Señora Ministra de Educación Nacional, Doctora María Fernanda

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Señora Ministra de Educación Nacional, Doctora María Fernanda Campo
Señor Viceministro de Educación Superior, Doctor Javier Botero
Señor Rector saliente, Doctor Moisés Wassermann
Señor Director de Colciencias, Jaime Restrepo Cuartas
Honorables miembros del Consejo Superior Universitario
Señores Exrectores de la Universidad Nacional de Colombia
Señores Rectores de Universidades Públicas y Privadas
Señores Presidentes de las Academias
Señores Vicerrectores de la Universidad Nacional de Colombia
Señores Decanos de la Universidad Nacional de Colombia
Honorables miembros del Consejo de la Facultad de Ciencias
Señores Directores de Unidades Académicas Básicas
Profesores de la Universidad Nacional de Colombia
Familiares y amigos
:::::
Al posesionarme hoy como Rector de la Universidad Nacional de Colombia, debo
agradecer al Honorable Consejo Superior Universitario, encabezado por la Señora
Ministra, su confianza para conferirme el gran honor y la enorme responsabilidad
de dirigir la Universidad durante los próximos tres años, tarea que llevaré a cabo
con eficiencia y rectitud.
Creo que la educación pública, única opción para muchos colombianos, debe ser
el más eficaz instrumento de equidad social en un país tan desigual como el
nuestro. Me identifico personalmente como hijo del sistema público de educación y
pondré toda mi voluntad en aportar a su mejoramiento, ejerciendo mi liderazgo en
la Universidad, para que ésta sea motor (el motor de la locomotora) en la
construcción de una nueva ley de educación superior. Para ilustrar el compromiso
personal con la educación pública me permito hacer un recorrido sumario por el
proceso de mi formación profesional.
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El camino de mi educación y formación personal lo he recorrido, desde la escuela
primaria, a través de la educación pública y bajo una especial influencia inicial de
mi familia, una familia de maestros, caracterizada por su indeclinable vocación
docente, a la que hoy también quiero agradecer. La educación básica y media la
recibí principalmente en el Departamento de Santander. Ingresé a la Universidad
Nacional e inicié mis estudios de matemático en medio de permanentes cierres y
padeciendo la programación anormal de semestres académicos. Eran éstas,
épocas difíciles para aquellos estudiantes poco amigos del uso de la retórica
asambleísta que se respiraba en el ambiente estudiantil. Cuando finalmente
parecía que disfrutábamos el ritmo normal del estudio continuo y regular, la toma
de la sede de una embajada vecina retrasó un semestre más mi graduación.
Inmediatamente terminé el pregrado, inicié mis estudios de maestría en
matemáticas. Antes de concluirlos tuve la oportunidad de vincularme como
instructor asistente de la Universidad. Bajo la dirección del Profesor Yu Takeuchi
realicé mi tesis de maestría y participé en mi primer proyecto de investigación.
Alcancé así el nivel máximo de formación académica que, en ese entonces,
ofrecía el país. Como docente, la mejor opción en ese momento era dedicarme a
enseñar matemáticas para estudiantes de ingeniería o matemáticas. Era como
haber aprendido a cazar dragones y, al no encontrar dragones para cazar,
enseñar a otros a cazar dragones.
Aparece entonces en mi camino un dragón: la oportunidad de aplicar a una de las
8 becas para realizar estudios doctorales ofrecidas por el Servicio Alemán de
Intercambio Académico (DAAD). Fui seleccionado para ser beneficiario de una de
ellas para estudiar en la Universidad de Mainz. Viajé con mi esposa Liliana,
también matemática. Teníamos una sola beca para los dos, pero nos motivaba el
firme propósito de estudiar ambos. Por recomendación del Profesor Peter Paul
Konder, quien había trabajado algunos años en Colombia, iniciamos estudios en
diferentes áreas de Matemática Aplicada que no tenían desarrollo alguno en
nuestro país, ella bajo la dirección del profesor Wolfganag Bühler y yo dirigido por
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el profesor Börsch-Supan. En 1991 recibimos nuestros títulos de doctor: Liliana en
Probabilidad y yo en Análisis Numérico. El DAAD podrá afirmar que, en nuestro
caso, financió un verdadero combo académico: con una beca promovió dos
nuevos doctores.
Posteriormente complementé mi formación académica en Alemania, cuando en
uso de un año sabático, realicé estudios posdoctorales, desarrollé proyectos de
investigación conjuntos con investigadores alemanes y conocí las discusiones
sobre las reformas que se introducirían en el sólido y conservador sistema
universitario alemán, originadas en el proceso de Bolonia que Europa había
iniciado en 1989 y que, aún hoy, son tema de permanente reflexión universitaria y
referente para nosotros.
Con estas palabras iniciales sólo quiero evidenciar el enorme compromiso
personal que para mí representa trabajar para mejorar el sistema de educación
superior, especialmente el público. Comparto las palabras de Alberto Lleras
Camargo, quien afirmó en 1947, que “hay que abrir a todo colombiano una
esperanza cierta, una oportunidad operable, una expectativa legítima. Eso hacen
las escuelas”.
Tanto la nueva ley de educación superior como la dirección de la Universidad
deberán tener como referencia la concepción de universidad pública y estatal que
el General Santander, desde la Vicepresidencia de la Gran Colombia, materializó
con la creación de la Universidad Central de la República, con sedes en Caracas,
Quito y Bogotá. Esta fue la primera expresión jurídico-institucional de universidad
pública, la cual comenzó a funcionar hacia 1830.
Esa institución es la génesis de la Universidad que tendré oportunidad de dirigir a
partir del día de hoy. Digo génesis, porque hacia los años 50 del mismo siglo, la
sede de Bogotá de esta primera Universidad Central fue clausurada. Pero en 1864
José María Samper presentó al Congreso un proyecto de ley para la creación de
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lo que llamó Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia,
manteniendo el espíritu de universidad pública propuesto por Santander, quien ya
en 1826 había afirmado: “Sin un buen sistema de educación pública y enseñanza
nacional no puede difundirse la moral pública y todos los conocimientos útiles que
hacen prosperar a los pueblos”
El 22 de septiembre de 1867, en el gobierno de Manuel María Santos Acosta, el
Congreso expide la ley 66 con la cual se crea la Universidad Nacional de los
Estados Unidos de Colombia. En los bienes entregados para su funcionamiento,
tales como el Observatorio Astronómico, vecino de este claustro y administrado
actualmente por la Universidad Nacional, comenzaron a funcionar las facultades
de artes y oficios, derecho, medicina, ciencias naturales y filosofía. La recién
fundada Universidad contó con 335 estudiantes provenientes de varias regiones
del país y 45 profesores. Se designó como primer Rector al Dr. Ezequiel Rojas,
quien por quebrantos de salud decide no aceptar, en su reemplazo fue nombrado
el Dr. Manuel Ancízar. La Universidad creció en reputación, número de alumnos,
competencia y profundidad en las enseñanzas hasta consolidarse como alma
máter de la educación superior colombiana.
En la presidencia de Alfonso López Pumarejo se expidió la ley orgánica de la
Universidad (ley 68 de 1935), con la cual el Gobierno emprendió la construcción
de la ciudad universitaria para reunir las escuelas y crear nuevas facultades. En
1936 se incorporó la Escuela de Minas de Medellín y dos años más tarde la
Escuela de Agricultura Tropical de Medellín.
Los antecedentes de la sede Manizales se remontan a 1946 cuando el gobernador
José Jaramillo Montoya y el rector Gerardo Molina promueven su creación.
La sede Palmira se originó con la incorporación a la Universidad Nacional en 1964
de la Escuela Superior de Agricultura Tropical.
La creación de las sedes de frontera en Leticia, San Andrés, Arauca y Tumaco se
da en la década de los 90, durante la rectoría del profesor Guillermo Páramo.
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La Universidad Nacional en las últimas décadas no ha sido ajena a las reformas.
En 1964 el Profesor José Félix Patiño asumió la Rectoría de la Universidad en
medio de una profunda crisis: la Universidad no generaba credibilidad en la
sociedad, vivía en continua pugna interna y con una amplia fragmentación
institucional. La Universidad contaba con algo menos de 8000 estudiantes, 27
facultades y 32 carreras. La reforma llevada a cabo con el lema “integración como
mecanismo para el desarrollo” permitió agrupar todas sus carreras en 12
facultades pertenecientes a las cuatro sedes y se creó el Consejo Superior como
máximo órgano de gobierno. (Hoy el Doctor Patiño es uno de sus honorables
miembros). La llamada “reforma Patiño” representó un salto sustancial para la
Universidad y sirvió de guía para las demás universidades del país.
Durante las Rectorías de los profesores Antanas Mockus, Guillermo Páramo,
Marco Palacios y Moisés Wassermann se llevaron a cabo importantes reformas
académicas que le imprimen a la actual Universidad Nacional un carácter
académico moderno y flexible. Sabré aprender de los esfuerzos y experiencias del
pasado, para entender la situación que hoy en día vive la Universidad y enfrentar
los problemas que la aquejan.
En las reformas académicas mencionadas, un tema de permanente discusión,
tanto interna como externa, ha sido sin duda la cobertura, que hoy llega a 40000
estudiantes de pregrado y 8000 de posgrado, de los cuales 1000 son estudiantes
de doctorado, La planta de profesores hoy la constituyen cerca de 3000
profesores. Ha habido importantes iniciativas para aumentar aún más la cobertura,
pero cuidando siempre la calidad académica, sin caer en la tentación de la
virtualidad total y con la conciencia plena de saber que la tecnología no nos ahorra
tiempo o recursos, sólo los reparte de otra manera.
Y es que, según las condiciones de cobertura la evolución de la mayor parte de los
sistemas de educación superior en el mundo puede caracterizarse formalmente
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mediante tres etapas, como lo hizo mediante múltiples análisis el profesor Martin
Trow de la Universidad de California desde la década del 70:
Una primera etapa, cuando las tasas de cobertura son menores al 15% de las
personas en edad de ingresar a la universidad; bajo estas condiciones se
considera la educación universitaria como un privilegio. La segunda etapa se
caracteriza por el aumento de la demanda de estudiantes que quieren ingresar a
la educación superior. Internacionalmente se ha identificado esta etapa como la
masificación de la educación universitaria, y se estima que se presenta cuando se
alcanzan tasas de cobertura nacionales entre el 15% y el 50% del grupo de edad
en condiciones de ingresar a la universidad. En esta etapa se identifica la
educación universitaria como un derecho, para aquellos que cumplen ciertos
criterios de preparación. En la tercera etapa se cubren tasas de cobertura mayores
al 50% y la sociedad pasa a considerar la educación universitaria como una
obligación. Esta etapa se caracteriza por buscar universalizar la educación
superior.
Cada una de estas tres etapas determina características especiales para diversos
tipos de universidades. Así, las universidades de élite buscan formar el carácter y
el espíritu de sus estudiantes, como, por ejemplo, lo propuso Wilhelm von
Humboldt a comienzos del siglo XIX para el sistema educativo universitario
alemán. Al masificarse el acceso a la educación superior, las universidades
también deben brindar formación para las profesiones o para el trabajo, que es
una educación mucho más técnica. Este tipo de universidades son necesarias
para mantener las condiciones tecnológicas actuales y con ello nuestro estándar
de vida y la misma civilización en el planeta. En este sentido preparan,
principalmente, las élites técnicas y económicas de las naciones. Finalmente, las
universidades con acceso universal se dedican a preparar a gran parte de la
población para adaptarla a los rápidos cambios sociales y tecnológicos. En el país
coexisten hoy estos tres tipos de universidades.
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La Universidad Nacional presenta actualmente una mezcla de algunos elementos
que caracterizan a las universidades de élite como el estar físicamente separadas
de su entorno y tener un examen propio de acceso, lo que le permite seleccionar
muy buenos estudiantes. También tiene características del tipo de universidades
que ofrecen programas académicos para las profesiones, con un aumento
considerable de la cobertura. Este hecho indica que en su historia reciente, la
Universidad ha incrementado continuamente los cupos y programas académicos
sin hacer grandes modificaciones en su infraestructura o en su planta docente.
Este proceso ha llevado a aumentar la cantidad de estudiantes por profesor, a
recurrir al apoyo de estudiantes del posgrado para cubrir las actividades docentes
de pregrado y a incrementar considerablemente la nómina temporal de
funcionarios administrativos, entre otros.
La coyuntura actual es muy importante porque definirá el rumbo de la Universidad
Nacional de Colombia. Ampliar la cobertura sin contar con la capacidad para
atender a los nuevos estudiantes tendería a convertirnos en una universidad de
acceso universal, en detrimento de la calidad académica. El camino que la última
administración, liderada por el Profesor Wassermann, ha trazado para la
Universidad Nacional de Colombia es el de convertirse en una universidad de
investigación.
En este sentido, es preciso mencionar los resultados del proceso de Bolonia, que
estandarizó el sistema educativo europeo para facilitar los intercambios
académicos, facilitó el reconocimiento de títulos, aumentó la confianza recíproca
entre instituciones, y así mismo estructuró el sistema universitario para entregar un
primer título certificando la formación de profesionales (que es el bachelor). De
esta forma el sistema europeo ha tendido a emular el sistema universitario de los
Estados Unidos. Ese enfoque tiene sus ventajas; sin embargo, considero que la
Universidad Nacional debe incentivar la formación integral de ciudadanos y no
exclusivamente de profesionales. Esto quiere decir que nuestra Universidad
buscará formar ciudadanos con carácter, es decir, personas que puedan
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argumentar, dudar metódicamente, ofrecer soluciones para mejorar continuamente
lo que enfrentan y así abordar prontamente la investigación autónoma o la
solución autónoma de problemas. Este sería nuestro propio camino educativo, que
no es el de Bolonia, ni el de los Estados Unidos.
Necesitamos una Universidad que responda a las condiciones propias del sistema
de educación colombiano y sea reconocida internacionalmente por su perfil
investigativo; una Universidad preparada para ofrecer las respuestas a las
preguntas que aún no nos hemos formulado, y no menos importante, una
Universidad que vuelva su mirada hacia la formación primaria y secundaria,
porque la educación debe ser considerada como un sistema integral. Como decía
Karl Popper “no existen disciplinas ni áreas de aprendizaje o indagación:
solamente existen problemas y la urgencia de resolverlos”.
La actitud crítica requiere la promoción permanente dentro del sistema educativo
de los valores de la autonomía y la responsabilidad. Estos valores deben permear
nuestro sistema educativo por completo. Son éstas características importantes,
que deberán discutirse necesariamente como parte del proceso de construcción
de una nueva ley de educación superior para el país.
Con esto en mente, formulé mi propuesta: Calidad Académica y Autonomía
Responsable, que me servirá como guía durante la rectoría 2012-2015 y me
permite mencionar los mayores problemas y retos que la Universidad enfrenta
actualmente.
En primer lugar, la Universidad debe, ante todo, fortalecer la calidad académica de
sus programas. Para ello es preciso realizar los ajustes necesarios a la reforma
académica realizada en el año 2009.
El fortalecimiento académico debe involucrar la promoción activa de la autonomía
como valor fundamental del sistema educativo. La autonomía permite construir un
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sistema centrado en los estudiantes, es decir, en los procesos de aprendizaje en
contraste con aquellos sistemas con énfasis en los procesos de enseñanza. La
autonomía le permite al estudiante asumir conscientemente la responsabilidad
directa en su proceso de aprendizaje. El conocimiento se aborda entonces de una
manera crítica y activa y no de una manera pasiva, es decir, los estudiantes
pueden realizar discusiones civilizadas y dudar de lo establecido y de los criterios
de autoridad en el conocimiento. La responsabilidad es un complemento implícito
y necesario en un proceso educativo autónomo.
Por otra parte, sin necesidad de construir en Colombia un sistema educativo
centrado en la autonomía como valor central en los procesos de aprendizaje,
podemos hacer un esfuerzo institucional en el nivel universitario para promoverla
efectivamente. Permítanme mencionar en este sentido un sistema novedoso y
audaz que ha implementado la Universidad Nacional de Colombia, que le otorga a
cada estudiante un cupo de créditos académicos para que lo utilice en el
desarrollo de su carrera con un elevado nivel de autonomía. Este sistema
promueve la responsabilidad del estudiante y le confiere autonomía para trazarse
la ruta de formación dentro de la universidad, al tiempo que le permite un amplio
nivel de flexibilidad en ese proceso formativo, lo que incentiva un enfoque
interdisciplinario.
Este proceso, ya implementado, necesita de algunos ajustes; la Universidad debe
cumplir institucionalmente una función de apoyo y acompañamiento para lograr
que los estudiantes “aprendan a aprender” y establezcan efectivamente una ruta
de formación para la construcción autónoma del conocimiento, acorde con sus
intereses y capacidades, que optimice el desarrollo de sus cursos, trabajos y tesis
de grado, como el centro de su proceso de aprendizaje. Así, los estudiantes
utilizarán mejor los recursos puestos a disposición por la universidad y lograrán
una adecuada conexión con la oferta de soluciones a las necesidades y
problemas. El sistema de acompañamiento estudiantil será parte del bienestar
integral que la Universidad ofrecerá a sus estudiantes y este sistema promoverá,
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al mismo tiempo, las capacidades de emprendimiento, propenderá por vincular a
los estudiantes, desde los primeros semestres, a las labores académicas a través
de monitorías y aumentará la posibilidad de movilidad académica sin desatender
los programas actuales.
Sin dar la espalda a la educación media, y con el ánimo de contribuir a su
mejoramiento, se fortalecerán los exitosos programas de posgrado, de reciente
creación, orientados al mejoramiento de la formación de los maestros de
educación básica y media; así mismo, reconociendo la brecha entre la educación
media pública y privada, pondré a consideración del Consejo Superior un
programa de admisión especial para los mejores bachilleres de colegios públicos.
En segundo lugar es inevitable abordar el tema de la situación crítica de la
infraestructura y patrimonio que enfrenta la Universidad Nacional de Colombia. Sin
un adecuado soporte de infraestructura no es posible que la Universidad conserve
o fortalezca la calidad académica de sus programas y, menos aún, que pueda
aumentar la cobertura. Tenemos una situación especialmente delicada en la sede
Bogotá: varias de sus edificaciones se encuentran en avanzado estado de
deterioro, al punto que algunas han debido ser evacuadas y clausuradas. No se ha
logrado poner en funcionamiento el Hospital Universitario, lo que ha repercutido
enormemente en la calidad y reputación de este ‘patrimonio académico’ de
nuestra Universidad. Con relación a esta situación hago un llamado urgente al
Gobierno Nacional, para que apoye la aprobación de una partida presupuestal
especial que nos permita modernizar la infraestructura de la Universidad Nacional,
con la seguridad que este esfuerzo redundará en la calidad académica y en la
presencia de la Universidad Nacional en la vida de la nación. Sin este apoyo
cualquier esfuerzo será insuficiente.
El tercer y último punto principal de mi propuesta está relacionado con la gestión
administrativa. Como lo indicó el informe de la evaluación internacional realizada a
la Universidad por la Asociación de Universidades Europeas a través de su
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Programa de Evaluación Institucional, enfrentamos una ‘burocracia – dice el
informe - casi paralizante y antieconómica’. En este campo deberemos emprender
una ambiciosa reforma administrativa, con un gran salto, porque un abismo no se
supera con pequeños saltos; necesitamos una gestión administrativa que nos
permita hacer efectiva la autonomía universitaria hasta las unidades académicas
básicas. El objetivo
fundamental es que el nivel central de la Universidad se
dedique a formular la política académica y a controlar su ejecución mientras las
sedes, facultades y unidades académicas básicas se dedican a ejecutar con
eficiencia. Esto es lo que he expresado como centralización académica y
descentralización administrativa. El valor fundamental en este proceso debe ser la
confianza, que nos permitirá establecer una estructura administrativa mucho más
eficiente.
Los tres puntos señalados anteriormente son el eje de mi programa. Confío en el
decidido apoyo del Gobierno Nacional y en el empeño de Usted, Señora Ministra,
para ayudarnos a fortalecer el más importante centro de educación superior
pública del país. Compartimos los mismos objetivos, cuando afirma Usted que
“(…) la principal locomotora que tiene un país para salir adelante, superar la
pobreza, reducir las grandes brechas de inequidad, para poder formar unos seres
humanos que puedan ser competentes y competitivos en un entorno globalizado,
es la educación de calidad”.
Durante el proceso que antecedió a mi designación, los aspirantes hemos
coincidido en el diagnóstico de los principales problemas que padece la
Universidad Nacional, que también representan las mayores inquietudes de la
comunidad universitaria, algunas de las cuales deben manifestarse en los debates
nacionales. Reitero entonces la invitación pública que he hecho a toda la
comunidad académica para mantener discusiones abiertas y constructivas, ante
procesos como la formulación del nuevo proyecto de ley de educación superior. La
Universidad, en muchos aspectos es una imagen a escala del país y le debe a la
sociedad colombiana su existencia; tiene por eso mismo el deber y la
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responsabilidad de servir de modelo y ejemplo en el debate de las ideas y de las
posiciones contrarias a través de la discusión crítica y civilizada.
Esta actitud crítica deberá permitirnos promover la autonomía universitaria de
manera responsable con el país y sus necesidades.
Como lo manifesté en mi programa para el proceso de designación de rector, la
Universidad Nacional de Colombia mantendrá su independencia y no entregará su
autonomía a intereses privados o políticos internos o externos. Debo reafirmar, en
todo caso, que no caeré en la inacción por buscar consensos imposibles. Los
desencuentros podrán ser frecuentes, pero estoy preparado: más de 30 años de
vinculación a la Universidad me imponen el compromiso de velar sin
claudicaciones por el interés de la institución. A los escépticos les anuncio que
ésta será una Rectoría que evitará la exposición de ideas menores revestidas con
palabras mayores (que es la mejor definición de demagogia) y superará el
diagnóstico y la documentación de nuestras debilidades para pasar a la acción.
Será una Rectoría tolerante, pero no indiferente; necesitaré el apoyo decidido, real
y efectivo, de la comunidad universitaria y del gobierno nacional, de lo contrario mi
gestión será como un intento por sanar una fractura retocando la radiografía.
Finalmente agradezco los múltiples mensajes de apoyo y confianza recibidos,
tanto de estudiantes, profesores, empleados administrativos, como de la
ciudadanía en general y muy especialmente de mi esposa y mis hijos. Esto me
compromete con el país a dejar una huella que contribuya al mejoramiento de la
calidad de nuestra educación superior.
Permítanme cerrar estas palabras citando a Alberto Lleras Camargo, cuando al
recibir el grado “honoris causa” en Filosofía y letras de la Universidad de Los
Andes dijo:
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“En mi opinión no existe catálogo de prioridades en las necesidades de la
República, con ser tan variadas e intensas. Por sobre todas las exigencias está
ésta de la educación, antes que los caminos, que las armas, que los hospitales,
que la técnica, que la comida, que la higiene y la casa, porque todas las formas de
desarrollo de un país han de subordinarse al hecho absoluto de que no puede hoy
haber, como sí las hubo en la antigüedad, naciones grandes sumidas en la
ignorancia.”
Muchas gracias.
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