Los salarios relativos en el proceso de industrialización JUAN J. LLACH z Un conflicto entre las doctrinas de la justicia social y las necesidades del crecimiento económico? 1. El problema La tensión entre los valores igualitarios y los incentivos económicos diferenciales requeridos por el crecimiento de la economía ha sido objeto de una prolongada y densa polémica. Sin embargo, el tratamiento más frecuente de este conflicto se ha ceñido a la distribución del ingreso entre asalariados y no asalariados o, con mayor precisión, a la tasa de beneficios requerida para garantizar un crecimiento económico autosostenido a través de la incesante acumulación del capital y del progreso técnico. Aquí nos proponemos tratar otro aspecto de la misma cuestión, quizás menos conocido en el debate público. Se refiere a la estructura de los salarios de las distintas actividades económicas requerida para garantizar la asignación de los recursos en las actividades más productivas de la economía. En particular, nos planteamos la respuesta a dos preguntas : 1. ¿Es cierto que la asignación de recursos más favorable al crecimiento de la eco- 24 nomía requiere una estructura salarial más desigual que la reclamada por las demandas de justicia social propias de las sociedades industriales modernas o "en transición " ? ' 2. ¿ Se plantea un conflicto análogo entre los salarios relativos requeridos por el crecimiento económico y el mensaje de la doctrina social de la Iglesia tal como el mismo se expresa en la encíclica Laboreen Excersens? 2. El caso de las sociedades industriales modernas: el modelo de Baumol Para entender la naturaleza de esta cuestión en las sociedades industriales modernas es útil recurrir a un modelo elaborado por el economista nortemericano William J. Baumol hace ya diecisiete años pero todavía muy escasamente incorporado al saber común.2 Según este autor, las actividades económicas de las sociedades modernas pueden ser significativamente divididas en dos clases. A una de esas clases la denominamos "industrias". Sus actividades son tecnológicamente progresivas en el preciso sentido de que las innovaciones, la acumulación del capital y las economías de escala conducen a un incremento acumulativo de la productividad por hora trabajada. En las industrias (económicamente hablando) el trabajo es sólo un insumo más de la función de producción, un instrumento para obtener el producto final. La segunda clase de actividades puede ser llamada, en homenaje a la brevedad, "servicios". Por naturaleza, ellas son tecnológicamente estancadas. Sólo esporádicamente, por saltos, o muy lentamente a lo largo del tiempo, registran aumentos de la productividad por hora trabajada. Esto se debe a su propia naturaleza técnica. En los servicios, el trabajo no es un mero instrumento sino, frecuentemente, el propio "bien" producido por la actividad. Ejemplos tan variados como la educación, la salud, la seguridad, las artes, los restaurantes y múltiples actividades de recreación y el comercio minorista se ajustan grosso modo a esta definición. Tan "densas en trabajo" son estas actividades que el intento de reducir el insumo laboral unitario redunda frecuentemente en una disminución de la calidad del servicio. Un ejemplo típico es la educación, donde la calidad se define básicamente en función de la cantidad de docentes por alumno. ¿Qué papel juegan los salarios en este modelo? Los sindicatos de las sociedades modernas han adquirido hace tiempo la suficiente capacidad y organización como para lograr que sus salarios crezcan de acuerdo a la misma trayectoria que la productividad del trabajo. En consecuencia, las remuneraciones de las asalariados se incrementarán velozmente en el sector industrias. ¿ Qué ocurrirá en el sector servicios? De acuerdo a Baumol, la movilidad del mer- cado laboral determinará una tendencia permanente hacia la igualación de sus salarios con los del sector industrial. Cabría agregar que esta tendencia se verá reforzada como consecuencia de los valores igualitarios predominantes. Llega ahora el momento de describir los efectos de recursos y sobre el crecimiento de la economía. Según Baumol, bajo las condiciones descriptas se producirá un crecimiento incesante de los costos unitarios de los servicios, permaneciendo constantes los de las industrias.' Si la demanda por servicios fuera muy elástica al precio, estas actividades tenderían a desaparecer. Pero la realidad es completamente distinta. Salvo algunas excepciones dicha demanda no sólo es bastante inelástica al precio, sino también muy elástica al ingreso. En otras ocasiones ( tales como servicios municipales) el gobierno se ve compelido a subsidiarlos para evitar que desaparezcan del mercado. Ahora bien, como consecuencia de estas peculiares elasticidades de la demanda por servicios o de los subsidios del gobierno, la proporción del producto generada por los mismos permanecerá, por lo menos, constante. Para que ello ocurra será necesario que cada vez más personas trabajen en la producción de servicios. En una economía de esta naturaleza, la tasa de crecimiento del producto será cada vez menor en comparación con la tasa de crecimiento de la población económicamente activa. En el límite, si la productividad de los servicios y la población permanecen constantes, la tasa de crecimiento de la economía tenderá a cero. El sector industrial se vaciará de personal, pero todos sus incrementos de productividad irán a sufragar los crecientes costos unitarios del sector servicios. El cuadro pintado por Baumol es, sin lugar a dudas e intencionalmente, exagerado. La productividad de los servicios ha 25 aumentado significativamente en los últimos años en las sociedades industriales avanzadas y, pese al alto grado de integración e igualitarismo de sus mercados laborales, ciertas diferencias salariales tienden a perpetuarse por algún tiempo. Sin embargo, es evidente que muchas de sus predicciones han resultado acertadas —la tendencia decreciente de la tasa de aumento de la producción, que no se debe sólo a la crisis energética, y la concentración de la fuerza de trabajo en los servicios, que ya alcanza a tres cuartas partes del total en los países más adelantados, son dos ejemplos nota- bles. Pero más allá de sus virtudes y de sus defectos, lo sobresaliente del enfoque es haber planteado el conflicto entre igualdad y crecimiento desde una perspectiva completamente novedosa. 3. El caso de los países semi-industrializados Hay dos supuestos críticos del modelo de Baumol que no se verifican, en términos generales, en los países de industrialización intermedia y tecnológicamente dependientes. Ni los sindicatos son lo suficientemente fuertes como para hacer que los salarios crezcan a la misma tasa que la productividad, ni el mercado de trabajo es lo suficientemente integrado como para que los salarios de los servicios se igualen sistemáticamente a los de las industrias. Existe, sin embargo, una clase especial de países dentro de los de industrialización intermedia. Son aquellos que, como consecuencia de su temprana e intensa urbanización, adquirieron prontamente los valores sociales y las estructuras de empleo altamente terciarias propios de sociedades más industrializadas 4 En estos mismos países, los campesinos pobres no constituían un porcentaje dema- 26 siado elevado de la población; por esta razón, pese a no contar con mercados de trabajo plenamente integrados, sus estructuras sociales y económicas tampoco resultaron tan segmentadas o dualistas como las de otros países en proceso de desarrollo económico. Llegaron así a configurarse sociedades ubicadas en algún punto intermedio entre las descriptas por Baumol y aquellas otras estilizadas por Lewis en su modelo de oferta infinitamente elástica de mano de obra. Sus mercados de trabajo son lo suficientemente integrados como para que la conjunción de valores sociales modernizantes, con un fuerte acento igualitario, y sindicatos de respetable poder, de por resultado comportamientos cíclicos análogos a los modelizados por Baumol para las sociedades industriales. Esta analogía, sin embargo, no es una identidad. La especificidad propia de estas sociedades semi-industrializadas debe ser rescatada para comprenderlas adecuadamente. Sus actividades económicas más productivas se encuentran no solamente en el sector industrial manufacturero sino también en los sectores agropecuarios, pesquero, forestal o minero. Por otra parte, estas mismas actividades son las productoras de bienes comercializables internacionalmente, ya sean exportables o sustitutivos de importaciones. El último rasgo señalado es compartido hasta cierto punto con las sociedades descriptas por Baumol. Por definición, las "industrias" producen bienes mucho más comercializables internacionalmente que "los servicios". Pero mientras en los países industrializados el sector industrial genera tecnología y es fuertemente exportador, en las sociedades intermedias que venimos describiendo su sector más productivo tiene otras peculiaridades. Por un lado, no es sólo exportador, como hemos dicho, sino también sustitutivo de importaciones bajo condiciones de protec- ción. También es frecuente que este sector produzca "bienes salario", típicamente alimentos. Ambos hechos determinan en las sociedades intermedias una mayor propensión a las crisis del sector externo, aun en ' ausencia del "efecto Baumol". ¿Bajo qué condiciones se produce entonces el conflicto de salarios relativos en este tipo de sociedades? A pesar de sus mercados laborales menos integrados y de sus sindicatos relativamente menos poderosos, las circunstancias favorables a la igualación de salarios son muy numerosas. A veces ocurren fuertes recuperaciones cíclicas del nivel de actividad económica dando lugar a un mercado laboral demandado que tiende a igualar las remuneraciones del sector más productivo con las del sector servicios. En otras oportunidades, el gobierno se reserva para sí la fijación de los salarios y tiende a hacerlo de un modo igualitario. También es muy frecuente que la continua expansión de las actividades económicas del gobierno, muy especializadas en los servicios, favorezcan la recuperación de los salarios de este sector. Por último, las políticas de retraso del tipo de cambio real, cualesquiera sean sus finalidades, también tienden a producir una recuperación de los ingresos del sector servicios. Estas cuatro alternativas se presentan tanto singular como conjuntamente. Pero alguna de ellas está casi siempre presente y su resultado es siempre el mismo. La tendencia a la igualación de los salarios relativos se traslada a los precios; esto contribuye a agravar o generar las crisis del sector externo y a asignar cada vez más recursos en el sector servicios y en otras actividades productoras de bienes no comercializables internacionalmente. 4. Algunas hipótesis sobre la terciarización de las sociedades industriales En el siglo XIX Engel formuló sus sélebres "leyes" sobre el gasto de los consumi- dores, profetizando con indudable acierto una creciente concentración del producto y del empleo en el sector terciario. Sin embargo, este autor no se preocupó por explicitar las razones profundas de este cambio estructural de larga duración; respetuoso como la economía neoclásica de las preferencias de los consumidores, se detuvo en el umbral de la constatación empírica de " los gustos " . Lo que sí quedó muy claro fue que el cambio estructural se originaba desde la demanda. El aporte de Baumol, por su parte, fue muy significativo en cuanto dio razones netamente técnicas, de oferta, del costo creciente de los servicios. En cuanto a la demanda, este autor se limitó a suponer que, o bien el gobierno subsidia ciertos servicios o bien su demanda es inelástica al precio y muy elástica al ingreso. En caso contrario, si los servicios tuvieran fáciles sustitutos, no se producirían los efectos que surgen de su modelo. No quedan claras, sin embargo, las razones profundas de las "leyes de Engel" o de los supuestos de Baumol sobre la demanda de servicios. El tema requiere estudios más profundos, pero tal vez sea interesante introducir aquí algunas hipótesis sobre los factores de demanda —que bien pueden ser de "gustos" o de valoraciones sociales— que subyacen a los efectos de Engel y Baumol. a) El primero es, sin lugar a dudas, la urbanización : el "gusto" por la vida urbana da por resultado una elevada demanda de servicios. Algunos indeseados, como los costos de transporte y los que están asociados a la contaminación ambiental, la congestión y las rutinas administrativas. Otros muy apreciados en sí mismos tales como el comercio al por menor (o las "bocas de expendio") a la vuelta de la esquina, los restaurantes y los múltiples servicios de recreación, el agua potable, las comunicaciones, la luz eléctrica, el gas, la 27 salud y la educación, los propios servicios religiosos, los parques y paseos públicos. Otros más, por fin, relativamente indiferentes en M. mismos pero necesarios o imprescindibles como "costos de mantenimiento": muchas de las funciones del gobierno, la seguridad, las reparaciones, los servicios de limpieza. La urbanización es también muy intensiva en construcciones, dando lugar así a un natural incremento de la participación de los bienes no comercializables en el producto y a un florecimiento de los múltiples servicios (además de industrias) ligados a esta actividad. Por sobre todo, la urbanización es hasta ahora irreversible en varios sentidos. Las gentes que emigran hacia las ciudades, o que nacen en ellas, difícilmente "vuelvan al campo" (por el contrario, son los hombres de campo quienes urbanizan su residencia). Y las ciudades como estructuras físicas —con todos sus enormes y crecientes gastos de mantenimiento— parecen haber llegado a la historia, después de algunos altibajos, para quedarse por mucho tiempo. b) Cualesquiera sean las razones específicas de los orígenes de cada ciudad —y ellas son muy diversas— las urbes y los servicios se realimentan después mutuamente en causalidad circular acumulativa. En su relación opera una suerte de "ley de Say" de largo plazo : la oferta crea su propia demanda. Una vez ubicadas en las ciudades gran parte de las personas desean o necesitan trabajar. Si "las industrias" no ofrecen suficientes empleos, ellas o el gobierno se los crearán y presionarán para defender sus ingresos. Por su elevada intensidad en el uso del trabajo y del capital humano, la mayor parte de los servicios son de más fácil entrada que las industrias. En una sociedad en la que la movilidad social y los 28 "bienes posicionales" de Hirsch aparecen como imperativos en la conciencia de la gente, la acumulación de capital humano aparece como el camino más apto para satisfacerlos. En el caso particular de las mujeres, esto es particularmente cierto en el estado actual de cosas. c) Esta no es, sin embargo, la única razón para que prolifere la oferta de servicios. Es cierto que allí está el amplio mercado urbano y que con moderadas dosis de capital humano complementadas modestamente con otros factores productivos puede accederse a ofrecer servicios vendibles. Pero los servicios tienen también otra calidad que puede contribuir a incrementar su oferta : las condiciones de trabajo. La mayor parte de los servicios se desarrollan en condiciones de intensidad y continuidad del esfuerzo apreciablemente menores que en las industrias. En este sentido, aun cuando su remuneración nominal sea menor, es muy probable que ella sea mayor en términos de esfuerzos reales. Contribuyen a este hecho las mayores probabilidades de ejercer actividades de servicios por cuenta propia o en pequeñas empresas, así como el mayor prestigio social de muchas ocupaciones terciarias en comparación con las industriales. d) Por último, no debe descartarse el argumento de la "saciedad" subyacente a las leyes de Engel. Son relativamente pocos o unitariamente muy caros los nuevos bienes industriales de consumo masivo que han podido entrar al mercado en las últimas décadas. La notable excepción de los productos de las industrias electrónica e informática lo han logrado sobre la base de impresionantes aumentos de la productividad y caídas de los precios reales, muy a tono con el modelo de Baumol. En todo caso, el empleo generado por estas "industrias" ha sido mucho menor que el creado en los servicios colaterales. " 5. El mensaje de la " Laborem Exercens sobre los salarios relativos A partir de ciertas afirmaciones de la encíclica Laborem Exercens ( LE) sobre la prioridad de la dimensión subjetiva como criterio de valor del trabajo se ha interpretado que esta encíclica preconiza una igualdad absoluta de las remuneraciones. Si así fuera la LE resultaría, en este aspecto, incompatible con la estructura salarial requerida para el desarrollo económico y contribuiría a agravar una de las mayores trabas al mismo. Además de incompatible, este mensaje resultaría en buena medida redundante al añadirse a una vasta gama de tendencias de mercado y valores sociales que ya tienen considerable éxito en la igualación tendencial de los salarios de las "industrias" con los de los "servicios". Nuestra interpretación de la LE no coincide, sin embargo, con la que hemos aludido al comienzo de este parágrafo. Las razones son las que siguen. a) La afirmación de la prioridad de la dimensión subjetiva se ubica en el contexto de la presentación del concepto cristiano del trabajo que, recogiendo "algunos aspectos ya contenidos en el Antiguo Testamento", se edifica sobre el hecho histórico de Cristo Dios trabajador enfrentándose radicalmente al concepto esclavista propio de la antigüedad. En consecuencia, ..."el fundamento para determinar el valor del trabajo humano no es en primer lugar el tipo de trabajo que se realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona... En esta concepción desaparece casi el fundamento mismo de la antigua división de los hombres en clases sociales, según el tipo de trabajo que realizasen. Esto no quiere decir que el trabajo humano, desde el punto de vista objetivo, no pueda o no deba ser de algún modo valorizado y cualificado" ( LE, 6). b) La dimensión subjetiva, la personalidad humana, del trabajo no se agota en el individuo, sino que se extiende, o debe extenderse, a la familia, a la Nación y al Bien Común universal (LE, 10). c) Todas las afirmaciones acerca de los salarios justos —por otra parte muy enfáticas— se refieren fundamentalmente al salario absoluto y no a los salarios relativos. Del mismo modo, la materia de la distribución del ingreso o la riqueza se trata en LE con especial referencia a las remuneraciones relativas del trabajo y del capital. Nótese al respecto la importancia concedida al tema al titular el capítulo III "Conflicto entre trabajo y capital en la presente fase histórica". d) Como surge de la lectura y del título del punto 19 ( Salarios y otras prestaciones sociales ), la remuneración del trabajo —verificación clave para evaluar la justicia de un sistema que no ha superado la antinomia trabajo-capital— no se refiere solamente al salario pagado por la empresa, sino también a todos los conceptos de la seguridad social. Queda así abierta una ancha puerta para diferenciar los salarios en el sentido de la encíclica de los costos laborales de los distintos sectores de la producción. Son perfectamente compatibles con la LE "salarios" iguales con costos laborales diferenciales nivelados por la seguridad social, del mismo modo que resultan aceptables "salarios" diferentes cuando ya se han superado niveles mínimos de satisfacción de las necesidades básicas. Obviamente, la LE no se escribió para proteger los derechos de los compradores de televisores en colores o aparatos de video-casetes, derechos que aunque se amparen en los modernos valores igualitarios conspiran las más de las veces contra derechos más básicos de otros miembros de las generaciones presentes o bien contra las generacio- 29 nes futuras. Conspiran, en fin, contra el Bien Común. 6. Conclusiones: el conflicto subyacente Es probable que pueda encontrarse en LE algún elemento que pudiera ser utilizado para justificar el igualitarismo salarial; sería, en todo caso, un elemento minoritario dentro del vasto edificio que es la encíclica. Su discurso es muy diferente al característico en los manifiestos igualitaristas tan frecuentes en el mundo contemporáneo. El igualitarismo que pudiera encontrarse en LE está en todo momento ensamblado en otros valores que lo diferencian del discurso prevaleciente : su fundamento en una filosofía trascendente y su permanente preocupación por el Bien Común. El igualitarismo plantea muchas tensiones en el mundo contemporáneo; no todas ellas tienen iguales títulos de legitimidad. En este trabajo hemos querido destacar una de las tensiones cuya legitimidad, y también su viabilidad, nos parece dudosa. Las tensiones que se generan por la creciente participación del sector terciario en el producto y en el empleo, acentuadas toda vez que se promueve la igualación salarial, no se limitan sólo a las generaciones presentes sino que parecen proyectarse con mayor gravedad hacia las generaciones futuras. Los servicios, salvo escasas excepciones entre las que sobresale la educación, figuran entre los consumos por antonomasia, entre aquellos bienes cuya duración y proyección futuras son menores y cuya producción menos propende a la acumulación del capital y al cambio técnico. La "revolución industrial" en el sector 30 terciario es uno de los grandes desafíos para el desarrollo económico de fines del siglo XX; ella ya se ha iniciado, fundamentalmente a través del aporte de las industrias electrónica e informática. Aunque pudiera alegarse que las presiones igualitaristas de los trabajadores del sector terciario contribuirán a la larga a dicha revolución industrial al provocar una sustitución de trabajo por capital, lo cierto es que la oferta de tecnologías para aumentar la productividad de los servicios es todavía muy escasa. Mientras se produzca este macro-ajuste de larga duración, lo cierto es que dichas presiones constituyen más bien un obstáculo especialmente agudo en aquellas sociedades en las que los valores modernizantes se anticiparon a la industrialización endógenamente generada. NOTAS 1 En los últimos años, el concepto de sociedades "en transición" ha caído con justicia en el descrédito al ponerse en evidencia el error de su supuesto de desarrollo unilineal. 2 William J. Baumol, "Macroeconomics of unbalanced growth: the anatomy of urban crisis", American Economic Review, 57, julio de 1967 (415-426). 3 Aun cuando los salarios no crezcan exponencialmente con la productividad, los costos relativos de ambos4 sectores se comportarían análogamente. En esta situación se encuentran, por ejemplo, los países del Cono Sur de América: Argentina, Chile y Uruguay. Aunque no es tema de este trabajo es relevante subrayar que en este conflicto entre valores sociales y estructura económica se encuentran también ciertas raíces de la "enfermedad estanflacionaria" que padecen tan intensamente los países nombrados y otros análogos. Cf., por ejemplo, el tratamiento de Samuelson del caso argentino en " The World Economy at Century's End", Sexto Congreso Mundial de Economía, México, 1980. 5 Como es sabido, la sustitución de importaciones no siempre tiene un efecto neto positivo sobre el balance de pagos. Por otra parte, el hecho de que la producción de alimentos se concentre en el sector más productivo es causa frecuente de una política económica contraria a su desarrollo; las autoridades adoptan un sistema de precios que abarata internamente los alimentos aunque desalienta su producción y exportación.