avivir Numero 234 I MARZO - ABRIL 2010 Revista del Telefono de l a Esperanza www.telefonodelaesperanza.org LOS JOVENES NI-NI La generacion del desencanto En España, 700.000 jóvenes menores de 34 años ni estudian ni trabajan Mª Ángeles López, autora de Papás blandiblup: “Los padres confundimos amor con regalito” Terapias para jóvenes indolentes y apáticos, por el psiquiatra Alejandro Rocamora SUMARIO SUMARIO Carta del Director // A Pepe y la Generación Ni-Ni // 5 A fondo La Generación Ni-Ni // 6 Los jóvenes que ni estudian ni trabajan Por Herminio Otero Como ayudar a los jóvenes desencantados // 12 Génesis y pistas de solución Por Alejandro Rocamora En busca de ideales // 17 Nuevos modelos y arquetipos para la gente joven Por José María Jiménez Ellos son así // 22 Autodiagnóstico de la generación del desencanto Por José Luis Rozalén Entrevista // 28 Con Mª Ángeles López, autora del libro Papás Blandiblup Por Gloria Díez Cine // 34 Juventud de cine Por Norberto Alcover A pie de calle // 40 700.000 españoles ni estudian ni trabajan Por Antonio Saugar Comunicando // 46 - Lo que aprendimos de Julia Madruga - Homenaje a Julio Ruiz, fundador del Teléfono de la Esperanza en La Paz - El juez de menores Emilio Calatayud en el XX Aniversario del Teléfono de Granada Colaboradores: Herminio Otero Alejandro Rocamora Redactor jefe y Publicidad: José Mª Jiménez Gloria Díez Fernando Alberca José Luis Rozalén Antonio Saugar Diseño gráfico: José Luis Mendoza Coordinación: Impact 5 Edita: Tel.: 917 818 795 Teléfono de la Esperanza Depósito Legal: Fotografías ©©: M-28.500-1973 www.sxc.hu Dirección, redacción y administración: Francos Rodríguez, 51 (Chalet, 25) Con la financiación de: 28039 Madrid Tel.: 91 459 00 62 Fax: 91 459 04 50 e-mail: [email protected] Director: Pedro Miguel Lamet 3 Carta Carta del del Director A PEPE Y A LA GENERACIÓN NI-NI Querido Pepe: Ayer me llamó tu padre. Estaba tan enfurecido que casi no me dejó meter baza. “¡No hay manera -gritaba desencajado-, ya no puedo más! Esta vez te lo aseguro, lo echo de casa. Mi hijo es un parásito de la sociedad. Tiene 34 años y sigue aquí sin dar clavo, a mantel servido, gastos pagados, y además rascándose la barriga. Y encima su madre lo disculpa. Te digo que el día menos pensado lo echo de casa y que se las arregle solito, que ya es hora”. No creo que llegue la sangre al río. Tus padres han tenido esa tentación muchas veces y nunca se han atrevido, ni creo que lo hagan nunca. Te quieren demasiado. Bueno, si eso se puede llamar querer. Te conozco desde que eras un mico. Y desde entonces he asistido casi siempre a la ceremonia del consentimiento y la mano blanda. Tu padre trabaja de sol a sol para ganar un sueldo con el que “permitirse disfrutar de la vida”. La verdad es que nunca ha disfrutado de ella, pese a disponer de todas las comodidades de la llamada “sociedad del bienestar”. Y como casi no te veían, sobre todo desde que tu madre también se puso a trabajar, pues en la práctica -pese a todas las amenazas de que te iban a castigar, y dejarte sin vacaciones o no pasarte una más-, has hecho siempre tu sacratísima voluntad: ropa de marca, caprichos, horarios. De lo cual tú nunca te has extrañado, porque en el cole y luego en la Universidad, hasta que la dejaste, eso era considerado “lo normal” entre tus compañeros. Ahora te quejas de que no hay trabajo para los jóvenes. Tienes toda la razón. Tampoco para muchos hombres maduros y no digamos para los inmigrantes. Pero, dime, Pepe, ¿tú sabes lo que es buscar trabajo cuando se tienen tres hijos y una familia hacinada en un cuchitril? Esa gente recoge basura, se cuece bajo el plástico o limpia cacas de ancianos terminales. Tú, me parece, en el fondo no quieres trabajar, como no quieres salir de casa de papá ni aprovechar el tiempo que te sobra ampliando tus estudios. Arremetes contra la sociedad, claro. Y tienes también razón. Hemos modelado un arquetipo, un ideal de vida que viene de la “cultura del pelotazo”, el imperio del ladrillo y el reinado de la apariencia. Aquí los modelos eran Mario Conde, las Koplowitz e Isabel Presley. Quizás hayas oído a tu abuelo cómo tuvo que emigrar a Alemania o la vendimia francesa antes de ser alguien. Sufrió, desde luego; pero reconocerás que es todo un señor. Sí, la culpa es un poco de todos. De una España que “iba bien”, de unas fronteras para preservar el disfrute para nosotros solos, de una mentalidad neoliberal y la ley del mayor beneficio. Los valores éticos eran “cosa de curas” y lo moderno, la permisividad total. Pues tú en realidad vives en casa como en una pensión de lujo, sin la sórdida y fría soledad de una verdadera pensión. Os llaman la “Generación Ni-Ni”, que ni estudia ni trabaja. Me dirás que no sea pesimista. No lo soy, aunque haya, según las estadísticas, más de 700 mil jóvenes como tú y sobre todo sea un mal síntoma, un catalizador significativo. No lo soy, porque también hay otra “Generación Si-Si”. Trabaja y sigue estudiando, puesto que hoy hay que formarse continuamente para hacerse un hueco. Por no hablar de los que dan su tiempo a una ONG, que luchan por salvarnos del cambio climático y que saben disfrutar de la vida sin drogas ni obsesión por las marcas. Aunque parezca un rapapolvo, querido Pepe, no sólo a ti, sino a tus padres por su responsabilidad alícuota y la sociedad española de estas últimas décadas, y a mí mismo, que estoy contagiado de esa axiología, como todos, te diré que creo en ti. Primero fueron los hippies, que al menos protestaban por algo; luego vinieron los rebeldes de los años sesenta; antes de ayer reinaban los pasotas, y ahora vosotros. Muchos de aquéllos se tuvieron que cortar el pelo y currar como Dios manda para llevar adelante sus vidas. Estoy seguro que lo mismo te sucederá a ti, tarde o temprano. La tuya puede ser una generación recuperable, porque siempre hay un camino. Quizás nos acicate un poco a todos la crisis. Quizás nos cambie la escala de valores. O mejoremos algún día los dichosos planes educativos, y valoremos otra vez el cariño por encima del dinero, los abuelos por su sabiduría y los hijos más que el coche o el chalet, real o soñado. Quizás aprendamos de nuevo a “ser” en vez de “tener”, y a querer en vez de usar y tirar. ¿No sería ésta una verdadera revolución? Pues, hale, levántate del sofá, coge un libro o vete a echar una mano a alguien, y perdona que por una vez haya hecho contigo de aguafiestas o Pepito grillo. Me mueve otra manera de entender la felicidad. Un abrazo de tu amigo, Pedro Miguel Lamet 5 A Fondo LA GENERACIÓN NI-NI LOS JÓVENES QUE NI ESTUDIAN NI TRABAJAN ¿Ha surgido una generación apática, desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar? Después de sucesivas generaciones de jóvenes que han recorrido el siglo XX, especialmente en su segunda mitad, los sociólogos detectan la aparición de un nuevo modelo de actitud adolescente y juvenil: la de “los Ni-Ni”, jóvenes que ni estudian ni trabajan y, lo que es peor, no Por Herminio Otero quieren estudiar ni trabajar… 6 A Fondo El invento de la juventud Los jóvenes son un invento reciente. Los acontecimientos que conmocionaron al mundo en la primera mitad del siglo XX y los desajustes provocados por las sociedades avanzadas, marcaron a los jóvenes, que habían aparecido como grupo medio siglo antes, y aceleraron tomas de postura aglutinadoras en lo que se llamó la clase juvenil. Los jóvenes de la posguerra (Guerra Civil Española y II Guerra Mundial), agobiados por el peso de la tragedia, se instalaron en la trivilidad y se sintieron orgullosos de ella (Generación Escéptica Alemana) o entraron en crisis, según reflejó el retrato de la película Rebelde sin causa: desplome de los ideales, desilusión, escepticismo. Y tras la desazón existencialista, ocasionada por el derrumbamiento del sentido y de la inteligibilidad del mundo anterior, llegó una juventud con una actitud positiva: se instaló en la contingencia, aprendió a renunciar a los grandes porqués y a vivir con fundamentos sólidos y, atraída por la práctica y por la técnica más que por la teoría, comenzó a moverse entre el realismo y el positivismo. El compañerismo, la disponibilidad hacia los demás y la honradez fueron las características de la juventud de los primeros cincuenta, unidas al conformismo social y al escepticismo político. Las pandillas juveniles (en España los gamberros) fueron el cauce por el que salió al exterior la energía no utilizada, convertida a veces en pura violencia. A finales de los 50 (a nosotros nos llegaría un poco más tarde), la evasión eléctrica de las máquinas tragaperras y el éxtasis rítmico de la música sedujo a muchos jóvenes (nada comparado con lo que sería el final de siglo). Con ello se llegó al umbral de los años sesenta: “los jóvenes se debatían contra la competencia y el éxito, haciendo alarde de valores lúdicos, organizándose en grupos de edad cerrados y marginales, con pautas culturales y modos de actuar, vestir y comportarse específicos” (Aranguren). nes, que habían pasado por el fantástico alambique de los años de un post-existencialismo con aditamentos de hippismo e idealismo, desembocaron en el hoy ya muy viejo pasotismo. Francisco Umbral resumió toda la década: “El nomadismo de los beats, el pacifismo de los hippies, el anarquismo de los estudiantes de mayo del 68... ¡Qué noche la de aquel siglo! Yo no recuerdo haber dormido nunca en la década de los sesenta. No se podía perder la noche cuando los Beatles habían inventado el día y el arco iris. Los Beatles purgaron el siglo de obsesiones fascistas. Nosotros confundíamos su música con nuestra juventud. Entre todos hacíamos avanzar el siglo...” El 54% de los jóvenes españoles entre los 18 y los 34 años dice no tener proyecto alguno por el que sentirse especialmente interesado o ilusionado En torno a la Generación del 68 aparece una cultura de la relatividad, una cultura de las drogas, una cultura religiosa puramente experimental y no confesional, una cultura de la vida sencilla y pobre, una cultura de la revolución y de la contestación, una cultura de la violencia por la vivencia pareja a otra cultura de la paz... Los jóvenes querían cambiar el mundo y aplicaban la creatividad a la política, actuando de forma imprevisible como en un happening cuya representación nunca antes había sido escrita. Se llega a una contestación global cuya culminación fue la pretensión de la toma del poder político en el mayo del 68 francés. Allí la juventud salió derrotada: se perdió la esperanza de una transformación brusca y violenta de la sociedad, aunque política, escuela, trabajo... quedan tocados de manera definitiva. La Generación del 68 Otras generaciones Después todo se precipitó y vinieron sucesivas generaciones enmarcadas bajo diversos nombres que traducían experiencias comunes. Los jóve- Pero tanto esos jóvenes como algunos de sus hermanos menores (la Generación del 77, una gene- 7 A Fondo ración perdida, a quienes no les dejaron votar la Constitución–entonces la mayoría de edad era a los 21 años), soñaron con tomar el Palacio de Oriente y acabaron en las redes del capitalismo de Occidente. Formaron la Generación X, que designaba a los nacidos en la década de los 70, cuya adolescencia transcurrió en los años 80 y principios de los 90, tras los del baby boom. También son conocidos como la Generación Perdida, debido a su apatía por la falta de expectativas. Y tras ellos llegó la Generación Y, los nacidos entre 1982 y 1992, en una década marcada por el inicio de la revolución tecnológica y el crecimiento económico: se acostumbraron a un alto nivel de vida y terminaron, lo mismo que sus hermanos de generaciones anteriores, transformados en progres por interés. Casi todos desembocaron en su estado natural: imitaron a los adultos y se convirtieron en yuppies, y pretendieron seguir siendo jóvenes aunque suficientemente preparados. Los jóvenes se conformaron en grupos y el discurso social sobre ellos se llenó de etiquetas con descripciones generacionales y culturales, aproximaciones psicosociales, educativas, políticas y hasta antropológicas. Enrique Fontán lo resume así: «Que si son la “Generación X” de Douglas Coupland; que si los chicos aislados del walkman; que si la “generación-radar” y presentista, desorientada, que hubo de seguir a una supuesta “generación-brújula” anterior (con supuestas metas claras); que si los jóvenes Kronen, que tanto dinero dieron a la joven narrativa de Mañas y Loriga); que si son la “juventud liberta”, alargada en moratoria de adultez, o la juventud del mosaico y del código quebrado; que si la fiesta, bakalao y móvil en la mochila; que si los más formados y preparados (o “pre-parados”) en la historia de la humanidad o si chicos abobados a la play station o a la industria cultural anglosajona; que si la movida ecologista o la que pasa de todo; que si la generación de la anorexia o si la generación del voluntariado social; que si la promoción JASP y los chicos “on” o que si están éticamente fragmentados; que si los del 0,7 y los disturbios ‘solidarios’ de Seattle y Praga, o si los ausentes de la política y de los sindicatos; que si la generación de los contratos basura o si la del no-saben-lo-que-quieren; que si la promoción del post-materialismo y los cachorros del bienestar; que si la juventud de las sociedades de control, cada vez más macdonalizadas por los efectos del pensamiento único…» 8 Lo bueno o lo malo es que ahora sucede todo a la vez. Los jóvenes actuales, divididos en grupos o tipos muy distintos, cada uno con características bien definidas, se unen por algo común: tienen ya la vejez de la relativización, y a veces incluso la vejez de las ilusiones. Aquejados del síndrome Ni-Ni, muchos jóvenes piden que los padres paguen su manutención, alojamiento y ocio, y que ‘papá’ Estado se haga cargo de la educación: así se infantilizan al no asumir sus responsabilidades La Generación Ni-Ni Estábamos en esto cuando apreció la Generación Ni-Ni, cuyo nombre sigue la estructura de la primera generación de jóvenes; los yeyés, aquellos chicos de los primeros 60 que lo tuvieron todo por primera vez, vieron cumplidos sus deseos como nunca antes había sucedido y a los que siempre se les dijo sí (yeah-yeah). Ahora aparecen los jóvenes hijos o nietos de aquellos yeyés a los que nunca se les dijo que no, y han desembocado en gran proporción en la generación que ni estudia ni trabaja. Y se ha comenzado a hablar de ellos especialmente a raíz de un programa de televisión. Una encuesta de Demoscopia, según la cual el 15% de los jóvenes españoles entre 16 y 24 años ni estudia ni trabaja, y el 54% de los españoles situados entre los 18 y los 34 años (es decir, más de la mitad de la juventud) dice no tener proyecto alguno por el que sentirse especialmente interesado o ilusionado, dio origen al docushow protagonizado por adolescentes y jóvenes que desconocen lo que significan conceptos como sacrificio, honestidad, esfuerzo, responsabilidad, compromiso y superación: son la Generación Ni-Ni. A Fondo En España son ahora más de 700.000 jóvenes los que viven casi exclusivamente del dinero de sus padres, pero el problema no es sólo español: más de 50 millones de jóvenes latinoamericanos están fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo. En México, por ejemplo, 7 millones de jóvenes ni trabajan ni estudian, no porque no quieran, sino porque no pueden, lo que supone una verdadera marginación y exclusión social, pues se ven obligados a mantener una situación forzada de ocio. Un ocio frustrante, obligatorio, impuesto, incómodo, improductivo y, por supuesto, angustiante y doloroso. Y en Argentina, son el 20% de los jóvenes entre 14 y 24 años (alrededor de 1,2 millones) los que no estudian ni trabajan. Lo malo es que la mayoría tampoco busca empleo. Allí también les han bautizado con le nombre de Generación Ni-Ni, “una generación de jóvenes pasiva, desilusionada y sin motivaciones por el futuro”, según resume Eduardo Cazenave, profesional de la Fundación Proyecto Padres. “Fueron beneficiados y nacieron con increíbles adelantos tecnológicos y con un desarrollo de los medios de comunicación como no existió épocas atrás. Sin dedicación, tuvieron mucho a su alcance: conocieron lugares y contactaron gente sin viajar. No encuentran modelos a los cuales seguir ni desafíos para alcanzar”. Las causas y manifestaciones Los estudiosos piensan que, además de examinar a los jóvenes, debemos proceder a evaluar a la propia sociedad. Los jóvenes actuales han recibido muchas cosas y con gran facilidad, han vivido en entornos protegidos hasta los treinta años y han mantenido una separación muy nítida entre el ámbito del estudio y el del trabajo. Se lo ha permitido la sociedad y lo han alentado los gobiernos, pensado que no tenían que pasar ni tener las penalidades de sus padres y abuelos. Pero resulta que por primera vez, la calidad de vida de los hijos de clase media puede ser inferior a la de los padres. Y eso es un problema. Muchos jóvenes están muy preparados y se sienten satisfechos con sus vidas, pero a la vez se sienten vulnerables y perdidos y no aciertan a vislumbrar una salida airosa ni a combatir este estado de cosas. Éstas son algunas de sus características: - Viven tiempos inciertos y, con la crisis, lo ven todo más oscuro… Y se ha dado un giro radical: hasta ahora se sobrentendía que, si no querías estudiar, te ponías a trabajar. Pero los que no quieren estudiar ni trabajar carecen de proyecto vital de futuro. 9 A Fondo - Crecieron en un ámbito familiar de mejora continuada del nivel de vida y ahora ven cómo se han deteriorado las condiciones laborales: sienten en carne viva la precariedad, el infraempleo, el mileurismo… Y ven que no se valora la formación. - Con todo, el 80% de los jóvenes declara sentirse satisfecho con su vida, pero el virus del desánimo está minando la naturaleza vitalista y combativa de un grupo numeroso de jóvenes. - El cambio cultural está llevando a la falta de ilusión: ya no hay un proyecto vital de futuro ni un destino final conocido… Se impone la incertidumbre en el trabajo y en la pareja… y no se ve claro que puedan servir para algo la dedicación, el compromiso, el estudio o el título… - Ante el riesgo de la frustración, los jóvenes prefieren no hacerse ilusiones: rebajan objetivos y flexibilizan los deseos en vez de comprometerse en un proyecto de vida definido. O sea, viven sin proyectos y sin ilusión. - Contagiados por el presentismo y acorralados por la falta de perspectivas, buscan sobre todo aprovechar el momento y vivir ‘aquí y ahora’ en todos los ámbitos de la vida cotidiana. 10 - La adolescencia forzosa alarga la etapa juvenil, impregnada también del deseo de aprovecharse de “los mejores años de la vida” compatibilizando el disfrute hedonista y la inversión en formación. - Aquejados del “síndrome Ni-Ni”, muchos jóvenes piden que los padres paguen su manutención, alojamiento y ocio y que ‘papá’ Estado se haga cargo de la educación… Así se infantilizan al no asumir responsabilidades y se convierten en becarios permanentes. O se enfrentan con pesimismo a la búsqueda de empleo… Los menos preparados sucumben con facilidad a la tentación de la apatía y la desilusión. Según el sociólogo Javier Elzo, “los jóvenes Ni-Ni no viven muy cómodos, sino que están frustrados, aunque traten de engañarse” A Fondo - Alain Touraine, apocalíptico, resume que “los jóvenes tienen que trabajar de manera tan competitiva que se acaban rompiendo… No están sólo desorientados; es que, en realidad, no hay pistas, no hay camino, no hay derecha, izquierda, adelante, detrás”. Pero esto no es del todo nuevo. Ya hace más de 20 años alguien resumió entre nosotros el mundo de los posmodernos: “No sólo andamos perdidos sino que estamos rodeados”. ¿Y no será todo esto un estereotipo más? Puede que sí. Lo que ocurre es que muchos jóvenes y no tan jóvenes viven en la “incertidumbre vital”. La prolongación de la adolescencia provoca que los adultos sigan demandando estar sobreprotegidos, “como hijos únicos”. Pero los jóvenes Ni-Ni “no están cómodos, sino frustrados, aunque traten de engañarse”, dice el sociólogo Javier Elzo. Menos mal que son sólo el 10% de su generación y los que se comen el mundo son el 25%. Representantes de ese 10% son los que han sido protagonistas del programa de televisión La Generación Ni-Ni. El planteamiento del programa fue que durante tres meses, unos 10 jóvenes, de entre 16 y 25 años, alejados de sus familias aunque en contacto con ellas, vivan un proceso de reeducación terapéutica, lejos de las circunstancias que han hecho que su proceso de socialización no sea el óptimo para desenvolverse de una manera normal. Alguien los llamó “cuadrilla de zánganos en prime time” Viéndolos, nos damos cuenta de que realmente algo a nuestro lado marcha mal. Acorralados por la falta de perspectivas laborales y la incertidumbre en la pareja, la Generación Ni-Ni busca vivir ‘el aquí y el ahora’ INFORMACIÓN PARA LOS SUSCRIPTORES De acuerdo con lo establecido por la Ley Orgánica 15/1999 de Protección de Datos de Carácter Personal, le informamos que los datos recogidos en su día en orden a la formalización de su suscripción a la Revista AVIVIR se incorporarán en un fichero automatizado bajo la responsabilidad de LA ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA, con la finalidad de poder gestionar su suscripción a nuestra revista. Asimismo, le informamos que puede ejercer sus derechos de acceso, cancelación, rectificación y oposición mediante un escrito a nuestra dirección, C/ FRANCOS RODRÍGUEZ Nº 51 - CHALET 25 - 28039 MADRID. 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Por Alejandro Rocamora Bonilla 12 A Fondo Los jóvenes, hoy: de la competitividad a la pasividad “Doctor: me siento vacío”. Es la expresión con la que muchos consultantes comienzan o terminan su relato de frustración, incomprensión o hastío de la vida, ante el psiquiatra o cualquier agente de ayuda. Estas personas, con mayor o menor intensidad, viven la experiencia de su propia vaciedad y “sin sentido”. Pueden estar en paro o con un buen puesto de trabajo; enfermos o sanos; vivir en una familia saludable o enferma psíquicamente; tener una pareja estable o no. Todo eso poco o nada importa frente a su sentimiento corrosivo de vacuidad. La gran tragedia del hombre actual es que se siente atrapado y ahogado (“vaciado”) por los “valores de los otros”. Los medios de comunicación cada día nos proponen héroes, que son inalcanzables, pero al mismo tiempo tienen los pies de barro. No resisten el mínimo análisis serio. Hemos pasado de la tiranía de los valores internos (religión, tradición familiar, etc.) a la esclavitud de la moda. Vivimos al dictado de lo que nos dicen: qué coche tenemos que comprar, qué tipo de champú debemos utilizar, o qué carrera deben estudiar nuestros hijos para... triunfar. Todo ello conduce al prototipo del hombre de hoy: frustrado e insatisfecho con lo que tiene. Pues, siempre se puede hacer mejor, y además “los modelos” a imitar son tan cambiantes que no permiten una identificación plena. Me lo decía un paciente: “A veces me siento como escalando una alta montaña, pero con la angustia de lo que consigo un día no me sirve para el siguiente. Siempre estoy empezando de cero. Y cada vez, esa montaña (la vida) se me antoja que es más difícil de escalar”. Y además, la mayoría de las veces el camino se realiza en solitario, sin ningún punto de apoyo en amigos o familiares, pues cada uno está metido en su propia onda”. Miles de situaciones como ésta llegan a constituir lo que un autor moderno ha llamado “las ciudades autistas”. Dos consecuencias: la competitividad o la pasividad. Son los dos extremos por donde el hombre actual puede caminar. Las nuevas generaciones son competitivas en el sentido que desean llegar a la cima cuanto antes, sin importarles los medios (las zancadillas, el abandono de la familia, la renuncia a valores tradicionales, etc.). Su felicidad se encuentra en lo que los demás les señalan. Rivalizar no es negativo. Lo negativo es querer competir sin tener un punto de apoyo, es decir, un “yo psicológico” lo suficientemente fuerte como para soportar la carga y tensión que la lucha diaria supone. Es cierto que hoy desde la escuela se le enseña al niño a rivalizar, pero se olvida algo esencial: reforzar su propio yo a través de una autoestima, que le capacite un conocimiento de sí mismo, de sus posibilidades y límites, y a partir de ese punto (no antes ni después) favorecer una sana competitividad. Pero muchas veces las cosas se hacen al revés: se introduce al niño en un clima de alta competencia (notas, premios, etc. ) sin que antes sepa con que recursos psicológicos cuenta. Es como “comenzar la casa por el tejado”. El hombre frustrado está servido. Educar bien a un adolescente consiste en ponerle unos límites razonables no autoritarios en un medio familiar donde el adolescente se sienta querido y valorado, y donde todas las reglas sean claras y sencillas. Por el contrario, la sobreprotección da lugar a jóvenes frustrados e incontrolables porque no aprendieron a poner límites a sus deseos El otro resultado de la vaciedad del hombre de hoy es la indiferencia. “Para qué luchar -se dicen muchos jóvenes y no tan jóvenes- sí sé que no voy a llegar a la meta...”. Pero el resultado es el mismo: frustración y vaciedad. Como ejemplo de estas situaciones los miles de jóvenes que no se deciden a buscar empleo y se mantienen bajo el cobijo de los padres. Un ejemplo: la Generación Ni-Ni. 13 A Fondo Este panorama lleva a afirmar a algún autor (Gilles Lipovettsky, 1986) “que la sociedad postmoderna ni tiene ideales, ni tabúes, ni tan solo imagen gloriosa de sí misma, ningún proyecto histórico universalizador, estamos ya regidos por el vacío, un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia, ni apocalipsis”. Generación Ni-Ni Una advertencia: no todos los jóvenes actuales participan de las características de la Generación Ni-Ni. Lo que a continuación vamos a describir es un fenómeno muy significativo en nuestra sociedad, pero nos congratulamos de que sigan existiendo jóvenes comprometidos, solidarios, que saben quiénes son, qué quieren y cuáles son sus metas. De ellos hablaremos otro día. Hoy, al escribir estas líneas, me doy cuenta de que esta generación está uniformada, no solamente en cuanto al vestido, sino también en lo que se refiere a las creencias y valores. Parecen como si todos los jóvenes estuvieran cortados por el mismo patrón: la indiferencia, la pasividad, la falta de amor al riesgo, la comodidad, la seguridad familiar, son algunas de sus características. Como afirmaba una madre en cierta ocasión: “Esta juventud está como hilvanada a su entorno”. Parece como si en cualquier momento se fuera a romper y su gran esfuerzo es por no entrar en conflicto con nada, ni con nadie. Pasan como de puntillas por los problemas cercanos o lejanos: “los contratos basuras”, el paro, la guerra en Irak, etc. Son jóvenes sin el entusiasmo, el quijotismo, el compromiso y la misma inconformidad de su edad. Es una generación, que se ha convenido en llamar Ni-Ni (ni estudia, ni trabaja). El joven no profundiza en sus propios deseos y proyectos, sino que intenta acomodarse a lo establecido. La moda se convierte así en su único punto de referencia. Si es costumbre beber litronas o hacer la “ruta del bakalao” los sábados por la noche, pues se hace. No se cuestionan más. Se eleva a la categoría de norma y ley lo que establece la mayoría. No se preguntan si lo que hacen les agrada o desagrada, sino si está o no en consonancia con la moda al uso. 14 El hecho de haber nacido y desarrollado en una sociedad sin privaciones ni penurias ha favorecido la aparición de una generación con miedo al fracaso. Tienen pánico a la frustración y por eso son pasivos e indolentes. Su reflexión es algo así como: “Si no estudio ni trabajo, no fracaso” El joven de hoy es como un radar que intenta captar, en cada momento, los mensajes de su entorno. Es como un autómata que vive repitiendo modelos y actuaciones de los más famosos. Esta A Fondo actitud provoca la renuncia a las propias posibilidades, y un “tragarse” como bueno todo lo que viene desde fuera, sobre todo si es transmitido por la televisión o Internet. Esta generación light carece de compromiso con los demás. De ahí, su ausencia casi total del mundo de la política o de instituciones sociales. Solamente saben conjugar el verbo pedir, reclamar sus derechos, que no sus obligaciones. Es una “juventud pasota” que siente vértigo ante el posible compromiso y tiende a lo más fácil: seguir protegidos por “los papás”. “Pasan” de todo lo que signifique obligación o defender las propias creencias o valores. Génesis Las razones que se pueden señalar como origen de la Generación Ni-Ni son múltiples y complejas. Aquí solamente indicaremos las más sobresalientes: Hoy desde la escuela se introduce al niño en un clima de alta competencia (notas, premios, etc.), pero se olvida algo esencial: reforzar antes su propia autoestima, lo que le permitirá conocer sus posibilidades y límites, y a partir de ese punto favorecer una sana competencia. Muchas veces las cosas se hacen al revés: es como “comenzar la casa por el tejado”. El hombre frustrado está servido 1).- Miedo a la frustración. El hecho de haber nacido y desarrollado en una sociedad sin privaciones ni penurias ha favorecido la aparición de una generación con miedo al fracaso. Lo han tenido todo (comida, estudios, ropa de marca, etc.) pero no han sabido saborearlo. Estos jóvenes tienen pánico a la frustración y por esto son pasivos e indolentes. Su reflexión es algo así como: “Si no estudio ni trabajo, no fracaso”. Pero, añado yo, desgraciadamente tampoco podrán saborear la satisfacción del triunfo. 2).- Padres trabajadores, pero fracasados. Estos jóvenes han tenido, generalmente, padres muy trabajadores (“han vivido por y para el trabajo”) pero también han percibido que ellos no eran felices. Incluso a veces han sentido su frustración y fracaso como personas. Por tanto, piensan: “¿Para qué luchar tanto, si al final esto no te asegura la felicidad?” 3).- Panorama laboral desolador. La situación actual desgraciadamente no ayuda, pues la precariedad en el empleo, el mileurismo y el temor de ser “menos que los padres” pueden llevar a estos jóvenes a tirar por la calle de en medio: ni trabajar, ni estudiar. 15 A Fondo 4).- Incertidumbre del futuro. Es una consecuencia de lo anterior. Hoy la pregunta clásica de los adultos “¿tú que quieres ser de mayor?” no encuentra en la mayoría de los jóvenes una respuesta clara y contundente. Esta falta de proyecto también favorece la aparición de la Generación Ni-Ni y la tendencia a vivir el momento presente (carpe diem) sin mirada hacia el futuro. 5).- Educación permisiva y sin límites. Los jóvenes de hoy son productos de una educación demasiado permisiva y excesivamente tolerante. Son los primeros “hijos con la llave al cuello”, la generación en la que tanto el padre como la madre trabajan fuera de casa, de manera que los niños son cuidados por los abuelos o se pasan todas las tardes viendo la televisión. Pistas de solución La solución no es fácil, pero se me ocurren algunas señales para conseguir una juventud sana. Solamente indicaremos algunas de las medidas preventivas para evitar que nuestros hijos formen parte de la Generación Ni-Ni: 1).- Educar en la autoestima. Es mejor ser un mal original, que una buena fotocopia. Se lo he oído decir muchas veces a un viejo amigo, en relación con la necesidad de conseguir un buen nivel de autoestima y no estar siempre pendiente de las bondades de los otros. Y es cierto. Cuando logres ser tú mismo, llegarás a ser grande, mucho más grande que si imitaras al más famoso de los famosos. 2).- Educar en valores. Lo importante no es la fachada sino lo que está dentro. Debemos esforzarnos por ir robusteciendo en los más jóvenes lo que son, no lo que tienen. Así los valores de la solidaridad, el compromiso, la honradez, la tolerancia, por ejemplo, están por encima de poseer un gran coche, ir de vacaciones al Caribe o comprarse unas zapatillas de marca. Lo primero es lo esencial, lo segundo es lo accidental. 3).- Educar para superar la frustración: es una “receta básica” para el buen funcionamiento de la familia. Así como existe una vacuna contra la meningitis y otras enfermedades, debería- 16 mos aprender a ‘vacunar’ a nuestros hijos contra la frustración. ¿Cómo? No protegiéndoles de tal manera que parezca que viven en el paraíso terrenal: nada se les niega (todos los caprichos están a su alcance), todo se les permite. A este respecto decía un autor: “El niño que nunca oye la palabra ‘no’ en boca de sus padres, será un niño infeliz”. No aprenderá a poner límites a sus deseos y necesidades. Y esto es así porque el “no” de sus padres puede frustrar pero también organizar al trazar las coordenadas por donde se puede mover el niño o el adolescente. Esto sí, deben ser unos límites razonables no autoritarios. Todo esto se consigue en un medio familiar tolerante y flexible donde todo se puede pensar y decir (aunque no realizar), y donde el adolescente se sienta querido y valorado y todas las reglas sean claras y asequibles. 4).- Aceptación de las propias limitaciones: un buen objetivo será no exigir más de lo que el niño pueda dar (ni por supuesto tampoco menos): a nivel académico, deportivo, de responsabilidad, etc. Él mismo debe ir aceptando sus propias limitaciones, no como un defecto sino como su realidad, que le puede producir felicidad y bienestar. El niño desde que nace está inmerso en una continua frustración: falto de alimento, no atención inmediata, frío o calor, etc. que deberá asumir como algo humano e incorporado en su devenir como persona. Conclusión Antes, cuando dos jóvenes se presentaban, era frecuente preguntarse: “¿Estudias o trabajas?” En la década de los ochenta, la pregunta se amplió: “¿Estudias, trabajas o te drogas?” Hoy muchos contestarían: “Ni estudio, ni trabajo”. Es la Generación Ni-Ni. Nuestro esfuerzo debe estar dirigido a que se vuelva a la primera cuestión. Sería un indicador de la buena salud de nuestra juventud. A Fondo EN BUSCA DE IDEALES NUEVOS MODELOS Y ARQUETIPOS PARA LA GENTE JOVEN Allá por el siglo IV antes de Cristo, Aristóteles, filósofo de reconocido buen criterio, afirmó que la virtud estaba en la moderación, en el junto medio (“mesotés”) entre los extremos que él definía como vicios, el uno por defecto y el otro por exceso. No parece, sin embargo, que los individuos y las sociedades en su conjunto se guíen por ese sentido de equilibrio que recomendaba tan ilustre pensador griego. Damos más bien la impresión de viajar a bordo de un gigantesco columpio que nos hace oscilar, quizá sin medir demasiado las consecuencias, de unos extremos a otros. Por José María Jiménez 17 A Fondo De la letra con sangre entra… En el campo de la educación eso parece ser un hecho que muy pocos se atreven a discutir. El balanceo desde paradigmas educativos de corte autoritario a otros marcadamente laxos e incomprometidos invita a la reflexión y, muy probablemente, a la revisión. Históricamente, quizá el caso más estridente y más conocido de un tipo de pedagogía basada en la imposición de una férrea disciplina sea el de Esparta. Con el fin de convertir a sus ciudadanos en los soldados más temidos de Grecia y, probablemente, en los mejores combatientes de la antigüedad, se sometía a los niños a unos rigores que traspasaban las fronteras de lo que podemos considerar un trato mínimamente humano. Aquellos que lograban pasar la criba de la cruel eugenesia que allí se practicaba y se libraban de ser conducidos al Apóthetas, la zona barrancosa al pie del Taigeto, donde se despeñaba a quienes nacían con alguna tara, eran confiados a nodrizas que se encargaban de su crianza. Se trataba de “peculiares educadoras” especialmente instruidas para que los manejaran sin ningún tipo de miramiento, tolerancia cero ante cualquier atisbo de debilidad y represión sin contemplaciones ante caprichos, melindres o rabietas. Se les sometía, por el contrario, a pruebas y sufrimientos con el fin de endurecerlos, se les hacía pasar hambre y frío, correr descalzos por lugares pedregosos… Se les exigía obediencia ciega, se les obligaba a robar para poder comer y si eran sorprendidos se les castigaba con dureza, no por haber robado, sino por haber sido sorprendidos. Modelos autoritarios Nosotros no hemos conocido, afortunadamente, un modelo educativo que se aproximara, ni de lejos, a tan monstruoso paradigma. Pero sí tenemos la experiencia de formas de entender la vida marcadamente autoritarias que impregnaban las relaciones gobernante-ciudadano, superior-inferior, maestro-alumno y, por supuesto, padres-hijos. Desde esos esquemas, más basados en la idea de dominio y de sumisión que de 18 Bastantes adultos, muy críticos con la educación excesivamente autoritaria recibida, han abrazado un modelo de relación con los menores caracterizado por una extrema blandura y han renunciado a proponerles ideales que supongan esfuerzo e impliquen alguna dosis de sacrificio convicción y de participación, los hijos debían aceptar las exigencias paternas, supuestamente siempre bienintencionadas, sin crítica alguna y sin que les fuera tolerada ningún amago de contestación. El trato era más bien severo y, al amparo del principio de autoridad, se recurría a la coacción y al chantaje emocional más o menos sutil de unos hijos que, para no defraudar a sus progenitores, no tenían más remedio que aceptar argumentos y conductas con las que de ninguna forma se identificaban. Dando por bueno el viejo aforismo según el cual “quien bien te quiere, te hará llorar”, se justificaba el empleo de una notable dureza en relación con los menores, se insistía más en sus fallos que en sus éxitos y se echaba mano preferentemente del castigo en lugar de los refuerzos positivos. No era infrecuente el recurso a “etiquetar”, a comparar a unos con otros, a humillar, a ridiculizar… Se trataba, no me cabe la menor duda, de un modelo educativo nada recomendable que propiciaba el desarrollo de personalidades apocadas, con niveles de autoestima muy bajos, gran dificultad para construir un universo moral propio, inclinadas a la aceptación de las reglas no por convicción sino por miedo y, en el extremo opuesto y como reacción a las imposiciones de que eran objeto, a conductas marcadas por la agresividad y la rebeldía a ultranza frente a la autoridad y a la norma. A Fondo Padres blandos, hijos blandos Pero, ¿¡cuestión de bandazos!?, bastantes adultos, muy críticos con la educación excesivamente autoritaria recibida, optaron, sin demasiado criterio, por asumir principios educativos nada ambiciosos, alérgicos al más mínimo rigor. Y en ello estamos. Son una generación de padres que, con notoria ignorancia de los mecanismos que ayudan a los seres humanos a crecer y madurar, han abrazado un modelo de relación con los menores caracterizado por una extrema blandura. Con ella por bandera han desterrado de su praxis educativa las exigencias y han renunciado a proponer ideales que supongan esfuerzo e impliquen alguna dosis de sacrificio. Padres y madres excesivamente permisivos, guiados, sin duda, por buenas intenciones, convencidos de que querer a los hijos es no regatearles caprichos, librarles de todo tipo de rigor y mimarles hasta extremos que rozan el empalago. Fieles a tales criterios, a los niños y adolescentes nada les debe ser negado, cualquier frustración les debe ser evitada y las normas por las que se gobiernan son tan laxas que su trasgresión apenas si merece la más leve penalización. Todo vale con tal de no entrar en conflicto y provocar enfrentamientos. No comprenden que sobreproteger a un menor y convertirse en rehén de sus deseos, lejos de ayudarle a madurar, dificulta la actualización de sus potencialidades, no favorece una visión realista de sí mismo y de la vida, ni le empuja a superar la mágica creencia de que es el ombligo del universo. Tampoco, desde luego, a que, a caballo del sentido común, se preparen para la vida. Y, sobre todo, no tienen en cuenta que al concederles todo cuanto se les antoja les estamos, muy probablemente, hurtando su propia y verdadera libertad para someterlos a la tiranía de sus caprichos. Sólo los héroes, los utópicos que van más allá de los convencionalismos y señalan con sus conductas los grandes ideales, sólo ellos son sembradores de semillas con capacidad para trasformar la realidad 19 A Fondo Tristes consecuencias Otros modelos, otras ambiciones Y es así como se ‘fabrican’ individuos indolentes que se mueven al dictado de sus más elementales impulsos, personalidades con tolerancia cero frente a las inevitables renuncias que la vida impone a todo ser humano, infantilmente persuadidos de que sus deseos deben ser satisfechos con inmediatez y carentes de criterios que les lleven a responsabilizarse de las consecuencias de sus acciones. Se trata de una generación de individuos light, atentos al dictado de sus propias apetencias y ajenos, en la práctica, a las voces que les invitan a ir un poco más allá de una vida chata, carente de alicientes. Una vida ritualizada dentro de los más estrictos parámetros de la mediocridad en la que el horizonte más ambicioso parece ser el próximo finde aderezado con los ingredientes que la feroz dictadura de las mayorías ha impuesto como “normales”. Pero que las cosas sean más o menos así no quiere decir que deban ser inevitablemente así. Desde distintos foros de reflexión se vienen mandando permanentes y razonables mensajes que invitan a revisar pautas educativas poco exigentes y escasamente ambiciosas. Y a sustituirlas por modelos en los que el valor de la excelencia y la propuesta de ideales formen parte del núcleo de un nuevo modelo educativo con el que nos aproximemos a los menores. Con tales modelos habrán de comprometerse aquellos padres que no quieren que se hurte a sus hijos el desarrollo de sus más nobles potencialidades. Jóvenes hedonistas que persiguen como meta de sus vidas el disfrute de los placeres más puramente materiales, pequeños narcisos, incapaces de hacerse cargo de las necesidades ajenas, inconsistentes tiranuelos que han interiorizado en sus conciencias la peregrina creencia de que todo les pertenece, que no hay nada que pueda serles negado. Muchachos, en fin, cuyas ambiciones se reducen a dar cumplida satisfacción a sus más triviales antojos. No es, pues, sorprendente que algunos estudios sobre la escala de valores por la que se mueven una buena parte de nuestros muchachos revele la preocupante limitación de su universo axiológico. Valoran, por encima de todo, las buenas relaciones familiares, el éxito en el trabajo, tener muchos amigos, ganar mucho dinero y disfrutar de una sexualidad satisfactoria. Eso es todo. No aparecen por ningún lado grandes exigencias éticas, ni invocaciones a la solidaridad o a la justicia y, mucho menos, la más mínima referencia a la Trascendencia. Si nos guiáramos por la pirámide de Maslow observaríamos que se quedan en las necesidades más básicas, en las de índole puramente fisiológico o, como máximo, en las de pertenencia y afecto. Pero no pasan de ahí… He aquí, nos guste o no, la radiografía del futuro. 20 Sobreproteger a un menor y convertirse en rehén de sus deseos, lejos de ayudarle a madurar, dificulta la actualización de sus potencialidades, no favorece una visión realista de sí mismo y de la vida, ni le empuja a superar la mágica creencia de que es el ombligo del universo Algunos de los psicólogos más relevantes como William James, Carl Yung o Abraham Maslow coinciden en destacar la necesidad de trascendencia y superación, la fuerza motriz que sobre el corazón del hombre ejercen los grandes ideales, el impulso irrefrenable que empuja a todo ser humano no envilecido por circunstancias constriñentes y limitativas a buscar horizontes de sentido para su propia vida. Yung llegaba incluso a comparar la fuerza de esa especie de aliento espiritual con la que se le atribuye y ejerce sobre los seres humanos la sexualidad. A Fondo La morada del hombre es aquella en la que habitan sus ideales Y William James afirmaba que lo más profundo de nuestro ser está enraizado en una dimensión que para nada coincide con lo más groseramente material o más puramente sensible. La verdadera morada del hombre, la casa a la que aspira nuestro más auténtico yo, no se centra en el reino de lo material y lo visible, sino en el universo al que pertenecen nuestros ideales. Y en un mundo en el que constantemente somos bombardeados por mensajes hedonistas y en el que el individualismo se ha convertido en un rasgo definitorio de nuestra cultura, tal vez el ideal a mostrar en nuestros jóvenes no sea otro que el de la generosidad, el de la fraternidad, el sublime ideal del amor. Dostoievski lo dejó dicho con asombrosa contundencia: “Yo he visto la verdad, no es que la haya inventado en mi cabeza. La he visto, visto, y su imagen viva ha llenado mi alma para siempre. En un solo día, en una hora, todo podría arreglarse al instante. Lo importante es el amor”. El gran ideal del amor, de la fraternidad, de la solidaridad es la puerta por la que podremos es- capar de la prisión de las pequeñas mezquindades entre las que nos movemos y de los torpes egoísmos de que nos nutrimos. Quizá sea incluso la garantía de nuestra supervivencia como seres humanos. Porque ¿es posible renunciar a ese ideal sin que nuestros comportamientos dejen de ser, ipso facto, comportamiento humano? Trasformado en exigencia, en compromiso, en urgencia moral, en hambre de justicia se convierte en la gran Utopía a proponer a nuestros hijos. Y no podemos ignorar que sólo los héroes, los utópicos que van más allá de los convencionalismos y señalan con sus conductas los grandes ideales de la virtud, sólo ellos son sembradores de semillas con capacidad para trasformar la realidad. La historia parece confirmar que siempre ha sido así. No hay razón para creer que dejará de serlo. Enterrar la mediocridad y el conformismo es el reto; sembrar inquietudes morales en el corazón de nuestros hijos, el camino. Ninguna tarea más hermosa que acompañarles en el camino de descubrimiento de los grandes ideales. Parafraseando a Teilhard de Chardin, el día que lo consigamos habremos descubierto el fuego por segunda vez. 21 A Fondo ELLOS SE VEN ASÍ AUTODIAGNÓSTICO DE LA GENERACIÓN Por José Luis Rozalén Medina DEL DESENCANTO 22 A Fondo Cuando veía estremecido las tragedias de Haití o de Chile, mientras contemplaba con el corazón encogido tanta muerte bajo los escombros, tantos ojos asustados de niños despavoridos que no sabían dónde ir, mientras contemplaba cómo los bomberos, los médicos, los miembros de la Cruz Roja, los voluntarios (muchos de ellos muy jóvenes) luchaban sin descanso, con verdadero coraje, por rescatar vidas humanas (“No hay nada más emocionante que poder ayudar a esta pobre gente que no tiene nada”, dicen)…, leía al mismo tiempo en el periódico que una cadena de televisión había programado un reality show en el que ocho chicos y chicas entre 16 y 25 años, jóvenes desencantados, abúlicos, insolentes, caprichosos, que ni estudian ni trabajan, se encerraban durante varias semanas en una casa de 600 metros cuadrados, con 30 cámaras de televisión, con el fin de aprender a vivir, a trabajar, a recuperar ilusiones, a “ganarse el pan con el sudor de su frente”, con la ayuda de dos psicólogos y, esporádicamente, con la presencia de sus padres en el plató. El experimento no me parecía mal, pero dudaba mucho de que en unas semanas pudieran recuperar tanto tiempo perdido. Observando estas dos realidades, me quedaba perplejo, extrañado: ¿Cómo es posible que se den de forma simultánea estos dos tipos de gentes, estas dos clases de jóvenes tan diferentes, tan dispares: unos, tan generosos y entregados, otros, tan pusilánimes y egoístas; unos, con altos valores éticos, capaces de dar lo mejor de sí mismos por los demás, y otros, “muertos en vida”, parásitos, sin ningún otro objetivo que no sea “vivir del cuento”, es decir, a costa de sus protectores y permisivos padres? ¿Cómo es esta Generación Ni-Ni? Parece ser que entre los 16 y los 34 años (más o menos) viven en España más de 700.000 jóvenes totalmente inactivos (así lo confirma la Encuesta de Población Activa (EPA), que ni leen, ni se forman, ni estudian, ni trabajan, ni buscan trabajo. Naturalmente, no podemos generalizar, ni mezclar conceptos: hay otros muchos jóvenes bien preparados, con su carrera o con su formación profesional finalizadas, perfectamente dispuestos para el trabajo, pero que, a causa de la grave crisis económica que estamos atravesando, se encuentran en paro, provisionalmente desilusionados porque no encuentran premio a su esfuerzo, pero que no pierden las esperanzas: estos jóvenes, por supuesto, no pueden ser catalogados dentro de la categoría de “jóvenes Ni-Ni”. Una joven de 21 años me decía el otro día: “Yo creo que, a pesar de todo, la vida es interesante siempre, haya dinero o no; hay que seguir buscando el trabajo y el sentido a todo lo que nos ocurre; al final, se encuentra la luz; hay que tratar de dar, no sólo recibir, entregar a los que nos rodean lo bueno y lo bello del camino… en el caminar está el sentido”. Y otro joven de 25 años, con sus estudios finalizados brillantemente, me comentaba: “La capacidad de lucha, el orgullo, el afán de superación, me impulsan a seguir buscando trabajo para no tener que depender de mis padres; hay que arriesgarse y tirar hacia adelante para conseguir lo que uno busca”. Está claro, pues, que no es ésta la juventud desencantada, light, desnortada, de la que hoy hablamos aquí de forma primordial. Nos referimos en este artículo a esos jóvenes indolentes, conformistas, sin fuerza en el alma para empresa alguna, sin disciplina ni esfuerzo, sin horizontes, mimados en su infancia, consentidos en su pubertad y adolescencia, y que, como cantan Amor Castúo y su grupo de rock Extremoduro: “Pasan toda la vida sin saber, todo el día para dormir, tirados en su habitación, sólo se levantan para comer…” 23 A Fondo El psiquiatra Paulino Castell explica que son estos jóvenes “secuelas de una década prodigiosa a nivel económico, en la que los padres se han volcado en ellos totalmente, les han dado todo y los han liberado de cualquier esfuerzo y responsabilidad”. Es decir, puesto que ellos, los padres, consiguieron un desahogado estatus económico y social, han querido (equivocadamente, a mi modo de ver) que sus hijos lo tuvieran todo, sin exigirles nada a cambio, sin fortalecer su voluntad, sin forjar su carácter, convirtiéndolos en seres pusilánimes, muñecos sin orientación ni musculatura moral. Sergio, joven de 19 años, es fiel reflejo de lo que decimos: “Cada día es peor que el anterior y estoy convencido de que la vida es una mierda; trabajar para que unos malditos se aprovechen de ti, te exploten, y luego casarse, mantener a una mujer, tener hijos, y que luego tus hijos hagan lo mismo, ¡qué lata!, ¡conmigo que no cuenten!, ¡estoy bien sin ninguna obligación, viviendo de mis padres!”. Posibles raíces de este fenómeno Muchos autores sitúan el desencanto de esta generación sólo en la crisis económica, en la falta de oportunidades, en el paro galopante, en los bajos sueldos…, pero, en el fondo, esta apatía existencial, este deseo de no crecer ni madurar (“Peter Pan eterno”) tiene raíces más complejas y profundas. En efecto, la crisis aprieta a toda Europa, pero es en España en donde la desesperanza afecta a más jóvenes (uno de cada tres está fuera del mercado laboral), en donde el desencanto y la impotencia les obliga a una gran cantidad de ellos a quedarse en casa viviendo a costa de sus padres (ellos que habían pensado siempre que llegarían más arriba que sus progenitores) y les ocasiona frustraciones, conflictos, melancolía, y, en definitiva, rechazo de todo lo que les suene a compromiso y trabajo. A propósito de esta situación, recojo la opinión de un padre que muestra lo que hemos dicho más arriba, que no todas las situaciones son lo mismo: “Hombre, si yo puedo pagarle la hipoteca a mi hijo que está buscando trabajo todos los días y no lo encuentra, estoy feliz por poderlo hacer, pero 24 si una tipa de 23 años (conozco varios casos) ‘no da un palo al agua’, no ha acabado sus estudios, no se prepara para nada, no busca nada, y encima me dice que está ‘desencantada de la vida’ es para ‘colgarla’ de los talones el resto de su vida”. Yo creo que ha sido el desarrollo tecnológico de las últimas décadas, el crecimiento económico sin control, el confort como meta, el consumismo sin barreras, el alto nivel de vida que estos jóvenes han observado y gozado en su niñez… lo que, al tambalearse, está produciendo esta situación de desencanto y apatía; estos jóvenes se ven incapaces de conseguir de nuevo todos esos bienes, ese estatus desahogado que han tenido en sus casas. Y muchos de ellos, en vez de luchar, en vez organizar y racionalizar las metas de su vida, en vez de pensar que se puede ser feliz con menos bienes materiales, se han entregado a la apatía y a la indolencia. Los jóvenes Ni-Ni se ven incapaces de conseguir de nuevo ese estatus desahogado que han tenido en sus casas y, en vez de luchar, en vez de pensar que se puede ser feliz con menos bienes materiales, se han entregado a la apatía y a la indolencia Mal casan, desde luego, el discurso consumista y hedonista de los años anteriores (una verdadera trampa) con la actual precariedad en el empleo, la incertidumbre, la infravaloración de la formación académica, el mileurismo… a los que tienen que hacer frente los jóvenes de hoy. “El modelo de vocación profesional que implicaba un proyecto de vida de futuro y un destino final conocido, con sus esfuerzos y contraprestaciones, ha desaparecido”, escribe con buen criterio Eduardo Bericat, catedrático de Sociología de la Universidad de Sevilla. “Nuestros padres trabajaron mucho y consiguieron A Fondo algo”, comenta un universitario madrileño, “pero lo que la sociedad nos ofrece en estos momentos no tiene ningún interés para nosotros; la gente tiene pocas ganas de hacerse mayor”. Es decir, parece como si se estuviera produciendo una ruptura, una quiebra cultural con las formas de vida, ideas, gustos, creencias de generaciones anteriores y nuestros jóvenes no supieran aún lo que quieren. Sin embargo, a pesar de todo esta confusión y decaimiento, de esta fragmentación, (“disolución individualista”, lo llama Tezanos, catedrático de la UNED) también hay jóvenes capaces de adaptarse a los nuevos tiempos y asumir nuevos riesgos y retos, de establecer otras formas de relaciones personales y laborales basadas en la austeridad y solidaridad, de saber conciliar trabajo y vida familiar, de defender una producción racional que respete la Naturaleza, de comprender que una superproducción material sin horizontes humanos carece de sentido y origina una creciente injusticia social entre los pueblos del mundo. En esta línea se manifiesta Natalia, recién licenciada en Biología: “Pero ¡qué manía con decir que los jóvenes vivimos para el fin de semana! A mí me da pena. Claro que hay jóvenes que no hacen La gran contradicción que existe entre el discurso consumista y hedonista que difunden los medios de comunicación con la actual precariedad en el empleo, la incertidumbre, la infravaloración de la formación académica, el mileurismo… es una gran trampa en la que quedan atrapados muchos de nuestros jóvenes y que sólo les lleva a la frustración 25 A Fondo nada, pero hay otros que hemos comprendido que hay que seguir luchando y que estamos seguros de que, tarde o temprano, nuestro esfuerzo tendrá recompensa… Yo agradezco a mis padres todo lo que han hecho por mí, pero soy yo la que tengo que valerme por mí misma. No aspiro a vivir en la opulencia, sino a ser feliz con lo que consiga con mi trabajo, porque en mi esfuerzo ya está la recompensa”. ¿Qué piensan los jóvenes? Como en otras ocasiones, hemos planteado a un amplio grupo de jóvenes las cuestiones que a continuación aparecen, después de explicarles de qué trataba el tema. Muchas de sus respuestas ya han aparecido en este artículo. He aquí ahora otras contestaciones también interesantes. 1. ¿Cómo ves tú a los jóvenes de tu entorno? ¿Los ves comprometidos, ilusionados, optimistas, trabajadores, con esperanza ante el futuro…, o, por el contrario, los ves como claros representantes de la Generación Ni-Ni? ¿Qué tanto por ciento pondrías en cada grupo? Razónalo brevemente. Aquí ha habido un gran equilibrio en las respuestas, prácticamente un 50% en cada tendencia: “A pesar de todo”, nos dice Gerardo con bastante optimismo, “yo lo que observo es que hay muchos jóvenes que seguimos preparándonos para el futuro; si hay crisis, habrá menos para los más preparados, para los mejor formados”. En la posición opuesta, Raquel, estudiante de 18 años, responde con pesimismo: “Conozco a un montón de gente que no tiene ilusión por nada, que van ‘vegetando’ en sus casas, sin hacer nada, y esto para un chico o chica joven es estar muerto en vida”. 2. ¿Cuáles crees tú que han sido las causas que han originado la indolencia y el pasotismo en parte de la juventud? ¿Por qué “han arrojado la toalla”? ¿Por qué han llegado a esta lamentable y pasiva actitud? Razónalo brevemente. Ha habido en esta pregunta respuestas muy dispares, pero complementarias: “La mayor responsabilidad está en los padres y madres”, manifiesta Carmen, “que no les han exigido nada a sus hijos, dándoles todos los caprichos sin atreverse a poner 26 Pese a toda la confusión actual, también hay jóvenes capaces de adaptarse a los nuevos tiempos y establecer otras formas de relaciones personales basadas en la solidaridad, de saber conciliar trabajo y vida familiar, de defender una producción racional que respete la Naturaleza, de comprender que una superproducción material sin horizontes humanos origina una creciente injusticia social entre los pueblos del mundo unas normas mínimas de trabajo o de estudio”… “La falta de ideales, de valores, de modelos a imitar, los tipejos impresentable que salen en la tele y presumen de haber triunfado sin ser nada”… “Yo creo que nos han engañado al decirnos que lo único importante es gozar, disfrutar, pasárselo bien, que en los estudios todo debía ser muy entretenido, juguetón, sin esfuerzo… y eso es mentira; para hacer algo importante en la vida, hay que ´currárselo´ y trabajar todos los días”, confiesa Juan Carlos, joven licenciado en paro, pero que sigue intentándolo. 3. Aunque tú ahora aún estés estudiando o preparándote, ¿te ves pronto engrosando esa “generación desilusionada”, o, por el contrario, ¿tienes ganas de estudiar, de trabajar, de incorporarte activamente a la sociedad en que vives, para mejorarla, para realizarte como persona? Razónalo brevemente. También aquí las respuestas positivas son más numerosas que las de carácter negativo: “Yo con mis notas y mis pocas ganas de trabajar tengo muy pocas posibilidades de encontrar un trabajo… Veo la cosa muy negra”, nos dice Alejandro, estudiante de 17 años. En cambio, Isabel, que está preparando la Selectividad, nos deja este regusto de esperanza: “El éxito es para quien se lo trabaja y no hay mayor éxito que llegar a ser persona a través del esfuerzo”. SE BUSCAN JÓVENES PARA LA POLÍTICA y que sus padres no se enteren ¿Ves alguna diferencia entre el pasado —sólo diez años, por ejemplo— y el de ahora mismo? ¿No ves que esa sombra que protegía nuestro sueño de vivir —la sociedad, la cultura, la política, la religión— parecen haberse diluido dejándonos a la intemperie? ¿Quién cree en algo? ¿Quién cree en alguien? Pero no, la Política no mancha las manos sino que algunos políticos se manchan las manos. Nos quejamos: ¿qué va a pasar? Pero no nos atrevemos: ¿qué vamos a hacer? Necesitamos jóvenes que se adentren en la buena Política; que la busquen como servicio. Y sobre todo sin esquivar nuestro compromiso de ciudadanos, sí el de súbditos. Deseamos vivir con y para otros en instituciones justas. Aunque diga el refrán “En España es herejía tener sentido común”, no haya lugar para el desaliento. Este libro es un buen avisador y desentraña ideas claras e ilusiones realizables. ¡Quien lo lea tendrá la palabra y, además, se pondrá en marcha! Pedro Ortega Campos (Peal de Becerro, Jaén) es Doctor en Filosofía y Letras, y en Sociología, Catedrático de Filosofía de Educación Secundaria. Fue secretario y vicepresidente de la Sociedad Española de Profesores de Filosofía (SEPFI) y vocal de la Asociación Internacional de Profesores de Filosofía (AIPPh).Voluntario desde hace veinticinco años en el Teléfono de la Esperanza, cuenta en su haber con una treintena de libros y un centenar de artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Para contactar con el autor: [email protected] ENTREVISTA Mª ÁNGELES LÓPEZ AUTORA DEL LIBRO, PAPÁS BLANDIBLUP “No podemos pretender que un chaval de 15 años nos obedezca si nunca hemos hecho que obedeciera antes” Por Gloria Díez Fotos: Cristina Bezanilla 28 ENTREVISTA María Ángeles López Romero conoce bien los vericuetos que recorren las relaciones entre padres e hijos por un doble motivo: por trayectoria profesional y humana. A esta mujer le sería imposible negar que nació en Sevilla: el acento la delata. Su cara pide a gritos alegría y –con permiso del tópico- algún clavel. Periodista por vocación, López Romero dirigió la revista juvenil Quince Pulgadas y es madre de tres chavales, Alejandro, Pablo y Miguel, con edades comprendidas entre los 12 y los 5 años. Eso equivale a un ‘máster’ por la universidad más exigente, la de la vida. La entrevista tiene lugar en la redacción de la revista 21rs, donde es redactora jefe. En las paredes hay dibujos de sus hijos. Uno de ellos representa a toda la familia ‘en pie de guerra’, ayudando en la casa y poniendo lavadoras, durante el periodo en que ella tuvo que enfrentarse a una tarea ‘extra’, sobre los ‘extras’ habituales de ser madre y trabajadora: escribir un libro (Papás blandiblup, Editorial San Pablo, 2009). Definamos primero a qué grupo se refiere usted cuando habla de “padres blandiblup”. Son padres nacidos en torno a los años 70. Padres que, además, nos hemos incorporado al ejercicio de la paternidad más tarde que las generaciones anteriores; a veces nos encontramos con mamás primerizas de 38 años. ¿Cuál es el objetivo del libro, dado que confiesa que no pretende dar normas? El objetivo es recoger una inquietud. Me he encontrado con que hay una serie de padres que, en teoría, no tienen serios problemas, pero que sienten una enorme inquietud. Una inquietud que necesitan poner en común y que, además, cuando la ponen en común, se sienten aliviados. De ahí, el recoger todas esas experiencias compartidas por los padres de hoy y retratar, de alguna manera, qué nos pasa. En el libro hay, efectivamente, un empeño en que no haya consejos ni recetas, porque pienso que no existen como tales y desde luego yo no tengo autoridad moral para darlas; pero sí hay pistas clarísimas, hay pautas que todos, en el fondo, creo que sabemos cuáles son, pero a veces nos cuesta reconocerlas y sobre todo nos cuesta aplicarlas. ¿Usted se considera una madre “blandiblup”? Creo que todos los padres de esta generación somos “blandiblup” en algún momento. Yo creo que soy una madre quizá más firme que otras en algunos detalles, pero en otros, caigo rotundamente. Soy una mamá “blandiblup” en la medida en que, al final, termino protegiendo a mis hijos y procurando darles lo mejor, hago que tengan una “vida muelle”. No lo soy en la medida en que procuro imponerles límites, normas, hacerles responsables, que tengan tareas en casa, no servirles, ni darles todo a la carta. En ese sentido no lo soy. ¿Cuáles han sido los mayores problemas a los que se ha enfrentado como madre? (María Ángeles resopla con fuerza y coge aire antes de seguir). Hay situaciones difíciles, por ejemplo, cuando descubres un aspecto de la personalidad de tu hijo que no esperabas, y te ves, de repente, al borde del abismo. Dices: “Conozco a esta persona, es mi hijo, me gusta cómo es, soy capaz de entender que mi hijo puede cometer errores y no por eso ser una mala persona, o por eso defraudar mis expectativas como madre”, pero ésos, para mí, han sido momentos difíciles. También cuando te toca ver a un hijo sufrir mucho y es un momento en que dices: “Dios mío, si pudiera ponerme en su lugar…” Yo he sido una persona que he intenta- 29 ENTREVISTA do romper con los estereotipos de la maternidad, siempre decía que no tenía instinto maternal, no soy una madre excesivamente protectora, sin embargo, un día en que vi a mi hijo mediano en una mesa de hospital con la tibia rota, en aquel momento me di cuenta de que sí, soy madre y tengo un instinto maternal clarísimo. Las situaciones, a veces, también nos sobrepasan porque yo creo que los padres de hoy dramatizamos mucho, un pequeño conflicto, un pequeño fracaso lo vemos como si toda la vida de nuestro hijo estuviera pendiendo de un hilo y no es así. Los niños pueden repetir un curso y no pasa nada, pueden tener un problema en el colegio, incluso pueden cometer un delito y tiene remedio; pero sí tenemos que ser conscientes de la gravedad exacta que tiene ese acontecimiento y qué papel tenemos que jugar nosotros para evitar que se repita y a la vez, para apoyar a nuestro hijo, para no negarle el afecto. ¿Qué características destacaría de los niños comprendidos entre los cinco y los doce años por hablar de lo que tiene cerca? Como cosa positiva, destacaría la espontaneidad, no hay ningún tema que sea “tabú” para ellos. Como aspecto negativo destacaría el miedo que tienen al esfuerzo. Y son exigentes con sus padres. Exigen que intervengan en cada detalle de su vida, cuando se aburren exigen que sus padres les entretengan, cuando sufren que acaben con ese sufrimiento, cuando están enfermos que los curen, llega hasta tal punto la exigencia, que se vuelve absolutamente imposible de satisfacer. Y frente a esa alta expectativa, ¿los padres se sienten responsables? ¿Cree que esta generación de padres se exige más que la anterior? ¿Más usted que su madre? Los padres de generaciones anteriores se sentían satisfechos teniéndonos alimentados, vestidos, bajo un techo y, como mucho, dándonos estudios. Pero ahora no, ahora esas expectativas son mucho mayores. Las exigencias, al final, son una pesada carga porque afectan a todos y cada uno de los detalles de la vida de nuestros hijos. Nosotros nos sentimos responsables de sus relaciones sociales, de si son o no líderes, de si son capaces de sacar todo lo que tienen dentro, por eso nos 30 “Si no se acepta la frustración en la infancia, luego nos encontramos con adolescentes irritables, que no miden las consecuencias de sus actos, que no conocen con claridad cuáles son los límites y que no llegan a distinguir lo que está bien de lo que está mal” sentimos culpables por cada pequeño detalle que no responde al “plan establecido”. Cuando hablas con los padres de hoy, notas esa sensación de que siempre hay cosas a las que no han llegado: no he pasado bastante tiempo con mi hijo, no he estado ahí para apoyarle con los deberes, no sé cómo ayudarle por su primer desengaño amoroso; cosas que en otros tiempos los chavales resolvíamos sin necesidad de que nuestros padres estuvieran presentes. Dice que se mira mal a los que cometen la locura de tener más de dos hijos. Usted ha tenido tres. ¿Lo recomienda? Yo recomiendo que los padres se sientan libres para tomar la decisión de escoger la paternidad en el número que sea, porque la libertad implica responsabilidad. Yo me siento absolutamente feliz teniendo tres hijos, al pequeño lo llamamos siempre “el regalito” y verdaderamente ha sido un regalo; no sólo porque el niño nos aportó muchísimas cosas, sino porque también nos ha enseñado cómo el amor se estira, como se comparte mucho más. A veces hay conflictos, porque es inevitable, la convivencia humana es así, pero, al final, el resultado es claramente beneficioso. Yo estoy encantada de tener tres hijos. Se nos ha explicado que un niño que se siente querido aprende a querer, pero no es raro encontrar a niños queridos que se convierten en tiranos. ENTREVISTA “Tener que decir ‘no’ exige un esfuerzo por parte de los padres, pero al final es una inversión que estamos haciendo para crear mejores personas” Porque a veces confundimos el término amor. Creo que estamos mezclando lo que son concesiones, regalos, caprichos, con amor. Y el amor es otra cosa. A veces el amor es exigente, implica poner límites, ser firmes, ejercer la autoridad y eso también es amor. Exige un esfuerzo y un sacrificio por parte de los padres tener que decir “no”, pero al final es una inversión que estás haciendo para crear mejores personas. El tema de la autoridad surge una y otra vez en su libro, también habla de la tendencia paterna a huir de los conflictos. Sí, porque, en general, los padres de hoy tenemos un miedo atroz a ver sufrir a nuestros hijos; queremos felicidad y paz a nuestro alrededor. A veces porque llegamos a casa muy cansados y lo que no soportamos es el conflicto inmediato, entonces, es más cómodo decir: “Bueno, pues que juegue con la maquinita”, pero no me meto en un problema. Ejercer la autoridad es complicado. A veces uno se siente culpable porque ha tenido que gritar o dar un pequeño azote, por eso creo que, en esto, es fundamental entender que cuanto antes empecemos a ejercer la autoridad, mejor. Lo que no podemos pretender es que un chaval con quince años nos obedezca si nunca hemos hecho que obedeciera antes. Cuando el chico te saca una cabeza de altura y su mano es más grande que la tuya, es prácticamente imposible ejercer la autoridad sobre él. Habla de ver sufrir a los niños, pero si no asumen un pequeño nivel de frustración, antes o después, la vida se va a encargar de presentarles uno grande. 31 ENTREVISTA “Los padres de hoy tenemos un miedo atroz a ver sufrir a nuestros hijos, intentamos evitarles todos los golpes, pero olvidamos que el sufrimiento hace que nuestros hijos crezcan como personas” Si no se acepta la frustración en la infancia, ¿con qué adolescentes nos encontramos? En la vida, inevitablemente, van a encontrar sufrimiento, sea de mayor o menor calado, pero eso ocurre desde que son bien pequeños, porque no sacan la nota que quieren o porque pierden a un amigo que se marcha del colegio; es decir, la frustración rodea todo lo que hacemos. Lo importante es aceptarla y aprender de ella y esto es lo que no estamos enseñando a nuestros hijos. Intentamos quitarles todos los golpes y los golpes les enseñan a crecer como personas. 32 Pues con adolescentes irritables, que a veces se vuelven agresivos, con adolescentes que no miden las consecuencias de sus actos, que no conocen con claridad cuáles son los límites y llegan a no distinguir lo que está bien de lo que está mal. Imponen su propia satisfacción, su búsqueda del placer por encima de cualquier otra norma o principio. No obstante, quiero decir que, a veces, somos injustos juzgando globalmente a la juventud ENTREVISTA “Los niños actuales son muy exigentes con sus padres: cuando se aburren exigen que sus papás les entretengan, cuando sufren que acaben con ese sufrimiento... hasta tal punto es la exigencia, que se vuelve imposible de satisfacer” de hoy. Con frecuencia se oye que es peor. En absoluto. Es hija de sus padres, hija de su tiempo y de la educación que ha recibido. A los chicos que ni estudian ni trabajan, ¿cómo se les dice: “Oye, que ya es hora de crecer”? Ése es el problema: desde bien pequeños, piensan que las cosas vienen dadas. Nosotros teníamos claro que no se vivía del aire, que nuestros padres no nos iban a mantener. Hoy los niños piensan, incluso ya de bien mayores, que sus padres están ahí para eso y les exigen que los mantengan, que les den una calidad de vida, incluso que les compren un piso. Y sus padres no tienen esa obligación, la responsabilidad es de cada uno. “Nosotros teníamos claro que no se vivía del aire, que nuestros padres no nos iban a mantener; en cambio hoy los hijos piensan que los padres están para que los mantengan siempre, que les den una calidad de vida e incluso que les compren un piso” La queja de que la juventud no tiene arreglo es vieja. Todas las generaciones rompen moldes. La rebeldía actual es una rebeldía de brazos caídos, son como crías de pájaro con el pico siempre abierto, esperando la comida. Quizá aquí el matiz es que ellos se han encontrado con una sociedad en la que se han alcanzado altas cotas de libertad y de derechos que parece que están conquistados para siempre, y no es así. Quizá esa sensación de que todo está hecho, les hace ser una generación de brazos caídos. Sin embargo hay un par de aspectos en los que creo que pueden “plantar su pica en Flandes”, uno de ellos el ecologismo, es una generación que quiere cuidar el medio ambiente y ahí sí está dispuesta a hacer esfuerzos y el otro aspectos es que es una generación pacifista, esta generación no quiere guerras, no quiere soldados, al menos en Europa, y defienden un mundo en paz. Creo que esos son valores que quizá hagan a esta generación moverse en algún momento. Lo vimos ya cuando el “no” a la guerra de Irak, aquí los jóvenes salieron a la calle. Me parece que quizá sería necesario encontrar esa chispa que haga que se levanten del sofá y que pongan manos a la obra. 33 A Fondo CINE JUVENTUD DE PELICULA Aproximación a las más relevantes películas protagonizadas por jóvenes en el cine moderno y contemporáneo, en general un cine para adultos Por Norberto Alcover 34 A Fondo Cuando uno se enfrenta al que podríamos llamar cine de la juventud en el cine moderno y contemporáneo, surge la sorpresa inesperada tras largos años de visionar películas: es cierto que en un cincuenta por ciento de films aparecen personajes jóvenes, pero en mucho menos se trata de protagonistas propiamente tales, es decir, que conduzcan la narración del film y aborden en profundidad sus problemas y situaciones. El cine que presenta jóvenes en sus historias abunda, pero el que los convierte en auténticos protagonistas escasea. Ésta es la deducción a la que he llegado tras un largo estudio sin aprioris históricos y ensayísticos, que como es lógico abundan al respecto. Una cosa es que aparezcan en contextos adultos y otra, muy diversa, que los jóvenes desarrollen sus propios contextos. Desde el punto de vista cinematográfico, nos permitimos definir como juventud el espacio que discurre desde la adolescencia tardía hasta los treinta años, más o menos, es decir, desde la apertura de la persona al mundo envolvente para definirse y para definirlo y esos años en que opta por algunos compromisos en su vida de pareja, profesionales, ideológicos, etc. Reconocemos que se trata de un período un tanto discutible, pero insistimos en que se hace necesario para poder abordar la cuestión desde la perspectiva cinematográfica. Seguro que el lector lo comprenderá y será capaz de relacionar esta opción con otras colaboraciones de este sugestivo número de la revista. Los grandes referentes ya clásicos Todo el cine de jóvenes posterior está en estas diez películas, que ya nos permiten asistir a una visión dolorosa y en ocasiones censora de esta época de la vida, siempre en relación con el universo adulto, que influye negativamente en esta franja vital. Los jóvenes son vistos como problema, como rompedores del orden establecido y, en demasiadas ocasiones, como marginales respecto de su propia sociedad. La crisis de los sesenta-setenta se nota en abundancia. 1. El chico (Charles Chaplin, 1920). La amistad entre dos marginales se convierte en metáfora de la marginalidad social. Un film que condena toda una larguísima nervatura posterior. 2. Roma, ciudad abierta (R. Rossellini, 1945). En la secuencia final, cuando asesi- nan al sacerdote los nazis, un grupo de adolescentes romanos contemplan la escena y posteriormente marchan hacia la ciudad eterna. Una sociedad/generación engendra a otra que nacerá con sus fantasmas adultos pero intentará no repetirlos. Es la línea más esperanzada en el conjunto. 3. La ley del silencio (Elia Kazan, 1954). Marlon Brando otorga al joven una inusitada fortaleza corporal, complementaria de su fortaleza psicológica y hasta espiritual. Un avance. 4. Al Este del Edén (Elia Kazan, 1955). La dinámica psicoanalítica penetra en el cine de los jóvenes a través del personaje antológico de Jamen Dean, la otra cara de Brando. Los jóvenes son vistos en el cine como problema, como rompedores del orden establecido y, en demasiadas ocasiones, como marginales respecto de su propia sociedad 5.Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1957). Irrumpe en el cine la juventud moderna, la fricción entre padres e hijos con una radicalidad típica de la Nouvelle Vague. Dean y el maestro Brando son sustituidos por Jean Pierre Leaud/Antoine Doinel. 35 A Fondo 6. Nueve cartas a Berta (Basilio Martín Patino, 1965). El Nuevo Cine Español irrumpe con este film hipercrítico con una sociedad cansina y provinciana, donde el amor juvenil es casi imposible. Pero sin ira explícita y tal vez con un tanto de compasión. 7. Amarcord (F. Fellini, 1974), Penetramos en la década dorada del cine con esta visión amable y nostálgica de unos jóvenes ingenuos en pleno fascismo italiano. Con Fellini se abre paso la crítica misericordiosa de inspiración católica. 8. Harry el sucio (Don Siegel, 1971). Clint Eastwood encarna al agente Harry quien rompe con las formas sociales y acaba por sustituir la libertad en beneficio de la seguridad. Una permanente de la juventud posterior…, pero al revés. 9. Confidencias (L. Visconti, 1974). La joven aristocracia burguesa se sume en la decrepitud al contacto con los males del tiempo: el alcohol, la droga, el sexo y sobre todo el dinero, mientras la familia es incapaz de reaccionar, sumergida en idénticas lacras. Un film del todo necesario y tristemente olvidado. 36 10. Easy Rider (Dennis Hooper, 1969). Si bien anterior a los tres anteriores, la colocamos al final como resumen del drama juvenil más amplio y decisivo en adelante: en esos dos jóvenes emblemáticos que recorren desgraciadamente EE.UU. en su Harley Davidson, se concentra la huida inútil de la juventud de los sesenta. Estos jóvenes airados acabarán por reencontrarse en la ácida y cínica genialidad de Woody Allen titulada Match Point. Vean ambas y comprenderán el periplo desarrollado por la juventud en esos treinta años. El cine es vida, está claro. Decir que la juventud es light para nada significa que carezca de una ambición soterrada; estamos ante una juventud dormida, mientras los adultos les cantamos nanas A Fondo Éstas son las matrices históricas, y nos demuestran que lentamente la juventud avanza hacia una postmodernidad deshilvanada y vacía de valores…, pero peligrosísima a la hora del dinero y del estatus social. Decir que la juventud es light, que lo es, para nada significa que carezca de una ambición soterrada. Se diría que estamos ante una juventud dormida, mientras los adultos les cantamos nanas… 2. Mensaka (Salvador García Ruiz, 1998). La aparición de nuevas formas de trabajo en una juventud marginalizada. Historias morales de nuevas realidades (197…—200…) 4. Retorno a Mansala (Chus Gutiérrez, 2008). El insoluble drama de las pateras llenas de jóvenes, y su redundancia en los lugares de origen. Una elegía. Se trata de una juventud que se encuentra sumergida en situaciones novedosas por las diferentes instancias históricas y que reacciona de forma diferente ante las mismas. Nos limitaremos a indicar la naturaleza de la situación de cada historia. 1. Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). El film más novedoso formalmente y que contiene todo el universo trasgresor de una juventud iniciada, con frenesí, en los placeres prohibidos. La vaciedad del film, tan atacada, corresponde a la vaciedad de sus protagonistas. Un camino hacia la nada más terrible. Tarantino es muy inteligente. 3. La pequeña Lola (Bertrand Tavernier, 2005). Aparece la complejidad de la adopción que acabará por crear nuevos jóvenes y también nuevos padres, en tantas ocasiones desconcertados. 5. Juno (Jason Reirman, 2007). La problemática de los embarazos no deseados y una idealista solución muy típica del cine almibarado de Hollywood. Un film que vale y no vale, pero… 6. Mapa de los sonidos de Tokio (Isabel Coixet, 2009). Oriente y occidente, juventud y adultez, enfrentados en una imposible historia de amor y lujuria, llena de impotencia y juego sucio. De una actualidad sorprendente y realizada como los ángeles por la Coixet. 37 A Fondo 7. Cuscús (Abdelafif Kechine, 2007). Un film magistral donde se nos conduce hasta el choque de civilizaciones entre inmigrantes tunecinos ya instalados en Francia, y su terrible periplo para abrirse camino ante una sociedad tan progresista como racista. Un film absolutamente pedagógico. 8. Solas (Benito Zambrano, 1998). La soledad de la mujer rural llegada a la gran ciudad, su destrucción y su posible redención familiar. Contemplar necesariamente la interpretación de María Galiana y de una soberbia Ana Fernández. Mujer joven, urbana y sola. No vale la pena lamentarse por esta juventud tan vacía de sentido y de ilusión, porque ella acabará por sobrevivirnos e impondrá sus criterios y gobernará el mundo, solamente vale mirarles con ternura y proporcionales causas nobles por las que sobrevivir 9.Mi nombre es Harvey Milk (Gus Von Sant, 2008). El triunfo de los homosexuales en una de sus figuras más emblemáticas. Agresiva, pedagógica y, lógicamente, del todo necesaria para comprender a la juventud contemporánea y su nuevo mundo. 10. Leones por corderos (Robert Redford, 2007). Los jóvenes yanquis enviados a la guerra y abandonados por los políticos y estrategas militares. Un film crudo, inesperadamente menospreciado y que hay que revisar. El montaje entre los despachos de Washington y las montañas de Afganistán nos señala un tipo de juventud manipulada porque preferimos ocultar su drama humano y social. 38 Es curioso cómo el cine no se deja seducir por el aspecto light de la juventud, salvo en producciones para el consumo de masas que no nos apetece lo más mínimo recordar. El buen cine prefiere abordar los dramas juveniles, si bien completamente relacionados con los adultos, según dijimos al comienzo. Historias morales complementarias (hasta la actualidad…) 1. Lost in traslation (Sofía Coppola, 2004). La juventud viajera/nómada se encuentra con la adultez viajera/solitaria. 2. Frost contra Nixon (Ron Hoard, 2008). Una juventud ambiciosa pero frívola destruye a una senectud desprotegida e inmoral. Dos estilos. Dos éticas. Dos ambiciones. 3. American Beauty (Sam Mendes, 1999). De nuevo, el esquema de Lolita, ahora situado en la sociedad del bienestar a tope, la vaciedad de los adultos y la precocidad de los jóvenes, cuyas vidas nunca acabamos de descubrir. Brillante y dolorosa, además de estetizante. 4. El indomable Will Hunting (Gus Von Sant, 1997). La relevancia de los adultos magistrales en la experiencia juvenil, matizando las expectativas de El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989). 5. Cuando Harry encontró a Sally (Bob Reiner, 1989). Una historia de amor entre jóvenes en clave actual, para nada estática, antes bien absolutamente dinámica en su desarrollo. Como la vida misma. Causó furor entre la juventud. 6. El aceite de la vida (George Miller, 1992). Cuando la familia lucha por sus jóvenes con uñas y dientes. La familia es el aceite curativo, más allá de la estricta medicina. 7. Rompiendo las olas (Lars Von Trier, 1996). La minusvalía como tapiz donde descubrir el misterio de la misericordia y A Fondo de la espiritualidad, en este gran film del creador del Movimiento Dogma. De urgente recuperación. 8. Black Hawk derribado (Ridley Scott, 2001). Cuando los chicos norteamericanos fueron vencidos por los somalíes en Mogadiscio, signo de una siempre pendiente cuestión africana ante la metodología occidental. Dos juventudes. Dos métodos. 9. Amelie (Jean Pierre Jeunet, 2001). Un golpe de alegría, de ingenuidad y de misericordia en este drama juvenil abrumador. Contemplar a Audrey Tautou es respirar. 10. No es país para viejos (Hermanos Cohen, 2007). El terrible pero misterioso personaje interpretado por Javier Bardem cierra este panorama desde el puente cinematográfico que venimos realizando. Manipulado, también disfruta de llevar a cabo su misión por una especie de designio exterminador. No piensa, actúa. Pero al final es el único que salva su piel y el film se cierra mientras él se pierde en la bruma nocturna. Ese cine somos nosotros Tal es nuestra situación ante esta juventud que pretendemos tan light, tan vacía de sentido y de ilusión. Porque ella, tal y como es, acabará por sobrevivirnos y mientras muchos de nosotros nos hundimos en el misterio moral, ella, como le parezca oportuno, impondrá sus criterios y construirá su mundo. Tal es el designio de los dioses: que cada vez que un cambio histórico se cierne sobre un grupo humano/nosotros, aparece alguien/ellos que llenan el miedo de sus padres y abuelos con la urgencia de su inexperiencia. Será light, pero el tiempo corre a su favor. Nos dará miedo, como el personaje de Bardem, pero serán los únicos que se perderán en la bruma de la madrugada, camino de Dios sabe dónde. Entonces, no vale llorar ni lamentarse. Solamente vale mirarles con ternura, proporcionales causas nobles por las que sobrevivir, y recordarles que vale más una Amelie cualquiera que una Juno perdida en sus fantasmas inútiles. Y seguirles día a día en la pantalla claroscura de los cines. Esos jóvenes, a fin de cuentas, volvemos a ser nosotros cuando éramos jóvenes. Ahí radica el misterio. 39 A Fondo A PIE DE CALLE 700.000 JÓVENES ESPAÑOLES NI ESTUDIAN NI TRABAJAN Por Antonio Saugar 40 A Fondo Los hay que estudian; otros trabajan; menos estudian y trabajan; y otros ni “clavan los codos” ni “dan un palo al agua”. Eso sí, todos quieren disfrutar de una vida independiente sin abandonar la casa de los padres. Las nuevas generaciones no parecen encontrar su rumbo. Hace años se decía que la juventud española era pasota, que no se interesaba por nada. Tras un tiempo en el que los más jóvenes querían ser engominados ejecutivos de alto poder adquisitivo, pasaron a ser los famosos “Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados” (JASP). Ahora la juventud parece que no quiere enfrentarse a la realidad y se atrinchera en el domicilio paterno. En España, la edad media en la que los hijos abandonan el domicilio familiar se sitúa en los 34 años. Pero aumenta cada año, detectándose un repunte desde los dos últimos años, ya que la crisis y, especialmente, el paro ha obligado a muchos jóvenes a volver a casa de sus padres tras perder el trabajo. La crisis, los contratos basura, las prácticas y becas precarias... impiden a los jóvenes entrar de lleno en el mercado laboral, pero tampoco hacen grandes esfuerzos para salir de esta situación. Una encuesta de Metroscopia señala que el 54 por ciento de los españoles de entre 18 y 34 años afirma que no tiene proyectos por los que sentirse interesado. Padres y madres Han pasado su infancia y adolescencia en un ambiente de bonanza económica. Sus padres les han dado todo lo que pedían: los mejores juegos y juguetes, ropa de marca, motos nada más cumplir la edad necesaria para conducirlas, etc. Ahora, el mileurismo y el paro hacen de los jóvenes carne de cañón del desencanto. Quienes más afectados se ven por la actitud de los jóvenes son los padres y madres. El estudio Ocio y riesgos de los jóvenes madrileños señala que están alarmados ante las amenazas que pueden afectar a los ratos de ocio de sus hijos. Además, se muestran resignados ante esas amenazas (peleas, alcohol, drogas...) porque quedan fuera de sus esfuerzos protectores. Este estudio, realizado por la Fundación Ayuda contra la Drogadicción (FAD), la Obra Social Caja Madrid y el Instituto de Adicciones del Ayuntamiento de Madrid, destaca que, en cuanto a la relación entre padres e hijos, cerca del 41 A Fondo 50 por ciento (más las chicas y los más jóvenes) dice que los padres tendrían que preocuparse e intervenir más. De la otra mitad, un 24,9 por ciento cree que los padres no deben intervenir pero sí estar atentos; y un 26,5 por ciento entiende que sus progenitores no deben implicarse. El hogar en el que vive un joven que no trabaja y que no estudia –los hay que estudian, pero van al instituto para guardar las formas-, es una olla a presión, especialmente si el chaval acaba de entrar en la mayoría de edad. Aquellas normas que antes se cumplían en casa (volver a una determinada hora, no acudir a determinados lugares de ocio, estudiar unas horas al día...), ahora no hay manera de llevarlas a cabo. Hacerle entrar en razón respecto a las normas a cumplir en casa es casi batalla perdida. Le han llegado a decir que como siga igual, se tendrá que marchar. Su respuesta: “Vale”. En España, la edad media en la que los hijos abandonan el domicilio familiar se sitúa en los 34 años, pero aumenta cada año debido a la crisis y al paro Preocupaciones sociales El joven tiene 18 años y piensa que debe liberarse de esas ataduras. La casa paterna se convierte en una especie de hotel al que va a comer, dormir, a ver la televisión, conectarse a Internet... Hay casos como el de una familia con dos hijos en la que el mayor, que acaba de cumplir 18 años, está convirtiéndose en un miembro de la Generación Ni-Ni. En este caso estudia, pero no se esfuerza mucho; no trabaja, aunque sí lo hizo algunos meses lo que le proporciona cierta independencia económica. Eso sí, no piensa en que ese dinero se acabará pronto. El Sondeo de Opinión y Situación de la Gente Joven, elaborado por el Observatorio de la Juventud de España en 2008, indica que las principales preocupaciones sociales de los jóvenes son el paro (31%), la vivienda (30%), seguidos de los problemas económicos (21%). Respecto a qué consideran importante en la vida, el sondeo indica que la familia (81 por ciento), la salud (75%) y los amigos (63%) son los que creen más importantes. Les siguen el trabajo (58 por ciento) y ganar dinero (49%). Más abajo en A los 18, fuera de casa ¿Se imaginan que una ley obligara al personal a abandonar la casa paterna a los 18 años? Un ministro italiano hizo esta propuesta al principio de 2010. Renato Brunetta, ministro de Administración Pública del Gobierno de Berlusconi, pretendía obligar a los hijos de 18 años a dejar el domicilio de los padres amparándose en la ley. El objetivo: acabar con el hecho de que los hijos sigan viviendo en la casa paterna más allá de los 30 años. La idea de Brunetta se hizo pública tras conocerse una sentencia en la que obliga a un padre a continuar pagando la pensión alimenticia de su hija que, a los 32 años, continúa estudiando Filosofía, carrera que lleva 14 años cursando. Los compañeros de Gobierno del ministro Brunetta rechazaron la medida. En Italia, la edad de emancipación es cada vez más alta. 42 A Fondo el ranking se encuentran la sexualidad (41%) y los estudios, el 40 por ciento. Religión y política suponen el 8 y el 7 por ciento, respectivamente. La Encuesta de Población Activa (EPA) realizada a mediados de 2009 señalaba que más de 700.000 españoles menores de 34 años ni estudiaba ni trabajaba. La cifra supone el 6 por ciento de este sector de la población. La Generación Ni-Ni está compuesta por jóvenes inactivos que no sólo no trabajan, sino que no buscan empleo; por parados sin empleo anterior (nunca han trabajado); y por los que no cursan estudios ni reglados ni no oficiales. La EPA de mediados de 2009 señalaba que los jóvenes inactivos que sólo sigue una formación no reglada sumaban unos 550.000 (el 4,5 por ciento de la población española menor de 34 años). Los parados sin empleo anterior que no estudian eran unos 680.000 (5,6%). Y los parados sin empleo anterior que sólo siguen una formación no reglada sumaban algo más de 712.000 personas (6 por ciento). En este último grupo hay 196.000 jóvenes de entre 16 y 19 años que ni estudian ni trabajan. Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que un 14 por ciento de la juventud española de 43 A Fondo 16 a 24 años, no estudia ni trabaja. El informe, realizado en 2006 en 19 países de la Unión Europea y Estados Unidos, sitúa a España en el cuarto lugar por la cola, detrás de Italia, Eslovaquia y Reino Unido. Este informe destaca que el 5 por ciento de los jóvenes de nuestro país que dejan los estudios tras la educación obligatoria no están interesados en hacer nada; y un 20 por ciento queda en el paro. Vivimos el nacimiento de una generación sin ilusiones, cuyos componentes están perdidos, sin valores, sin horizontes, algo raro para quienes deben llevar las riendas de este país dentro de unos años. Hay que actuar desde todos los ámbitos posibles para sacar de esta apatía a los más jóvenes. Pero también la juventud debe poner de su parte. Parece que no quieran salir de esa burbuja en la que viven, pero habrá que buscar una salida al futuro. 44 Las principales preocupaciones sociales de los jóvenes son el paro (31%), la vivienda (30%) y los problemas económicos (21%), según un estudio del Observatorio de la Juventud de España A Fondo Los jóvenes madrileños, de marcha toda la noche Más del 80 por ciento de los jóvenes madrileños de 15 a 24 años tiene como forma principal de ocio la marcha nocturna, y señalan que les compensa salir toda la noche a pesar de los riesgos que esto pueda traerles, según señala el estudio Ocio y riesgos de los jóvenes madrileños, realizado por la Fundación Ayuda contra la Drogadicción (FAD), la Obra Social Caja Madrid y el Instituto de Adicciones del Ayuntamiento de Madrid. El informe indica que el 76 por ciento de estos jóvenes entiende la noche como aventura, y afirma que lo que le gusta es no saber qué va a pasar. Defienden el descontrol en las horas de ocio, un 64 por ciento asegura que desfasar es divertido; el 56 por ciento dice que la prudencia arruina la diversión; y un 33 por ciento piensa que para no meterse en líos, lo mejor es quedarse en casa. Un 25,9 por ciento de la juventud madrileña encuestada ha tenido relaciones sexuales con pareja no habitual sin preservativo durante el último año. El 69,1 por ciento se ha emborrachado, y un 45,4 por ciento ha viajado con un conductor bebido o drogado. El estudio afirma también que el 15 por ciento dice que consumir drogas es cosa de jóvenes, y entre un 18 y un 25 por ciento entiende que el riesgo de las relaciones sexuales es sólo para las chicas y que no necesita protección. Un 31,4 por ciento se vio envuelto en peleas, el 13% condujo bebido, un 11,3 % provocó peleas y el 6,8 % condujo tras consumir drogas. Las actividades preferidas de los jóvenes madrileños son estar con los amigos (62,6%) y escuchar música o la radio (65,6%). Internet, la televisión e ir a bares o discotecas son las aficiones de un 40 por ciento. Sólo uno de cada cuatro dedica parte del fin de semana a estar con la familia. 45 Comunicando LO QUE APRENDIMOS DE JULIA MADRUGA Nuestra compañera Julia Madruga Benítez falleció el viernes 19 de marzo tras ser acuchillada varias veces presuntamente por su ex marido cuando se encontraba en una habitación de la clínica Blanca Paloma de Huelva junto a la cama de su madre enferma. Julia era colaboradora del Teléfono de la Esperanza de Huelva desde el año 2001 y dedicó gran parte de su tiempo en el servicio de Acogida a echar una mano a personas en situación de crisis emocional que acudían a nuestro Centro en busca de apoyo y orientación. Sin razón Si la violencia tuviera manos, garras serían. Si tuviera rostro la violencia, sería una máscara. Si la violencia tuviera cuerpo, sería una armadura. Y si tuviera razones, serían mentiras. Si la violencia tuviera corazón, no existiría. Enterrábamos a Julia el día y hora en que nos llegaba la primavera. Era fácil pensar que la estación donde todo florece venía a ayudarnos en nuestro dolor y nuestra rabia, para confirmarnos en que, a partir de ahora, vamos a encontrarla en la vida, y nunca en la cruel secuencia de su muerte. Porque Julia amó profundamente la vida y por ello está siempre presente en nuestro camino hacia el corazón. Era generosa, alegre, valiente, cariñosa, leal, honesta, sensible, altruista, cercana, disponible, amante de la libertad, la justicia y el compromiso con la humanidad. Una persona que sabía escuchar, alentar, comprender y sonreír a los demás, y cuyo sitio en la vida estaba en el testimonio del bien y en el empeño de crecer como persona. Y, sí, efectivamente, si alguien merecía que la primavera la acompañara para siempre, ésa era ella. 46 Con el cariño que nos da el emocionado recuerdo de su vida, resulta imprescindible comprender la urgente necesidad de dejarnos cuestionar por las grandes verdades que su dramática muerte ponen en evidencia en nuestros caminos. La presencia de lo más bajo de la dignidad humana, manifestada en la violencia, conmueve nuestro más hondo sentir desde nosotros mismos, y de nuestra nueva lucidez brota incontenible la certeza de que nuestro compromiso con la vida y el bien precisa ser irrenunciable. Porque el bien siempre prevalece sobre el mal, y ésa es la razón de nuestra esperanza para vivir sabiendo que la vida de Julia no sólo continúa entre nosotros, sino que en cada instante florece con la inocencia de las rosas de la primavera. Nos llega la hora de trabajar duro. De comprometernos con el amor para desenmascarar el miedo y el horror que la violencia nos produce. De abrazar la firmeza inagotable de nuestra presencia constante en la justicia y la paz en las relaciones personales, para llegar a un mundo donde sea impensable que nadie nunca, nunca, nunca, tenga que enterrar su cariño el día que llega la primavera. María López López Comunicando HOMENAJE A JULIO RUIZ, FUNDADOR DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA EN LA PAZ Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con la aguas de un río… Pienso que Alberto Cortez sabía lo que era perder a un amigo, a nosotros nos cuesta entender que te has ido… ¡Cómo no recordarte cada día!, ¡cómo explicar que tuviste que dejarnos, que te has marchado sin decirnos adiós, “de puntillas” como si no quisieras que se notara! Has sido un hombre que ha pasado por la existencia pensando en los demás. Fuiste un padre que, como muchos de nosotros, aprendió en el camino a serlo, siempre ocupándote de tus hijos, atento a lo que necesitaban. ¡Y qué decir de tus nietos!: eran tu alegría, a la vez que tus ojos se llenaban de tristeza cuando hablabas de tu pequeño nieto que está enfermito. Lo que nunca perderemos es el recuerdo de tu sonrisa, tu alegría a pesar de las dificultades o tu ceño fruncido porque las cosas no salían como se esperaban. Te consideramos el impulso, la energía, que nos alentaba a seguir adelante. El Teléfono no será lo mismo sin ti. Te recordaremos nosotros, tus verdaderos amigos, los que jamás te juzgamos y te entendimos como eras. Te vamos a extrañar demasiado. Sabemos que, donde estés, estás bien… y que nos vas a cuidar tanto o más que cuando estabas aquí con nosotros. Gracias a Dios porque tuvimos el privilegio de conocerte, gracias a ti por tu comprensión, por tu amor al prójimo, por tu nobleza de espíritu. ¡Hasta siempre amigo, Julio! Tus compañeros y amigos del Teléfono de la Esperanza de Bolivia. Mary Rengel Te acercaste al Teléfono. Cuando más lo necesitabas, leíste un pequeño aviso en un boletín de la Iglesia de la Exaltación donde promocionaban un Taller de Autoestima. Comentaste que eras el único varón entre muchas mujeres, eso no te desanimó y te quedaste. A partir de ese momento, nunca más te alejaste del Teléfono. Es más: siempre estuviste agradecido a nuestra institución, le tenías un especial cariño, ese sentimiento te impulsaba a luchar para que mucha gente encuentre en el Teléfono lo que tú habías encontrado. Todo lo que te quedaba por pensar, hablar o contar desapareció contigo, te fuiste y ya no podremos abrazarte. Lo más horrible de esto es el vacío, la ausencia eterna de tu cuerpo, te perdimos físicamente, es definitivo, es irrecuperable. 47 Comunicando EL JUEZ DE MENORES EMILIO CALATAYUD EN EL XX ANIVERSARIO DEL TELÉFONO DE GRANADA El sábado 23 de enero, el Auditorio de Caja Rural de Granada acogió la conferencia de Emilio Calatayud, juez conocido por sus condenas ejemplares a los menores en las que se favorece su reinserción con trabajos sociales. El acto estuvo presidido por la delegada de Bienestar Social del Ayuntamiento de Granada, Ana López Andújar, la presidenta del Teléfono de la Esperanza de Granada, Lola López Justicia, y el secretario general de ASITES, José María Sánchez Orantos. El público escuchó atentamente a Calatayud, quien enfatizó la importancia de la familia como la célula de la sociedad: “La educación comienza en la familia, después de la familia viene la escuela y el juez siempre es la última solución. Hemos pasado del padre autoritario o preconstitucional, al padre colega o postconstitucional y no hemos sabido poner un límite”. Calatayud subrayó la necesidad de hacer uso, tanto los padres como los profesores, del “principio de autoridad”, y señaló el hecho de que cada uno debe cumplir su función: “Los padres somos padres, no amigos”. “Los padres nos hemos dado cuenta de que nos hemos equivocado”, aseveró el magistrado, quien asimismo recomendó la asistencia de los progenitores a las escuelas de padres, “pues todos hemos estudiado para nuestra profesión pero no para ser padres”. Igualmente reconoció la labor de las ONG como el Teléfono de la Esperanza y el valor de la escucha. “A veces vienen para sentirse escuchados y decirnos lo mal que está la justicia. Con sólo ello, ya se van mejor que llegaron”. El juez de Menores subrayó la importancia de poner límites claros y razonables a nuestros hijos: “Como en la familia, también en la escuela y en la sociedad nos da miedo poner límites, hemos hablado a los chavales de muchos derechos y de pocas obligaciones y los menores, como no son tontos, han hecho uso de estos derechos y han olvidado los deberes”. Por otra parte, se mostró contrario a expulsar a un alumno del centro educativo 48 por una falta. “Eso sería premiarlo porque el colegio siempre ha sido un tostón. Se deben buscar otros mecanismos y el profesor debe asumir su responsabilidad”, valoró. Desde su punto de vista, parte del problema radica en que los docentes han dejado de “ser maestros” para ser “profesores”. En este mismo sentido, opinó: “Mientras el juez de Menores sea el menor de los jueces y el maestro sea el menor de los catedráticos no se valorará realmente el trabajo social que desarrollan”. El magistrado, en su disertación, también abordó cuestiones como el consumo de alcohol y drogas, muchas de ellas nuevas y desconocidas por los padres, calificó como drogas el abuso de los teléfonos móviles e Internet, y denunció el “daño” que la televisión está “haciendo a los menores”. Para Calatayud, “la televisión está lanzando mensajes dañinos, de que todo vale. Se explota demasiado al menor y no se vela por él. Podrían tener una función educativa y, sin embargo, es mal educativa”. Por otra parte, responsabilizó a aquellos psicólogos, trabajadores sociales, escuelas y sanitarios “que no hacen todo lo posible para detectar situaciones de abandono e incumplimiento de los deberes de algunos padres. Y es que no nos aclaramos. Una menor puede tomar la píldora postcoital a los 13 años, pero para hacerse un perfil en Internet tiene que tener 14 años. No se entiende. Tenemos un montón de normas para los menores, todas muy bonitas, pero que, en muchas ocasiones, chocan entre sí”. Comunicando Por ello, el juez de Menores pide un “pacto social por el menor, donde no primen los intereses partidistas, para definir el concepto de menor y defender lo que establece la ley, defender los intereses del menor. Un acuerdo que estableciera claramente qué es lo que pueden hacer o no los menores o cómo queremos reformar a los que delinquen”. Para Emilio Calatayud, en este pacto “deberían tener algo que decir los menores, por supuesto, pero también los padres, los profesores, los jueces, los fiscales, los trabajadores sociales, los pediatras…” El juez de Menores concluyó su conferencia leyendo su famoso decálogo. Los asistentes agradecieron la intervención de Emilio Calatayud con una fuerte y larga ovación. Decálogo para formar un delincuente por Emilio Calatayud 1.Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece. 2.No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente. 3.Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas. 4. No le regañe ni le diga que está mal lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad. 5.Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás. 6.Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura. 7.Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre. 8.Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar. 9.Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones. 10.Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo. 49 Directorio CENTROS DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA EN ESPAÑA ALBACETE C/ Federico García Lorca, 20-1º 02001 ALBACETE Tel.: 967 52 34 34. Fax: 967 52 34 48 E-mail: [email protected] MÁLAGA C/ Hurtado de Mendoza, 3 - “Villa Esperanza” 29012 MÁLAGA Tel.: 95 226 15 00. Fax: 95 265 26 51 E-mail: [email protected] ALICANTE C/ Benito Pérez Galdós, 41-Entr. C 03005 ALICANTE Tel.: 96 513 11 22. Fax: 96 512 43 49 E-mail: [email protected] MURCIA C/ Ricardo Zamora, 8 30003 MURCIA Tel.: 968 34 34 00. Fax: 968 34 35 66 E-mail: [email protected] ALMERÍA Plaza Administración vieja, 1-1º izda. 04003 ALMERÍA Tel.: 950 26 99 99. Fax: 950 26 07 89 E- mail: [email protected] OVIEDO Avda. de Bruselas, 4 bajo 33011 OVIEDO Tel.: 985 22 55 40. Fax: 985 27 65 00 E-mail: [email protected] BADAJOZ C/ Ramón Albarrán, 15-1º dcha. 06002 BADAJOZ Tel.: 924 22 29 40. Fax: 924 25 65 08 E-mail: [email protected] PALMA DE MALLORCA C/ Miguel Marqués, 7 - 1º 07005 PALMA DE MALLORCA Tel.: 971 46 11 12. Fax: 971 46 17 17 E-mail: [email protected] CÁCERES Avda. de los Pilares, 1- bloque 8-3ºB 10002 CÁCERES Tel.: 927 62 70 00. E-mail: [email protected] PAMPLONA C/ San Blas, 13 - bajo 31014 PAMPLONA Tel.: 948 23 70 58. Fax: 948 38 20 34 E-mail: [email protected] CASTELLÓN C/ Segorbe, 8 12004 CASTELLÓN Tel.: 964 22 70 93. Fax: 964 22 02 58 E-mail: [email protected] SALAMANCA C/ Pollo Martín, 34 - 2º dcha. 37005 SALAMANCA Tel.: 923 22 11 11. Fax: 923 22 62 35 E-mail: [email protected] GRANADA C/ Horno del Espadero, 22 18005 GRANADA Tel.: 958 26 15 16. Fax: 958 26 15 06 E-mail: [email protected] SANTIAGO DE COMPOSTELA C/ Diego de Muros, 16 - 1º 15701 SANTIAGO DE COMPOSTELA Tel.: 981 51 92 00 E-mail: [email protected] HUELVA Avda. de Andalucía, 5 - 1º A 21004 Huelva Tel.:959 28 15 15. Fax: 959 54 07 27 E-mail: [email protected] SEVILLA Avda. Cruz del Campo, 24 41005 SEVILLA Tel.: 95 457 68 00. Fax: 95 458 23 75 E-mail: [email protected] LAS PALMAS DE GRAN CANARIA C/ Mesa de León, 4 - 3º dcha. 35001 LAS PALMAS DE G.C. Tel.: 928 33 40 50. Fax: 928 33 60 60 E-mail: [email protected] TOLEDO C/ Cardenal Tavera, 20 - 1º dcha. 45003 TOLEDO Tel.: 925 23 95 25 E-mail: [email protected] LEÓN Avda. Padre Isla, 28 4ºIzda 24002 LEÓN Tel.: 987 87 60 06 E-mail: [email protected] VALENCIA C/ Espinosa, 9- 1º- 1ª 46008 VALENCIA Tel.: 96 391 60 06. Fax: 96 392 45 47 E-mail: [email protected] LOGROÑO C/ Duquesa de la Victoria, 24 -1º dcha. 26003 LOGROÑO Tel.: 941 49 06 06 E-mail: [email protected] VALLADOLID C/ San Fernando, 7 - Local 47010 VALLADOLID Tel.: 983 30 70 77 E-mail: [email protected] MADRID C/ Francos Rodríguez, 51 - Chalet 44 28039 MADRID Tel.: 91 459 00 50. Fax: 91 459 04 50 E-mail: [email protected] ZARAGOZA C/ Lagasca, 13 - 1º 50006 ZARAGOZA Tel.: 976 23 28 28. Fax: 976 23 41 40 E-mail: [email protected] 50 Directorio CENTROS DEL TELÉFONO DE LA ESPERANZA EN EL MUNDO BARRANQUILLA (COLOMBIA) Calle 53, 50-53 BARRANQUILLA Tel.: (00 57 5) 372 27 27 E-mail: [email protected] MEDELLÍN (COLOMBIA) Calle 57 45 - 129 Tel.: (00 57 4) 284 66 00 E-mail: [email protected] BOGOTÁ (COLOMBIA) Cra 25 calle 48-11 4813 BOGOTÁ Tel.: (00 57 1) 323 24 25 E-mail: [email protected] OPORTO (PORTUGAL) Rua Duque de Loulé 98, 2º esq Tel.: (00 351) 222 03 07 07 E-mail: [email protected] BUENOS AIRES (ARGENTINA) Avenida Rivadavia, 2134 BUENOS AIRES (capital federal) Tel.: (00 54 11) 495 444 55 E-mail: [email protected] QUITO (ECUADOR) C/ Capitán Edmundo Chiriboga N-47227 Tel.: (00 593 2) 6000 477 / 2923 327 E-mail: [email protected] CHILLÁN (CHILE) C/ 18 de septiembre, 456 380-0650 CHILLÁN Tel.: (00 56 42) 22 12 00/02/08 E-mail: [email protected] SAN PEDRO SULA (HONDURAS) Colonia Alameda, 13 y 14 Avenidas, 5ª calle, N.E. 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