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INSTITUTO DE HERMANAS BETHLEMITAS HIJAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE
JESÚS
Casa General
ORACIÓN COMUNITARIA
Para la oración comunitaria la invitación es orar otro parte del texto sobre la humildad escrito
por el P. Sabino Matera
LA HUMILDAD BETHLEMITICA
El santo niño en Belén:
“Y este es el signo: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,12)
a.
El nacimiento de Jesús
b.
El anuncio de los pastores
“En la misma región había pastores que estaban en el campo, cuidando sus rebaños durante las
vigilias de la noche. 9 Y un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de
resplandor, y tuvieron gran temor. 10 Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo
buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; 11 porque os ha nacido hoy, en la
ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. 12 Y esto os servirá de señal: hallaréis a un
niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre…”
- PORQUE OS HA NACIDO HOY, EN LA CIUDAD DE DAVID, UN SALVADOR
(Lc 2, 11-12)
El niño es calificado con tres títulos nuevos, títulos no solo ontológicos como en la Anunciación (Hijo
del Altísimo1,32; Hijo de Dios, Santo 1,35) sino, títulos funcionales, que se refieren precisamente al
pueblo.
1. SALVADOR - Explicita el sentido del nombre de Jesús (1,31), sentido que se había prospectado a
partir del comienzo de numerosas alusiones etimológicas (1,31. 47. 69. 71. 77). Aparece como la
revelación viviente de la benevolencia de Dios por cada hombre.
2. CRISTO – (Hebreo: Mesías) es decir UNGIDO con la unción real, aparece aquí por primera vez en el
Evangelio de Lucas (2,6). Sin duda fue insinuado en 1, 32-33, pero solo se explica en la “ciudad de
David” (2,4.11), porque califica al Mesías. Se anuncia como la esperanza del mundo, vencedor del
pecado y de la muerte.
RETIRO OCTUBRE
AÑO DE LA FE 2012 - 2013
“…Y también José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se
llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, 5 para inscribirse junto con María,
desposada con él, la cual estaba encinta. 6 Y sucedió que mientras estaban ellos allí, se cumplieron
los días de su alumbramiento. 7 Y dio a luz a su hijo primogénito; le envolvió en pañales y le acostó
en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón…”
“VAMOS A BELÉN, A VER QUÉ HA SUCEDIDO Y EL SEÑOR NOS HA MANIFESTADO” (Lc 2, 15b)
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3. SEÑOR – Aparece todavía de manera ambigua en la profecía de Elizabeth (1,43). Aquí el título de
Señor es proclamado de manera directa y fuerte, como en la profesión de fe en el bautismo, la cual
confiesa que Jesús es el Señor. Este tercer título fluye sobre el plano ontológico y va comprendido
en el sentido más fuerte: MESIANICO Y DIVINO en 1,43 como en 2, 11.
Esto contrasta de manera asombrosa con la pobreza del signo dado a los pastores. Los cuatro términos
que distinguen tal signo acumulan las características de la humildad:
-
Infante. (impotencia, sin palabras)
Envuelto (amarrado, ligado)
Acostado, puesto (como lo será en la tumba), según el doble valor del keímenon (Lc 23, 53)
En un pesebre, lugar para animales, signo de marginación, fuera del ambiente humano, donde
el Mesías no fue acogido (2,7).
Esto es claro según Lucas, que utiliza la misma convergencia en Cristo Señor en Hech 2,36 (único caso del
N.T): “sepa con certeza toda la casa de Israel: Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús que ustedes
crucificaron” Aquí como en 2, 11 la proclamación gloriosa de Jesús como Señor y puesta en relación con su
humillación: en la cruz, y en Lucas 2,12 en el pesebre, donde el Señor infante (brephos: 2,12.16) es
recostado.
- El Mesías que nace en Betlemme encuentra su nexo
- Con la realeza davídica (2,4 y 11)
- Y con la humildad que lo hace bajar hasta la miserable condición humana (2,7.16)
Para los pastores de Betlemme, encontrar al niño “envuelto en pañales y acostado en un pesebre” debe
ser, según el sentido del sagrado texto, el signo para reconocer que este niño es el salvador, el Cristo Señor.
Esto significa que entre Dios y los hombres sobre la tierra ahora hay paz y que a los hombres de esta
manera se les ofrece, real y definitivamente, consejos, orden y esperanza. Pañales y Pesebre parecen decir:
miseria, pobreza, privación y necesidad.
“Este es el signo”
¿Quién, en esto, buscará el milagro que Dios en lo alto del cielo y el hombre sobre la tierra sean realmente
y efectivamente hechos una sola cosa? Este signo ¿no expresa más bien lo contrario, la ira divina y la
impotencia humana, la herida profunda en la que el hombre pasa su tiempo sin alivio, sin orden y sin ayuda?
Pero la palabra se entiende así: "Este es el signo” he ahí el prodigio, el Salvador, para aquellos que buscan
la ayuda, está aquí.
La Iglesia antiguamente tenía razón cuando, en este sentido, encontraba una alusión al misterio de la
revelación divina.
El A.T no es más que el signo de su verdad. Es solamente “profecía” de Cristo: “encontrarán un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.
“VAMOS A BELÉN, A VER QUÉ HA SUCEDIDO Y EL SEÑOR NOS HA MANIFESTADO” (Lc 2, 15b)
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Lucas, con la alusión a los pañales parece indicar un pasaje del libro de la sabiduría (7, 3-6) donde el rey
Salomón dice de sí mismo: “Yo también, una vez nacido, aspiré el aire común, caí en la tierra que a todos
recibe por igual y mi primera voz fue la de todos: lloré. 4 Me crie entre pañales y cuidados. 5 Pues no hay
rey que haya tenido otro comienzo de su existencia; 6 una es la entrada en la vida para todos y una misma
la salida.” Lucas indica así que el Mesías que todos esperaban descendiera del cielo se manifiesta en cambio
con la debilidad propia de todo hombre.
Quien busca la revelación divina, busca en vano, si no se atiene a este signo. Se puede y debe fiarse: la
revelación no está donde nosotros creemos ver el cielo sobre la tierra o una tierra hecha celestial, donde
creemos ver a Dios y al hombre en armonía o en completo acuerdo.
La Revelación divina es el desbloqueo de una puerta que puede abrirse solo desde el interior y no del
exterior. Se puede descubrir solamente el signo, pero no se puede descubrir aquel que es “verdadero Dios
y verdadero hombre”. Se puede descubrir solamente los “pañales” y el “pesebre” de Bethlemme y la cruz
del Gólgota.
San Gerónimo que pasó toda la vida en Betlemme, traduciendo la biblia al latín, desaprueba todas estas
suntuosas atenciones: “Si pudiera ver aquel pesebre donde nació el Señor, que, nosotros, por honor a
Cristo, hemos quitado la de barro y hemos puesto una de plata. Pero para mí, es más bella aquella que han
quitado. El oro y la plata son para los paganos; para la fe cristiana conviene el pesebre de barro”
El itinerario de la Encarnación es todo un itinerario de humildad de Belén al Calvario.
La Encarnación misma es un misterio de humildad. “El Verbo… era Dios… y el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros” (Jn 1, 14).
Este misterio inagotable en su grandeza y luminosidad alimentará para siempre la fe de los creyentes,
suscitando la esperanza y estimulando la caridad hacia el Salvador de los hombres y hacia los hombres por
él salvados y redimidos.
La comprobación más significativa es que la gloria de Dios no viene a transfigurar a Cristo niño, sino que
envuelve a los pastores. Este signo prodigioso tiene el objetivo de introducirlos a la humildad del pesebre.
Quien se adhiere a este signo, encuentra la Revelación divina, alcanza a Cristo el Señor, recibe consuelo,
fuerza y esperanza.
“VAMOS A BELÉN, A VER QUÉ HA SUCEDIDO Y EL SEÑOR NOS HA MANIFESTADO” (Lc 2, 15b)
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