y prácticas pedagógicas que resultan especialmente significativas para pensar y promover la construcción de lo público en la escuela, y en concreto, aquellas en las que la escuela se moviliza y participa en la creación y ampliación del espacio público de su entorno con actividades artísticas y festivas. El material empírico proviene de un trabajo de campo de nueve meses alrededor de la preparación, realización y evaluación del Carnaval Soloriental, un evento escolar que desde hace más de 20 años organizan maestras de varios colegios oficiales en el suroriente de Bogotá. En él participaron como coinvestigadoras todas las docentes de la escuela rural Los Soches, incluyendo a la directora. 17 El Centro Educativo Distrital Los Soches y el Carnaval Soloriental El CED Los Soches se encuentra ubicado al suroriente de Bogotá, en las estribaciones del páramo de Cruz Verde. Esta zona está habitada por una comunidad rural que vive en condiciones difíciles, ya que no cuenta con servicios públicos de calidad, subsiste de una agricultura de minifundio y se debate entre problemas de desempleo, pobreza y falta de recursos para un desarrollo adecuado, la invasión de nuevos pobladores y la conformación de barrios irregulares. La escuela fue construida en un terreno donado por una vecina, hace algo más de 30 años, utilizando los exiguos recursos de la comunidad y algunas donaciones, pero sin los requerimientos técnicos necesarios. A ella asisten aproximadamente 140 niños y niñas con edades que oscilan entre los 5 y los 12 años. El PEI de la institución se denomina “La lúdica y la artística en la construcción de una escuela con sentido”. Pretende desarrollar las potencialidades cognitivas, afectivas, comunicativas y sociales de los estudiantes, haciendo énfasis en la lúdica y la artística como parte esencial de su desarrollo. El equipo de docentes está integrado por la directora, seis maestras y un profesor de música, quienes atienden los grados de preescolar a 5º; de ellos, la mayoría lleva de 17 a 20 años laborando en esta institución. En 1995 el Programa RED de la Universidad Nacional de Colombia invitó a las docentes a participar en un proceso de formación permanente, lo que posibilitó avances en el desarrollo teórico mediante grupos de estudio, seminarios y talleres. Este proceso ha continuado hasta hoy, y la actual investigación es el resultado de un trabajo cooperativo entre la escuela y la universidad (Rodríguez, 1998). El centro educativo goza de la confianza de la comunidad, en parte por la apertura que se ha generado hacia padres de familia, ex alumnos, vecinos, organizaciones rurales y otras entidades. Su funcionamiento, si bien responde a relaciones de tipo democrático, trasciende los formalismos y acartonamientos que se derivan del gobierno escolar clásico. Así mismo, las relaciones entre docentes y estudiantes, lo mismo que entre los primeros, son de cooperación y de búsqueda conjunta de nuevos saberes. 105 Escuela, carnaval y construcción de lo público Desde hace 21 años la comunidad escolar de Los Soches participa en el proyecto interinstitucional Carnaval Soloriental, organizado por centros educativos del sector, con la dirección de un equipo de docentes denominado Tertulia Pedagógica. El Carnaval nació como una contrapropuesta a la fiesta foránea del halloween, es decir, el 31 de octubre, con el deseo de valorar formas nativas de fiesta y rechazar aquello que desde afuera se quiere imponer universalmente; esa es la postura de las integrantes de Tertulia Pedagógica. Y el objetivo general del carnaval es integrar la lúdica y lo artístico con lo conceptual, dando así posibilidad de otorgar mayor sentido y coherencia a las actividades pedagógicas que se realizan en la institución. Este proyecto surgió por la necesidad de valorar y validar elementos festivos de nuestra cultura: música, danza, literatura, mitos y leyendas, pero además pretende hacer visible, de manera crítica, problemas ambientales, políticas nacionales e internacionales, y momentos históricos. En los primeros años el carnaval contaba con la participación de pocas instituciones, escasos recursos e insuficientes elementos festivos; poco a poco ha ido involucrando a mayor número de docentes y de niños y gestionando recursos para la contratación de grupos musicales. Antes de la fusión de instituciones educativas (año 2002) participaron en el carnaval cerca de 13 escuelas, que para entonces eran instituciones autónomas. Este año han unido esfuerzos para su realización los maestros de los colegios La Belleza, Los Soches y Nueva Delhi. Hoy, El Carnaval Soloriental es reconocido como un proyecto de gran valor pedagógico en el Distrito Capital y ha recibido varias menciones y premios. 106 17 La experiencia pedagógica e investigativa del Carnaval Soloriental en su versión 2008 El tema seleccionado para ese año fue “América desde el Sur”. La elección del tema fue un proceso largo, que tuvo cierta similitud con la construcción de una agenda pública. En dos de los tres colegios se efectuaron actividades pedagógicas con niños y maestros explorando posibles temáticas e intereses. Finalmente, en una reunión del equipo de coordinación del carnaval, se tomó la decisión sobre el horizonte a partir del cual se analizaron las propuestas. Una vez definido, se profundizó en él, explorando las dimensiones y posibilidades que ofrecía para el carnaval. Este proceso evidenció gran reflexividad por parte de algunos actores, reflexividad que no es frecuente en la dinámica que caracteriza la vida escolar. Desde la misma preparación se buscó que el tema fuera un asunto público. El carnaval en el CED Los Soches es un eje curricular, y la escogencia del tema para el del 2008 convocó a los docentes a planear y estructurar un programa secuencial sobre tópicos de Suramérica, adaptado para cada grado, enfatizando, de acuerdo con lo convenido por los docentes, en “la hermandad histórica de nuestros pueblos”. Los maestros reflexionaron y aprobaron contenidos curriculares relacionados con los países suramericanos, sus canciones, banderas, riquezas naturales y platos típicos. Se resaltó la importancia de áreas concernientes como la hidrografía, ya que la región posee en sus ríos y lagos más de la cuarta parte del agua dulce del planeta; la biodiversidad en fauna y flora, exuberante pero sometida a incontrolada explotación industrial e incluso a la devastación; la selva amazónica, el pulmón más significativo del planeta; el petróleo y la minería, cuya explotación ha sido codiciada por compañías extranjeras. 107 Escuela, carnaval y construcción de lo público un pulpo “con sombrero gringo” que en cada tentáculo tuviera un país, y el Sol, basándose en un diseño indígena. Los muñecones fueron, pues, un minero, el pulpo, el mapa de Suramérica y el Sol. Para el trabajo de aula cada grado escogió investigar un país y lo expuso ante los demás alumnos del centro educativo; por su parte, cada maestra asumió el estudio de un periodo de la historia en Latinoamérica cuyos resultados luego presentaba a los otros docentes y a todos los estudiantes. En el transcurso del año los niños conocieron nombres, ubicaciones, problemas de los países suramericanos. Se logró trabajar integradamente y enlazar diversos saberes: geografía, literatura, historia, artes plásticas, música, gastronomía, etcétera. De manera simultánea al trabajo de aula, tres meses antes de la fiesta el colectivo de maestros deliberó sobre los materiales necesarios para el carnaval. Propusieron un rompecabezas con los países de América Latina, y que cada niño llevara una parte del mapa, distribuyéndose el trabajo y las responsabilidades. Se nombraron los cursos encargados de elaborar guacamayas, árboles, banderas, especies de flora y fauna. Así mismo, se propuso hacer 108 Durante el mes de octubre la escuela se convirtió en un gran taller donde niños, celadores, madres y docentes trabajaban con esmero. Todo era un ir y venir, un correcorre; surgían toda clase de preguntas, sugerencias, anécdotas, comentarios, comparaciones; todo era actividad, color, pegantes, cintas, cartulinas, papel; las figuras comenzaron a decorar las aulas de clase, los corredores, el patio, incluso la cocina y la sala de sistemas. Cerca de la mitad de los niños estaban frecuentemente en el patio; bajo el mandato de una tambora, unas veces con ligera llovizna, otras con sol radiante, los miembros de la comparsa seguían las instrucciones de la directora de coreografía y de algunas maestras, preparando el desfile y el baile correspondientes. En la víspera la escuela se transformó en un taller de manualidades. Desde la entrada se obser vaban muñecones y tocados que reflejaban fauna y flora terrestre y acuática, en general, la biodiversidad, todo ello 17 número de personas —y animales domésticos— salieron a las ventanas a saludar el desfile, y en las calles se miró con curiosidad y simpatía a niños y jóvenes. Al pasar el desfile frente a un jardín infantil, las maestras de esta institución motivaron a los pequeños para que saludaran y aplaudieran a quienes estaban de fiesta. con un toque especial de color. Los niños más grandes corrían de un lado para otro con el fin de ofrecer sus servicios y apoyo en los cursos de los más pequeños. Quienes formaban parte de la comparsa recibían con emoción sus atuendos, y algunos se preocupaban por el largo del vestido o por la talla de los alpargates. El día del carnaval los niños madrugaron a la escuela, nerviosos y expectantes; los integrantes de la comparsa llegaron al colegio con sus vestidos blancos; el resto inició la búsqueda de muñecones, banderas, tocados y demás elementos que llevarían al desfile, muy emocionados, pero expresaban preocupación porque aún les faltaba el maquillaje y las profesoras y madres de familia no daban abasto para atenderlos a todos. Se desplazaron en buses, y en el barrio Pinares se tomaron las calles, danzaron, mostraron sus trabajos y admiraron los de sus compañeros de otros colegios que también participaron. Niños, madres y docentes manifestaron un buen estado de ánimo y alegría, hubo derroche de color, de ritmo, de movimiento y de creatividad. Los maestros consideran que este año “se presentó una mejor socialización en la calle”. Un gran Cuando el desfile culminó en una plazoleta y frente a una tarima, creció el entusiasmo; los vecinos saludaron a quienes estaban de fiesta. Siempre se mantuvo firme el ánimo, en ningún momento se perdió el ambiente de rumba. Todos bailaron alegremente, especialmente las madres, que contagiaban con su entusiasmo y parecían no cansarse de bailar y reír, e incluso de cargar niños, muñecones, mapas y tocados. No hubo tiempo para fatigas o recesos. Los niños estuvieron contentos con el refrigerio y muy satisfechos con el helado, ellos tienen claro que la fiesta incluye la presencia y el disfrute de la comida. El baile de muñecones alrededor del “Sol”, y su quema, fue el ritual final con el que concluyó el carnaval. Los niños manifestaron que el carnaval versó sobre “lo de América del Sur, lo de los animales, lo de las plantas”; “porque acá cada año se trata un tema diferente, este año se trató sobre América del Sur”; “hacemos muñecones, viene una persona y nos ensaya una comparsa y salimos y bailamos”; “nos divertimos”. Al interrogárseles sobre qué hicieron en el carnaval, respondieron que “caminar, bailar”; “llevar muñecones”; “pintarse la cara”; “ver otros bailes”. Sobre qué les gustó: “que nos miren”; “toda la gente sale a ver qué es lo que está pasando”; “no nos quedamos en el mismo lado porque entonces no sería un carnaval”; “es chévere salir, caminar, bailar”; “hay gente que se une a bailar”; “vamos por toda la carretera, los carros casi no pasan”. Al preguntárseles sobre los comentarios que hicieron sus padres, una niña comentó que su mamá había dicho que ese fue “el día más feliz de su vida”. 109 Escuela, carnaval y construcción de lo público La construcción de lo público en el Carnaval Soloriental Con el fin de dar cuenta de los procesos de construcción de lo público en el Carnaval Soloriental, y para organizar y analizar la información fruto del trabajo de campo y de la experiencia pedagógica, se construyeron algunas categorías de análisis provenientes tanto de los referentes teóricos que enunciamos al comienzo del artículo, como del trabajo mismo de campo. Estas categorías son las que vamos a utilizar como herramienta expositiva en el capítulo: lo público en su relación con el Estado, lo público como publicitar, lo público como construcción de lo que nos afecta a todos, lo público como modalidad de acción colectiva, lo público como experiencia formativa y educativa, lo público y la ampliación de las fronteras de la escuela, lo público y el sentido de propiedad, y lo público, la participación y la ciudadanía. Lo público en su relación con el Estado Formación del Estado y formación del sistema educativo nacional se correlacionan estrechamente (...) Así, el Estado asignó a la educación en los países occidentales funciones públicas como la asimilación de culturas inmigrantes en los Estados Unidos, la promoción de los valores de signo católico en España, la extensión de la lengua nacional en Francia, etc., aunque en todos ellos la educación cumplió siempre, de mejor o peor modo, un triple objetivo común: (...) el desarrollo moral, cultural y político de la nación (Puelles Benítez, 2002:35). 110 En este contexto, […] la escuela moderna, vinculada a los proyectos de Estado-nación tanto en los países capitalistas como comunistas, ha desarrollado un mundo simbólico, ritual y festivo en relación con dichos proyectos, desde el siglo XIX. Esta labor se ha realizado normalmente desde el folclorismo, desde la construcción e invención de los valores nacionales por parte de los folcloristas a través de la selección y estilización de algunas expresiones populares (Miñana, 2002:371). 17 Así mismo, la Secretaría y su proyecto EscuelaCiudad-Escuela contribuyen indirectamente para el cumplimiento de los objetivos del carnaval, puesto que en las instituciones participantes en esta propuesta las salidas pedagógicas se planean aprovechando los recursos y lugares que se ofrecen a través de ese programa. Por su parte, los docentes reconocen el apoyo que reciben, pero algunos de ellos consideran que tanto la Administración Distrital como las instituciones no conceden todas las facilidades necesarias para la ejecución de esta actividad, ya que se requiere no solo financiación sino también procesos ágiles y flexibles para que los proyectos sean exitosos. De igual manera, en Los Soches los docentes plantean que dado el tamaño de la escuela su manejo administrativo les permite hacer uso de la autonomía y libertad de cátedra que les otorga la ley, juzgando que “esta autonomía no sería posible en un colegio grande, ni se asumiría plenamente sin el apoyo y acompañamiento de las directivas escolares”. Pero más allá de estas afirmaciones generales y de las declaraciones de principios, la escuela es un fenómeno complejo, diverso y multidimensional, que se ha desarrollado hasta con cierto nivel de autonomía de otros fenómenos sociales. La escuela de Los Soches es una institución educativa estatal; cumple una función social pública, pertenece y es financiada por la Secretaría de Educación del Distrito Capital, la cual, junto con la Alcaldía Menor de San Cristóbal, a través del Instituto de Cultura y Turismo de Bogotá y del proyecto Red de Eventos, aporta algunos recursos para que ella realice el Carnaval Soloriental. Los docentes asumen Los Soches como una escuela pública pero toman distancia frente a las políticas educativas, ya que, debido a su experiencia, a su escolaridad, y a los procesos de reflexión sobre educación y pedagogía que realizan de manera permanente, tienen una posición política crítica y deliberante. Es frecuente que discutan y analicen las políticas del Estado que atañen al funcionamiento de la institución, como en el caso de la construcción de megacolegios, que este año produjo incertidumbre en el trabajo y en la realización del carnaval, pues se les anunció que su CED iba a desaparecer y los niños serían enviados a uno de ellos. Finalmente, el hecho de que la escuela sea una institución estatal —a pesar de la distancia personal que puedan asumir los docentes—, de que los alumnos sean en realidad unos “administrados” por el Estado (la escuela 111 Escuela, carnaval y construcción de lo público es financiada por el Estado, regulada por sus leyes; los niños son obligados a ir a la escuela…), genera una paradoja muy compleja en la celebración de la fiesta: por un lado, el participar en ésta es un acto de libertad (nadie puede obligarle a uno a divertirse o no), pero el niño está supeditado a estar en la escuela y a participar en las actividades programadas; esta es una tensión que no se termina de resolver y que emerge con más fuerza entre los adolescentes y estudiantes de los grados superiores, quienes manifiestan su rebeldía no queriendo participar, o haciéndolo marginalmente o de manera diferente a como se acordó colectivamente o se sugirió desde el profesorado. Y esto tal vez sea así porque quede la sospecha para ellos de que, a pesar de la buena voluntad de los docentes, la fiesta, al incrustarse en el contexto escolar, se convierte en una fiesta del poder estatal, que utiliza “los poderes gratificantes de las fiestas para seducir a los súbditos, logrando su más obediente sometimiento” (Gil, 1991:169). Sin embargo, la fuerza de la fiesta, la efervescencia colectiva que produce (Durkheim) y termina envolviendo a todos, pareciera en algunos momentos hacer olvidar que estamos en la escuela, y que ese que baila alocado y disfrazado al lado mío ya no es el profesor, la autoridad que ordena lo que debo hacer a diario, y nos fundimos en el color, en la música y en la danza. Lo público como publicitar, hacer público Una dimensión que está en el origen del concepto de lo público es publicitar, entendiéndolo como dar a conocer, plantear públicamente, asumir el problema como asunto público. En el caso del carnaval, éste se publicita inicialmente desde Tertulia Pedagógica, motivando, invitando a la participación, y convocando 112 a los colegios. La estrategia para publicitar el evento, en todos los niveles, es oral. Este manejo verbal permite elegir el tema, buscar y obtener financiación, programar talleres y conferencias, establecer compromisos, definir el diseño y asumir responsabilidades solidariamente. Casi nada se comunica por escrito. La toma pública de decisiones, las publicaciones y videos que se han hecho, y la trayectoria del carnaval, ha permitido que el evento tenga reconocimiento. Además, el carnaval se hizo público (se publicitó) gracias al premio otorgado por el IDEP, lo que le ha servido para contar con mayor apoyo de la Administración. La toma de las calles hace visible y preconiza el carnaval; allí se presentan y comparten expresiones artísticas, el trabajo interno de las escuelas, el resultado de las reflexiones, los conceptos y los procesos planteados. Hasta los animales domésticos observan con atención cuando desfila el carnaval. Los vecinos, algunos de ellos desde hace más de 15 años, lo esperan con expectativa. 17 Así mismo, el carnaval se relieva ante los vecinos por líderes comunales, tal es el caso de un miembro de la Junta de Acción Comunal de Nueva Delhi, quien el día del desfile, megáfono en mano, invitaba a los habitantes del sector a recibir las comparsas. En últimas, las instituciones educativas se hacen visibles ante diferentes públicos, y ante ellos presentan el trabajo colectivo y proponen el uso de la ciudad no sólo como espacio pedagógico sino como lugar de goce y encuentro. La fiesta, al igual que lo hacen los medios de comunicación, un comunicado oficial, una carta, o una clase dictada por uno de los docentes que participan en el carnaval, es un fenómeno comunicativo. Mas, ¿en qué se diferencia de éstos?, ¿qué tipo de comunicación establece el carnaval entre estudiantes, profesores, padres y públicos? Mientras que los demás tipos de comunicación son más bien instrumentales (se refieren semánticamente a objetos externos a la relación comunicativa), la fiesta es básicamente un tipo de comunicación expresiva, es decir, no se orienta principalmente a proporcionar referencias semánticas a objetos externos (que sería tal 113 Escuela, carnaval y construcción de lo público vez el esfuerzo pedagogizador del carnaval, en el cual se pretendió que los niños aprendieran sobre América Latina), sino a reproducir o reestructurar las relaciones comunicativas y sociales. Y “sólo la comunicación expresiva, y nunca la instrumental, puede crear nuevas relaciones sociales, haciendo emerger una nueva realidad pública, otra comunidad moral” (Gil, 1991:37). Por lo tanto, la eficacia de la fiesta escolar no reside tanto en los aprendizajes académicos, en la dimensión instrumental de la enseñanza, sino en la transformación de las relaciones entre los estudiantes, entre los estudiantes y los profesores, entre los profesores, y entre todos ellos y su entorno. Lo público como construcción de lo que nos afecta a todos y como modalidad de acción colectiva Construir lo público implica convencer a la mayoría de que el asunto del cual se trata, incumbe o compete a todos. Al elegir el tema del carnaval se trata de abordar una problemática que vaya más allá de lo local; que sea pertinente con la situación actual; que afecte, motive o interese a todos —por ejemplo, el agua, los recursos naturales, la localidad—, etcétera. Aunque en Los Soches el equipo de docentes está convencido y comprometido con un carnaval sin exclusiones, en instituciones como La Belleza la situación es diferente, algunos afirman que “este proyecto es de quienes lo lideran”, ya que de acuerdo con una de ellas, “no asumen el compromiso requerido para hacerlo suyo”. Los niños de primaria manifiestan su interés por el carnaval y piden su realización, mientras que un pequeño número de estudiantes de bachillerato, por diversas causas, se interesan por otras actividades y confiesan que no les compete. 114 Inicialmente los padres no logran entender el proyecto en su conjunto. Algunos cuestionan los temas que se toman como eje del currículo, opinando que no corresponden a lo que deben aprender sus hijos. Por ejemplo, uno decía: “yo no entiendo por qué los niños de primero están hablando de los países de Suramérica”. Sin embargo, al finalizar el año, este mismo padre celebraba el disfrute y el compromiso de su hija al abordar el tema mencionado. Las acciones colectivas no siempre son públicas. J. Dewey, citado por Daniel Pecaut (2001), argumenta que “lo público” se manifiesta en los actos de individuos o grupos y sus consecuencias llegan hasta sectores sociales que no están comprometidos en dichos actos, siendo lo público producto de los acuerdos entre individuos y colectivos que interactúan. En los términos mencionados se enmarca el Carnaval Soloriental, el cual es una acción colectiva pública ya que los actores, cada uno en su papel, interactúan y asumen unas tareas que los benefician a ellos y a los vecinos del sector no relacionados con las comunidades educativas. Para cumplir los objetivos del carnaval, los participantes deliberan permanentemente y establecen acuerdos, esto es, llegan a consensos, ya que éstos se requieren para consolidar una acción colectiva. Pero además, los maestros se reúnen con el propósito de estudiar y desarrollar las bases teóricas que fundamentan el proyecto. No obstante, se presentan situaciones donde la acción colectiva puede ser amenazada por criterios o acciones unipersonales. Tal es el caso del Colegio La Belleza, donde el rector arbitrariamente decidió que esta institución no participara en el carnaval, generando descontento entre unos docentes y creando divisiones y un ambiente hostil dentro de la institución. Se hicieron esfuerzos colectivos tratando de resolver los problemas generados y al final se resolvió el conflicto mediante la intervención del Cadel. 17 Igualmente, en las instituciones se presentan otro tipo de inconvenientes, especialmente relacionados con la visión que tienen los maestros sobre la organización escolar: “Entre las dificultades que ha tenido el desarrollo del carnaval se cuentan las relaciones entre las jornadas de la mañana y la tarde en los colegios en los que solo una de ellas participa de éste. Tienen conflictos por la decoración del salón, y visiones muy diferentes sobre el halloween” (Diario investigador). A diferencia de lo que ocurre con el halloween, que no demanda un colectivo que lo prepare, el carnaval es una fiesta colectiva desde su inicio: “Aun cuando los muñecones se elaboraron de manera colectiva, al momento de salir, cada uno cogió el que quiso. No se dio por procesos individuales, sino que entre todos pintaron, cortaron e hicieron lo que había que hacer” (Diario docente). Así pues, el carnaval se configura como un espacio de acción para pensar, proponer, planear, ejecutar y evaluar en colectivo, espacio que se enriquece con las expresiones individuales. “El Carnaval pone a todos a trabajar juntos”. Lo público como experiencia formativa y educativa La mayoría de las celebraciones escolares y de las fiestas organizadas por los adultos para los niños y jóvenes, tienen poco de fiesta. La fiesta como juego, disfrute por el disfrute, gresca y desorden, dilapidación de energía y recursos, es considerada por el pensamiento moderno como algo inmoral, una pérdida de tiempo, como un obstáculo al desarrollo económico, a la productividad y al progreso (Delgado Ruiz, 1992:97114). La celebración escolar es una fiesta cuidadosa y explícitamente domesticada y controlada: forma parte del proceso pedagógico, de la formación e inculcación de valores, de la misión civilizadora de la escuela, aunque con frecuencia se salga de las manos de los maestros y aparezcan “excesos” aprovechando el entusiasmo festivo (Miñana, 2002:372). 115 Escuela, carnaval y construcción de lo público El carnaval es un proyecto cultural y pedagógico que se convierte en el eje curricular en Los Soches. A partir del tema del carnaval se definen acciones pedagógicas, se buscan estrategias y se abordan contenidos enmarcados en el PEI, haciendo uso de la autonomía que otorga la ley a los colegios. A medida que avanza el año escolar, en Los Soches hay transformaciones. Cambian los actores, las acciones y las relaciones. Al igual que en años pasados, el carnaval de 2008 permitió replantear y transformar las prácticas pedagógicas, integrando haceres y saberes en el proceso de aprendizaje, procurando la confluencia del pensar y el sentir, privilegiando una mirada crítica alrededor de lo que sucede en nuestros países. A lo largo del año los actores cambian sus papeles: los niños se vuelven maestros, hacen gala de sus aptitudes, investigan, proponen, opinan, escriben, diseñan, construyen y asumen otras actitudes frente a su compromiso escolar. Los maestros, a la vez que orientan el aprendizaje de los niños, se transforman en aprendices, reconocen la necesidad de indagar sobre nuevos temas, nuevas formas de expresión simbólica, nuevos materiales y técnicas artísticas. Los padres se hacen participes del carnaval de una forma espontánea y, a medida que avanza el proyecto, se comprometen más con el desarrollo de sus hijos, quienes encuentran temas variados para sus conversaciones, “tienen proyectos en común”: “Motivar a la participación activa de los padres de familia nutre y enriquece las relaciones interpersonales de diferentes estamentos de la comunidad educativa, así como a todo un proceso de aprendizaje significativo mutuo, además se fortalecen lazos de sentido de pertenencia hacia la institución” (Diario docente). Las acciones y la dinámica escolar se van transformando a lo largo del año, se hace a un lado la rigidez de las horas clase, de los grados, de los espacios. Lo que inicialmente es indagar, exponer, proyectar películas, elaborar carteleras, elaborar recorridos acordes con el 116 17 tema del carnaval, se convierte en un taller festivo que puede durar varias semanas. Así mismo, el carnaval torna lúdicas las actividades y espacios de aprendizaje, generando relaciones donde cada uno es reconocido por su singularidad y aporte para consolidar un trabajo en equipo. Todo el colegio estaba reunido en un salón grande del 2.º piso, en donde cabían todos los cursos sentados. Cuando llegué ya habían pasado preescolar, 1.º y 2.º, y comenzaba 3.º, que había escogido a Argentina. La primera en pasar fue una niña que leyó algunos datos geográficos, la extensión y la población, de una cartelera que otro niño sostenía junto a ella. Después de la niña, la profesora de 3.º complementó mostrando un mapa de Suramérica en el que estaba resaltada Argentina, habló del clima del país y nombró su capital (Diario investigador). La fiesta abre un campo fecundo en las relaciones entre escuela y cultura, incorporando modalidades no escolares de socialización. La escuela se enriquece con formas de aprendizaje que habían sido excluidas de sus muros por las miradas academicistas y enciclopedistas, como las que parten de la vivencia, del aprender haciendo, del contacto intergeneracional —en especial con los “mayores” y “sabedores”—, del aprendizaje contextualizado, y en los lugares apropiados para ello, del aprender como un participar cada vez más activamente y con mayor propiedad en una comunidad de practicantes... Y viceversa, la fiesta puede enriquecerse con los recursos tecnológicos, simbólicos, de la escuela, y en especial, del aporte y vitalidad de los jóvenes, niños y maestros. Habría que despreocuparse un poco de la obsesión didáctica que sufren la mayoría de educadores respecto al hecho festivo porque, como dice Manuel Delgado, el rito y la fiesta es de por sí “un contrato, un plan de orientación y un manual de instrucciones para experimentar el mundo (…) La dimensión festiva de los grupos humanos [es] como un colosal aparato 117 Escuela, carnaval y construcción de lo público pedagógico, donde los individuos psicofísicos aprenden cómo interpretar su experiencia del mundo de acuerdo con los imperativos culturales de la comunidad donde se integran” (1992:84-85). Y esta didáctica festiva tiene poco que ver con programaciones, formulaciones de objetivos, diseño instruccional, explicación de los orígenes, investigaciones históricas... Tiene más que ver con la pragmática, con la performance, con la actuación, con los cuerpos en acción (Miñana 2002:380). Lo público y ampliación de las fronteras de la escuela La mayoría de las veces la fiesta escolar es una celebración cerrada, dentro de sus muros, y a la que en ocasiones se invita a los padres. El Carnaval Soloriental amplía las fronteras de la escuela buscando nuevos escenarios de aprendizaje, puesto que se programan frecuentemente actividades como salidas, uso de Internet, invitación a personas expertas en el tema del carnaval, y presentación de videos, entre otros. Así, desaparecen esquemas organizativos preestablecidos, las instituciones y las comunidades educativas interaccionan libremente tras un objetivo común. Como el carnaval pretende incidir en la transformación social de los individuos, los esquemas pedagógicos se orientan a la formación crítica y responsable de estudiantes y docentes. Se tiene en cuenta principalmente el entorno, pero se reconoce y examina lo que ocurre más allá y se analiza en función de la incidencia que tiene sobre el contexto, “con la participación de los niños, quienes afirmaban que últimamente escuchaban los conflictos que ha tenido nuestro país con Venezuela y Ecuador, que limitan con Colombia” (Diario docente). No solamente se rompen las fronteras externas de la escuela sino también las internas: entre cursos, salones, materias y asignaturas. “Incluso se logra trascender las fronteras legales, al modificar las jornadas” (Diario docente). Para lo anterior, en este día reunimos a los dos grados motivando un conversatorio donde los niños de grado 3.º les contarían con sus propias palabras y naturalidad a los niños de 1.º todo lo que han aprendido de nuestro país (Diario docente). Cuando se trata de participar en un trabajo ni siquiera se pregunta: ¿éste de qué curso es? (Diario docente). 118 17 El carnaval ha ido más allá de la escuela, sobre él se han hecho investigaciones, dadas a conocer en publicaciones, videos y numerosas presentaciones, e incluso ha sido galardonado como una experiencia pedagógica exitosa no sólo en la localidad sino que también distritalmente. El día que desfila, el carnaval se toma “el espacio público”, lo transforma en escenario artístico, en sitio de aprendizaje, encuentro y goce, que deja de ser vía de transporte para transformarse en un río festivo de niños y jóvenes danzantes, mostrando sus coloridos tocados, muñecones y comparsas. Y la fiesta se extiende más allá de los participantes directos, involucrando a los habitantes del sector: vecinos, estudiantes de jardines infantiles, organizaciones barriales, ex alumnos de los colegios y amigos y amigas del carnaval, quienes además de observadores en ocasiones participan de los bailes. Sin embargo, existe cierto temor sobre la seguridad misma de los niños el día del encuentro, argumentado en la cantidad de personas y en los problemas que genera un espacio público no siempre seguro. Personalmente me parece interesante la posición que asumen las profesoras respecto al carácter público del carnaval; por un lado, les asusta la calle (el espacio del carnaval), allí los niños pequeños de Los Soches pueden sufrir las agresiones de los niños de otros colegios, ya que por el carácter público del carnaval no se tiene control total sobre los participantes: “hay gente que se mete al carnaval, sin formar parte de él, y entonces, grave, se pierde lo que se ha hecho”. Sin embargo, al unísono reconocen que este contacto es importante para “visibilizarse”; “mostrarse a los otros colegios”; “hacerse ver” (Diario investigador). El carnaval trasciende las aulas, los muros de la escuela, los horarios acostumbrados; llega al vecindario, a la localidad y a la ciudad, convirtiéndolos en espacios de aprendizaje. Convoca a nuevos actores, como talleristas, músicos, expertos, dando la oportunidad a niños y docentes de ampliar sus horizontes cognitivos y afectivos. La aparición de la escuela en un medio hostil, como lo es el mundo de las relaciones “en público” (Delgado, 1999), caracterizadas por el anonimato, por la 119 Escuela, carnaval y construcción de lo público inseguridad, por la desconfianza hacia el otro, introduce una nueva reflexión sobre lo público y el carnaval escolar. Él se realiza no sólo en una vereda, entre vecinos, como en Los Soches, sino que irrumpe en la cotidianidad de la gran ciudad. De ahí el temor permanente de las maestras —especialmente las responsables de los niños más pequeños— por la seguridad de éstos. Pero también es importante señalar que el carnaval es hoy fundamentalmente una fiesta urbana, propia de las grandes urbes, y que las relaciones sociales a las que invita no se refieren únicamente a las comunitarias, sino a las del espacio público, el anonimato, la copresencia y co-corporalidad. En relación con lo anterior, el Carnaval Soloriental irr umpe en los barrios del suroriente bogotano resignificando y reinventando el espacio público. En el desfile la situación de conflicto con el conductor de una buseta, o la invasión lúdica y gozosa por parte de los niños y jóvenes de espacios que, siendo públicos, normalmente están vedados para ellos (vías públicas dominadas por vehículos), es una ampliación no sólo de las fronteras de la escuela sino del espacio público para nuevos actores y nuevos usos. Tal como señalamos, el tipo de comunicación expresiva que caracteriza lo festivo y lo ritual rompe, traslada, muta las fronteras [es el tema de la liminalidad en el antropólogo británico Victor Turner (1988)]. Y no sólo las de la escuela, sino sobre todo, los umbrales que marcan las relaciones sociales: entre quien tiene la autoridad y el que debe obedecer (profesor/estudiante), entre quien cuida el colegio y aquél que trabaja como educador (celador/profesor), entre el padre y el maestro, entre el niño y el adulto… La fiesta crea puentes inéditos, novedosos, locos, a manera de un laboratorio social donde se experimentan nuevas relaciones sociales. Finalmente, vale la pena señalar aquí la tensión entre el Carnaval Soloriental y el halloween, que se celebran el mismo día. En este caso el carnaval surge no al servicio o como una extensión del halloween, sino en oposición y reacción a él. La escuela —especialmente los profesores— adoptan una posición crítica frente a un tipo de fiesta que se percibe como exterior a la escuela y a sus intereses de formación desde una perspectiva ideológica específica; esto, paradójicamente, aunque fueron precisamente las escuelas las que promovieron inicialmente esta fiesta en Bogotá (Miñana, 2006). El 120 17 peso del halloween, una fiesta en ascenso en la ciudad, se percibe también en la cotidianidad del carnaval y de alguna manera lo refuerza. Eso fue evidente, por ejemplo, en el desfile, cuando muchos niños disfrazados con motivo del halloween parecían participantes del carnaval Soloriental, y no de aquél. El impacto de una fiesta cuidadosamente organizada, a diferencia del halloween que no lo es por alguien, se impone en esos momentos sobre el halloween, aunque al terminar el desfile, es este último el que lo hace a lo largo y ancho de la ciudad. Lo público y el sentido de la propiedad El carnaval tiende a realzar el sentido de pertenencia de los niños, ellos invocan que les pertenece. Viven el sentido de propiedad del evento desde el instante mismo en el que participan en la definición del tema, pero también lo hacen cuando investigan, pintan, elaboran muñecones, preparan la comparsa y, especialmente, cuando se recrean el día de la fiesta. Sobre el carnaval los niños opinan que: “hacemos muñecones, gorros, bailamos, ensayamos los bailes”, “hacemos tocados, exposiciones” [se refieren a las exposiciones hechas por los profesores y alumnos], “los muñecones los llevamos así y los metemos por todos lados, pa’ que sepan [sic] de qué colegio son y eso”. En este tiempo, últimas tres semanas antes de la fiesta, se evidencia un trabajo arduo entre estudiantes y docentes, un ir y venir, un corre-corre, preguntas, sugerencias (…) es tanto el sentido de pertenencia hacia esta actividad, que la señora Florecita, de oficios varios, y los señores vigilantes, hacen parte de este trabajo arduo, pues con su colaboración y ayuda pasan a hacer parte de una gran familia de artistas creativos (Diario docente). Aunque la mayoría de docentes afirman que el carnaval les pertenece a ellos y a sus instituciones, algunos aducen que “es de Tertulia, de quienes lo organizan”, desentendiéndose de él. “Existen docentes que lo ven como propiedad exclusiva de otros, para disfrazar la pereza propia. El carnaval es de los niños, de todos, nuestro, de la comunidad educativa” (Diario docente). El nivel de compromiso y participación lleva a que los docentes sientan el carnaval como propio. Sin embargo, esta apropiación no conduce a que lo crean parte de su patrimonio, ni a que lo utilicen para beneficio particular. El carnaval es de todos, de la comunidad educativa que lo construye y se beneficia de él. 121 Escuela, carnaval y construcción de lo público Más aún, la fiesta popular es tal vez uno de los bienes más públicos: De acuerdo con las categorías conceptuales del análisis económico más ortodoxo, la fiesta debe ser clasificada como uno de los más característicos bienes públicos, de cuya realización se benefician no sólo sus protagonistas titulares, que han invertido en ella tiempo, trabajo, esfuerzo, dinero y muchos otros recursos escasos, sino todos los demás asistentes que puedan llegar a presenciarla sin haber tenido que aportar esfuerzo alguno, dada la inevitable aparición de externalidades positivas (o beneficios compartidos en común con todos los demás actores externos), que de la fiesta inmediatamente se derivan (Gil, 1991:163). Lo público, la participación y la ciudadanía Las modalidades de participación en el carnaval son diversas; mientras que las maestras de Tertulia Pedagógica se encargan de gestionar, organizar y hacer contactos, otros docentes se comprometen con el proyecto dentro de las instituciones. En el caso de Los Soches y Nueva Delhi, todos trabajan; en La Belleza algunos participan, otros no. 122 En 2008 el carnaval logró involucrar a los padres, ya que en años anteriores su presencia y participación fue escasa. Sin embargo, aparte de Los Soches, en los otros colegios que participan no se ha logrado motivarlos ni hallado estrategias adecuadas para que comprendan la actividad y se relacionen con ella. La respuesta de los padres al carnaval en Nueva Delhi ha sido de resistencia. No solo al carnaval, sino en general a las nuevas metodologías propuestas. Los conflictos con ellos han generado traslados y cambios de colegio. Las profesoras dicen que se hace necesario estar justificando permanentemente el carnaval y la metodología frente a los padres (reunión de Tertulia Pedagógica). Los niños de Los Soches asumen el carnaval como propio, lo ven como el evento más importante del año escolar. Sin embargo, no fue posible motivar a algunos jóvenes de secundaria. Los docentes plantean que estos pocos adolescentes no se sienten atraídos por él ni quieren dedicar su tiempo a esta actividad, lo que evidencia la necesidad de buscar nuevas estrategias, en especial en el proceso de preparación del carnaval, dándole un carácter más festivo y menos académico a esta fase del 17 proyecto, permitiendo que ellos decidan y ofreciéndoles mayor autonomía. El diseño colectivo y unificado del carnaval tal vez no deja margen suficiente para expresar individualidades, identidades y diferencias que los adolescentes y jóvenes están tratando de construir en oposición a los adultos y profesores. Como señalamos en un artículo anterior (Miñana, 2002:374-375), el Carnaval Soloriental es una iniciativa que surgió en un marco de cambio ideológico y de crítica cultural al folclor y a la escuela como institución que se produjo en los años setenta y comienzos de los ochenta, una reelaboración o reinvención de la tradición popular, ligada a algunos movimientos de izquierda y a grupos que habían sido silenciados e invisibilizados durante años y que se apropiaron de las mismas escuelas que anteriormente los habían negado, para impulsar sus proyectos o aspiraciones identitarias, sociales o políticas. Se produce un activismo cultural ligado a movimientos sociales y de izquierda que va a tener también su expresión en el campo de las relaciones entre fiesta y escuela, encuentro éste que se revela también como un lugar de lucha ideológica, de confrontación y a veces de convivencia entre posiciones distintas, es decir, un espacio de construcción de ciudadanía. asociaciones de padres y madres de alumnos, no se puede seguir confundiendo la escuela pública con la escuela estatal: La escuela estatalista puede ser, y con frecuencia ha sido, dogmática y adoctrinadora. La escuela pública ha de poner en manos de la comunidad educativa la gestión de los centros (…) La escuela pública es una filosofía, un concepto educativo y un modelo pedagógico. Supone reconocer el derecho de todos a la educación y adoptar las medidas presupuestarias y legales para hacerlo efectivo (…) La escolarización obligatoria y gratuita es un requisito previo para la escuela pública, pero no deben confundirse, en modo alguno, ambos conceptos (Ceapa, 2008). La cualidad que hace que una experiencia sea genuinamente “educativa” es la misma que logra que ésta sea pública, lo cual permite pensar lo público desde la especificidad de la práctica pedagógica. Se trata de una cualidad que debe ser valorada a partir de la naturaleza de las interacciones que genera, de sus efectos sobre los sujetos (esto es, en el tipo de sujetos que coadyuva a construir) y de su contribución a la definición y potenciación de unos intereses comunes definidos de manera libre y democrática. Fiesta y escuela se constituyen en una especie de ‘laboratorio’ social y cultural donde, especialmente algunas maestras y maestros, como líderes culturales, exploran, experimentan, inventan y recrean nuevas relaciones entre escuela y sociedad. Estos cambios en las formas de transmisión e interacción, tanto en la escuela como fuera de ella, transforman así mismo la escuela y la fiesta (Miñana 2002:380). La escuela pública no es algo realmente existente, sino más bien un “deber ser” y, en este sentido, algo a ser tanto defendido como construido. Como señala el manifiesto “En defensa de la escuela pública”, de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa) y que agrupa a 12.000 123 Escuela, carnaval y construcción de lo público Bibliografía Bobbio, Norberto. “Pubblico/privato”, en Enciclopedia, Torino: Giulio Einaudi, 1980, pp. 401-415. Cefaï, Daniel; Dominique Pasquier [editors]. Les sens du public. 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Estudiante de segundo semestre de arquitectura, Universidad de los Andes, Bogotá. *** Licenciada en Educación, Especialista en Pedagogía y Docencia Universitaria, Maestría en Educación, docente. Resumen El presente artículo resume parte de la investigación realizada para el IDEP con el objetivo de mostrar la relación que une a los derechos colectivos, entre los cuales el espacio público integra otros como el patrimonio cultural, medio ambiente y ética pública, con la “pedagogía ciudadana” y con la formación de los niños y adolescentes en edad escolar. Se resalta la importancia de la comprensión integral del concepto de espacio público, que involucra no solamente su función de configurador de la ciudad sino también la de fusión sociocultural, ambiental, histórica y simbólica. Dentro de él se ven claramente tres componentes: el espacial y funcional, que habla de su estructura y composición; los valores patrimoniales tangibles e intangibles, y los valores éticos —de comportamiento adecuado con el lugar y con los otros—. El propósito es el de enseñarle a los niños estos temas, con su grado de complejidad según su escolaridad, mediante actividades lúdicas en espacios públicos, conociendo sitios, dibujando, realizando ejercicios sobre propuestas hechas por ellos, de manera que los concientice sobre valores éticos más complejos; estos ejemplos se ven en varios lugares del mundo, una nueva forma de enseñar a través del juego, la pintura, la literatura, el juego de actuaciones. Palabras claves: espacio público, patrimonio, medio ambiente, ética, pedagogía ciudadana, formación de los niños en edad escolar. Abstract This article summarizes part of the investigation realized for the IDEP with the objective to show the relation between the collective rights, in which the public space integrate others like the cultural patrimony, environment and public ethics, with the “citizen pedagogy” and with the education of boys, girls and adolescents in scholar period. The importance of integrally understanding the concept of public space is emphasized and shows that it involves not only its function of builder of the city but also as a cultural, environmental, historical and symbolic function. Three components settle down clearly: first of all, the space and functionality which speaks of the structure and composition of the public space, the tangible and intangible patrimonial values, the ethical values, and the adequate behavior with it surrounds and to others. The purpose is to teach the children these subjects with the level of complexity according to its schooling; through playful activities in public spaces, discovering new places, drawing, realizing exercises towards new ideas and until it gives them a conscience of better ethical values. These examples are seen in several places in the world as a new way of teaching through games, painting, literature, and role plays. Key words: public space, patrimony, environment, ethics, citizen pedagogy, formation of scholars boys and girls. 17 Presencia del espacio público en la escuela: la ciudad y los espacios públicos, aulas de nuevos ciudadanos A través de los siglos el espacio público ha incidido tácitamente en la vida de todos en lo afectivo, lo histórico, lo político, lo cultural, lo social y lo recreativo. Parques, avenidas, callejones y plazas son lugares donde se desenvuelve la Historia, suceden historias afectivas y amorosas, se discuten ideologías y se mueven siluetas que con movimientos acompasados silenciosamente se comunican entre sí. El espacio público es un lugar que convoca a unos y otros a vivir juntos bajo el principio de equidad. Por lo anterior, se hace importante en ciudades como la nuestra acercar a los niños y jóvenes al espacio público, con el fin de que sea el vehículo que haga posible una mejor relación consigo mismos, con su entorno y con los otros, en el marco de los derechos colectivos. Es evidente que, a través de un ejercicio pedagógico, mediante un proceso de enseñanza-aprendizaje intencionado, dialéctico y participativo, se podrá comprender que cada lugar es una oportunidad para valorarse, reconocer al otro y generar pertenencia en un tiempo determinado, cargando de significado lo que nos constituye como sujetos históricos, sociales y culturales, y dándonos la oportunidad de trascender gracias a la identidad construida. En el mundo cada día se hace más evidente la existencia de problemas de diversa índole; entre los más importantes y reiterativos están los relativos a la violencia y el deterioro de la calidad del medio ambiente, los cuales se pueden asociar de manera directa con los valores sociales y culturales básicos de la sociedad y que, por razones de procesos urbanos en los que los intereses individuales priman sobre los generales, han hecho que éstos se hayan ido perdiendo. La paulatina ausencia de valores como la solidaridad, la equidad, el respeto por las personas y por el medio ambiente, la interculturalidad, entre otros, han hecho del mundo de hoy un mundo intolerante y desinteresado. Adicionalmente, el enfoque de crecimiento de las ciudades ha dado históricamente prioridades diferentes al fortalecimiento de la familia, la comunidad y el barrio. Sólo hasta ahora se empieza a reflexionar sobre el enfoque de estructurar una ciudad sobre la base de lo público y de la calidad del medio físico; anteriormente, por el afán de dar solución a necesidades básicas, no se pensaba en la calidad de vida. Resulta necesario tener en cuenta que esta clase de problemas sociales y culturales se dan en todo el mundo, pero en países como Colombia el problema se magnifica dado que las diferencias sociales y la desigualdad son 127 El espacio público visto por los niños y los jóvenes mayores; los recursos y la infraestructura menores, y la necesidad ha llevado a las personas a actuar sin pensar en el otro. Adicionalmente, hay una carga cultural de Occidente tendiente al capitalismo, al consumo y a la competencia entre individuos, a diferencia de Oriente, en donde tradicionalmente los procesos se basan en el trabajo común, el respeto por el trabajo del otro y la necesidad de construir colectivamente. Estos antecedentes hacen énfasis en la importancia y necesidad de aplicar una metodología pedagógica más participativa, recursiva y lúdica, de los procesos urbanos, mediante la cual sea posible enseñar y promover una serie de valores que hagan de las futuras generaciones de ciudadanos colombianos personas con altos índices de cultura ciudadana. El espacio público generalmente es comprendido desde una visión urbanística y física, y definido como una “dimensión estructurante y articuladora de los sistemas urbanos y territoriales”1. Por lo tanto, es de suma importancia resaltar que el espacio público no puede tener una definición ni visión únicas. En razón del punto de vista y del saber desde donde se aborde la discusión, tiene tantos componentes que debe ser contemplado de manera integral y sobre todo humanista, de ahí que haya surgido un gran número de visiones sobre el espacio público, incluso opuestas, o que rescatan elementos antagónicos de él. Un ejemplo es Alexander von Humboldt, quien desde su visión de naturalista lo entendió a partir de los elementos naturales, por lo cual los espacios públicos de las ciudades se debían caracterizar por la conservación y el respeto tanto de la flora como de la fauna original, cuestionando la integralidad del concepto actual del Plan Maestro de Espacio Público. Hay también quienes, como la antropóloga Mónika Therrien, consideran el espacio público como la manifestación de la nostalgia por el 1 Decreto 215 de 2005, artículo 3. 128 paisaje, refiriéndose a que en las ciudades modernas los paisajes verdes y abiertos han ido desapareciendo para darle paso a construcciones de todo tipo. Desde lo sociológico, en cambio, el espacio público es entendido como el lugar donde los individuos tienen la libertad de establecer contacto, o distanciarse. De esta manera, son características del espacio público una integración parcial, un sistema social abierto y la interacción entre desconocidos (Bahrdt, 1969). A partir de entonces es posible evidenciar unas primeras aproximaciones al espacio público que se alejan en gran medida de lo estrictamente físico, lo que ya nos hace pensar que tal vez los elementos constitutivos de este espacio hagan referencia a categorías diferentes a las estrictamente urbanísticas y estén más relacionados con temas de índole social, política, ecológica, histórica y cultural. 17 Así, es posible identificar también a profesionales como el arquitecto argentino Horacio Gabriel Pucheta Lascano, quien no da una definición muy específica ni literal sobre espacio público, sino que, por el contrario, se encarga de descomponer dicho espacio hasta develar cada uno de los elementos que lo componen, encontrando, en espacios como los parques, lugares en los cuales las personas se relacionan con otros y con la naturaleza. Ejercicios de Educación Medioambiental Jardín Botánico. Programa “Diseñando”, Universidad de los Andes. En el mundo se están dando ejemplos muy interesantes sobre el aprendizaje del espacio público mediante la experimentación, el juego, la literatura y el arte. Dicho aprendizaje se puede lograr en los mismos espacios urbanos donde los niños son protagonistas, ya que la interacción permite exponer sus comprensiones acerca de sus funciones, usos, cuidados y valor simbólico. Los niños son capaces de proponer, crear, transformar y administrar lugares desde su propia perspectiva. Este proceso resulta vital implementarlo en los niños y adolescentes para iniciar su proceso de cultura ciudadana, en busca de un mañana con mujeres y hombres más conscientes, participativos y éticos con los lugares y con los otros. Dibujos de niños de 2º grado en las Torres del Parque. Programa “Diseñando”, Universidad de los Andes. Parque Tercer Milenio, Bogotá. 129 El espacio público visto por los niños y los jóvenes La ciudad es un escenario de aprendizaje fundamental y debe convertirse en aula de niños, jóvenes y adultos. Es vital que la visión individualista se transforme y tengamos ciudadanos más participativos, conscientes, defensores de los medioambientes e involucrados en la transformación humana de la ciudad. En este proceso se dan los acuerdos ciudadanos y los equilibrios y equidades que permiten la vida comunal y restablecer el valor de la familia; lugar de encuentros y desencuentros2 que le brinda a sus moradores identidad como grupo social3. Como se mencionó, resulta fundamental enfatizar que su comprensión involucra tantos componentes del comportamiento humano que, convertir el espacio público en aulas de aprendizaje sobre la relación con el medio natural y urbano y con los otros, aumentará los valores de equidad, interculturalidad, tolerancia, entre otros, y que, a futuro, esas generaciones, contagiadas de una nueva visión de la sociedad, construirán unas ciudades más amables, gozarán de espacios más estimulantes y llenos de naturaleza con sentido de pertenencia, y reirán entre amigos del barrio y familiares. 2 Plan Maestro de Espacio Público, Documento Técnico de Soporte, tomo 2, p. 19. 3 Ibíd. 130 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación Citizenship, society, culture, education Jorge Enrique Londoño Pinzón* Marcos González Pérez** Julio César Goyes Narváez*** * Docente Investigador de la Escuela de Cine y Televisión - Facultad de Artes y del Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura- IECO, de la Universidad Nacional de Colombia. ** Docente Investigador del Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura- IECO, de la Universidad Nacional de Colombia. *** Docente investigador del Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura IECO, de la Universidad Nacional de Colombia. Resumen Este artículo se presenta en el marco de la investigación de pedagogía ciudadana que se adelanta en desarrollo del contrato interadministrativo No.120 del 2008, suscrito entre el Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (IDEP) y la Universidad Nacional de Colombia (Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura, IECO). El texto consta de tres partes, formuladas desde lo social, lo conceptual, lo comunicativo-emotivo y lo educativo, surgidas de los debates realizados internamente por los autores para contribuir a la formulación de criterios teóricos, conceptuales y metodológicos en el diseño de rutas pedagógicas para impulsar procesos de aprehensión de cultura ciudadana. Palabras Clave: ciudadano, sociedad, cultura, educación, agente social, habitus. Abstract This article appears within the framework of the Citizen Pedagogy investigation advanced by the IDEP. The text consists in three parts taking in account the social, the conceptual, the communicative-emotional and the educative view, as a result of intern debates realized by the authors to contribute to the formulation of theoretical, conceptual and methodological criteria in the design of pedagogical ways to impulse processes of apprehension of citizen culture. Keywords: citizen, society, culture, education, social agent, habitus. 17 1. El ciudadano: agente social Por Jorge Enrique Londoño Pinzón Los “sujetos” son en realidad agentes actuantes y conscientes dotados de un sentido práctico (…), de un sistema adquirido de preferencias, de principios de visión y de división (lo que se suele llamar un gusto), de estructuras cognitivas duraderas (que esencialmente son fruto de la incorporación de estructuras objetivas) y de esquemas de acción que orientan la percepción de la situación y la respuesta adaptada. El habitus es esa especie de sentido práctico de lo que hay que hacer en una situación determinada, lo que en deporte se llama el sentido del juego, el arte de anticipar el desarrollo futuro del juego que está inscrito en punteado en el estado presente del juego1. La noción del ciudadano como agente social es insoslayable en la búsqueda de criterios teóricos, conceptuales y prácticos para la formulación de políticas y metodologías dirigidas a la educación ciudadana. Más allá de la aclaración de este concepto relacional tan importante y tan complejo, elaborado a lo largo de muchos años de trabajo por el sociólogo francés, nuestra pregunta orientadora, cuando nos preocupa la formación del ciudadano, debe centrarse en tratar de aclarar qué factores influyen en la adquisición de los habitus de comportamiento ciudadano y en las personas, instituciones o actos rituales que intervienen en la inculcación de “estos principios generadores de prácticas distintas y distintivas” en tanto implican sujetos activos, como pueden ser la familia, la escuela, la Iglesia, las organizaciones culturales y deportivas, la tribu, el “parche”, la pandilla o los media, agentes que interactúan con los sujetos/agentes sociales en la conformación de sus “principios generadores y unificadores”, ya sea en un proceso formativo o en procesos continuos de adaptación. 1 Bourdieu, Pierre. La distinción, criterio y bases sociales del gusto, Taurus, 1998, p. 40. 2 Londoño, Jorge. “Las máscaras del diablo”, estudio sobre los agentes inculcadores de habitus [CD interactivo], Bogotá, Universidad Nacional, 2004. 133 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación mixturas, de espejos trizados, de hibridaciones culturales y de imaginarios que han dado paso a numerosas investigaciones sobre la ciudad y sus habitantes en los últimos treinta años. Uno de los objetos de estudio entre estas mezclas culturales es la presencia de los medios masivos de comunicación, especialmente la televisión, su programación y sus mediaciones, investigaciones que han tratado de explicar los procesos de modernización y posmodernización en Colombia, sin dejar de lado la influencia cultural, no sólo la guerra, que generó el narcotráfico, la abundante y efímera circulación de grandes cantidades de dinero y la desvalorización total de la vida. Entre los retos que deben enfrentar los responsables desde el sector educativo de la formulación y ejecución de estas políticas se encuentra establecer en cuánto contribuye la escuela —es decir, las instituciones educativas— en los procesos de conformación ciudadana, frente a otros agentes inculcadores de habitus2. Hasta la mitad del siglo XX los agentes inculcadores de habitus en Colombia estuvieron altamente centrados en la familia, la Iglesia, la escuela, los partidos políticos, y en el Estado. El proceso de desplazamiento del campo a la ciudad iniciado con la denominada “Violencia” (1948-1954), y que entre 1975 y 1985, con las sucesivas “guerras de turno” transformó el país de rural a urbano, invirtiendo las cifras para el año 2000 —setenta por ciento urbano y treinta por ciento rural—, originaron un proceso de Durante este proceso se han dado cambios importantes en cuanto a la estructura familiar, el peso de la "escuela" en la formación e inculcación de sistemas de percepción y clasificación, la descentralización y poder hegemónico sobre la información, la escuela fuera de la escuela y la inculcación de “sentido práctico” a través de medios de comunicación masivos como la televisión, la Internet y demás adelantos tecnológicos actuales, como la telefonía móvil. Estas investigaciones han establecido los parámetros para explicar las especificidades de los procesos culturales en los países de América Latina, como Colombia: “…lo cultural entendido no sólo como conjunto de productos sino como matrices y prácticas de conocimiento y comportamiento; lo popular como modo de existencia de competencias culturales diferentes a la hegemónica”3. “Ya señalamos la crisis de las instituciones tradicionalmente socializadoras de imaginarios, interpretaciones, clasificaciones sociales, valores y conductas, como la familia, la escuela y los partidos políticos”4. 3 Martín-Barbero, Jesús. Televisión y melodrama, Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1992, p. 20. 4 Jaramillo, Jaime Eduardo. “Formas de sociabilidad y construcción de identidades en el campo urbano popular”, en Cultura, medios y sociedad, Bogotá: CES, Universidad Nacional de Colombia, 1998, p. 206. 134 17 En Colombia se dio un caso particular de agente inculcador de habitus: con la combinación de escuela/ Iglesia, podríamos decir que las primeras instituciones educativas eran regidas por comunidades religiosas. Para citar un ejemplo moderno, vale la pena recordar la aparición, hacia 1950, de Radio Sutatenza (Acción Cultural Popular, ACPO) y su proyecto educativo Escuelas Radiofónicas - Radio Sutatenza (Boyacá, Colombia). Su lema era la educación a través del uso combinado de todos los medios, interacción cara a cara, casi mediática, a través de la radio, y hacia el final algunas aproximaciones a la televisión y al video, e interacción mediática a través de impresos como El campesino —periódico semanal—, cartillas, Biblioteca Básica Campesina, discos y casetes de audio y correspondencia con los campesinos. Con la formación de multiplicadores-tutores (el “auxiliar inmediato”), Radio Sutatenza alcanzó su época de oro entre 1970 y 1980 y “enseñó” a leer y escribir utilizando la radio, e inculcó “esquemas de percepción” religiosos, sociales y políticos. Los alcances de su metodología exitosa obligan a evaluar sus principios y procedimientos y tenerlos en cuenta para formular proyectos de pedagogía ciudadana. Pero actualmente el centro de influencia educativa se desplaza hacia las empresas mediáticas, como precisa J. B. Thompson, quien, entre otros aspectos, ve cómo: Mientras que la actividad simbólica es una característica penetrante que se expande por doquier de la vida social, existe, a pesar de ello, un conjunto de instituciones que han asumido un papel histórico particularmente importante en la acumulación de los medios de información y de comunicación. 135 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación Estas incluyen a las instituciones religiosas, que se ocupan básicamente de la producción y difusión de formas simbólicas relacionadas con la salvación, los valores espirituales y otras cosas mundanas; (las) instituciones educativas que se ocupan de los contenidos simbólicos adquiridos (o conocimiento) y de la inculcación de habilidades y competencias; y las instituciones mediáticas, que se orientan hacia la producción y difusión generalizada a gran escala de formas simbólicas en el espacio y en el tiempo5. Teniendo en cuenta los diversos contextos sociales que rodean al escolar de hoy, ¿cuál es el alcance de los esfuerzos de las instituciones educativas para formar ciudadanos? Su papel como agente educador debe tener en cuenta esta realidad e idear estrategias pedagógicas que transciendan los muros de la escuela y se inserten en los procesos sociales donde hacen presencia organizaciones juveniles, videojuegos, películas, televisión, cable, Internet, móviles, y un interminable etcétera que va al ritmo del desarrollo tecnológico. Hace cuarenta años Alejo Carpentier planteaba que el estilo de las ciudades latinoamericanas era no tener estilo, y con el tiempo esos desafíos existentes se iban haciendo estilos6. Hoy las ciudades son el centro del desarrollo de la cultura y su estilo sigue un largo proceso de definición: “…la ciudad es sobre todo el desconcierto y el espacio en que se pierde la memoria… la ciudad identificada como lugar de lo artificial y lo complejo”, porque supera lo rural y simple7. 5 Thompson, John B. Los media y la modernidad, Barcelona: Ediciones Paidós, 1998, p. 35. 6 Carpetier, Alejo. Tientos y diferencias, Buenos Aires: Calicanto Editorial, 1967, p. 18. 7 Martín-Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones, Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1987, pp. 182-209. 136 17 Es indudable que el desbordamiento de ciudades como Bogotá, México D. F. o Sao Pablo ha generado un modelo propio, cuna de la hibridación de las culturas, creando otras. Nueva cultura, por ejemplo, la del barrio que se origina en: “una ciudad desbordada en su geografía y en su moral: las situaciones de hecho —invasiones de terrenos en la periferia para habitar y de las calles del centro que permitan sobrevivir— reproducen nuevas fuentes de derecho reconocidas o permitidas por un Estado a su vez desbordado”8. Las culturas campesinas tradicionales ya no representan la parte mayoritaria de la cultura popular. En las últimas décadas las ciudades latinoamericanas pasaron a contener entre el 60 y el 70 por ciento de los habitantes9. …Y la masa siguió invadiendo todo. Porque en medio de su ignorancia de las normas y del desafío que su sola presencia entrañaba, su deseo más secreto era acceder a los bienes que representaba la ciudad10. Por una parte, la presencia desbordante de la masa impone sus costumbres, sus formas de comportamiento (habitus disímiles y difusos), haciendo perder vigencia a la consideración de lo cultural como lo selecto, lo culto… “visión culta de la cultura —por lo demás absurda en una época de primacía de las formas y de los contenidos de la cultura de masas, de los medios de comunicación y de la industria cultural”11—. Por otra parte, también se desvanece la concepción de los “folcloristas románticos”, que ven en el folclor lo auténtico y válido culturalmente, necesario de preservar y difundir. “Aun en zonas rurales, el folclor no tiene hoy el carácter cerrado y estable del universo arcaico, pues se desarrolla en las relaciones versátiles que las tradiciones tejen con la vida urbana, las migraciones, el turismo, la secularización y las opciones simbólicas ofrecidas tanto por los medios electrónicos como por nuevos movimientos religiosos o por la reformulación de los antiguos”12. La cultura adquiere entonces otras dimensiones, especialmente la de la heterogeneidad, la pluralidad y su coexistencia. En este punto coinciden Martín, Bruner y Canclini, autores que proponen un mapa para el estudio, análisis y transformación de nuestra realidad cultural: En el caso de América Latina, como decíamos, el motor de la modernidad —el mercado internacional— provoca y luego refuerza un incesante movimiento de heterogeneización de la cultura, poniendo en juego, estimulando y reproduciendo una pluralidad de lógicas que actúan todas ellas entrecruzándose13. Hemos pasado de sociedades dispersas en miles de comunidades campesinas con culturas tradicionales locales homogéneas en algunas regiones con fuertes raíces indígenas, poco comunicadas con el resto de cada nación, a una trama mayoritariamente urbana, donde se dispone de una oferta simbólica heterogénea, renovada 8 Ibíd., p. 215. 9 García Canclini, Néstor. Culturas híbridas, México: Editorial Grijalbo, 1989, p. 203. 10 Martín-Barbero, op. cit., p. 172. 11 Brunner, José Joaquín. América Latina, cultura y modernidad, México: Editorial Grijalbo, 1992, p. 173. 12 García Canclini, op. cit., p. 203. 13 Bruner, Joaquín, op. cit., p. 181. 137 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación por una constante interacción local con redes nacionales y transnacionales de comunicación14. […] la verdad cultural de estos países: el mestizaje, que no es sólo el hecho racial del que venimos, sino la trama hoy de modernidad y discontinuidades culturales, de formaciones sociales y estructuras del sentimiento, de memorias e imaginarios que revuelven lo indígena con lo rural, lo rural con lo urbano, el folklore con lo popular y lo popular con lo masivo15. Estos planteamientos rescatan lo popular, realizando un análisis histórico desde el surgimiento mismo de los conceptos de pueblo y masa en 1835, según Martín, hasta llegar a una reubicación de lo popular en cuanto a manifestación diferente a la hegemónica: “Y estamos descubriendo estos últimos años que lo popular no habla únicamente desde las culturas indígenas o las campesinas, sino también desde la trama espesa de los mestizajes y las deformaciones de lo urbano y lo masivo”. Junto con la descentración del conocimiento de la escuela, la pérdida de hegemonía de la Iglesia católica frente a nuevas Iglesias, la pérdida de credibilidad en los partidos políticos, la desmembración de las comunidades y de las familias por el desplazamiento forzado, han generado otros medios de transmisión de formas de pensamiento y comportamiento. Esos estudios han sentado las bases para demostrar que existen en Colombia otros agentes persuasivos distintos de los hegemónicos en la primera mitad del siglo XX, porque la situación de cambio social ha dado paso a otro tipo de núcleos sociales, “escuelas de formación”, que cumplen las funciones de inculcación de “estructuras de percepción y valoración”. Por la teoría de la recepción cultural se puede comprender que la asimilación de imágenes, interpretaciones, valores, y prácticas institucionalizadas, vehiculizadas desde el Estado, las Iglesias, los medios 14 García Canclini, op. cit., p. 265. 15 Martín-Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones, Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1987, p. 10. 138 17 de comunicación, etc., es resignificada y recreada en función de matrices sociales y culturales previas. La pertenencia a una familia, el origen en único, la territorialidad barrial, las adhesiones religiosas, culturales, etc., crean identidades restringidas, a algunas de las cuales nos referiremos luego, que funcionan como “comunidades de sentido"16. Sus obser vaciones y planteamientos se abren a la posibilidad del diálogo con otros investigadores, pero centrando su mirada en los países latinoamericanos y desde ellos avanzando en las representaciones de las realidades de estas problemáticas bajo una perspectiva interna que tiene en cuenta su diferencia con los modelos investigativos elaborados sobre otras realidades. Es importante observar que las obras de Bourdieu están centradas en la sociedad francesa, como él mismo lo enfatiza, advirtiendo sobre el uso descontextualizado de los conceptos. Una alerta sobre el alcance de las investigaciones de Pierre Bourdieu para América Latina está citada en “Formas de sociabilidad y construcción de identidades en el campo urbano popular”: Con todo, el reproductivismo bourdieano adscrito al estr ucturalismo, paradigma que el autor ha buscado trascender sin lograrlo plenamente, se nos revela fecundo en un primer nivel de análisis, pero insuficiente, pensando desde el específico contexto latinoamericano, para comprender la dinámica del campo popular, la red, la recepción, la resignificación y la recreación desde sus matrices societarias y culturales de elementos económicos, formas de sociabilidad y rasgos culturales de la sociedad hegemónica de los textos, sonidos e imágenes de los mass media, así como el sincretismo que establece, en el marco urbano, entre las diversas subculturas regionales, campesinas, étnicas, etc. […] En este campo ambiguo, no reductible a las categorías antinómicas sumisión–resistencia, el sistema de Bourdieu se nos revela insuficiente17. Estos conceptos sólo cobran sentido después de un proceso de investigación que permita, incluso, crear antinomias diferentes a las de “sumisión-resistencia” que rompe la figura del latino. El complejo proceso de adquisición de habitus de comportamiento ciudadano sólo puede darse en tanto se ejerce la ciudadanía interactuando con los otros ciudadanos, en los diversos espacios que conforman la ciudad. Tratar de comprender el papel que juega la institución educativa en los procesos de formación ciudadana y su relación (su posición en el campo) con los otros agentes inculcadores existentes en la ciudad, es indispensable para la comprensión de los procesos de formación ciudadana y la formulación de directrices educativas y metodologías para impulsar los valores de convivencia pacífica, de cuidado del medio ambiente, de la conservación y desarrollo del patrimonio cultural material e inmaterial, y de la vigilancia, la observación y la práctica de los procedimientos convenidos por todos. El ejercicio de la ciudadanía se da plenamente en la ciudad fragmentada, donde coexiste la mixtura de culturas en un proceso hacia la interculturalidad, con un campo de interacciones sociales que en diversas esferas de la vida parten de olvidar, ignorar o desconocer un derecho fundamental esencial para los demás, el valor de la vida y el derecho a conservarla. 16 Jaramillo, Jaime Eduardo, op. cit., p. 177. 17 Jaramillo, Jaime Eduardo, op. cit., p. 178. 139 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación Siguiendo a Carmel Camillieri18, entendemos que esta noción se emplea bajo cuatro grandes acepciones: a. Sin tener en cuenta el prefijo inter, se aplica al conjunto de situaciones donde interviene la variable cultura, de tal manera que cultura e intercultura no tienen una aplicación especial para cada caso. b. Más a menudo, la palabra es empleada para referirse a situaciones en las cuales aparecen dos culturas, por ejemplo, para ver lo que pasa cuando ambas son llevadas a coexistir. Valorar la vida es el mínimo derecho y la mínima obligación para que los demás derechos colectivos se puedan ejercer. Teniendo siempre en mente el principio de la vida y su derecho a conservarla y disfrutarla es pertinente abordar elementos teórico-conceptuales claves para establecer programas de formación ciudadana. 2. Elementos teóricos conceptuales Por Marcos González Pérez La ciudad es una “región de regiones”, de tal manera que su composición cultural es una gama de urdimbres y tramas que se pueden ubicar en el concepto de la interculturalidad. c. El calificativo es igualmente tomado por los analistas de los obstáculos que aparecen en la comunicación, cuando se trata de coexistencia. Aquí, emerge al menos indirectamente el cuidado que se debe tener para mejorar los intercambios entre los sistemas y sus representantes, y en donde aparece sin duda el prefijo inter. d. Finalmente en el deseo de instaurar la comunicación para evitar dominantes, aparece el proyecto de organizar la relación entre grupos o individuos culturalmente diferentes, de manera que se puedan evitar disfunciones de la cohabitación o, mejor, buscando obtener las diversas ventajas de esta situación19. Para una aproximación a la interculturalidad podemos partir de la definición de cultura, considerada “esencialmente como un campo semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, 18 Camillieri, Carmen. “Relations et apprentissages interculturels: réflexion d´ensemble”, en Abdallah- Pretceille Martine y Thomas Alexander, Relations et Apprentissages Interculturels, Paris, Armand Colin, 1995, pp. 135-136. 19 Ibíd., pp. 135-136. 140 17 puede considerarse la cultura esa urdimbre, y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones”20. En este sentido interpretar la realidad significa buscar las significaciones que la población escolar (estudiantes, maestros y padres de familia) han venido construyendo a través de simbolizaciones muy propias de las cotidianidades urbanas. Se trata entonces de comprender que la “educación intercultural se inscribe como discurso pedagógico de la diferencia y la identidad”21 y que el objeto de la pedagogía intercultural debe ser, además de las propias instituciones educativas, “los espacios de educación y los discursos pedagógicos en tanto que configuraciones de unas formas concretas de identidad”22. Es claro entonces que las reivindicaciones comunitarias, en este caso el respeto de los derechos colectivos y la apropiación de los espacios de la ciudad, son ejes de la articulación que se debe buscar entre convivencia y tejido social. Así, la interculturalidad nos remite a la búsqueda de la diversidad, “a la diferencia establecida desde lo cultural y a la forma en que cada sujeto articula lo identitario con la sociedad de la que forma parte”23, principalmente, porque las culturas “son maneras de interpretar y significar la realidad” y, dado que son simbólicas, “están sujetas a influencias, préstamos y cambios de todo tipo, adaptativos unos, negativos otros”24. Por otra parte, tomando en cuenta el papel de las disciplinas y de la multidisciplina en la aproximación a un objeto de estudio, la formulación de políticas y metodologías para la formación ciudadana debe construir el campo de la interdisciplinariedad, entendida como el espacio en el cual se desborda el simple encuentro de las disciplinas y más bien utiliza su presencia para intentar una síntesis entre los métodos de cada una de ellas. La interdisciplina no abandona la unidad del objeto y más bien muestra su complejidad. La interdisciplina “no puede tratarse como un método sino como una forma estratégica de abordar el conocimiento, el cual a medida que avanza debe inventar senderos, tomar caminos no conocidos en la búsqueda de resolver dificultades, recurrir a otras disciplinas de las cuales no se tomaba en un principio su aporte de tal manera que la interdisciplinariedad es el lugar geométrico donde se manifiesta el conjunto de esas estrategias”25. 20 Geertz, Clifford. La interpretación de las culturas, Barcelona: Gedisa, 1989, p. 20. 21 Ytarte, Rosa Marí, op. cit., p. 25. 22 Ibíd., p. 25. 23 Ibíd., p. 26. 24 Ibíd., p. 19. 25 Ver González Pérez, Marcos. La investigación interdisciplinaria, Bogotá: Editorial Magisterio, 1998, p. 7, y Resweber, Jean Paul. La Méthode interdisciplinaire, París: PUF, 1981. 141 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación Este concepto debe ser aplicado en dos sentidos: por una parte, es evidente que el proceso de construcción de cultura ciudadana es emprendido por profesionales, cuyos discursos provienen de diversas disciplinas que deben empeñarse en encontrar conectores conceptuales adecuados para abordar el acompañamiento del proceso en su conjunto y en sus especificidades. Por otra parte, por los propios actores centrales del aprendizaje, principalmente, porque desde una perspectiva intercultural “la educación debe pensar en diseñar prácticas educativas capaces de generar distintas narraciones e identidades”26. de ciudadanías o en las perspectivas de avistar un buen morador de la ciudad, en el marco de procesos de aprendizajes de cohesiones sociales en sociedades fragmentadas. Así, el significado de nuestra acción de acompañar procesos de formación ciudadana nos obliga a entender que más allá de todo discurso moral o cultural se impone una construcción de ciudadanía desde la esfera de lo social, dado que se trata de intervenir en dispositivos sociales que se pretenden transformar. Los avances conceptuales, al reflexionar sobre las ciudadanías, han podido determinar que uno de los elementos esenciales en la construcción de una cultura ciudadana debe tener en cuenta como uno de sus ejes la idea de convivencia, noción que pretende superar un establecimiento de normas, trátese de normas mínimas o de normas morales, para coexistir. “La articulación de la convivencia en sociedades cada vez más multiculturales es uno de los desafíos más importantes que tienen las sociedades del mañana”27, y puede orientar los programas de pedagogía ciudadana. Si consideramos que los moradores de Bogotá no tienen realmente prácticas de cultura ciudadana, el sentido de trabajar la interculturalidad debe hacerse teniendo en cuenta los valores dominantes de los dispositivos sociales que se oponen a otra serie de valores que no han sido reconocidos o aprehendidos por los colectivos o comunidades bogotanas. De esa manera, el aprendizaje de cultura ciudadana “debe estar estrechamente asociado a la situación concreta que vive el alumno”28 y ésta es determinada tanto por las relaciones sociales como por relaciones culturales; con base en ello, este proceso sirve para que “los sujetos sociales transformen el mundo al mismo tiempo que se transforman”29. En este sentido, vale la pena apuntar a profundizar, en una relación teórico-práctica, nociones tales como el “reconocimiento de las diferencias” o “las relaciones de reconocimiento recíproco”, lo cual nos guía hacia una discusión del significado de las condiciones jurídicopolíticas indispensables para la aprehensión de cultura ciudadana, pero también para pensar la construcción Podemos tener en cuenta que la ciudadanía relacionada con el tema de construcción de pedagogía ciudadana en el nivel escolar, en una ciudad como Bogotá, tiene en los conceptos de igualdad, diversidad e identidad, tres claves para su comprensión. 26 Rotger, Antoni, “Prólogo”, en Ytarte, Rosa Marí, op. cit., p. 19. 27 Silveira; Héctor, y otros. Identidades comunitarias y democracia, Barcelona: Editorial Trotta, 2000, p. 4. 28 Couedel, A.; Blondeau, N. Pedagogía de proyecto, interculturalidad y dinámica social, p. 3. 29 Couedel, A.; Blondeau, N. Pedagogía de acción y de transformación social, p. 4. 142 17 El primero, basado en el reconocimiento social de los moradores, mediante el cual se propician ejercicios de inclusión tanto desde el Estado como por las acciones de las propias comunidades30. El segundo, el de la diversidad, aceptado como norma constitucional, pero que adquiere validez sólo cuando se convierte en una práctica permeada por el reconocimiento social. La identidad se relaciona con las actitudes y comportamientos de pertenencia hacia los espacios que brinda la ciudad, comprendidos los territoriales31, pero también los mentales, en el sentido de considerar la ciudad como su lugar referencial de hábitat. No se trata de crear una comunidad política, en el sentido de pertenecer a una nación o a una ciudad, sino de establecer una serie de articulaciones de convivencia para un mejor aprovechamiento de ésta. Dichos elementos deben hacer parte de la problemática que se requiere abordar en el aprendizaje ciudadano, dado que la experiencia hasta ahora vivida por la mayoría de los moradores de la capital es la de no tener un apego real a la ciudad. En todo caso, “…la perspectiva intercultural, basada en los conceptos de ciudadanía y pluralidad, requiere una práctica educativa en la que la identificación con estos principios no signifique la renuncia a las formas particulares de identidad”32. Significa esto que las raíces culturales aprehendidas por los moradores que vienen de la periferia a la capital pueden, en muchos casos, mantenerse, pero en otros, sentir las interferencias de la vivencia capitalina por la acción de entrecruzamiento con otras prácticas culturales. He ahí otro de los retos del proceso: verificar la construcción de una cultura del morador actual de la ciudad que puede haber creado un nuevo bogotano, poco observable en los comportamientos de los adultos pero posiblemente expreso en la población infantil y juvenil. 30 Un buen ejemplo de estas construcciones en la ciudad capital se puede ver en los procesos festivos escolares y en los comunitarios. Ver: González Pérez, Marcos, El mapa festivo de Bogotá, Ediciones Intercultura, 2007. 31 Hobsbawm, Eric, “Identidad”, en Silveira, Héctor y otros, op. cit., p. 48: “La identidad primordial que la mayoría de nosotros hemos elegido (…) es la del estado territorial, es decir, una institución que establece un principio de autoridad sobre cada uno de los habitantes de un trozo del mapa”. 32 Ytarte, Rosa Marí, op. cit., p. 182. 143 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación No se trata de encontrar una sociedad homogénea en una ciudad fragmentada socialmente, pero sí de intentar crear condiciones de cohesión social o comunitaria orientadas al “bien común”33, y la pertenencia o identidad es uno de los imaginarios esenciales. 3. Los elementos comunicativos y emotivos Por Julio César Goyes Narváez Los conceptos de interculturalidad e interdisciplinariedad toman aquí matices derivados hacia la comunicación, especialmente la audiovisual, y a la metodología o campo experiencial de frontera. La cultura audiovisual es interdisciplinaria y fronteriza e igualmente urbana; es decir, la caída de los macrorrelatos o metarrelatos (cultura ciudadana, planificación urbana, políticas públicas, etc., como todas la disciplinas que se refieren a totalidades y, digamos que, a generalidades) dieron paso a las redes locales y a las tramas singulares. Una pregunta primaria podría ser: ¿con qué mirada, experiencia y metodología podemos conocer el mundo ya no totalizado sino fragmentado de la ciudad? En todo caso, esta pregunta, si bien no tiene una respuesta definitiva, sí posee un principio, una forma de comprenderla, de pensarla, de imaginarla: podemos acercarnos a la ciudad fragmentada, a su trama ciudadana, desde los fragmentos narrativos, esto es, desde las ciudades experimentadas, imaginadas, soñadas, padecidas, disfrutadas, repudiadas… Proponemos abrir las interrogaciones por esos conceptos macro, aunque eso no signifique anclarse para esperar la respuesta: pedagogía, infancia, escolaridad, ciudad, ciudadanía, cultura, comunicación, saber, poder, interdisciplinariedad, interculturalidad, deberes, derechos, etc., ¿vale la pena insistir en un esencialismo caduco?, ¿hasta dónde podemos definir esos términos, acaso no hay suficiente ilustración sobre ello? y, en cambio: ¿Qué hay de la experiencia, la existencia, de la acción y la práctica? ¿Cómo acudir a un proceso y una experiencia para llegar al concepto? ¿No es la misma ciudad, es decir, su experiencia, la que nos enfrenta a lo real por vía imaginaria? ¿Y no es justamente la infancia la que hace memoria y metaforiza el olvido de esa ciudad-barrio, ciudad-casa, ciudad-calle, en la que acontece? Sin embargo, y en todo caso, experiencia no existe si no hay simbolización, lo cual quiere decir que hay que contar lo ocurrido y luego volver a contarlo. Digamos algo más, para seguir contribuyendo a la con-fusión: tal vez basten los conceptos que ya hay, quizá lo que deseamos sean experiencias. De otra manera: acaso los procesos, los desempeños ciudadanos nos lleven a escapar a algunos conceptos, pues si no están, habrá entonces que darles nombre, construirlos. 33 El término es de Hobsbawm, Eric, “Identidad”, en Silveira, Héctor y otros, op. cit., p. 49. Además, según el autor, “…la razón obvia por la cual esto es así es que, desde que el mundo es mundo, ningún territorio —cualquiera que sea su tamaño— ha sido habitado por una única población homogénea, ya sea cultural, étnica o de cualquier otros aspecto”, ibíd., p. 50. 144 17 La comunicación es intercultural. La comunicación, tal como la concebimos hoy, no se restringe al esquema instrumental emisor-mensaje-receptor, tampoco a la circulación de información; ante todo, como lenguaje (verbal y no verbal) que la constituye, es experiencia. La comunicación es mucho más que intercambio de mensajes; es, sobre todo, una construcción de sentido interactiva e intercultural. Esta interculturalidad es interdisciplinariedad, donde los conocimientos, las prácticas y los valores toman forma crítica y creativa, superando las prácticas comunicativas y educativas homogeneizantes y excluyentes construidas alrededor de la cultura occidental como único referente válido. La interculturalidad se hace posible cuando la comunicación entra en sinergia con los ámbitos cognitivos, emotivos y situacionales. Aclaremos, entonces, que la comunicación que nos interesa tiene especificidad audiovisual, puesto que ésta es un acto cognitivo y emotivo al tiempo, y como acto tiene presencia performática. Todo modo de ver es la posibilidad de construir una mirada, de empoderar esa mirada; no obstante, un modo de ver también es una forma de no ver, de ocultar. La percepción es, por definición, selectiva. Cuando percibimos estamos ya pensando, sostendría Rudolf Arheim, y lo hacemos porque la percepción selecciona y combina al unísono. De suerte que vemos desde un punto de vista, desde un prejuicio, un saber-poder o un podersaber. Se trata de revalorar la emoción, el sentimiento y la expresión que hasta hace poco se han tenido como reacciones irracionales, poco fiables para el conocimiento; por esto la educación no se ha apoyado en la interactuación de la intuición con el intelecto, la imagen con el concepto, la imaginación con la razón ¿Y dónde queda el cuerpo, el otro gran excluido del discurso educativo?, tema que merece capítulo aparte y que no puede dejarse de lado al considerar el ejercicio de la ciudadanía y la pedagogía ciudadana. La ciudad audiovisual es cinética (movimiento), cinésica (gestualidad), proxémica (espacio como construcción cultural), telemática (redes y servicios comunicacionales), informática (información), poética (especificidad imaginaria, 145 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación experiencia estética), cinematográfica (cine y fotografía), plástica (pintura y afines), errática (errante, viajera), acusmática (la voz sin imagen, sin reconocer la fuente), narrativa (relatos), performática (sentidos en proceso, actuación, transformación, participación, choque, experiencia, etc.) y demás. Dijimos cognición, auto-conciencia, conciencia e inconsciencia de nuestras identidades y diferencias culturales, de nuestras teorías y experiencias comunicativas. La interculturalidad abandona la teoría general, su racionalismo y empirismo, y busca las articulaciones de la cultura, pues considera que la realidad es una construcción. La realidad social no tiene existencia con independencia de los actores y las teorías que le dan forma, y del lenguaje, que permite conceptualizarla y comunicarla. Las interpretaciones son subjetivas: la objetividad se compone de enunciados sometidos a condiciones de enunciación, a la identidad y a las posiciones de los sujetos de la enunciación. Los valores son relativos: historia personal y convenciones colectivas. El conocimiento es un hecho político: actividad social, relaciones concretas a que dan lugar, relaciones de fuerza, intereses de grupos que defienden determinadas categorías y valores, y cómo se margina a otros grupos. La epistemología intercultural invoca la inestabilidad, el mestizaje, el relativismo como fundamento de aproximación. “Las sociedades que se consideran 34 Lepantine y Nous, citado por Miguel Rodrigo Alsina, 1999, p. 49. 146 ‘racionales’ soportan con dificultad la ambigüedad y la ambivalencia del devenir mestizo. Estas sociedades desconfían de la pluralidad y buscan imponer las conductas dominantes exclusivas, una visión única del mundo orientando todas las esferas de la vida social”34. La visión monocultural busca el esencialismo identitario. La perspectiva multicultural observa a las identidades como resultado de una evolución histórica, de elecciones políticas y económicas y, sobre todo, de interacciones continuas con otras identidades en el espacio social. 17 Las diferencias ¿Quién tiene el poder para establecer los rasgos distintivos de las razas o de la identidad de las culturas? ¿Quién va a construir esta identidad de la cultura canónica a la que debemos aproximarnos para ser identificados y aceptados como miembros de la comunidad? ¿Cuál es el grado de diferencias que la comunidad nos permitirá antes de estigmatizarnos? La alternativa es la pluralidad de las identidades. La identidad es una relación dialéctica entre el “yo” y el “otro”. No hay identidad sin “el otro”. Por consiguiente, al hablar de la identidad propia hay que valorar también la identidad ajena. Como señala Weber, “por lo que hace a la comprensión y a la comunicación debemos darnos cuenta de que el otro, que no pertenece a mi cultura, no piensa obligatoriamente la realidad como yo la conozco, y a la inversa”35. De suerte que una competencia intercultural, es, siguiendo a Weber, la superación de uno mismo, el trabajo con los puntos alternativos de los demás, la habilidad para negociar los significados culturales y para actuar comunicativamente de una forma eficaz de acuerdo con las múltiples identidades de los participantes. Tal vez por esto, la interculturalidad tendría algo así como unas máximas cuya sinergia oscila entre la ficción, la información y la comunicación interpersonal. Nada es inmutable. No hay posiciones universales. Es preciso aceptar el conflicto y la posibilidad de que se hieran los sentimientos. Las historias que nos han contado son perversas, pues nuestras identidades se han hecho en oposición a las de otros. Nada está cerrado. Establecer unos consensos, un orden, un cronograma, no va en contra de la interculturalidad, si ese espacio es, justamente, para defenderla. De lo contrario, la anarquía impediría ver el bosque como “un verde de todos los colores” (Aurelio Arturo). Habrá que intentar, como nos lo recuerda Edgar Morin en una entrevista (El País, 18/7/1992), ser a la vez conservadores y revolucionarios: Neils Bohr, el gran físico, decía que lo contrario de una verdad vulgar es un error estúpido. Por ejemplo, si yo digo que esa mesa es una mesa y usted dice que es un sillón, usted dice una estupidez. Pero Bohr añadía que lo contrario de una verdad profunda es otra verdad profunda. Hoy día hay que ser a la vez conservador y revolucionario. Conservador en el sentido de que, si se quiere mejorar la humanidad, hay que volver a leer a Sócrates, a Montaigne, a los filósofos y a los poetas. Pero si queremos sobrevivir, conservar la vida, hay que cambiar la organización social y política del planeta. Hay que dar nuevos sentidos a las expresiones conservación y revolución, hay que reconciliar dos verdades profundas. Es una verdad conservadora decir que un ser humano no vive de modo abstracto, necesita tener raíces, pero una vida humana no puede ser plena si no hay una relación rica entre el pasado, el presente y el futuro. El pensamiento simplificador rechaza las contradicciones: el pensamiento complejo, las asume36. 35 Alsina, Miguel Rodrigo. Comunicación intercultural, Barcelona: Anthropos, 1999, p. 55. 36 Alsina, Miguel Rodrigo, op cit., p. 238. 147 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación Dos referencias son importantes para justificar la mirada epistemológica desde donde se construirá y tendrá sentido este discurso: la mentalidad interdisciplinaria y la teoría de la frontera. La mentalidad interdisciplinaria reconfigura los saberes y prácticas que se abrieron camino cuestionando los modelos cosmológicos y teológicos que daban fundamento a las antiguas teorías. El hecho es que la hiperespecialización del saber moderno ha ido disolviéndose en los espacios de conocimiento humano y social, tan interdisciplinarios como transdisciplinarios en la posmodernidad. Estamos no bajo, sino en, el flujo y transición de las disciplinas, ahora nómadas, blandas e incestuosas, que dan origen a múltiples y diversas teorías y metodologías que se revisitan entre sí, polemizando “los grandes relatos”. No se expondrán aquí los análisis, revisiones y críticas llevadas a cabo con suficiente contundencia y claridad por Jürgen Habermas, Jean Francois Lyotar, Jacques Derrida, Marshal Berman, Gilles Lipovetsky, Gianni Vattimo, Fredric Jamenson, Slavoj Zîzik y otros. 148 17 Digamos, no obstante, algo más de la interdisciplinariedad; pensémosla más como una actitud mental del investigador y no tanto un método que sistematiza y procesa etapas, pues la pluralidad de voces deben aparecen en sus acuerdos. “El saber es por naturaleza interdisciplinario, pero no progresa sino cuando logra significar entre los discursos plurales que lo componen, razón por la cual regula el surgimiento de disciplinas sobre su campo”37. De suerte que ya no nos remitimos a la concepción griega de saber unificado, sólido, duro, sino que en la modernidad y su espejo posmoderno, ese saber está en construcción, haciéndose continuamente, y es por ello que la interdisciplinariedad protagoniza toda búsqueda. Si la interdisciplina supera la pluridisciplina, que no es más que suma de saberes, es porque sintetiza conceptos, leyes y aplicaciones. Alejándose del simple encuentro, la interdisciplina afianza diferencias y se instala, o por lo menos lo intenta, como transdisciplina o antidisciplina; es decir, como una zona propia para que habite el saber entre los saberes, pero más que todo, para crear resistencia contra el Estado, la teoría y el poder que se empeñan en poseer el predomino fronterizo. Es importante comprender el lugar desde el cual se comienzan a mirar los textos audiovisuales contemporáneos, esos que como los filmes, telefilmes, seriados, dramatizados, videoclips y spots publicitarios, invaden hoy los días y los sueños. Los textos audiovisuales que habitan en alcobas, espacios educativos y centros comerciales no sólo sirven para persuadir al espectador a consumir lo que a través de su discurso se comunica o vende, sino además, y es la amenaza más problemática en este momento, que esa pulsión escópica, ese puro ver, se constituye cada vez en consumo si es especular, narcisista, despojado de su relato simbólico. Sin duda, el espectador, consume imagen. Hoy se habla de un comercial con la misma preocupación de cómo se hace de una película, una noticia, la telenovela o el suceso familiar del día. Si hasta hace poco el zapping permitía la evasión de la franja publicitaria al intentar encontrar reposo en alguna otra imagen sujetante, hoy el control, que lo tiene el “perro del Telmex”, no escapa a su retórica, mucho menos a su seducción directa e invasiva. 37 Resweber, Jean Paul. La Pari de la transdisciplinarité, L´Harmattan, París, 2000, p. 34. 149 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación Describamos ahora algunas ideas acerca de la segunda mirada, la de la teoría de la frontera. Los estudios culturales son prueba de ello; sus vínculos con el marxismo, el psicoanálisis, la comunicación y la literatura, generó el campo; hoy los vemos enriquecidos por las reflexiones sobre el multiculturalismo y, a veces, también desdibujado por el pensamiento light. Sin embargo, los límites dan paso a los flujos, el agua rompe los estanques, y se construye una teoría de la frontera desde varios frentes (ideológicos, políticos, artísticos, culturales). Una ambigüedad preocupante surge, sin embargo: si la investigación se afianza cada vez más en el entre, en el estado poroso del flujo y del tránsito, no sucede así con la política cultural de los Gobiernos y de las instituciones educativas que continúan reafirmando los límites; prueba de ello son los nacionalismos, la construcción con ladrillos y alambres de púas entre naciones, las políticas duras contra la inmigración; las fobias; la violencia interracial; la exclusión de las comunidades minoritarias; la virulencia contra los pensadores disidentes; los estatus de ciertas disciplinas, ciertas profesiones, ciertos títulos; los hiperespecialistas y demás. Se trata de mirar desde la frontera, no como límite sino como cruce y horizonte donde está el Otro, pero además, donde se halla lo Otro. “El giro hacia la frontera —escribe Alejandro Grimson— desplazó las articulaciones de comunidad, cultura y territorio, y cobró relevancia el vínculo, la dinámica y la experiencia. Una nueva importancia adquirirían los conceptos de sujeto, historia y cultura”38. Estar en la frontera conlleva por su complejidad, riesgos, y más allá del cruce y el diálogo, hay que estar atento a los conflictos y estigmatizaciones, a las desigualdades y los sometimientos hegemónicos. Es preciso comprender que para cruzar fronteras no implica borrarlas, pues de lo que se trata es de ampliar el concepto de frontera combinando lo geográfico y lo simbólico con lo disciplinario. Los saberes y prácticas fronterizas se producen cuando literatura, antropología e historia, por dar un ejemplo, se combinan con neomarxismo, psicoanálisis, semiótica y feminismo. Desde ese espacio desterritorializado de nación (sobre todo patriotera), es que esta ubicación surte efectos, pues los estudios sociales y culturales poscoloniales, sobre todo, que cuestionan los territorios nacionales, 38 Grimson, Alejandro. “Disputas sobre las fronteras”, en Michaelsen Scout y Johnson David (Comp.), Teoría de la frontera (los límites de la política cultural), Barcelona, Editorial Gedisa, 2003, p. 15. 150 17 dan pistas para pensar las formas y maneras de abordar los textos culturales, anclando en lo que ocupa, los textos audiovisuales. Los regímenes audiovisuales contemporáneos y sus productos cuya estructura básica es la imagen, tan innovadores como conflictivos, son producciones híbridas: realización internacional, formato devorador de formatos o sin formato (melodrama, reality, tragicomedia, docuficción, etc.), relato manierista que revisa lo clásico y mezcla lo posclásico, contenido multicultural encarnado en figuras así mismo interraciales e internacionales, tecnologías de efectos y precisión, estéticas seductoras: de choque o directas, que experimentan con la retórica, con el kisch y el pastiche. ¿No es aquí donde hoy se juegan los saberes, las prácticas y los poderes de la cultura popular y de masas; donde se negocian identidades y configuran lo sujetos? 151 Ciudadanía, sociedad, cultura, educación Bibliografía Alsina, Miguel Rodrigo. Comunicación intercultural, Barcelona: Anthropos, 1999. Arheim, Rudolf. Pensamiento visual, 2ª edición, Barcelona: Paidós, 1998. Bertrand, Yves. 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La pédagogie du projet en formation, Chronique Sociale, Lyon, 1997. 154 Escribir para la Revista Educación y Ciudad 1. La revista se concibe como un medio de comunicación para potenciar la reflexión y el debate sobre los problemas de la educación en la cultura urbana y tiene como propósito fundamental difundir, entre los sectores comprometidos con el desarrollo de la educación en el país, resultados de investigación, estudios y ensayos enmarcados dentro de la orientación general de la revista y desde luego del IDEP. 2. El IDEP espera contribuir con esta publicación semestral a la consolidación de una comunidad académica en educación, al fortalecimiento de una nueva identidad intelectual y profesional del maestro, a la producción de conocimiento educativo y pedagógico y a la transformación de las prácticas pedagógicas. 3. El artículo debe tener una extensión máxima de 27 páginas, formato doble espacio, fuente Times New Roman, a doce puntos y deberá presentarse en formato digital e impreso. Cantidad de palabras por página: 240. 4. En el cuerpo del texto no deberá haber subrayados ni negritas. Para destacar una palabra (término o expresión en otro idioma, o enfatizados) deberán emplearse bastardillas o itálicas. 5. Los epígrafes irán en un punto menos (11 puntos) al cuerpo del texto. 6. Las citas bibliográficas deben ir al pie de la página. 7. Las referencias a todos los autores citados, deberán ir organizadas en orden alfabético al final del trabajo y se harán de la siguiente manera: a. Libros. Apellidos en altas y bajas, (coma) inicial del nombre del autor. (punto) Espacio. Año de publicación (punto). Título y subtítulo (en bastardillas). (punto) Espacio. Ciudad: (dos puntos) Editorial. (punto). Ejemplo: Álvarez-Uría, F.; Varela, J. (1991). La arqueología de la escuela. Madrid: La Piqueta. b. Artículos de revistas y capítulos de libros. Apellidos del autor en altas y bajas, (coma) inicial del nombre. (punto). Año de publicación. (punto. “Título del artículo”, (entre comillas, y punto), la preposición En: seguida de dos puntos y el nombre de la revista o del libro en bastardillas (punto). Lugar de publicación: (dos puntos) Editorial (coma), número del volumen (coma), número del ejemplar, (coma) y primera y última página del artículo o capítulo separadas por un guión. (punto). Ejemplo: Muntaner, J. X. (2000). “La metrópolis finisecular como espectáculo”. En: Revista de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Sociales. Bogotá, D. C.: Universidad de los Andes, Nº 5, 23-35. 8. Las referencias a textos citados van abreviadas en el cuerpo del texto e irán completas en la lista bibliográfica al final del trabajo (Referencias). a. Si en el cuerpo del trabajo no se ha mencionado el autor citado, en el paréntesis que sigue a la cita en bastardilla o itálicas deberá escribirse apellido en altas y bajas, coma, año de edición del libro citado, dos puntos y el número de la página. Ejemplo: “La comunicación es asunto de interés público y privado” (Gaviria, 2006: 5). 156 17 b. Si la cita tiene una extensión inferior a tres renglones, se incluirá en el cuerpo del párrafo con comilla y en bastardilla. c. Si la cita tiene más de tres renglones, irá en párrafo aparte, sin comillas, sin bastardilla, sin punto final y en 11 puntos. d. Si en el texto se ha mencionado el título de la obra y el nombre del autor, al concluir la cita se abre un paréntesis donde se escribe sólo el número de la página donde aparece la cita. Ejemplo: Siguiendo a Gaviria, la fragilidad de la memoria es tan grande que desde épocas remotas los esfuerzos del ser humano se han dirigido al registro no sólo de los sucesos insignes, aquellos que son trascendentes para una sociedad, sino de los hechos menudos, de aquellos que son significativos para una familia o para una comunidad (4). e. Cada trabajo deberá incluir un resumen de no más de 15 líneas, en castellano y en inglés, con sus palabras clave. f. Cada trabajo deberá incluir un resumen de no más de 10 líneas de la trayectoria del o de los autores, con el nombre completo, su dirección, número telefónico, fax, correo electrónico y lugar donde trabaja. Debe referenciar además las publicaciones que haya realizado. g. En la primera página de cada trabajo, deberá ir la fecha en que fue realizado y entregado a la Revista. h. El material será evaluado por el Comité de árbitros escogidos según la temática a tratar, quien determinará si será publicado o no, información que el editor transmitirá al autor o autores. i. Señale el tipo de artículo que presenta: * Artículo de investigación científica y tecnológica. Documento que presenta, de manera detallada, los resultados originales de proyectos terminados de investigación. La estructura generalmente utilizada contiene cuatro apartes importantes: introducción, metodología, resultados y conclusiones. * Artículo de reflexión. Documento que presenta resultados de investigación terminada desde una perspectiva analítica, interpretativa o crítica del autor, sobre un tema específico, recurriendo a fuentes originales. * Artículo de revisión. Documento resultado de una investigación terminada donde se analizan, sistematizan e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas, sobre un campo en ciencia o tecnología, con el fin de dar cuenta de los avances y las tendencias de desarrollo. Se caracteriza por presentar una cuidadosa revisión bibliográfica de por lo menos 50 referencias. * Artículo corto. Documento breve que presenta resultados originales preliminares o parciales de una investigación científica o tecnológica, que por lo general requieren de una pronta difusión. 157 * Reporte de caso. Documento que presenta los resultados de un estudio sobre una situación particular con el fin de dar a conocer las experiencias técnicas y metodológicas consideradas en un caso específico. Incluye una revisión sistemática comentada de la literatura sobre casos análogos. * Revisión de tema. Documento resultado de la revisión crítica de la literatura sobre un tema en particular. * Cartas al editor. Posiciones críticas, analíticas o interpretativas sobre los documentos publicados en la revista, que a juicio del Comité editorial constituyen un aporte importante a la discusión del tema por parte de la comunidad científica de referencia. * Traducción. Traducciones de textos clásicos o de actualidad o transcripciones de documentos históricos o de interés particular en el dominio de publicación de la revista. * Documento de reflexión no derivado de investigación. * Reseña bibliográfica. Los trabajos podrán remitirse a: Revista Educación y Ciudad Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico, IDEP Avenida El Dorado No66-63, piso 1, Bogotá, D. C. Colombia Tel. 324 1000 Ext 9010/22, e-mail: [email protected] – [email protected] Bogotá, D.C. Colombia e-mail: [email protected] 158 Número 17 / Segundo semestre de 2009 IDEP- Revista Educación y Ciudad EDUCACIÓN Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico 17 Convivencia ciudadana