LOS JOVENES NI-NI - Teléfono de la Esperanza

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Numero 234 I MARZO - ABRIL 2010
Revista del Telefono de l a Esperanza
www.telefonodelaesperanza.org
LOS JOVENES NI-NI
La generacion del desencanto
En España, 700.000
jóvenes menores de 34
años ni estudian ni trabajan
Mª Ángeles López, autora de
Papás blandiblup: “Los padres
confundimos amor con regalito”
Terapias para jóvenes
indolentes y apáticos, por el
psiquiatra Alejandro Rocamora
SUMARIO
SUMARIO
Carta del Director // A Pepe y la Generación Ni-Ni // 5
A fondo
La Generación Ni-Ni // 6
Los jóvenes que ni estudian ni trabajan
Por Herminio Otero
Como ayudar a los jóvenes desencantados // 12
Génesis y pistas de solución
Por Alejandro Rocamora
En busca de ideales // 17
Nuevos modelos y arquetipos para la gente joven
Por José María Jiménez
Ellos son así // 22
Autodiagnóstico de la generación del desencanto
Por José Luis Rozalén
Entrevista // 28
Con Mª Ángeles López, autora del libro
Papás Blandiblup
Por Gloria Díez
Cine // 34
Juventud de cine
Por Norberto Alcover
A pie de calle // 40
700.000 españoles ni estudian ni trabajan
Por Antonio Saugar
Comunicando // 46
- Lo que aprendimos de Julia Madruga
- Homenaje a Julio Ruiz, fundador del
Teléfono de la Esperanza en La Paz
- El juez de menores Emilio Calatayud en
el XX Aniversario del Teléfono de Granada
Colaboradores:
Herminio Otero
Alejandro Rocamora
Redactor jefe y Publicidad: José Mª Jiménez
Gloria Díez
Fernando Alberca
José Luis Rozalén
Antonio Saugar
Diseño gráfico:
José Luis Mendoza
Coordinación:
Impact 5
Edita:
Tel.: 917 818 795
Teléfono de la Esperanza
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y administración:
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Con la financiación de:
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e-mail:
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Director:
Pedro Miguel Lamet
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Carta
Carta del
del Director
A PEPE Y A LA
GENERACIÓN NI-NI
Querido Pepe:
Ayer me llamó tu padre. Estaba tan enfurecido que casi no me dejó
meter baza. “¡No hay manera -gritaba desencajado-, ya no puedo
más! Esta vez te lo aseguro, lo echo de casa. Mi hijo es un parásito
de la sociedad. Tiene 34 años y sigue aquí sin dar clavo, a mantel
servido, gastos pagados, y además rascándose la barriga. Y encima
su madre lo disculpa. Te digo que el día menos pensado lo echo de
casa y que se las arregle solito, que ya es hora”.
No creo que llegue la sangre al río. Tus padres han tenido esa tentación muchas veces y nunca se han atrevido, ni creo que lo hagan
nunca. Te quieren demasiado. Bueno, si eso se puede llamar querer.
Te conozco desde que eras un mico. Y desde entonces he asistido
casi siempre a la ceremonia del consentimiento y la mano blanda.
Tu padre trabaja de sol a sol para ganar un sueldo con el que “permitirse disfrutar de la vida”. La verdad es que nunca
ha disfrutado de ella, pese a disponer de todas las comodidades de la llamada “sociedad del bienestar”.
Y como casi no te veían, sobre todo desde que tu madre también se puso a trabajar, pues en la práctica -pese a todas
las amenazas de que te iban a castigar, y dejarte sin vacaciones o no pasarte una más-, has hecho siempre tu sacratísima voluntad: ropa de marca, caprichos, horarios. De lo cual tú nunca te has extrañado, porque en el cole y luego en
la Universidad, hasta que la dejaste, eso era considerado “lo normal” entre tus compañeros.
Ahora te quejas de que no hay trabajo para los jóvenes. Tienes toda la razón. Tampoco para muchos hombres maduros y no digamos para los inmigrantes. Pero, dime, Pepe, ¿tú sabes lo que es buscar trabajo cuando se tienen tres hijos y una familia hacinada en un cuchitril? Esa gente recoge basura, se cuece bajo el plástico o limpia cacas de ancianos terminales. Tú, me parece, en el fondo no quieres trabajar, como no quieres salir de casa de papá ni aprovechar el
tiempo que te sobra ampliando tus estudios.
Arremetes contra la sociedad, claro. Y tienes también razón. Hemos modelado un arquetipo, un ideal de vida que viene de la “cultura del pelotazo”, el imperio del ladrillo y el reinado de la apariencia. Aquí los modelos eran Mario Conde, las Koplowitz e Isabel Presley. Quizás hayas oído a tu abuelo cómo tuvo que emigrar a Alemania o la vendimia
francesa antes de ser alguien. Sufrió, desde luego; pero reconocerás que es todo un señor.
Sí, la culpa es un poco de todos. De una España que “iba bien”, de unas fronteras para preservar el disfrute para nosotros solos, de una mentalidad neoliberal y la ley del mayor beneficio. Los valores éticos eran “cosa de curas” y lo
moderno, la permisividad total. Pues tú en realidad vives en casa como en una pensión de lujo, sin la sórdida y fría
soledad de una verdadera pensión.
Os llaman la “Generación Ni-Ni”, que ni estudia ni trabaja. Me dirás que no sea pesimista. No lo soy, aunque haya,
según las estadísticas, más de 700 mil jóvenes como tú y sobre todo sea un mal síntoma, un catalizador significativo.
No lo soy, porque también hay otra “Generación Si-Si”. Trabaja y sigue estudiando, puesto que hoy hay que formarse
continuamente para hacerse un hueco. Por no hablar de los que dan su tiempo a una ONG, que luchan por salvarnos
del cambio climático y que saben disfrutar de la vida sin drogas ni obsesión por las marcas.
Aunque parezca un rapapolvo, querido Pepe, no sólo a ti, sino a tus padres por su responsabilidad alícuota y la sociedad
española de estas últimas décadas, y a mí mismo, que estoy contagiado de esa axiología, como todos, te diré que creo
en ti. Primero fueron los hippies, que al menos protestaban por algo; luego vinieron los rebeldes de los años sesenta;
antes de ayer reinaban los pasotas, y ahora vosotros. Muchos de aquéllos se tuvieron que cortar el pelo y currar como
Dios manda para llevar adelante sus vidas. Estoy seguro que lo mismo te sucederá a ti, tarde o temprano. La tuya puede ser una generación recuperable, porque siempre hay un camino. Quizás nos acicate un poco a todos la crisis. Quizás
nos cambie la escala de valores. O mejoremos algún día los dichosos planes educativos, y valoremos otra vez el cariño
por encima del dinero, los abuelos por su sabiduría y los hijos más que el coche o el chalet, real o soñado. Quizás aprendamos de nuevo a “ser” en vez de “tener”, y a querer en vez de usar y tirar. ¿No sería ésta una verdadera revolución?
Pues, hale, levántate del sofá, coge un libro o vete a echar una mano a alguien, y perdona que por una vez haya hecho
contigo de aguafiestas o Pepito grillo. Me mueve otra manera de entender la felicidad. Un abrazo de tu amigo,
Pedro Miguel Lamet
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A Fondo
LA GENERACIÓN NI-NI
LOS JÓVENES QUE NI ESTUDIAN NI TRABAJAN
¿Ha surgido una generación apática, desvitalizada, indolente,
mecida en el confort familiar? Después de sucesivas generaciones de jóvenes que han recorrido el siglo XX, especialmente en su segunda mitad, los sociólogos detectan la aparición
de un nuevo modelo de actitud adolescente y juvenil: la de “los
Ni-Ni”, jóvenes que ni estudian ni trabajan y, lo que es peor, no
Por Herminio Otero
quieren estudiar ni trabajar…
6
A Fondo
El invento de la juventud
Los jóvenes son un invento reciente. Los acontecimientos que conmocionaron al mundo en la
primera mitad del siglo XX y los desajustes provocados por las sociedades avanzadas, marcaron
a los jóvenes, que habían aparecido como grupo
medio siglo antes, y aceleraron tomas de postura
aglutinadoras en lo que se llamó la clase juvenil.
Los jóvenes de la posguerra (Guerra Civil Española
y II Guerra Mundial), agobiados por el peso de la
tragedia, se instalaron en la trivilidad y se sintieron orgullosos de ella (Generación Escéptica Alemana) o entraron en crisis, según reflejó el retrato
de la película Rebelde sin causa: desplome de los
ideales, desilusión, escepticismo. Y tras la desazón
existencialista, ocasionada por el derrumbamiento
del sentido y de la inteligibilidad del mundo anterior, llegó una juventud con una actitud positiva: se
instaló en la contingencia, aprendió a renunciar a
los grandes porqués y a vivir con fundamentos sólidos y, atraída por la práctica y por la técnica más
que por la teoría, comenzó a moverse entre el realismo y el positivismo. El compañerismo, la disponibilidad hacia los demás y la honradez fueron las
características de la juventud de los primeros cincuenta, unidas al conformismo social y al escepticismo político. Las pandillas juveniles (en España
los gamberros) fueron el cauce por el que salió al
exterior la energía no utilizada, convertida a veces
en pura violencia. A finales de los 50 (a nosotros
nos llegaría un poco más tarde), la evasión eléctrica de las máquinas tragaperras y el éxtasis rítmico
de la música sedujo a muchos jóvenes (nada comparado con lo que sería el final de siglo).
Con ello se llegó al umbral de los años sesenta:
“los jóvenes se debatían contra la competencia y
el éxito, haciendo alarde de valores lúdicos, organizándose en grupos de edad cerrados y marginales, con pautas culturales y modos de actuar,
vestir y comportarse específicos” (Aranguren).
nes, que habían pasado por el fantástico alambique de los años de un post-existencialismo con
aditamentos de hippismo e idealismo, desembocaron en el hoy ya muy viejo pasotismo. Francisco Umbral resumió toda la década: “El nomadismo de los beats, el pacifismo de los hippies, el
anarquismo de los estudiantes de mayo del 68...
¡Qué noche la de aquel siglo! Yo no recuerdo haber dormido nunca en la década de los sesenta.
No se podía perder la noche cuando los Beatles
habían inventado el día y el arco iris. Los Beatles
purgaron el siglo de obsesiones fascistas. Nosotros confundíamos su música con nuestra juventud. Entre todos hacíamos avanzar el siglo...”
El 54% de los jóvenes
españoles entre los 18 y
los 34 años dice no tener
proyecto alguno por el que
sentirse especialmente
interesado o ilusionado
En torno a la Generación del 68 aparece una cultura de la relatividad, una cultura de las drogas,
una cultura religiosa puramente experimental y
no confesional, una cultura de la vida sencilla y
pobre, una cultura de la revolución y de la contestación, una cultura de la violencia por la vivencia
pareja a otra cultura de la paz... Los jóvenes querían cambiar el mundo y aplicaban la creatividad a
la política, actuando de forma imprevisible como
en un happening cuya representación nunca antes había sido escrita. Se llega a una contestación global cuya culminación fue la pretensión de
la toma del poder político en el mayo del 68 francés. Allí la juventud salió derrotada: se perdió la
esperanza de una transformación brusca y violenta de la sociedad, aunque política, escuela, trabajo... quedan tocados de manera definitiva.
La Generación del 68
Otras generaciones
Después todo se precipitó y vinieron sucesivas
generaciones enmarcadas bajo diversos nombres
que traducían experiencias comunes. Los jóve-
Pero tanto esos jóvenes como algunos de sus hermanos menores (la Generación del 77, una gene-
7
A Fondo
ración perdida, a quienes no les dejaron votar la
Constitución–entonces la mayoría de edad era a los
21 años), soñaron con tomar el Palacio de Oriente y acabaron en las redes del capitalismo de Occidente. Formaron la Generación X, que designaba
a los nacidos en la década de los 70, cuya adolescencia transcurrió en los años 80 y principios de los
90, tras los del baby boom. También son conocidos
como la Generación Perdida, debido a su apatía
por la falta de expectativas. Y tras ellos llegó la Generación Y, los nacidos entre 1982 y 1992, en una
década marcada por el inicio de la revolución tecnológica y el crecimiento económico: se acostumbraron a un alto nivel de vida y terminaron, lo mismo que sus hermanos de generaciones anteriores,
transformados en progres por interés. Casi todos
desembocaron en su estado natural: imitaron a los
adultos y se convirtieron en yuppies, y pretendieron seguir siendo jóvenes aunque suficientemente
preparados. Los jóvenes se conformaron en grupos
y el discurso social sobre ellos se llenó de etiquetas con descripciones generacionales y culturales,
aproximaciones psicosociales, educativas, políticas
y hasta antropológicas. Enrique Fontán lo resume
así: «Que si son la “Generación X” de Douglas Coupland; que si los chicos aislados del walkman; que
si la “generación-radar” y presentista, desorientada, que hubo de seguir a una supuesta “generación-brújula” anterior (con supuestas metas claras); que si los jóvenes Kronen, que tanto dinero
dieron a la joven narrativa de Mañas y Loriga); que
si son la “juventud liberta”, alargada en moratoria
de adultez, o la juventud del mosaico y del código quebrado; que si la fiesta, bakalao y móvil en
la mochila; que si los más formados y preparados
(o “pre-parados”) en la historia de la humanidad o
si chicos abobados a la play station o a la industria
cultural anglosajona; que si la movida ecologista
o la que pasa de todo; que si la generación de la
anorexia o si la generación del voluntariado social;
que si la promoción JASP y los chicos “on” o que
si están éticamente fragmentados; que si los del
0,7 y los disturbios ‘solidarios’ de Seattle y Praga,
o si los ausentes de la política y de los sindicatos;
que si la generación de los contratos basura o si la
del no-saben-lo-que-quieren; que si la promoción
del post-materialismo y los cachorros del bienestar; que si la juventud de las sociedades de control, cada vez más macdonalizadas por los efectos
del pensamiento único…»
8
Lo bueno o lo malo es que ahora sucede todo a la
vez. Los jóvenes actuales, divididos en grupos o
tipos muy distintos, cada uno con características
bien definidas, se unen por algo común: tienen
ya la vejez de la relativización, y a veces incluso
la vejez de las ilusiones.
Aquejados del síndrome
Ni-Ni, muchos jóvenes
piden que los padres
paguen su manutención,
alojamiento y ocio, y que
‘papá’ Estado se haga cargo
de la educación: así se
infantilizan al no asumir
sus responsabilidades
La Generación Ni-Ni
Estábamos en esto cuando apreció la Generación
Ni-Ni, cuyo nombre sigue la estructura de la primera generación de jóvenes; los yeyés, aquellos
chicos de los primeros 60 que lo tuvieron todo por
primera vez, vieron cumplidos sus deseos como
nunca antes había sucedido y a los que siempre
se les dijo sí (yeah-yeah). Ahora aparecen los jóvenes hijos o nietos de aquellos yeyés a los que
nunca se les dijo que no, y han desembocado en
gran proporción en la generación que ni estudia ni
trabaja. Y se ha comenzado a hablar de ellos especialmente a raíz de un programa de televisión.
Una encuesta de Demoscopia, según la cual el
15% de los jóvenes españoles entre 16 y 24 años
ni estudia ni trabaja, y el 54% de los españoles
situados entre los 18 y los 34 años (es decir, más
de la mitad de la juventud) dice no tener proyecto
alguno por el que sentirse especialmente interesado o ilusionado, dio origen al docushow protagonizado por adolescentes y jóvenes que desconocen lo que significan conceptos como sacrificio,
honestidad, esfuerzo, responsabilidad, compromiso y superación: son la Generación Ni-Ni.
A Fondo
En España son ahora más de 700.000 jóvenes los
que viven casi exclusivamente del dinero de sus
padres, pero el problema no es sólo español: más
de 50 millones de jóvenes latinoamericanos están
fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo. En México, por ejemplo, 7 millones de jóvenes ni trabajan ni estudian, no porque no quieran, sino porque no pueden, lo que supone una
verdadera marginación y exclusión social, pues se
ven obligados a mantener una situación forzada de
ocio. Un ocio frustrante, obligatorio, impuesto, incómodo, improductivo y, por supuesto, angustiante y doloroso. Y en Argentina, son el 20% de los
jóvenes entre 14 y 24 años (alrededor de 1,2 millones) los que no estudian ni trabajan. Lo malo es
que la mayoría tampoco busca empleo. Allí también les han bautizado con le nombre de Generación Ni-Ni, “una generación de jóvenes pasiva,
desilusionada y sin motivaciones por el futuro”, según resume Eduardo Cazenave, profesional de la
Fundación Proyecto Padres. “Fueron beneficiados
y nacieron con increíbles adelantos tecnológicos y
con un desarrollo de los medios de comunicación
como no existió épocas atrás. Sin dedicación, tuvieron mucho a su alcance: conocieron lugares y
contactaron gente sin viajar. No encuentran modelos a los cuales seguir ni desafíos para alcanzar”.
Las causas y manifestaciones
Los estudiosos piensan que, además de examinar
a los jóvenes, debemos proceder a evaluar a la
propia sociedad. Los jóvenes actuales han recibido muchas cosas y con gran facilidad, han vivido en entornos protegidos hasta los treinta años
y han mantenido una separación muy nítida entre el ámbito del estudio y el del trabajo. Se lo ha
permitido la sociedad y lo han alentado los gobiernos, pensado que no tenían que pasar ni tener las penalidades de sus padres y abuelos. Pero
resulta que por primera vez, la calidad de vida
de los hijos de clase media puede ser inferior a
la de los padres. Y eso es un problema. Muchos
jóvenes están muy preparados y se sienten satisfechos con sus vidas, pero a la vez se sienten
vulnerables y perdidos y no aciertan a vislumbrar
una salida airosa ni a combatir este estado de cosas. Éstas son algunas de sus características:
- Viven tiempos inciertos y, con la crisis, lo
ven todo más oscuro… Y se ha dado un giro
radical: hasta ahora se sobrentendía que,
si no querías estudiar, te ponías a trabajar.
Pero los que no quieren estudiar ni trabajar
carecen de proyecto vital de futuro.
9
A Fondo
- Crecieron en un ámbito familiar de mejora continuada del nivel de vida y ahora ven
cómo se han deteriorado las condiciones laborales: sienten en carne viva la precariedad, el infraempleo, el mileurismo… Y ven
que no se valora la formación.
- Con todo, el 80% de los jóvenes declara
sentirse satisfecho con su vida, pero el virus del desánimo está minando la naturaleza vitalista y combativa de un grupo numeroso de jóvenes.
- El cambio cultural está llevando a la falta de
ilusión: ya no hay un proyecto vital de futuro ni un destino final conocido… Se impone
la incertidumbre en el trabajo y en la pareja… y no se ve claro que puedan servir para
algo la dedicación, el compromiso, el estudio o el título…
- Ante el riesgo de la frustración, los jóvenes
prefieren no hacerse ilusiones: rebajan objetivos y flexibilizan los deseos en vez de comprometerse en un proyecto de vida definido.
O sea, viven sin proyectos y sin ilusión.
- Contagiados por el presentismo y acorralados por la falta de perspectivas, buscan
sobre todo aprovechar el momento y vivir
‘aquí y ahora’ en todos los ámbitos de la
vida cotidiana.
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- La adolescencia forzosa alarga la etapa juvenil, impregnada también del deseo de
aprovecharse de “los mejores años de la
vida” compatibilizando el disfrute hedonista
y la inversión en formación.
- Aquejados del “síndrome Ni-Ni”, muchos jóvenes piden que los padres paguen su manutención, alojamiento y ocio y que ‘papá’
Estado se haga cargo de la educación… Así
se infantilizan al no asumir responsabilidades y se convierten en becarios permanentes. O se enfrentan con pesimismo a la búsqueda de empleo… Los menos preparados
sucumben con facilidad a la tentación de la
apatía y la desilusión.
Según el sociólogo Javier
Elzo, “los jóvenes Ni-Ni
no viven muy cómodos,
sino que están frustrados,
aunque traten de
engañarse”
A Fondo
- Alain Touraine, apocalíptico, resume que
“los jóvenes tienen que trabajar de manera tan competitiva que se acaban rompiendo… No están sólo desorientados; es que,
en realidad, no hay pistas, no hay camino,
no hay derecha, izquierda, adelante, detrás”. Pero esto no es del todo nuevo. Ya
hace más de 20 años alguien resumió entre nosotros el mundo de los posmodernos:
“No sólo andamos perdidos sino que estamos rodeados”.
¿Y no será todo esto un estereotipo más? Puede que sí. Lo que ocurre es que muchos jóvenes y no tan jóvenes viven en la “incertidumbre vital”. La prolongación de la adolescencia
provoca que los adultos sigan demandando estar sobreprotegidos, “como hijos únicos”. Pero
los jóvenes Ni-Ni “no están cómodos, sino frustrados, aunque traten de engañarse”, dice el
sociólogo Javier Elzo. Menos mal que son sólo
el 10% de su generación y los que se comen el
mundo son el 25%.
Representantes de ese 10% son los que han sido
protagonistas del programa de televisión La Generación Ni-Ni. El planteamiento del programa fue
que durante tres meses, unos 10 jóvenes, de entre 16 y 25 años, alejados de sus familias aunque
en contacto con ellas, vivan un proceso de reeducación terapéutica, lejos de las circunstancias que
han hecho que su proceso de socialización no sea
el óptimo para desenvolverse de una manera normal. Alguien los llamó “cuadrilla de zánganos en
prime time” Viéndolos, nos damos cuenta de que
realmente algo a nuestro lado marcha mal.
Acorralados por la falta de
perspectivas laborales y la
incertidumbre en la pareja,
la Generación Ni-Ni busca
vivir ‘el aquí y el ahora’
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A Fondo
CÓMO AYUDAR
A LOS JÓVENES
DESENCANTADOS
Génesis y pistas de solución
Juan tiene veintisiete años. A los dieciséis, al terminar la enseñanza obligatoria, estuvo unos meses trabajando de reponedor en
unos grandes almacenes. Pero lo dejó a las pocas semanas: “Allí
me sentía explotado”, dijo. Ahora vive con los padres, tiene la comida puesta todos los días, una paga semanal y la posibilidad de
conectarse a Internet. Afirma que los padres le dan “la paliza” para
que organice su vida, pero él trabajará cuando lo desee. Juan es un
ejemplo de la llamada Generación Ni-Ni (ni estudia, ni trabaja).
Por Alejandro Rocamora Bonilla
12
A Fondo
Los jóvenes, hoy: de la competitividad a la
pasividad
“Doctor: me siento vacío”. Es la expresión con la
que muchos consultantes comienzan o terminan
su relato de frustración, incomprensión o hastío
de la vida, ante el psiquiatra o cualquier agente de ayuda. Estas personas, con mayor o menor intensidad, viven la experiencia de su propia
vaciedad y “sin sentido”. Pueden estar en paro o
con un buen puesto de trabajo; enfermos o sanos; vivir en una familia saludable o enferma psíquicamente; tener una pareja estable o no. Todo
eso poco o nada importa frente a su sentimiento
corrosivo de vacuidad.
La gran tragedia del hombre actual es que se
siente atrapado y ahogado (“vaciado”) por los
“valores de los otros”. Los medios de comunicación cada día nos proponen héroes, que son inalcanzables, pero al mismo tiempo tienen los pies
de barro. No resisten el mínimo análisis serio.
Hemos pasado de la tiranía de los valores internos (religión, tradición familiar, etc.) a la esclavitud de la moda. Vivimos al dictado de lo que nos
dicen: qué coche tenemos que comprar, qué tipo
de champú debemos utilizar, o qué carrera deben
estudiar nuestros hijos para... triunfar.
Todo ello conduce al prototipo del hombre de hoy:
frustrado e insatisfecho con lo que tiene. Pues,
siempre se puede hacer mejor, y además “los modelos” a imitar son tan cambiantes que no permiten una identificación plena. Me lo decía un paciente: “A veces me siento como escalando una
alta montaña, pero con la angustia de lo que consigo un día no me sirve para el siguiente. Siempre
estoy empezando de cero. Y cada vez, esa montaña (la vida) se me antoja que es más difícil de
escalar”. Y además, la mayoría de las veces el camino se realiza en solitario, sin ningún punto de
apoyo en amigos o familiares, pues cada uno está
metido en su propia onda”. Miles de situaciones
como ésta llegan a constituir lo que un autor moderno ha llamado “las ciudades autistas”.
Dos consecuencias: la competitividad o la pasividad. Son los dos extremos por donde el hombre
actual puede caminar. Las nuevas generaciones
son competitivas en el sentido que desean llegar
a la cima cuanto antes, sin importarles los medios
(las zancadillas, el abandono de la familia, la renuncia a valores tradicionales, etc.). Su felicidad
se encuentra en lo que los demás les señalan.
Rivalizar no es negativo. Lo negativo es querer
competir sin tener un punto de apoyo, es decir, un
“yo psicológico” lo suficientemente fuerte como
para soportar la carga y tensión que la lucha diaria supone. Es cierto que hoy desde la escuela se
le enseña al niño a rivalizar, pero se olvida algo
esencial: reforzar su propio yo a través de una
autoestima, que le capacite un conocimiento de
sí mismo, de sus posibilidades y límites, y a partir
de ese punto (no antes ni después) favorecer una
sana competitividad. Pero muchas veces las cosas se hacen al revés: se introduce al niño en un
clima de alta competencia (notas, premios, etc. )
sin que antes sepa con que recursos psicológicos
cuenta. Es como “comenzar la casa por el tejado”.
El hombre frustrado está servido.
Educar bien a un
adolescente consiste en
ponerle unos límites
razonables no autoritarios
en un medio familiar donde el
adolescente se sienta
querido y valorado, y donde
todas las reglas sean claras y
sencillas. Por el contrario, la
sobreprotección da lugar
a jóvenes frustrados e
incontrolables porque no
aprendieron a poner límites
a sus deseos
El otro resultado de la vaciedad del hombre de hoy
es la indiferencia. “Para qué luchar -se dicen muchos jóvenes y no tan jóvenes- sí sé que no voy a
llegar a la meta...”. Pero el resultado es el mismo:
frustración y vaciedad. Como ejemplo de estas situaciones los miles de jóvenes que no se deciden
a buscar empleo y se mantienen bajo el cobijo de
los padres. Un ejemplo: la Generación Ni-Ni.
13
A Fondo
Este panorama lleva a afirmar a algún autor (Gilles
Lipovettsky, 1986) “que la sociedad postmoderna ni
tiene ideales, ni tabúes, ni tan solo imagen gloriosa
de sí misma, ningún proyecto histórico universalizador, estamos ya regidos por el vacío, un vacío que no
comporta, sin embargo, ni tragedia, ni apocalipsis”.
Generación Ni-Ni
Una advertencia: no todos los jóvenes actuales
participan de las características de la Generación
Ni-Ni. Lo que a continuación vamos a describir es
un fenómeno muy significativo en nuestra sociedad, pero nos congratulamos de que sigan existiendo jóvenes comprometidos, solidarios, que
saben quiénes son, qué quieren y cuáles son sus
metas. De ellos hablaremos otro día.
Hoy, al escribir estas líneas, me doy cuenta de
que esta generación está uniformada, no solamente en cuanto al vestido, sino también en lo
que se refiere a las creencias y valores. Parecen
como si todos los jóvenes estuvieran cortados por
el mismo patrón: la indiferencia, la pasividad, la
falta de amor al riesgo, la comodidad, la seguridad familiar, son algunas de sus características.
Como afirmaba una madre en cierta ocasión:
“Esta juventud está como hilvanada a su entorno”. Parece como si en cualquier momento se fuera a romper y su gran esfuerzo es por no entrar
en conflicto con nada, ni con nadie. Pasan como
de puntillas por los problemas cercanos o lejanos:
“los contratos basuras”, el paro, la guerra en Irak,
etc. Son jóvenes sin el entusiasmo, el quijotismo,
el compromiso y la misma inconformidad de su
edad. Es una generación, que se ha convenido en
llamar Ni-Ni (ni estudia, ni trabaja).
El joven no profundiza en sus propios deseos y
proyectos, sino que intenta acomodarse a lo establecido. La moda se convierte así en su único
punto de referencia. Si es costumbre beber litronas o hacer la “ruta del bakalao” los sábados por
la noche, pues se hace. No se cuestionan más. Se
eleva a la categoría de norma y ley lo que establece la mayoría. No se preguntan si lo que hacen
les agrada o desagrada, sino si está o no en consonancia con la moda al uso.
14
El hecho de haber nacido y
desarrollado en una sociedad
sin privaciones ni penurias
ha favorecido la aparición de
una generación con miedo al
fracaso. Tienen pánico a la
frustración y por eso son
pasivos e indolentes. Su
reflexión es algo así como:
“Si no estudio ni trabajo,
no fracaso”
El joven de hoy es como un radar que intenta
captar, en cada momento, los mensajes de su entorno. Es como un autómata que vive repitiendo
modelos y actuaciones de los más famosos. Esta
A Fondo
actitud provoca la renuncia a las propias posibilidades, y un “tragarse” como bueno todo lo que
viene desde fuera, sobre todo si es transmitido
por la televisión o Internet.
Esta generación light carece de compromiso con
los demás. De ahí, su ausencia casi total del
mundo de la política o de instituciones sociales.
Solamente saben conjugar el verbo pedir, reclamar sus derechos, que no sus obligaciones. Es
una “juventud pasota” que siente vértigo ante el
posible compromiso y tiende a lo más fácil: seguir protegidos por “los papás”. “Pasan” de todo
lo que signifique obligación o defender las propias creencias o valores.
Génesis
Las razones que se pueden señalar como origen
de la Generación Ni-Ni son múltiples y complejas. Aquí solamente indicaremos las más sobresalientes:
Hoy desde la escuela se
introduce al niño en un clima
de alta competencia (notas,
premios, etc.), pero se olvida
algo esencial: reforzar antes
su propia autoestima, lo que
le permitirá conocer sus
posibilidades y límites, y a
partir de ese punto favorecer
una sana competencia.
Muchas veces las cosas se
hacen al revés: es como
“comenzar la casa por el
tejado”. El hombre frustrado
está servido
1).- Miedo a la frustración. El hecho de haber
nacido y desarrollado en una sociedad sin privaciones ni penurias ha favorecido la aparición de
una generación con miedo al fracaso. Lo han tenido todo (comida, estudios, ropa de marca, etc.)
pero no han sabido saborearlo. Estos jóvenes tienen pánico a la frustración y por esto son pasivos e indolentes. Su reflexión es algo así como:
“Si no estudio ni trabajo, no fracaso”. Pero, añado
yo, desgraciadamente tampoco podrán saborear
la satisfacción del triunfo.
2).- Padres trabajadores, pero fracasados.
Estos jóvenes han tenido, generalmente, padres
muy trabajadores (“han vivido por y para el trabajo”) pero también han percibido que ellos no
eran felices. Incluso a veces han sentido su frustración y fracaso como personas. Por tanto, piensan: “¿Para qué luchar tanto, si al final esto no te
asegura la felicidad?”
3).- Panorama laboral desolador. La situación
actual desgraciadamente no ayuda, pues la precariedad en el empleo, el mileurismo y el temor
de ser “menos que los padres” pueden llevar a
estos jóvenes a tirar por la calle de en medio: ni
trabajar, ni estudiar.
15
A Fondo
4).- Incertidumbre del futuro. Es una consecuencia de lo anterior. Hoy la pregunta clásica de
los adultos “¿tú que quieres ser de mayor?” no
encuentra en la mayoría de los jóvenes una respuesta clara y contundente. Esta falta de proyecto también favorece la aparición de la Generación
Ni-Ni y la tendencia a vivir el momento presente
(carpe diem) sin mirada hacia el futuro.
5).- Educación permisiva y sin límites. Los
jóvenes de hoy son productos de una educación
demasiado permisiva y excesivamente tolerante.
Son los primeros “hijos con la llave al cuello”, la
generación en la que tanto el padre como la madre trabajan fuera de casa, de manera que los niños son cuidados por los abuelos o se pasan todas las tardes viendo la televisión.
Pistas de solución
La solución no es fácil, pero se me ocurren algunas señales para conseguir una juventud sana.
Solamente indicaremos algunas de las medidas
preventivas para evitar que nuestros hijos formen parte de la Generación Ni-Ni:
1).- Educar en la autoestima. Es mejor ser un
mal original, que una buena fotocopia. Se lo he oído
decir muchas veces a un viejo amigo, en relación
con la necesidad de conseguir un buen nivel de autoestima y no estar siempre pendiente de las bondades de los otros. Y es cierto. Cuando logres ser tú
mismo, llegarás a ser grande, mucho más grande
que si imitaras al más famoso de los famosos.
2).- Educar en valores. Lo importante no es la
fachada sino lo que está dentro. Debemos esforzarnos por ir robusteciendo en los más jóvenes
lo que son, no lo que tienen. Así los valores de la
solidaridad, el compromiso, la honradez, la tolerancia, por ejemplo, están por encima de poseer
un gran coche, ir de vacaciones al Caribe o comprarse unas zapatillas de marca. Lo primero es lo
esencial, lo segundo es lo accidental.
3).- Educar para superar la frustración: es
una “receta básica” para el buen funcionamiento de la familia. Así como existe una vacuna contra la meningitis y otras enfermedades, debería-
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mos aprender a ‘vacunar’ a nuestros hijos contra
la frustración. ¿Cómo? No protegiéndoles de tal
manera que parezca que viven en el paraíso terrenal: nada se les niega (todos los caprichos están a
su alcance), todo se les permite. A este respecto
decía un autor: “El niño que nunca oye la palabra
‘no’ en boca de sus padres, será un niño infeliz”.
No aprenderá a poner límites a sus deseos y necesidades. Y esto es así porque el “no” de sus padres
puede frustrar pero también organizar al trazar las
coordenadas por donde se puede mover el niño o
el adolescente. Esto sí, deben ser unos límites razonables no autoritarios. Todo esto se consigue en
un medio familiar tolerante y flexible donde todo
se puede pensar y decir (aunque no realizar), y
donde el adolescente se sienta querido y valorado
y todas las reglas sean claras y asequibles.
4).- Aceptación de las propias limitaciones:
un buen objetivo será no exigir más de lo que el
niño pueda dar (ni por supuesto tampoco menos): a nivel académico, deportivo, de responsabilidad, etc. Él mismo debe ir aceptando sus
propias limitaciones, no como un defecto sino
como su realidad, que le puede producir felicidad
y bienestar. El niño desde que nace está inmerso
en una continua frustración: falto de alimento, no
atención inmediata, frío o calor, etc. que deberá
asumir como algo humano e incorporado en su
devenir como persona.
Conclusión
Antes, cuando dos jóvenes se presentaban, era
frecuente preguntarse: “¿Estudias o trabajas?” En
la década de los ochenta, la pregunta se amplió:
“¿Estudias, trabajas o te drogas?” Hoy muchos
contestarían: “Ni estudio, ni trabajo”. Es la Generación Ni-Ni. Nuestro esfuerzo debe estar dirigido
a que se vuelva a la primera cuestión. Sería un indicador de la buena salud de nuestra juventud.
A Fondo
EN BUSCA DE IDEALES
NUEVOS MODELOS Y ARQUETIPOS PARA LA GENTE JOVEN
Allá por el siglo IV antes de Cristo, Aristóteles, filósofo de reconocido
buen criterio, afirmó que la virtud estaba en la moderación, en el junto
medio (“mesotés”) entre los extremos que él definía como vicios, el uno
por defecto y el otro por exceso.
No parece, sin embargo, que los individuos y las sociedades en su conjunto se guíen por ese sentido de equilibrio que recomendaba tan ilustre
pensador griego. Damos más bien la impresión de viajar a bordo de un
gigantesco columpio que nos hace oscilar, quizá sin medir demasiado
las consecuencias, de unos extremos a otros.
Por José María Jiménez
17
A Fondo
De la letra con sangre entra…
En el campo de la educación eso parece ser un
hecho que muy pocos se atreven a discutir. El
balanceo desde paradigmas educativos de corte autoritario a otros marcadamente laxos e incomprometidos invita a la reflexión y, muy probablemente, a la revisión.
Históricamente, quizá el caso más estridente y
más conocido de un tipo de pedagogía basada
en la imposición de una férrea disciplina sea el
de Esparta. Con el fin de convertir a sus ciudadanos en los soldados más temidos de Grecia y,
probablemente, en los mejores combatientes de
la antigüedad, se sometía a los niños a unos rigores que traspasaban las fronteras de lo que
podemos considerar un trato mínimamente humano. Aquellos que lograban pasar la criba de
la cruel eugenesia que allí se practicaba y se libraban de ser conducidos al Apóthetas, la zona
barrancosa al pie del Taigeto, donde se despeñaba a quienes nacían con alguna tara, eran
confiados a nodrizas que se encargaban de su
crianza. Se trataba de “peculiares educadoras”
especialmente instruidas para que los manejaran sin ningún tipo de miramiento, tolerancia
cero ante cualquier atisbo de debilidad y represión sin contemplaciones ante caprichos, melindres o rabietas. Se les sometía, por el contrario,
a pruebas y sufrimientos con el fin de endurecerlos, se les hacía pasar hambre y frío, correr
descalzos por lugares pedregosos… Se les exigía
obediencia ciega, se les obligaba a robar para
poder comer y si eran sorprendidos se les castigaba con dureza, no por haber robado, sino por
haber sido sorprendidos.
Modelos autoritarios
Nosotros no hemos conocido, afortunadamente, un modelo educativo que se aproximara, ni
de lejos, a tan monstruoso paradigma. Pero sí
tenemos la experiencia de formas de entender
la vida marcadamente autoritarias que impregnaban las relaciones gobernante-ciudadano, superior-inferior, maestro-alumno y, por supuesto,
padres-hijos. Desde esos esquemas, más basados en la idea de dominio y de sumisión que de
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Bastantes adultos,
muy críticos con la
educación excesivamente
autoritaria recibida, han
abrazado un modelo de
relación con los menores
caracterizado por una
extrema blandura y han
renunciado a proponerles
ideales que supongan
esfuerzo e impliquen alguna
dosis de sacrificio
convicción y de participación, los hijos debían
aceptar las exigencias paternas, supuestamente
siempre bienintencionadas, sin crítica alguna y
sin que les fuera tolerada ningún amago de contestación. El trato era más bien severo y, al amparo del principio de autoridad, se recurría a la
coacción y al chantaje emocional más o menos
sutil de unos hijos que, para no defraudar a sus
progenitores, no tenían más remedio que aceptar argumentos y conductas con las que de ninguna forma se identificaban. Dando por bueno el
viejo aforismo según el cual “quien bien te quiere, te hará llorar”, se justificaba el empleo de una
notable dureza en relación con los menores, se
insistía más en sus fallos que en sus éxitos y se
echaba mano preferentemente del castigo en lugar de los refuerzos positivos. No era infrecuente el recurso a “etiquetar”, a comparar a unos
con otros, a humillar, a ridiculizar…
Se trataba, no me cabe la menor duda, de un
modelo educativo nada recomendable que propiciaba el desarrollo de personalidades apocadas,
con niveles de autoestima muy bajos, gran dificultad para construir un universo moral propio, inclinadas a la aceptación de las reglas no
por convicción sino por miedo y, en el extremo
opuesto y como reacción a las imposiciones de
que eran objeto, a conductas marcadas por la
agresividad y la rebeldía a ultranza frente a la
autoridad y a la norma.
A Fondo
Padres blandos, hijos blandos
Pero, ¿¡cuestión de bandazos!?, bastantes adultos, muy críticos con la educación excesivamente autoritaria recibida, optaron, sin demasiado
criterio, por asumir principios educativos nada
ambiciosos, alérgicos al más mínimo rigor. Y en
ello estamos. Son una generación de padres que,
con notoria ignorancia de los mecanismos que
ayudan a los seres humanos a crecer y madurar, han abrazado un modelo de relación con los
menores caracterizado por una extrema blandura. Con ella por bandera han desterrado de su
praxis educativa las exigencias y han renunciado a proponer ideales que supongan esfuerzo e
impliquen alguna dosis de sacrificio.
Padres y madres excesivamente permisivos,
guiados, sin duda, por buenas intenciones, convencidos de que querer a los hijos es no regatearles caprichos, librarles de todo tipo de rigor
y mimarles hasta extremos que rozan el empalago. Fieles a tales criterios, a los niños y adolescentes nada les debe ser negado, cualquier frustración les debe ser evitada y las normas por las
que se gobiernan son tan laxas que su trasgresión apenas si merece la más leve penalización.
Todo vale con tal de no entrar en conflicto y provocar enfrentamientos.
No comprenden que sobreproteger a un menor y
convertirse en rehén de sus deseos, lejos de ayudarle a madurar, dificulta la actualización de sus
potencialidades, no favorece una visión realista de
sí mismo y de la vida, ni le empuja a superar la
mágica creencia de que es el ombligo del universo.
Tampoco, desde luego, a que, a caballo del sentido común, se preparen para la vida. Y, sobre todo,
no tienen en cuenta que al concederles todo cuanto se les antoja les estamos, muy probablemente,
hurtando su propia y verdadera libertad para someterlos a la tiranía de sus caprichos.
Sólo los héroes, los utópicos
que van más allá de los
convencionalismos y señalan
con sus conductas los grandes
ideales, sólo ellos son
sembradores de semillas con
capacidad para trasformar
la realidad
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A Fondo
Tristes consecuencias
Otros modelos, otras ambiciones
Y es así como se ‘fabrican’ individuos indolentes
que se mueven al dictado de sus más elementales impulsos, personalidades con tolerancia cero
frente a las inevitables renuncias que la vida impone a todo ser humano, infantilmente persuadidos de que sus deseos deben ser satisfechos con
inmediatez y carentes de criterios que les lleven a responsabilizarse de las consecuencias de
sus acciones. Se trata de una generación de individuos light, atentos al dictado de sus propias
apetencias y ajenos, en la práctica, a las voces
que les invitan a ir un poco más allá de una vida
chata, carente de alicientes. Una vida ritualizada dentro de los más estrictos parámetros de la
mediocridad en la que el horizonte más ambicioso parece ser el próximo finde aderezado con los
ingredientes que la feroz dictadura de las mayorías ha impuesto como “normales”.
Pero que las cosas sean más o menos así no
quiere decir que deban ser inevitablemente
así. Desde distintos foros de reflexión se vienen mandando permanentes y razonables mensajes que invitan a revisar pautas educativas
poco exigentes y escasamente ambiciosas. Y a
sustituirlas por modelos en los que el valor de
la excelencia y la propuesta de ideales formen
parte del núcleo de un nuevo modelo educativo con el que nos aproximemos a los menores.
Con tales modelos habrán de comprometerse
aquellos padres que no quieren que se hurte a
sus hijos el desarrollo de sus más nobles potencialidades.
Jóvenes hedonistas que persiguen como meta
de sus vidas el disfrute de los placeres más puramente materiales, pequeños narcisos, incapaces de hacerse cargo de las necesidades ajenas,
inconsistentes tiranuelos que han interiorizado
en sus conciencias la peregrina creencia de que
todo les pertenece, que no hay nada que pueda
serles negado. Muchachos, en fin, cuyas ambiciones se reducen a dar cumplida satisfacción a
sus más triviales antojos.
No es, pues, sorprendente que algunos estudios
sobre la escala de valores por la que se mueven
una buena parte de nuestros muchachos revele
la preocupante limitación de su universo axiológico. Valoran, por encima de todo, las buenas
relaciones familiares, el éxito en el trabajo, tener muchos amigos, ganar mucho dinero y disfrutar de una sexualidad satisfactoria. Eso es
todo. No aparecen por ningún lado grandes exigencias éticas, ni invocaciones a la solidaridad o
a la justicia y, mucho menos, la más mínima referencia a la Trascendencia. Si nos guiáramos
por la pirámide de Maslow observaríamos que se
quedan en las necesidades más básicas, en las
de índole puramente fisiológico o, como máximo, en las de pertenencia y afecto. Pero no pasan de ahí… He aquí, nos guste o no, la radiografía del futuro.
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Sobreproteger a un menor
y convertirse en rehén
de sus deseos, lejos de
ayudarle a madurar,
dificulta la actualización
de sus potencialidades,
no favorece una visión
realista de sí mismo y
de la vida, ni le empuja
a superar la mágica
creencia de que es el
ombligo del universo
Algunos de los psicólogos más relevantes como
William James, Carl Yung o Abraham Maslow
coinciden en destacar la necesidad de trascendencia y superación, la fuerza motriz que sobre el corazón del hombre ejercen los grandes
ideales, el impulso irrefrenable que empuja a
todo ser humano no envilecido por circunstancias constriñentes y limitativas a buscar horizontes de sentido para su propia vida. Yung
llegaba incluso a comparar la fuerza de esa
especie de aliento espiritual con la que se le
atribuye y ejerce sobre los seres humanos la
sexualidad.
A Fondo
La morada del hombre es aquella en la que
habitan sus ideales
Y William James afirmaba que lo más profundo
de nuestro ser está enraizado en una dimensión
que para nada coincide con lo más groseramente
material o más puramente sensible. La verdadera
morada del hombre, la casa a la que aspira nuestro más auténtico yo, no se centra en el reino de
lo material y lo visible, sino en el universo al que
pertenecen nuestros ideales.
Y en un mundo en el que constantemente somos
bombardeados por mensajes hedonistas y en el
que el individualismo se ha convertido en un rasgo definitorio de nuestra cultura, tal vez el ideal
a mostrar en nuestros jóvenes no sea otro que el
de la generosidad, el de la fraternidad, el sublime
ideal del amor. Dostoievski lo dejó dicho con asombrosa contundencia: “Yo he visto la verdad, no es
que la haya inventado en mi cabeza. La he visto,
visto, y su imagen viva ha llenado mi alma para
siempre. En un solo día, en una hora, todo podría
arreglarse al instante. Lo importante es el amor”.
El gran ideal del amor, de la fraternidad, de la
solidaridad es la puerta por la que podremos es-
capar de la prisión de las pequeñas mezquindades entre las que nos movemos y de los torpes
egoísmos de que nos nutrimos. Quizá sea incluso la garantía de nuestra supervivencia como
seres humanos. Porque ¿es posible renunciar a
ese ideal sin que nuestros comportamientos dejen de ser, ipso facto, comportamiento humano? Trasformado en exigencia, en compromiso, en urgencia moral, en hambre de justicia se
convierte en la gran Utopía a proponer a nuestros hijos. Y no podemos ignorar que sólo los héroes, los utópicos que van más allá de los convencionalismos y señalan con sus conductas los
grandes ideales de la virtud, sólo ellos son sembradores de semillas con capacidad para trasformar la realidad. La historia parece confirmar
que siempre ha sido así. No hay razón para creer
que dejará de serlo. Enterrar la mediocridad y
el conformismo es el reto; sembrar inquietudes
morales en el corazón de nuestros hijos, el camino. Ninguna tarea más hermosa que acompañarles en el camino de descubrimiento de los
grandes ideales.
Parafraseando a Teilhard de Chardin, el día que lo
consigamos habremos descubierto el fuego por
segunda vez.
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A Fondo
ELLOS SE VEN ASÍ
AUTODIAGNÓSTICO DE LA GENERACIÓN
Por José Luis Rozalén Medina
DEL DESENCANTO
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A Fondo
Cuando veía estremecido las tragedias de Haití o de Chile, mientras contemplaba con el corazón encogido tanta muerte bajo los escombros, tantos
ojos asustados de niños despavoridos que no sabían dónde ir, mientras contemplaba cómo los bomberos, los médicos, los miembros de la Cruz Roja,
los voluntarios (muchos de ellos muy jóvenes) luchaban sin descanso, con
verdadero coraje, por rescatar vidas humanas (“No hay nada más emocionante que poder ayudar a esta pobre gente que no tiene nada”, dicen)…,
leía al mismo tiempo en el periódico que una cadena de televisión había programado un reality show en el que ocho chicos y chicas entre 16 y 25 años,
jóvenes desencantados, abúlicos, insolentes, caprichosos, que ni estudian ni
trabajan, se encerraban durante varias semanas en una casa de 600 metros
cuadrados, con 30 cámaras de televisión, con el fin de aprender a vivir, a
trabajar, a recuperar ilusiones, a “ganarse el pan con el sudor de su frente”,
con la ayuda de dos psicólogos y, esporádicamente, con la presencia de sus
padres en el plató. El experimento no me parecía mal, pero dudaba mucho
de que en unas semanas pudieran recuperar tanto tiempo perdido.
Observando estas dos realidades, me quedaba
perplejo, extrañado: ¿Cómo es posible que se
den de forma simultánea estos dos tipos de gentes, estas dos clases de jóvenes tan diferentes,
tan dispares: unos, tan generosos y entregados,
otros, tan pusilánimes y egoístas; unos, con altos valores éticos, capaces de dar lo mejor de
sí mismos por los demás, y otros, “muertos en
vida”, parásitos, sin ningún otro objetivo que no
sea “vivir del cuento”, es decir, a costa de sus
protectores y permisivos padres?
¿Cómo es esta Generación Ni-Ni?
Parece ser que entre los 16 y los 34 años (más o
menos) viven en España más de 700.000 jóvenes totalmente inactivos (así lo confirma la Encuesta de Población Activa (EPA), que ni leen,
ni se forman, ni estudian, ni trabajan, ni buscan trabajo. Naturalmente, no podemos generalizar, ni mezclar conceptos: hay otros muchos
jóvenes bien preparados, con su carrera o con
su formación profesional finalizadas, perfectamente dispuestos para el trabajo, pero que, a
causa de la grave crisis económica que estamos
atravesando, se encuentran en paro, provisionalmente desilusionados porque no encuentran
premio a su esfuerzo, pero que no pierden las
esperanzas: estos jóvenes, por supuesto, no
pueden ser catalogados dentro de la categoría
de “jóvenes Ni-Ni”.
Una joven de 21 años me decía el otro día: “Yo
creo que, a pesar de todo, la vida es interesante
siempre, haya dinero o no; hay que seguir buscando el trabajo y el sentido a todo lo que nos
ocurre; al final, se encuentra la luz; hay que tratar de dar, no sólo recibir, entregar a los que nos
rodean lo bueno y lo bello del camino… en el caminar está el sentido”. Y otro joven de 25 años,
con sus estudios finalizados brillantemente, me
comentaba: “La capacidad de lucha, el orgullo,
el afán de superación, me impulsan a seguir buscando trabajo para no tener que depender de mis
padres; hay que arriesgarse y tirar hacia adelante para conseguir lo que uno busca”.
Está claro, pues, que no es ésta la juventud
desencantada, light, desnortada, de la que hoy
hablamos aquí de forma primordial. Nos referimos en este artículo a esos jóvenes indolentes,
conformistas, sin fuerza en el alma para empresa alguna, sin disciplina ni esfuerzo, sin horizontes, mimados en su infancia, consentidos en
su pubertad y adolescencia, y que, como cantan
Amor Castúo y su grupo de rock Extremoduro:
“Pasan toda la vida sin saber, todo el día para
dormir, tirados en su habitación, sólo se levantan para comer…”
23
A Fondo
El psiquiatra Paulino Castell explica que son estos
jóvenes “secuelas de una década prodigiosa a nivel
económico, en la que los padres se han volcado en
ellos totalmente, les han dado todo y los han liberado de cualquier esfuerzo y responsabilidad”. Es
decir, puesto que ellos, los padres, consiguieron un
desahogado estatus económico y social, han querido (equivocadamente, a mi modo de ver) que sus
hijos lo tuvieran todo, sin exigirles nada a cambio,
sin fortalecer su voluntad, sin forjar su carácter,
convirtiéndolos en seres pusilánimes, muñecos sin
orientación ni musculatura moral. Sergio, joven de
19 años, es fiel reflejo de lo que decimos: “Cada
día es peor que el anterior y estoy convencido de
que la vida es una mierda; trabajar para que unos
malditos se aprovechen de ti, te exploten, y luego
casarse, mantener a una mujer, tener hijos, y que
luego tus hijos hagan lo mismo, ¡qué lata!, ¡conmigo que no cuenten!, ¡estoy bien sin ninguna obligación, viviendo de mis padres!”.
Posibles raíces de este fenómeno
Muchos autores sitúan el desencanto de esta generación sólo en la crisis económica, en la falta
de oportunidades, en el paro galopante, en los
bajos sueldos…, pero, en el fondo, esta apatía
existencial, este deseo de no crecer ni madurar
(“Peter Pan eterno”) tiene raíces más complejas
y profundas.
En efecto, la crisis aprieta a toda Europa, pero
es en España en donde la desesperanza afecta a más jóvenes (uno de cada tres está fuera
del mercado laboral), en donde el desencanto y
la impotencia les obliga a una gran cantidad de
ellos a quedarse en casa viviendo a costa de sus
padres (ellos que habían pensado siempre que
llegarían más arriba que sus progenitores) y les
ocasiona frustraciones, conflictos, melancolía, y,
en definitiva, rechazo de todo lo que les suene a
compromiso y trabajo.
A propósito de esta situación, recojo la opinión de
un padre que muestra lo que hemos dicho más
arriba, que no todas las situaciones son lo mismo:
“Hombre, si yo puedo pagarle la hipoteca a mi
hijo que está buscando trabajo todos los días y no
lo encuentra, estoy feliz por poderlo hacer, pero
24
si una tipa de 23 años (conozco varios casos) ‘no
da un palo al agua’, no ha acabado sus estudios,
no se prepara para nada, no busca nada, y encima me dice que está ‘desencantada de la vida’ es
para ‘colgarla’ de los talones el resto de su vida”.
Yo creo que ha sido el desarrollo tecnológico de
las últimas décadas, el crecimiento económico sin
control, el confort como meta, el consumismo sin
barreras, el alto nivel de vida que estos jóvenes
han observado y gozado en su niñez… lo que,
al tambalearse, está produciendo esta situación
de desencanto y apatía; estos jóvenes se ven incapaces de conseguir de nuevo todos esos bienes, ese estatus desahogado que han tenido en
sus casas. Y muchos de ellos, en vez de luchar,
en vez organizar y racionalizar las metas de su
vida, en vez de pensar que se puede ser feliz con
menos bienes materiales, se han entregado a la
apatía y a la indolencia.
Los jóvenes Ni-Ni se ven
incapaces de conseguir de
nuevo ese estatus
desahogado que han
tenido en sus casas y, en
vez de luchar, en vez de
pensar que se puede ser
feliz con menos bienes
materiales, se han
entregado a la apatía y
a la indolencia
Mal casan, desde luego, el discurso consumista y
hedonista de los años anteriores (una verdadera
trampa) con la actual precariedad en el empleo, la
incertidumbre, la infravaloración de la formación
académica, el mileurismo… a los que tienen que
hacer frente los jóvenes de hoy. “El modelo de vocación profesional que implicaba un proyecto de
vida de futuro y un destino final conocido, con sus
esfuerzos y contraprestaciones, ha desaparecido”,
escribe con buen criterio Eduardo Bericat, catedrático de Sociología de la Universidad de Sevilla.
“Nuestros padres trabajaron mucho y consiguieron
A Fondo
algo”, comenta un universitario madrileño, “pero lo
que la sociedad nos ofrece en estos momentos no
tiene ningún interés para nosotros; la gente tiene
pocas ganas de hacerse mayor”. Es decir, parece
como si se estuviera produciendo una ruptura, una
quiebra cultural con las formas de vida, ideas, gustos, creencias de generaciones anteriores y nuestros jóvenes no supieran aún lo que quieren.
Sin embargo, a pesar de todo esta confusión y
decaimiento, de esta fragmentación, (“disolución
individualista”, lo llama Tezanos, catedrático de la
UNED) también hay jóvenes capaces de adaptarse a los nuevos tiempos y asumir nuevos riesgos
y retos, de establecer otras formas de relaciones
personales y laborales basadas en la austeridad
y solidaridad, de saber conciliar trabajo y vida familiar, de defender una producción racional que
respete la Naturaleza, de comprender que una
superproducción material sin horizontes humanos carece de sentido y origina una creciente injusticia social entre los pueblos del mundo.
En esta línea se manifiesta Natalia, recién licenciada en Biología: “Pero ¡qué manía con decir que
los jóvenes vivimos para el fin de semana! A mí
me da pena. Claro que hay jóvenes que no hacen
La gran contradicción que
existe entre el discurso
consumista y hedonista que
difunden los medios de
comunicación con la actual
precariedad en el empleo,
la incertidumbre, la
infravaloración de la
formación académica, el
mileurismo… es una gran
trampa en la que quedan
atrapados muchos de
nuestros jóvenes y que sólo
les lleva a la frustración
25
A Fondo
nada, pero hay otros que hemos comprendido que
hay que seguir luchando y que estamos seguros de
que, tarde o temprano, nuestro esfuerzo tendrá recompensa… Yo agradezco a mis padres todo lo que
han hecho por mí, pero soy yo la que tengo que valerme por mí misma. No aspiro a vivir en la opulencia, sino a ser feliz con lo que consiga con mi trabajo, porque en mi esfuerzo ya está la recompensa”.
¿Qué piensan los jóvenes?
Como en otras ocasiones, hemos planteado a un
amplio grupo de jóvenes las cuestiones que a
continuación aparecen, después de explicarles de
qué trataba el tema. Muchas de sus respuestas
ya han aparecido en este artículo. He aquí ahora
otras contestaciones también interesantes.
1. ¿Cómo ves tú a los jóvenes de tu entorno?
¿Los ves comprometidos, ilusionados, optimistas,
trabajadores, con esperanza ante el futuro…, o,
por el contrario, los ves como claros representantes de la Generación Ni-Ni? ¿Qué tanto por ciento
pondrías en cada grupo? Razónalo brevemente.
Aquí ha habido un gran equilibrio en las respuestas, prácticamente un 50% en cada tendencia:
“A pesar de todo”, nos dice Gerardo con bastante optimismo, “yo lo que observo es que hay muchos jóvenes que seguimos preparándonos para
el futuro; si hay crisis, habrá menos para los más
preparados, para los mejor formados”. En la posición opuesta, Raquel, estudiante de 18 años, responde con pesimismo: “Conozco a un montón de
gente que no tiene ilusión por nada, que van ‘vegetando’ en sus casas, sin hacer nada, y esto para
un chico o chica joven es estar muerto en vida”.
2. ¿Cuáles crees tú que han sido las causas que
han originado la indolencia y el pasotismo en parte de la juventud? ¿Por qué “han arrojado la toalla”? ¿Por qué han llegado a esta lamentable y
pasiva actitud? Razónalo brevemente.
Ha habido en esta pregunta respuestas muy dispares, pero complementarias: “La mayor responsabilidad está en los padres y madres”, manifiesta
Carmen, “que no les han exigido nada a sus hijos,
dándoles todos los caprichos sin atreverse a poner
26
Pese a toda la confusión
actual, también hay jóvenes
capaces de adaptarse a los
nuevos tiempos y establecer
otras formas de relaciones
personales basadas en la
solidaridad, de saber conciliar
trabajo y vida familiar, de
defender una producción
racional que respete la
Naturaleza, de comprender
que una superproducción
material sin horizontes
humanos origina una
creciente injusticia social
entre los pueblos del mundo
unas normas mínimas de trabajo o de estudio”…
“La falta de ideales, de valores, de modelos a imitar, los tipejos impresentable que salen en la tele
y presumen de haber triunfado sin ser nada”… “Yo
creo que nos han engañado al decirnos que lo único
importante es gozar, disfrutar, pasárselo bien, que
en los estudios todo debía ser muy entretenido, juguetón, sin esfuerzo… y eso es mentira; para hacer
algo importante en la vida, hay que ´currárselo´ y
trabajar todos los días”, confiesa Juan Carlos, joven
licenciado en paro, pero que sigue intentándolo.
3. Aunque tú ahora aún estés estudiando o preparándote, ¿te ves pronto engrosando esa “generación
desilusionada”, o, por el contrario, ¿tienes ganas de
estudiar, de trabajar, de incorporarte activamente a
la sociedad en que vives, para mejorarla, para realizarte como persona? Razónalo brevemente.
También aquí las respuestas positivas son más
numerosas que las de carácter negativo: “Yo con
mis notas y mis pocas ganas de trabajar tengo
muy pocas posibilidades de encontrar un trabajo… Veo la cosa muy negra”, nos dice Alejandro,
estudiante de 17 años. En cambio, Isabel, que
está preparando la Selectividad, nos deja este regusto de esperanza: “El éxito es para quien se lo
trabaja y no hay mayor éxito que llegar a ser persona a través del esfuerzo”.
SE BUSCAN JÓVENES PARA LA POLÍTICA
y que sus padres no se enteren
¿Ves alguna diferencia entre el pasado —sólo
diez años, por ejemplo— y el de ahora mismo?
¿No ves que esa sombra que protegía nuestro sueño de vivir —la sociedad, la cultura, la
política, la religión— parecen haberse diluido
dejándonos a la intemperie? ¿Quién cree en
algo? ¿Quién cree en alguien? Pero no, la Política no mancha las manos sino que algunos
políticos se manchan las manos. Nos quejamos: ¿qué va a pasar? Pero no nos atrevemos:
¿qué vamos a hacer? Necesitamos jóvenes
que se adentren en la buena Política; que la
busquen como servicio. Y sobre todo sin esquivar nuestro compromiso de ciudadanos, sí
el de súbditos. Deseamos vivir con y para otros
en instituciones justas. Aunque diga el refrán
“En España es herejía tener sentido común”,
no haya lugar para el desaliento. Este libro es
un buen avisador y desentraña ideas claras e
ilusiones realizables. ¡Quien lo lea tendrá la palabra y, además, se pondrá en marcha!
Pedro Ortega Campos (Peal de Becerro, Jaén) es
Doctor en Filosofía y Letras, y en Sociología,
Catedrático de Filosofía de Educación Secundaria.
Fue secretario y vicepresidente de la Sociedad
Española de Profesores de Filosofía (SEPFI) y vocal
de la Asociación Internacional de Profesores de
Filosofía (AIPPh).Voluntario desde hace veinticinco
años en el Teléfono de la Esperanza, cuenta en su
haber con una treintena de libros y un centenar de
artículos en revistas especializadas nacionales y
extranjeras.
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ENTREVISTA
Mª ÁNGELES LÓPEZ
AUTORA DEL LIBRO, PAPÁS BLANDIBLUP
“No podemos pretender que un chaval
de 15 años nos obedezca si nunca
hemos hecho que obedeciera antes”
Por Gloria Díez
Fotos: Cristina Bezanilla
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ENTREVISTA
María Ángeles López Romero conoce bien los vericuetos que recorren las relaciones entre padres e hijos por un doble motivo: por trayectoria profesional y
humana. A esta mujer le sería imposible negar que nació en Sevilla: el acento
la delata. Su cara pide a gritos alegría y –con permiso del tópico- algún clavel. Periodista por vocación, López Romero dirigió la revista juvenil Quince
Pulgadas y es madre de tres chavales, Alejandro, Pablo y Miguel, con edades
comprendidas entre los 12 y los 5 años. Eso equivale a un ‘máster’ por la universidad más exigente, la de la vida.
La entrevista tiene lugar en la redacción de la revista 21rs, donde es redactora jefe. En las paredes hay dibujos de sus hijos. Uno de ellos representa a toda la familia ‘en pie de guerra’, ayudando en la casa y poniendo
lavadoras, durante el periodo en que ella tuvo que enfrentarse a una tarea ‘extra’, sobre los ‘extras’ habituales
de ser madre y trabajadora: escribir un libro (Papás blandiblup, Editorial San Pablo, 2009).
Definamos primero a qué grupo se refiere
usted cuando habla de “padres blandiblup”.
Son padres nacidos en torno a los años 70. Padres
que, además, nos hemos incorporado al ejercicio
de la paternidad más tarde que las generaciones
anteriores; a veces nos encontramos con mamás
primerizas de 38 años.
¿Cuál es el objetivo del libro, dado que confiesa que no pretende dar normas?
El objetivo es recoger una inquietud. Me he encontrado con que hay una serie de padres que,
en teoría, no tienen serios problemas, pero que
sienten una enorme inquietud. Una inquietud que
necesitan poner en común y que, además, cuando la ponen en común, se sienten aliviados. De
ahí, el recoger todas esas experiencias compartidas por los padres de hoy y retratar, de alguna
manera, qué nos pasa. En el libro hay, efectivamente, un empeño en que no haya consejos ni
recetas, porque pienso que no existen como tales
y desde luego yo no tengo autoridad moral para
darlas; pero sí hay pistas clarísimas, hay pautas
que todos, en el fondo, creo que sabemos cuáles
son, pero a veces nos cuesta reconocerlas y sobre todo nos cuesta aplicarlas.
¿Usted se considera una madre “blandiblup”?
Creo que todos los padres de esta generación somos “blandiblup” en algún momento. Yo creo que
soy una madre quizá más firme que otras en algunos detalles, pero en otros, caigo rotundamente. Soy una mamá “blandiblup” en la medida en
que, al final, termino protegiendo a mis hijos y
procurando darles lo mejor, hago que tengan una
“vida muelle”. No lo soy en la medida en que procuro imponerles límites, normas, hacerles responsables, que tengan tareas en casa, no servirles, ni
darles todo a la carta. En ese sentido no lo soy.
¿Cuáles han sido los mayores problemas a
los que se ha enfrentado como madre?
(María Ángeles resopla con fuerza y coge aire antes de seguir).
Hay situaciones difíciles, por ejemplo, cuando descubres un aspecto de la personalidad de tu hijo
que no esperabas, y te ves, de repente, al borde
del abismo. Dices: “Conozco a esta persona, es
mi hijo, me gusta cómo es, soy capaz de entender que mi hijo puede cometer errores y no por
eso ser una mala persona, o por eso defraudar
mis expectativas como madre”, pero ésos, para
mí, han sido momentos difíciles. También cuando
te toca ver a un hijo sufrir mucho y es un momento en que dices: “Dios mío, si pudiera ponerme en
su lugar…” Yo he sido una persona que he intenta-
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ENTREVISTA
do romper con los estereotipos de la maternidad,
siempre decía que no tenía instinto maternal, no
soy una madre excesivamente protectora, sin embargo, un día en que vi a mi hijo mediano en una
mesa de hospital con la tibia rota, en aquel momento me di cuenta de que sí, soy madre y tengo un instinto maternal clarísimo. Las situaciones,
a veces, también nos sobrepasan porque yo creo
que los padres de hoy dramatizamos mucho, un
pequeño conflicto, un pequeño fracaso lo vemos
como si toda la vida de nuestro hijo estuviera pendiendo de un hilo y no es así. Los niños pueden
repetir un curso y no pasa nada, pueden tener un
problema en el colegio, incluso pueden cometer
un delito y tiene remedio; pero sí tenemos que ser
conscientes de la gravedad exacta que tiene ese
acontecimiento y qué papel tenemos que jugar
nosotros para evitar que se repita y a la vez, para
apoyar a nuestro hijo, para no negarle el afecto.
¿Qué características destacaría de los niños comprendidos entre los cinco y los doce
años por hablar de lo que tiene cerca?
Como cosa positiva, destacaría la espontaneidad,
no hay ningún tema que sea “tabú” para ellos.
Como aspecto negativo destacaría el miedo que
tienen al esfuerzo. Y son exigentes con sus padres. Exigen que intervengan en cada detalle de
su vida, cuando se aburren exigen que sus padres les entretengan, cuando sufren que acaben
con ese sufrimiento, cuando están enfermos que
los curen, llega hasta tal punto la exigencia, que
se vuelve absolutamente imposible de satisfacer.
Y frente a esa alta expectativa, ¿los padres
se sienten responsables? ¿Cree que esta generación de padres se exige más que la anterior? ¿Más usted que su madre?
Los padres de generaciones anteriores se sentían
satisfechos teniéndonos alimentados, vestidos,
bajo un techo y, como mucho, dándonos estudios. Pero ahora no, ahora esas expectativas son
mucho mayores. Las exigencias, al final, son una
pesada carga porque afectan a todos y cada uno
de los detalles de la vida de nuestros hijos. Nosotros nos sentimos responsables de sus relaciones
sociales, de si son o no líderes, de si son capaces
de sacar todo lo que tienen dentro, por eso nos
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“Si no se acepta la
frustración en la infancia,
luego nos encontramos con
adolescentes irritables, que
no miden las consecuencias
de sus actos, que no
conocen con claridad cuáles
son los límites y que no
llegan a distinguir lo que
está bien de lo que
está mal”
sentimos culpables por cada pequeño detalle que
no responde al “plan establecido”. Cuando hablas
con los padres de hoy, notas esa sensación de
que siempre hay cosas a las que no han llegado:
no he pasado bastante tiempo con mi hijo, no he
estado ahí para apoyarle con los deberes, no sé
cómo ayudarle por su primer desengaño amoroso; cosas que en otros tiempos los chavales resolvíamos sin necesidad de que nuestros padres
estuvieran presentes.
Dice que se mira mal a los que cometen la
locura de tener más de dos hijos. Usted ha
tenido tres. ¿Lo recomienda?
Yo recomiendo que los padres se sientan libres
para tomar la decisión de escoger la paternidad
en el número que sea, porque la libertad implica responsabilidad. Yo me siento absolutamente
feliz teniendo tres hijos, al pequeño lo llamamos
siempre “el regalito” y verdaderamente ha sido
un regalo; no sólo porque el niño nos aportó muchísimas cosas, sino porque también nos ha enseñado cómo el amor se estira, como se comparte mucho más. A veces hay conflictos, porque es
inevitable, la convivencia humana es así, pero, al
final, el resultado es claramente beneficioso. Yo
estoy encantada de tener tres hijos.
Se nos ha explicado que un niño que se siente querido aprende a querer, pero no es raro
encontrar a niños queridos que se convierten en tiranos.
ENTREVISTA
“Tener que decir ‘no’ exige
un esfuerzo por parte de los
padres, pero al final es una
inversión que estamos
haciendo para crear
mejores personas”
Porque a veces confundimos el término amor.
Creo que estamos mezclando lo que son concesiones, regalos, caprichos, con amor. Y el amor
es otra cosa. A veces el amor es exigente, implica poner límites, ser firmes, ejercer la autoridad
y eso también es amor. Exige un esfuerzo y un
sacrificio por parte de los padres tener que decir
“no”, pero al final es una inversión que estás haciendo para crear mejores personas.
El tema de la autoridad surge una y otra vez
en su libro, también habla de la tendencia
paterna a huir de los conflictos.
Sí, porque, en general, los padres de hoy tenemos un miedo atroz a ver sufrir a nuestros
hijos; queremos felicidad y paz a nuestro alrededor. A veces porque llegamos a casa muy
cansados y lo que no soportamos es el conflicto inmediato, entonces, es más cómodo decir: “Bueno, pues que juegue con la maquinita”,
pero no me meto en un problema. Ejercer la
autoridad es complicado. A veces uno se siente
culpable porque ha tenido que gritar o dar un
pequeño azote, por eso creo que, en esto, es
fundamental entender que cuanto antes empecemos a ejercer la autoridad, mejor. Lo que no
podemos pretender es que un chaval con quince años nos obedezca si nunca hemos hecho
que obedeciera antes. Cuando el chico te saca
una cabeza de altura y su mano es más grande
que la tuya, es prácticamente imposible ejercer
la autoridad sobre él.
Habla de ver sufrir a los niños, pero si no
asumen un pequeño nivel de frustración,
antes o después, la vida se va a encargar de
presentarles uno grande.
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ENTREVISTA
“Los padres de hoy tenemos
un miedo atroz a ver sufrir a
nuestros hijos, intentamos
evitarles todos los golpes,
pero olvidamos que el
sufrimiento hace que
nuestros hijos crezcan
como personas”
Si no se acepta la frustración en la infancia,
¿con qué adolescentes nos encontramos?
En la vida, inevitablemente, van a encontrar sufrimiento, sea de mayor o menor calado, pero
eso ocurre desde que son bien pequeños, porque
no sacan la nota que quieren o porque pierden a
un amigo que se marcha del colegio; es decir, la
frustración rodea todo lo que hacemos. Lo importante es aceptarla y aprender de ella y esto es lo
que no estamos enseñando a nuestros hijos. Intentamos quitarles todos los golpes y los golpes
les enseñan a crecer como personas.
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Pues con adolescentes irritables, que a veces se
vuelven agresivos, con adolescentes que no miden las consecuencias de sus actos, que no conocen con claridad cuáles son los límites y llegan a
no distinguir lo que está bien de lo que está mal.
Imponen su propia satisfacción, su búsqueda del
placer por encima de cualquier otra norma o principio. No obstante, quiero decir que, a veces, somos injustos juzgando globalmente a la juventud
ENTREVISTA
“Los niños actuales son muy
exigentes con sus padres:
cuando se aburren exigen
que sus papás les
entretengan, cuando
sufren que acaben con ese
sufrimiento... hasta tal
punto es la exigencia,
que se vuelve imposible
de satisfacer”
de hoy. Con frecuencia se oye que es peor. En absoluto. Es hija de sus padres, hija de su tiempo y
de la educación que ha recibido.
A los chicos que ni estudian ni trabajan,
¿cómo se les dice: “Oye, que ya es hora de
crecer”?
Ése es el problema: desde bien pequeños, piensan
que las cosas vienen dadas. Nosotros teníamos
claro que no se vivía del aire, que nuestros padres
no nos iban a mantener. Hoy los niños piensan,
incluso ya de bien mayores, que sus padres están
ahí para eso y les exigen que los mantengan, que
les den una calidad de vida, incluso que les compren un piso. Y sus padres no tienen esa obligación, la responsabilidad es de cada uno.
“Nosotros teníamos claro
que no se vivía del aire, que
nuestros padres no nos iban
a mantener; en cambio hoy
los hijos piensan que los
padres están para que los
mantengan siempre, que
les den una calidad de
vida e incluso que les
compren un piso”
La queja de que la juventud no tiene arreglo
es vieja. Todas las generaciones rompen moldes. La rebeldía actual es una rebeldía de brazos caídos, son como crías de pájaro con el
pico siempre abierto, esperando la comida.
Quizá aquí el matiz es que ellos se han encontrado con una sociedad en la que se han alcanzado
altas cotas de libertad y de derechos que parece que están conquistados para siempre, y no es
así. Quizá esa sensación de que todo está hecho,
les hace ser una generación de brazos caídos. Sin
embargo hay un par de aspectos en los que creo
que pueden “plantar su pica en Flandes”, uno de
ellos el ecologismo, es una generación que quiere
cuidar el medio ambiente y ahí sí está dispuesta a
hacer esfuerzos y el otro aspectos es que es una
generación pacifista, esta generación no quiere
guerras, no quiere soldados, al menos en Europa,
y defienden un mundo en paz. Creo que esos son
valores que quizá hagan a esta generación moverse en algún momento. Lo vimos ya cuando el
“no” a la guerra de Irak, aquí los jóvenes salieron
a la calle. Me parece que quizá sería necesario
encontrar esa chispa que haga que se levanten
del sofá y que pongan manos a la obra.
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A Fondo
CINE
JUVENTUD
DE
PELICULA
Aproximación a
las más relevantes
películas
protagonizadas por
jóvenes en el cine
moderno y
contemporáneo, en
general un cine
para adultos
Por Norberto Alcover
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A Fondo
Cuando uno se enfrenta al que podríamos llamar cine de la juventud en el
cine moderno y contemporáneo, surge la sorpresa inesperada tras largos
años de visionar películas: es cierto que en un cincuenta por ciento de films
aparecen personajes jóvenes, pero en mucho menos se trata de protagonistas propiamente tales, es decir, que conduzcan la narración del film y
aborden en profundidad sus problemas y situaciones. El cine que presenta
jóvenes en sus historias abunda, pero el que los convierte en auténticos
protagonistas escasea. Ésta es la deducción a la que he llegado tras un largo
estudio sin aprioris históricos y ensayísticos, que como es lógico abundan al
respecto. Una cosa es que aparezcan en contextos adultos y otra, muy diversa, que los jóvenes desarrollen sus propios contextos.
Desde el punto de vista cinematográfico, nos
permitimos definir como juventud el espacio
que discurre desde la adolescencia tardía hasta
los treinta años, más o menos, es decir, desde
la apertura de la persona al mundo envolvente para definirse y para definirlo y esos años en
que opta por algunos compromisos en su vida
de pareja, profesionales, ideológicos, etc. Reconocemos que se trata de un período un tanto
discutible, pero insistimos en que se hace necesario para poder abordar la cuestión desde la
perspectiva cinematográfica. Seguro que el lector lo comprenderá y será capaz de relacionar
esta opción con otras colaboraciones de este sugestivo número de la revista.
Los grandes referentes ya clásicos
Todo el cine de jóvenes posterior está en estas
diez películas, que ya nos permiten asistir a una
visión dolorosa y en ocasiones censora de esta
época de la vida, siempre en relación con el universo adulto, que influye negativamente en esta
franja vital. Los jóvenes son vistos como problema, como rompedores del orden establecido y,
en demasiadas ocasiones, como marginales respecto de su propia sociedad. La crisis de los sesenta-setenta se nota en abundancia.
1. El chico (Charles Chaplin, 1920). La amistad
entre dos marginales se convierte en metáfora
de la marginalidad social. Un film que condena
toda una larguísima nervatura posterior.
2. Roma, ciudad abierta (R. Rossellini,
1945). En la secuencia final, cuando asesi-
nan al sacerdote los nazis, un grupo de adolescentes romanos contemplan la escena
y posteriormente marchan hacia la ciudad
eterna. Una sociedad/generación engendra
a otra que nacerá con sus fantasmas adultos pero intentará no repetirlos. Es la línea
más esperanzada en el conjunto.
3. La ley del silencio (Elia Kazan, 1954).
Marlon Brando otorga al joven una inusitada fortaleza corporal, complementaria de
su fortaleza psicológica y hasta espiritual.
Un avance.
4. Al Este del Edén (Elia Kazan, 1955). La dinámica psicoanalítica penetra en el cine de
los jóvenes a través del personaje antológico de Jamen Dean, la otra cara de Brando.
Los jóvenes son vistos
en el cine como problema,
como rompedores del orden
establecido y, en demasiadas
ocasiones, como marginales
respecto de su propia
sociedad
5.Los cuatrocientos golpes (François
Truffaut, 1957). Irrumpe en el cine la juventud moderna, la fricción entre padres
e hijos con una radicalidad típica de la
Nouvelle Vague. Dean y el maestro Brando
son sustituidos por Jean Pierre Leaud/Antoine Doinel.
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A Fondo
6. Nueve cartas a Berta (Basilio Martín Patino, 1965). El Nuevo Cine Español irrumpe
con este film hipercrítico con una sociedad
cansina y provinciana, donde el amor juvenil es casi imposible. Pero sin ira explícita y
tal vez con un tanto de compasión.
7. Amarcord (F. Fellini, 1974), Penetramos en
la década dorada del cine con esta visión
amable y nostálgica de unos jóvenes ingenuos en pleno fascismo italiano. Con Fellini se abre paso la crítica misericordiosa de
inspiración católica.
8. Harry el sucio (Don Siegel, 1971). Clint
Eastwood encarna al agente Harry quien
rompe con las formas sociales y acaba por
sustituir la libertad en beneficio de la seguridad. Una permanente de la juventud posterior…, pero al revés.
9. Confidencias (L. Visconti, 1974). La joven
aristocracia burguesa se sume en la decrepitud al contacto con los males del tiempo: el
alcohol, la droga, el sexo y sobre todo el dinero, mientras la familia es incapaz de reaccionar, sumergida en idénticas lacras. Un film
del todo necesario y tristemente olvidado.
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10. Easy Rider (Dennis Hooper, 1969). Si
bien anterior a los tres anteriores, la colocamos al final como resumen del drama
juvenil más amplio y decisivo en adelante: en esos dos jóvenes emblemáticos que
recorren desgraciadamente EE.UU. en su
Harley Davidson, se concentra la huida inútil de la juventud de los sesenta. Estos
jóvenes airados acabarán por reencontrarse en la ácida y cínica genialidad de Woody
Allen titulada Match Point. Vean ambas y
comprenderán el periplo desarrollado por
la juventud en esos treinta años. El cine es
vida, está claro.
Decir que la juventud
es light para nada
significa que carezca de
una ambición soterrada;
estamos ante una juventud
dormida, mientras los
adultos les cantamos
nanas
A Fondo
Éstas son las matrices históricas, y nos demuestran
que lentamente la juventud avanza hacia una postmodernidad deshilvanada y vacía de valores…, pero
peligrosísima a la hora del dinero y del estatus social. Decir que la juventud es light, que lo es, para
nada significa que carezca de una ambición soterrada. Se diría que estamos ante una juventud dormida, mientras los adultos les cantamos nanas…
2. Mensaka (Salvador García Ruiz, 1998). La
aparición de nuevas formas de trabajo en
una juventud marginalizada.
Historias morales de nuevas realidades
(197…—200…)
4. Retorno a Mansala (Chus Gutiérrez, 2008).
El insoluble drama de las pateras llenas de
jóvenes, y su redundancia en los lugares de
origen. Una elegía.
Se trata de una juventud que se encuentra sumergida en situaciones novedosas por las diferentes instancias históricas y que reacciona de
forma diferente ante las mismas. Nos limitaremos a indicar la naturaleza de la situación de
cada historia.
1. Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). El
film más novedoso formalmente y que contiene todo el universo trasgresor de una juventud iniciada, con frenesí, en los placeres
prohibidos. La vaciedad del film, tan atacada, corresponde a la vaciedad de sus protagonistas. Un camino hacia la nada más terrible. Tarantino es muy inteligente.
3. La pequeña Lola (Bertrand Tavernier,
2005). Aparece la complejidad de la adopción que acabará por crear nuevos jóvenes
y también nuevos padres, en tantas ocasiones desconcertados.
5. Juno (Jason Reirman, 2007). La problemática de los embarazos no deseados y una
idealista solución muy típica del cine almibarado de Hollywood. Un film que vale y no
vale, pero…
6. Mapa de los sonidos de Tokio (Isabel
Coixet, 2009). Oriente y occidente, juventud y adultez, enfrentados en una imposible historia de amor y lujuria, llena de impotencia y juego sucio. De una actualidad
sorprendente y realizada como los ángeles
por la Coixet.
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A Fondo
7. Cuscús (Abdelafif Kechine, 2007). Un film
magistral donde se nos conduce hasta el
choque de civilizaciones entre inmigrantes
tunecinos ya instalados en Francia, y su terrible periplo para abrirse camino ante una
sociedad tan progresista como racista. Un
film absolutamente pedagógico.
8. Solas (Benito Zambrano, 1998). La soledad de la mujer rural llegada a la gran ciudad, su destrucción y su posible redención
familiar. Contemplar necesariamente la interpretación de María Galiana y de una soberbia Ana Fernández. Mujer joven, urbana
y sola.
No vale la pena lamentarse
por esta juventud tan
vacía de sentido y de ilusión,
porque ella acabará por
sobrevivirnos e impondrá
sus criterios y gobernará el
mundo, solamente vale
mirarles con ternura y
proporcionales causas
nobles por las que
sobrevivir
9.Mi nombre es Harvey Milk (Gus Von
Sant, 2008). El triunfo de los homosexuales en una de sus figuras más emblemáticas. Agresiva, pedagógica y, lógicamente,
del todo necesaria para comprender a la juventud contemporánea y su nuevo mundo.
10. Leones por corderos (Robert Redford,
2007). Los jóvenes yanquis enviados a la
guerra y abandonados por los políticos y
estrategas militares. Un film crudo, inesperadamente menospreciado y que hay que
revisar. El montaje entre los despachos de
Washington y las montañas de Afganistán
nos señala un tipo de juventud manipulada
porque preferimos ocultar su drama humano y social.
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Es curioso cómo el cine no se deja seducir por el
aspecto light de la juventud, salvo en producciones para el consumo de masas que no nos apetece lo más mínimo recordar. El buen cine prefiere
abordar los dramas juveniles, si bien completamente relacionados con los adultos, según dijimos al comienzo.
Historias morales complementarias (hasta
la actualidad…)
1. Lost in traslation (Sofía Coppola, 2004).
La juventud viajera/nómada se encuentra
con la adultez viajera/solitaria.
2. Frost contra Nixon (Ron Hoard, 2008).
Una juventud ambiciosa pero frívola destruye a una senectud desprotegida e inmoral.
Dos estilos. Dos éticas. Dos ambiciones.
3. American Beauty (Sam Mendes, 1999).
De nuevo, el esquema de Lolita, ahora situado en la sociedad del bienestar a tope, la
vaciedad de los adultos y la precocidad de
los jóvenes, cuyas vidas nunca acabamos
de descubrir. Brillante y dolorosa, además
de estetizante.
4. El indomable Will Hunting (Gus Von Sant,
1997). La relevancia de los adultos magistrales en la experiencia juvenil, matizando las expectativas de El club de los poetas
muertos (Peter Weir, 1989).
5. Cuando Harry encontró a Sally (Bob Reiner, 1989). Una historia de amor entre jóvenes en clave actual, para nada estática,
antes bien absolutamente dinámica en su
desarrollo. Como la vida misma. Causó furor entre la juventud.
6. El aceite de la vida (George Miller, 1992).
Cuando la familia lucha por sus jóvenes con
uñas y dientes. La familia es el aceite curativo, más allá de la estricta medicina.
7. Rompiendo las olas (Lars Von Trier,
1996). La minusvalía como tapiz donde
descubrir el misterio de la misericordia y
A Fondo
de la espiritualidad, en este gran film del
creador del Movimiento Dogma. De urgente recuperación.
8. Black Hawk derribado (Ridley Scott,
2001). Cuando los chicos norteamericanos
fueron vencidos por los somalíes en Mogadiscio, signo de una siempre pendiente
cuestión africana ante la metodología occidental. Dos juventudes. Dos métodos.
9. Amelie (Jean Pierre Jeunet, 2001). Un golpe de alegría, de ingenuidad y de misericordia en este drama juvenil abrumador. Contemplar a Audrey Tautou es respirar.
10. No es país para viejos (Hermanos Cohen, 2007). El terrible pero misterioso
personaje interpretado por Javier Bardem
cierra este panorama desde el puente cinematográfico que venimos realizando.
Manipulado, también disfruta de llevar a
cabo su misión por una especie de designio exterminador. No piensa, actúa. Pero al
final es el único que salva su piel y el film
se cierra mientras él se pierde en la bruma
nocturna.
Ese cine somos nosotros
Tal es nuestra situación ante esta juventud que
pretendemos tan light, tan vacía de sentido y de
ilusión. Porque ella, tal y como es, acabará por
sobrevivirnos y mientras muchos de nosotros nos
hundimos en el misterio moral, ella, como le parezca oportuno, impondrá sus criterios y construirá su mundo. Tal es el designio de los dioses:
que cada vez que un cambio histórico se cierne sobre un grupo humano/nosotros, aparece alguien/ellos que llenan el miedo de sus padres y
abuelos con la urgencia de su inexperiencia. Será
light, pero el tiempo corre a su favor. Nos dará
miedo, como el personaje de Bardem, pero serán
los únicos que se perderán en la bruma de la madrugada, camino de Dios sabe dónde.
Entonces, no vale llorar ni lamentarse. Solamente vale mirarles con ternura, proporcionales causas nobles por las que sobrevivir, y recordarles que vale más una Amelie cualquiera que una
Juno perdida en sus fantasmas inútiles. Y seguirles día a día en la pantalla claroscura de los cines. Esos jóvenes, a fin de cuentas, volvemos a
ser nosotros cuando éramos jóvenes. Ahí radica
el misterio.
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A Fondo
A PIE
DE CALLE
700.000 JÓVENES
ESPAÑOLES
NI ESTUDIAN
NI TRABAJAN
Por Antonio Saugar
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A Fondo
Los hay que estudian; otros trabajan; menos estudian y trabajan; y otros
ni “clavan los codos” ni “dan un palo al agua”. Eso sí, todos quieren
disfrutar de una vida independiente sin abandonar la casa de los padres.
Las nuevas generaciones no parecen encontrar su rumbo.
Hace años se decía que la juventud española era
pasota, que no se interesaba por nada. Tras un
tiempo en el que los más jóvenes querían ser engominados ejecutivos de alto poder adquisitivo,
pasaron a ser los famosos “Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados” (JASP). Ahora la juventud parece que no quiere enfrentarse a la realidad y se atrinchera en el domicilio paterno.
En España, la edad media en la que los hijos
abandonan el domicilio familiar se sitúa en los
34 años. Pero aumenta cada año, detectándose
un repunte desde los dos últimos años, ya que la
crisis y, especialmente, el paro ha obligado a muchos jóvenes a volver a casa de sus padres tras
perder el trabajo.
La crisis, los contratos basura, las prácticas y becas precarias... impiden a los jóvenes entrar de
lleno en el mercado laboral, pero tampoco hacen grandes esfuerzos para salir de esta situación. Una encuesta de Metroscopia señala que el
54 por ciento de los españoles de entre 18 y 34
años afirma que no tiene proyectos por los que
sentirse interesado.
Padres y madres
Han pasado su infancia y adolescencia en un ambiente de bonanza económica. Sus padres les han
dado todo lo que pedían: los mejores juegos y juguetes, ropa de marca, motos nada más cumplir
la edad necesaria para conducirlas, etc. Ahora, el
mileurismo y el paro hacen de los jóvenes carne
de cañón del desencanto.
Quienes más afectados se ven por la actitud de
los jóvenes son los padres y madres. El estudio
Ocio y riesgos de los jóvenes madrileños señala que están alarmados ante las amenazas que
pueden afectar a los ratos de ocio de sus hijos.
Además, se muestran resignados ante esas amenazas (peleas, alcohol, drogas...) porque quedan
fuera de sus esfuerzos protectores.
Este estudio, realizado por la Fundación Ayuda contra la Drogadicción (FAD), la Obra Social Caja Madrid y el Instituto de Adicciones del
Ayuntamiento de Madrid, destaca que, en cuanto a la relación entre padres e hijos, cerca del
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A Fondo
50 por ciento (más las chicas y los más jóvenes) dice que los padres tendrían que preocuparse e intervenir más. De la otra mitad, un
24,9 por ciento cree que los padres no deben
intervenir pero sí estar atentos; y un 26,5 por
ciento entiende que sus progenitores no deben
implicarse.
El hogar en el que vive un joven que no trabaja y
que no estudia –los hay que estudian, pero van al
instituto para guardar las formas-, es una olla a
presión, especialmente si el chaval acaba de entrar en la mayoría de edad. Aquellas normas que
antes se cumplían en casa (volver a una determinada hora, no acudir a determinados lugares de
ocio, estudiar unas horas al día...), ahora no hay
manera de llevarlas a cabo.
Hacerle entrar en razón respecto a las normas a
cumplir en casa es casi batalla perdida. Le han
llegado a decir que como siga igual, se tendrá
que marchar. Su respuesta: “Vale”.
En España, la edad media en
la que los hijos abandonan
el domicilio familiar se sitúa
en los 34 años, pero aumenta
cada año debido a la crisis
y al paro
Preocupaciones sociales
El joven tiene 18 años y piensa que debe liberarse de esas ataduras. La casa paterna se convierte
en una especie de hotel al que va a comer, dormir, a ver la televisión, conectarse a Internet...
Hay casos como el de una familia con dos hijos en la que el mayor, que acaba de cumplir 18
años, está convirtiéndose en un miembro de la
Generación Ni-Ni. En este caso estudia, pero no
se esfuerza mucho; no trabaja, aunque sí lo hizo
algunos meses lo que le proporciona cierta independencia económica. Eso sí, no piensa en que
ese dinero se acabará pronto.
El Sondeo de Opinión y Situación de la Gente Joven, elaborado por el Observatorio de la Juventud de España en 2008, indica que las principales preocupaciones sociales de los jóvenes son el
paro (31%), la vivienda (30%), seguidos de los
problemas económicos (21%).
Respecto a qué consideran importante en la vida,
el sondeo indica que la familia (81 por ciento),
la salud (75%) y los amigos (63%) son los que
creen más importantes. Les siguen el trabajo (58
por ciento) y ganar dinero (49%). Más abajo en
A los 18, fuera de casa
¿Se imaginan que una ley obligara al personal a abandonar la casa paterna a los 18 años? Un
ministro italiano hizo esta propuesta al principio de 2010. Renato Brunetta, ministro de Administración Pública del Gobierno de Berlusconi, pretendía obligar a los hijos de 18 años a dejar
el domicilio de los padres amparándose en la ley. El objetivo: acabar con el hecho de que los
hijos sigan viviendo en la casa paterna más allá de los 30 años.
La idea de Brunetta se hizo pública tras conocerse una sentencia en la que obliga a un padre
a continuar pagando la pensión alimenticia de su hija que, a los 32 años, continúa estudiando
Filosofía, carrera que lleva 14 años cursando.
Los compañeros de Gobierno del ministro Brunetta rechazaron la medida. En Italia, la edad de
emancipación es cada vez más alta.
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A Fondo
el ranking se encuentran la sexualidad (41%) y
los estudios, el 40 por ciento. Religión y política
suponen el 8 y el 7 por ciento, respectivamente.
La Encuesta de Población Activa (EPA) realizada a
mediados de 2009 señalaba que más de 700.000
españoles menores de 34 años ni estudiaba ni
trabajaba. La cifra supone el 6 por ciento de este
sector de la población.
La Generación Ni-Ni está compuesta por jóvenes
inactivos que no sólo no trabajan, sino que no
buscan empleo; por parados sin empleo anterior
(nunca han trabajado); y por los que no cursan
estudios ni reglados ni no oficiales.
La EPA de mediados de 2009 señalaba que los jóvenes inactivos que sólo sigue una formación no
reglada sumaban unos 550.000 (el 4,5 por ciento de la población española menor de 34 años).
Los parados sin empleo anterior que no estudian eran unos 680.000 (5,6%). Y los parados
sin empleo anterior que sólo siguen una formación no reglada sumaban algo más de 712.000
personas (6 por ciento). En este último grupo
hay 196.000 jóvenes de entre 16 y 19 años que
ni estudian ni trabajan.
Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala
que un 14 por ciento de la juventud española de
43
A Fondo
16 a 24 años, no estudia ni trabaja. El informe,
realizado en 2006 en 19 países de la Unión Europea y Estados Unidos, sitúa a España en el cuarto lugar por la cola, detrás de Italia, Eslovaquia y
Reino Unido.
Este informe destaca que el 5 por ciento de los
jóvenes de nuestro país que dejan los estudios
tras la educación obligatoria no están interesados en hacer nada; y un 20 por ciento queda en
el paro.
Vivimos el nacimiento de una generación sin ilusiones, cuyos componentes están perdidos, sin
valores, sin horizontes, algo raro para quienes
deben llevar las riendas de este país dentro de
unos años. Hay que actuar desde todos los ámbitos posibles para sacar de esta apatía a los más
jóvenes. Pero también la juventud debe poner de
su parte. Parece que no quieran salir de esa burbuja en la que viven, pero habrá que buscar una
salida al futuro.
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Las principales
preocupaciones sociales
de los jóvenes son el paro
(31%), la vivienda (30%) y
los problemas económicos
(21%), según un estudio del
Observatorio de la Juventud
de España
A Fondo
Los jóvenes madrileños,
de marcha toda la noche
Más del 80 por ciento de los jóvenes madrileños de 15 a 24 años tiene como forma principal de ocio la marcha nocturna, y señalan que
les compensa salir toda la noche a pesar de los
riesgos que esto pueda traerles, según señala
el estudio Ocio y riesgos de los jóvenes madrileños, realizado por la Fundación Ayuda contra la Drogadicción (FAD), la Obra Social Caja
Madrid y el Instituto de Adicciones del Ayuntamiento de Madrid.
El informe indica que el 76 por ciento de estos
jóvenes entiende la noche como aventura, y
afirma que lo que le gusta es no saber qué va
a pasar. Defienden el descontrol en las horas
de ocio, un 64 por ciento asegura que desfasar
es divertido; el 56 por ciento dice que la prudencia arruina la diversión; y un 33 por ciento
piensa que para no meterse en líos, lo mejor
es quedarse en casa.
Un 25,9 por ciento de la juventud madrileña
encuestada ha tenido relaciones sexuales con
pareja no habitual sin preservativo durante el
último año. El 69,1 por ciento se ha emborrachado, y un 45,4 por ciento ha viajado con un
conductor bebido o drogado.
El estudio afirma también que el 15 por ciento dice que consumir drogas es cosa de jóvenes, y entre un 18 y un 25 por ciento entiende
que el riesgo de las relaciones sexuales es sólo
para las chicas y que no necesita protección.
Un 31,4 por ciento se vio envuelto en peleas,
el 13% condujo bebido, un 11,3 % provocó peleas y el 6,8 % condujo tras consumir drogas.
Las actividades preferidas de los jóvenes madrileños son estar con los amigos (62,6%) y
escuchar música o la radio (65,6%). Internet, la televisión e ir a bares o discotecas son
las aficiones de un 40 por ciento. Sólo uno de
cada cuatro dedica parte del fin de semana a
estar con la familia.
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Comunicando
LO QUE APRENDIMOS DE JULIA MADRUGA
Nuestra compañera Julia Madruga Benítez falleció el viernes 19 de marzo tras ser acuchillada varias veces
presuntamente por su ex marido cuando se encontraba en una habitación de la clínica Blanca Paloma
de Huelva junto a la cama de su madre enferma. Julia era colaboradora del Teléfono de la Esperanza de
Huelva desde el año 2001 y dedicó gran parte de su tiempo en el servicio de Acogida a echar una mano a
personas en situación de crisis emocional que acudían a nuestro Centro en busca de apoyo y orientación.
Sin razón
Si la violencia
tuviera manos,
garras serían.
Si tuviera rostro
la violencia,
sería una máscara.
Si la violencia
tuviera cuerpo,
sería una armadura.
Y si tuviera razones,
serían mentiras.
Si la violencia
tuviera corazón,
no existiría.
Enterrábamos a Julia el día y hora en que nos llegaba la primavera.
Era fácil pensar que la estación donde todo florece venía a ayudarnos en nuestro dolor y nuestra
rabia, para confirmarnos en que, a partir de ahora, vamos a encontrarla en la vida, y nunca en la
cruel secuencia de su muerte.
Porque Julia amó profundamente la vida y por ello
está siempre presente en nuestro camino hacia el
corazón. Era generosa, alegre, valiente, cariñosa,
leal, honesta, sensible, altruista, cercana, disponible, amante de la libertad, la justicia y el compromiso con la humanidad. Una persona que sabía escuchar, alentar, comprender y sonreír a los demás,
y cuyo sitio en la vida estaba en el testimonio del
bien y en el empeño de crecer como persona. Y, sí,
efectivamente, si alguien merecía que la primavera
la acompañara para siempre, ésa era ella.
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Con el cariño que nos da el emocionado recuerdo
de su vida, resulta imprescindible comprender la
urgente necesidad de dejarnos cuestionar por las
grandes verdades que su dramática muerte ponen en evidencia en nuestros caminos.
La presencia de lo más bajo de la dignidad humana, manifestada en la violencia, conmueve nuestro más hondo sentir desde nosotros mismos, y
de nuestra nueva lucidez brota incontenible la
certeza de que nuestro compromiso con la vida y
el bien precisa ser irrenunciable. Porque el bien
siempre prevalece sobre el mal, y ésa es la razón de nuestra esperanza para vivir sabiendo que
la vida de Julia no sólo continúa entre nosotros,
sino que en cada instante florece con la inocencia
de las rosas de la primavera.
Nos llega la hora de trabajar duro. De comprometernos con el amor para desenmascarar el miedo y
el horror que la violencia nos produce. De abrazar
la firmeza inagotable de nuestra presencia constante en la justicia y la paz en las relaciones personales, para llegar a un mundo donde sea impensable que nadie nunca, nunca, nunca, tenga que
enterrar su cariño el día que llega la primavera.
María López López
Comunicando
HOMENAJE A JULIO RUIZ, FUNDADOR DEL
TELÉFONO DE LA ESPERANZA EN LA PAZ
Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.
Cuando un amigo se va
queda un tizón encendido
que no se puede apagar
ni con la aguas de un río…
Pienso que Alberto Cortez sabía lo que era perder a un amigo, a nosotros nos cuesta entender
que te has ido… ¡Cómo no recordarte cada día!,
¡cómo explicar que tuviste que dejarnos, que te
has marchado sin decirnos adiós, “de puntillas”
como si no quisieras que se notara!
Has sido un hombre que ha pasado por la existencia pensando en los demás. Fuiste un padre
que, como muchos de nosotros, aprendió en el
camino a serlo, siempre ocupándote de tus hijos,
atento a lo que necesitaban. ¡Y qué decir de tus
nietos!: eran tu alegría, a la vez que tus ojos se
llenaban de tristeza cuando hablabas de tu pequeño nieto que está enfermito.
Lo que nunca perderemos es el recuerdo de tu
sonrisa, tu alegría a pesar de las dificultades o tu
ceño fruncido porque las cosas no salían como se
esperaban. Te consideramos el impulso, la energía, que nos alentaba a seguir adelante.
El Teléfono no será lo mismo sin ti. Te recordaremos nosotros, tus verdaderos amigos, los que jamás te juzgamos y te entendimos como eras.
Te vamos a extrañar demasiado. Sabemos que, donde estés, estás bien… y que nos vas a cuidar tanto o
más que cuando estabas aquí con nosotros.
Gracias a Dios porque tuvimos el privilegio de conocerte, gracias a ti por tu comprensión, por tu
amor al prójimo, por tu nobleza de espíritu.
¡Hasta siempre amigo, Julio!
Tus compañeros y amigos del Teléfono de la Esperanza de Bolivia.
Mary Rengel
Te acercaste al Teléfono. Cuando más lo necesitabas, leíste un pequeño aviso en un boletín de la
Iglesia de la Exaltación donde promocionaban un
Taller de Autoestima. Comentaste que eras el único varón entre muchas mujeres, eso no te desanimó y te quedaste. A partir de ese momento, nunca más te alejaste del Teléfono. Es más: siempre
estuviste agradecido a nuestra institución, le tenías un especial cariño, ese sentimiento te impulsaba a luchar para que mucha gente encuentre en
el Teléfono lo que tú habías encontrado.
Todo lo que te quedaba por pensar, hablar o contar desapareció contigo, te fuiste y ya no podremos abrazarte. Lo más horrible de esto es el vacío, la ausencia eterna de tu cuerpo, te perdimos
físicamente, es definitivo, es irrecuperable.
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Comunicando
EL JUEZ DE MENORES EMILIO CALATAYUD EN EL
XX ANIVERSARIO DEL TELÉFONO DE GRANADA
El sábado 23 de enero, el Auditorio de Caja Rural
de Granada acogió la conferencia de Emilio Calatayud, juez conocido por sus condenas ejemplares a los menores en las que se favorece su
reinserción con trabajos sociales. El acto estuvo
presidido por la delegada de Bienestar Social del
Ayuntamiento de Granada, Ana López Andújar, la
presidenta del Teléfono de la Esperanza de Granada, Lola López Justicia, y el secretario general
de ASITES, José María Sánchez Orantos.
El público escuchó atentamente a Calatayud,
quien enfatizó la importancia de la familia como
la célula de la sociedad: “La educación comienza
en la familia, después de la familia viene la escuela y el juez siempre es la última solución. Hemos
pasado del padre autoritario o preconstitucional,
al padre colega o postconstitucional y no hemos
sabido poner un límite”. Calatayud subrayó la necesidad de hacer uso, tanto los padres como los
profesores, del “principio de autoridad”, y señaló
el hecho de que cada uno debe cumplir su función: “Los padres somos padres, no amigos”.
“Los padres nos hemos dado cuenta de que nos
hemos equivocado”, aseveró el magistrado, quien
asimismo recomendó la asistencia de los progenitores a las escuelas de padres, “pues todos hemos estudiado para nuestra profesión pero no
para ser padres”. Igualmente reconoció la labor
de las ONG como el Teléfono de la Esperanza y el
valor de la escucha. “A veces vienen para sentirse
escuchados y decirnos lo mal que está la justicia.
Con sólo ello, ya se van mejor que llegaron”.
El juez de Menores subrayó la importancia de poner límites claros y razonables a nuestros hijos:
“Como en la familia, también en la escuela y en
la sociedad nos da miedo poner límites, hemos
hablado a los chavales de muchos derechos y de
pocas obligaciones y los menores, como no son
tontos, han hecho uso de estos derechos y han olvidado los deberes”. Por otra parte, se mostró contrario a expulsar a un alumno del centro educativo
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por una falta. “Eso sería premiarlo porque el colegio siempre ha sido un tostón. Se deben buscar
otros mecanismos y el profesor debe asumir su
responsabilidad”, valoró. Desde su punto de vista,
parte del problema radica en que los docentes han
dejado de “ser maestros” para ser “profesores”.
En este mismo sentido, opinó: “Mientras el juez
de Menores sea el menor de los jueces y el maestro sea el menor de los catedráticos no se valorará
realmente el trabajo social que desarrollan”.
El magistrado, en su disertación, también abordó
cuestiones como el consumo de alcohol y drogas,
muchas de ellas nuevas y desconocidas por los padres, calificó como drogas el abuso de los teléfonos móviles e Internet, y denunció el “daño” que la
televisión está “haciendo a los menores”. Para Calatayud, “la televisión está lanzando mensajes dañinos, de que todo vale. Se explota demasiado al
menor y no se vela por él. Podrían tener una función educativa y, sin embargo, es mal educativa”.
Por otra parte, responsabilizó a aquellos psicólogos, trabajadores sociales, escuelas y sanitarios “que no hacen todo lo posible para detectar situaciones de abandono e incumplimiento
de los deberes de algunos padres. Y es que no
nos aclaramos. Una menor puede tomar la píldora postcoital a los 13 años, pero para hacerse un
perfil en Internet tiene que tener 14 años. No se
entiende. Tenemos un montón de normas para
los menores, todas muy bonitas, pero que, en
muchas ocasiones, chocan entre sí”.
Comunicando
Por ello, el juez de Menores pide un “pacto social por el menor, donde no primen los intereses
partidistas, para definir el concepto de menor y
defender lo que establece la ley, defender los intereses del menor. Un acuerdo que estableciera
claramente qué es lo que pueden hacer o no los
menores o cómo queremos reformar a los que
delinquen”. Para Emilio Calatayud, en este pacto
“deberían tener algo que decir los menores, por
supuesto, pero también los padres, los profesores, los jueces, los fiscales, los trabajadores sociales, los pediatras…”
El juez de Menores concluyó su conferencia leyendo su famoso decálogo.
Los asistentes agradecieron la intervención de
Emilio Calatayud con una fuerte y larga ovación.
Decálogo para formar un delincuente por Emilio Calatayud
1.Comience desde la infancia dando a su hijo
todo lo que pida. Así crecerá convencido de
que el mundo entero le pertenece.
2.No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de
edad para que pueda decidir libremente.
3.Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo
animará a hacer cosas más graciosas.
4. No le regañe ni le diga que está mal lo que hace.
Podría crearle complejos de culpabilidad.
5.Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a
cargar la responsabilidad sobre los demás.
6.Déjele leer todo lo que caiga en sus manos.
Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos
estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.
7.Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado
el día en que la familia, quizá por su propia
conducta, quede destrozada para siempre.
8.Déle todo el dinero que quiera gastar. No
vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9.Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10.Póngase de su parte en cualquier conflicto
que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su
hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.
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Directorio
CENTROS DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA EN ESPAÑA
ALBACETE
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04003 ALMERÍA
Tel.: 950 26 99 99. Fax: 950 26 07 89
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OVIEDO
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33011 OVIEDO
Tel.: 985 22 55 40. Fax: 985 27 65 00
E-mail: [email protected]
BADAJOZ
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06002 BADAJOZ
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E-mail: [email protected]
PALMA DE MALLORCA
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07005 PALMA DE MALLORCA
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10002 CÁCERES
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12004 CASTELLÓN
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SALAMANCA
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37005 SALAMANCA
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18005 GRANADA
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SANTIAGO DE COMPOSTELA
C/ Diego de Muros, 16 - 1º
15701 SANTIAGO DE COMPOSTELA
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21004 Huelva
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45003 TOLEDO
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LEÓN
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BARRANQUILLA (COLOMBIA)
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QUITO (ECUADOR)
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TEGUCIGALPA (HONDURAS)
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TEGUCIGALPA
Tel.: (00 504) 213-8181 / 232-1314
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LA PAZ (BOLIVIA)
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Entre Estados Unidos y Guerrilleros Lanza
Tel.: (00 591 2) 224 84 86
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LONDRES (REINO UNIDO)
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Tel.: (00 44) 20 77733 0471
E-mail: [email protected]
CENTROS EN PREPARACIÓN
ÁMSTERDAM (HOLANDA), COLONIA (ALEMANIA),
LEÓN (NICARAGUA), LIMA (PERÚ),
VALENCIA (VENEZUELA).
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