Miguel Rozo S.J. - Pontificia Universidad Javeriana

Anuncio
Estimado Estudiante:
Hoy quiero dirigirme a usted y agradecerle de corazón el que usted me haya ayudado a darle sentido a mi
vida de maestro. Usted y yo hemos recibido de los demás todo lo que sabemos, creemos y hemos
realizado. Ni usted ni yo nacimos aprendidos. En nuestros primeros años fueron nuestros padres quienes
nos enseñaron a hablar, a caminar, a comer, a vestirnos, a divertirnos, a inter relacionarnos con los
hombres y con la naturaleza sazonando todo ello con el único verdadero amor humano que es de los
padres hacia sus hijos. Luego, esta labor la complementaron el colegio, la universidad y la vida.
Hoy quiero compartir con usted las enseñanzas recibidas de muchos maestros de la vida, empezando con
mis padres y concluyendo con usted; de lecturas que he hecho, de reflexiones de otras personas cuyos
nombres no recuerdo pero que guardo con respeto sagrado en mi corazón porque son mi tesoro más
valioso, y que por el aprecio y la deuda que tengo con usted quiero ofrecérselas.
En alguna parte del archivo de mis recuerdos encontré esta carta escrita por un padre a su hijo y que hoy
quiero compartirla con usted:
“Puedo enseñarte muchas cosas, pero no puedo obligarte a aprender.
Puedo dirigirte, pero no puedo responsabilizarme por lo que haces.
Puedo llevarte a la Iglesia, pero no puedo obligarte a creer.
Puedo instruirte en lo malo y lo bueno, pero no puedo decidir por ti.
Puedo darte amor, pero no puedo obligarte a aceptarlo.
Puedo enseñarte a compartir, pero no puedo forzarte a hacerlo.
Puedo hablarte del respeto, pero no puedo evitar que seas irrespetuoso.
Puedo aconsejarte sobre las buenas amistades, pero no puedo escogértelas.
Puedo decirte que el licor es peligroso, pero no puedo decir "No" por ti.
Puedo advertirte acerca de las drogas, pero no puedo evitar que las uses.
Puedo exhortarte a la necesidad de tener metas altas, pero no puedo alcanzarlas por ti.
Puedo enseñarte acerca de la bondad, pero no puedo obligarte a ser bondadoso.
Puedo explicarte cómo vivir, pero no puedo vivir por ti”.
En ese mismo archivo de mis recuerdos hay una oración que siempre recito al comienzo de mis cursos
semestrales y que es el complemento de lo que acabo de escribirle:
“Ayúdame Señor a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso
de los débiles. Si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me
das humildad, no me quites la dignidad. Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes
inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. Enséñame a querer a la gente como tu y a no
juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Mas bien, recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo”.
Dentro de las enseñanzas que he ido aprendiendo en el camino de la vida hay una que se ha convertido
en el norte de mi existencia y es tener claro el sentido de la vida; aprendí que: “la gloria de los hombres
se ha de medir siempre por los medios de que se han valido para obtenerla”, que tener una fe firme y
sólida en Dios Creador es el fundamento para poder tener fe también en los hombres y en mi mismo, que
el evangelio de Jesucristo es un libro que solo se lee bien con el corazón, que para que triunfe el mal, sólo
es necesario que los buenos no hagan nada, que la grandeza no consiste en recibir honras, sino en
merecerlas, que vale mas una derrota honrosa que una victoria vergonzoza, que si la verdad, no es
entera, se convierte en aliada de lo falso, que todos los hombres estamos hechos del mismo barro pero no
del mismo molde, que si un día usted tiene que elegir entre el mundo y el amor...acuérdese: si elige el
mundo se quedará sin el amor, pero si elige el amor, con él conquistará el mundo, que si se siente solo es
porque construyó muros en vez de puentes, que el corazón tiene razones que la razón no entiende”
(Pascal), que el amor aunque sea dulce, siempre tiende a agriarse pero si lo mezcla con sabiduría y
madurez va a ser un amor para toda la vida, que si “¿Quiere ser feliz por un instante? ¡Vénguese!... y que
si…¿Quiere ser feliz para siempre? ¡PERDONE!”
(Tertuliano), que “la amistad duplica las alegrías y
divide las angustias por la mitad” ( Sir Francis Bacon), que “no llega antes el que va más rápido sino el
que sabe a dónde va” (Séneca), también ap0rendí que “la vida consiste no en tener buenas cartas, sino en
jugar bien las que uno tiene”, que es mejor olvidarse de las ofensas que le hirieron, sin esclavizarse en la
prisión del rencor y la amargura; Socrates un día hizo esta afirmación: “la verdadera sabiduría está en
reconocer su propia ignorancia”, y Einstein hizo esta otra: “locura es hacer lo mismo una vez tras otra y
esperar resultados diferentes”.
En este mundo moderno la ciencia parece haberse convertido en el dios que todo lo explica, todo lo sabe,
todo lo resuelve; pero lo cierto es que la ciencia no tiene respuestas satisfactorias para los problemas
fundamentales del hombre: ¿qué puede decir la ciencia frente al dolor?... ¿qué ante la muerte? …¿qué
ante la guerra?... ¿qué ante la corrupción?...¿qué ante la eternidad?...esta realidad es la que ha llevado a
algunos de los grandes científicos a exclamar: “Lo que sabemos es una gota, lo que ignoramos un
inmenso océano. La admirable disposición y armonía del universo, no ha podido sino salir del plan de un
Ser omnisciente y omnipotente”; Darwin a este propósito afirmó: “jamás he negado la existencia de
Dios. Pienso que la teoría de la evolución es totalmente compatible con la fe en Dios. El argumento
máximo de la existencia de Dios me parece que es la imposibilidad de demostrar y comprender que el
universo inmenso, sublime sobre toda medida, y el hombre hayan sido frutos del azar”. Otro gran
científico, cuyo nombre no recuerdo, sobre este tema opinó así: “Todo aquel que está seriamente
comprometido con el cultivo de la ciencia, llega a convencerse de que en todas las leyes del universo está
manifiesto un espíritu infinitamente superior al hombre, y ante el cual, nosotros con nuestros poderes
debemos sentirnos humildes”. Einstein considerado un genio en física dijo: “ La física moderna me
enseña que la naturaleza no es capaz de ordenarse a si misma. El universo supone una enorme masa de
orden. Por eso requiere una “Causa Primera” grande, que no está sometida a la segunda ley de la
transformación de la energía y que por lo mismo, es Sobrenatural”.
Otro de los dioses del mundo moderno es el dinero. Muchos piensan que todo se puede comprar con
dinero, incluso la felicidad; pero se equivocan: “el dinero, puede comprar una casa pero no un hogar; el
dinero, puede comprar un libro pero no el conocimiento; el dinero, puede comprar el sexo, pero no el
amor”. Estos muchos no han entendido que: “no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita”.
Esta idea ya la había expresado bellamente Shakespeare cuando escribió: “Sufrimos demasiado por lo
poco que nos falta y gozamos poco de lo mucho que tenemos”. No olvide querido estudiante que la
prosperidad hace amistades, y la adversidad las prueba, que el verdadero amigo es alguien que se queda
cuando todos los demás se alejan, que la lealtad solo se da cuando una persona prefiere morir a
traicionar a quien ama, que el falso amigo es como la sombra que nos sigue mientras dura el sol.
Un poco mas arriba he afirmado que la ciencia no ha resuelto el problema de la muerte, entre otras
cosas, porque el hombre no muere cuando deja de vivir, pero sí cuando deja de amar, pero el amor no es
objeto de la ciencia, no es su campo, está fuera de su alcance. Por eso la ciencia no entiende que “educar
a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía” (John
Ruskin). Hacer de ese niño alguien que se despida, de los que, muriéndose, partieron, para que deje de
esperar su regreso, y camine su camino en la esperanza, de encontrarse con ellos. Que camine con todos
los que caminaron pero que sea de esos pocos que dejaron huellas. Que sea uno de aquellos que cuando
diga adiós deje la mitad de su corazón con el que se queda. Que sea uno de aquellos que cuando su voz
calle con la muerte, su corazón le siga hablando a sus amigos. Que sea uno de aquellos que no tenga
mensaje, que su mensaje sea su vida. Que sea uno de aquellos que el día en que nació todos reían y el
lloraba; y que vivió de tal manera que cuando muera, todos lloren y el ría. Que sea uno de aquellos que
cuando sea padre sepa que el “hijo es un ser que Dios le prestó para hacer un curso intensivo de cómo
amar a alguien más que a él mismo, de cómo cambiar sus peores defectos para darle los mejores
ejemplos y, de él, aprender a tener coraje. Sí. ¡Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que
alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de
estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. ¿Perder? ¿Cómo? ¿No es suyo? Fue
apenas un préstamo... EL MAS PRECIADO Y MARAVILLOSO PRÉSTAMO ya que es suyo sólo mientras no
puede valerse por sí mismo, luego le pertenece a la vida, al destino y a su propia familia. Dios bendiga
siempre a sus hijos pues a él ya lo bendijo con ellos" (Jose Saramago), que sea uno de aquellos cuya
muerte sea una separación con aroma de eternidad feliz. Que sea uno de aquellos que sepa “que una vez
terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja”.
En síntesis lo que he deseado decirle querido estudiante es que la dicha de la vida consiste en tener
siempre algo que hacer en beneficio de los demás, alguien a quien amar, alguna cosa qué esperar y
finalmente recibir el abrazo eterno de Dios.
Reciba mi abrazo cordial,
Miguel Rozo Durán S.I.
Descargar