Recepción Literaria frente los condicionamiento sociales

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El efecto y la recepción literaria ante los condicionamientos sociales
La captación del mundo no es el
resultado de una adjudicación arbitraria
de sentido por parte de individuos aislados,
sino que comienza con que el individuo
acepta un mundo en el que ya viven otros.
Los estudios sobre los efectos del arte han suscitado preocupaciones desde la antigüedad, de aquí que la
historia de la recepción literaria deba remontarse a los primeros tratados sobre la estética; entre los principales
se postulan: el Arte poética de Aristóteles, que presenta la manera como se introduce el mundo en la literatura
y, a la vez, una estética de la recepción al introducir términos como el de Catarsis refiriéndose a los efectos
que produce en el público la experiencia estética y el desarrollo de las buenas obras, las que de acuerdo a su
nivel de perfección podían generar miedo, compasión o lástima. Por otro lado se tiene la Crítica del juicio de
Kant que, de forma similar, proporcionó un amplio conocimiento sobre el arte y los efectos que causaba.
Sin embargo, y a pesar de estos aportes preliminares, no se amplio el conocimiento sobre tales enseñanzas ni
se suministró reconocimiento al lector, al contrario, algunas décadas después de Kant se originó el
estructuralismo. Corriente que intentó aplicar a la literatura la teoría lingüística de Saussure, declarando que el
significado de los textos nacía de la relación entre significado−significante y que este signo tenía que ser
estudiado como objeto de valor en sí mismo y sin dependencias a una realidad externa.
Mijail Bajtín por su parte, aunque fue uno de los representantes del formalismo ruso (escuela que se centra en
la noción de forma, tanto de las palabras como de las estructuras lingüísticas y literarias dejando de lado la
función, la significación, la sincronía o la diacronía) fijó su atención en el signo en su aspecto socio−cultural,
postulando que el lenguaje debía ser visto en su forma dialogada con el entorno social que lo modifica y
transforma. Con estos planteamientos se da un primer paso −aunque pequeño− para que se piense la
dimensión cultural partícipe en los textos como una de las características del estudio de la recepción literaria.
En 1967 Hans Robert Jauss en una conferencia dada en Constanza inaugura lo que se conoce como Teoría de
la recepción y la desarrolla a partir de una tesis que propone: −concordando a veces con Bajtín− apartar el
historicismo de la literatura; fundar una estética de la recepción y del efecto basada en la experiencia del lector
y tener en cuenta el aspecto histórico, político, cultural en el que se desarrolla la obra. Con ello se busca
comprender el sentido y la forma del texto en el desarrollo histórico de su concepción.
A parir de ese momento el interés por comprender la comunicación que se establece en el acto literario
autor−texto−lector crece a pasos agigantados. En este tránsito la ciencia literaria instaura un cambio de la
estética de la recepción a la estética del efecto, con la intención de mostrar los dos lados de la relación
texto−lector: el efecto como el aspecto de la concretización condicionado por el texto, y recepción como el
aspecto de la concretización condicionado por los destinatarios. Así mismo, los conceptos sufren
transformaciones, en palabras de Naumann se va de la propiedad de la obra de manipular la recepción,
acuñándola bajo la noción de propuesta de recepción; hasta el lector como las formas sociales de recepción.
Es aquí precisamente, en el descubrimiento del lector como un ser social que se construye a partir de las
relaciones de alteridad, en que se encuentra la característica principal del análisis de la estética de la
recepción: el lector posee un capital cultural y desde ahí mira la obra, la construye y le da significado
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partiendo de su experiencia personal y de los conocimientos previos a ella (algo similar a lo que Gilles
Thérien definía como la escalera, haciendo referencia a esa bagaje cultural o enciclopedia mental con que
cuenta cada sujeto y que le permite desarrollar reflexiones o comprender determinados hechos); la aceptación,
el rechazo, los sentidos e incluso la valoración que le otorga están condicionados por el mundo vital en el que
se encuentra.
El carácter polisémico de la literatura se lo brinda el sujeto−lector. El texto se legitima por disposiciones
histórico−sociales, es entonces cuando los condicionamientos sociales entran a tomar partido en la recepción
de los textos.
Estos condicionamientos los he dividido (siguiendo un marco fijado por Gunter Grimm) en 4 asuntos
fundamentales: las traducciones, la crítica literaria y el canon, la constelación política de cada país y
finalmente, las ideologías dominantes. Todos ellos abarcados con la intención de demostrar algunos de los
problemas que limitan la recepción literaria y que han servido de base para edificar los marcos de su teoría.
Las traducciones
El papel del traductor consiste en trasladar un objeto espiritual de una esfera cerrada a otra, en operar una
transferencia entre dos mundos sutilmente incomunicables. El lector está sometido tanto a las implicaciones
que conlleva el hecho de pertenecer a otra cultura, como a las manipulaciones que se hacen en el momento de
la traducción del texto:
Pues una obra literaria es una pieza que está integrada desde la raíz del idioma, dentro de un
sistema cultural al que está unida en tan tupido juego de implicaciones que el mero intento
de aislarla, segregarla y extraerla del ámbito a que pertenece, para injertarla en otro distinto,
comporta −cualquiera que sea la delicadeza y habilidad de la mano
que se arriesgue a ello− una desnaturalización que falsea su sentido.
Al ser lectores de una obra que ha sido traducida, tenemos que estar dispuestos a encontrar: cambios de
palabras, eliminación de oraciones o la posición incorrecta de las palabras que alteran el significado. A este
respecto, y a manera de burla, dice el escritor argentino Julio Cortazar:
Una vez escribí un cuento y lo tradujeron al ingles, del ingles lo tradujeron al alemán, del alemán lo tradujeron
al francés y cuando yo lo leí me gustó tanto que lo traduje al español.
Otro ejemplo que se puede traer a colación es la traducción de Las mil y una noches a cargo de Antoine
Galland, la primera versión europea (y la primera edición impresa), fue una traducción al francés de quien se
dice agregó relatos que no incluía el texto original.
La recepción de los textos traducidos implica una limitación para la apropiación libre del texto, tanto por las
variaciones del significante como por los significados inmanentes a su cultura.
La recepción ante la crítica y el canon literario
El crítico debe esmerarse en establecer el sentido del texto que estudia, su método consiste en informarse lo
suficiente, manejar correctamente la información e interpretarla de manera plausible. Él es quien debe evitar
los juicios morales o inclinados por ideologías y poner toda su erudición ante la obra y al servicio de los
lectores.
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Empero, se debe admitir que la crítica es siempre incompleta, ya que la obra como toda realidad empírica, no
se deja aprehender desde ningún punto de vista y por tanto, el papel del crítico consiste en establecer un
equilibrio entre la sensibilidad a las obras y la capacidad de pensarlas .
En el campo de la recepción es, por lo general, el crítico quien permite o no la entrada de las obras al acervo
cultural. Los individuos siempre estamos sujetos a las opiniones ajenas, es importante para nosotros tener a
alguien que decida o argumente por que determinado objeto debe ganarse nuestro elogio, y en la literatura
siempre se espera la revisión de los críticos para decidir introducirnos en el texto. Pero el problema consiste
en que ellos no disponen de todo el material que se publica, lo que excluye ampliamente gran parte de la
literatura y por tanto la recepción es deficiente; por otro lado, los críticos forman un canon hermético, que no
permite que otras obras sean introducidas o si lo logran, tengan que ser vistas a través de una jerarquización.
Este es el caso Latinoamericano con el fenómeno del Boom: para la crítica el boom denominó lo máximo de
la literatura hispana, Vargas Llosa, Borges, Carlos Fuentes, Bioy Casares entre otros, dijeron todo lo que
había que decir y desde esa perspectiva el resto de la literatura que se publicaba o no alcanzaba los logros de
estos autores o eran etiquetados como la literatura pos−boom, toda antología pretendía erigirse como
paradigma frente al modelo existente. El canon en la literatura Colombiana también presenta un claro
ejemplo: Cien años de soledad de Gabriel García Márquez ha sido nuestra obra cumbre, en detrimento de
otros textos que por la falta de visión crítica no se han tomado en cuenta, entonces pasamos a hablar de lo pre
y pos−Garciamarquiano o de matar al padre cuando la demás literatura que se ha publicado abre paso a un
nuevo fenómeno, autónomo e independiente de ello.
Constelación política nacional
Las costumbres, la tradición, la moral o el régimen político de cada país determinan tanto la acogida de los
textos como la traducción que debe hacerse. Las obras del Marqués de Sade estuvieron prohibidas hasta bien
entrado el siglo XX pues eran tachadas de perversas, y con un fuerte contenido erótico que atentaba contra la
moral y las costumbres de los ciudadanos de bien.
Las mil y una noches también es clave en este aspecto, pues sus traducciones eran guiadas según la ideología
de cada nación. La traducción hecha por Galland fue expurgada de los contenidos eróticos y cambiados por
escenas más tranquilas, ya que en algunas partes de Europa se tenía la costumbre de leer los libros en familia
y estos relatos no podían llegar a los oídos de la juventud. En cambio Richard Francis Burton realizó una
traducción de 16 volúmenes que contenía todos los matices eróticos del material original.
Los condicionamientos políticos dominan en gran medida los asuntos aparentemente culturales −y por tanto
libres− brindando desde su dimensión la recepción que habrá de llegar a los ciudadanos.
Las ideologías dominantes
Carlos Fuentes dice que el arte es siempre el resultado de una experiencia y no de una ideología previa a los
hechos. La ideología exige coincidencia entre sus postulados y los hechos: clama y llama a traición cuando tal
coincidencia no existe. Pero como la coincidencia no existe nunca y como la ideología no puede denunciar a
la vida, mejor denuncia a la obra literaria y artística que traiciona la identidad ideológica. La obra artística
siempre se sustrajo, en su efecto no violento, no dominable y por ello subversivo, a todos los dominios
ideológicos y al dominio de instancias sociales.
El problema consiste no en los dominios predominantes en el texto sino en el lector como participante de una
sociedad; es bien sabido que las ideologías o instancias culturales presentes en un contexto social determinan
las acciones de los individuos y las interpretaciones simbólicas de las variantes culturales. El público receptor
reflexiona sobre el texto en función de estas dimensiones. El condicionamiento social en la recepción existe
cuando estos espacios incurren en la interpretación de los textos y en la praxis estética.
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Me referiré exclusivamente a la ideología planteada por los medios de comunicación masiva y por la moral,
no por que sean los más importantes sino por que son los que de forma decisiva afectan la recepción literaria.
En primera medida es indispensable entablar una relación de la situación de las artes bajo la manipulación de
las industrias culturales y la actividad moralizante. Jauss revela que
La prohibición de imágenes, por ejemplo, que revivió periódicamente bajo el
dominio de la iglesia, no amenazó menos a la praxis estética que la inundación de
imágenes por nuestros medios masivos de comunicación .
Las industrias culturales proporcionan a las artes una repercusión más extensa que la lograda por las campañas
de divulgación, ellas alcanzan un público mínimo comparado con el que logran los discos, los casetes y la
televisión. Los fascículos culturales y las revistas de moda vendidas en pequeños puestos llevan las
innovaciones artísticas a quienes nunca visitan los museos o las librerías; entonces la recepción en una cultura
industrializada presenta la misma esencia que en la edad media tenía el modelo escolástico de la lectura: se
intenta abarcar la mayor cantidad de información por medio de compendios reducidos que no capturan la
profundidad del texto. Además, la experiencia estética se vuelca a un materialismo, su interés son las
ganancias monetarias, se deja a un lado la alta cultura que exige, en cierta medida, un nivel de rigurosidad y
conocimiento, para introducir objetos más fáciles de comprender o que deriven de la moda de la época. Para
citar un ejemplo tenemos el caso del escritor brasileño Paulo Coelho quien ha tenido una repercusión amplia
en la literatura, lograda por la función propagandista de los medios de comunicación, pero el dilema consiste
en saber cual es el tipo de literatura que escribe, o si en verdad es considerada literatura. De aquí que la
recepción de las obras se incline bajo otras perspectivas que poco tienen que ver con el arte y, que las
verdaderas creaciones sean marginadas y no lleguen al público para quien fueron hechas.
Al mismo tiempo, estas prácticas originan una división del público, como ya lo decía Marx la producción no
sólo engendra un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto. Surge la separación de las artes
(arte culto−arte popular) y se acuñan conceptos como los de alta literatura o cine independiente en
contraposición a lo comercial.
La ideología moral se dirige casi por el mismo sendero, como había dicho anteriormente al hablar de la
constelación política, aquí la recepción parte de las costumbres, de la división entre lo bueno y lo malo. Ello
conduce a visiones moralistas de las obras, se le conceden a los textos interpretaciones por fuera de los límites
o se niega su esencia artística por que no cumplen con las convenciones sociales. Un buen ejemplo se presenta
con el libro El evangelio según Jesucristo de José Saramago, que fue repudiado en Portugal por sus opiniones
respecto a la iglesia dejando a un lado el aspecto estético que contenía; o Los versos satánicos de Salman
Rushdie, que de igual manera fue criticado por el ayatolá del Islam y fue prohibido por que atentaba contra la
fe musulmán. Los alcances de esta ideología llegaron incluso a realizar un atentado contra el editor del libro.
Es así como las ideologías condicionan la recepción de los textos, a la vez que se encargan de formar un
público fácil, desinteresado por los sublimes logros poéticos del arte o interesado por aquellos que no
contienen más que el reflejo de los gustos actuales.
El análisis de los condicionamientos sociales en el marco de una estética de la recepción conduce finalmente a
un planteamiento sobre la experiencia estética que de acuerdo con Kant se caracteriza en su parte receptiva,
como una recepción en libertad. En la medida en que el juicio estético pueda dar tanto el modelo de un juicio
desinteresado, no forzado por ninguna necesidad, así como también el modelo de un consenso abierto, no
determinado de antemano por conceptos y reglas.
BIBLIOGRAFÍA
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Ayala, Francisco. Problemas de la traducción. Madrid: Taurus, 1965.
Canclini, Néstor García. Culturas Hibridas. México: Grijalbo, 1990.
Dietrich, Rall. En busca del texto: teoría de la recepción literaria. México: Universidad Nacional Autónoma
de México, 1993.
Fuentes, Carlos. Valiente mundo nuevo. Narrativa Mondadori, 1995.
Iser, Wolfgang. El acto de leer: teoría del efecto estético. Madrid: Taurus, 1987.
Todorov, Tztevan. Crítica de la crítica. Barcelona: Paidós, 1991.
El propósito de dejar atrás el historicismo no significa que una nueva teoría de la literatura se instaure en la
superación de la historia, sino en el conocimiento de aquella historicidad que le es propia al arte y la distingue.
Rall Dietrich, En busca del texto: teoría de la recepción literaria. Hans Robert Jauss, Experiencia estética y
hermenéutica literaria. México : Universidad Nacional Autónoma de México, 1993. Pág. 76
Es de anotar que la teoría de la recepción literaria venía siendo estudiada (aunque con algunas diferencias)
desde algunos años atrás principalmente por la ciencia literaria de Alemania occidental: en 1956 Christa Wolf
expresó el efecto de la obra como uno de los criterios de la estética marxista y Georg Lukács en 1963 había
hablado sobre la catarsis y sobre lo posterior a la vivencia receptiva.
Ver nota 1. Pág. 78
Ayala, Francisco, Problemas de la traducción, Madrid: Taurus, 1965, p. 15.
L´ Ecrivain et ses travaux, Corti, 1967.
Jauss, Hans Robert, Poética y hermenéutica, (ed. por H. Weinrich, en Fink, Manchen, 1975)
Para no caer en la contradicción es necesario aclarar que el artista no es concebido como un sujeto al margen
de las determinaciones sociales, él también se construye partiendo de concepciones del mundo en el que
habita, la diferencia consiste en que él puede pensar determinadas cosas o actuar de cierta manera sin
incluirlas en su obra, es decir, el mundo que se construye en el texto no tiene que coincidir con el mundo del
autor o con sus ideologías en caso de que las tenga.
Literatura no en cuanto a los rasgos de la literariedad que si posee, sino en cuanto al uso del lenguaje, al
desarrollo de los acontecimientos y el carácter estético del material.
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