Conclusión de las observaciones so

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Conclusión de las observaciones
sobre la instrucción del Sumo Pon-'
líjice PÍO Vil.
que empezamos á
publicar en el número
anterior:
3." El Papa P i ó Y I I en los c i t a d o s documentos hablaba en circunstancia.'», en que sus subditos se
veían obligados á prestar al usurpador obediencia pasiva, por serles i m posible acudir á una resistencia a c tiva: y .sin enil^argo, ya liemos visto
<me calilica de maniíicsta injusticia
y d e e n o r m í s o sacrilegio los enumerados actos y lodos los que tiendan
directa ó indiíeclameute á prestar
al gobierno usurpador la m e n o r
ayuda, cooperaeicn, aprobación, favor, adhtsion ó afecto; con lo que
demuestra el Padre Santo cuan esirí'cbos son los limites de la obediencia pasiva, Mciia en casos y circun.stancias insuperables. Pues bien:
¿qué bu!)iera dicbo Su Santidad si
5US subditos en aquellas circunstancias hubiesen t o m a d o bu armas en
favor del usurpador, ó bien h u b i e sen contribuido á su sosten con 500
d u r o s para t'ximir.se de lomarlas?
¿Qué calificación hubiera dado á semejante conducta, por mas que quisieran excusarse con la fuerzd, siend o indudable que la Religión, la Patria y el ¡ley son objetos tan sjígra<!os que tenemos la estrccliísima
obligiicion de sacriücar nuestras vidas ó intereses en su defensa, y m u cho mas la de no pieslarnos por
nin,L,'una causa á hacerles la guerra?
¿Y no es Cito precisamente lo que
hacen tantos españoles en las actuales circunstancias? Si, esto es, y mucho mas; ya porque, después del llam a m i e n t o del Fiey ú todos sus fieles vasallos á las armas, ya no es lícita ni aun la obediencia pasiva al
gobierno revolucionario, c o m o lo era
á lossúbditosdel Papa en aqueüascircunslancias; ya también porque los
])ucnos españoles que quieran sustraerse á lijs vejaciones de la revolución, tienen seguro asib) entre los
íieles defensores de la Patria; a^ilo
que no tenian en aquel tiempo los
subditos del Papa; ya, en lin, porque, hallándonos cu una guerra e&clusivamcnte de españoles contra
españoles, y no de españoles contra
u n usurpador extraugero, corno lo
era Boñaparle,, es evidente que cada individuo que prdqabajo Jas b a n deras de la revolución, es un ene*m i g o mus y u a defensor menos de
la Religión, dc: la Palria,y del íiey.
P e r o lo mas (jscandalpsQ es que
los que asi obt'au sonJoa qu« inas se
l a m e n t a n de que «sio va nmy largo,
que es Itislima que tanto se p r o l o n gue esta guerra fratricida, y seme-
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jantes sandects, siendo ellos la causa de que así suceda, así c o m o de
q u e el Rey y sus leales defensores
hayan de luchar contra fuerzas tan
enormemente superiores, que es otijfi
de las escusas que alegan los egois •
tas ojalaterospara no c o m p r o m e t e r se en favor déla santa causa, criticando, c o m o mas prudentes y sensatos, de atolonilrados y l'anásicos
dignos de lástima ú los hc'roes que
debieran a d n i r a r é imitar. lAh infelices!- VoíyOUos,sois los funtásticos,
las almas baji»á ,que no sabéis ver
nada de lo que «s noble, ni de lo
que es provideiicial. La revolución,
después de hiber embaucado al pueblo con la Cacareada abolición de
quintas, os arranca de vuestras casas para haceros servir y apoyar su
tiranía: el Rey que tiene derecho
para hacerys tomar las armas en
defensa de la Patria y d é l a Religión,
se limita á apelar á ]a lealtad y n o bleza de sus vasallos y forma un
eje'rcito de voluntarios; y únicamen
le, en calidad de reserva, dispone la
formación de Guardias forales destinados al sosten del orden y de la
independencia y libertades y fueros
que tan generosamente nos otorga.
¿Por qué, pues, si no tenéis valor
para alistaros al R^al ejercito, a d m i ración de todo el m u n d o , no licudis presurosos á servir á la Religión y ú la patria, c o m o
vohtnlarios, á lo m^nos en esta línea de
guardias forales? Si n o lo hacei.-',
tanto peor para vosotros. Habéis de
entender, que aun así y todo, sin
v u t s ' r o concursó, y aun con vuestra
oposición, la Religión y la patria
serán salvadas; y es necesario ser
muy ciego para no ver claramente
que esta es la voluntad de Dios. En
todos tiempos lia Dios acostumbrado
combatir y destruir k los enemigos
de su Religión y d e su pueblo con
fueraas m u y inferiores y peleando
los suyos sin rnpdios h u m a n o s y
teniéndolos f-.rmidables sus e n e m i gos. Asi vemos que Moysés y su
pueblo, insignilicante en n ú m e r o ,
en comparación al de Egipto,é i n e x perto en la guerra, s«cuden el yugo
del potentísimo Faraón, y se erigen
en una nueva repúblicsL; que el toisrao pequeño c indisciplinado p u e blo arrostra y desbarata las i n m e n sas turbas d é l o s AmalecitBs, A m o nitas, Madianilas y á mas de treinta Rfeyes de Canaan y sus vastUos;
que en las seis cnptividades que
precediei'on á la iiltima famosa de
B a b ü p n i a , subyugados ya de m u chos años los Israelitas por la p r e ponderante fuerza de príncipes gentile», reaüzarou siempre nuevas r e voluciones ó reacciones, con que l o graron romper otras tantas veces los
i
grillos de su esclavitud; q u e e l s a n lo y religioso Rey L zequias casi sin
tropas no cede á la formidable
fuerza de casi 200,000 c o m b a t i e n tes capitaneados por el formidable
Senaquerih.
He' aquí la hermosa p i n t u a qU?
do esta .providencia y conducta de
Dios hacen San : Ambrosio ( officios. 6. í l . ) } San Crisóstomo (tract.
in psal. 43). (.(.Ju;^* Machabeo, d i ce San Ambrosio, después de haber
vencido á Nicanor, geneial en gefe
del R<íy Demetrio, embistió con s o los ochocientos hombres á veinte
mil del ejército de aquel Rey; y d i suadiéndole sus hijos por no quedar
oprimidos de la superiorielad, dijo
que prefería una muerte gloriosa á
envilecerse con una torpe fuga; con
lo que e n c o n t r ó un género de muerte mas gloiiosa, por cierto, que los"
triunfos. ¿ Y que diré de su h e r m a n o
Jonatás que, peleando con un punudo de gente contra numerosos ejércitos enemigos, a b a n d o n a d o de los
suyos, á pscepcion de dos que no le
dejaron, reparó los daños de la a c ción, rechazo al enemigo y redujo
á los suyos que le hablan a b a n d o nado H reincorporarse y ser partícipes del triuinfo. 1 Hé aquí un ejemplo de fortaleza militar, e n q u e b r i H a
un poco la belleza del honor y de
la gloria, porque prefiere la muerte
á la vileaa y servidumbre..,
^^Lo.s Macabeos, dice San Crisóst o m o , á manera de generosos cachorros saliendo de las cuevas v escondrijos, delerminsiron no so'o
salvarse á sí propios, sino á todos
los demás que pudiesen. Recorriend o , pues, la ciudad y l o d o el país ,
reunieron á cuantos encontraron
cuya entereza y patriotismo n o ^habia decaído, y aun á m u c h o s t a m bién de los que flaqueaban en [sa
fidelidad, c o r r o m p i d o s yior el enem i g o , restituyeron ú sufprimitivo
estado v á la observancia de las
leyes patrias. Decíanles para enfervorizarles, que, siendo Dios benigno
y clemente, ^no podia dejar de salvar á los (jue, con espíritu penitente,
recurriesen á su misericordia; con
lo que reunieron un ejército do valientes, que peleaban no solo por
sus mayores, hijos y familias, y por
su ciudad y estado, sino principalm e n t e por la \cy y la patria. Su General en Gefe era Dios, y en las barallas, exponiendo con prodigalidad
s is vidas, arrollaban á sus c o n t r a rios, sin confiar en las armas, porque
creían que la justicia | d c la causa
que dcfendian les bastaba, y valia
mas que todas las armas. Cuaiulo
marchaban á la batalla invocaban
de lo alio el auxilio dc Dios, p u e s to que por El hacían la guerra y por
.su gloria peleaban „
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