Briz, Antonio (2010): “El registro como centro de la variedad situacional. Esbozo de la propuesta del grupo Val.Es.Co. sobre las variedades diafásicas”, en Fonte, I.; Rodríguez Alfano, L. (compiladoras): Perspectivas dialógicas en estudios del lenguaje, Universidad Autónoma de Nuevo León, México, pp.21-56. El registro como centro de la variedad situacional. Esbozo de la propuesta del grupo Val.Es.Co. sobre las variedades diafásicas 0. Introducción La investigación del grupo Val.Es.Co. se ha centrado en la variedad coloquial y en su manifestación discursiva más auténtica, la conversación cotidiana, soportada en una propuesta de definición del registro coloquial dentro del conjunto de la variedad lingüística. Es cierto que este ha sido el centro de interés, frente a otras propuestas de caracterización de las variedades diafásicas en su conjunto, como las de Gregory y Carroll (1978) o Koch y Oesterreicher (1990). Esta exclusividad del objeto de investigación y, por tanto, de la propuesta concreta sobre variación de Val.Es.Co., el estudio del registro coloquial, a la que aluden con acierto algunos autores (López Serena, 2007, pág. 184), no limita, en nuestra modesta opinión, el potencial de la misma para poder explicar el resto de variedades contextuales o situacionales. Nuestra intención en este trabajo es explicar con algo más de detalle dicha teoría, así como el potencial de la misma, de otro modo, extender la propuesta al conjunto de la variación lingüística y discursiva. Quizá, llega un poco tarde, y ello gracias a los comentarios de algunos colegas que nos han hecho ver que lo que estaba presente en nuestra concepción y que dábamos por supuesto, faltaba hacerlo más explícito y llevarlo al papel. 2 1. Un apunte básico sobre las variedades lingüísticas Registros, dialectos, sociolectos y géneros discursivos son las modalidades lingüísticas que resultan, respectivamente, de la variación diafásica, diatópica, diastrática y tipológica del habla, las cuales, además, vienen marcadas por los canales de transmisión, es decir, los medios a través de los cuales dicha variedad se realiza, el canal fónico y el canal gráfico. Más concretamente, los diferentes registros están determinados por la situación de comunicación: se habla de registros más o menos coloquiales (o informales) y de registros más o menos formales. Los dialectos y sociolectos derivan de los rasgos del usuario (sea por su origen y procedencia o por sus características sociolculturales, edad, sexo y nivel cultural). Y los géneros se distinguen según las características propias del discurso. MODALIDADES LINGÜÍSTICAS SITUACIÓN Variedad diafásica USUARIO Variedad diatópica y diastrática Rasgos de edad, de sexo y de nivel sociocultural Rasgos de origen DISCURSO Variedad textual CANAL Variedad medial > registros registro coloquial, registro formal… > sociolectos joven, nivel medio, mujer… > dialectos andaluz, aragonés… > géneros conversación, conferencia, carta… >modos de realización oral, escrito… Cuadro 1. Las modalidades lingüísticas La conversación es un género discursivo oral (“¿quieres que conversemos?”). Lo coloquial es un modo de realización lingüística (“¿quieres que lo hagamos 3 coloquialmente?”). En esta última pregunta anterior coloquialmente queda fuera del ámbito de la conmutación de la proforma hacer, luego, gramaticalmente se diría que es un constituyente funcional autónomo; sírvanos esta reflexión metagramatical y poco pragmática para decir que coloquial y conversacional son apellidos de nombres diferentes, respectivamente, de registro (registro coloquial) y de género de discurso (género conversacional). Lo anterior debería habérselo ahorrado al lector, por repetido y porque se supone consabido1. Claro que solo es una suposición; hay quien sigue confundiendo una cosa con la otra. No se entiende que, aunque la conversación sea el género en que más propotípicamente se manifiesta lo coloquial, no le es exclusivo. Hay conversaciones formales. Y las hay que pueden combinar o alternar ambos registros. Es loable el intento reciente de Araceli López Serena (2007: 171-177) para “evitar la confusión conceptual que conlleva la confusión terminológica” al proponer “reservar informal´ para referirse al registro, ´conversacional‟ para el tipo de discurso, ´hablado´ para el canal (…) y „coloquial‟ (…) para la zona de intersección entre la conversación y el registro informal…” (pág. 176). Ello significaría renunciar a los límites establecidos en nuestra investigaciones de lo coloquial, así como seguir favoreciendo la confusión de estos dos hechos de discurso y dos objetivos teóricamente distintos, el de los géneros discursivos y el de los registros: la alternancia de turno, la toma y el robo de éste, el habla simultánea, el tipo de intervenciones preocupan a los analistas de la conversación, ¿interesarán estos objetivos concretos a los investigadores del estudio del léxico coloquial, del argot, de los enunciados truncados, de los anacolutos, etc.? Seguramente, no. Es cierto, no obstante, que la investigación del grupo Val.Es.Co., como la de otros 1 Ya señalábamos en Briz (1998: 36 y ss) que la confusión entre coloquial y conversación aparecía en las primeras descripciones de Criado de Val (1980: 217) y de E. Lorenzo (1977: 172 y ss) y en otras más modernas (Vigara, 1992: 35 y 38). Y hay voces que, como la nuestra, se siguen levantando contra la citada confusión (A. López Sereno, 2007: 171 y ss). 4 investigadores, ha unido ambos objetivos: “el español coloquial en la conversación” o “la conversación coloquial”: juntos, pero no revueltos. Y es cierto también que, como notaremos más adelante, lo coloquial, lo conversacional y lo oral constituyen escalas interrelacionadas y, a menudo, en correlación, dentro de la variación en la lengua. Pero estrechamente relacionadas no quiere decir confundidas. Ya los diccionarios comienzan a usar dichas marcas, la conversacional y la coloquial, de modo diferenciado. Todo un logro. 2. La variedad diafásica: coloquial vs formal. La propuesta Val.Es.Co. Ha llovido bastante desde que Val.Es.Co. publicara en 1995 el corpus de conversaciones coloquiales (Briz, coord. 1995), un corpus que representaba un novedad en el mundo hispánico no solo por la técnica de recogida de datos y el material obtenido –se trataba de conversaciones auténticas obtenidas muchas de ellas mediante grabación secreta, lo que aseguraba un máximo grado de espontaneidad-, sino porque estaba soportado por una propuesta teórica, según se ha señalado, para el reconocimiento exacto del objeto de estudio: el español coloquial. Dicha propuesta era realmente oportuna y necesaria, más aún en unos momentos en que la confusión terminológica sobre lo coloquial escondía, como decíamos, una gran maraña conceptual. Así pues, en la introducción a dichos materiales (págs. 23-36), así como en trabajos posteriores, especialmente Briz (1998), Briz y grupo Val.Es.Co. (2000) y Briz y grupo Val.es.Co. (2002: 17-19 y 25-27), quedaba delimitado el llamado registro coloquial en el conjunto de la variedad situacional y definida la que llamábamos conversación coloquial. 5 2.1. La conversación como género discursivo. Los „rasgos primarios‟ o de género La conversación cara a cara, género de discurso con el que se asocia habitualmente el registro informal –informal es término sinónimo de coloquial- , era precisamente eso, el género en el que más auténticamente podía llegar a manifestarse lo coloquial. Y oral, inmediato, dialogal, retroalimentado, cooperativo, dinámico eran los rasgos definidores de dicho discurso, rasgos primarios como allí les denominábamos (Briz, coord. 1995: 27-30). En efecto, la conversación es un discurso oral, en tanto se produce a través de un canal fónico. Es inmediato en cuanto a su ejecución en una coordenada espaciotemporal aquí, ahora y ante ti. Su dinamismo viene dado por la sucesión de intercambios2; así pues, se obra conjuntamente con otro(s), gracias a lo cual se (retro)alimenta y progresa, es decir, existe alternancia de turnos. Ahora bien, tales rasgos no son exclusivos del género conversacional, puesto que también son discursos orales, dialogales, retroalimentados, cooperativos y dinámicos otros géneros como el debate, la entrevista, la tertulia, etc. Lo verdaderamente definidor del género conversacional, frente a éstos otros, es que la alternancia de turno no está predeterminada y es libre, por tanto, en cuanto a la progresión textual; frente a la entrevista, por ejemplo, cuya alternancia de turno está predeterminada gracias a la presencia de un entrevistador y la progresión responde al esquema general de preguntarespuesta, o frente al debate en el que es un moderador el que reparte la vez entre los 2 En Briz (2007: 18) se explica que la mayor presencia de intervenciones reactivo-iniciativas en un discurso está en relación directa con el grado de dinamismo en éste. Se indica, además, que esta presencia frecuente de este tipo de intervenciones es una característica distintiva, por ejemplo, de la conversación frente a otros géneros discursivos dialogales como puede ser la entrevista, en el cual predominan las intervenciones iniciativas y reactivas. 6 varios asistentes, al menos dos, y presenta un carácter argumentativo y, a menudo, polémico. Ciertamente, los rasgos anteriores no son suficientes para explicar la variación de géneros, pero, como señalábamos en la propuesta de entonces, sí apuntan a ésta (ver especialmente, págs. 27-30). 2.2. El registro coloquial. Los rasgos de lo coloquial Del mismo modo, en la propuesta Val.Es.Co. se describía la situación comunicativa que favorecía el empleo de un registro coloquial a partir de una serie de rasgos, tales como * la relación de igualdad social o funcional entre los interlocutores: acercamiento social o de los papeles comunicativos en un momento dado; * la relación vivencial de proximidad entre éstos: saberes, experiencias y contextos compartidos; * el marco interaccional familiar: relación de cotidianidad de los participantes con el marco espacial en el que se sitúa la interacción * la cotidianidad temática de la interacción: temas de la vida cotidiana, no especializados. Y, asimismo, se establecían como rasgos propios de este registro coloquial su menor grado de planificación (o mayor planificación sobre la marcha), su mayor fin interpersonal y su mayor tono informal.3 3 El rasgo informal se obtiene como resultado de los anteriores. Puede entenderse, por tanto, como un rasgo gestáltico de tipo perceptivo que, en definitiva, hace referencia al registro de uso. 7 Convencionalmente hablábamos de dos registros, el coloquial y el formal, entendidos de manera gradual según la mayor o menor presencia de rasgos de coloquialidad, ya sean los propios de la situación que favorece el uso de uno u otro registro, ya sean los de resultas de éstos, a saber: una mayor o menor planificación sobre la marcha, un fin de la comunicación más o menos interpersonal y un tono de mayor o menor informalidad informal4. Ciertamente, la propuesta Val.Es.Co. se ha centrado en la delimitación del registro coloquial frente a otras propuestas como la de Koch y Oesterreicher (1990), referidas como se señalaba en la nota 4, al conjunto de variedades situacionales. No obstante, intentaremos mostrar a continuación la aplicación de aquélla en relación al conjunto de las citadas variedades. De hecho, solo por contraposición de los rasgos mencionados y, teniendo en cuenta el carácter gradual de éstos y, así pues, lo prototípico o el carácter periférico dentro de la escala de lo coloquial no era difícil extender los resultados 4 Los antecedentes de la propuesta Val.Es.Co. se encuentran en los criterios para definir los registros de Halliday, McIntosh y Strevens (1964), Halliday (1974), Gregory Carroll (1978), Ochs (1979) y Biber (1988), entre otros. Especialmente, nuestra propuesta coincide en buena medida con la de Koch y Oesterreicher (1990: 8-10). Estos autores proponen el estudio de lo oral y de lo escrito a partir de una distinción entre el medio o canal de realización, fónico o gráfico, y la concepción hablada o escrita vinculada al menor o mayor grado de formalidad o de elaboración, entendida, así pues, como escala gradual entre la inmediatez y la distancia comunicativa (Ver también Oesterreicher, 1994: 155-6 y 1996: 318). Dicho carácter gradual de los modos o realizaciones de lo oral y de lo escrito se mantiene también en Briz (1998: 19-20 , 22-24, 30-32), Bustos, (1995: 14 y 18) y (1996: 37-40), Narbona (1996: 159 y ss), etc. y, como se señalaba ya en Briz (1998: 25-33 y nota 9), la inmediatez se correspondería con lo que Val.Es.Co ha denominado realización coloquial. Un estudio detallado de lo común y diferente entre ambas propuestas, puede leerse en López Serena (2007: 179 y ss), aunque lo diferencial está, sobre todo, en el objeto de estudio más concreto en el caso del grupo Val.Es.Co., ya que su intención primera era el reconocimiento y posterior análisis de lo coloquial, mientras el de los autores alemanes era la variación (diafásica) en general. Concretamente, en relación con los rasgos que favorecen el uso del registro coloquial, la diferencia consiste básicamente en que la propuesta de éstos recoge dos rasgos ausentes en la de Val.Es.Co.: la mayor o menor “implicación emocional” de los interlocutores y el mayor o menor “carácter privado” de la comunicación (que es mayor en el caso de la variedad marcada por la inmediatez o, como la denominamos nosotros, coloquial). La otra diferencia que el lector puede notar se refiere al modo de entender y de ubicar algunos de los rasgos manejados, más exactamente, Val. Es.Co distingue teórica y metodológicamente entre rasgos vinculados a los géneros discursivos (por ejemplo, dialogal/monologal; proximidad física, grado de cooperación, etc.), a los que llamamos primarios, los rasgos situacionales (propios de la situación que favorece el empleo de una determinada modalidad o registro) y los rasgos propios de dicha modalidad, a pesar de reconocer la relación escalar gradual y la imbricación entre todos estos y, así pues, entre el registro, el género, la realización oral o escrito y los rasgos de usuario, según mostraremos a lo largo de este estudio. 8 obtenidos en la delimitación de la coloquialidad a la escala de lo formal o de la formalidad. 3. Escalas de coloquialidad y de formalidad. Prototipo y periferia Coloquial y formal son grados dentro de una misma escala de la variación situacional5. ¿Qué significa +/- coloquialidad o +/- formalidad, o, de otro modo, la presencia mayor o menor de estos rasgos coloquiales o formales en la propuesta Val.Es.Co.? La mayor o menor presencia de estos rasgos denominados situacionales determina grados de coloquialidad o de formalidad. La relación es, así pues, proporcional: a mayor presencia de estos rasgos, mayor grado de coloquialidad o de formalidad, el prototipo de lo coloquial y de lo formal; a menor presencia, menor coloquialidad (Briz, coord., 1995, págs. 30-35) o formalidad, la periferia de lo coloquial y la de lo formal. En todas las variedades de especies, incluidas las discursivas, existen ejemplos más representativos que otros, lo que no significa que los menos representativos de esas especies no formen parte de las mismas. El prototipo de la especie de la aves es el pájaro, por ser la más común, la más próxima, la más conocida, la más cotidiana… Un avestruz, por ejemplo, dentro de la especie o variedad de aves, no deja de ser ave por no ser el ejemplo más representativo; carecer de algunos de los rasgos de esta especie (“no 5 La representación de estos grados puede resolverse, como en el caso de la propuesta de Val.Es.Co., distinguiendo categorías diferentes para esa gradación o continuum escalar: + _______coloquial_______-__/__-_______formal_______+ Aunque, como se trata de una escala única, podría manejarse solo una categoría, por ejemplo, +/- formal y marcar numéricamente la gradación: -_________ formal______/_______ formal________+ -5 -4 -3 -2 -1 / +1 +2 +3 +4 +5 No obstante, por su mayor sencillez, preferimos la primera. 9 vuela”) lo alejan del prototipo, pero no lo excluyen de la especie. Pues esto mismo puede aplicarse a las variedades lingüísticas y, en concreto, a las diafásicas. El prototipo de lo coloquial (+coloquial) se caracteriza por los siguientes rasgos: +relación social o funcional entre los interlocutores +relación vivencial de proximidad entre estos (sus saberes y contextos compartidos) +marco interaccional familiar +cotidianidad temática de la interacción +planificación sobre la marcha +fin interpersonal6 +tono informal Son los que acertadamente llama López Serena (2007: 185) al modo Val.Es.Co. “constelación comunicativa coloquial” (o, al modo de Koch y Oesterreicher, “constelación comunicativa inmediata”). La menor frecuencia de estos rasgos determina grados de coloquialidad, por tanto, que se reduzca el carácter prototípico o, de otro modo, se pase a la periferia de lo coloquial. Valgan como ejemplos de esta periferia: se puede hablar coloquialmente durante una transacción comercial; se puede hablar coloquialmente entre un catedrático y un estudiante; se puede hablar coloquialmente en un congreso o durante una reunión de negocios; se puede hablar coloquialmente sobre temas informáticos; se escribe como si se hablara (en cuanto a la construcción y progresión del discurso), es decir, escrito, pero menos planificado. 6 Quizá, este mayor fin interpersonal o, si se prefiere, comunicativo socializador (de mayor “comunión fática”) podría dar razón de la mayor “implicación emotiva” y del mayor “carácter subjetivo” de la comunicación de más inmediatez comunicativa (según Koch y Oesterreicher, 1990; ver nuestra nota 4) o de mayor coloquialidad (en términos Val.Es.Co.). Dichos autores no aluden a este rasgo, que es fundamental en la propuesta Val.Es.Co. En Briz (1996) se hablaba también de grado de confianza y, es evidente, que la confianza entre los interlocutores favorece que afloren con naturalidad las emociones y eso que se ha llamado (mayor) expresividad. Pero, aun aceptando que así sea, son rasgos difíciles de aprehender y conviene dejarlos aparte o, como es el caso, en nota. 10 Por otro lado, el prototipo de lo formal (+formal) está marcado por lo rasgos: –relación social o funcional entre los interlocutores –relación vivencial de proximidad entre estos –marco interaccional familiar –cotidianidad temática de la interacción –planificación sobre la marcha –fin interpersonal –tono informal La reducción de formalidad a partir de la menor presencia de estos rasgos transforma el centro o prototipo en la periferia de lo formal. Los rasgos caracterizadores de los registros se concretan lingüísticamente más aún; por ejemplo, en el caso del registro coloquial, la planificación sobre la marcha supone un menor control de lo producido, que se manifiesta en frecuentes reducciones y pérdidas de elementos, vacilaciones, reinicios y vueltas atrás; la relación de proximidad entre los interlocutores favorece que lo coloquial esté fuertemente sometido al contexto y sea especialmente muy rentable el recurso de la deixis (extrema); el tratamiento familiar (por ejemplo, el tuteo, los apelativos cariñosos…) se vincularía a la relación social de igualdad; el fin interpersonal explicaría que el léxico en general sea a veces menos preciso, etc. Todos estas constantes y frecuencias lingüísticas caracterizan de modo más particular el registro coloquial (Briz, 1998) y, en su caso, el formal, de modo que colaboran en la determinación de esas escalas y grados de coloquialidad y de formalidad. 11 Y todo lo anterior afecta a cualquier género, de modo que una conversación que se desarrolle en esos parámetros situacionales de producción y recepción discursivas será +coloquial o +formal o responderá al prototipo de lo coloquial o de lo formal. Así, una conversación entre jóvenes amigos, en casa de uno de ellos hablando de sus salidas nocturnas responde al prototipo de lo coloquial; una conversación entre colegas durante un congreso sobre pragmática responde al prototipo de lo formal. Más aún, ciertos géneros discursivos se vinculan a las modalidades lingüísticas o registros; no cabe duda de que, en principio, una conferencia aparece en la escala de lo formal, y que el prototipo de lo coloquial es la conversación, por tanto, un género oral, dialogal, etc. El cuadro 2 resume la variedad diafásica en relación con los registros, las escalas dentro de éstos a partir de los denominados rasgos coloquializadores y de los rasgos de formalidad, así como de otros rasgos propios más concretos de ambas modalidades, derivados de los anteriores. Y continúa con la escala de géneros discursivos vinculados prototípica o periféricamente con las modalidades situacionales anteriores7. En efecto, nunca mejor dicho, una escala, la de los géneros, que es una continuación o una extensión de la escala de los registros (+/-) coloquial y (+/-) formal. + COLOQUIAL COLOQUIAL PROTOTÍPICO PERIFÉRICO RASGOS COLOQUIALIZADORES +rel. de igualdad +rel. vivencial +marco interac. cotidiano +cotidianidad temática DE RESULTAS: RASGOS PROPIOS DEL REGISTRO COLOQUIAL +planificación sobre la marcha +fin interpersonal +tono informal Control menor de lo producido (pérdida de sonidos, vacilaciones, reinicios y vueltas atrás…), 7 FORMAL PERIFÉRICO RASGOS DE FORMALIDAD + FORMAL PROTOTÍPICO - rel. de igualdad -rel. vivencial - marco interac. cotidiano - cotidianidad temática DE RESULTAS: RASGOS PROPIOS DEL REGISTRO FORMAL - planificación sobre la marcha -fin interpersonal -tono informal Control mayor de lo producido (pronunciación cuidada…), léxico preciso (a veces, técnico), Véase el esquema que aparece en Narbona (1996: 160) sobre la variación de géneros a partir de dos ejes, el de lo oral y lo escrito y el de la situación de monólogo o de diálogo), siguiendo a Charaudeau (1995). 12 deixis extrema, léxico poco preciso (proformas…), tratamiento de distancia (con “usted”, formas de tratamiento cercano o familiar (tuteo, apelativos cortesía, más atenuación…), orden sintáctico de cariñosos, menos atenuación…), orden pragmático palabras, etc. de las palabras, etc. Cuadro-resumen 2. Situación: escala de registros + + GÉNERO GÉNERO prototípico periférico periférico prototípico conversación Texto legal RASGOS PROPIOS DEL GÉNERO RASGOS PROPIOS DEL GÉNERO + oral. - oral +inmediato. -inmediato +dialogal. - -dialogal +retroalimentado. -retroalimentado +cooperativo. -cooperativo +dinámico. -dinámico +altern. de turno no predet. -altern. de turno no predet. Conversación entre amigos en un bar hablando de La Constitución mexicana un tema cotidiano Cuadro-resumen 2. Discursos: escala de géneros 4. Los rasgos coloquializadores (y de formalidad) A partir de esos rasgos situacionales y de su mayor o menor presencia se explica el carácter escalar de lo coloquial o de lo formal de cualquier discurso (o en cualquier discurso, dado que en un mismo discurso pueden alternar ambos registros) y, asimismo, que un género no deje de ser considerado coloquial o formal por el hecho de que algunos de estos rasgos estén menos presentes o, incluso, ausentes (Briz, coord, 1995, 30-36 y Briz y grupo Val.Es.Co. 2002, 18-19). 4.1. Coloquiales y coloquializadores Centrándonos en la situación de lo coloquial (de lo +coloquial prototípico) o de mayor inmediatez comunicativa (en términos de Koch y Oesterreicher) es preciso 13 insistir en el carácter coloquializador de los rasgos. Este carácter coloquializador significa, - por un lado, que se favorece que en un acontecimiento comunicativo cualesquiera se emplee un registro +coloquial y, - por otro lado, que se nivele o neutralice el efecto que podría producir la ausencia de uno o varios de estos rasgos. Así pues, son coloquializadores, en tanto determinantes de un registro +coloquial o niveladores de otros que, de partida, no favorecerían el empleo de este registro coloquial. Lo dicho de los rasgos coloquializadores para la escala de lo coloquial es aplicable a la escala de lo formal. Del mismo modo, los parámetros situacionales de lo formal propician que se utilice en un discurso el registro +formal y que, en otras situaciones donde no cabría esperar ese grado de formalidad, se produzca un proceso de nivelación hacia lo formal, de “formalización”. Así, el discurso académico es +formal y, aunque algunos rasgos concretos, como el del tuteo entre profesor y estudiante, lo puedan situar en un escala de –formalidad, no por ello dejará necesariamente de ser formal. La distancia interpersonal entre profesor y alumno (que, ciertamente, puede acortarse en algunos casos gracias a la conducta lingüística o interaccional de los participantes, especialmente del profesor) o el fin transaccional, por ejemplo, son rasgos que pueden nivelar la menor presencia de esos otros rasgos –formales. La formalización se puede producir en el transcurso de una interacción, incluso coloquial; por ejemplo, la introducción de un tema grave, la muerte de un amigo, en una conversación cotidiana cambiaría inmediatamente el tono de la interacción. Ese tuteo al que se aludía puede cambiar a un tratamiento más formal solo por el hecho de que haya surgido en la clase algún problema y se desee marcar la distancia. Ese proceso de formalización es el que 14 impide que, por ejemplo, un estudiante portugués tutee a su antiguo profesor, incluso cuando algunos rasgos situacionales lo favorecerían (se está hablando de temas no académicos con otras personas que sí tutean al profesor durante un encuentro de profesores y antiguos alumnos) por efecto de la nivelación o neutralización que produce el rasgo en este caso jerárquicamente superior de +distancia interpersonal. La jerarquía de todos estos rasgos, que puede variar de contextos a contexto, determina el proceso de coloquialización como el de formalización. 4.2. La incidencia de lo coloquial (y de lo formal) sobre los rasgos sociolectales y dialectales La coloquialización y, más exactamente, uno de los procesos que favorece, el de la nivelación coloquial (Briz y grupo Val.Es.Co., 2002, págs. 25-27), afecta, asimismo, a las variables y a la variación sociolingüística y dialectal. De un lado, por la acción conjunta (total o parcial) de los rasgos coloquializadores las diferencias sociales pueden minimizarse o, incluso, nivelarse hasta el punto de que, desde un punto de vista cualitativo, algunos rasgos lingüísticos esperables en usuarios de nivel sociocultural bajo aparecen frecuentemente también en usuarios de nivel alto (acortamientos y reducciones en las construcciones, pérdida de sonidos, anacolutos, etc.). Incluso, cuantitativamente su aparición puede superar el rasgo esperable, dada su condición social. De otro lado, gracias al proceso de coloquialización que propician los rasgos situacionales citados, las relaciones de distancia o de menos solidaridad entre los interlocutores pueden llegar a reducirse o, a veces, a nivelarse; en efecto, un catedrático y un peón de albañil, ingresados en la misma habitación de un hospital, acaban siendo 15 funcionalmente enfermos, es decir, se acorta la distancia social y dicha aproximación se manifiesta en el modo de habla. Junto a este acortamiento de las diferencias socioculturales en situaciones de extrema coloquialidad, afloran con fuerza y naturalidad las marcas dialectales y las sociolectales de edad (y sexo). Así, a +coloquialidad, más afloramiento de las diferencias de procedencia, sexo y edad de usuarios y más nivelación de las diferencias sociculturales; a –coloquialidad (o, si se prefiere, a +formalidad), menos afloramiento de las diferencias dialectales, de sexo y edad y mantenimiento o menos nivelación de las diferencias socioculturales. Sin duda, éste es un modo más dinámico de entender los perfiles dialectales y sociolectales de los registros. El cuadro 3 que sigue resume la incidencia de la escala de lo coloquial y de lo formal sobre la variedad diatópica y diastrática + - + COLOQUIAL COLOQUIAL FORMAL FORMAL +diferencias dialectales +diferencias dialectales -diferencias dialectales -diferencias dialectales +diferencias +diferencias -diferencias -diferencias sociolectales sociolectales de sexo y sociolectales sociolectales de sexo y de sexo y edad edad de sexo y edad edad -diferencias -diferencias +diferencias +diferencias sociolectales de nivel sociolectales de nivel sociolectales de nivel sociolectales de nivel sociocultural sociocultural sociocultural sociocultural Cuadro 3. Afloramiento o neutralización de las marcas dialectales y sociolectales Sin duda, las marcas dialectales y sociolectales se asocian solidariamente a estas variedades diafásicas individualizando el habla de los usuarios: el español de un andaluz en relación con el español de un valenciano; el de un hablante de nivel sociocultural alto respecto al de otro de nivel bajo. Ciertamente, de una estratificación horizontal del uso obtenemos los registros en general; de una vertical, los dialectos y sociolectos; y, en fin, de su intersección en un punto del continuum de variedades, una modalidad de habla más concreta: por ejemplo, el español coloquial de un andaluz de nivel de lengua alto. 16 No obstante, aun siendo cierto, ésta es una visión estática de la variación, diferente de la venimos explicando. Como se indicaba antes, la situación de mayor coloquialidad en todos los sentidos expuestos (y de esta en relación con las escalas de géneros) relaja el modo de producción y de interpretación (la relajación del interlocutor alude, por ejemplo, a su mayor benevolencia al juzgar nuestro modo de expresión, que será parecido, por cierto, al que él mismo utilice cuando sea su turno) y ello hace que asomen con claridad las características sociales de edad y sexo, las dialectales, así como otras de carácter idiolectal y dejen de ser significativas otras diferencias como las de nivel sociocultural, las cuales parecen nivelarse o, por momentos, neutralizarse; no extraña, además, que este afloramiento (por distensión) ocurra, sobre todo, en la conversación cotidiana. Por el contrario, la situación de mayor formalidad tensiona el discurso y esconde o no deja aflorar esas diferencias señaladas, a excepción de las de nivel sociocultural (que pueden en estos casos acentuarse), es decir, de nuevo unas se nivelan o neutralizan y otras aumentan su relevancia. La variación se entiende así en su dinamismo8. 4.3. Su incidencia en los géneros Ya venimos notando la incidencia de lo coloquial y de lo formal sobre los géneros discursivos. La menor presencia de los rasgos prototípicos de lo +coloquial o de lo 8 Lo anterior nos hace pensar en el llamado registro (lengua, lenguaje, modalidad, etc.) estándar, eso de lo que todos hablamos y decimos que enseñamos, pero que no podemos definir con rasgos concretos. Quizá, este modo dinámico de entender la variación nos permita, si no definir, al menos, sí reconocer teóricamente la modalidad estándar, un registro que se dice neutro, más exactamente, en la periferia de lo formal, en el que aparecen las diferencias dialectales y sociolectales pero en un grado menor o mínimo (incluso, niveladas). No obstante lo anterior, reconocemos con Ll. Payrató (2003), el mal encaje que tiene la denominada variedad estándar en la división entre dialectos y registros, “ja que queda a mig camí entre aquests dos tipus de varietats” (184). Si bien, como también reconoce en otro lugar se decanta hacia las modalidad formales (p. 204). 17 +formal hará que los discursos en cuestión se alejen del prototipo, constituyendo la periferia en ambos registros. Una entrevista, por ejemplo, puede ser coloquial, pero no prototípicamente coloquial porque, en principio, no comparte todos los rasgos coloquiales. Así pues, en lo relativo a los géneros discursivos tampoco éstos constituyen compartimentos estancos. Hay géneros intermedios, incluso un género puede devenir en otro; en la actualidad, los debates televisivos se convierten por momentos en verdaderas conversaciones. En otras palabras, la variación en géneros discursivos es también gradual. Y, sin duda, estos grados están en relación estrecha con el grado de coloquialidad o de formalidad de los discursos; así, el menor grado de elaboración propio de lo coloquial puede marcar una diferencia entre una entrevista y una charla o, incluso, favorecer que lo que empezó siendo entrevista se convierta en charla9. 4.4. A modo de resumen Recupero para concluir algunas ideas hasta aquí expuestas y reunidas asimismo en los varios trabajos citados. Los registros son modos de habla determinados por la situación comunicativa y por los rasgos del usuario y, a su vez, favorecidos por el género de discurso. a) Las características sociolectales y dialectales, ampliamente descritas en los estudios sociolingüísticos, limitan el tipo de variación lingüística que puede actualizar 9 Cfr. con la propuesta sobre los géneros de Camacho Adarve (2007), en la que es el género el que parece estar en la base de la variación y lo coloquial se entiende como “una serie de combinaciones lingüísticas apreciables en la superficie del texto” (pág. 263). O, en al misma página, “el registro (…) es un rasgo complejo del género, de naturaleza textual, pero fácilmente perceptible en el producto final en que se nos presenta el discurso”. Es cierto que esta es una de las dos caras del registro, la propia, si se quiere, la que lingüísticamente es visible; la otra cara es la que le proporciona determinada situación de comunicación y la que determina que sean esos rasgos lingüísticos y no otros. 18 un individuo. No todos los hablantes dominan los varios registros de una lengua, más bien, algunos solo saben emplear la modalidad coloquial, es decir, no poseen la capacidad lingüística para realizar cierto tipo de actualizaciones, a pesar de que en ocasiones las intenten (por ejemplo, algunos pacientes ante un médico). En este sentido, los rasgos de usuario perfilan el registro de uso de un individuo: delimitan lo esperable en su habla y restringen sus capacidades lingüísticas. Esta visión estática ha de combinarse con otra más dinámica que hace depender jerárquicamente dicha variación (su relevancia o nivelación) de la situación de más o menos coloquialidad o formalidad. b) El género de discurso, asociado a los anteriores, favorece el empleo de una u otra modalidad lingüística: por ejemplo, una carta familiar favorece el empleo de un registro coloquial y una conferencia favorece el uso de un registro más formal. Más aún, el grado de coloquialiad o de formalidad puede llegar a determinar el género en su grado más concreto (por ejemplo, un debate que más parece una conversación) En otras palabras, de estos tres factores (perfil de usuario, género de discurso y situación), la situación es jerárquicamente predominante, ya que en ella se actualizan los parámetros de variación que vienen predeterminados por el perfil de usuario o por el género. Tomados conjuntamente, de todos ellos resulta, como ya hemos señalado, la escala de registros que tiene como puntos extremos el registro formal y el coloquial. 5. La escala gradual dentro de los géneros Con anterioridad, señalábamos que el género conversación, el discurso más auténtico y en el que más auténticamente también se manifiesta el registro coloquial, se caracterizaba a partir de los rasgos +oral, +dialogal, +inmediato, +dinámico, 19 +alternancia de turno no predeterminada, que reproducimos a continuación en el cuadro 4. Son los que hemos denominado rasgos primarios. 5.1. La incidencia de los rasgos primarios en la escala discursiva Cada uno de esos rasgos primarios, que son graduales, forma parte de una escala, asimismo, gradual, que delimita en cierto modo los diferentes discursos. - Una conversación, frente a un debate y una entrevista, presenta una alternancia de turno más libre o menos predeterminada. - Los tres son dialogales, aunque algunos, como en el caso de la entrevista, parecen más imitar el carácter +dialogal. - En cuanto al dinamismo, los tres son dinámicos, pero la escala va del mayor dinamismo de la conversación hasta el menor, representado en la entrevista; una posible vara de medir este dinamismo es la presencia mayor o menor de intervenciones reactivo-iniciativas, aquellas que responden a lo anterior, a la vez que provocan o intentan provocar habla posterior (ver nuestra nota 2). - La alternancia de turnos en el debate está predeterminada, pero no en el grado que lo está en la entrevista. - La inmediatez, al menos la espacial es mayor en una conversación que en una entrevista o en un debate. - Y, ciertamente, los tres se desarrollan a través de un canal fónico, pero el grado +/oral disminuye conforme los rasgos anteriores (y el resto de primarios) se hacen menos presentes también gradualmente. Así pues, a menor presencia de éstos, menor oralidad o menor impronta oral, aunque el canal siga siendo fónico; una entrevista no tiene el 20 mismo grado de oralidad que una conversación, la conferencia sería un discurso alejado del prototipo de lo oral, aunque hay conferencias que son propiamente +orales, las hay que oralizan lo escrito y se encontrarían en la periferia de lo oral, y otras que, sin más, reproducen lo escrito. Sin dejar de ser orales, están cerca ya de la periferia de lo escrito. Así pues, la vara de medir el grado de oralidad puede ser ahora la mayor o menor presencia del resto de rasgos primarios. Volveremos sobre estas cuestiones en §5 y §6. En el cuadro siguiente se intenta visualizar esa gradación. La escala gradual de rasgos primarios y de géneros se marca, como hasta ahora, con los signos + y -. Y en este caso, además, para mostrar la gradación de géneros se opta por diferenciar de modo convencional tres posibles grados, que se corresponden en el cuadro con las tres posiciones, izquierda (grado mayor), centro (disminución del mismo) y derecha (grado menor) que ocupan los signos + o – en cada casilla: +/ +/- +/- +/- +/- - - DIALOGAL INMEDIATEZ DINAMISMO ALTERNANCIA ORAL ORAL. EN ESCRITO. Género ESPACIO- DE TURNO NO LA EN LA discursivo TEMPORAL PREDETER PERIFERIA PERIFERIA MINADA DE LO DE LO ORAL ESCRITO CONVERSACIÓN + + + DEBATE + + ENTREVISTA + + CONFERENCIA - + + + + + - + - + - Cuadro 4 . La gradación en los géneros discursivos 5.2. Más sobre la conversación y la entrevista + + - 21 Centrémonos en las diferencias, a partir de otros rasgos más concretos, entre dos géneros discursivos: la conversación y la entrevista10. Tipológicamente son claramente distintos. Valga la comparación siguiente para poner de relieve las consabidas diferencias11. Una conversación no es una entrevista. Que una entrevista puede convertirse por momentos en una conversación no significa que lo sea, y es evidente que existen entrevistas que, si no fuera por sus características estructurales, pensaríamos que están cerca del diálogo conversacional: por ejemplo aquellas de carácter polémico y en las que el entrevistador pierde su papel (los papeles) y parece cambiar su rol de entrevistador por el de un mero conversador. Además del mayor dinamismo y de la no predeterminación de la alternancia de turnos en la conversación, pueden añadirse otros rasgos distintivos de ambos géneros, algunos de los cuales no hacen sino detallar o concretar aquéllos: En la entrevista los roles de los participantes en la interacción están marcados previamente (entrevistador, entrevistado), el sistema de toma de turnos está predeterminado y corre a cargo del entrevistador, que es, así pues, quien regula la progresión del discurso, lo cual está institucionalizado con anterioridad al comienzo de la interacción. Asimismo, presenta una retroalimentación y dinamismo relativos, puesto que este género de discurso está restringido a intercambios (pares adyacentes) de pregunta (intervención iniciativa) y respuesta (intervención reactiva), lo que contrasta con la frecuencia mayor de intervenciones reactivo-iniciativas de la conversación. Además de los protagonistas existe un participante espectador, la audiencia que escucha 10 Un análisis exhaustivo sobre el género debate puede encontrarse en L. Cortés y A. Bañón (1997: 941) y del género entrevista en L. Cortés y A. Bañón (1997: 42-70) y E. Méndez (2003). 11 Hemos de confesar al lector que nuestro interés por marcar las diferencias entre ambos géneros apunta a la confusión entre dos modos de recogida de datos y, en consecuencia, de dos tipos de corpus para el estudio de lo oral que conviene mantener diferenciados (véase, como ejemplo, Albelda, 2004). 22 o lee después dicha entrevista, y ante la que el personaje se juega la imagen; esto es, la entrevista pertenece a la esfera de lo público, frente a la conversación, que es un discurso perteneciente al diálogo privado. Las entrevistas se abren y se cierran institucionalmente, es decir, las aperturas y los cierres están predeterminados por el entrevistador, hay un tiempo de discurso establecido y no tan flexible como el de la conversación. En esta no hay ningún participante, en principio, que sea quien tenga el papel de abrir y cerrar la interacción. Hay, no obstante, algunas entrevistas que estarían más cerca del diálogo conversacional, aquéllas de carácter polémico de máxima confrontación de fuerzas entre entrevistado y entrevistador, en las que el entrevistador opina y replica12. No acaba aquí la variación en los géneros, pues éstos se corresponden y se relacionan a veces con tipos de textos (narrativo, descriptivo, argumentativo, etc.). Por otro lado, cada uno de los rasgos primarios por separado o en haces puede favorecer subtipos de géneros: por ejemplo, el rasgo en presencia puede caracterizar la conversación cara a cara frente a la conversación telefónica (Briz y grupo Val.Es.Co., 2002, pág. 18, nota 11). 5.3. “Dialogal” y “monologal”, un rasgo primario del género 12 Al hilo de lo apuntado en la nota 10, todos estos rasgos pueden ser objetivos de diferentes investigaciones, pero obviamente, si se desea estudiar la alternancia de turno, el mejor corpus de referencia será el de conversaciones; para analizar, en cambio, intercambios mínimos o pares adyacentes de pregunta-respuesta, no hay duda, el corpus más rentable es el de entrevistas. Estudiar la cortesía mitigadora o atenuadora en un corpus de entrevistas puede ser menos rentable que estudiar sus manifestaciones en la conversación, dado que las imágenes entre entrevistador y entrevistado, en principio, no sufrirán amenazas (excepto en el caso de las entrevistas “polémicas”). La entrevista es un corpus más controlable, por eso para los estudios de variación sociolingüística son ideales y no lo son tanto las conversaciones. Claro que el contraste de datos en diferentes corpus puede ser también de interés en algunos casos. Perdóneseme el exceso metodológico, pero puede ayudar a no mezclar churras con merinas. 23 Lo dialogal o monologal afecta directamente a los géneros discursivos, en tanto que estos pueden construirse y, sobre todo, progresar gracias a la acción conjunta de varios participantes o de uno solo. Ciertamente es un rasgo extensional y, por tanto, capaz de diferenciar clases amplias de discursos (la conversación, la entrevista, el debate, la tertulia, etc., frente a la conferencia, la charla, la comunicación en un congreso, etc.). El diálogo es un conjunto de intercambios13 y, por tanto caracterizado por la alternancia de turno; la ausencia de esta alternancia altera su carácter dialogal y, así pues el género discursivo. El monólogo es, por el contrario, como una larga intervención o emisión de una persona, que se dirige a un público que es solo espectador14 (o a sí mismo, en el caso del monólogo “interior”). Por relación a lo monologal, parece evidente que lo dialogal (como la conversación más en particular) está más cerca prototípicamente de lo coloquial. Por supuesto, ello no significa que no existan monólogos coloquiales (recuérdense los monólogos cómicos) o diálogos formales, sino que en la escala gradual entre lo dialogal y lo monologal, el grado mayor de dialogicidad coincide con la conversación y con lo coloquial (la conversación es el discurso dialogal prototípico, donde, como ya se ha señalado en varias ocasiones, el registro coloquial encuentra su espacio natural). Quizá, por este motivo algunos autores no llegan a percibir diferencias entre la modalidad lingüística coloquial, por ejemplo, y el lugar discursivo, el género, en que se manifiesta, el diálogo conversacional, la conversación. También dentro de lo monologal, hay géneros que pueden distinguirse según el grado de formalidad (o coloquialidad). Una charla presenta 13 El intercambio es la unión de una intervención iniciativa o en parte iniciativa con otra reactiva, es decir, la combinación de la emisión de un interlocutor que intenta provocar o simplemente provoca habla posterior y la emisión provocada en otro. En tanto emisiones aceptadas por uno y otro constituyen turnos de habla y, por tanto, el intercambio supone alternancia de turno (para la definición de unidades del discurso, véase Briz y otros, 2003) 14 Es cierto, no obstante, que hay públicos más participativos que otros, más activos en la expresión de intersubjetividad, de colaboración o comunión fática con el que está hablando, de tal modo que, a veces, quien interviene siente la respuesta (no verbal) que muestra el interés o la atención que pone a lo que se está diciendo. 24 un grado de formalidad menor (o una coloquialidad mayor, según el caso) que una conferencia, y no tanto por el grado de preparación o de elaboración, sino por el tono o carácter más académico de este último género. 6. Manifestación de los registros en lo oral y en lo escrito Los registros, como modalidades de uso en situación pueden manifestarse en lo oral y en lo escrito, a pesar de que en lo escrito existe siempre un grado mayor de formalidad (al menos, existe un mayor control de lo producido, existe tiempo para pensar lo que se va a escribir, etc.). Así pues, en esa escala de la variedad diafásica establecida podemos distinguir, al menos, cuatro realizaciones discursivas: coloquialoral, coloquial-escrito, formal-oral y formal escrito. coloquial oral coloquial escrito formal oral formal escrito <--------+-----------------------+----------------------+------------------------+--------> Por un lado, los extremos (imaginarios) de dicha escala vienen definidos por los rasgos ya señalados de lo coloquial y de lo formal: +/- relación social o funcional entre los interlocutores, +/- relación vivencial de proximidad entre éstos, +/- marco interaccional familiar, +/- cotidianidad temática de la interacción, +/- planificación sobre la marcha, +/- fin interpersonal, +/- tono informal. Piénsese, por ejemplo, en una conversación coloquial entre amigos en un bar hablando de un tema cotidiano; o, por el otro extremo, en un texto legal actual. Y dado el grado mayor o menor de ausencia o presencia de tales rasgos, al menos, pueden diferenciarse esos otro dos modos intermedios de lo coloquial escrito y de lo 25 formal oral15; piénsese, respectivamente, a modo de ejemplo en la carta familiar y en el juicio oral. Frente a lo coloquial oral, la realización discursiva de lo coloquial escrito presenta diferencias de grado en la menor presencia de algunos de estos rasgos de coloquialidad, como, por ejemplo, el de -planificación sobre la marcha. Y tales diferencias de grado son mayores, obviamente, en relación con las otras dos realizaciones de lo formal oral y de lo formal escrito. En suma, en la escala de lo coloquial, la manifestación de lo coloquial escrito supone un menor grado de coloquialidad por relación a lo oral coloquial, aunque mayor coloquialidad o inmediatez comunicativa por relación a lo oral formal. Y en la escala de la formalidad, existe menor formalidad en relación con lo escrito formal y mayor formalidad en relación con lo escrito coloquial. ESCALA DE LO COLOQUIAL PROTOTIPO ESCALA DE LO FORMAL PERIFERIA + coloquial ORAL PERIFERIA PROTOTIPO - coloquial ESCRITO + formal ORAL ORAL formal ESCRITO ESCRITO Como si se hablara Como si se escribiera Dicho como si no fuera Dicho escrito (leído como si se escrito como si fuera hablara) RASGOS RASGOS DE FORMALIDAD COLOQUIALIZADORES +rel. de igualdad - - - rel. de igualdad +rel. vivencial - - -rel. vivencial +marco interac. cotidiano - - - marco interac. cotidiano 15 T. De Mauro (1970) establecía cuatro grados en la variedad de uso. parlato parlato, parlato scritto, scritto parlato y scritto scritto. W.L. Chafe (1982) distinguía entre spoken vs. written e informal vs. formal. Véase también A. Narbona (1997: §2). Puede compararse al respecto el modelo de Koch y Oesterreicher (1990: 12) de interrelación del medio (fónico y gráfico) relacionado con el canal y la concepción (lo hablado y lo escrito) vinculado al grado de inmediatez comunicativa. 26 +cotidianidad temática - - - cotidianidad temática DE RESULTAS: RASGOS PROPIOS DEL REGISTRO DE RESULTAS: RASGOS PROPIOS DEL REGISTRO COLOQUIAL FORMAL +planificación sobre la marcha - - +fin interpersonal - - +tono informal - - Cuadro5. Escala de registros en relación con el medio en que se producen 6.1. Registros, medios y géneros Las modalidades de uso y los grados de influencia de éstas en lo escrito o en lo oral están, como señalábamos antes, en relación también con los géneros o subgéneros de discurso y las características o rasgos definidores de éstos (dialogal, alternancia de turnos, cooperación, dinamismo, inmediatez, etc.). Así, por ejemplo, el prototipo discursivo de lo oral (coloquial) es la conversación (cotidiana). Muy cercana al prototipo se encuentra la conversación telefónica y se van alejando de éste, de acuerdo a la ausencia de tales parámetros comunicativos y a la mayor presencia de otros, la tertulia, el debate, la entrevista, la mesa redonda, el juicio oral, la conferencia, etc., tipos todos éstos ya en el ámbito de lo oral formal. Del mismo modo, los textos legales pueden constituir un ejemplo prototípico de lo escrito formal; lejos de éstos se encuentran los artículos de opinión y en la periferia, las ya mencionadas cartas familiares, propias muchas de éstas ya de lo escrito coloquial. Aunque los parámetros, por separado, permiten diferenciar escalas de registros y géneros, de hecho, todos actúan de forma simultánea. Ello explica, por ejemplo, que algunos tipos de discurso, alejados en teoría del prototipo, se acerquen en ocasiones a éste. Así, el marco discursivo familiar, la cotidianidad, el saber compartido pueden 27 llegar a aproximar, como indicábamos, un debate (+planificado, con reparto previo de papeles, control de turnos por parte del moderador…, por tanto, con rasgos de lo formal escrito) a una conversación (coloquial); e incluso una conferencia o un telediario (con una impronta de lo escrito formal: „se lee lo que está escrito o sobreimpresionado‟; con cambio o transferencia de canal y, así pues, con el rasgo [+fónico - gráfico]) puede convertirse, de acuerdo, por ejemplo, al propósito, destinatario, etc., en una charla informal16. Y del mismo modo, una carta familiar de una persona poco cultivada, incluida, según hemos apuntado más arriba, como ejemplo de lo coloquial escrito, estará más cerca de lo coloquial oral que otra escrita por alguien de estrato culto y dirigida al director de un periódico. 6.2 Como si se hablara vs Como si se escribiera Un texto escrito puede estar más cerca de lo oral que de lo propiamente escrito; y otro escrito, más próximo a lo oral. Según se observa en el esquema anterior, en ocasiones lo coloquial escrito se aproxima a lo coloquial oral hasta el punto de que parece se “hable en la distancia”. Se trata de la intersección de lo oral y de lo escrito, del lugar donde lo oral se puede reflejar 16 Ll. Payrató (2003: 189-191) estudia el modo tan variado de presentación en la prensa escrita de los informes meteorológicos, y la presencia en estos informes de diferentes modalidades y registros. Y señala que esto mismo podría a decirse de los que aparecen en medios de comunicación orales como la radio y la televisión, más aún si los comparáramos con los de tiempos atrás. Razón tiene, pues eso mismo venimos observando nosotros desde hace tiempo: la coloquialización ha llegado a los noticiarios, a los telediarios y a los partes sobre el tiempo que estos proporcionan. Puede que lo coloquial en discursos más propiamente formales se explique por el estilo personal de algunos locutores (ya no expertos meteorólogos, como sucedía anteriormente –lo que hay que tener en cuenta como causa del proceso citado-) o puede que sea el producto de una estrategia del grupo de comunicación. Sea como fuere, la verdad es que, aun leyendo lo escrito o sobreimpresionado, la oralización es tal que se alternan los registros +/formales y +/-coloquiales, por ejemplo, se combinan tecnicismos con coloquialismos; parece más interactivo de lo que realmente es, al fin transaccional se une con fuerza por momentos el fin interpersonal, toda una comunión fática al servicio de la ganancia de público, de audiencia. Se gana con cercanía, y lo coloquial significa relación de proximidad. Abogo, como mi estimado colega Lluís Payrató hace para el catalán (p. 192), por llevar a cabo una pragmaestilística del español. 28 en lo escrito y lo escrito en lo oral, es decir, de lo que venimos llamando la periferia de una y otra manifestación. Ciertamente, algunas cartas familiares o algunos correos electrónicos entre amigos jóvenes reflejan en extremo y de modo natural rasgos del medio oral (aparecen preguntas: ¿cómo estás?; apelativos: ¿de acuerdo? ¿no?; despedidas: hasta luego) y del registro coloquial (saludos: ¡hola! unidades léxicas: ponerse ciegos, profe, guay; marcadores discursivos: así que, bueno, pues; elementos repetidos para recuperar el hilo discursivo (véase en el texto siguiente: nos fuimos) paréntesis explicativos, (pagaba él porque era su cumpleaños): “nos fuimos mis amigas y yo de cena con un amigo, pagaba él porque era su cumpleaños, nos fuimos a cenar a un sitio muy guay, pero yo no podía beber porque estaba ya un poco hecha mierda del día anterior, así que todas mis amigas se pusieron ciegas…”. Lo mismo podría decirse de algunos tipos de comunicación electrónica como el caso de ciertos chats, los cuales son considerados una especie de conversaciones escritas (Sanmartín, 2008). Y esta extrema reproducción oral coloquial en lo escrito puede deberse a la escasa destreza lingüística o al escaso conocimiento de otras modalidades más formales; así, quien solo conoce el registro coloquial lo reproducirá de forma natural en su producciones escritas, pese a que en determinadas situaciones (de mayor formalidad) pueda esforzarse en adecuar su modo de habla (“hay quienes quieren, pero no pueden”). Ahora bien, a menudo no es tanto la falta de instrucción como el predominio de lo coloquial, de la situación de inmediatez, de los rasgos coloquializadores (“hay quienes pueden ajustarse a un grado mayor de formalidad y de escrituridad, pero no quieren”). Por tanto, aunque teóricamente parece cierta la afirmación de que “No se escribe como se habla” (y menos “coloquialmente”, dirían algunos puristas), hay ejemplos en que se aproximan el modo de escritura y la oralidad, en concreto, coloquial. Así es, la carta familiar o ciertos chats 29 son ejemplos de “escribir como si hablara”, con la diferencia de que la interlocución en este último caso es en el línea y en el del primero no lo es. Del mismo modo, a veces se habla (se dice, se lee) como si se escribiera, imitando o reproduciendo lo escrito. Si antes se hablaba de oralidad, a éste, que es el proceso inverso, podríamos llamarlo “escrituridad”. Vienen a nuestra memoria las metáforas habla como un libro, se explica como un libro abierto para referirse a quien se expresa o explica ejemplarmente, como lo hace el autor de un libro. El ejemplo del buen decir es lo escrito y los hay que se toman al pie de la letra –nunca mejor dicho- estos modismos y reproducen lo escrito en lo oral. Baste recordar algunas partes de las intervenciones de abogados, fiscales y jueces en los juicios orales, la lectura de sentencias judiciales. Fuera de ese contexto –y a veces también en éste- constituirían ejemplos de extrema formalidad, tan inadecuada como la excesiva coloquialidad de las cartas familiares citadas, éstas por defecto de formalidad y aquéllas por exceso. A nuestra mente vienen también algunas conferencias que más que hablarse parecen estar escribiéndose o, más exactamente, dictándose (“escriturizadas”- perdón por el término). Lo oral y lo escrito, en tanto modos de realización, forman parte también de una escala gradual que va de lo oral prototípico a lo escrito prototípico, pasando por estadios intermedios de oralidad y de “escrituridad”, hasta llegar a la periferia de lo oral y de lo escrito, estadios en el que la imbricación de lo oral en lo escrito y de lo escrito en lo oral será mayor. Estas dos descripciones a que alude este apartado, como si se hablara, como si escribiera, son, precisamente, manifestaciones discursivas en la periferia de lo coloquial oral y en la periferia de lo formal oral, respectivamente. O se habla o se escribe, esto es, o producimos por el canal fónico o por el gráfico, pero los grados de coloquialidad o de formalidad inciden sobre las manifestaciones concretas de lo oral y de lo escrito hasta el 30 punto de hacer, quizá no de los canales fónico y gráfico 17, pero sí de los modos de verbalización una escala gradual donde lo escrito y lo oral aparecen imbricados18. 7. Conclusión En suma, la variación diafásica se encuentra en el centro de la variación, tanto desde una consideración estática como dinámica. Lo coloquial y lo formal son los grados fundamentales dentro de la escala gradual de la variación diafásica, los cuales vienen determinados por rasgos situacionales [+/- relación social o funcional entre los interlocutores], [+/-relación vivencial de proximidad entre estos], [+/-marco interaccional familiar], [+/-cotidianidad temática de la interacción], que a su vez favorecen las características propias de las modalidades lingüísticas o registros resultantes: [+/-planificación sobre la marcha], [+/-fin interpersonal], [+/-tono informal]. Insistimos, así pues, en que el grado de formalidad y de coloquialidad se obtiene a partir de los rasgos coloquializadores, los decisivos en la consideración de estas escalas graduales, y de los que de éstos resultan. - De hecho, tales rasgos llegan, como sucede en el caso de lo +coloquial, a nivelar los rasgos de nivel sociocultural de los interlocutores y a resaltar, en cambio los rasgos de edad, sexo, así como también los dialectales, o, como sucede, por el contrario, en el caso de lo +formal, a nivelar estos últimos y a resaltar aquéllos. 17 En tanto canales, lo fónico y lo gráfico, no constituyen una escala gradual, lo que no niega que puedan aparecer combinados en la producción de un mismo discurso. Hoy más que nunca en los discursos alternan y aparecen combinados ambos medios; pensemos en una clase o en una conferencia donde se utiliza la pizarra o el ordenador para ir escribiendo o mostrando lo escrito a la vez que se explica lo que allí se va viendo. 18 Una conclusión coincidente con la propuesta de Koch y Oesterreicher (1990) y de otros autores ya mencionados (Bustos, 1996, Narbona, 1996) 31 - Además, la presencia mayor de todos esos rasgos coloquializadores o de formalización y de lo propios de la modalidad lingüística favorece el acercamiento de los géneros discursivos. No excluye esta visión más dinámica de la variación esa otra posición más estática según la cual el género favorece, en principio, el uso de un registro u otro; en efecto, la conversación, el coloquial; la conferencia, el formal. Pero el principio puede alterarse en el proceso de producción y recepción. Lo medial, oral y escrito, no determina en la medida de los rasgos situacionales anteriores el uso de un registro u otro, aunque el recorrido escalar entre lo coloquial y lo formal se aproxima al que va de lo oral a lo escrito. Lo coloquial se manifiesta (o se debería manifestar, teóricamente) en menor grado en lo escrito, dado que la planificación de lo escrito es mayor, del mismo modo que lo formal presenta un mayor grado en lo escrito que en lo oral. Pero la realidad lingüística y comunicativa nos muestra que se puede hablar y escribir coloquial y formalmente, y que a menudo lo oral (coloquial) se imbrica en lo escrito y lo escrito (formal) en lo oral. El principio, no obstante, no se niega: a +formalidad, +carácter escrito; a +coloquialidad, +carácter oral. La propuesta extendida del grupo Val.Es.Co., de la que este trabajo solo es un esbozo, explica, así pues, el conjunto de las variedades situacionales, de registros y géneros discursivos, a partir de escalas graduales, y es capaz de dar cuenta e identificar dentro de ese continuum gradual cualquier interacción o evento comunicativo oral, escrito o, -permítaseme- oral-escrito, siempre partiendo de la distinción escalar entre LO COLOQUIAL (prototípico y periférico) y LO FORMAL (prototípico y periférico). Cada vez que pienso y leo sobre el conjunto de la variación de registros, sociolectos, dialectos, géneros, medios orales y escritos, etc., me imagino un artilugio que rueda sobre un eje (lo coloquial/lo formal) y que en dicho movimiento arrastra a todo el 32 engranaje, constituido por cada una de esas piezas citadas (los rasgos implicados en la determinación de las diferentes escalas de registros, sociolectos, dialectos, géneros, medios, etc.). Si la rueda de los rasgos de la coloquialidad y de la formalidad comienza a moverse, todo entra en movimiento y “colisiona”. La imagen del dial la tengo, pero no tanto el dibujo exacto que demuestre la certeza de esta propuesta de la variación; quizá, nos falta la imaginación de Ramón Llull en la creación de un ingenio mecánico que, con todos los datos dispuestos sobre figuras geométricas, se mueva y ruede mediante una manivela (ahora sería una tecla o un botón) y se pare cada vez que como usuarios de la lengua o como analistas queramos seleccionar la opción exacta y más adecuada o determinar lógicamente en qué punto de la escala de coloquialidad, de discurso, de oralidad, etc., nos encontramos. Ars Magna et ultima capaz de explicar el conjunto de “verdades” sobre la variedad como una sola “verdad”. A falta de esta máquina ideal, valga la argumentación hasta aquí. 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