Domingo XXIV del Tiempo Ordinario, Año A - 11 de Septiembre de 2011 TEMA: «¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE PERDONAR A MI HERMANO?... ¡TEN PACIENCIA Y TE LO PAGARÉ TODO!» Hoy en el evangelio de Mateo Jesús nos habla del perdón cristiano. Nosotros creemos que Dios es infinitamente misericordioso y perdona todo pecado, por más grande que sea. Pero Él quiere que también nosotros perdonemos a todos aquellos que nos ofenden con algún pecado. Los pecados no son solamente ofensas contra Dios; también algunos pecados son ofensas contra nuestros hermanos.. Por eso Pedro se le acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Y Jesús le responde: “No sólo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete veces. Siete veces eran ya muchas, pero Jesús quiere que perdonemos a nuestros hermanos siempre. ¿Por qué Jesús nos pide perdonar siempre? Porque Dios es un Padre misericordioso y nos perdona a nosotros siempre que lo ofendemos. Cuantas veces cometemos un pecado Dios nos perdona siempre, si nosotros estamos arrepentidos. Lo mismo debemos hacer nosotros con los demás. Jesús no aceptaba la ley de los judíos según la cual “hay que pagar diente por diente”; Jesús quiere que seamos todos misericordiosos con nuestros hermanos. A veces es difícil perdonar las ofensas de nuestros hermanos, sobre todo cuando las ofensas que recibimos son muy graves. Pero Jesús perdonó a sus perseguidores y a aquellos que lo crucificaron, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. 1. El que no tiene compasión de su semejante no puede pedir perdón de sus pecados. (Ecl. 27, 33; 28,99). En el Libro del Sirácida o del Eclesiástico Dios condena el rencor y la cólera como cosas abominables. “El Señor se vengará del rencoroso y tendrá en cuenta todos sus pecados” no dice el autor de este libro. “Perdona el pecado de tu hermano, y así cuando pidas tú perdón a Dios por tus pecados, Él te los perdonará”. Es lo mismo que nos enseña Jesús en el evangelio de hoy. No podemos pedir a Dios perdón por nuestros pecados, sino perdonamos nosotros a los demás. Dios es un Dios justo, pero se venga de los injustos. Dios es siempre misericordioso con nosotros y nos perdona todos nuestros pecados, pero si no tenemos compasión de nuestros hermanos, ¿cómo puede Dios tener misericordia de nosotros? En toda la Sagrada Escritura vemos cómo Dios se compadece de los pecadores. El profeta Isaías nos dice que “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que éste se arrepienta y viva”. De hecho Dios no creó la muerte de nadie; fue el pecado el que trajo la muerte, opero Dios vence la muerte por medio de su amor y de su misericordia con todos los pecadores. Pero si el pecador no quiere arrepentirse, entonces Dios no le perdonará. 2. El salmo responsorial 102 nos hace repetir esta frase: El Señor es compasivo y misericordioso. Este salmo nos invita a confiar en la misericordia de Dios, porque Él perdona todos nuestros pecados, nos rescata del sepulcro y nos llena de su amor y su ternura. El Señor no nos guarda rencor; no nos paga según nuestros pecados ni nos ni9 nos trata como merecen nuestras culpas.omo un padre es compasivo con sus hijos, así Dios es compasivo con los que lo aman. 3. Si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos. (Rom. 14,7-9). Para Dios vivir o morir es lo mismo. Él nos creó para vivir, pero ya sea que vivimos o que hayamos muerto somos del Señor. Cristo murió y resucitó a una vida nueva para ser Señor de vivos y de muertos. Dios es el Dios de la vida, no de la muerte; por eso podemos decir que también nosotros estamos llamados a vivir para Dios. En realidad la muerte para Dios no existe. Todos estamos vivos para Dios, aunque ya muchos hayan muerto a esta vida. Cristo venció nuestra muerte con su misma muerte y nos salvó con su resurrección. Este es uno de los puntos más sobresalientes de la teología paulina. Cristo nos ha perdonado todos nuestros pecados con su misma muerte y nos ha dado la vida nueva, la vida de la gracia, por su resurrección. Nos ha mostrado así su infinita misericordia. Cristo Jesús no vino para condenar al mundo por sus pecados, sino a salvarlo con su muerte y resurrección. 4. “Siervo malvado, no debías tú tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti”. Jesús en el evangelio, después de haber contestado a Pedro que hay que perdonar “hasta 70 veces siete”, explica la misericordia de Dios por medio de una parábola: el Rey que perdona a su siervo una deuda millonaria. Es Dios quien perdona a los pecadores todas sus faltas y pecados. Así como Dios le había perdonado esa deuda a su siervo, también él debía perdonar a su compañero que le debía poco dinero. El Rey le perdonó a su siervo esa deuda muy grande, porque él se lo suplicó, de otra manera hubiera perdido todas sus propiedades y su misma familia. Pero aquel siervo malvado no quiso perdonar a su compañero y lo pudo en la cárcel hasta que no le pagara toda su deuda. Dios hará lo mismo con nosotros si no tenemos compasión de nuestros deudores. Nosotros hemos contraído una deuda muy grande con Dios con nuestros pecados. Dios, sin embargo, nos ha perdonado todo. Por eso, debemos también nosotros perdonar a nuestros semejantes no sólo siete veces, sino hasta 70 veces siete, es decir, siempre. No se trata aquí de una deuda material (millones de pesos), sino de una deuda espiritual, moral. Las deudas materiales hay que pagarlas siempre, pero tenemos aquí que considerar las razones por las cuales una persona no puede pagar sus deudas. Si no puede pagarlas con dinero, podrá pagarlas con horas de trabajo o con algunos bienes materiales que él posea. En nuestras relaciones con Dios, nuestras deudas son los pecados que hemos cometido contra Dios. Estos se pagan con el arrepentimiento. Si nos arrepentimos sinceramente de nuestros pecados, Dios nos perdonará todo y nos revestirá de su gracias. Es propio de Dios perdonar las ofensas que cometemos contra Él, siempre y cuando nos arrepintamos sinceramente de ellas. Dios es misericordioso con todos nosotros y nos perdona siempre. ACTUALIZACION DEL EVANGELIO: Dios ajustará las cuantas con sus servidores. Todos somos servidores de Dios y Dios un día nos pedirá cuentas. Si le debemos mucho, como aquel siervo que le debía millones a su señor, tendremos que pagárselos todos de una manera o de otra. Después de haberle perdonado todas sus deudas, aquel siervo fue y le dijo a su compañero: “Págame lo que me debes? El deudor le dijo: “Ten paciencia y te lo pagaré todo”, Pero él no quiso esperar y lo llevó a la cárcel hasta que no kle pagara su deuda, que era muy pequeña. Cuando lo supo el rey se encolerizó y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné toda tu deuda que era muy grande. ¿No deberías tú hacer lo mismo con tu compañero?” El rey lo puso en la cárcel hasta que le pagara lo que le debía. También con nosotros Dios ajustará cuentas y nos castigará severamente si no perdonamos a nuestros hermanos. Nuestra situación en México. En México hay unos 31,000 funcionarios del gobierno que ganan la misma cantidad que gana el presidente del gobierno de España, y unos 8,000 ganan tanto cuanto el Secretario de la Defensa de Estados Unidos. ¿Cuánto no ganará el Presidente de México? Gana mucho más que cualquier otro presidente en el mundo. Esta es una verdadera injusticia, ya que en México hay unos 47 millones de pobres, que no ganan ni siquiera el salario mínimo. Y además ellos tienen todos los gastos de su trabajo pagados. Eso es un verdadero robo a los trabajadores de México. Ciertamente a ellos Dios les pedirá cuantas de todos esos millones que deben al pueblo. ¿Podrán ellos pagar todos esos millones que se roban? Tal vez ganen menos que los narcotraficantes, pero son sumas demasiado excesivas. Dios les pedirá cuentas de lo que roban al pueblo. Si al menos crearan más fuentes de trabajo y dieran a los trabajadores un justo salario, ya sería suficiente, pero en México no hay suficiente empleos y los salarios son muy bajos. Los pobres son siempre más pobres y los ricos se hacen más ricos. Estos tienen también el deber de ayudar a tanta gente necesitada, que prefiere dejar el país, antes que morir de hambre. En Estados Unidos hay más de 50 millones de hispanos, en su mayoría mexicanos. Aunque muchos de ellos estén como ilegales, tienen la posibilidad de trabajar y ganar diez veces más de lo que ganarían en México. Muchos arriesgan ser deportados de nuevo a México, pero por lo menos tienen algo que comer y con que ayudar a sus familias. “Dios arriesgó mucho al crear al hombre libre. Arriesgó que el hombre rechazara su amor y que sea capaz, negando la verdad más honda de su libertad, de matar y pisotear a su hermano. El pagó el precio más terrible con el sacrificio de su Hijo en la cruz. Somos el riesgo de Dios, pero un riesgo que se supera infinitamente con su Divina Misericordia”. (Papa Benedicto XVI). P. José O. Flores, MCCJ - [email protected]