Motín de Arequito

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Motín de Arequito
Gral. Juan Bautista Bustos (1779-1830)
El 12 de diciembre de 1819, el Ejército Auxiliar levantó su campamento en
Capilla del Pilar (diez leguas al Sur de Córdoba), cruzó el Río II y se
dirigió a Fraile Muerto. La marcha se hizo en forma lenta, debido a que el
parque de artillería, las municiones y los bagajes, llevados en carreta tiradas
por bueyes, no permitían otro régimen. Una reducida vanguardia de
caballería se anticipó al grueso de la columna, a los efectos de darle
seguridad y cierta protección.
A principios de enero de 1820, la columna se acercó a jurisdicción de la
provincia de Santa Fe y al atardecer del día 7 acampó en la Posta de
Arequito en territorio gobernado por Estanislao López, que con sus
montoneros comenzó a vigilar los movimientos de las fuerzas nacionales.
(1)
¿Qué ocurrió esa noche en las unidades del Ejército, que diera origen y
motivos a que la agrupación de tan honroso historial contra el enemigo
exterior desapareciera como fuerza nacional, absorbida por la confusión de
la guerra civil? Cuando las tropas salieron de Capilla del Pilar, era
conocida la falta de cohesión que existía en las unidades. Muchos oficiales
manifestaban claramente que no estaban dispuestos a emplear las armas
contra sus hermanos del Litoral y los soldados y clases –que en su mayoría
eran oriundos del Norte y Centro- con la marcha hacia Buenos Aires
interpretaban que se alejaban de sus hogares para ir en defensa de una
causa que les era indiferente. Y, por si esto fuera poco, el descrédito del
Directorio era absoluto, en tanto el federalismo cada día contaba con mayor
cantidad de simpatizantes.
Antes de llegar a la Posta de Arequito, Fernández de la Cruz ya había
tenido que adoptar algunas medidas, separando a varios oficiales que
estaban sindicados como comprometidos en una revolución que podría
hacer crisis en cualquier momento. Entre ellos, se confinó en Mendoza a
los orientales Eugenio Garzón (más tarde general) y Ventura Alegre, por
cuyo motivo se cruzaron cartas el general San Martín y el comandante
accidental del Ejército Auxiliar. Pero no se tomaron medidas con el Jefe de
Estado Mayor General Juan Bautista Bustos y con el tercero en el mando
coronel Alejandro Heredia, cuyas actividades subversivas eran
perfectamente conocidas.
Gregorio Aráoz de Lamadrid, que fue protagonista en los episodios previos
al Motín y que cuando éste hubo triunfado, inicialmente, permaneció leal a
Fernández de la Cruz, hizo el siguiente relato:
“Lleno el general Cruz de antecedentes, nos había reunido dos o tres veces
en su casa, y secretamente, a todos los coroneles, incluso al teniente
coronel y Jefe del 2, Bruno Morón, que merecía nuestra confianza, para
consultar el partido que debería tomarse con el coronel mayor Bustos, que
era la cabeza principal. Todos los compañeros se encogían de hombros,
conocían que sin separar a dicho jefe no se cortaría el mal, pero no se
atrevían a aconsejar al general que diera ese paso resueltamente, en razón
de justos temores que tenían de complicidad en algunos de sus oficiales y
tal vez de la misma tropa.
“Me acuerdo que resueltamente dije yo al general en presencia de todos
ellos no una, sino todas las veces que nos reuníamos al efecto: ¡Si el señor
general quiere autorizarme, ahora mismo voy y lo fusilo al general Bustos
en presencia de su regimiento. No tengo yo temor alguno de que ningún
individuo de mi cuerpo me sea infiel, al menos en la tropa!, pero el general
nunca se atrevió”. (2)
Por supuesto que no puede asignarse fundamental valor a ciertas partes del
testimonio de Lamadrid, cuyo histrionismo lo llevó con frecuencia a
efectuar declaraciones jactanciosas totalmente alejadas de la realidad.
Pero, sobre lo que no pueden quedar dudas, es en lo inherente al papel del
general Bustos en los acontecimientos que estamos tratando, que Lamadrid
ubica perfectamente. Cabría preguntarse entonces ¿por qué Fernández de
la Cruz no tomó medidas con su Jefe de Estado Mayor para evitar la
revuelta, si conocía a su inspirador?. Es indudable que si no lo hizo es
porque no pudo, considerando el prestigio de que gozaba el adversario, no
sólo en su unidad, el Regimiento Nº 2 de Infantería, sino en todo el
Ejército, por lo cual prefirió esperar el desarrollo de los sucesos sin
precipitarlos.
En la noche del 7 al 8 de enero, Bustos y Heredia ordenaron detener a los
coroneles Cornelio Zelaya, del Regimiento de Dragones y Manuel Antonio
Pinto, del Nº 10 de Infantería y al teniente coronel Bruno Morón, a cargo
accidentalmente del Nº 2 de la misma arma –cuyo titular era Bustosprocediendo a sublevar a las unidades, que levantando los vivaques
arrastraron a un Escuadrón de Húsares que se plegó al Motín, marchando a
establecerse en un nuevo campamento a unas diez cuadras de distancia del
anterior.
Tiene singular valor histórico determinar los verdaderos objetivos que se
persiguieron al producir el Motín, puesto que de esa manera estaremos en
condiciones de desvirtuar infundios que sin ningún argumento colocaban a
Bustos, Heredia, Paz e Ibarra en concomitancia con los montoneros y los
jefes federales. Nada más inexacto y Paz en sus “Memorias Póstumas”, no
obstante su antipatía manifiesta hacia Bustos, lo demuestra palmariamente.
“Puedo asegurar –dice Paz- con la más perfecta certeza que no había la
menor inteligencia, ni con los jefes federales ni con la montonera
santafecina; que tampoco entró, ni por un momento, en los cálculos de los
revolucionarios unirse a ellos, ni hacer guerra ofensiva al Gobierno ni a las
tropas que pudieran sostenerlo: tan sólo se proponían separarse de la
cuestión civil y regresar a nuestras fronteras, amenazadas por los enemigos
de la independencia; al menos éste fue el sentimiento general, más o menos
modificado, de los revolucionarios de Arequito; si sus votos se vieron
después frustrados, fue efecto de las circunstancias, y más que todo, de
Bustos, que sólo tenía en vista el gobierno de Córdoba, del que se apoderó
para estacionarse definitivamente”. (3)
Las manifestaciones precedentes son claras y ponen sobre el tapete los
verdaderos móviles que impulsaron a los rebeldes a interrumpir su marcha
a Buenos Aires, desobedeciendo a las autoridades centrales. Paz es
concluyente: no hubo problemas contra Fernández de la Cruz, ni tampoco
diferencias en el plano ideológico; se buscó apartar al Ejército Auxiliar de
los conflictos internos, sin que ello supusiera tomar partido a favor de los
federales y finalmente se resolvió regresar a la frontera para continuar la
lucha contra el enemigo exterior.
Vicente Fidel López llega a conclusiones bastante acertadas sobre el caso,
aunque equivoca fechas y formula juicios desprovistos de fundamentos
documentales. Expone al respecto:
“Había llegado todo el Ejército a la Posta de Arequito, y pocas marchas le
faltaban para entrar en la provincia de Buenos Aires y hacer una conversión
de su frente y quedar a vanguardia de las fuerzas que mandaba el Supremo
Director Rondeau, cuando en la noche del 10 de enero, los coroneles
Bustos y Paz se pusieron a la cabeza de sus cuerpos, se apoderaron de los
bagajes, de las carretas, del parque, de los bueyes, y arrastraron algunos
otros cuerpos a pronunciarse con ellos contra sus jefes. La mitad del
Ejército rehusó adherirse, y al amanecer pretendió seguir marchando a su
destino; pero sin víveres, sin parque y sin medios de movilidad, tuvo que
capitular y entregarse a los amotinados. Estos rehusaron toda connivencia
con los montoneros del Litoral. Carrera vino a proponerles un vasto plan
de combinaciones; pero lo expulsaron y retrogradaron a Córdoba; donde
Bustos burló las ambiciones de Paz; lo echó de Córdoba, solo y desairado a
Santiago; de hecho se proclamó gobernador de Córdoba; se puso en
relación con San Martín y O’Higgins para impedir que Carrera pudiese
invadir Chile, y aseguró su asiento en la parte del ejército que había
acantonado en la ciudad, haciendo un gobierno autocrático y personal, pero
manso y bonachón en sus procederes, salvo algunos puntapiés o empujones
que era su manera habitual de corregir a los que lo incomodaban, aunque
fuesen sacerdotes. Así quedó desligado de Buenos Aires y de todo vínculo
nacional, pero desligado también de los litorales y de las otras provincias
por lo pronto”. (4)
La fecha del 10 de enero dada por López es errónea, como también la
ubicación que da a Paz, que entonces ostentaba el grado de comandante y
mandaba un escuadrón de caballería, a la altura de Bustos que hacía unos
meses había sido ascendido a Coronel Mayor. Sin embargo, otras
reflexiones que formula sobre Bustos son acertadas, en cuanto a su
posición política y su actuación cuando gobernó a su provincia.
Ignacio Garzón se refirió al Motín de Arequito marginalmente, sin
asignarle la importancia que realmente tuvo en el proceso que se abrió en el
país a partir de entonces.
“El 7 de enero de 1810 –expresa Garzón- se produjo, como es sabido, el
movimiento disolvente de Arequito, sobre el Carcarañá. El gobernador
Castro renunció el 19, reasumiendo el Cabildo la plenitud de la autoridad
pública, por excusación del alcalde don Carlos del Signo para ejercer
interinamente el cargo de gobernador. Ese mismo día el Cabildo convocó
al pueblo para que eligiera provisoriamente el reemplazante del doctor
Castro. El acto tuvo lugar, resultando nombrado don José Javier Díaz. Al
finalizar el mes entró en la ciudad el ejército al mando de Bustos, a quien
había sustituido en la jefatura del Estado Mayor el coronel don Alejandro
Heredia. El pueblo lo recibió con aclamaciones; las damas organizaron
coros que cantaron himnos y llevaron flores a Bustos”. (5)
Lamadrid, que como Paz fue protagonista de los sucesos actuando en el
grupo que permaneció leal a Fernández de la Cruz, coincidió de un modo
general con aquél en las causas que originaron el Motín, explicando:
“Llegamos en este orden, con el ejército, a la posta de Arequito, caída la
tarde, el 7 de enero del año 20 con porción de fuerzas santafecinas en
circunferencia del ejército y disparándonos algunos tiros a la columna, las
cortas partidas que se aproximaban, fiadas en sus buenos caballos; cuando
acampado el ejército sobre la costa del río Tercero o Carcarañá, ordena el
general Bustos que el servicio de caballería se hiciese desde aquella noche
por escuadrones, designándome el lugar en que debía yo colocar el 1º, que
lo componían todos mis húsares, y lo mandaba el capitán José o Mariano
Mendieta, tarijeño; por la razón ya expresada de haber reducido a uno la
tropa de que se componían los dos y formar el 2º con los doscientos
infantes que me había dado el general Belgrano”.
Continuando con su relato, Lamadrid, después de destacar en varios
párrafos su actuación personal, y de referir con lujo de detalles cómo fue
sorprendido por Bustos con la maniobra de retirar varias unidades del
vivac, y entre ellas su 1er. Escuadrón en actitud de rebeldía, agrega:
“Conferencian un rato y vuelve nuestro general (Fernández de la Cruz) y
llamando a todos sus jefes a junta nos dice haber acordado entregar el
mando de todo el ejército al coronel mayor Bustos, para que respondiese
dicho jefe a la nación por él, pues decía Bustos que el objeto de la
revolución era sólo el de atender a guardar las provincias contra el ejército
español, y dejar de hacernos la guerra unos contra otros; que respecto a los
jefes y oficiales de nuestra fuerza, habían acordado que continuarían en sus
puestos todos los que gustasen, y los que no, obtendrían sus pasaportes para
donde los pidieran, y se les proporcionaría los medios de conducirse”. (6)
Ernesto Palacio, en un breve comentario, asigna al Motín de Arequito un
carácter netamente partidista, cuando explica que los sublevados lo
hicieron al grito de “Federación”, lo cual, a nuestro juicio, no se ajusta a la
realidad. El párrafo tiene el siguiente texto:
“El Director Supremo Rondeau se puso en campaña el 1º de noviembre y
ordenó al ejército del norte que viniera en su auxilio. Pero al llegar a la
Posta de Arequito el 8 de enero de 1820, el grueso de la tropa se sublevó
también bajo la dirección de los coroneles Bustos y Heredia y el
comandante Paz, al grito de, ¡Federación!”. (7)
El padre Julio Rodríguez, en su interesante trabajo sobre la historia de
Córdoba, donde juzga con gran imparcialidad a hombres y hechos, al hacer
alusión a la revuelta da esta versión:
“No se habían apagado aún del todo los odios, que entre nosotros
engendrara la emulación, a pesar del gobierno laborioso y progresista del
Dr. Castro, cuando tuvo lugar en Arequito la sublevación de una parte del
ejército nacional encabezada por el coronel mayor Juan Bautista Bustos,
segundado por otros Jefes distinguidos, entre los que figuró también el
comandante entonces José María Paz. La enseña de la sublevación fue el
grito de Federación y autonomía de las Provincias de la Unión.
“El Cabildo de Córdoba segundó inmediatamente el pensamiento
dominante de los sublevados, y declaró la independencia y soberanía de
Córdoba. Llegado a ésta el general Bustos con sus tropas, y apoyando la
declaración del Cabildo, procedióse en marzo del año 20 a constituir
Representación de la Provincia; después que el Gobernador interino…”. (8)
José María Rosa explica el suceso en forma parecida a las descripciones
que de distintas fuentes hemos consignado, llamándonos la atención la poca
importancia que asignó como historiador político al levantamiento, cuando
a partir de él se desató una rebelión general que cambió el esquema
entonces vigente. Este es el relato de Rosa:
“El ejército al mando de Cruz se pondrá en marcha desde Pilar a fines de
diciembre. No irá lejos. El 5 de enero (1820) se subleva en la posta de
Arequito por presión del general Bustos y comandantes Heredia y Paz que
no quieren tomar parte en la guerra civil y desean reservar al ejército para
la guerra de la independencia. Convienen los sublevados con Cruz que
podrían ir con él quienes fuesen de su parecer. Cruz se encuentra solo; y
solo llega a Buenos Aires”. (9)
En la madrugada del 8 de enero, los amotinados se presentaron en número
de 1.600 hombres a las órdenes del general Bustos, formados en línea de
batalla frente a las fuerzas que habían permanecido leales a Fernández de la
Cruz, que no sobrepasaban las 1.400 plazas. Muy cerca, partidas de
montoneros y gauchos alzados observaban lo que estaba ocurriendo sin
tomar parte en el desarrollo de los acontecimientos, pero perfectamente
conscientes en que algo importante debía resolverse en el curso de las
próximas horas.
En la reunión que convocó el Comandante en Jefe, para recoger opiniones
sobre la conducta a seguir, de la cual participaron los coroneles Ramírez
(de la Artillería), Aparicio (del Regimiento Nº 3 de Infantería), Lamadrid
de los Húsares y posiblemente algunos otros jefes y oficiales, salvo el
último que propuso atacar a los amotinados, los restantes aconsejaron
continuar la marcha hacia la Capital con las unidades disponibles,
permitiendo a Bustos retirarse con los sublevados.
Así se hizo, privando la cordura y evitando derramamientos de sangre, que,
de no ceder una de las partes, con seguridad se hubieran producido. Bustos
y Fernández de la Cruz, como consecuencia de esta decisión, separaron sus
fuerzas, pidiendo el primero que, a cambio de la libertad de los detenidos la
noche anterior, se le entregara la mitad del parque de artillería y de las 60
carretas que con vestuario y equipos hacía unos días se incorporaron al
Ejército en Fraile Muerto.
Alrededor de las 2 de la tare del día 8, las unidades leales a Fernández de la
Cruz reanudaron la marcha, llevándose la totalidad de las carretas, es decir,
dejando de cumplir lo convenido. Al comprobar la maniobra, Bustos
destacó de inmediato al coronel Heredia con 500 jinetes para que se le
entregaran los pertrechos acordados. Pero cuando Heredia alcanzaba la
retaguardia de la columna, cerca de la Posta de los Desmochados,
comprobó que partidas de montoneros “picaban” sobre los soldados,
complicando aún más su situación. Fue entonces cuando Fernández de la
Cruz ofreció entregar al general Bustos todas las fuerzas que lo habían
seguido, cosa que de inmediato éste aceptó, haciéndose reconocer como
nuevo Comandante en Jefe y designando en su reemplazo en calidad de
Jefe del estado Mayor al coronel Alejandro Heredia.
El irlandés Mr. Yates, compañero de correrías del general Carrera por
tierras del Plata, decía en su “Diario” publicado en Londres en 1824 por
mediación de María Graham:
“En este estado el coronel mayor don Juan Bautista Bustos, segundo en el
mando, se puso al frente de la revolución y se declaró por el ejército
federal, exigiendo de Carrera y de Ramírez que se le cediese el gobierno de
Córdoba protestando su mayor veneración y amistad a sus nuevos aliados y
su disposición a auxiliarlos a llevar a cabo sus miras”.
El 9 de enero, después de haber recibido el armamento de los últimos
soldados que se mantuvieron fieles a Fernández de la Cruz, Bustos dispuso
continuar la marcha, pero en lugar de hacerlo hacia Buenos Aires ordenó
que la columna volviera sobre sus pasos y se internara en la provincia de
Córdoba.
Con referencia a la conducta asumida por Bustos en esta emergencia y su
posterior promoción a gobernador de la “docta”, nos parece oportuno
transcribir la opinión de Martín G. Figueroa Güemes, profundo conocedor
de la trayectoria de su antepasado el general Güemes, quien dice:
“Y esta genial desobediencia no fue otra cosa que una oportuna imitación
de la conducta de José de San Martín cuando se negó a regresar con el
ejército de los Andes para afianzar el centralismo absolutista a costa de la
independencia americana.
“A raíz del levantamiento de Arequito, que sustrajo al ejército del Norte de
su inminente destrucción en los campos del litoral, que habían devorado ya
fuerzas superiores en hombres y armamentos, le imputaron a Bustos el
ánimo de encastillarse en Córdoba para cuidar a la manera de un señor
feudal de sus propios intereses… El lector a través de la documentación
que hemos recibido, juzgará por sí mismo tan canallesca imputación.
“La sublevación de Arequito contó con el conocimiento y consentimiento
de Güemes, jefe de las fuerzas norteñas en reemplazo de Belgrano, por la
alta finalidad perseguida por sus gestores.
“Bustos, a quien correspondió el mando de los sublevados, no por arbitrario
designio, sino por su mayor grado militar; José María Paz, Alejandro
Heredia y Felipe Ibarra, que lo secundaron con igual responsabilidad en la
decisión, arrastrando tras sí la voluntad de la mayor y mejor parte de sus
subordinados, consumando el feliz motín en forma incruenta y ordenada.
Los cuatro hombres señalados, eran garantía de sensatez, de pundonor, de
aptitud y de temeridad; Bustos, militar ilustrado y sereno, como lo
demostraría hasta la saciedad en el período de su gobierno en Córdoba.
Paz estudiante universitario de talento indiscutido que cambió la toga por la
espada al iniciarse las hostilidades contra España; Heredia, doctor en
filosofía y derecho, orador y poeta de fuste; e Ibarra, ex interno del
convictorio de Monserrat…: Tales los bárbaros que consumaron el
incruento y feliz levantamiento del ejército de Belgrano destinado por el
desatino del “ilustre Rondeau” a sucumbir en entreveros fratricidas”. (10)
Hemos creído ilustrar a nuestros lectores, mediante lo que sobre el
particular expresaron varios cronistas y protagonistas del suceso, lo que fue
la jornada del 7 de enero de 1820 en la Posta de Arequito, que el
liberalismo llenó de denuestos y utilizó para agraviar al general Bustos, a
quien responsabilizó de los males que vivió el país a partir de entonces.
Referencias
(1) Algunos historiadores –entre ellos José María Rosa- mencionan como
fecha del Motín el 5 de enero de 1819. Es un error, fue el 7, de acuerdo
con documentos oficiales.
(2) Gregorio Aráoz de Lamadrid – Memorias – Buenos Aires (1895).
(3) José María Paz – Memorias Póstumas – Buenos Aires (1957).
(4) Vicente Fidel López – Historia de la República Argentina – Buenos
Aires (1944).
(5) Vicente Fidel López – Obra citada.
(6) Gregorio Aráoz de Lamadrid – Obra citada.
(7) Ernesto Palacio – Historia de la Argentina – Buenos Aires (1960).
(8) P. Julio Rodríguez – Sinopsis Histórica de la Provincia de Córdoba –
Buenos Aires (1907).
(9) José María Rosa – Historia Argentina, Tomo III, Buenos Aires (1964).
(10) Martín G. Figueroa Güemes – La gloria de Güemes – Buenos Aires
(1971).
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Serrano, Mario Arturo – Arequito – Círculo Militar, Buenos Aires (1996).
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