LA IGLESIA DE LA MISERICORDIA, EN SAN VICENTE DE PAUL

Anuncio
LA IGLESIA DE LA MISERICORDIA, EN SAN VICENTE DE PAUL
"El que comprende verdaderamente el misterio de la caridad, es el que considera a los
pobres como los primeros hijos de la Iglesia; el que honrando esta cualidad, se cree
obligado a servirles", afirma el discípulo de Vicente de Paúl, J.B. Bossuet (1). La "Iglesia
de los pobres" ha de ser la "Iglesia de la misericordia". Desde la experiencia y visión de
Vicente de Paúl, la misericordia es una de las notas de la verdadera Iglesia de
Jesucristo. En este apartado se analiza cómo comprende Vicente esta afirmación y los
fundamentos teológicos, cristológicos y antropológicos en los que la fundamenta.
1.1 "Lo propio de Dios es la misericordia", manifestada en Jesucristo
La misericordia es el atributo divino más destacado por Vicente de Paúl. Prefiere el
rostro humano y misericordioso de Dios a las especulaciones abstractas de algunos
teólogos y místicos. La misericordia es "el espíritu propio de Dios" -repite en sus
escritos-. Expresiones como "por la misericordia de Dios", o "quiera Dios por su
misericordia", salen continuamente de sus labios y se convierten en una de sus
"muletillas" (2).
La misericordia de Dios es la actitud del poderoso que se abaja y se acerca al hombre,
del juez que perdona, del Padre que en su gran providencia cuida de sus hijos, pobres y
necesitados (3). Este atributo de Dios incluye también una gran ternura, que Vicente
destaca con imágenes antropológicas, como cuando anima a las Hijas de la Caridad a
continuar con la obra de los niños abandonados, con estas palabras:
"Cada uno de esos gritos llena el corazón de Dios de confusión. Y vosotras, mis
queridas hermanas, cuando procuráis calmar sus gritos, haciéndoles los servicios
que necesitan por amor a Dios y por honrar la infancia de nuestro Señor, ¿no
estáis dando consuelo a Dios? (4).
La imagen vicenciana de Dios es la de padre cercano que sufre y se alegra con sus
hijos. Nada de lo humano le es indiferente. En este sentido, compara esta relación Dioshombre con la de la madre y el hijo, insinuando el rostro maternal de Dios:
"Ved cuan felices sois de servir a esas pobres criaturas que dan a Dios una
alabanza perfecta, en las que la bondad de Dios se goza tanto, un gozo que en
alguna forma se parece al de las madres, que no sienten mayor consuelo que el
de ver lo que hacen sus hijos. Ellas lo admiran todo y les gusta todo. Así también
Dios, que es su padre, siente gran placer ante todo lo que hacen" (5).
Esta bondad de Dios es el modelo para los que continúan su obra en el mundo. De la
forma de ser de Dios se ha de derivar la del hombre, quien ha de ser misericordioso
"como es misericordioso mi Padre celestial" -texto que recoge abundantemente Vicente
como argumento para la práctica de la caridad-. Dios sigue necesitando de personas
que sean testigos de su caridad y misericordia. Por eso recordará a las Hijas de la
Caridad que están "destinadas a representar la bondad de Dios delante de los pobres
enfermos" y a las Damas, que el "padre de las misericordias" las ha escogido "como
vehículos de su consuelo y de su misericordia" (6). La acción caritativa de la Iglesia
intenta traducir en la práctica el gran misterio de la gratuidad y misericordia de Dios.
La misericordia del Padre se revela sobre todo en Jesucristo, pues en su encarnación
Dios se acerca al hombre, se le revela con un rostro humano lleno de ternura y se
anonada para levantarle. A Vicente le gusta contemplar cómo toda la vida de Jesús, sus
palabras y sus gestos, sentimientos y acciones, convergen hacia la disponibilidad
misericordiosa hacia los hombres:
"iQué cariñoso era el Hijo de Dios! Le llaman para que vaya a ver a Lázaro...
¿Qué es lo que hace nuestro Señor? Se pone a llorar con ellos lleno de ternura y
compasión. Ese cariño es el que le hizo venir del cielo; veía a los hombres
privados de su gloria y se sintió afectado por su desgracia. También nosotros
hemos de sentir ese cariño por el prójimo afligido y tomar parte de su pena" (7).
De esa actitud de Cristo saca las conclusiones para la vida de la Iglesia. Cada cristiano
ha de tener como modelo a ese Cristo lleno de caridad y misericordia hacia los
hombres, preferentemente los pobres. Vicente no concibe que se pueda ser cristiano sin
ese espíritu de compasión, que lleva a la vivencia de la caridad:
"iCómo! iSer cristiano y ver afligido al hermano sin llorar con él ni sentirse enfermo con
él! Esto es no tener caridad; es ser cristiano en pintura; es carecer de humanidad; es
ser peor que las bestias” (8).
El Cristo pobre, presente en los pobres, que se dirige especialmente a ellos, ese Jesús
lleno de ternura y compasión, es el centro de la vivencia y de la fe de Vicente de Paúl.
De esta visión cristológica se deriva su praxis eclesial. La Iglesia, presencia de Cristo en
el mundo y en la historia, ha de ser signo de la misericordia de Cristo, especialmente
entre los pobres.
1.2 La Iglesia se realiza y se hace creíble por la misericordia
En la concepción vicenciana, no se puede ser cristiano -ni auténtico hombre- si
no se vive el espíritu de compasión y misericordia. Por ello, la Iglesia, sacramento de
Jesucristo, ha de ser el pueblo de la misericordia. Es una consecuencia de la imagen
de Iglesia como "cuerpo de Cristo", animado por un mismo espíritu que une a todos los
miembros:
"En el origen estas cosas (visitarse, compadecerse, consolarse, etc) eran
acciones de caridad, y lo malo es que las hemos separado de su fuente;
ordinariamente se usan mal ahora en la forma que se hacen, ya que se hacen
por ostentación, por zalamería, por interés, y por afecto natural, y no por esa
unidad de Espíritu y de sentimiento que vino a traer a su Iglesia el Hijo de Dios,
para que los fieles, teniendo un mismo espíritu con Jesucristo, y como
miembros suyos, se alegrasen o entristeciesen con la alegría o la tristeza de los
hermanos (9).
Para que la misericordia cristiana no caiga en deformaciones, Vicente insiste en
que ha de brotar de un fundamento cristológico (seguimiento de Cristo),
pneumatológico (participación del mismo Espíritu) y eclesiológico (miembros del
mismo cuerpo). Si falla esto es fácil caer en desviaciones y falsas motivaciones, que
deforman el auténtico espíritu de la misericordia. Vicente pone cuidado en explicar en
qué consiste la verdadera misericordia, concepto muy cercano para él al de espíritu de
compasión y a la práctica de la caridad. La misericordia es como un estilo, un
ambiente vital que acompaña a la persona en todo momento y en todos los aspectos
de la vida, como recuerda a sus misioneros:
"Hemos de ejercitarla en toda nuestra vida: misericordia corporal y espiritual,
misericordia en el campo, en las misiones, socorriendo las necesidades de
nuestro prójimo; misericordia cuando estamos en casa, con los ejercitantes y con
los pobres, enseñándoles lo que necesitan para la salvación; y en tantas
ocasiones como Dios nos presenta" (10).
Esta actitud vital no se queda en mero sentimiento, sino que empuja a la acción.
El espíritu de compasión ha de tener manifestaciones externas, se ha de reflejar en
palabras y obras, pues -como le gusta repetir a Vicente-, "la mano tiene que hacer
todo lo posible para conformarse con el corazón". El amor auténtico, además de
actitud afectiva, tiene que ser efectivo, mover a la praxis para socorrer al hermano
necesitado (11).
La misericordia ha de ejercitarse con la persona en su totalidad; aunque termino
lógicamente se sitúa en una concepción dualista del hombre, Vicente destaca que es
la persona en su unidad y totalidad el centro de preocupación y el destinatario de la
acción misericordiosa (12).
La misericordia puede ser mal entendida si no tiene en cuenta las causas del
sufrimiento y la miseria humana, lo mismo que si no va precedida y acompañada por la
justicia. Por ello Vicente recuerda que "no puede haber caridad si no va acompañada de
justicia", y que "los deberes de justicia son preferibles a los de caridad" (13). Es más, el
ejercicio de la misericordia, el socorro del pobre, no es algo dejado a la libre decisión del
cristiano, sino un deber de justicia:
"iQue Dios nos conceda la gracia de enternecer nuestros corazones en favor de
los miserables y de creer que, al socorrerles estamos haciendo justicia y no
misericordia! Son hermanos nuestros esas personas a las que Dios nos manda
que ayudemos; pero hagámoslo por él y de la manera que él nos dice en el
evangelio de hoy. Que no digamos nunca: soy yo el que ha hecho esta obra
buena, porque todo bien tiene que hacerse en nombre de nuestro Señor
Jesucristo" (14).
Nos describe Vicente en este texto los rasgos o condiciones para que el ejercicio
de la misericordia sea auténticamente cristiano: es fruto de la gracia de Dios, es una
acto de justicia, se fundamenta en la común pertenencia de todos al mismo cuerpo, en
la voluntad del Dios misericordioso y en el ejemplo de Cristo, en nombre de quien se
ejerce y con su mismo estilo. Así entendida, la misericordia ha de ser una nota de la
Iglesia de Dios y de cada uno de sus miembros. Por ello, para Vicente cuando la Iglesia
trabaja por los pobres y por los que sufren, movida por el espíritu de misericordia, se va
edificando y construyendo, a la vez que va ganando en autenticidad y credibilidad (15).
En una época en que la Iglesia se había alejado y olvidado bastante de los pobres,
lo que era motivo de escándalo para muchos y restaba credibilidad a su misión, Vicente
se propone devolver a los pobres a la Iglesia y convertir a la Iglesia a los pobres por la
vivencia de la misericordia. Con ello intenta devolver a la Iglesia su verdadero rostro,
hacerla más consecuente con la voluntad de Dios y con la misión encomendada por
Jesucristo y darla más credibilidad ante el mundo, como servidora de los pobres.
NOTAS
(1) BOSSUET, JACOBO B., Sermón sobre la eminente dignidad de los
pobres en la Iglesia, en Sermones, Madrid 19223, 367
(2) Cf. S. V. P., XI, 233-234; X, 253-254, 299, 252
(3) Cf. S.V.P., X, 954, 298; IX, 319
(4) S.V.P., IX, 137
(5) S.V.P., IX, 137
(6) S.V.P., IX, 915; X, 952. Los servidores de los pobres testimonian que Dios es su
protector, corno les recuerda a las Hijas de la Caridad:
"Sabed, hijas mías, que me he enterado que esas pobres gentes están muy
agradecidas a la gracia que Dios les ha hecho y, al ver que van a asistir les y que
esas pobres hermanas no tienen más interés en ello que el amor de Dios, dicen que
se dan entonces cuenta de que Dios es el protector de los pobres" (IX, 1057).
(7) S.V.P., XI, 560; Cf. X, 954,
(8) S.V.P., XI, 561
958
(9) S.V.P., XI, 562
(10) S. V.P., XI,
253; Cf. XI, 234
(11) Cf.
S.V.P., XI, 771; IX, 534
(12) Cf.
X, 567, 901; IX,
(13) S.V.P. , II,
48; VII,
(14) S. V.P., VII, 90-91
(15) Cf. S.V.P., X, 924
73, 536; XI, 393
525
Descargar