La cultura moderna

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Una reflexión sobre la posmodernidad
Encarna Ruiz Molina
Una reflexión sobre la posmodernidad
Encarna Ruiz Molina
Nuestra hipótesis es que el saber cambia
de estatuto al mismo tiempo que las sociedades
entran en la edad llamada postindustrial y las culturas
en la edad llamada posmoderna.
Jean-François LYOTARD
Desde la década de los 80, muchos intelectuales se han centrado en determinar si el
momento histórico que vivimos puede ser considerado “moderno” o “posmoderno”.
Este debate entre modernidad y postmodernidad ha estado presente en prácticamente
todo el campo de la producción teórica. Desde la arquitectura, el cine, la filosofía, la
política, la sociología o la literatura se ha tratado de definir lo moderno y lo
posmodernos. Y se ha hecho tanto desde una actitud descriptiva, como desde las
prácticas productivas que se pueden inscribir en una u otra dirección.
Esta situación ha provocado que en el centro de la polémica se sitúen algunos de
los teóricos más importantes de nuestro tiempo. Así, Jüngen Habermas1 señala que la
modernidad constituye la denominación de una realización histórica que aún no ha
concluido. Anthony Giddens, por su parte, considera que nos hallamos en un período de
“alta modernidad”, en el que las tendencias anteriores no se han debilitado, sino que se
han radicalizado y universalizado.
Giddens sostiene que la modernidad, en una primera aproximación, debe ser
entendida como “los modos de vida u organización social que surgen en Europa desde
alrededor del siglo XVII y cuya influencia los ha convertido en mundiales”2 . Según
este autor, la modernidad puede asociarse a un periodo de la historia y a una
localización geográfica concreta, que se ha extrapolado en el tiempo y en el espacio.
En nuestros días, muchos mantienen que nos encontramos frente al comienzo de
una nueva era a la que tienen que responder las ciencias sociales, y que trasciende a la
1
Habermas, J. (1985): La modernidad, un proyecto incompleto, en H. Foster et. al La Postmodernidad,
Kairós, Barcelona.
2
Giddens, A. (1999): Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza Editorial. Pp. 15
1
Una reflexión sobre la posmodernidad
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misma modernidad. Los diferentes nombres con los que comienza a ser conocida esta
etapa (sociedad de la información, posmodernidad, postindustrialización...) sugieren,
para Giddens, que el anterior estado de cosas está llegando a su fin.
Frente a estos autores se sitúan un buen número de estudiosos, entre los que se
encuentran los postestructuralistas franceses, representados por Lyotard, Derrida o
Faucault, que defiende el fracaso del discurso moderno. De esta manera, Lyotard
afirma que el posmodernismo supone desembarazarse del proyecto moderno que ha
quedado inconcluso. Por tanto, la posmodernidad tiene que ver con una serie de
transformaciones en la cultura, que inciden en la organización social y política.
Además, este autor entiende que la posmodernidad consiste fundamentalmente
en una etapa en la que se ha producido una crisis de los metarrelatos. Y determina que
hasta este momento, “la modernidad se había caracterizado por la existencia de grandes
relatos, que se basaban en la emancipación del ciudadano, la realización del Espíritu, la
sociedad sin clases... La edad moderna recurría a ellos para legitimar o criticar sus
saberes y sus actos. Pero el hombre posmoderno ya no cree en ellos. Los decididores le
ofrecen como perspectiva el incremento del poder y la pacificación por la transparencia
comunicacional. Pero el hombre sabe que el saber, cuando se convierte en mercancía
informacional, es una fuente de ganancias y un medio de decidir y de controlar”.3
En este artículo pretendo articular una reflexión sobre el concepto
posmodernidad. Por ello, parto de la base de que nos encontramos en un nuevo
paradigma socio cultural que tiene sus características propias y que surge fruto de la
evolución de la tecnología y sus incidencias en toda la estructura social. De esta manera,
la posmodernidad se presenta como una nueva etapa, consecuencia del desarrollo de la
propia modernidad, pero que posee unos rasgos propios y bien definidos que la
convierten en un movimiento autónomo. Si el pensamiento moderno es el que define a
las sociedades que emergen de las revoluciones atlánticas, la posmodernidad se instaura
como el sistema filosófico ideológico propio de lo que se ha comenzado a denominar
III Revolución Industrial.
Todo esto hace que mi hipótesis de partida se centre en manifestar que la
modernidad es una etapa ya concluida en el mundo occidental. Y es que la nueva
manera de producir, distribuir y consumir la información que han traído consigo las
nuevas tecnologías de la información y la comunicación, ha dado lugar al desarrollo de
una otras formas de entender la cultura y las relaciones humanas. Esto está provocando
2
Una reflexión sobre la posmodernidad
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que hasta el sistema político administrativo propio de la modernidad, el Estado-Nación,
haya entrado en un periodo de crisis, secundado también por la decadencia de la
democracia participativa.
El texto está dividido en dos grandes apartados, en cada uno de los cuales
he intentado aproximarme a los conceptos objeto de esta reflexión: la modernidad y la
posmodernidad. Y lo he hecho así porque entiendo que no se puedo plantear una
reflexión sobre la posmodernidad sin antes discernir lo que para nuestra sociedad ha
supuesto la era moderna. Por eso, en el primer apartado, analizo el término moderno
desde una perspectiva histórica, con la pretensión de entender la envergadura que
supone la modernidad. Además, el análisis queda circunscrito a los aspectos sociales y
políticos que definieron esta etapa, así como a la evolución de la tecnología que
propicio el cambio de paradigma ideológico y social.
En el segundo apartado, abordo el concepto posmodernidad desde la perspectiva
de diversos autores como Vattimo o Lyotard, e intento acercarme a las características de
este fenómeno. Como sucede con modernidad, el tema se aborda desde las
transformaciones sociales y políticas que se han producido.
La cultura moderna
El concepto moderno surge como oposición a lo antiguo. Así, en la Edad Media, en las
ciudades importantes los magistrados elegidos se llamaban “modernos”, mientras que se
denominaban antiguos aquellos a los que expiraba su mandato. Lefebvre4 señala que el
término moderno encerraba una doble idea: la de una renovación y la de una regularidad
en la renovación. La elección se llevaba a cabo según un modo determinado por la carta
y la tradición municipal. Sin embargo, esta idea de regularidad cíclica en el cambio y en
la norma del cambio pronto se desdibuja. En los diferentes sectores de la vida social y
política, el término aparece en distintas épocas y va siempre cargado de sentido
polémico. Cuando al final de la Edad Media, el arte y el pensamiento comienzan a
perfilar lo que posteriormente será el Renacimiento la palabra moderno comienza a
utilizarse en un todo despectivo.
3
4
Lyotard, J.F. (1998): La condición postmoderna, Madrid, Cátedra.
Lefebvre, h (1971): Introducción a la modernidad, Madrid, Tecnos.
3
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Este sentido polémico desaparecerá a finales del siglo XIX, cuando se adopta en
las artes y las letras el modernismo considerado como la exaltación del culto de lo
nuevo por lo nuevo. Por lo tanto, podemos decir, tal y como señala Balandier5, que la
modernidad no ha sido recibida positivamente porque no ha sido nunca concebida de
forma clara. En este sentido, Rimbaud afirmaba que “ser moderno provoca más el
silencio y la reticencia que la adhesión voluntaria y emprendedora”. 6
La modernidad, entendida como una moda, distingue como concesión a aquello
que sale a la superficie en una época determinada sin importar su duración. En este
sentido, Baulelaire aporta una gran novedad en la conciencia de lo nuevo. Para él, lo
“moderno” es lo efímero, lo fugaz. Este autor considera la moda y lo mundano como el
reverso de lo eterno contra lo que se revela el propio hombre.
Por su parte, Roland Barthes decía que “ser moderno es saber lo que no es
posible” 7. De esta manea, la modernidad crea vínculos entre distintas épocas que se
pueden considerar modernas. Y se forma a partir de lo que se puede entender como un
movimiento profundo en el que interviene la sociedad y la cultura.
El término “moderno” se emplea en buena parte de la literatura política y social
de los siglos XIX y XX. Así, se repite en la obra de Marx, que lo utiliza para designar el
ascenso de la burguesía, el desarrollo económico, el establecimiento del capitalismo, sus
manifestaciones políticas y la crítica de ese conjunto de hechos históricos. Lefebvre
señala que Marx pone de relieve un concepto de modernidad que permite designar una
forma de Estado que se sitúa por encima de la propia sociedad, y que separa la vida
privada de la vida pública y la política.
Alrededor de 1900, debido a las primeras manifestaciones de lo que
posteriormente sería la Revolución Rusa (1905-1917), la modernidad comienza a tener
una mayor presencia en Europa. Se establece en un continente entumecido por unas
décadas de progreso relativo y de bienestar limitado. La tranquilidad que representa la
Belle Époque, se va a desvanecer y va a dar paso a un periodo turbulento en el que se
comenzarán a captar las contradicciones que caracterizan a este periodo. Todo ello nos
permite afirmar que nuestra modernidad nace con las transformaciones considerables
que se producirán en la estructura social del siglo XX, provocadas por el imperialismo y
5
Balandier, G (1988): Modernidad y poder, Madrid, Júcar, pp 141.
Citado en Balandier, G.
7
Barthes, R (1978): Sistema de la moda, Barcelona, Gustavo Gili, pp 17.
6
4
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las guerras mundiales, y con la preponderancia de lo técnico en el proceso de
comunicación.
En este sentido, Lefebvre asegura que “Las invenciones técnicas se multiplica a
principios del siglo XX, a pesar del malthusianismo latente o declarado de los
dirigentes. En esta intensificación de progreso técnico, los armamentos, la amenaza de
la guerra y el desafío recíproco de las naciones rivales, desempleña un papel
determinante. Todos los que querían establecer el conocimiento y las bases de la acción,
la vida social y la vida política, son atropellados tarde o temprano”8. Serán estas
“invenciones técnicas” las que harán posible el desarrollo de occidente y la
consolidación de la era moderna.
Modernidad y sociedad
Dice Giddens que las formas de vida introducidas por la modernidad arrasaron todas las
modalidades tradicionales del orden social. Tanto en extensión como en intensidad, las
transformaciones que ha acarreado la modernidad son más profundas que la mayoría de
los cambios característicos de periodos anteriores. Para este autor, esto ha permitido
“establecer formas de interconexión social que abarcan el globo terráqueo;
intensivamente, han alterado algunas de las más íntimas y privadas características de
nuestra cotidianeidad” 9
Lo cierto es que una de las cuestiones que define “lo moderno” en post de “lo
tradicional” es el ritmo de cambio que la era moderna pone en movimiento. Esta
celeridad se ha concentrado en el desarrollo de las tecnologías y se ha extrapolado al
conjunto del orden social. Por otra parte, podemos decir que, gracias al progreso
tecnológico, una de las características de la modernidad ha sido la supresión de las
barreras comunicativas entre las diferentes regiones del mundo. Para Giddens, esto ha
hecho posible que las agitaciones de transformación social estallen en la totalidad del
planeta. Por lo tanto, tenemos que considerar que la modernidad es un fenómeno que
afecta al conjunto de la humanidad y que se expande al mismo tiempo que lo hace el
capitalismo.
8
Lefebvre, h (1971): Introducción a la modernidad, Madrid, Tecnos, pp 163.
9
Giddens, A. (1999): Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza Editorial. Pp. 18
5
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Este autor también destaca otra de las características fundamentales de la
modernidad, que es la aparición de instituciones sociales, como el sistema político del
Estado-nación. Y también lo que él considera una “dependencia generalizada de la
producción a partir de fuentes inanimadas de energía y la completa mercantilización de
los productos y del trabajo asalariado”. 10 Atribuye, pues, el desarrollo de los estado
nación a la evolución misma del capitalismo.
En este sentido, la modernidad puede ser interpretada teniendo en cuenta que la
principal consecuencia de ella es el capitalismo que hace que la mano de obra y los
productos se transformen en mercancías y sean sometidos a la ley de la oferta y la
demanda.
No obstante, la modernidad tiene un coste que ya en el siglo XIX fue apuntado
tanto por Marx como por Durkheim, que vieron la era moderna como una era agitada.
Marx utilizó el término “moderno” para designar el ascenso de la burguesía, el
desarrollo económico, el establecimiento del capitalismo... En esta nueva manera de
entender las relaciones sociales y políticas, vio la lucha de clases como la fuente de los
cismas fundamentales del orden capitalista.
Por su parte, Durkehim creyó que la progresiva expansión del industrialismo
establecía una armoniosa y una satisfactoria vida social formada a través de la división
del trabajo y del individualismo moral. Sin embargo, el desencanto que provocó en él el
estallido de la primera Guerra Mundial, hizo que revisara este planteamiento y
entendiera que la sociedad estaba destinada a la “desgracia”.
Según entiende Fehér, Weber vio el mundo moderno como “una paradoja en la
que el progreso material sólo se obtenía a costa de la expansión de la burocracia que
aplastaba la creatividad y la autonomía individual”11. Los tres estudiosos (Marx,
Durkheim y Weber) observaron que el trabajo industrial moderno tenía consecuencias
degradantes al someter a muchos seres humanos a la disciplina de una tarea monótono
repetitiva (es la misma idea que se desarrolla en la película Tiempos Modernos)
Lefebvre12 admite que un segundo ejemplo de este coste social de la modernidad
es el uso consolidado del poder político particularmente puesto de relieve por los
episodios de totalitarismos a los que se ha enfrentado este siglo. Así, pese a que el uso
arbitrario del poder político pertenecía al pasado, el despotismo parecía que se convertía
10
Ídem.
Fehér, F ( 1989): Música y racionalidad, en Herller, A.; Fehér, F, Políticas de la postmodernidad,
Barcelona, Ediciones Península.
12
Lefebvre, H. (1971): Introducción a la modernidad. Madrid, ed. Tecnos.
11
6
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en una característica de los estados premodernos. El régimen totalitario concentra al
poder político con el militar y el ideológico. En este fenómeno, Weber y Durkheim
vivieron lo suficiente como para atestiguar los horribles acontecimientos de la primera
Guerra Mundial. Así, Lefebvre dice que “el conflicto hizo añicos la esperanza que había
mantenido que el industrialismo promoviera un orden social y económico, integrado y
pacífico al tiempo que hizo imposible encajar un marco intelectual adecuado”.13
Modernidad y política
La idea de democracia, tal y como la entendemos en nuestros días, se desarrollará en el
marco de la modernidad. Para los modernos franceses del siglo XIX la verdadera
democracia supone la desaparición del Estado político. En este sentido, Marx14 afirma
que la abstracción del Estado como tal sólo pertenece a los tiempos modernos. El
filósofo alemán considera que en la Edad Media, la vida del pueblo y la vida del Estado
son idénticas. El hombre es el principio real del Estado, pero el hombre no es libre. Es
la democracia de la no libertad. Sin embargo, la modernidad da lugar a una sociedad
capitalista y burguesa que se caracteriza por la separación entre el hombre y el poder. El
hombre es exterior a la democracia. Él decide quien le va a gobernar con su derecho al
voto, pero en realidad es incapaz de controlar los términos en los que va a ser
gobernado. Esto hace que, desde el punto de vista político, la modernidad se caracterice
por la existencia de un sistema de democracia meramente participativa. Es por ello por
lo que Marx pone de relieve un concepto de modernidad en el que se designa una forma
de Estado erigido por encima de la sociedad, que se caracteriza porque separa la vida
privada de la vida pública o política.
Más allá de este principio, la modernidad se caracteriza por la presencia de
ciertas contradicciones políticas: mientras algunos estados comienzan a perder sus
antiguas colonias, surgen en Europa los grandes movimientos totalitaristas que han
llevado al mundo hacia los conflictos bélicos más duros de la historia de la humanidad:
los fascismos.
Por otra parte, cuando los países occidentales pierden sus colonias, los nuevos
estados emergentes comienzan a descubrir que la liberación aporta la libertad, pero no
13
14
Ídem.
Marx, K; Engels, F (1971): El dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte, Barcelona, Ariel.
7
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supone el ingreso en la vida nueva configurada por el capitalismo. Así, pasarán del
estado de servidumbre al que habían pertenecido durante años hasta una situación de
desconcierto social y político de difícil solución. Además, tendrán que conjugar sus
tradiciones como pueblo, que durante un periodo de tiempo fueron mutiladas, con un
sistema de gobierno que pretende parecerse al impuesto en otros tiempos. De esta
maneraí, se verán abocados a admitir lo que antes eran herramientas de servidumbre,
como es el caso del capitalismo. Y la debilidad socio económica que tiene permitirá que
los abusos de poder sean un continuo. Las guerrillas militares, los gobiernos totalitarios,
abrigados en ocasiones por los gobiernos occidentales con intereses en la zona, serán
una de las características que definirán la política “moderna” de mitad del sur del
planeta.
Mientras tanto, en occidente el mundo permanecerá dividido en dos bloques
durante más de 40 años. El régimen comunista surgirá mediante una revolución popular
que pretende el gobierno del pueblo. Con el devenir de los años y de los
acontecimientos se convertirá en un gobierno despótico cuyas pautas de actuación se
parecen más al mundo capitalista de lo que ellos mismos sospecha. Por otro lado, el
mundo capitalista camina hacia una globalización absoluta domina por la acción de las
empresas multinacionales y por los intereses que éstas tienen en diferentes puntos del
mundo.
Esta situación provocará que durante los años 60 las masas se remitieran más a
sus dirigentes que eran los encargados de examinar y corregir los problemas políticos
que podían surgir en un momento dado. Así, las cuestiones laborales y las
reivindicaciones propias del Estado de Derecho eran gestionadas por los sindicatos y los
partidos políticos. Es un periodo en el que el socialismo de la sociedad se acentúa y se
percibe por todas partes. La extensión de las comunicaciones y de su carácter masivo, la
sociedad de consumo igualando las necesidades y las aspiraciones son reivindicaciones
socialistas. El socialismo, en esta época pretende despojar a la burguesía de la propiedad
y la gestión de los grandes medios de producción.
Modernidad y paradigma técnico-científico
Como señalábamos en el apartado anterior, las dos características claves de la
modernidad son la configuración del Estado Nacional y la producción capitalista
sistemática. Ambas tienen sus raíces en particularidades específicas de la historia
8
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europea. Si se han extendido por todo el mundo es debido al poder que han sido capaces
de generar. De esta manera, ninguna otra de las formas sociales más tradicionales han
sido capaces de contestar y de mantenerse al margen de las tendencias del desarrollo
global. Por eso, podemos afirmar categóricamente que la modernidad es un proyecto
distintivamente occidental.
Una de las consecuencias fundamentales de la modernidad, será la
mundialización. Ésta va más allá de la difusión de las instituciones occidentales y ha
hecho posible que la cultura occidental se ha instaurado de forma decisiva en otras
culturas Y una de las manifestaciones más evidentes de esta cultura occidental es la
tecnología.
En este sentido, Black15 dice que la modernidad se ha convertido en el conjunto
de características comunes que tienen los países más avanzados en materia de desarrollo
tecnológico, político y económico y social.. Por tanto, la mayor capacidad en el dominio
de la actividad colectiva y de la organizativa convertirá a una sociedad en más moderna
que otra. Y es que estos avances hacen que ciertas sociedades se conviertan en las
contraladoras de la innovación y la invención y, por tanto, tengan mayor dominio
empresarial de las tecnologías.
Por su parte, Castells asegura que la tecnología no determina la sociedad. Así, la
sociedad no es la que dicta el cambio tecnológico, ya que “muchos factores, incluidos la
invención e iniciativas personales intervienen en el proceso del descubrimiento
científico, la innovación tecnológica y las aplicaciones sociales, de modo que el
resultado final depende de un complejo modelo de interacción”16. Por eso, este autor
afirma que tecnología es sociedad, dado que no puede ser comprendida o representada
sin sus herramientas técnicas. Así, cuando en la década de 1970 se constituyó un nuevo
paradigma tecnológico organizado en torno a la tecnología de la información, en EEUU
fue un segmento específico de su sociedad, en interacción con la economía global y la
geopolítica mundial el que materializó un modo nuevo de producir, comunicar,
gestionar y vivir.
Entre 1940 y 1960 se llevaron a cabo numerosas investigaciones en el seno
militar, que tuvieron como resultado un desarrollo tecnológico importante. Estas
investigaciones se pondrán de manifiesto durante la década de los 70-80, como
resultado de la cultura de la libertad y el espíritu emprendedor ligado a ella. Fueron los
15
16
Citado en Castels.
Castells, M. (1996): La era de la información, Madrid, Alianza Editorial.
9
Una reflexión sobre la posmodernidad
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años de creación de la colonia Silicon Valley en California y del Instituto Tecnológico
de Massachuses que dirige Nicolas Negroponte.
En este sentido, Castells afirma que “la revolución tecnológica ha sido capaz de
difundir en la cultura material de nuestra sociedad el espíritu libertario que floreció con
los movimientos de las décadas de los sesenta”17.
De todas formas, estas nuevas tecnologías se las apropiaron un conjunto
reducido de países y de organizaciones que aceleraron la velocidad de su implantación y
que las explotaron en todas sus dimensiones.
Por eso, podemos afirmar que si bien la sociedad no determina la tecnología si
puede sofocar su desarrollo, sobre todo por medio del Estado. O puede embarcarse en
un proceso acelerado de modernización tecnológica, capaz de cambiar el destino de las
economías, la potencia militar y el bienestar social. La capacidad o falta de capacidad de
las sociedades para dominar la tecnología define su destino, hasta el punto de que
podemos decir que la tecnología plasma la capacidad de las sociedades para
transformarse. Por eso, algunos Gobiernos que no quiere quedarse al margen del
desarrollo tecnológico y han creado incluso departamentos específicos destinados al
fomento del desarrollo tecnológico. Un ejemplo de ello es la aparición en España en
esta última legislatura del Ministerio de Ciencia y Tecnología que dirige Anna Virulés.
Según Castells, los conocimientos técnico-científicos pueden ofrecer en el futuro
una aportación para reforzar el proyecto moderno o si acabarán por intensificar sus
contraposiciones y anular su credibilidad. Para el autor de la Era de la información,
estos desarrollos pueden agruparse en tres áreas fundamentales:
-
La electrogeneración con instalaciones nucleares y fuentes
energéticas complementarias.
-
El uso en medicina, farmacología, alimentación, agricultura, energía
de los conocimientos adquiridos en el campo de las bioingenierías
avanzadas.
-
Informatización, automatización y telematización de los procesos
productivos y de los procesos de recolección, elaboración y
comunicación de datos.
En este sentido, Manuel Castells advierte que “el proceso moderno está llamado
a someterse a una comprobación de posibilidad de realización en tres áreas
17
Ídem.
10
Una reflexión sobre la posmodernidad
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particularmente delicadas”18. Se trata del miedo a un desastre nuclear, de la progresiva
degradación que sufre el medio ambiente y de la desigual distribución de los recursos
energéticos en todo el planeta.
La cultura posmoderna
El concepto posmodernidad nos invita a reflexionar sobre algunos cambios sociales y
culturales que se están produciendo en occidente desde finales del siglo XX.
Lo posmoderno está cada vez más ligado al concepto de sociedad de la información y a
las transformaciones que los medios de comunicación están provocando en todo la
estructura social. Tanto es así que podíamos decir que estamos inmersos en una
auténtica revolución, que muchos han comenzado ya a denominar III Revolución
Industrial. Esta nueva etapa estaría caracterizada por las modificaciones que están
provocando las nuevas tecnologías de la comunicación en el tejido económico y en los
sistemas de producción.
De esta manera, la posmodernidad se presenta como una referencia o como un
fenónemo que plantea nuevos retos en la evolución de las estructuras sociales. García
Selgas y Monleón dicen que la globalización iniciada durante la modernidad y la
evolución de la red informacional nos conducen a una etapa distinta, que ellos definen
como “una reacción conservadora ante la estética modernista cuando una serie de
formaciones o posiciones ideológicas expresan y apoyan la vida”.19 Estos autores
también aseguran que la crisis energética del 73, la destrucción paulatina del
ecosistema, el peligro de devastación nuclear y la creciente desigualdad social, hacen
que los ciudadanos caigan en un desencanto que les impide mirar con fe el futuro. Por
eso, afirman que todos estos elementos han permitido finalizar con la tesis básica de la
modernidad, que se construía sobre la universalidad del individuo y de la razón.
Por su parte, David Lyon dice que la posmodernidad existe como idea o como
una forma de crítica entre los intelectuales y en los medios de comunicación. Y
determina que “El posmodernismo se refiere a fenómenos culturales e intelectuales, a la
producción, consumo y distribución de bienes simbólicos”.20 Los medios de
18
Ídem.
García Selgas, F.; Monleón, J. (1999): Retos de la postmodernidad, Madrid, Editorial Trotta.
20
Lyon, D. (2000): Postmodernidad, Madrid, Alianza Editorial.
19
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Una reflexión sobre la posmodernidad
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comunicación se convierten, así, en los elementos de conexión entre los diferentes
agentes sociales.
Para, Gianni Vattimo lo posmoderno supone la conclusión de la modernidad. Y
asegura que el sentido en que puede decirse que la modernidad ha llegado a su fin
depende de lo que se entienda por modernidad. Por eso, afirma que “entre las muchas
definiciones, hay una en la que podemos llegar a un acuerdo: la modernidad es la época
en la que el hecho de ser moderno viene a ser un valor determinante” 21 Así, para este
autor, lo posmoderno se caracteriza no sólo como novedad respecto de lo moderno, sino
también como disolución de la categoría de lo nuevo. Y determina que con el paso de
los siglos se hará más claro que el culto por lo nuevo y por lo original en el arte se
vincula a una perspectiva más general que considera la historia humana como un
proceso progresivo de emancipación. Es decir, como la realización cada vez más
perfecta del hombre ideal. Concluye afirmando que “si la historia tiene este sentido
progresivo, es evidente que tendrá más valor lo que es más avanzado.”22 La modernidad
deja de existir cuando desaparece la posibilidad de seguir hablando de la historia como
una entidad unitaria. Tal concepción de la historia implicaba la existencia de un centro
alrededor del cuál se reúnen y ordenan los acontecimientos.
Contrarios a estas ideas son Fehér y Heller quienes afirman que “la
posmodernidad no es un período histórico ni una tendencia (cultural o política) con
características bien definidas. La posmodernidad puede entenderse como el tiempo y
espacio privado-colectivo, dentro del tiempo y del espacio más amplio de la
modernidad, delimitada por los que tienen problemas o dudas con la modernidad”23. Y
es que para estos autores la posmodernidad, de alguna manera, consisten en contemplar
el mundo como una pluralidad de espacios y temporalidades heterogéneas.
En la misma línea se manifiesta Habermas24 cuando afirma que la
posmodernidad se presenta como antimodernidad. Y la describe como una corriente
emocional de nuestro tiempo que ha influido en todas las esferas de la vida intelectual,
dando lugar a teorías de la postilustración. .
El posmodernismo y las sociedades capitalistas
21
Vattimo, G. (1994): En torno a la posmoderniad, Barcelona, Anthropos.
Ídem.
23
Séller, A.; Fehér, F. (1998): Políticas de la postmodernidad, Barcelona, Ediciones Península.
24
Citado en Del Rey Morató, J. (1996): Democracia y posmodernidad. Madrid, Editorial Complutense.
22
12
Una reflexión sobre la posmodernidad
Encarna Ruiz Molina
Como ya hemos dicho, algunos teóricos han argumentado el paso de una época
moderna a una etapa postmoderna, por los cambios estructurales que se están
produciendo en las sociedades capitalistas. Es difícil profundizar en todos estos
cambios, pero en este apartado intentaré dar cuenta de los más significativos.
De esta manera, Heller señala que la condición política postmoderna tiene como
premisa la aceptación de la pluralidad de culturas y de los discursos. El pluralismo está
implícito en la posmodernidad como proyecto, y también como una realidad social. La
mezcolanza de culturas se ha convertido en una constante en muchas comunidades, en
las que conviven diferentes etnias. Esto ha hecho que, cada vez más, comencemos a
hablar de sociedad multicultural, como término que implica el respeto a las diferentes
tradiciones, lenguas y culturas. En este sentido, Heller afirma que “el universalismo
relativo de la condición postmoderna se basa, también, en el hecho de que ya no existe
terra incognita en nuestra geografía política. El derrumbamiento del sistema colonial ha
cerrado un largo período de desvergonzada supremacía cultural”25. Además, el llamado
“tercer mundo” ha sido, a veces positivamente, a veces negativamente, grabado en la
conciencia del primer mundo. Tampoco es ya la sociedad soviética un misterio para el
capitalismo occidental. Ni estamos en un periodo de guerra fría como el que vivíamos
hasta los años 90 y que marcó una tensión evidente en las relaciones internacionales.
Por su parte, Castells26 nos habla de una oposición latente entre globalización e
identidad que está dando forma a nuestra sociedad actual. Para este autor, la revolución
de las tecnologías y la reestructuración del capitalismo están propiciando la aparición de
una nueva forma de sociedad, la sociedad red. Esta sociedad se caracteriza por la
globalización de las actividades económica, por la organización en red, la
individualización y por el fomento de una cultura de la virtualidad.
Por otra parte, como señala Heller, “la desintegración de la gran narrativa de
secularización es un hecho de la condición política postmoderna, el cual está respaldado
por una plétora de evidencias empíricas: por el ampliamente difundido y ampliamente
pluralista renacimiento religioso de los que hacen campaña por el derecho a la vida
hasta los teólogos de la liberación”27. La secularización se convirtió en la religión del
ateo después de la Revolución Francesa, que promulgo un nuevo sentimiento religioso
basado en el pueblo. En el posmodernismo parece que asistimos a un renacimiento
25
Heller, A.; Ferenc, F. (1989): Políticas de la posmodernidad, Barcelona, Ediciones Península.
Castells, M. (1998): La era de la Información, Vol. II, Madrid, Alianza Editorial.
27
Heller, A.; Ferenc, F. (1989): Políticas de la posmodernidad, Barcelona, Ediciones Península
26
13
Una reflexión sobre la posmodernidad
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religioso espontáneo del fervor religioso, basado en el pluralista, y caracterizado por la
existencia de elementos híbridos. . Esto ha hecho que algunos estudiosos comiencen a
hablar de “protestantismo católico”.
De todas formas, podemos decir que el posmodernismo hace que nos
encontremos en un mundo en el que la creencia religiosa es un asunto privado que
confiere una visión individual del mundo.
La postmodernidad tiene como característica también el debilitamiento y
ocasionalmente la desaparición de los escenarios, que ha permitido un cambio
significativo en los programas políticos tradicionales. Tal y como señala Heller, “la
habitual comprensión del Estado como una mera “agencia de clase” tuvo que ser
sustituida por conceptos más sofisticados cuando la clase contra la clase alineadas en el
espacio político cedió terreno a recetas más complejas”28. Así, la transformación del
comunismo de la Europa occidental se debe principalmente al debilitamiento de los
escenarios de clase y sus consecuencias teóricas.
Postmodernidad y medios de comunicación
La cultura actual se caracteriza por el gran desarrollo de los medios de comunicación en
las últimas décadas que ha llevado a muchos a denominar la época actual como la
“cultura de la comunicación”. Los modernos medios de comunicación son los
responsables de las transformaciones y los causantes de los fenómenos por los cuales se
caracteriza la cultura posmoderna. Desde la visión de la posmodernidad como fin de los
grandes relatos hasta la posmodernidad como debilitamiento del pensamiento racional y
la visión de una historia unitaria y lineal, el papel de los medios de comunicación ha
sido el caballo de batalla fundamental a la hora de las argumentaciones posmodernas.
Las modernas tecnologías comunicativas vienen a reforzar el agotamiento de lo
moderno. Son los medios los que han permitido la salida a la superficie de las voces de
las diferentes subculturas, y por lo tanto la caída de una visión unitaria del mundo y la
historia. Según Castells, son las tecnologías comunicativas las que han producido una
sociedad de la información. Por eso afirma también que si el proyecto de la modernidad
ha sido destruido, o se ha agotado en sus propios impulsos, es porque las tecnologías
comunicativas han sido capaces de transformar las relaciones sociales y culturales de
este fin de siglo.
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Una reflexión sobre la posmodernidad
Encarna Ruiz Molina
W. Benjamin decía que la experiencia del Show puede ser el transformador de la
tradición y puede ser reafirmador de lo existente. En este sentido, Neil Postman nos
habla del Show business para situar la influencia que tiene la televisión en el contenido
de la política, la religión, la educación y los negocios.
Otra de las consecuencias del boom tecnológico es el fenómeno de la
destemporalización y la aparición de la simultaneidad y la instantaneidad, la actualidad,
y en definitiva, la sensación de presente continuo. Los medios también han contribuido
a modificar los hábitos perceptivos y sensitivos. En este sentido, podemos hablar ya de
lo que se conoce como fragmentación de las audiencias y, por tanto, lo que algunos
estudiosos como es el caso de Baudrillard han dado en llamar “El fin de lo social”.29
La fragmentación surge como una estrategia comercial, destinada a la captación
de nuevos públicos y a la especialización de la publicidad. Se trata de una lógica
empresarial que ya se utilizaba en el mercado editorial, discográfico y cinematográfico.
Y que pone de manifiesto una intención de segmentación de las audiencias que, como
indica Roman Gubernn30, converge con el ideal democrático de la autoprogramación de
los usuarios, que tanto se exaltó después de mayo de 1968.
La multiplicación de los canales de televisión supuso el paso decisivo que
condujo a una diversificación cada vez mayor de las audiencias. En este sentido,
Françoise Sabbah escribió en 198531 que los nuevos medios de comunicación eran
capaces de determinar una segmentación de la audiencia. Este fenómeno que se
producía de forma masiva en cuanto al número se refiere, no lo era si teníamos en
cuenta la simultaneidad y la uniformidad de los mensajes que recibe. Lo cierto es que
los nuevos medios de comunicación ya no lo son en el sentido tradicional del envío de
un número limitado de mensajes a una audiencia de masas homogénea. Debido a la
multiplicidad de mensajes y fuentes, la misma audiencia se ha vuelto selectiva. De esta
manera, la audiencia tiende a elegir sus mensajes, con lo que se produce una ruptura en
el seguimiento de los contenidos.
Por otra parte, el resultado de la competencia y la concentración empresarial,
que también afecta a los mass media, hecho posible que, mientras que la audiencia se ha
segmentado y diversificado, la televisión se ha comercializado más que nunca. El
28
Ídem.
Baudrillard, J (1998): Cultura y simulacro. Barcelona, Ed. Kairós.
30
Gubernn, R. (2000): El eros electrónico, Madrid, Taurus.
31
Sabbah, F. (1985): Los nuevos medios, Madrid, Tecnos.
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contenido real de la mayoría de la programación no se diferencia mucho de un canal a
otro, si se consideran las fórmulas semánticas con las que se crean los programas más
populares. No obstante, el hecho de que todo el mundo no vea la misma cosa en el
mismo momento y que cada cultura y grupo social tenga una relación específica con el
sistema de medios, constituye una diferencia fundamental frente al antiguo sistema de
medios de comunicación estandarizados.
Debido a la diversidad de los medios de comunicación y a la posibilidad de
seleccionar a la audiencia, algunos autores, como Manuel Castells se atreven ya a decir
que el mensaje es el medio. De esta manera, contradicen la máxima de MacLuhan que,
en los 70, afirmaba justo lo contrario (El medio es el mensaje). Es decir, en la nueva era
posmoderna la especialización de los medios de comunicación está provocando que
cada vez más, existan canales temáticos destinados a satisfacer las necesidades de un
segmento concreto de la población.
Así, Castells32 asegura que “aunque los sistemas de información y la
interconexión aumentan los poderes humanos de organización e integración, de forma
simultánea subyace el concepto occidental de sujeto separado e individualizado”. De
esta manera, la tendencia es a consumir información de una forma cada vez más
individual y personal. Tanto que el usuario tiene la sensación de que puede construir los
contenidos que consume. La práctica del zapping introduce la creación por parte de la
audiencia de sus propios mosaicos visuales. Castells dice que “Aunque los medios de
comunicación están interconectados a escala global y los programas y mensajes circulan
en la red global, no estamos viviendo en una aldea global, sino en chalecitos
individuales, producidos a escala global y distribuidos localmente.”
Todo lo explicado, nos permite pensar que estamos llegando al desarrollo pleno
del concepto de opulencia comunicación del que hablaba Abraham Moles. La mítica
sociedad de los quinientos canales que promulga Gubernn, se plantea ya como una
realidad en un horizonte de plenitud y felicidad mediática que está dominando a toda la
estructura social. El problema que se vislumbra ahora es el exceso de oferta audiovisual
y desinformación que favorece la banalización de los contenidos y estimula el
sensacionalismo. Esta circunstancia puede desembocar en lo que Schiller denominó
gran variedad de lo mismo. Es decir, una falsa diversidad.
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Ídem
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Encarna Ruiz Molina
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