PLAN MONUMENTA MADRID 2013 Plan de Monumentos, Arte Público y Colaboracion Ciudadana Consulta pública para la colocación de una estatua de Felipe II en la Plaza de la Villa Felipe II, original de Leone y Pompeo Leoni. Museo Nacional del Prado, Madrid. Propuesta de ubicación en la Plaza de la Villa Fotografía de la escultura cortesía del Museo Nacional del Prado Felipe II de Austria “El rey Prudente” (Valladolid 1527-San Lorenzo de El Escorial 1598) Rey de España, Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Inglaterra e Irlanda, Duque de Milán, Soberano de los Países Bajos y Duque de Borgoña, su imperio abarcaba posesiones en todos los continentes. En el año 1561, Felipe II comunica desde Toledo al Concejo de Madrid su firme decisión de trasladar la Corte a la Villa del Manzanares. Así Madrid se convertía en la primera capital permanente de la monarquía española. Como se sabe, Castilla carecía de un lugar fijo, estable o reconocido, como residencia de la Corte. Ésta iba allá donde fuese el monarca, que solía pasar largas temporadas en diferentes ciudades de sus dominios, Valladolid, Segovia, Medina, Madrid, Toledo. Este movimiento itinerante de la Corte, normal en otros reinos europeos, comenzaba a aparecer en el siglo XVI como un fenómeno incómodo, caro y nada práctico. Toledo o Valladolid eran ciudades que tenían gran prestigio para ser elegidas, pero ¿por qué lo fue Madrid? No se conocen razones incontestables para saber por qué Felipe II eligió Madrid, ni si la idea de establecer una capitalidad estaba en la mente de Felipe II desde antes de su reinado o si, por el contrario fue un proyecto que fue madurando poco a poco, pero sí se puede afirmar que la Villa reunía ciertos requisitos necesarios para el establecimiento de la Corte. La Corte había crecido enormemente, en cantidad de individuos, miembros y servidores, y en complejidad de aparato y protocolo. El ceremonial, tomado del borgoñón, era complicado, y de una pasmosa solemnidad. El personal que asistía al rey y a la Casa Real creció en varios miles de personas. Se necesitaba, por tanto, una sede urbana que permitiera e incluso facilitara los movimientos de la Corte. Además, la burocracia se estaba convirtiendo en una máquina aparatosa e ingente, demandando edificaciones adecuadas. Madrid no era una ciudad con grandes y suntuosos edificios, pero su caserío y su organización urbana, permitía todas las reformas y modificaciones posibles. La Villa, había crecido y se había consolidado hacia el este del Alcázar, en terrenos que si no eran totalmente llanos, si presentaban un relieve suave y ondulado, lo que permitía poder proyectar calles anchas y rectas. La nobleza local era poco poderosa, y sus intereses fácilmente manejables. Además, Madrid no era sede arzobispal con lo que la Corte, sin un poder aristocrático fuerte ni uno religioso poderoso, podía moverse y disponer con absoluta libertad. Por si esto fuera poco había gran cantidad de agua en Madrid, gracias a los viejos y muy efectivos “viajes de agua” y de sabor reconocido desde antiguo; y su aire limpio y clima sano, contribuían a que el ambiente de la Villa fuese sumamente grato. Finalmente, Madrid estaba situada en el centro peninsular, espacio sobre el que se ejercía el poder, y su capacidad de símbolo, en este sentido, era ilimitada. La estatua de Felipe II cuya colocación en la Plaza de la Villa se propone, se fundió en bronce a partir del original de Leone y Pompeo Leoni que se conserva en el Museo Nacional del Prado. Se encontraba originalmente en la Plaza de la Armería, de donde hubo de ser retirada a un almacén municipal a causa de las obras del Museo de las Colecciones Reales. Fuente: JLL& JRP, “Madrid, la capital de España”, en www.nova.es/ jlb/mad_es62.htm Alvaro de Bazán, Mariano Benlliure. Ubicación actual en la Plaza de la Villa Propuesta de ubicación en calle la Moltalbán, junto al Cuartel General de la Armada Alvaro de Bazán (Granada 1526-Lisboa 1588) Primer Marqués de Santa Cruz de Mudela, militar, Almirante de la Armada y Caballero de la Orden de Santiago. Desde 1544, en que participó por primera vez en un combate naval contra una formación francesa de corsarios, que fue batida, se dedicó a combatir a todos los enemigos de la monarquía española y a limpiar las aguas de piratas. En 1568, después de importantes victorias contra ingleses, otomanos y corsarios de varias procedencias Felipe II le nombra Capitán General de las Galeras de Nápoles. En poco tiempo construye una poderosa escuadra de 38 galeras, participando en varios batallas navales. Como recompensa a los servicios prestados el rey le concede el título de Marqués de Santa Cruz. El 7 de octubre de 1571 en la famosa batalla de Lepanto su escuadra tuvo una decisiva actuación. Coronado Felipe II rey de Portugal, ordena a Bazán que combata contra la escuadra francesa enemiga, que es destruida. Al año si- guiente bajo su mando se ocupa la isla Terceira (Azores). Esta fue su última campaña naval. El 9 de febrero de 1588 moría en Lisboa mientras estaba entregado, por encargo del monarca, a la organización de la Gran Armada, conocida como la Armada Invencible. La estatua de D. Alvaro de Bazán se realizó con motivo del tercer centenario de su muerte, en 1888, con fondos provenientes de un concierto en el Teatro de la Zarzuela y la suscripción popular, alcanzando la suma de 62.500 pesetas. El proyecto de Benlliure se inspiró en la estatua de bronce de Carlos V, obra de León Leoni, del Museo del Prado. El pedestal, obra de Benlliure y del arquitecto Miguel Aguado, tenía originalmente una decoración en bronce a base de delfines, anclas y atributos marinos que en la actualidad ha desaparecido.