El Beato Padre Juan María de la Cruz, Sacerdote del Corazón de

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23 de Agosto 1936
El Beato Padre Juan María de la Cruz, Sacerdote
del Corazón de Jesús
(Mariano García Méndez, conocido por “El Padre chaquetón”)
“Estoy en la Celda 476 de la 4ª galería desde hace tres semanas por protestar por el
horrendo espectáculo del incendio y profanación de las iglesias. ¡Dios sea Bendito!, ¡ Hágase
su voluntad! Estoy alegre de poder sufrir algo por Él, que tanto sufrió por mí.” (Carta del Beato
a su Superior General)
Mariano García Méndez nació en San Esteban de los Patios, Ávila en 1891, primero
de 15 hermanos. Su familia cuidaba de la iglesia, y su padre, al volver del campo al
atardecer, dirigía el rosario y las novenas, pues no había cura en el pueblo. Un
párroco vecino le inició en las primeras letras y le encaminó al Seminario de Ávila,
donde en 1916 era ordenado sacerdote. Le confiaron distintas parroquias rurales.
Físicamente era poca cosa y tenía mala salud, pero pasaba
las heladoras noches abulenses en adoración ante el Santísimo, inculcando con su ejemplo y predicación la devoción
eucarística y mariana, la confesión, y el amor al Corazón
misericordioso de Jesús. Nunca pedía nada, ni siquiera pasaba el cestillo en las misas.
Pasó a la diócesis de Vitoria como capellán de los Hermanos de la Doctrina Cristiana en Nanclares de Oca, pero, sintiéndose llamado a la vida religiosa, logró de su
obispo autorización para ingresar en el Carmelo descalzo
en Larrea, Vizcaya. Su flaca salud le impidió seguir, y volvió
de párroco a pueblitos pobres de su diócesis de Ávila.
Conoció en Madrid al P. Zicke, fundador de la Provincia de los Sacerdotes del Corazón de Jesús en España, quien le dio a conocer el
carisma de propagador de la devoción al Corazón misericordioso
de Jesús del Padre Dehón.
El P. Dehón, fundador de Los Sacerdotes del Corazón de Jesús
El Padre Mariano reconoció que esa era la vocación que llevaba
buscando tantos años, y se hizo religioso reparador con el nombre de Juan María de
la Cruz, en recuerdo de dos de sus grandes amores: Santa María y su paisano abulense San Juan de la Cruz.
Profesaba en la Fiesta de Cristo Rey el 31 de octubre de 1926, “en espíritu de amor,
oblación y reparación al Corazón de Jesús”. El Padre Dehón llamó primero a sus hijos
“Oblatos (víctimas) del Corazón de Jesús”; su discípulo Juan María de la Cruz iba a ser
su víctima efectiva diez años después.
Era un enamorado de los mártires. Cuando peregrinó a Roma en 1927, no se le podía arrancar de las catacumbas de San Calixto donde permanecía extasiado en oración.
A su vuelta pasó por Lourdes, donde estuvo toda la noche rezando ante la Gruta.
Le destinaron al Seminario de Puente La Reina, enviándolo a recaudar limosnas por
los pueblos de Navarra y País vasco, viajes que aprovechaba para atraer vocaciones,
difundir la Adoración Real y Perpetua al Santísimo Sacramento y predicar la ternura
del Amor del Corazón misericordioso de Jesús para con los pobres pecadores, fomentando la devoción a sus Primeros Viernes, y la práctica de su Hora Santa y su
Guardia de Honor.
A la llegada de la República comprendió que, pese a la inconsciencia de quienes la
habían traído, lo que se pretendía era descristianizar España. Fue a consolar a la abuela de unos de sus discípulos, que había perdido a un hijo misionero mártir en China, y
le dijo: “¡Enhorabuena; su hijo es un mártir; ¡ojalá tuviera yo la misma suerte de ser perseguido y morir por Cristo!”
Celebraba su misa como en éxtasis, prolongándola más de lo ordinario, especialmente el momento de la Consagración. Como se alargaba y se cansaban sus jóvenes monaguillos, como San Felipe Neri, les despedía para que le dejaran proseguir solo en su
coloquio con su Señor.
De la segura Navarra a la turbulenta Cuenca
En 1936 se hallaba en la tranquila y segura Navarra, pero a principios de julio le destinaban a Cuenca en la que el peligro era amenazador. En su serranía se halla el santuario de Garaballa que los Padres Reparadores habían adquirido pensando instalar
allí su seminario, y que por entonces era casa de reposo. Las gentes del pueblo le recibieron con franca hostilidad.
Monasterio de Garaballa
Tras el 18 de julio, ante el continuo paso de
tropas y milicias, el superior ordenó que la Comunidad buscara refugio en Valencia donde
pensó podrían pasar desapercibidos. El Padre
Juan María de la Cruz dejó su hábito y vistió una vieja chaqueta grande prestada, por
lo que sería conocido cariñosamente como “el Padre chaquetón”, y marchó a Valencia.
Sin saberlo se metía en la boca del lobo, nunca mejor dicho, pues de sus 1200 sacerdotes diocesanos, iban a ser asesinados 327, más de su cuarta parte. No tenía miedo,
y sí total confianza en el triunfo de la causa de Dios, aun cuando decía hubiera que
sufrir gran castigo por los pecados sociales de apostasía de la sociedad española.
“¡Profanar la casa de Dios es un horrendo crimen y un sacrilegio!”
Vivía escondido, pero un día tuvo que pasar por delante de la iglesia de los Santos
Juanes, joya arquitectónica barroca, que era pasto de las llamas. El celo de Dios no le
permitía contemplar indiferente el siniestro espectáculo. Se metió entre la gente y
exclamó en voz alta: “¡Esto es demasiado, no se puede profanar la casa de Dios, ¡qué crimen!, ¡qué sacrilegio!”
Los que le rodeaban le agarraron indignados: “¡Tu
eres un carca!”, a lo que el Padre Juan respondió:
“¡No, yo soy un sacerdote!” Llamaron a un guardia, le
arrestaron y le llevaron a la cárcel.
Iglesia de los Santos Juanes de Valencia
El 10 de agosto, fiesta de San Lorenzo escribía desde la cárcel a su superior P. Lorenzo Philippe, para felicitarle: “Aquí me tiene en la Celda 476 dela 4ª galería desde hace
tres semanas por protestar por el horrendo espectáculo del incendio y profanación de las
iglesias. ¡Dios sea Bendito! Hágase su voluntad. Estoy alegre de poder sufrir algo por Él, que
tanto sufrió por mí”
En la cárcel siguió sus prácticas religiosas y su apostolado con absoluta dedicación. Trazó un Viacrucis
en las paredes de la celda, lo que casi
le costó pasar a otra de castigo. Le libró el fontanero de la prisión que lo borró, lo que le supuso pasar también a ser un recluso más.
Restos de la antigua cárcel modelo de Valencia de donde el Beato salió para el martirio
Se manifestó como sacerdote ante todos los presos, ofreciéndose a consolarles y
confesarles. Dirigía en voz alta el rezo del Rosario en el patio a la hora del recreo.
Algunos le recriminaron por ello, pero él les dijo: “Como vamos a morir, lo mejor que
nos puede pasar es que muramos rezando”, y prosiguió el rezo común. Al acabar, se
arrodillaba en el suelo del patio y absorto rezaba el breviario. A las 11 de la mañana
reunía a un grupo de presos y entonaba con ellos las letanías de los santos, y los días
festivos leía en voz alta los textos de la santa Misa.
La noche del 23 de agosto abrieron el cerrojo de su celda
y le ordenaron preparase para salir. Se despidió de sus
compañeros: “¡Hasta el Cielo!”. Se supo más tarde que lo
llevaron con otros nueve detenidos hasta Silla, a una finca
llamada El Sario, un huerto de olivos que sería su Getsemaní. Colocados en fila, fueron fusilados a la luz de los
focos de un camión. Al día siguiente sus cadáveres fueron
llevados al cementerio de Silla.
Tumba del Beato en Puente La Reina
En 1940 serían exhumados sus restos, y un testigo escribe: “Llevaba su cruz de profesión y el escapulario de la Congregación perforado por dos tiros y en su bolsillo una agenda,
también atravesada por un balazo en la que consta el horario que seguía en la cárcel y los
actos prescritos por nuestra regla.”
Su restos serían traslados en 1940 a su Colegio de Puente La Reina, y sus devotos
comenzaron a editara una hoja: “Corazón ardiente”, con sus gracias y favores.
El Padre Juan María de la Cruz fue un humilde religioso que vivió sencilla pero auténticamente el lema de su Congregación: “Amor, oblación e inmolación” al Corazón de
Jesús, mediante la devoción al Santísimo Sacramento y la entrega como esclavo al Inmaculado Corazón de María.
Como fiel discípulo del Padre Dehón, vivió plenamente su carisma de amor Eucarístico y Reparación para acelerar la venida del Reino del Corazón de Jesús a las almas y a
las sociedades.
El Papa Juan Pablo II beatificaba al Padre Juan María de la Cruz el 11 de marzo de
2001.
(Extracto del texto del Padre Evaristo Martínez de Alegría, SCJ)
El secretario general de la sección española de la III Internacional, José Díaz, afirmaba en Valencia el
5 de marzo de 1937 que «En las provincias en que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado en mucho la obra de los soviets, porque la Iglesia, en España, está hoy día aniquilada».
Presbítero y Mártir
Martirologio Romano:
En la ciudad de Gandía, de Valencia, España, beato Tomás Sitjar Fortiá, presbítero de
la Compañía de Jesús y mártir, que, persecución contra la Iglesia, derramó su sangre
por Cristo (1936).
Fecha de beatificación: El Papa Juan Pablo II lo agregó al número de los beatos proclamados el 11 de marzo del 2001, en la ceremonia en que beatificaba en la Plaza de
San Pedro a 233 víctimas de la guerra civil española.
Tomás Sitjar Fortiá nació el 21 de marzo de 1866 en Girona (Cataluña), e ingresó en
la Compañía en el noviciado de Veruela (Zaragoza), el 21 de julio de 1880. Estudió
Filosofía en Tortosa, y durante ocho años hizo su magisterio enseñando Filosofía en
el Seminario Diocesano de Montevideo (Uruguay).
Volvió a Tortosa para estudiar Teología y recibió el sacerdocio en 1900, enseñando
luego Filosofía durante nueve años en el mismo lugar y luego en Sarriá. Acto seguido
fue nombrado superior de la residencia de Tarragona (1923-1929), y hasta la supresión de la Compañía en España, sería rector de Gandía (1929-1932). Desde entonces
hasta el estallido de la guerra en julio de 1936 vivió en un apartamento con el H. Pedro Gelabert.
Una semana después (25 julio 1936), se oyeron fuertes golpes en la puerta, pero el P.
Sitjar no abrió hasta que su compañero no saltó por una ventana. Le apresaron y llevaron a una escuela convertida en cárcel. A la mañana siguiente se le unieron los H.
Gelabert y Ramón Grimaltos Monllor y el P. Constantino Carbonell Sempere.
Algunos amigos les visitaron y les facilitaron comida y ropa, hasta que el día 17 y 18
de agosto desfilaron ante un tribunal, sólo para esperar que uno o dos días más tarde, prometiéndole que le pondrían en libertad, llevaron a Sitjar con otros dos presos
cerca de Palma de Gandía, y allí a las tres de la madrugada les ejecutaron.
Los otros jesuitas fueron fusilados camino de Valencia el 23 de agosto, mientras un
total de 12 jesuitas (7 sacerdotes y cinco coadjutores), cayeron de modo similar entre el 19 de agosto y el 29 de diciembre.
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