P. Carlos Pape, SVD. Director del Departamento Arquidiocesano de Ecumenismo REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR Y DECRETO DE LA ACTIVIDAD MISIONERA DE LA IGLESIA e entre todas las asambleas conciliares de la tercera etapa del Vaticano Il, la del 6 de noviembre (1964) fue señalada con una nota de particular distinción: el mismo Santo Padre quiso tomar parte en ella (1). Era el día en que debía darse comienzo a la discusión conciliar so~re el esquema de ~a Actividad ~is~on~~a de la Iglesia. La presenCIa del Papa, obedecIendo a una mVItaclOn personal que le hiciera el Presidente de la Comisión de Misiones, debía destacar la importancia del nuevo tema conciliar. D EL PRIMER ESQUEMA "El Papa, -leemos en un Servicio de Noticias (2)- entró por la nave central, asistió a la Misa celebrada en rito etíope, tomó ubicación en el centro de la gran mesa presidencial y dirigió desde allí una alocución a los Padres del Concilio sobre la importancia de la actividad misionera de la Iglesia manifestando, que creía, que el texto, previa revisión, era aceptable en la forma propuesta. El Cardenal Agagianian leyó en presencia del Papa el informe preliminar sobre las Proposiciones (3) Y luego el Papa se retiró". ( 1) El Papa no tomaba parte en las asambleas del Concilio. Las seguía desde sus aposentos por circuito interno de TV. (2) Divine Word Ncws Service, 85-S-1964. ( 3) El esquema que contaba 4 capítulos desarrollados en 25 párrafos había sido reducido a 14 Propositiones, de las cuales un obispo de Indonesia dijo, hablando a nombre de 30 obispos de ese país: "Estas 14 Propositiones ¿pueden probar a nuestros fieles, a nuestros misioneros, a las .generaciones futuras, que el Concilio Vaticano JI se ha sentido verdaderamente misionero? ¿Es posible que el examen de la naturaleza íntima de la Iglesia, que es esencialmente misionera, pueda engendrar sólo 14 Propositiones? Permitidme recordar las palabras del poeta: ¡la montaña sufre dolores de parto, y nace un ridículo ratón! Es verdad, las Propositiones no pueden ser lIamada~ ridículas, porque son bastante buenas, pero son pocas, demasiado pocas y ciertamente no agotan el tema en discusión". (Divine Word News Service, 82-S-1964). CARLOS PAPE 68 Revuelo causó la noticia inmediata, que la asamblea conciliar había sido de opinión distinta que el Santo Padre y que su opinión había prevalecido. El mismo discurso del Papa, sobre la trascendencia de la actividad misionera de la Iglesia sirvió para pedir por gran mayoría, que el esquema fuera rechazado. Tres días más tarde, el Concilio pedía su total refundición (4). Poco después la Comisión eligió una subcomisión compuesta de 5 miembros de la Comisión, cinco teólogos, dos secretarios, un misiólogo y un latinista con el encargo de elaborar un nuevo esquema. La subcomisión estaba presidida por el General de la Congregación del Verbo Divino. El nuevo equipo trabajó arduamente en los meses de diciembre, enero y marzo (marzo del 65). Terminado su trabajo, éste fue presentado a la Comisión reunida en pleno, con sus 24 miembros. El texto fue aprobado y luego enviado a todos los miembros conciliares, que ya se preparaban a la última sesión del Concilio en sus respectivas diócesis. EL SEGUNDO ESQUEMA Al presentarse el nuevo esquema a la consideración del Concilio el 7 de octubre de 1965, el Presidente de la Subcomisión podía decir a la Asamblea, que para la redacción del nuevo texto habían sido utilizadas más de mil páginas de enmiendas propuestas el año anterior por los Padres Conciliares y que el texto podía considerarse por consiguiente como trabajo de todo el Concilio. Terminó expresando su convicción, "que el esquema será aun perfeccionado según las justas exigencias de los Padres, de modo que sea una Carta Magna para la actividad misionera de la Iglesia, ofreciendo claras directivas y principios, estableciendo normas sabias y abriendo horizontes nuevos. Todo ello contribuirá a hacer de toda la Iglesia una verdadera Iglesia misionera" (5). El nuevo esquema fue aceptado casi en seguida como digno de la discusión conciliar. Hasta ellO de noviembre, fecha en que la Comisión de Misiones hizo un informe sobre las enmiendas presentadas en los debates, se habían recibido 193 intervenciones, que cubrían 550 páginas. Otras 390 propuestas de enmienda fueron recibidas entre el 11 y el 30 de noviembre. Todas ellas han contribuido a la redacción definitiva del documento, que el día 7 de diciembre llegó a su promulgación conciliar. En las siguientes páginas queremos compenetrarnos del contenido y del espíritu, que anima esa Magna Carta de la Actividad Misionera de la Iglesia. La división presentada en este trabajo, es arreglo arbitrario del autor. En sus líneas generales sigue la disposición que se encuentra en el Decreto. ( 4) El esquema (Propositiones) fue presentado el viernes y rechazado el lunes siguiente. (5) Divine Word News Service, 37-S-1965. REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR 69 I. FUNDAMENT ACION TEOLOGICA DEL APOSTOLADO MISIONERO Ya en la Constitución Dogmática de la Iglesia había señalado el Concilio los puntos más salientes de una teología de la expansión misionera de la Iglesia (6). En un párrafo especial, el 17, había expuesto el carácter misionero del Pueblo de Dios. Sin embargo, todos estos valiosos datos se hallan dispersos en la Constitución y no forman una unidad orgánica de pensamiento. Por este motivo, obedeciendo la Comisión de Misioncs al deseo expresamente manifestado por la asamblea conciliar, de formular en términos precisos una sólida motivación teológica de la actividad misionera, encaró su cometido con toda responsabilidad reuniendo en todo el primer capítulo del Decreto los principios doctrinales de la actividad misional. Los presenta en una concepción propia. independiente del pensamiento teológico que hallamos en la Constitución Lumen Centium. a) Perspectiva de fondo: teología trinitaria La actividad misionera de la Iglesia, de acuerdo al Decreto, se encuentra en la corriente divina, que partiendo de las profundidades de la vida trinitaria. vuelve sobre sí misma arrastrando en su movimiento la creación entera hasta hace l' que Dios, "que es Creador del Universo, se haga por fin 'todo en todas las cosas' (1 COL, 15/28) procurando a un tiempo su gloria y nuestra felicidad" (n. 2) (7). Con el fin de cumplir entre los hombres "su designio", el Padre envía su Hijo al mundo, "para establecer la paz o comunión con El y armonizar la sociedad fraterna entre los hombres pecadores, . para arrancar por su medio a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás (Col., 1/13; Act., 10/38) y reconciliar el mundo consigo" (n. 3). Cristo Jesús viene a ser el centro de la historia, "heredero universal", "verdadero Mediador de Dios y de los hombres", "nuevo Adán", "Cabeza de la humanidad renovada". En El se reúnen en unidad los hijos de Dios dispersos. Todo ello se hace posible a través del misterio de la Encarnación, hecho que pasa a convertirse en piedra angular de LA MISION. En la Encarnación Cristo se declara solidario con la humanidad. Pero no con un grupo de selección, sino con 1::, raza humana "pobre y miserable", tal cual se encuentra entre nosotros. En actitud de servicio, El viene a restaurar y no a destruir; en absoluto desprendimiento personal, viene a servir y no a dominar. ( 6) Algunos de esos enunciados teológicos: la redención se realiza por Cristo y por la Iglesia, la Iglesia ha sido enviada a todos los hombres, la salvación es posible fuera de la Iglesia, pero su misión queda siempre intangible y necesaria, todos los cristianos son portadores de esta misión, desde la jerarquía hasta el último de los fieles. (7) En la citación de los textos conciliares nos hemos servido de la traducción española, que trae la revista misional Mundo Negro. CARLOS PAPE 70 La actividad mlSlonera de la Iglesia no tiene otro objetivo, que el de perpetuar esa misión de salvación, llevándola hasta los confines de la tierra. En todo el Decreto se encuentra ese 'leit motiv' de solidaridad con la humanidad, especialmente con la humanidad necesitada. Esta tarea empero no la podría realizar la Iglesia sin )a fuerza de lo alto, el Espíritu de Dios. Con Pentecostés -o más bien con la intervención del Espíritu, que es vínculo entre el Padre y el Hijo- se inicia el movimiento reversivo del proceso, que figurado en Babel, había dispersado a los pueblos por la faz de la tierra. Las naciones han de ser reunidas. La actividad misionera lleva inconfundible el sello de Pentecostés: el Espíritu de Dios es quien la anima, quien preside la marcha del Pueblo Dios a través de los tiempos. En la teología del Decreto, la ley de la Encarnación contiene todas las relaciones de la Iglesia con el mundo; relaciones que podrían traducirse en una sola palabra, solidaridad. La ley de Pentecostés por el contrario abarca todo lo que e::; dinamismo unificador. b) Línea sacramel1Jtal-eclesiológica Si bien el Espíritu sopla donde quiere, la acclOn miSIOnerava asociada indisolublemente al misterio de la Iglesia visible, fundada por Cristo como "sacramento de salvación" y a la cual El dio un ministerio jerárquico. El Señor Jesús, ya desde el principio "llamó a sí a los que El quiso, e hizo qUE' fuesen doce a fin de enviarlos a predicar" (n. 5). A ellos y sus sucesores concierne la orden de ir y enseñar a todas las naciones (8). El Decreto subraya la importancia del testamento misionero de Jesús citándolo a punto seguido en su doble versión de Mateo y Marcos. Sin embargo, como saliendo al paso de la tentación de. c1ericalizar la obra misional en demasía, el documento habla en seguida de la comunión de vida, que existe en todo el Cuerpo de Cristo, por la cual toda actividad es común a todo el organismo. Toda la Iglesia se halla comprometida; en la cumbre, los obispos, presididos por el sucesor de Pedro; en la base, la oración y cooperación de toda la Iglesia. Sobre esta cooperación se extenderá luego el capítulo quinto y sexto. Dentro de esta perspectiva sacramental, cabe la pregunta, que tanto ha golpeado los ánimos de muchos misioneros y que por voluntad expresa de muchos obispos, debía ser contestada por el nuevo esquema: ¿el plan de salvación individual y colectiva de la humanidad está necesariamente asociado a la Iglesia visible? Enfrentándose con este problema, el Decreto cita el célebre pasaje de San Pablo en su carta a Timoteo, "Dios quiere que todos los hombres se salven, y vengan al conocimiento dE' la verdad" (1 Tim. 1 2/4-6). (8) Se achacó al Dscreto una mentalidad excesivamente "jerárquica". El primer capítulo deja efectivamente esa impresión. Pero no se podría decir lo mismo de los últimos capítulos, que realzan repetidas veces la necesidad y el aporte de los misioneros laicos. Cf. también Herderkol'respondenz, XIX (1965), 15/728. REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR 71 Pero como previniendo cualquier malentendido de la voluntad salvífica universal, el Decreto se detiene con acento insistente en la segunda parte de este pasaje paulina, cn el carácter cristológico de la salvación: "Porque uno es Dios, uno también el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús". Dios quiere la salvación de todos, pero en Cristo y en su Iglesia. Fuera de Cristo no hay salvación (Act., 4/12). A esta unicidad de Cristo Mediador responde el acumulamiento, que el Decreto hace de expresiones que denotan categórica necesidad: oportet, necessitas incumbit, impelluntur, etc. Pero si es necesaria la adhesión al Cristo histórico, igualmente necesaria es la adhesión a su Iglesia, continuadora de su presencia en el mundo. Incorporarse a Cristo es lo mismo que incorporarse a la Iglesia y viceversa. "Por lo cual -concluye el Decreto- no podrían salvarse aquellos que, no ignorando que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia Católica como necesaria, con todo no hayan querido entrar o perseverar en ella". (n. 7). En esta formulación cuidadosa está insinuado el problema de la salvación de aquellos que sin culpa alguna no han llegado a la Iglesia visible. A este respecto el Decreto s~ limita a decir, que el "Señor puede conducir a la fe, sin la cual es imposible agradarle (Heb., 11/6), por caminos que El sabe a los hombres, que ignoran el Evangelio inculpablemente". Correlativo a la necesidad de adherirse a la Iglesia visible, es "el deber y el derecho sagrado de evangelizar, y por lo tanto, -recalca el texto- la actividad misional conserva íntegra, hoy como siempre, su eficacia y su necesidad" (n. 7). El documento enuncia luego varias consideraciones que son a la vez motivos de obligación y alicientes para llevar a cabo la evangelización: se trata de ayudar al crecimiento del Cuerpo de Cristo; de comunicar con todos los hombres los bienes espirituales que nos ha dado Cristo; de rendir a Dios completa glorificación, tal como El se la desea a través de Cristo; de cooperar en fin a la promoción humana y espiritual de los pueblos ansiosos de unidad, en la cual ya no haya separaciones fundadas en prejuicios raciales o sociales. Estas reflexiones nos hacen ver la actividad misionera no ya exclusivamente orientada a la salvación individual de las almas, sino comprometida con la redención colectiva de la humanidad. Este aspecto colec· tivo es otra de las fibras de fuerza del nuevo esquema misional. c) Naturaleza de la aCltividad misionera Puestos estos antecedentes teológicos, captamos mejor la naturaleza misma de la acción misionera. En este terreno el Decreto guarda una posición intermedia entre los planteamientos de aquellos que identifican cualquier actividad eclesiástica con la acti· vidad misionera -y no admiten diferencia ninguna en el apostolado en países no cristianos y países, como los llaman, descristianizados- y la opinión de aquellos otros, que proyectan la actividad misionera sólo al Asia y al Africa. Ambas posiciones se encontraron al presentarse el esquema. El texto, junto con admitir el valor universal de la misión de la Iglesia, cuando dice: 72 CARLOS PAPE "este deber (el recibido por el mandato de Cristo), es único e idéntico en todas las partes y en todas las condiciones. ... las diferencias que hay que reconocer en esta actividad de la Iglesia no proceden de la naturaleza misma de la misión, sino de las circunstancias en que esta misión se desarrolla" (n. 6). se queda con un concepto más restringido, condicionándolo a circunstancias especiales en las que se realiza la actividad misionera, y lo adopta en forma unívoca en todo el resto del Decreto. Según este criterio, la actividad misionera o simplemente "las misiones" comprenden "-las empresas peculiares con que los heraldos del Evangelio, enviados por la Iglesia, yendo a todo el mundo, realizan el encargo de predicar el Evangelio y de implantar la Iglesia entre los pueblos o grupos humanos que todavía no creen en Cristo, y se desarrollan de ordinario en ciertos territorios reconocidos por la Santa Sede" (n. 6). La actividad misionera, -anota el Concilio- a diferencia de la actividad pastoral, "que hay que desarrollar con los fieles", guarda relación con el comienzo, con el primer anuncio, con la implantación de la Iglesia en un territorio o en un pueblo dado. Esto era ya una teoría tradicional en la misiología católica. Ahora la teoría se halla sancionada por el Concilio. Es digno de realzar la proyección sociológica, colectiva de este planteamiento: Misión no es simplemente conquista de almas, conversiones aisladas a la Iglesia; es, más bien, evangelización que tiene por resultado la implantación de la Iglesia visible, como realidad sociológica y espiritual (9). Según esto, tierra o tierras de misión, son aquellos territorios donde aun no ha sido predicado el Evangelio y aun no ha sido implantada la Iglesia. Por lo general la Santa Sede los confirma o reconoce como tales. La obra misional apunta pues a la implantación de la Iglesia universal en un territorio o pueblo determinado, a la formación de una Iglesia autóctona, esto es. una comunidad cristiana nativa dirigida por una jerarquía local y en posesión de los medios necesarios para llevar una vida cristiana cabal. Pero una vez llegada esa iglesia local a tal estadio de crecimiento, debe comenzar a brillar como un nuevo foco misionero en medio de la oscuridad del mundo sin fe, quedando así de manifiesto la solidaridad de toda la Iglesia, organismo viviente, instrumento de vida. "Constituidas ya las iglesias particulares, pesa sobre ellas el deber de continuar y de predicar el Evangelio a cuantos permanecen fuera" (n. 6). De este modo, la actividad misionera de la Iglesia aparece como la Epifanía, la manifestación del plan de Dios, y como su cumplimiento en el mundo y en la historia. Y porque el plan aun no ha lle.gado a su realización definitiva, la misión de la Iglesia lleva carácter escatológico, pues prepara el advenimiento y el reinado del Señor y mira al crecimiento del Cuerpo de Cristo hasta lograr su plenitud. (9) El Concilio evidentemente trató de conciliar en su enunciado sobre la finalidad dt, la actividad misionera las dos teorías tradicionales de la misiología católica: la teoría de la evangelización y conversión y la teoría de la implantación de la Iglesia. La primera formó escuela alrededor de José Schmidlin, fundador de la misiología moderna y la otra se abanderizó pOr la doctrina ecIesiológicadel P. Pierre Charles SJ. REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR 73 II. REALIZACION PRACTICA DE LA ACTIVIDAD MISIONERA Del segundo capítulo en adelante, el Decreto se mueve, y con mucha seguridad, en el terreno de la acción práctica. Se mantiene en un tono de recomendaciones (¡pero son recomendaciones con valor de Concilio!) recogidas una a una de la larga práctica y problemática misioneras de la Iglesia y en gran parte ya impartidas anteriormente en las encíclicas misioneras de los últimos Papas, a partir de Benedicto XV (lO). a) La actividad misionera hasta la formación de las iglesias particulares El primer contacto de la Iglesia mISIOneracon el mundo no-cristiano se produce cuando los fieles dan el testimonio de vida integralmente cristiana. (Estamos hablando de territorios de misión). 1. Pero para que este testimonio tenga inflUjo y repercusión es indispensable la inserción de los cristianos en la vida cultural, social y civil del país, inserción que sea fruto no del oportunismo, sino de un respeto optimista por todo lo bueno y positivo, que en tal cultura se esconde y que puede ser liberado para el dominio de Dios Salvador. Para ello será indispensable que los convertidos, lo mismo que los misioneros, tomen una actitud de "diálogo sincero y paciente", "para advertir las riquezas que Dios generoso ha distribuido a las gentes" (n. 11). 2. Esta actitud de respeto se traducirá en una actitud de servicio, por la cual se tratará de llegar con todos, evidentemente también con los no-cristianos, a un plano de cooperación en asuntos de orden económico o social, tales como la educación de la niñez, el hambre, el analfabetismo, la lucha contra las enfermedades y la guerra, etc. Tal cooperación no ha de realizarse sólo con individuos, sino, dice el Decreto: "Gusten los fieles de cooperar prudentemente a este respecto con los trabajos emprendidos por instituciones privadas y públicas, por los gobiernos, por los organismos internacionales, por diversas comunidades cristianas y por las religiones no cristianas". (n. 12). La Iglesia quiere tomar en serio la ley de la Encarnación; como Cristo, también ella se encuentra al servicio de la humanidad, desinteresadamente al servicio de los hombres. Resulta significativo que la obra educacional aparece en el Decreto "como servicio de gran valor a los hombres, sobre todo de las naciones en vías de desarrollo, para elevar la dignidad humana y preparar condiciones de vida más favorables" (n. 12). El Decreto recuerda sin embargo, que esta participación de los cristianos en los problemas temporales, no termina en el progreso y prosperidad puramente ma(lO) Son las siguientes: "Maximum Illud" (1919) de Benedicto XV; "Rerum Ecclesiae" (192.6) de Pío XI; "Evangelii Praecones" (1951), "Fidei Donum" (1957) y "Ad Apostolorum Principis" (1958) de Pío XII; "Princeps Pastorum" (1959) de Juan XXIII. 74 CARLOS PAPE teriales, sino que ante todo busca la rehabilitación humana y espiritual del hombre, dándole el sentido de la verdadera fraternidad en la paternidad de un mismo Dios y Padre. El segundo paso en la obra mISIOneraes el de la predicación, a la cual responderá la conversión de aquellos, "a quienes el Espíritu Santo haya abierto el corazón". 1. Nuestro documento, afirmándose en la Declaración sobre la Libertad Re·· ligiosa, se propone elevar a su plano eminentemen~e sobrenatural el proceso de conversión personal al Cristianismo. Por eso, por una parte recalca que, "La Iglesia prohibe severamente que a nadie se obligue, o se induzca o SP atraiga por medios impropios a abrazar la fe" (n. 13). por la otra, reivindica con toda fuerza "el derecho de que nadie sea apartado de ella con vejaciones" (ib.). Asimismo exhorta a examinar los motivos de conversión, que manifiestan los que han de agregarse a la Iglesia. 2. Una vez convertidos, los futuros cristianos, han de ser admitidos al catecumentado a través de ceremonias litúrgicas creadas 'ad hoc'. El catecumenado, advierte el Decreto, .no es una simple exposición doctrinal, sino una iniciación integral en la vida cristiana entendida como misterio de salvación y comunión existencial con Cristo. El catecúmeno será incorporado plenamente a la Iglesia en los sacramentos del bautismo, confirmación y Eucaristía. En este contexto el documento subraya la nota comunitaria de esta inserción de los catecúmenos en la Iglesia: "Esta iniciación cristiana durante el catecumenado no deben procurarla solamente los catequistas y sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles y de un modo especial los padrinos, de suerte 'lue sientan los catecúmenos ya desde el principio, que pertenecen al Pueblo de Dios" (n. 14). 3. Con integrarse a la Iglesia, el neófito pasa a pertenecer a un organismo apostólico y por eso también él está llamado a cooperar activamente en la evangelización y edificación de la Iglesia. Los fieles reunidos en la comunidad cristiana, señala el Decreto, son "el signo de la presencia de Dios en el mundo", porque en el misterio eucarístico están pasando continuamente con Cristo al Padre, porque se alimentan de la Palabra de Dios para dar su testimonio y porque caminan en caridad apostólica. Ese "signo de Dios" ha de llegar a su madurez a través de una triple adquisición: relativa autosuficiencia en lo material, inserción conciente y profunda en el acervo cultural de la propia nación, sin caer por ello en el desprecio por otras razas o en un nacionalismo exaltado y por último vigorosidad para autopropagarse. Estas etapas, que recuerdan los célebres "3 se1fs" de los programas misionales protestantes (11), vienen desarrollados con cierta prolijidad, deteniéndose el esquema ante (11) Self-governing, self-support and self-propagating Chuwhes. El gran promotor de este programa misionero fue el célebre Secretario General de la Church Missionary Society, Henry Venn, por largos aúos impulsador de la obra misionera de la Iglesia Anglicana. REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR 75 todo en la problemática de la formación de un clero nativo y de un Iaicado apostólico. Sobre la función misionera de éste último dice el Decreto: "no basta que el pucblo cristiano esté presente y establecido en un pueblo, ni basta que desarrolle el apostolado del ejemplo: se establece y está presente para anunciar con su palabra y con su trabajo a Cristo a sus conciudadanos no-cristianos y ayudarles a la recepción plena de Cristo" (n. 15). En lo referente a la formación de los sacerdotc's nativos se insiste en que su formación espiritual vaya íntimamente vinculada a su formación doctrinal y pastoral, en que aprendan el verdadero sentido de servicio a la Iglesia, posponiendo toda mira egoísta o de provecho familiar. Se pide que su formación esté centrada en la Biblia y en la Liturgia y que se tenga buen cuidado de no disociarlos de su propio ambiente cultural, para que ellos sean quienes promuevan el proceso de adaptación al país. Deben ser introducidos cn todo el manejo administrativa de una institución y se recomienda que algunos, después de haberse fogueado en la práctica pastoral, sean enviados a centros universitarios de esp~cialización, a fin de llevar a cabo las tareas más arduas en las nuevas cristiandades. Algunas de estas disposiciones están formuladas en términos que suenan paternalistas. Sin embargo, la práctica misionera las justifica ampliamente. El clero nativo, no podría pasar por alto en su actuación, las otras fuerzas vivas del apostolado misionero: los diáconos, los catequistas y los religiosos. A cada uno de estos grupos dedica el Decreto un párrafo valioso. La creación de diáconos incumbe a las conferencias episcopales, pero el Decreto encomia su oportuna y pronta realización en las misiones. Respecto a los catequistas, reserva una alabanza del todo particular para ellos y recomienda para el futuro un mayor esfuerzo para darles una amplia capacitación bíblica, litúrgica, catequética, como también pide que se atienda a su renovación espiritual y su seguridad social. Termina por fin este segundo capítulo, exhortando a promover por todos los medios la vida religiosa, en la que queda de manifiesto "la íntima naturaleza de la vocación cristiana". Pero también la vida religiosa y las órdenes deberían buscar cómo adaptarse a los pueblos no cristianos y recoger de en medio de ellos tradiciones de vida ascética y contemplativa y asimilarlas a la vida religiosa de los institutos cristianos. b) Las iglesias particulares Al abordar este nuevo aspecto de la implantación de la Iglesia el Decreto ha querido poner de relieve la dimensión sociológica de las iglesias particulares en su doble relación al país en que se desenvuelven y a la Iglesia Universal, de la cual ellas son partes integrantes: consolidación hacia dentro y apertura hacia fuera. En su consolidación interna las iglesias particulares han de tender a formar comunidades activas, bien constituidas, autosuficientes en el mejor sentido de la palabra y enraizadas en la tradición cultural del país. Al mismo tiempo deben abrirse a los horizontes de la Iglesia mundial, sintiendo su latido en todas las manifestaciones de vida local. Abrirse a la Iglesia mun- 76 CARLOS PAPE dial equivale a abrirse a la misión mundial de la Iglesia. Por eso el documento puntualiza: "la iglesia particular conozca muy bien, que ha sido enviada también a aquellos que no creen en Cristo y que viven con ella en el mismo territorio, para servirles de orientación hacia Cristo, con el testimonio de la vida de cada uno de los fieles y de toda la comunidad" (n. 20). Este deber misionero compete ante todo al obispo del lugar, a quien se recomienda. "conozca íntegramente las condiciones de su grey y las íntimas opiniones de sus conciudadanos acerca de Dios, advirtiendo también cuidadosamente los cambios que han introducido las urbanizaciones, las migraciones y el indiferentismo religioso" (n. 20). Los sacerdotes nativos por su parte fomentarán la colaboración más amplia con los misiúneros extranjeros. Su labor no se reducirá simplemente al cuidado de los fieles, sino también se extenderá a la evangelización de los no-cristianos. Este celo misionero debe caracterizar a toda la iglesia local, llegando incluso a la ofrenda más preciada de cooperación con la Iglesia mundial: "Es muy conveniente que las iglesias jóvenes participen cuanto antes activamente en la misión universal de la Iglesia, enviando también ellos misione· ros que anuncien el Evangelio por toda la tierra, aunque sufran escasez de clero" (n. 20). El Decreto, atendiendo a los deseos de un gran número de Padres conciliares, quiso poner en especial realce la función de los laicos. "La Iglesia no está verdaderamente fundada, ni vive plenamente ni es signo perfecto de Cristo entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la Jerarquía un laicado propiamente dicho" (n. 21). Ellos más que nadie, por su raigambre ambiental, se encuentran en la corriente de vida del pueblo por evangelizar. Su tarea la define el Concilio como una actuación que incluye: el testimonio de vida cristiana, el esfuerzo por 'bautizar' los valores patrios y asumirlos en la vida cristiana, a fin de que la Iglesia no aparezca como importada del extranjero, y por fin las tareas del apostolado activo entre los no cristianos. Para cumplir tan múltiples obligaciones, necesitan preparación. Los sacerdotes deberán dársela, creándoles un genuino sentido de responsabilidad por todos los hombres. Una última orientación dada en este contexto de las iglesias particular~s nos pamce de gran importancia: el Decreto recomienda la creación de centros de investigación, que en los diversos sectores socio-culturales, se dediquen a conjugar la revelación de Dios con el pensamiento filosófico-religioso, con las costumbres y el orden social de esos países. La manera concreta de poner manos a la obra en este terreno, e3 responsabilidad de las Conferencias episcopales. Detrás de todo esto, no hay una tendencia sincretista ni un falso deseo de particularismo, sino la convic· ción de que cada pueblo tiene su propia idiosincrasia, que puede enriquecer la unidad católica de la Iglesia. REFLEXION e) SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR 77 El personal mi~ionero: su vocación y formación Luego de exponer los principios que han de normar el proceso de implantación de la Iglesia, al Decreto dedican un capítulo, el cuarto, a las personas que lle· van sobre sus hombros esta tarea: los misioneros, extranjeros y nativos, sacerdotes, religiosos y laicos. Al hablar pues de misionero el Decreto ha descartado todo exclusivismo, clerical o nacional. La vocación misionera de los individuos y de los institutos aparece en el esquema como un don especial de Cristo, quien "inspira la vocación por el Espíritu Santo, ..... en el corazón de algunos y al mismo tiempo suscita en la Iglesia institutos religiosos, que toman como misión propia el encargo de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia" (n. 23). Junto con ser un don particular de Cristo, la vocaClOn implica también de parte del misionero una entrega más generosa y una mayor abnegación de sí mismo: "El enviado entra en la vida y la misión de Aquel, que 'se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo'" (n. 24). La caracterización que sigue del auténtico misionero, es singularmente hermosa. En una selección de sentidos textos bíblicos se desenvuelve todo un programa de vida ascética y dedicación apostólica. El misionero lleva sobre sí una misión de humildad y de servicio, de pobreza, fortaleza y obediencia. A tal grado debe llegar la fidelidad a su compromiso con la Iglesia misionera, que esté dispuesto al derramamiento de su propia sangre. Estas cualidades y actitudes misioneras deben cultivarse ya en los años de formación. De esos centros de formación deben salir hombres "capaces de iniciativas constantes para continuarlas hasta el fin, perseverantes en las dificultades, pacientes y fuertes en sobrellevar la soledad, el cansancio y el trabajo infructuoso" (n. 25). Su preparación debe llevar el sello del universalismo, propio de su mlSlOn: "Desde el principio organícese su formación doctrinal de manera que abarque la universalidad de la Iglesia y la diversidad de los pueblos" (n. 26). Debe partir de las experiencias del pasado para centrarse en el presente y verse rematada en estudios misiológicos, en los cuales aprenderán los principios doctrinales y prácticos de la evangelización. Lo que se dice de la formación de los misioneros sacerdotes vale también. pero en escala diferente, de los hermanos religiosos o misioneras religiosas: "capacítese el mayor número posible de religiosos y religiosas en el arte catequístico, para que así puedan colaborar aun más en el apostolado" (n. 26). La preparación de los misioneros no termina en el propio país que los envía o del cual parten, sino que ha de proseguirse en el país de misión, sobre todo en orden a lograr una mayor adaptación: "que los misioneros conozéan más ampliamente la historia, las estructuras sociales y las costumbres de los pueblos, capten el orden moral y las normas religiosas, así como las ideas más hondas que se han formado según sagradas tradiciones sobre Dios, sobre el mundo y sobre el hombre" (n. 26). 78 CARLOS PAPE Como este trabajo de adaptación es difícil y requiere mucho tiempo, el Decreto aconseja que algunos misioneros sean capacitados en centros de especialización científica para esta tarea y que así puedan "ser de ayuda por su erudición a los demás misioneros en el ejercicio de la obra misionera, que ofrece en nuestros tiempos tantas dificultades y tantas oportunidades" (n. 26). Termina este capítulo con una apreciaclOn muy elogiosa de la actuación de las órdenes e instituto:¡ religiosos, que en términos evangélicos, "han soportado du rante muchos siglos el peso del día y del calor". A ellos se debe la evangelización de grandes territorios, en los que han reunido un pueblo para Dios, que ahora está dirigido ya por pastores nativos. Y dadas las tareas aun a realizar, dice el Decreto los "institutos continúan siendo absolutamente necesarios". No es improbable ver en este paso del Decreto la parte que en su redacción han tenido religiosos y el aprecio que de la obra de tales institutos supo hacer el episcopado de los países d" misión. d) Coordinación de la actividad misionera Nos hallamos en una época que ha hecho de la coordinación y la programaCIOn de conjunto una de sus características más salientes. Este rasgo del tiempo que vivimos halla su expresión cabal en el cap. 5 del Decreto, que dedica sus párrafos a enunciar principios de la más amplia coordinación comenzando con los órganos cúspides de la administración y dirección eclesiástica, para terminar con los programas comunes en la base local. Como la conducción de la Iglesia después del Concilio ha de centrarse en el Sínodo de los obispos, el Decreto recuerda a éste: "dedique especial atención a la actividad misionera, que es la mayor y más santa de las tareas de la Iglesia" (n. 29). En seguida formula la exigencia de centralizar toda la actividad misionera en un solo organismo, la Congregación de Propaganda Fide, de la cual han de ema nar normas valederas tanto para la obra misional propiamente dicha como para toda cooperación misionera. Especificando sus atribuciones, el esquema le señala las siguientes: promover la vocación y espiritualidad misioneras, activar la oración y celo por las misiones, confeccionar noticiarios misionales de auténtica y oportuna información, reclutar y distribuir los misioneros, dictar normas prácticas para la acción evangelizadora, promover y coordinar acciones para recaudar fondos, tabajar de mutuo acuerdo con el Secretariado por la Unión de los Cristianos, a fin de encontrar caminos y medios para llegar a una fraterna colaboración y convivencia con las iglesias no-católicas. En una palabra, el Dccreto pide que la Congregación de Propapanga Fide no sea sólo un cuerpo administrativo, sino también y sobre todo un ór gano de dirección dinámica. Por eso determina su reestructuración -y aquí se tocó un punto muy delicado, que directamente incidía en el cometido asignado a la Comisión Romana encargada de estudiar la reforma de la curia-o El Decreto la convierte en una corporación representativa en cuya dirección tienen parte "representantes escogidos de cuantos colaboran en la tarea misionera, con REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA CONCILIAR 79 voto deliberativo: obispos de todo el mundo así como también directores de los Institutos y Obras Pontificias" (n. 29). En el esfuerzo de coordinación general deben entrar también los organismos locales de la Ig!esia: las diócesis y las conferencias episcopales, los institutos misioneros en los países de envío y en los territorios de misión. Centro de coordinación en la diócesis es la persona del Obispo, ante cuya jurisdicción pastoral, es decir, en materia de apostolado, deben ceder los privilegios de exención de las congregaciones u órdenes religiosas, sin que, por otra parte, se destruya la iniciativa espontánea de las mismas. El texto dice: "Están sometidos al Obispo en las diversas obras que se refieren al ejercicio del sagrado apostolado" (n. 30). En el plano regional, la coordinación vendrá a concretarse en instituciones comunes, tales como seminarios, escuelas superiores y técnicas, centros pastorales, catequísticos, litúrgicos y centros de medios de comunicación social. También han de entrar en esta programación comunitaria los institutos y asociaciones eclesiásticas. Al tratar de unir sus programas a los de los obispos, firmarán con ellos contratos especiales, que regulen las relaciones recíprocas. Una cuestión, que hasta ahora ha causado controversias entre los canonistas y que incide precisamente en este problema de relaciones entre obispos y religiosos, tampoco ahora ha quedado dilucidada en el Decreto. Cabe en efecto la pregunta: ¿por qué la cura de almas ordinaria en una diócesis debe estar encomendada al clero diocesano? ¿No podría estar en manos del clero regular, con un obispo religioso, pero ambos del clero nativo, o sea, del lugar? El ideal de la Iglesia misionera tiende a crear iglesias locales, nativas, pero no neces¡¡riamente a crear una iglesia nativa con obispos y sacerdotes salidos del clero secular. Sobre este particular el Decreto no traza líneas claras. Al tratarse de la colaboración entre los institutos mismos, podrán servir de medios coordinadores las Conferencias de religiosos y las Uniones de religiosas, las cuales a su vez podrán presentar planteamientos comunes a las Conferencias episcopales. Y en los países enviantes, esos mismos institutos podrán unirse en programas de formación de misioneros o de acercamiento a los órganos internacionales dE' ayuda. En todas estas orientaciones el Decreto se muestra muy conciso. Sólo al tratarse de la Dirección Central de la obra evangelizadora, la Propaganda Fide, quiso dejar los detalles de renovación bien establecidos. En los otros puntos de cooperación, seguramente no quiso entrar en más pormenores para prevenir que surjan males de donde deben provenir sólo bienes. Tomando los principios impartidos como guías, las iglesias establecidas en los diferentes territorios de misión podrán ver cómo podrán aplicarlos más prudentemente. III. AYUDA DE LOS CmSTIANOS A LAS MISIONES En el último capítulo, el sexto, el Decreto ha querido reunir compendios amente y en forma escalonada los deberes de todos los grupos cristianos en la obra de evangelización: de los obispos, de los sacerdotes, de los religiosos y de los laicos. 80 CARLOS PAPE "El Santo Concilio invita a todos a una profunda renovaClOninterior a fin de que, teniendo viva conciencia de la propia responsabilidad en la difusión del Evangelio, acepten su cometido en la obra misional entre los gentiles" (n. 35). Entre las disposiciones de más interés, que se refieren a los obispos, el Decreto tiene las siguientes: "Conviene que las Conferencias episcopales dirijan los asuntos concernientes a la cooperación organizada del propio país, traten en sus Conferencias del clero diocesano. que se ha de consagrar a la evangelización de los gentiles; de la tasa determinada que cada diócesis debe entregar todos los afias, según sus ingresos, para la obra de las misiones; de ayudar y si es nece~ario fundar institutos misioneros y seminarios del clero diocesano para las misiones" (n. 37). Para los sacerdotes valen las siguientes normas: "Los sacerdotes excitarán y mantendrán entre los fieles el celo por la evangelización del mundo, instruyéndolos sobre el deber de la Iglesia de anunciar a Cristo a los gentiles; enseñando a las familias cristianas la necesidad y el honor de cultivar las vocaciones misioneras; fomentando el fervor misionero en los jóvenes de las escuelas y de las asociaciones católicas, de manera· que salgan de entre ellos futuros heraldos del Evangelio. Enseñen a los fieles a rezar por las misiones y no se avergüencen de pedirles limosna, hechos ca· mo mendigos por Cristo y por la salvación de las almas" (n. 39). Insistentemente vuelven los últimos párrafos del Decreto sobre la obligación, honor, esfuerzo, entusiasmo que está demandando la actividad misionera de todos los hijos de la Iglesia. La Misión alcanza en estos párrafos su más honda y su más vasta dimensión. Lo que se había expuesto en el primer capítulo en términos de doctrina teológica, aquí se completa en rasgos de acción práctica. Todos están llamados a dar su aporte a la evangelización del mundo. Las misiones no pueden continuar siendo el 'hobby' de algunos entusiastas; no deben aparecer como identificadas a grupos de niños y niñitas que rezan "por los pobres negritos", ni tampoco exclusivamente dependientes de órganos curiales. Las misiones, esto es la evangelización del mundo y la implantación de la Iglesia en países no cristianos, deben encontrar eco entre los intelectuales católicos, entre los hombres de influjo, entre las instituciones organizadas de apostolado. Nadie es miembro sólo de una iglesia local, todos los cristianos son miembros vivientes de una Iglesia Mundial. Sólo así vendrá a cumplirse el íntimo deseo, con que el Decreto cierra su mensaje: "Y que la claridad de Dios, que resplandece en el rostro de Cristo Jesús brille a todos por el Espíritu Santo" (2 Cor., 4, 6). CONCLUSION Al rechazar el primer esquema sobre la Actividad Misionera de la Iglesia, uno de los Padres Conciliares decía, que si el mundo no-cristiano y sobre todo hombres en elevados puestos en la vida de las naciones se sintieran interesados por leer algún esquema del Concilio, el primer esquema que pedirían sería el de Misiones. ¿Qué pensarían del Decreto que acabamos de comentar? ¿Es eso lo que ellos espe- REFLEXION SOBRE EL ESQUEMA 81 CONCILIAR raban de la Iglesia Cat6lica? Sin duda alguna, muchos planteamientos aquí expuestos no les interesarían en absoluto; pero sí, quedarían gratamente impresionados de la actitud de servicio que las comunidades cristianas adoptan en medio de sus naciones, que se han levantado o están levantándose a mejores condiciones de vida; quedarían sorprendidos de los principios valientemente enunciados en orden a incorporarse en la vida socio-cultural de sus países; de la valorizaci6n muy positiva que se hace de sus tradiciones, de sus estructuras sociales y de su mundo religioso; probablemente sentirían que en la Iglesia y en su mensaje de fraternidad human:! hay algo, que ellos largamente han buscado para dignificar al hombre y crear una sociedad más unida. Todo esto, en efecto sirve de trasfondo espiritual al denso contenido del Decreto. Un cat6lico verá en él la culminac:i6n de un desarrollo lento pero seguro del pensamiento misionero de su Iglesia, y más que del pensamiento, del sentido de Iglesia, que ha tenido que forjarse entre los cristianos a costa de una fidelidad creciente al llamado que Dios hace hoy al mundo. Próximos Movimiento números de TEOLOGIA y VIDA: Ecuménico. Con los artículos más importantes de la Semana de la Unidad, realizada en Las Rosas. El Sacerdocio. Trabajo de estudio y reflexión de un amplio equipo de teólogos, pastores y laicos.