LUC DEQUEKER EL DIÁLOGO JUDEO-CRISTIANO: ¿DESAFÍO A LA TEOLOGÍA? Cuestiones abiertas y claves de interpretación El Vaticano II situó las relaciones judío-cristianas al nivel de diálogo y catequesis. Actualmente deben situarse al nivel de la investigación teológica, y esto en un amplio espectro: las relaciones Antiguo y Nuevo Testamento, las implicaciones y diferencias entre Iglesia, nuevo Israel, pueblo de Dios, Reino de Dios; el problema de Jesús histórico y el Cristo de la fe; la relación entre justicia mundana, liberación humana y paz mesiánica; la originalidad del cristianismo y los elementos esenciales que ha recibido del judaísmo, etc. Se trata de resituar el kerigma cristiano después de Auschwitz y después, también, de la creación de un estado judío en Tierra Santa. Este estado de cosas actual ha sido preparado por una serie de documentos de iglesias locales. En Bélgica, la Comisión Nacional Católica para las Relaciones entre Cristianos y judíos redactó en 1973 una serie de 18 tesis teológicas que tocan los puntos más candentes. Las publicamos aquí como documento de trabajo e invitación a la investigación. Proponemos también una serie de investigaciones personales a modo de ensayo con la intención de situar el problema y aclarar algunos malentendidos utilizando la tradición judía para interpretar algunos textos bíblicos. Le dialogue judéo-chrétien: un défi à la Théologie ? Questions ouvertes et clefs d’interpretation, Bijdragen 37 (1976) 2-35 I. RELACIONES ENTRE CRISTIANOS Y JUDÍOS. 18 TESIS Unidad de la revelación divina 1. El mismo Dios vivo habla a todos en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y su acción salvífica atañe a todos los hombres. Junto a la lectura del AT a la luz del NT, el AT debe leerse en el sentido que le es propio y utilizarse también para la interpretación del NT. 2. La promesa escatológica de la Nueva Alianza (Jr 31, 31-34) implica la restauración de la Alianza en su esplendor original, roto por la infidelidad del hombre. La misma alianza es la que es inaugurada con Abraham, confirmada en el Sinaí, y restaurada por Cristo. 3. Jesús y la Ley de Moisés. Se puede afirmar que la intención de Jesús no fue abolir la Ley y los profetas, sino llevarlos a cumplimiento (Mt 5,17). Cumplimiento que significa, en primer lugar, concreción en la vida práctica (Mt 5,20-30), y en segundo lugar, rechazo de prescripciónes exageradas o mal interpretadas por la tradición (Mt 5,31-48). En cuanto a Jn 1,17 (la Ley viene por Moisés, la gracia y la verdad por Jesucristo), hay que decir que ley y gracia son dos aspectos inseparables de la revelación divina. Jesús, pues, confirma, normativamente, el mensaje de la primera alianza, viviendo según la ley de Moisés en una libertad típica de ciertos medios judíos frente a las instituciones. LUC DEQUEKER 4. Tampoco Pablo ha querido la ruptura con su pueblo, Israel, y sus palabras sobre la ley deben ser interpretadas en su contexto de discusiones polémicas sobre puntos prácticos de la vida religiosa. Y aunque Pablo gusta de contraponer esclavitud de la ley a servicio de Cristo, mantiene la afirmación de un único plan salvífico de Dios cuya meta es Cristo. Y sería injusto tomar el legalismo contra el que Pablo arremete como la afirmación del judaísmo de su época. Por lo demás, en el mismo Pablo, vivir en la ley de Cristo significa encontrar en Cristo la totalidad de la Torah divina. La oposición paulina "justicia de la fe-obras de la ley" tampoco significa la abrogación de la ley (Rm 3,31), ni hay contradicción Pablo-Santiago: Pablo subraya la justificación por la fe, Santiago insiste en la prueba y manifestación de la fe en las obras, p.e. en las de la ley (St 2,14ss). Por lo que hace al NT, la idea del sacrificio de Cristo que reemplaza los sacrificios levíticos, y la de Cristo sumo sacerdote de una nueva alianza, tras la abrogación de la ley antigua, son propias de la carta a los Hebreos (c 7 y 8). Y conviene situarlas en su contexto histórico:' nostalgia del culto en los judoo-cristíanos exilados y ruptura definitiva entre cristianos y judíos tras la destrucción del templo (año 70) ys la segunda revuelta judía (años 132-135). Las tesis de Hebreos presentan la justificación teológica de la separación entre cristianismo y judaísmo. 5. Por más que, para un cristiano, el Reino se ha manifestado en la persona de Cristo, judíos y cristianos comparten la esperanza del futuro Reino de Dios. Codo con codo deben vivir juntos la tensión entre el ya y el todavía-no, entre este mundo y el futuro. Interpretación de .textos del NT que conciernen a los judíos 6. La predicación de Jesús y la de los apóstoles no puede sacarse del seno que le es propio: la tradición judía, tanto palestinense como helenística. Es preciso atender al clima y a la vida religiosa que reflejan sus fuentes. 7. Ciertos textos evangélicos han dado lugar a interpretaciones falsas y peligrosas. Así, cuando en ellos encontramos el término colectivo los judíos no se refieren a todos los judíos de la época, y menos de toda la historia, sino a sus adversarios -como el término mundo en Jn-. Y ni el hermano mayor del pródigo ni los viñadores homicidas se pueden identificar con el pueblo judío: a través de su increencia y de sus celos, Jesús condena la infidelidad que nos amenaza a todos. Y la visión negativa de los fariseos debe ser corregida con información sacada de la literatura rabínica. Finalmente, la postura de Jesús ante la pureza ritual no permite deducir la oposición entre judaísmo-religión del rito y cristianismo-religión del espíritu. 8. Los pasajes del NT que se refieren al destino del pueblo judío están en la línea profética que asocia la amenaza de rechazo a la promesa de una restauración definitiva. 9. En cuanto a la pasión, el pueblo judío, como tal, no es culpable ni de la condena ni del rechazo de su misión mesiánica. La teología de siempre ha subrayado la solidaridad de todos los hombres en el pecado. La iglesia y el pueblo judío LUC DEQUEKER 10. La opinión de que la iglesia ha sustituido al pueblo judío como institución salvífica, reposa sobre la idea vulgar de que lo nuevo reemplaza a lo antiguo. Pero en la Biblia, la nueva alianza significa la restauración definitiva y decisiva de la antigua, rota por la infidelidad del hombre. Esta restauración, la fe cristiana la ve realizada en Jesus. La iglesia sólo será el pueblo de la nueva alianza en la medida en que viva el mensaje y la realidad mesiánica de Jesús. Y sólo al fin de los tiempos lo será en plenitud. 11. El precepto fundamental cristiano del amor a Dios y al prójimo, promulgado en el AT y confirmado por Jesucristo, obliga a cristianos y judíos en todas sus relaciones humanas sin excepción. 12. Hay que evitar rebajar el judaísmo a fin de exaltar el cristianismo por medió de contraposiciones caricaturescas: legalismo- fe; carneespiritu; temor-amor; etc. Estas tensiones existen no sólo entre comunidades, sino en el seno de una misma comunidad. 13. El pueblo judío es el prójimo de la iglesia: ni su rival ni una minoría a absorber. Cristianos y judíos tiene un papel que jugar y han de estimularse mutuamente de cara a la salvación de las naciones (Rin 9-11). 14. La comunidad cristiana participa en las promesas hechas al pueblo de Dios por su fe en Cristo, profundamente enraizado en Israel. Según Pablo, la iglesia de los nojudíos participa en la misión de Israel (Rm 11, 16ss; Ef 2,19). 15. La liturgia cristiana, y muy especialmente la eucaristía, en su contenido y en su forma, está íntimamente ligada a la práctica religiosa del pueblo judío (cfr los salmos y las fiestas). 16. El retorno a las fuentes, exigido por la búsqueda de la unidad de los cristianos, debe llevar al enraizamiento de Jesús y su mensaje en la historia y la tradición de su pueblo. Otra cosa sería desconocer el origen judío del cristianismo. Y en este retorno a las fuentes, debe respetarse el carácter propio y diferencial del judaísmo. 17. Los sufrimientos, persecuciones y dispersión de los judíos no deben ser vistos como un destino inmutable o como un castigo. Hay que denunciar y combatir toda forma de antisemitismo, especialmente el religioso, siempre subyacente, para ser más fiel a la fe cristiana y a la reve lación divina. 18. En la medida en que el cristianismo reconozca lo anterior, dejará de ver la "conversión de los judíos" como etapa de anexión o proselitismo, y atenderá a su mensaje de amor, justicia y respeto. Ante el judaísmo, esto conllevará una dosis de humildad, teniendo en cuenta los elementos comunes de la espera mesiánica judía y cristiana. II. LA NUEVA ALIANZA Y EL PROBLEMA DE JESÚS El Jesús de la historia y los estudios judíos sobre Jesús La distinción "Jesús de la historiaCristo de la fe" brota en los autores y judíos que abordan la problemática judeo-cristiana de la distinción entre el Judío. Jesús y el Cristo LUC DEQUEKER cristiano. Para ellos, el redescubrimiento del Jesús de la historia significa una vuelta a Jesús en cuanto judío, o, en fórmula suya, la vuelta de Jesús hacia su pueblo. ¿Qué provecho puede sacar un cristiano de los estudios judíos sobre la persona de Jesús? Ciertamente en la imagen judía de Jesús quedan excluidas su divinidad, la resurrección, los milagros legendarios, el nacimiento virginal. Sería demasiado fácil ver en estos rasgos excluidos lo esencial del cristianismo: sería definir el cristianismo por lo que le distingue del judaísmo, apelando al AT y rechazando el "judaísmo tardío" de su época. Eso se ha hecho ya demasiado en el pasado. Hoy el resurgimiento bíblico y un mejor conocimiento histórico del judaísmo de la época han mostrado otros caminos. Y lo que se puede aprender de dichos estudios judíos es esta idea, que habrá que precisar: que no se pueden com= prender los evangelios sin conocer las fuentes judías. El redescubrimiento de Jesús por el mundo judío es, independientemente de las reflexiones y afirmaciones de la dogmática, un desafío a la teología cristiana. Evidentemente se tiene toda la razón cuando se dice que la resurrección y la divinidad de Jesús son rasgos esenciales y originales del cristianismo. Y en el diálogo judeocristiano -como en la investigación crítica de los orígenes del cristianismo- no se trata de abandonar las propias posiciones, sino de verificarlas y profundizarlas. En otras palabras: los dogmas cristianos descubren su verdadero alcance cuando los volvemos a poner en su contexto bíblico. En la resurrección del Mesías, que representa a su pueblo, se realiza una promesa hecha al pueblo de Dios (cfr Is 26, 19; Ez 37). Esto en términos actuales significa que si se renuncia a creer que todo un pueblo puede resucitar de entre los muertos, ¿cómo se va a creer entonces en la resurrección de Jesús? En la discusión con los saduceos, Jesús mismo apela a la teología bíblica (Mc 12,26). Si Dios está verdaderamente ligado a la historia humana, como lo manifiesta la historia del pueblo judío, Dios comunica su vida a fin de que sigan siempre vivos aquellos con quienes hizo la alianza. Algo semejante podemos hacer con al divinidad de Jesús. Si se utiliza un lenguaje bíblico, se hablará de la misión divina de Jesús, de su mensaje divino, de la revelación divina en su persona. El dogma cristiano, bien entendido, no puede enfrentarse al monoteísmo bíblico. E inversamente no se hace afrenta a la persona de Jesús si se subraya la continuidad con los mensajeros bíblicos y los profetas, de quienes es el representante por excelencia, el Hijo de Dios. Hablando teológicamente, el problema del Jesús de la historia es éste: ¿puede darse un valor dogmático a la vida terrenal de Jesús -palabra y obra- antes de la resurrección? O bien éste: el Cristo "descristianizado" ¿es más verdadero, no sólo desde el punto de vista histórico, sino también desde el de la fe y la teología? N. Lohfink, al plantearse esta cuestión hace diez años, contestaba en forma provocativa: la teología cristiana no brota de las ciencias históricas, sino de las de la interpretación. Y va más lejos todavía, porque después de repasar las tres fases de la historia de los evangelios -Jesús, kerigma primitivo, redactor-, afirma que en teología cristiana sólo lo que el redactor evangelista ha querido decir es el objeto de la interpretación. ¿Cuál será esta interpretación? Teniendo en cuenta la intención de los evangelistas y el valor tipológico que dan a los acontecimientos descritos, vemos que, por ejemplo, los "judíos" en el evangelio de Juan representan tipológicamente la incredulidad, todo lo que es enemigo de Dios. Entonces los enunciados sobre los judíos -y esto vale sobre LUC DEQUEKER todo para el relato de la pasión- no se comprenden más que si el intérprete cristiano los aplica, no á los judíos de hoy, sino a los cristianos de hoy, porque con esta fórmula se estigmatizan ciertas posibilidades de nuestra propia existencia. La crítica de los evangelios sobre Israel es desde dentro, de tipo profético, que no se puede volver contra el judaísmo una vez uno ha abandonado la comunidad judía. Algo semejante encontramos al interpretar enunciados sobre la ley. Por muy cierto que sea que ,Jesús reaccionó ante toda forma de hipocresía y Pablo arremetió contra el legalismo, de ahí no se puede sacar definiciones ni características del judaísmo, sino más bien deformaciones que en realidad amenazan a toda existencia religiosa. Una lectura más "escriturística" del NT Desde hace unos años, existe un mayor interés por las citas veterotestamentarias del NT: ¿en qué sentido y bajo qué forma la tradición cristiana primitiva apela a argumentos escriturísticos para presentar el mensaje de Jesús? ¿Se trata, con estas citas, de presentar argumentos ad hominem, destinados desde fuera a los judíos? ¿O puede decirse que la argumentación escriturística era un rasgo inseparable del mensaje de Jesús? La predicación de Jesús, ¿era por definición un comentario y una interpretación de las escrituras? Estamos ante un tema de los más discutidos entre los exegetas. A modo de ejemplo, trataré tres pasajes clave de la actitud de Jesús ante la Ley: 1. El mandatum novum: En el discurso de despedida del cuarto evangelio, Jesús da a los discípulos un "mandamiento nuevo": "Que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los -unos a los otros" (Jn 13,34). El sentido de "nuevo" no puede ser el corriente: el amor al prójimo está prescrito ya en Lv 17-26, y concretamente en 19,18 y 33-34. A menudo se ha dicho que el amor al prójimo en el AT quedaba restringido a los congéneres judíos. Y es cierto que "tu prójimo" se refiere a miembros del pueblo judío (ver paralelo en el mismo v 18). Pero ¿puede decirse que las obligaciones de la caridad aparecen limitadas en la Biblia? No encontramos en el AT un mandato de amor universal, pero en Lv 19,34 se dice que hay que amar al extranjero que reside en el país con el mismo amor que se tiene al congénere: "lo amarás como a tí mismo". Según Jn 13,34 y 15,12 el amor del cristiano se define por referencia a Jesús: "como yo os he amado". ¿Se trata de una dimensión teológica totalmente ausente del amor en el AT? Más bien habría que decir que esta referencia a Jesús está en línea con el final de los dos mandamientos del Levítico: "Yo soy Yahvé, vuestro Dios", que a su vez es repetición del tema central de la Ley de Santidad: "Sed santos, porque yo, Yahvé, vuestro Dios, soy santo" (Lv 19,2). Sin minimizar la dimensión cristológica del amor cristiano, se le puede interpretar desde el trasfondo teológico de la Biblia. Así pues, el amor al prójimo no es un mandamiento nuevo. Y el autor de l Jn parece opinar lo mismo (1 Jn 2,7). No tenemos la impresión de que ahí quiera el autor referirse a la catequesis bautismal -donde se les habría instruido sobre el mandamiento nuevo de Jesús-, sino más bien de la lectura bíblica de la Torah (Levítico). Ahora bien, dice el autor, este mandamiento antiguo se ha hecho nuevo al hacerse ahora realidad en Jesús y para sus discípulos (cfr l Jn 2,7-8). En este contexto, "nuevo" significa. real: es luz que LUC DEQUEKER disipa las tinieblas, en las que se encuentra el que odia al hermano, y remite, por tanto, el pecado (1 Jn 2, 10-13). Este enlace entre "nuevo" y "remisión de los pecados" se reencuentra, p.e., en Jr 31 y en las palabras de la eucaristía: en el lenguaje bíblico, "nuevo" es aquello que renueva, que hace nuevo. 2. El nuevo Moisés del Sermón del Monte: Primero hay que tratar el problema de la relación entre Mt 5,17-18 y 5,21-48. Después hay que preguntarse cómo hay que entender este capítulo en el contexto histórico de la iglesia primitiva: ¿se trata de una especie dé rejudaización del mensaje de Jesús? ¿Representan los versos introductorios mentalidad judeocristiana, mientras que las antítesis transmiten el mensaje original de Jesús a través dé la iglesia pagano-cristiana? ¿O deberá decirse que en las antítesis Jesús no se distancia del judaísmo ni de la ley mosaica? La opinión corriente afirma que en las antítesis Jesús se coloca por encima de Moisés e inicia a sus discípulos en una forma más perfecta de revelación. Pero este discurso, y en concreto las antítesis, se pueden leer de otra manera. En efecto, a partir del v 31, Jesús se enfrenta a deformaciones de la ley y su intención es la de volver a la intencionalidad primigenia de la Ley tal como fue dada a Moisés. Al principio del discurso, trata del decálogo propiamente tal: no matar (v 21-26) v no cometer adulterio (v 27-30). A primera vista, Jesús reemplaza unas prescripciones por otras más precisas, propias de la moral cristiana. Pero leyendo más atentamente podemos ver que no hay ni nueva revelación ni moral superior a la del AT: se trata simplemente de un tipo muy claro de interpretación del AT, en el que el acento se pone en lo esencial. Y este tipo de interpretación era ya tradicional. La forma de razonar de Jesús funciona así: vosotros habéis oído tales prescripciones del decálogo; pero vo os pregunto qué significa, hablando positiva y cotidianamente, no matar si no es respetar incluso en los sentimientos (también aquí es posible remitir al Levítivo 19, 17-18). Lo mismo diríamos del no cometer adulterio. Naturalmente puede surgir la cuestión de si esta interpretación representa fielmente el mensaje de Jesús o fluye de la tesis judeo-cristiana. Esto nos lleva al problema de los criterios. Pero antes de tratarlo, veamos un último ejemplo. 3. Discusión sobre el mandamiento mayor: (Mc 12,28-34 y par). Aquí el problema está en cómo interpretar las divergencias entre los sinópticos: Mc es más positivo y su cita más completa. Esto sorprende por la prioridad que generalmente se le otorga. ¿Qué hacer en este caso?, ¿dársela a Mt?, ¿o con Bornkamm afirmar la de Mc y hablar de propaganda misionera propia de los medios judíos helenísticos? Pero entonces, ¿cuál ha sido, en Jerusalén, la relación entre los judíos helenistas y la comunidad primitiva, depositaria del mensaje de Jesús? También se afirma que la combinación de Dt y Lv, así como la reducción de cantidad de prescripciones a un solo mandamiento, el del amor, es un signo distintivo del mensaje de Jesús que le separa del judaísmo. Hoy ya se acepta que el judaísmo tiene enunciados análogos. El problema está en que se dice que en el judaísmo estos enunciados tienen carácter secundario, no primordial. Y en último término se alude a que los textos aducidos son tardíos. Sería preciso, en cambio, revisar esta discusión a la luz de las discusiones judías contemporáneas sobre las reglas principales de la ley, así como del decálogo, del código de la alianza, la ley de santidad y el deuteronomio, sitios en que el amor de Dios y el del prójimo van siempre de la mano. LUC DEQUEKER Punto importante en la exégesis del NT es el de los criterios para discernir las palabras auténticas de Jesús. Sobre todo, el criterio de irreductibilidad presenta muchos problemas: enunciado brevemente, dicho criterio dice que se puede estar cierto de la autenticidad de una palabra de Jesús si dicha palabra (o sentencia) no se puede deducir ni del judaísmo del tiempo de Jesús ni del kerigma postpascual. Ya se ve que, en primer lugar, este criterio presupone -y es demasiado- un conocimiento preciso del judaísmo contemporáneo. En segundo lugar presupone también una antítesis pura y simple entre Jesús y el mundo judío circundante. Y -en tercer lugar impide ver en qué sentido el mensaje de Jesús, a pesar de su originalidad, está basado en el AT y en la fe judía. Hoy se insiste en la necesidad de conocer las fuentes judías para comprender los evangelios. Pero se habla todavía con mucha facilidad de actitudes, métodos y doctrinas rabínicas. La objetividad científica pide el reconocimiento de la complejidad del mundo judío al comienzo de nuestra era. Hay que revisar la afirmación de que el judaísmo es una religión degenerada, sin sitio para corrientes proféticas y apocalípticas. Hay que reconocer que, históricamente hablando, también las fuentes judías pueden informarnos sobre nuestros primeros siglos. San Pablo y la Ley También en este punto nos limitaremos a esbozar un programa de investigación: ¿cómo hay que entender el llamado antinomismo (1 ) de Pablo? En primer lugar, hay qué cuestionar los presupuestos históricos de la escuela de Tübingen de F. C. Baur, según la cual habría habido una notable oposición entre Pablo universalista- y la comunidad primitiva -en retirada hacia el particularismo-. Lucas, según dicha escuela, establecería la síntesis entre judaísmo de la comunidad primitiva y el helenismo pagano-cristiano de Pablo. Y esto porque la alternativa particularismouniversalismo no tiene nada que ver con la Biblia ni con la iglesia primitiva, sino que es más bien producto de un cosmopolitismo moderno ajeno a la concepción bíblica de la misión. Se puede decir también que el antagonismo de Pablo y de la iglesia judeocristiana se basa -por lo que toca a las ideas corrientes en la exégesis- en las circunstancias históricas del siglo segundo. Para comprender la actitud de Pablo frente a.la Ley, habría que reexaminar todos los textos haciendo abstracción del esquema doctrinal "antiguo-nuevo testamento", "leygracia". En efecto, en 2Co 3,6, Pablo se llama ministro de una nueva alianza. Pero, para explicar la noción de "nueva alianza", Pablo no utiliza el contraste "antiguo- nuevo", sino el contraste "letra-espíritu" y "muerte-vida", categorías que no implican las nociones -tan importantes en la dogmática-, de superación y sustitución. La idea de superación aparece, es cierto, en el pasaje siguiente (2Co 3,7ss). Se trata de la gloria pasajera en el rostro de Moisés (v 7. 11.13) y de la, al parecer, abrogación del AT por Cristo (v 14). Pero en este verso las traducciones son divergentes. Parece que debe traducirse así: "No se les ha revelado que en Cristo queda abolido (el AT) ". Pero nosotros ponemos en duda la autenticidad del v 14: en efecto, la expresión paláia diathéke es un hápax legómenon en todo el NT y parece presuponer la exégesis de jeremías de Hb 8,7-13; y el v 14 repite lo que se dice en los vv 15-16. Por lo demás, todo el pasaje de la gloria de Moisés hace pensar en Hebreos (p.e. 9,23). LUC DEQUEKER ¿Cómo comprender, pues, el antinomismo de Pablo? Podríamos coger los pasajes positivos (p.e. Rm 3,31; 1Co 9,20-21), y tendríamos que, para Pablo, la Ley, como la Torah hebrea, significa revelación de Dios, enseñanza divina. Por eso podrá decir que la Ley es santa y espiritual (Rm 7,12.14). En los pasajes negativos (p.e. Rm 7,1-6.9-11), Pablo atiende a lo que oprime al hombre: el pecado y las prescripciones que, de hecho, en según qué circunstancias, pueden esclavizar al hombre más que liberarle. Quizá, pu~s, más que caracterizar el judaísmo o el rabinismo con el tópico "esclavitud de la ley", habría que buscar en la tradición judía puntos de contacto con las actitudes de Jesús y de Pablo. A menudo se dice que un nomismo abstracto dominaba en el judaísmo de la época de Jesús. Pero Meinrad Limbeck ha demostrado que el judaísmo no entiende la Ley como un nomismo abstracto, sino como un don del Dios vivo para la felicidad de su pueblo. En este punto los textos judíos son numerosos. Y aunque no encontraremos en el judaísmo las ideas radicales de Rm 7,6, también es verdad que los rabinos conocen la posibilidad de la supresión de una prescripción de la ley buscando una mejor obediencia a la voluntad de Dios. Para comprender a Pablo, sería interesante estudiar lo que se ha llamado el liberalismo del movimiento fariseo. Pablo no se avergonzaba de su origen fariseo (Flp 3,5; Hch 23, 6). Aceptando la ley oral junto a -y con la misma autoridad de- la ley escrita, los fariseos eran mucho más libres que los saduceos. Las ideas de Pablo sobre la ley enlazan con su fe mesiánica en la universalidad de la salvación: para Pablo, debe haber sitio para todos los pueblos en la revelación de Dios, en la Torah y en la alianza. Para comprender la teología de Pablo habrá que hacer como él: volver a las fuentes y descubrir la gracia de la revelación divina en las escrituras y en la Torah. El mesianismo judío y Jesús el Cristo Ante el diálogo judeo-cristiano se ha dicho que los cristianos deben escuchar de los mismos judíos cuáles son los rasgos esenciales con los que éstos se definen en su vida religiosa. En medios cristianos, la esperanza mesiánica judía suele caracterizarse como terrestre y nacionalista. Frente a ella -que no tiene sitio para el sufrimiento- el mensaje cristiano aparece como muy distinto: escándalo y locura (1Co 1,23). Sin embargo, hay sitio para un Mesías sufriente en el judaísmo. Su tradición habla del Mesías que debe nacer el día de la ruina del templo, del Mesías que sufre en compañía de su pueblo. El Mesías sufriente y abocado a la muerte no es impensable en la tradición judía, especialmente en la apocalíptica. Y la interpretación redentora de la muerte de Jesús en la cruz no es necesariamente una doctrina heterogénea en el judaísmo. Por eso el escándalo de que habla Pablo no puede definir el judaísmo de su tiempo. Por lo que hace a la redención, en la Biblia y en la tradición judía encontramos una dialéctica (obra de Dios-obra del hombre) que es común al cristianismo y al judaísmo. LUC DEQUEKER El problema de la escatología nacional judía va atado al del particularismo y al de la elección. Con demasiada frecuencia, el universalismo cristiano se ha definido por su negación: el "particularismo judío". Aquí habría que distinguir entre particularidad y particularismo. Pues el mensaje bíblico, dirigido a la humanidad entera, respeta las naciones en su particularidad. Y la elección del pueblo judío es presentada en la Biblia para que en Israel sean benditas todas las naciones. La tesis universalista de los profetas postexílicos ha quedado en la estructura de la Biblia: Gn 1-11 es un trasfondo universal, sin el cual no se puede entender la historia de salvación de Israel. ¿Por qué los judíos rechazan la fe en la mesianidad de Jesús? Porque para un judío no puede haber redención espiritual e individual sin que se produzca un acontecimiento público en la escena de la historia: la venida del Mesías no puede separarse del reino mesiánico, de la paz y de la justicia en el mundo. Por ello, el judaísmo actual sigue con tanto interés la valoración por parte de la teología católica, de las cosas de este mundo. Hay una segunda razón del rechazo de los, judíos. El judío dirá que la figura del Mesías cristianó tiene el peligro de eclipsar la noción de Reino de Dios. También en este punto la teología católica está revisando su entusiasta celebración del pasado y recuperando su esperanza en el futuro. La dialéctica del ya y todavía-no se había decantado en los cristianos por el ya, diferenciando así la espera cristiana de la judía. Está también el problema de la mediación divina y de la encarnación. El judaísmo no puede aceptar una mediación encarnada entre el Creador y la creación. Dios y sus manifestaciones no pueden ser mediatizados, pero sí interpretados. Y el intérprete es la Torah. Y en este contexto se deben colocar las reacciones judías . contra la divinidad de Jesús en nombre del monoteísmo bíblico. Y así se comprenden las dificultades que experimenta el alma judía, desde su noción de trascendencia divina, ante. el misterio del Verbo hecho carne. La problemática de Israel y de la Iglesia ¿Se puede hablar de elección permanente de Israel? Su historia ¿continúa, después de Cristo, al lado de la iglesia? ¿O teológicamente hablando la historia de Israel ha pasado a la de la iglesia? En este tema, hay dudas e imprecisiones. Se sigue subrayando la idea de sustitución: la iglesia sustituye a Israel, cuya tarea preparatoria acabó con la llegada del Mesías. Pero ante esto hay otras aproximaciones teológicas posibles a partir de Rm 9-11. El problema está en saber si la teología de la sustitución no es demasiado deudora de la apologética anti-judía, y admitir con Pablo que la iglesia de los no-judíos participa en la vocación y misión de Israel (cfr Rm 11,16ss). La fe en Cristo, arraigado profundamente en Israel, hace que la comunidad cristiana participe en las promesas hechas al pueblo de Dios. Pero esta aproximación comporta también sus problema s: ¿No sometemos a Israel a los postulados de nuestra propia teología? ¿Qué significa para un judío "el misterio de Israel" en el plan de salvación? Sin duda se admite una continuidad entre el pueblo de Dios de la Biblia, el Israel de la teología cristiana y el ,pueblo judío actual. Pero esta LUC DEQUEKER continuidad no implica identidad como parecen suponer quienes defienden el actual estado de Israel a partir de la aplicación al pueblo judío actual de las promesas hechas a Israel. Una exégesis histórico-crítica puede mostrar que los textos hablan de regreso del exilio a la tierra, pero que no se pueden aplicar como argumentos para justificar la situación política actual. Otra cosa es el subrayar -como conviene- que el estado judío y la tierra de Israel forman parte de la identidad judía: en su religión, el pueblo judío se define por referencia a la tierra de Israel: el pueblo de Israel y su tierra están en relación de cuerpo y alma. Pero sería ingenuo identificar el estado actual-de Israel con este ideal secular de la identidad judía. Israel y su política están sujetos a los mismos criterios que las otras naciones. Una nueva alianza La tesis tradicional dice, en este punto, que la nueva alianza sustituye a la antigua, caduca alianza. En cambio las orientaciones pastorales francesas de 1973 decían, por lo que hace a nuestro tema: La primera alianza no se ha hecho daduca con la nueva, sino que es su raíz y fuente, su fundamento y su promesa. La tesis tradicional tiene en su favor la exégesis de Jer 31, 31-34 que encontramos en Hb 8,13. El problema está en saber si esta oposición (antigua-nueva alianza) puede convertirse en principio de interpretación del mensaje de Jesús y de los escritos neotestamentarios, y en saber si este esquema interpretativo era conocido por Jesús y los evangelistas. De hecho, la noción de antiguo testamento, de alianza caduca y sustituida es desconocida en el AT. Sobre la expresión paláia diathéke (antigua alianza) ya hemos hablado antes. Digamos que como término técnico aparece en el Diálogo de Justino con Trifón (155-165 p.C.) como opuesto a kainé diathéke (nueva alianza). La importancia del tema nos obliga a desarrollar la argumentación escriturística en la que replanteamos la exégesis de Jeremías. Y, en primer lugar, hemos de preguntarnos en qué sentido el tema de la nueva alianza ha tenido su sitio en las palabras de Jesús en la última cena. La tradición paulina (1Co 11,25) y Lucas (22, 20) hacen referencia al tema de la nueva alianza; Mc (14,24) y Mt (26,?.8) reenvían a un tema más antiguo: la sangre de la alianza de Ex 24,8. El problema está en saber por qué la tradición cristiana ha considerado distintas estas dos referencias. La respuesta está en que la tradición cristiana ha aplicado el esquema dado en la oposición "viejo- nuevo", razonamiento que encontramos en Hebreos. La cuestión está en saber si Hb hace bien al aplicar este esquema interpretativo a Jeremías. Digamos que la exégesis de Jr 31, 31-34 está dominada por una búsqueda de definiciones: ¿en qué será distinta la nueva alianza de las alianzas precedentes? *Este es el enfoque exegético. La diferencia se ha buscado a nivel de contenido, pero esta idea se ha abandonado: Jeremías no hace esta diferencia, y Jr 31,33 repite la fórmula del Sinaí: Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. La mayor parte de los autores contemporáneos buscan la diferencia en la manera cómo es revelada la ley divina: la interiorización, la ley en la conciencia de los hombres. Pero LUC DEQUEKER esta opinión tampoco es común. El mismo Von Rad, distanciándose de esta opinión pensaba que la novedad está en que la Ley es dada como gracia directamente, sin intermediarios, en el corazón del hombre. Un estudio de la estructura literaria del oráculo y de su contexto kerigmático nos ha llevado a conclusiones distintas. La estructura del oráculo está marcada por la fórmula de introducción "He aquí que vienen días, oráculo de Yahvé". Esta fórmula indica las articulaciones -del texto y, al mismo tiempo, las intenciones del autor. Cada vez que se repite "oráculo de Yahvé", implícitamente se repite la fórmula del inicio. Notemos que la estructura misma realza la importancia del v 34c: prometer a Israel una nueva alianza es prometerle el perdón de los pecados. Este verso 34c comienza con la partícula ki que, según la estructura, no corresponde a la partícula causativa de la frase precedente, sino al ki del comienzo del v 33. Esto tiene su importancia, pues si hay correspondencia entre 32 ("no será como..." ) y 33 ("no, esta es la alianza... ") la misma correspondencia de contraste debe haber entre 32 y el final del v 34. Es decir, que aunque ellos hayan roto su alianza, Yahvé les perdona, les da una nueva alianza. El término que se opone a "nueva" no es "antigua", sino "rota", de lo cual son responsables los hombres (el verbo he f er, que en sentido afirmativo significa "romper una alianza", no tiene nunca a Dios por sujeto en la Biblia). ¿Qué queda de la oposición tradicional entre ley escrita en los corazones y ley grabada en tablas de piedra? Jeremías no marca esta oposición, pues en todos los textos en que trata del corazón humano, se ve la marca de la parenesis bíblica tradicional que exhorta a una dedicación íntegra (Jr 32,40;24,7; Dt 6,6). La exégesis tradicional ha hecho mal en separar el oráculo de Jeremías de su contexto kerigmático. Dicho oráculo forma parte de una serie de profecías, todas ellas introducidas por la fórmula "He aquí que vienen días, oráculo de Yahvé" y que hablan de la restauración de Judá y del pueblo (Jr 30,3;31,27.38;33,14). El Libro de la Consolación (Jr 3034), que culmina en el oráculo de la nueva alianza, habla de la restauración. Y el equivalente de la nueva alianza -de Jr es, en Ezequiel, el recuerdo de la alianza (Ez 16,59-60; cfr Lv 26,44-45). Insistamos sobre el tema del "recuerdo" (cfr Dt 4,31). Para salvar al mismo tiempo la fidelidad de Dios y la tesis tradicional de una alianza caduca, se apela a la oposición entre la promesa hecha a Abraham y la alianza sinaítica (junto a la ley de Moisés). La promesa a Abraham se dice que es irrevocable y la ley, en cambio, puede ser rota, junto con la alianza, que es superada por la nueva. Para justificar esta perspectiva, se apela a la antinomia gracia- ley. La alianza con Abraham, Isaac y Jacob era dominada por la gracia, mientras que la del Sinaí lo era por la ley. W. Zimmerli ha desarrollado esta tesis diciendo que es la tradición sacerdotal la que presenta reservas frente al Sinaí, y la que invitaba a la vuelta al "puro pacto de gracia" de Abraham. Esta tesis está demasiado atada a la antinomia gracia y ley, que- la Biblia desconoce. Nosotros, además, hemos demostrado en otro trabajo que estas afirmaciones sobre el autor sacerdotal no son correctas. Más bien al contrarió, llama la atención que la tradición sacerdotal, con un vocabulario técnico y constante, insista sobre la fidelidad de LUC DEQUEKER Dios y la permanencia de la alianza. A decir verdad, no hay en la Biblia una serie sucesiva de alianzas. La tradición sacerdotal insiste, utilizando el hiphil del verbo qüm, que hay que traducir no como "estableceré", sino tomo "mantendré mi alianza, a pesar del pecado". La idea de que Dios se acuerda de la alianza es típica de la tradición, sacerdotal y de los profetas Jeremías y Ezequiel: Gn 9,15=P; Ex 2,24; 6,5=P; Sal 105,8.42; Lv 26,42.45; Sal 106,45;111,5; Ez 16;60; Jr 14, 21. Volvamos aho ra a las palabras de Jesús. El tema central de las palabras sobre la copa parece ser la remisión de los pecados, presente ya en el uso de Ex 24,8. En la tradición paulina, este tema es explicitado por la referencia a Jr 31,31-34. Y en este punto es importante que en Rm 11, 26-27 Pablo reenvíe a Jr 31,31-34 parafraseando dos pasajes de Isaías (27,9 y 59,20-21 -este último juega un papel importante en la liturgia judía de la expiación). Añadamos una última nota sobre la relación entre los dos Testamentos. En dogma y en exégesis se insiste sobre la continuidad entre ambos. La declaración romana de 1975 sobre el diálogo judeo-cristiano llama a que. esta continuidad se tenga en cuenta en la liturgia y en la predicación. Pero esto se hace a menudo siguiendo el esquema tradicional de preparación y cumplimiento. Ahora bien, existe la posibilidad de una lectura más sincrónica, visto el parentesco profundo entre el mensaje de los profetas y el evangelio de Jesús. Al fin y al cabo, si los textos del NT son escritos como un comentario, autentificado por Jesús, del mensaje de los profetas, de la Torah y de los escritos del AT, es preciso leerlos juntos, en una misma estructura. Se trata de una revelación renovada, profundizada, del Dios único. Una fe común Acabemos repasando los elementos que la fe cristiana y judía tienen en común. Y aunque se pueden resumir brevemente, se trata en el fondo del fundamento mismo de la religión cristiana: la noción de Dios, único, creador y redentor, fiel a su alianza, misericordioso, que se revela y comunica por gracia, que actúa en nuestra historia, interpela, habla por los profetas. Un Dios del que se hace memoria en el culto, se le alaba y bendice. Hay, pues, mucho en común y los cristianos haríamos mal en pensar que nada podemos recibir de la espiritualidad judía. Pero el judaísmo no tiene, como el dogma cristiano, una teología elaborada, una doctrina, una teodicea. Por esto, el diálogo a nivel teológico, seguirá siendo difícil, mientras .que a nivel de fe y experiencia tendrá más posibilidades, pues tenemos en común una noción de Dios y un sentido de la historia que es preciso revalorizar. Conclusión Quizá hemos propuesto más cuestiones de las que hemos resuelto. Y nos ha faltado espacio para la argumentación. Digamos que el diálogo judeo-cristiano más que un desafío a la teología es una llamada a la investigación, tanto sobre los presupuestos de LUC DEQUEKER nuestra propia teología como de los valores de la tradición judía. Quizá hemos contrapuesto, también, tesis tradicionales a otras -también claras y rotundas repitiendo, eso sí, que el judaísmo es una realidad compleja. Se corre el peligro de sustituir una apologética por otra. - La intención era marcar caminos para investigar las raíces comunes, encontrar en ellas orientaciones para resolver problemas actuales y así dejar venir el Reino de Dios. Notas: 1 Antinomismo = Oposición a la Ley (N. del T.). Tradujo y condensó: LUÍS TUÑI