Romeo y Julieta, de William Shakespeare. Guía de lectura

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Romeo y Julieta, de William Shakespeare.
Guía de lectura
Argumento
Resume en pocas líneas el argumento de Romeo y Julieta. A continuación lee el mito de Píramo y
Tisbe, extraído del libro IV de las Metamorfosis, de Ovidio. Compara su argumento con el de la
obra de Shakespeare. En tu opinión, ¿puede considerarse la historia de Píramo y Tisbe como una
de las fuentes literarias de Romeo y Julieta? Justifica tu respuesta.
FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE
Píramo y Tisbe, él el más bello de los jóvenes, ella la más excelsa de las muchachas que en
Oriente había, vivían en casas contiguas, allí donde dicen que Semíramis ciñó con murallas de ladrillo su
ilustre ciudad. La vecindad hizo que se conocieran y que su amistad diera los primeros pasos, el tiempo
hizo que creciera su amor. Y se habrían unido en legítimo matrimonio si sus padres no se lo hubiesen
prohibido; pero no pudieron prohibir que ambos ardieran cautivados por la misma pasión. Nadie está al
corriente de su amor, se comunican con gestos y señas, y el fuego, encubierto, más arde cuanto más se
le cubre.
En la pared que separaba las dos casas se abría una estrecha rendija que se había formado
tiempo atrás, cuando el muro había sido construido. Durante largos siglos nadie había notado ese
defecto: fuisteis vosotros, enamorados, los primeros en verla (¿qué se le escapa al amor?), y en hacer de
ella un camino para vuestras voces; a través de ella solían viajar seguras, en murmullos casi inaudibles,
las tiernas palabras que os decíais. Muchas veces, cuando se hallaban uno a cada lado, Tisbe aquí,
Píramo allí, y ambos habían percibido la respiración de sus bocas, decían: ¿Por qué te interpones en
nuestro amor, pared cruel? ¡Qué bueno sería que nos permitieras unir por entero nuestros cuerpos o, si
es pedir demasiado, que nos dejaras espacio para un beso! Pero no somos desagradecidos: sabemos
que a ti te debemos que nuestras palabras puedan llegar a oídos amigos.”
Tras decir inútilmente otras cosas como estas, al caer la noche se dijeron adiós y se besaron con
besos que no habían de llegar al otro lado. Al día siguiente, cuando la aurora había apagado los fuegos
de la noche y el sol había secado con sus rayos el rocío de la hierba, se volvieron a reunir en el lugar
acostumbrado. Entonces, después de muchos lamentos, decidieron que en el silencio de la noche
intentarían burlar a sus guardianes y huir por la puerta, y que una vez fuera de sus casas saldrían
también de la ciudad; y para no tener que vagar en campo abierto, se encontrarían junto a la estatua de
Nino, ocultos a la sombra de un árbol: había allí, en efecto, un árbol cargado de frutos blancos como la
nieve, una alta morera que lindaba con una fuente de aguas muy frías. Acuerdan cumplir lo dicho; la luz
del día, que parecía morir más lentamente, se hundió en las aguas, y de las mismas aguas surgió la
noche.
Arropada por la oscuridad, Tisbe hizo girar cautelosamente la puerta sobre sus goznes, y salió
burlando la vigilancia de los suyos; con el rostro cubierto por un velo llegó hasta el sepulcro y se sentó
bajo el árbol, como habían establecido: el amor la hacía audaz. Cuando he aquí que llegó una leona que
acababa de matar a unos bueyes: con la boca llena de espuma y el hocico manchado de sangre, venía a
calmar su sed en las aguas de la fuente cercana; cuando Tisbe de Babilonia la vio desde lejos a la luz de
la luna, corrió con paso trepidante a esconderse en una oscura caverna, y en la huida dejó tras de sí su
velo, que había caído de sus hombros. La feroz leona, tras haber apagado su sed con abundante agua,
estaba regresando hacia el bosque cuando topó con casualidad con el leve velo que ella había perdido y
lo desgarró con sus fauces ensangrentadas. Píramo, que había salido más tarde, vio que sobre la espesa
capa de polvo se veían claramente las huellas de una fiera, y su rostro palideció; y cuando además
encontró la prenda teñida de sangre, dijo: “Una sola noche verá el fin de dos enamorados, de quienes
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ella era la más digna de haber tenido una larga vida; es mi alma la culpable. He sido yo, desdichada,
quien te ha causado la muerte, puesto que te obligué a venir de noche a este lugar lleno de peligros, y ni
siquiera llegué primero. ¡Despedazad mi cuerpo y devorad con feroces mordiscos mis criminales
entrañas, oh leones que habitáis bajo estas rocas! Pero es de cobardes limitarse a desear la muerte.” Y
cogiendo el velo de Tisbe lo llevó consigo hasta el árbol que habían convenido, y mientras besaba la
prenda que bien conocía y la bañaba con sus lágrimas, dijo: “¡Bebe ahora también mi sangre!”, y se
clavó en el vientre el puñal del que iba armado. Después, agonizando, extrajo el arma de la herida
palpitante y cayó al suelo boca arriba. La sangre brotó con un alto chorro, como cuando en un caño de
plomo oxidado se abre una grieta y el agua sale silbando con fuerza por el pequeño agujero, y hiende el
aire con violencia. Los frutos del árbol se vuelven negros salpicados por la sangre, y la raíz, empapada,
tiñe de púrpura las moras que penden de las ramas.
Y he aquí que ella regresa, aunque aún asustada, pues no quiere defraudar a su amado, y le busca
con los ojos y con el corazón, ansiosa por contarle de qué peligros ha escapado. Aunque reconoce el
lugar y la forma del árbol, el color de los frutos la hace dudar: no está segura de que sea la misma
planta. Mientras duda, ve un cuerpo tembloroso agitarse sobre el suelo cubierto de sangre: retrocede y,
con el rostro más pálido que la madera de boj, se estremece como se estremece el agua del mar cuando
una brisa leve roza su superficie. Pero cuando después de un momento reconoce a su amado, entonces
se golpea con sonoras palmadas los brazos, que no merecen tales golpes, y arrancándose el cabello
abraza el cuerpo de Píramo, colma de lágrimas sus heridas, mezclando la sangre y el llanto, y besando su
rostro helado exclama: “Píramo, ¿qué desgracia es la que te arranca de mi lado? ¡Píramo, contesta! ¡Es
tu amadísima Tisbe quien te llama! ¡Escúchame, levanta tu rostro inerte!” Al oír el nombre de Tisbe,
Píramo levantó los ojos, sobre los que ya pesaba la muerte, y tras mirarla los volvió a cerrar. Cuando
Tisbe reconoció su velo y vio que la espada no estaba en la vaina de marfil, exclamó: “¡Tu propia mano y
tu amor han acabado contigo, infeliz! Pero también yo tengo una mano firme, por lo menos para esto, y
tengo amor: él me dará fuerzas para herirme. Te seguiré en la muerte, y de mí, desdichada, dirán que fui
causa y compañera de tu fin; y tú, que sólo habrías podido ser arrancado de mi lado con la muerte,
tampoco en la muerte te separarás de mí. Pero quiero que vosotros, infelices padres míos y de él,
escuchéis este ruego que ambos os hacemos: no neguéis a quienes estuvieron unidos en un amor
verdadero y en los últimos instantes de la vida que reposen en el mismo sepulcro. ¡Y tú, árbol que ahora
recubres el infortunado cuerpo de uno, y que pronto recubrirás los cuerpos de ambos, conserva un
testimonio de nuestra desgracia y ten siempre frutos oscuros, del color del luto, en recuerdo de la
sangre que vertimos los dos!” Así dijo, y colocando la espada bajo su pecho se dejó caer sobre el filo,
que aún estaba caliente de sangre. Sus ruegos, sin embargo, conmovieron a los dioses y a sus padres: en
efecto, el color de los frutos, cuando maduran, sigue siendo negro, y lo que quedó de la pira reposa en
una sola urna.
Estructura
Completa el siguiente cuadro con información de cada una de las escenas del libro. Mide el grado
de interés o de emoción de cada escena en una escala del 1 al 10.
Acto
I
Escena
I
Lugar
Personajes
Calles de
Verona
Partidarios de los Montesco y
los Capuleto. Padres de Romeo
y Julieta. Príncipe Escala.
Romeo y Benvolio.
Motivos
Intensidad
Disturbio en las calles entre los
partidarios de una y otra
familia. Mediación del príncipe.
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Romeo, enfermo de amor por
Rosalina.
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Temas y personajes
Los principales temas de la obra son:
1. El amor. ¿Qué valor tiene para los protagonistas? Contrasta su forma de ver el amor
con la de los criados, Mercucio o la nodriza. ¿Qué valor tiene el matrimonio en el siglo
XVI? ¿En qué sentido es un acto de rebeldía el matrimonio entre Romeo y Julieta?
2. El odio. ¿Cómo se plantea desde las primeras páginas el odio entre las familia de
Romeo y Julieta? ¿Qué personajes, en particular, parecen encarnar el rencor
irracional? En tu opinión, ¿se resuelve al final el conflicto entre las familias?
3. La muerte. La obra aparece plagada de presagios anunciados por los mismos amantes,
por los padres de Julieta, por el fraile y por Paris. Anota algunas de estas
premoniciones. ¿Es esta una historia regida por una fatalidad ciega? ¿Es, por el
contrario, el azar el responsable de la tragedia? ¿Quiénes son más responsables de la
desgracia: las familias por el odio que se tiene, o los amantes por su proceder
irresponsable y apresurado? Justifica tus respuestas.
Técnica y estilo
Reconoce en la obra las características formales del teatro isabelino.
Romeo y Julieta presenta una gran variedad de estilos. Elige una escena cómica y comenta los
juegos de palabras utilizados. Elige una escena de amor apasionado y comenta las imágenes que
te parezcan más bellas.
Análisis de una escena
Lee atentamente la escena del balcón (Acto II, Escena II) y, a continuación, contesta a las
preguntas que se te proponen.
Entra ROMEO
ROMEO.
Ríase de la cicatriz quien nunca tuvo herida.
Entra JULIETA
¿Qué luz es la que asoma por aquella ventana?
¡Es el Oriente! ¡Y Julieta es el sol!
Amanece tú, sol, mata a la envidiosa luna.
Está enferma, y cómo palidece de dolor,
pues que tú, su doncella, en primor la aventajas.
¡No la sirvas ya más, que ella te envidia!
Su manto de vestal es verde y enfermizo,
lo propio de bufones. ¡Aléjalo de ti!
¡Es ella, sí, mi dama! ¡Es, ay, mi amor!
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¡Si al menos ella lo supiera!
Habla y no dice nada. Mas, ¡qué importa!
Lo hacen sus ojos, y he de responder.
¡Mi esperanza qué necia, pues no es a mí a quien habla!
Dos estrellas del cielo entre las más hermosas
han rogado a sus ojos que en su ausencia
brillen en las esferas hasta su regreso.
¡Oh, si allí sus ojos estuvieran! ¡Y si habitaran su rostro las estrellas
la luz de sus mejillas podría sonrojarlas
como hace el sol con una llama! ¡Sus ojos en el cielo
alumbrarían tanto los caminos del aire
que hasta los pájaros cantaran ignorando la noche!
Mirad cómo sostiene su mano la mejilla.
¡Fuera yo guante de esa mano,
para poder acariciar su rostro!
JULIETA.
¡Ay de mí!
ROMEO.
[Aparte.]
¿Habla acaso?
¡Habla, ángel mío, de nuevo! Pues que das
tanta gloria a esta noche sobre mi cabeza,
como un celeste alado mensajero
sobre la blanca atónita mirada
de los mortales que tendidos miran
cómo galopan nubes perezosas,
y navegan los senos del espacio.
JULIETA.
¡Oh Romeo, Romeo! ¡Si otro fuese tu nombre!
¡Reniega de él! ¡Reniega de tu padre!
O jura al menos que me amas,
y dejaré de ser yo Capuleto.
ROMEO.
[Aparte.] ¿Debo escuchar aún, o hablarte ahora?
JULIETA.
Sólo tu nombre es mi enemigo. Tú
eres tú mismo, seas Montesco o no.
¿Qué es Montesco? La mano no, ni el pie,
ni el brazo ni la cara ni cualquier otra parte
de un mancebo. ¡Si otro fuese tu nombre!
¿En un nombre qué hay? Lo que llamamos rosa
aun con otro nombre mantendría el perfume;
de ese modo Romeo, aunque Romeo nunca se llamase,
conservaría la misma perfección, la misma,
sin ese título. Romeo, dile adiós a tu nombre,
pues que no forma parte de ti; y, a cambio de ese nombre,
tómame a mí, todo mi ser.
ROMEO.
Te tomo la palabra.
Llámame sólo “amor”, será un nuevo bautismo.
De ahora en adelante, ya no seré Romeo.
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JULIETA.
¿Quién eres tú, cubierto por la noche,
que me sorprendes en mis confidencias?
ROMEO.
No,
no basta con un nombre para decir quién soy.
Mi nombre –cielo mío– yo mismo lo detesto,
pues sé que es tu enemigo.
Fuera palabra escrita y yo la rompería.
JULIETA.
Aún no han bebido mis oídos cien palabras
salidas de tus labios y ya conozco su rumor.
¿No eres Romeo? ¿No eres un Montesco?
ROMEO.
Ninguno de los dos, si a ti te desagrada.
JULIETA.
¿Cómo llegaste aquí? ¿Por qué razón?
Es alto el muro del jardín; difícil de escalar;
una muerte segura, siendo quien eres tú,
si alguien de los míos alcanzara a encontrarte.
ROMEO.
Con las alas livianas de amor salté estos muros,
pues que para el amor no hay límites de piedra,
y lo que el amor puede, lo ha de intentar amor.
Tus parientes no han de poder intimidarme.
JULIETA.
Si te encuentran aquí te matarán.
ROMEO.
¡Ay de mí! Temo el peligro de tus ojos,
más, mucho más, que a veinte espadas. Si así, dulce, me miras,
resistiré su enemistad.
JULIETA.
El mundo yo daría por que no os descubrieran.
ROMEO.
La noche con su manto me oculta a las miradas;
que me encuentren aquí si no llegas a amarme.
Antes morir a manos de su odio
que prorrogar la muerte sin tu amor.
JULIETA.
¿Quién te ha guiado a este lugar?
ROMEO.
Fue el amor quien lo hizo;
tomé consejo de él. A él le presté mis ojos.
No sé llevar el rumbo, pero, aunque tú estuvieras
sobre la inmensa orilla de unos mares lejanos,
por una joya así me arriesgaría.
JULIETA.
La máscara de la noche, lo sabéis, cubre mi rostro,
o un rubor virginal cubriera mis mejillas
por cuanto en esta noche me has oído decir.
¡Si pudiera guardar la compostura! ¡Oh, si pudiera
negar lo que ya he dicho! ¡Fuera, tú, fingimiento!
¿Me amáis? ¡Sí! Ya lo sé, diréis que sí,
y os tomo la palabra, y juraréis
y juraréis en falso. Del perjurio de amor,
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¡lo dicen!, Júpiter se burla. ¡Oh, Romeo gentil!
Di que me amas, dímelo en verdad,
y, si piensas que soy tu presa fácil,
el ceño frunciré, seré perversa, te diré que no,
y tú tendrás que cortejarme. ¡Será así!
Verdad, bello Montesco, ¡os amo tanto!
Me pensaréis voluble, mas, creedme,
yo seré más sincera, mucho más, que todas esas
que conocen el arte de parecer esquivas.
Tendría que haber sido más cauta, lo confieso.
Oíste mi pasión y mis palabras, sin que yo lo advirtiera.
Perdóname; no pienses
que esta inconsciencia pruebe que es liviano mi amor
surgido de las sombras de la noche.
ROMEO.
Señora, por la sagrada luna, juro...
Por quien cubre de plata las copas de los árboles...
JULIETA.
No jures por la luna, no, la luna inconstante,
que cambia cada mes en su órbita redonda,
no sea que tu amor, como ella, se vuelva caprichoso.
ROMEO.
¿Por quién he de jurar?
JULIETA.
¡No has de jurar por nadie!
O si lo haces, hazlo por ti mismo;
tú eres el dios que adoro. Sólo entonces
te creeré.
ROMEO.
Si el amor sagrado de mi alma...
JULIETA.
¡No, no jures! Aunque seas mi alegría
no encuentro goce en este pacto nocturno,
tan repentino, tan sin aviso y temerario
como un relámpago que muere
antes de que digamos “¡Un relámpago!”. Amor,
buenas noches; este amor tierno, madurado
por el aliento del estío, será una hermosa flor
cuando nos encontremos otra vez. Buenas noches.
Tenga tu corazón dulce reposo como el que cabe en mí.
ROMEO.
¿Así de insatisfecho me dejáis?
JULIETA.
¿Cabe esta noche otra satisfacción?
ROMEO.
Dame tu amor, que yo te daré el mío.
JULIETA.
Te lo he entregado antes de que tú lo pidieras;
quisiera, sin embargo, otra vez entregártelo.
ROMEO.
¿Por qué, pues, me lo quitas? ¿Con qué fin?
JULIETA.
Para ser generosa y poder ofrecértelo dos veces,
aunque sólo eso que ya tengo ansío.
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Tan pródiga soy como el mar,
y tan hondo mi amor. Tanto como te doy
recibo yo, pues son uno y otro infinitos...
Oigo rumores en la casa. Adiós, amor.
Voces de la NODRIZA desde dentro
¡Ya voy, ama, ya voy! Sé fiel, dulce Montesco,
y espérame, pues vuelvo presta a ti.
Sale.
ROMEO.
¡Oh, feliz, bendita noche! Sólo temo
que todo sea esta noche un sueño sólo
demasiado dulce para ser verdad.
Vuelve a asomarse JULIETA.
JULIETA.
Tres palabras aún, Romeo, y me despido.
Si he de creer en tus votos de amor,
si me deseas como esposa, dímelo mañana,
que te enviaré a alguno,
así como el lugar y día de la ceremonia.
Pondré a tus pies cuanto poseo,
y te seguiré, amor mío, mi dueño, por el ancho mundo.
NODRIZA.
(Desde dentro.) ¡Señora! ¡Julieta!
JULIETA.
¡Ya voy! ¡Que ya voy!... Pero si tu amor no fuera
honesto, te suplico...
NODRIZA.
(Desde dentro.) ¡Señora!
JULIETA.
¡Ya voy, digo!...
Que ya no me hables, que me abandones a mi llanto.
Te enviaré mañana a alguien.
ROMEO.
¡Hacedlo, por mi alma!
¡Mil buenas noches tengas!
Sale.
ROMEO.
¡Malditas sean las mil si me falta tu luz!
Como rapaz que sale de la escuela, así el amor
al amor tiende, pero, como el niño que a su libro regresa
triste, el amor se aleja del amor.
Vuelve a entrar JULIETA
JULIETA.
¡Eh, Romeo! Voz yo tendría de halconero
y llamara a este azor con cascabel;
mas ronco está el cautivo y no puede gritar,
o rompería en dos la cueva donde habita el eco
hasta hacer callar, ronca, a su lengua de aire,
de tanto gritar el nombre de Romeo.
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ROMEO.
Es mi alma quien llama por mi nombre.
Dulce sonido de plata tiene la voz nocturna del amante,
el más dulce que un oído pueda nunca escuchar.
JULIETA.
¡Romeo!
ROMEO.
¿Amor?
JULIETA.
¿A qué hora he de enviarte
un mensaje mañana?
ROMEO.
Hacia las nueve
JULIETA.
Ahí estará. Parece que faltan veinte años.
No puedo recordar por qué llamaba.
ROMEO.
Aquí me quedaré hasta que os acordéis.
JULIETA.
Yo podría olvidarlo y así te quedarías para siempre,
guardando para siempre tu presencia.
ROMEO.
Me quedaré y haré que os olvidéis para siempre
de cualquier otro lugar excepto éste.
JULIETA.
Debes marcharte... Ya amanece...
Pero no más lejos que el pajarillo que el rapaz sujeta
y deja que salte de su mano
–tal prisionero atado por cadenas–
y tira de él, haciéndolo volver, con un hilo de seda,
amorosamente, celoso de su libertad.
ROMEO.
Quisiera ser yo ese pajarillo.
JULIETA.
Amor, también yo,
aunque te mataría con excesos.
Buenas noches, buenas noches... Es tan dulce la pena
al despedirse que así diría hasta el amanecer.
Sale.
ROMEO.
Repose el sueño en tus ojos, y la paz en tu pecho.
¡Sueño y pecho fuera yo, y en ellos descansaras!
Iré a la celda de mi confesor. He de pedirle
su ayuda y le hablaré de mi fiel encuentro.
Sale.

¿Qué doble función cumple el monólogo inicial de Julieta? ¿Por qué habla Romeo en
aparte?

En el monólogo de Julieta, se manifiesta la influencia de una disputa escolástica medieval
sobre si las palabras forman parte o no de la realidad. ¿Cuál es la posición de Julieta ante
ese debate? Esta postura coincide con la de los humanistas; sin embargo, en Julieta es
interesada: ¿por qué?
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
A través del lenguaje, Romeo y Julieta muestran distintas actitudes ante el amor:
señálalas.

Analiza los motivos y elementos formales del petrarquismo presentes en la escena. ¿En
qué se aleja Shakespeare de esta influencia?

Haz una valoración personal del texto.
9
Análisis comparativo
Lee el siguiente, perteneciente al escritor argentino Marco Denevi. Luego contesta a las preguntas.
ROMEO FRENTE AL CADÁVER DE JULIETA
Cripta del mausoleo de los Capuletos, en Verona. Al levantarse el telón, la cripta, en penumbras, deja ver
un túmulo, y, sobre éste, el cadáver de Julieta.
Entra ROMEO con una antorcha encendida. Se acerca al túmulo. Contempla en silencio los despojos de
su amada. Luego se vuelve hacia los espectadores.
ROMEO.- ¡Era, pues, verdad! ¡Julieta se ha suicidado! Veloces mensajeros, oculto el rostro chismoso tras
la máscara de un falso dolor, corrieron a Mantua a darme la noticia. Pero, junto con la noticia, hacían
tintinear en el aire la intimación de que volviese, la amenaza de que, en caso contrario, me traerían por
la fuerza. Todos se despedían de mí con el mismo adiós: "Romeo, ahora sabrás cuál es tu deber". He
comprendido. He vuelto. Aquí estoy. No he encontrado a nadie en el camino. Nadie me estorbó el paso
para que llegase a este lúgubre sitio y me enfrentase a solas con el cadáver de Julieta. Excesivas
casualidades, demasiada benevolencia del destino, sospechoso azar. Alcahuetería de la noche, ¿Cuál es
tu precio? Los que te han sobornado ahora me espían, huéspedes de tu sombra. Aguardan que les
entregues lo que les prometiste. ¿Y qué les prometiste, noche rufiana? ¡Mi suicidio! Así podrán dar por
concluida esta historia que tanto los irrita y que, en el fondo, los compromete de una manera fastidiosa.
Julieta ya ha escrito la mitad del epílogo. Ahora yo debo añadirle la otra mitad para que el telón
descienda entre lágrimas y aplausos, y ellos puedan levantarse de sus asientos, saludarse unos a otros,
reconciliarse los que estaban enemistados, tú, Montesco, con vos, Capuleto, y luego volverse a sus casas
a comer, a dormir, a fornicar y a seguir viviendo. Y si no lo hago por las buenas, me obligarán a hacerlo
por las malas. Me llamarán Romeo de pacotilla, amante castrado, vil cobarde. Me cerrarán todas las
puertas. Seré tratado como el peor de los delincuentes. Terminarán por acusarme de ser el asesino de
Julieta y alguien se creerá con derecho a vengar ese crimen. O escribo yo la conclusión o la escribirán
ellos, pero siempre con la misma tinta: mi sangre. De lo contrario la muerte de Julieta los haría sentirse
culpables. Suicidándonos, Julieta y yo intercambiamos responsabilidades y ellos quedan libres. (A
Julieta.) ¿Te das cuenta, atolondrada? ¿Te das cuenta de lo que has hecho? ¿Tenías necesidad de
obligarme a tanto? ¿Era necesario recurrir a estas exageraciones? Nos amábamos, está bien, nos
amábamos. Pero de ahí no había que pasar. Amarse tiene sentido mientras se vive. Después, ¿qué
importa? Ahora me enredaste en este juego siniestro y yo, lo quiera o no, debo seguir jugándolo. Me
has colocado entre la espada y la pared. Sin mi previo consentimiento, aclaro. Nací amante, no héroe.
Soy un hombre normal, no un maniático suicida. Pero tú, con tu famosa muerte, te encaramaste de
golpe a una altura sobrehumana hasta la que ahora debo empinarme para no ser menos que tú, para
ser digo de tu amor, para no dejar de ser Romeo. ¡Funesta paradoja! Para no dejar de ser Romeo debo
dejar de ser Romeo. (Al público.) Esto me pasa por enamorarme de adolescentes. Lo toman todo a la
tremenda. Su amor es una constante extorsión. O el tálamo o la tumba. Nada de paños tibios, de
concesiones, de moratorias, de acuerdos mutuos. Y así favorecen los egoístas designios de los mayores,
que aprovechan esa rigidez para quebrarles la voluntad como leña seca. (Otro tono.) Ah, pero yo me
niego. Me niego a repetir su error. Todo esto es una emboscada tendida con el único propósito de
capturarme. Señores, miladis, rehúso poner mi pie en el cepo. Amo a Julieta. La amaré mientras viva. La
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lloraré hasta que se me acaben las lágrimas. Pero no esperéis más de mí. No me exijáis más. La vida
justifica nuestros amores, en tanto que ningún amor es suficiente justificación para la muerte. Buenas
noches. (Arroja la antorcha en un rincón, donde se apaga; se emboza la capa y sale. La escena queda
sola unos instantes. Luego entran dos PAJES conduciendo el cadáver de ROMEO con una daga clavada
en el pecho. Lo depositan a los pies del túmulo. Uno de los PAJES coloca una mano de ROMEO en la
empuñadura de la daga. Se retiran.
Entra FRAY LORENZO. Cae de hinojos. Alza los brazos.)
FRAY LORENZO.- ¡Oh amantes perfectos!
Telón.

¿Qué final alternativo al de Shakespeare propone Denevi? ¿En qué sentido el Romeo de
Denevi es más parecido a nosotros que el de Shakespeare? ¿Por qué debe morir Romeo?
Comentarios de texto (tipo Selectividad)
Te proponemos el análisis de dos textos que han aparecido en anteriores exámenes de
Selectividad.
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UNIVERSIDADES DE ANDALUCÍA
PRUEBA DE ACCESO A LA UNIVERSIDAD
LITERATURA
UNIVERSAL
CURSO 2009-2010
Instrucciones:
a) Duración: 1 hora y 30 minutos.
b) Antes de contestar, lea atentamente las dos opciones A y B.
c) Elija una de éstas: la opción A o la opción B.
d) La puntuación de cada pregunta está indicada junto al enunciado.
OPCIÓN A
TEXTO
Entran ROMEO y JULIETA arriba, en el
balcón
JULIETA
¿Te vas ya? Aún no es de día.
Ha sido el ruiseñor y no la alondra
el que ha traspasado tu oído medroso.
Canta por la noche en aquel granado.
Créeme, amor mío; ha sido el ruiseñor.
ROMEO
Ha sido la alondra, que anuncia la mañana,
y no el ruiseñor. Mira, amor, esas rayas hostiles
que apartan las nubes allá, hacia el oriente.
Se apagaron las luces de la noche
y el alegre día despunta en las cimas brumosas.
He de irme y vivir, o quedarme y morir.
JULIETA
Esa luz no es luz del día, lo sé bien;
es algún meteoro que el sol ha creado
para ser esta noche tu antorcha
y alumbrarte el camino de Mantua.
Quédate un poco, aún no tienes que irte.
ROMEO
Que me apresen, que me den muerte;
lo consentiré si así lo deseas.
Diré que aquella luz gris no es el alba,
sino el pálido reflejo del rostro de Cintia ,
y que no es el canto de la alondra
lo que llega hasta la bóveda del cielo.
En lugar de irme, quedarme quisiera.
¡Que venga la muerte! Lo quiere Julieta.
¿Hablamos, mi alma? Aún no amanece.
JULIETA
¡Si está amaneciendo! ¡Huye, corre, vete!
Es la alondra la que tanto desentona
con su canto tan chillón y disonante.
Dicen que la alondra liga notas con dulzura:
a nosotros, en cambio, nos divide;
y que la alondra cambió los ojos con el sapo:
ojalá que también se cambiasen las voces,
puesto que es su voz lo que nos separa
y de aquí te expulsa con esa alborada
Vamos, márchate, que la luz ya se acerca.
ROMEO
Luz en nuestra luz y sombra en nuestras penas.
William Shakespeare, Romeo y Julieta
PREGUNTAS
1. William Shakespeare y su época (puntuación máxima: 2 puntos)
2. Romeo y Julieta y la obra de Shakespeare (puntuación máxima: 2 puntos)
3. Exponga el tema del fragmento y relaciónelo con el resto de Romeo y Julieta (puntuación máxima: 2 puntos)
4. Analice los aspectos formales del texto (puntuación máxima: 2 puntos)
5. Exponga su valoración personal del texto y comente la influencia de Romeo y Julieta en la cultura occidental
(puntuación máxima: 2 puntos)
UNIVERSIDADES DE ANDALUCÍA
PRUEBA DE ACCESO A LA UNIVERSIDAD
LITERATURA
UNIVERSAL
CURSO 2011-2012
Instrucciones:
a) Duración: 1 hora, 30 minutos.
b) Antes de contestar, lea atentamente las dos opciones A y B.
c) Elija una de éstas: la opción A o la opción B.
d) La puntuación de cada pregunta está indicada junto al enunciado.
.
.
OPCIÓN B
TEXTO
Cuarto de Julieta. Entra el Ama.
AMA. —¡Señora! ¡Eh, señora! ¡Julieta! Duerme de firme, lo garantizo: ¡vamos, cordera! ¡Vamos, señora!
¡Qué vergüenza, dormilona! ¡Vamos, cariño, oye! ¡Señora! ¡Corazón! ¡Vamos, novia! ¿Cómo, ni
palabra? Ahora quieres gastarlo a gusto; duerme para una semana; porque esta noche, te
aseguro que el conde Paris sólo descansará quitándote el descanso; ¡Dios me perdone, pardiez
y amén, qué bien duerme! Por fuerza tendré que despertarla. ¡Señora, señora, señora! Sí, deja
que el conde Paris te pille en la cama, y buen susto te dará, a fe. ¿No será así? ¡Cómo, vestida y
arreglada, y otra vez acostada! ¡Por fuerza tengo que despertarte! ¡Señora, señora, señora! ¡Ay,
ay! ¡Socorro, socorro! ¡Mi señora está muerta! ¡Ay, maldito el día que nací! ¡Eh, dadme aquavitae! ¡Señor, señora!
Entra la Señora Capuleto
SEÑORA CAPULETO. —¿Qué ruido es este?
AMA. —¡Ah día lamentable!
SEÑORA CAPULETO. —¿Qué pasa?
AMA. —¡Mirad, mirad! ¡Oh negro día!
SEÑORA CAPULETO. — ¡Ay de mí, ay de mí! ¡Mi hija, mi única vida! Revive, abre los ojos, o moriré
contigo. ¡Socorro, socorro! Pide ayuda.
Entra Capuleto.
CAPULETO. — Vamos, qué vergüenza, que salga Julieta: ha venido el novio.
AMA. — ¡Ha muerto, está muerta, ha muerto! ¡Ay qué día!
William Shakespeare, Romeo y Julieta.
PREGUNTAS
1. William Shakespeare y su época (puntuación máxima: 2 puntos).
2. Romeo y Julieta y la obra literaria de William Shakespeare (puntuación máxima: 2 puntos).
3. Exponga el tema del fragmento y relaciónelo con el resto de Romeo y Julieta (puntuación máxima: 2
puntos).
4. Analice las características formales del fragmento y los recursos expresivos empleados (puntuación
máxima: 2 puntos).
5. Exprese su valoración personal del texto y relaciónelo con otras manifestaciones artísticas y temas de
actualidad (puntuación máxima: 2 puntos).
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