AUTORA: Melody Moreno Moreno Barrueco CENTRO: I.E.S. “Fray Diego Tadeo” Tadeo” CURSO: 4º de la ESO ESO GRUPO: 4º I Melody Moreno Moreno Barrueco 4º I Era día 23 de marzo de 1808, el reloj de la plaza del pueblo marcaba las doce, el silencio predominaba en el ambiente de la ciudad, pero esta calma duraría poco tiempo ya que sería rota por los disparos y bombardeos de los franceses. Habían entrado en Madrid, donde una numerosa tropa de soldados, capitaneada por un tal Joaquín Murat, empezó a obstruir las vías de tránsito. Allí estaba yo, una chica inocente de 15 años, con la mirada perpleja y sin consciencia de la guerra horrible que se sucedería pocos meses más tarde. Las tropas españolas y algunos valientes se lanzaban a la defensa de sus gentes frente al poderoso e invencible ejército napoleónico que con el pretexto de conquistar Portugal habían entrado en nuestro país. Cada uno se defendía como podía: unos corrían para esconderse en sus cases, otros atacaban sin resultado a los soldados con rudimentarias armas, las mujeres corrían despiadadamente para no ser violadas. Pero no todas tenían tanta suerte y no conseguían escapar. Unas se vencían y eran violadas y maltratadas, otras se armaban de valor y se defendían. En poco tiempo los soldados franceses se hicieron con el control de la ciudad. Empecé a correr al ver las tropas venir hacia mí, choqué con varias ancianas que cayeron al suelo, quise darme la vuelta para ayudarlas a levantarse pero era demasiado tarde, decidí no arriesgar mi vida por salvar la de unas ancianas que no aguantarían mucho tiempo pues en sus rostros se reflejaba el achaque de los años y las duras consecuencias de las epidemias que azotaban nuestra sociedad en aquella época; y rápidamente encontré un escondite –detrás de un muro derrumbado por un bombardeo del ejército francés- donde resguardarme hasta que pasara esta tormenta, miré hacia todas las direcciones que ese pequeño escondrijo me permitía avistar, pero no encontraba a mis padres. –Seguramente hayan escapado- pensé, -¿Pero… y si no lo han conseguido?, la idea de que tal vez no volviera a ver a mi familia me asustó, me sentía inútil e inofensiva, tenía mucho miedo, pero continué buscando a pesar del peligro de ser descubierta. Desde allí presencié una escena que haría reflexionar a muchos sobre el papel de la mujer en la sociedad del siglo XIX, dos mujeres no habían conseguido escapar de las manos de los soldados franceses y comenzaron un forcejeo que se preveía que acabaría en tragedia. Empezó una fuerte pelea, las mujeres armadas de valor luchaban, intentaban escapar pero no podían, la gente alrededor gritaban: -¡Dejadlas, no han hecho nada!-. Pero el miedo a ser fusilado o encarcelado de aquellas gentes les impedía ayudarlas. Una de ellas consiguió hacerse con la espada del soldado tras un forcejeo y le propinó una brutal estocada que acabó con la vida del soldado francés y rápidamente salió corriendo sin mirar atrás aunque apenada por no poder ayudar a su amiga, la otra mujer sollozando de dolor al intentar ampararse del batallador francés que la retenía cogiéndola de los pelos, pedía ayuda desesperadamente, pero de nuevo nadie la socorrió y el guerrillero francés la abatió tras un fuerte golpe en la cabeza. Yo al ver esto quedé asombrada de la valentía de las mujeres durante la Guerra de la Independencia. Había oído hablar de una tal Agustina de Aragón, pero sin duda aquella situación me demostró que la actuación de la mujer en la guerra sería sin duda la clave para conseguir la victoria. Cuando comprobé que la situación se había calmado salí de mi escondite y mis ojos contemplaron el rastro de sangre que había dejado el ejército de Murat en Madrid, pero esto no había acabado, había sido simplemente el comienzo de una larga, terrible, sangrienta y dolorosa guerra; que más tarde no sólo acabaría con la vida de muchos españoles y franceses, también acabaría convirtiéndome en una más de los miles de niños huérfanos de la guerra.