211 ARTÍCULOS MISIÓN PROFETICA DE LA IGLESIA EN LOS TIEMPOS ACTUALES Joseph Comblin 1 EL PROFETA Y SV MISIÓN * Actualidad del profelismo En la actualidad hay un renacimiento del toma del profetismo en la conciencio que la iglesia toma de sí misma. En la eclesiología de los siglos modernos ya no se hablaba de profeLas. Se hablaba da los profetas del Antiguo Testamento en la apologética y se presentaban ;sos profetas como hombres-milagros. Se citaba el argumento de lus milagros como señales de! origen divino de la Biblia y como prueba de la veracidad de las afirmaciones de Jesús sobre sí mismo. El haber sido anunciado por los profetas y el haber cumplido las profecías era argumento perentorio: Jesús contaba con el apoyo de Dios. De los profetas citados en el Nuevo Testamento, se decía que habían desaparecido con la generación apostólica, así como también los demás cansmas. Una vez organizada la jerarquía en su forma completa —la que conocemos todavía hoy— los carismas se hacían inútiles. Todos los individuos que habían manifestado pretensiones de profetismo en la historia de la Iglesia, eran falsos profetas. El tiempo de los profetas había terminado. Así decía la teología común hasta el resurgimiento de la nueva eclesiología después de la primera guerra mundial. Sin embargo, hoy día. el tema recuperó su vigor en forma suficiente para que el Concilio Vaticano II lo introdujera en la constitución sobre la Iglesia. Lumen Gentium. Dice la constitución: "El pueblo santo de Dios participa también del don profético de Cristo" (N" 12); "Cristo, profeta grande, que por el testimonio • La 2? parte de L-.-IL- artícjl-j será publicada en nuesrro número de Julio. de su vida y por la virtud de su palabra proclamó el reino del Padre, cumple su misión profética hasta la plena manifestación de la gloria, no sólo a través de la jerarquía, que enseña en su nombre y con su potestad, sino también por medio de los laicos, a quienes, por ello, constituye en testigos y les ilumina con el sentido de la fe y la gracia de la palabra, para que la virtud del Evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y social" (N1.1 35). En los dos textos, el lema del don profético está colocado al lado de los temas del testimonio, del Evangelio, del sentido de la fe y de la predicación de la palabra. Sin duda, de los textos citados no se puede inferir ninguna explicitación muy clara del concepto de profetismo que se atribuye a los laicos y a la Iglesia en general. Hasta cierto punto, el Concilio trata de una misión general, de la que los conceptos de '•palabra", "sentido de la fe", "evangelización", "testimonio" expresan diversos aspectos. Sería excesivo afirmar que el Concilio contempla todos estos términos como sinónimos. Podemos aceptar que los toma a todos como bastante cercanos. Pero, todo indica que cada uno está llamado a expresar un aspecto de la misión de los laicos para la que no existe nombre privilegiado. Se hablará de una misión profética o de una misión de testimonio, de una misión de evangelización, etc. Ningún término lo dice todo y cada uno tiene un elemento significante propio. E! Concilio no explicila el significado propio del concepto de "profelismo" o de '"don profético" o de "misión profética". Tampoco ofrece una interpretación del significado del profetismo bíblico o del concepto de profeta en la Biblia. Por lo tanto, será legitimo buscar esa explici- 212 tación en el contexto liislórico, os decir en las corrientes teológicas que influyeron para que el Concilio asumiera el tema en una constitución tan importante como Lumen Gentium. Además, los textos conciliares dejan las puertas abiertas a la reflexión ulterior. Desde entonces, el interés por el profetismo se mantuvo. En 1968, la revista Concilium dedicaba un fascículo (N? 37) al profetismo en la iglesia de hoy. La revista Lumiére et vie (Lyon) le reservó su último fascículo de 1973 (N-1 115). En la vida de cada día se invoca cada vez más la mií-ton profética de la Iglesia en las reuniones de pastoral, en la reflexión, en los panfletos, en los documentos eclesiásticos. En América latina, sobre todo, se habló mucho del profetismo en la Iglesia. Pero, no se determinó mucho el alcance de ese concepto. Así. por ejemplo, los obispos y superiores mayores del Nordeste del Brasil que publicaron el documento famoso "He oído el clamor de mi pueblo" (6 de mayo de 1973) ', invocan diversas veces su "misión pastoral y profética". Entienden que ese documento es una expresión adecuada de la misión profética. De cierto modo, podemos reconocer que no hay necesidad de determinar previamente el significado de ese profetismo. Sus actos lo definen. Por los actos eclesiales tales como ese documento que emana de la Iglesia del Brasil, se manifiesta en qué consiste la misión profélica, y no hay otro camino para definirla. En último término, es verdad: la Iglesia tiene luz y fuerza para descubrir en una época determinada el alcance de su misión. Sin embargo, es verdad también que los actos de la Iglesia no están aislados. En cada circunstancia, los obispos o los cristianos en general se refieren a los actos anteriores dados por otros en ocasiones similares. Los obispos de hoy no están ligados por un deber de imitación literal de los obispos de ayer. Pero, la continuidad de la vida lleva naturalmente a una continuidad en las expresiones. El mismo rol cristiano ejecutará actos semejantes en ocasiones semejantes. La teología no tiene por qué proponer ni a ios obispos ni a los cristianos un esquema de acción. Sin embargo, ella puede iluminarlos mostrándoles la continuidad en que están colocados. Por eso, no será superfluo mosirar en la circunstancia actual ia manifestación de un resurgimiento del profelismo a fin de que aparezca mejor lo que la Iglesia busca en estos tiempos, n veces sin formularlo completamente. Nuevos profetas en la Iglesia Por lo que hemos podido averiguar, parece que la aplicación del título de profeta a determinadas personas en el siglo XX tuvo inicio en Francia. Hubo precursores: Newman, por ejemplo, había destacado la misión de un profetistno en la Iglesia, y é! mismo era venerado como un profeta verdadero por sus contemporáneos, ya en el tiempo de Oxford \ Rosmini también aparecía como un profeta con su libro sobre las cinco llagas de la Iglesia; el libro, realmente extraordinario anunciaba en 1848 toda la eclesiologia del Vaticano [1; fue condenado, pero se levantó la censura eclesiástica en 1967 \ Newman o Rosmini son precursores: fueron reconocidos por pocos en su época. En cambio, en el siglo XX, ciertas personas fueron designadas por grandes muchedumbres. Así sucedió con Léon Bloy. Su intérprete y discípulo más ilustre, lacques Maritain cuyo influjo profundo en el pensamiento de Paulo VI es muy conocido, fue también llamado profeta por muchos. Además Maritain atribuye a los profetas un rol importante en la sociedad, sobre todo en la sociedad de hoy4. El mundo de Bloy-MaritaLn es una de las primeras fuentes de la concepción moderna de un profetismo cristiano. Otra fuente es el mundo de Péguy-Mounier. Además hay interferencias numerosas entre los dos mundos, aunque hayan permanecido siempre distintos. El punió de partida de Péguy es el mismo de Bloy: la percepción de la miseria, el colocarse cu el eje de la miseria. De ¡illí parte su mensaje profético para la Iglesia y el mundo. A los ojos de la generación de Mounier, Péguy tenía un mensaje profético sobre el hombre; en él se manifestaba una voz absoluta y radical. El 1 1 t u u u i í us ctMnons de meu i>úvo (Éxodo, III, 7). Documento de bispos c lupertores ruti^io^os do ^o^dtb[l I . Edllora henoditina de Salvador, Bahía. Traducido en pune en Mtnsaje de nov. Ji^. 1973, p . ^6b-^70. Ver al articulo ik- Cl es Dossaln sobre Newman i n ilc ConuWum. ROSMINI, A. Dellc clnquc piache dcll'a Sania Chlcsa, Lugano, 1848. «Cfr. BARS, Hciirv. Marilnin en nuestros ttíni, Ed. Eslelli, Bareelom, 1962, p. 197-127. 1 213 ni Siente profundamente a su pueblo mismo Mounier lo explícito en un lenguaje de acción y de reflexión sobre la sociedad. Sabemos que para las generaciones siguientes formada; en Francia por el grupo Esprit, el mismo Mounier es venerado como profeta de los tiempos actuales. Desde entonces, o sea. después de la segunda guerra mundial, los cristianos reconocieron profetas en otras figuras eminentes, Pero el título de profeta guardaba siempre algunas de las características de las dos líneas Bloy-Maritain y Péguy-Mounier. Hoy día se da el título de profeta, por ejemplo, al papa Juan XXIII, al patriarca Máximos ÍV, a dom Helder Cámara, Martín Liilher King, Soederblom. Teilhard de Criardin. Conviene analizar un poco el conlcnidu de esc título de profeta a ese nivel de desarrollo histórico, E. Mounier elabora su idea del profetismo en su libro sobre el personalismo. No hace más que renovar la distinción de Pcglty entre mística y política dándole forma más teórica y menos poética. Según Mounier, una acción verdaderamente humana camina cuín: dos polos y debe recibir el impacto de los dos, procurando una conciliación o una combinación entre las dos tendencias que emanan de ellos. Por un lado hay el polo ele l.¡ profecía, y, por otro ludo, el p o l ü de í¡i p»liiii;¡ El profeta es el hombre de lo absoluto, el que afirma o recuerda el valor absoluto y las exigencias de lo absoluto: lo absoluto de Dios y del hombre, de las exigencias morales. Al revés, el político es el hombre de lo posible, el que se acomoda a la situación, utiliza los medios disponibles5. El político busca la eficiencia. El profeta no busca deliberadamente la ineficiencia, pero no sacrifica lo absoluto a la eficiencia y está dispuesto a aceptar el fracaso para no ceder. 1£1 politieo confía en los medios cercanos y no hace distinción entre medios morales o no, con la condición de que sean eficaces. El profeta cuenta poco con los medios técnico» y casi únicamente con la fuerza de conversión y convicción de lo absoluto. Dice Mounier que el profeta puro al buscar compromisos puros, se condena a nunca actuar. Al revés, el político puro siempre actúa, pero no es humano. Todo compromiso humano es parcial y ambiguo, imperfecto, mitad profecía, mitad política. De allí la famosa expresión de Péguy reasumida por Mouníer: las bellas almas tienen las manos limpias, pero no tienen manos. Hay que estar dispuesto a ensuciarse las manos. El profeta puro cae en el fanatismo. El político puro cae en la corrupción y la inmoralidad. Las vocaciones no están igualmente distribuidas. Hay personas más inclinadas hacia la política, y otras hacia la actitud profética. Por su lado, Marilain elabora la figura de León Bloy y crea a partir de una línea de reflexión original, a partir de su experiencia propia también, el concepto de minorías profélicas o de profetas del pueblo del que habla en su libro sobre et hombre y el estado*1. ¿Oué son las minorías proféticas o los profelas del pueblo según Marilain7 En primer lugar son personas que sienten, perciben y sufren más profundamente que los otros a su tiempo, a su pueblo. Sienten el mal del hombre, tienen del mal una experiencia más fuerte. Perciben, en segundo lugar, lo que hay más oculto en el hombre y en el presente, la esperanza y e! movimiento que animan la historia actual. En lercer lugar, el profeta es el hombre que se siente forzado a hablar, no puede no hablar. No habla porque así lo eligió, sino porque siente el impulso de una fuerza más fuerte que él. "Amenaza, denuncia In ruindad y el mal porque está poseído por la justicia"7. Un cuarto ¡ugar, las minoría;) proféticas cumplen un papel social: pues despiertan al pueblo adormecido. Los pueblos no se mueven espontáneamente. Necesitan del estímulo de profetas que les muestren el presente y el porvenir, y les inspiren ánimo y confianza. Los profetas son los que saben despertar para la libertad y no utilizar a los hombres en unu forma de esclavitud. Esas dos concepciones del profetismo maniFiestan una realidad social: los profetas de los que hablan corresponden a lo que la documentación del N" 37 de la revista Concilium llamaba "los profetas en la ciudad terrestre" (pág. 115-129). ' Cfr. MOfMI-R, I. . Le ptrsounallsmc (Que su¡s.|V>). PUF, l'iiris. 19+9, p lili 114 »Cfr. MARITAN. I,, l.'llummc el i'Etsi, PDF. París, I95J. p. 129-137. H\RS. Hetlry, Marllalri en nufslros días, n 112. 214 Tanto en la línea Péguy-Muunier como en la línea Bloy-Marilain, [a categoría de profeta procede directamente de una experiencia de la realidad Eocial. No procede ni de la Biblia, ni de la tradición teológica, ni de experiencias de la comunidad cristiana. Sin embargo, las categorías sacadas del análisis social pueden lener gran imporlancia para la interpretación del cristianismo y su aplicación a la vida. La teología procede necesariamente a partir de concepto; formados en la experiencia humana común. En este caso, el concepto de profecía surgió en medios particularmente imbuidos del mensaje cristiano. Es evidente que los autores que hemos citado, han visto y destacado una analogía entre los profetas bíblicos y ciertas realidades, ciertos papeles asumidos en la sociedad de hoy. Para ellos, el papel de profeta todavía tiene significado en la sociedad actual, aunque en un grado de analogía que ellos no quieren explicitar. De lodos modos, ni Mounier, ni Maritain quisieron examinar el profetismo del que hablaban, en el contexto de la teología. Pero, lo que ellos no hicieron, algunos teólogos quisieron asumir el riesgo de hacerlo. Algunos teólogos tomaron el concepto de profeta de los autores citados haciendo de él un concepto teológico, aplicándolo a la Iglesia y su misión en el mundo. La iniciativa, la tomaron Y. Congar y Ch. Journet. Los otros se contentaron con repetir lo que estos dos dijeron. Hubo aquí también un precursor: el P. U. Clérissac, O. P., autor de una eclesiología que anticipó en muchos elementos la eclesiología conciliar. Le mystére de l'Eglise, 1918. En ese libro había un capítulo dedicado al don profético en la Iglesia. Conviene notar las relaciones estrechas entre Maritain y el P. Clérissac. Seguramente habrá algo de esa teología subyacente a la idea de Marilain. Como siempre, la eclesiología del cardenal Journet se inspira en la filosofía de Maritain. y su concepto de proíetismo es exactamente el de Marilain. La novedad es, que Journet coloca en la Iglesia a esos profetas que Maritain descubría en los pueblus. Para Journet, los profetas tienen en la Iglesia el mismo rol que los profetas de Marhain en la sociedad global. Journet no les atribuye ninguna misión especial en el mundo. Habría, por lo tanto, dos series paralelas de profetas, una para la Iglesia, otra para la sociedad. Según Journet, los profetas "saben discernir los sentimientos profundos de su época, saben diagnosticar los verdaderos males y prescribir los verdaderos remedios. Mientras la multitud parece ciega, y los mejores vacilan o tantean, ellos se lanzan hacia el objetivo con un instinto infalible y sobrenatural. La visión retrospectiva de los siglos mostrará lo acertado de sus visiones. San Atanasio o S;in Cirilo, San Agustín o San Benito, Gregorio Vil. Francisco de Asís. Domingo han visto como en una claridad profética, la marcha de los tiempos y la oriemación que había que dar a ?as ¡ilmas. El autor de la Ciudad de Dios, el contemplativo que fundó hace ochocientos años la regla siempre viva de los cartujos, Santo Tomás que, trescientos años antes de la Reforma, elucidó las verdades que iban a ser las más discutidas de los tiempos nuevos, Juana de Arco, Teresa de Avila, estos son los verdaderos profetas de la Iglesia"9. Como en Marhain, el profeta es el que percibe lo más oculto de la historia, mejor y antes que los otros, el que puede dar las orientaciones, abre los caminos y despierta a la Iglesia. Y. Congar dedicó un capítulo a la misión de los profetas en la Iglesia en su gran libro sobre Verdadera y falsa reforma en la Iglesia (í' «d. francesa en 1950 en la colección Unam Sanctam, cd. du Cerf, París). Su doctrina es mucho mus ecléctica que la do Journet'. Su exposición comienza por una evocación del profeta según la línea de Péguy-Mounier <sin citarlos). El profeta es el hombre de lo absoluto. lin la Iglesia también existe una "política" que es acomodación, adaptación, utilización de todos los medios disponibles sin gran rigor crítico en nombre del criterio de la eficiencia. A los "políticos" se oponen los profetas que son los intransigentes, los hombres de lo absoluto. Los profetas provocan la contradicción y no la evitan. Practican la audacia y no temen el fracaso. Iji seguida, el autor añade dos elementos que Invienen de la nueva teología. En primer lugar, el prufeta es el hombre de la verdad pura que se opone a los formalismos y los ritualismos. Es el hombre del acto y el acontecimiento frente a las estructuras y las instituciones. Ese concepto deriva de la exégesis del Antiguo Testamento del siglo XIX, en que se contraponen la figura del profeta y la del sacerdote. Recién los historiadores matizaron baBtante la distinción. Perú ella es un punto de partida inevitable de toda exposición sobre los profetas del Antiguo Testamento. Allí la encontró el P. Congar. El segundo elemento procede de la nueva teología de la fe del siglo XX. Hay dos tipos de conocimiento religioso: uno racional, frío, discursivo, sistemático, otro, intuitivo, contemplativo, apasionado. Existen también los dus tipos correspondientes de enseñanza. El concepto de proíetismo conviene al tipo intuitivo, entusiasmado, proferido con acento de persuasión. Claro está que esc tercer concepto de profetismo permanece muy general e indiferenciado. Pues, hay diversos tipos de conocimiento entusiasmado c intuitivo a los que el nombre de profetismo conviene en un ' [OURNET, bescléc üc •> CONGAR, Ccrf, París, Charles, L'EglIsc du Verbc Incarní, I, I- 2c i d , , Brouwar, Bruees, 1955, p. 174. Y. Vrnie el fausse reforme daus 1'Egllsc, tú. du 195U, ctapltre III, p. 196-22S. 215 sentido muy vago: e! conocimiento místico, el fervor popular, el pietismo. la devoción, ele. Finalmente, Congar alude también en un cuarto significado al sentido de Maiilain: el conocimiento profético se refiere a In misión de la Iglesia, por lo tanto a la ejecución del plan de Dios en un tiempo determinado; el profeta percibe el significado de los acontecimientos y su exigencia para los cristianos. Por olro lado. Congar tiene conciencia del proceso que umi teología vulgar imprime al concepto do pro fetismo. Como toda ciencia establecida y toda ortodoxia, ta teología católica reacciona ante el surgimiento de un concepto nuevo en una forma puramente oportunista: adopta el nombre, lo aplica a uno de sus elemenlus preestablecidos y quita al concepto su contenido propio reduciéndolo a un concepto tradicional. Así, algunos !¿ólogos pudieron aplicar el nombre de función profélica a lo que llamaban "magisterio" o misión de l:i palabra. En esa forma, no necesitan cambiar el conlenido de la teología y parecen integrar las percepciones nuevas de la Iglesia. Mantienen el significado tradicional de la función dicha de enseñar o de magisterio y le dan el nombre de función proíétieo. La palabra "profética" nada añade al concepto antiguo •*. El teólogo parece integrar un concepto nuevo. En realidad lo rechaza. Congar distingue entre un concepto de profelísmo en sentida amplio: es el concepto usado en ese sentido; y un concepto en sentido propio. A ese concepto propio, él mismo atribuye esos cuatro contenidos diferenics (aunque no necesariamente incompatibles). El "no" de los profetas Hasta el momento, hemos hablado del profel timo como una categoría de hombres que actúa "en medio" de un pueblo o de la Iglesia Hemos dicho que los profetas se distinguen por un modo de conocer y hablar. Como Congar y Journet lo indicaron, los sentidos del profetismo citados hasta ahora se sitúan bastante bien dentro de la trayectoria del lomismo. Pues Sto. Tomás enseña que siempre hay y habrá profetas en la Iglesia: "en cada época no fallaron algunos dolíalos del espíritu de profecía, no para dar a conocer doctrinas nuevas, sino para [a dirección humana (ad humanorum actuutn directionem)" ". Sin embargo, en la misma época, la Iglesia cristiana tuvo que enfrentar otro tipo de problema y descubrir de nuevo el profetismo por otro camino. Ubicamos así una segunda fuente del concepto actual de profetismo. La situación nueva es el surgimiento del totalitarismo y sobre todo de su forma más virulenta, el nazismo. 111 11 P o r e j . F A Y N E L , P . . L ' E g l l s c . t. 2 . S u m n i i i ihL'oloRica. l i a I l ú e . q . 1 7 4 , C o m m . In M i . X I . 1 3 . 3 — Mensaje La victoria de! nazismo en Alemania provocó una crisis en las Iglesias. El nazismo era un desafío nuevo e imprevisto. Muchos cristianos procuraron una forma de acomodación entre las exigencias de Cristo y las exigencias del nuevo nacionalismo totalitario. Otros denunciaron esa traición de la soberanía de Jesucristo. En la Iglesia protestante como en la Iglesia católica se produjo una división profunda. Además el fascismo produce inevitablemente una división de la Iglesia, siempre y en todos los países. En la Iglesia reformada de Alemania, hubo una división incluso institucionalizada. En 1934, la "Iglesia confesante" se separó de la Iglesia protestante oficialmente reconocida por el Estado para no comprometerse con sus actitudes de sumisión excesiva a la política nazista. El portavoz de la Iglesia confesante fue Karl Harlh. El mismo Barth fue quien descubrió así en la práctica y la teoría la necesidad de un profelismo en la Iglesia. La experiencia nazista muestra que la Iglesia siempre tiene una posición política, aunque no pueda constituir un partido político. Ella es afirmación de la soberanía de Jesucristo también en la vida política. Pues no hay ningún área de la vida en que no debamos reconocer que Jesús es Señor, y en que tengamos que someternos totalmente a otros señores. El profetismo es la voz de la Iglesia en el campo político frente a los totalitarismos. El Estado nazista es un nuevo ídolo, la idolatría de los tiempos modernos; y la afirmación de Dios incluye necesariamente el rechazo de la soberanía total del Estado. El profelismo es tarea de la comunidad eclesial en su totalidad, no de algunos miembros solamente a. Desde entonces, ese nuevo sentido de la profecía —testimonio que se opone al totalitarismo de un estado que pretende dirigir totalmente a los hombres— nunca ha dejado de ser actual. El significado que Barth dio al profetismo moderno, permanece actual. Después de la guerra, les tocó a los católicos franceses, sobre todo por causa de la guerra de Argelia. Esa guerra fue un drama de conciencia para los católicos. Los métodos de represión usados por los franceses en Argelia, la tortora sistemática y científica, las represalias, el T o u r n j l i , 1 9 7 0 . p li I I ¡i.6, ac) 3 . Cf. lumbiOn " Cfr. Din Kirchllche Dogmnlik, IV, 3. 1")W. p. 1027 a. 216 "¡labia en mi corazón un fuego ardiente" (Jeremías 20, 9), genocidio, levantaron protestas entre los católicos. Sin duda alguna, la rebelión de la conciencia cristiana de los franceses fue uno de los elementos que llevaron finalmente al fin de la guerra y a la concesión de la independencia a k nueva república de Argelia por el general de Gaulle. De las reflexiones cristianas en esa situación, tenemos un documento teológico que constituye otro paso en adelante, (le! dominico francés M. D. Chenu. Chenu usa el método teológico que consiste en examinar un caso histórico contemporáneo por su proyección en un caso similar de! pasado. Chenu evoca la guerra de Argelia en e! caso histórico de los dominicos españoles y gran parte de la Iglesia católica del siglo XVI que se levantaron contra los métodos de los conquistadores. Entre todos, el profeta de los tiempos modernos es Bartolomé de Las Casas. Chenu estudia el prolelismo de Las Casas ' \ ' Cfr. 1 1CliCNL', M.-D., ProphCtcs el [Híologlcns dans l'Cgtlsc. puro ' : de Dieu. L'H Masses ouvrlcfcs, N ' 200. octubre ]<)£)>, p. 54-7U. asumida en L'C'vanfíHc don* le lempa* éd du Cerf, ¡i. 201-212. 1. Las Cuí.íii. llene la inteligencia de los movimientos de la historia. 2. F.l profeta percibe lo nuevo de una situación imprevista y la insuficiencia de los comportamientos tradicionales, las costumbres, las respuestas de siempre puní enfrentar tn novedad del caso que surgió. 3. Vive en comunión con los hombres de su tiempo, percibe sus peligros y vive sus aventuras. 4. La mirada del profeta ¡¡ene la claridad y Sa oscuridad de su tiempo. Eslá limitada por su tiempo, pero no apunta a la eternidad sino a la actuación en su tiempo. 5. Frente al acontecimiento1 nuevo, el Evangelio surge de nuevo como una palabra nueva, una palabra que desconcierta a los doctores y los pastores, acostumbrados a canalizar el dinamismo del Evangelio por caminos bien conocidos y s,in sorpresa, lil Evangelio ES de nuevo una sorpresa. 6. Frenle al acontecimiento y la predicación de Las Casas, las instituciones eclesiástica» vacilan, no saben como reaccionar, se dividen: algunos rechazan indignados las acusaciones de Las Casas; otros las aceptan. De lodos modos, el profeta divide. 7. Le falta a veces realismo. Tiene ilusiones. Sus soluciones son. a veces, errores o fallas: así la propuesta tic la importación de esclavos negros para li- berar a los indígenas. 217 8. Lo que lo mueve, es la miseria de los hombres y la injusticia. Las Casas habla a los pobres. A los pobres las inslitudones los marginalizan y los temen. 9. Las Casas permanece fiel a !a caridad y la comunidad eclesial. F,sta finalmente reconoce el valor de su prafolismo al nombrarlo obispo de Chispa. Después del combate profético contra la guerra do Argelia, hubo el caso del Victnam y la lucha de cristianos, protestantes y católicos en los talados Unidos. Al misino tiempo aparecieron nuevas formas de tesiimonio y profelismo en diversas naciones de América latina, sobre todo en el Brasil. Muchas veces se habló a propósito de ello de una forma de profetismo y ese profelismo se define siempre en la línea de Barth (con más razones se invoca el ejemplo de Las Casas y los misioneros españoles del siglo XVI). El profelismo bíblico Por lo dicho hasta ahora, queda claro que los nuevos conceptos de profetismo han surgido en la Iglesia como respuestas a nuevas situaciones y como reflexión sobre las fuerzas que actúan en la sociedad cristiana o la sociedad global. Por otro lado, nadie habría pensadu en dar a las misiones y los roles así destacados el nombre de profetas y profetismo si no hubiera habido una nueva lectura de los profetas bíblicos. La teología se construye a partir de los nuevos desafíos de la Iglesia y también a partir de una nueva lectura de la Riblia. Los dos elementos interfieren constantemente a lo largo del proceso. La lectura nueva de la Biblia ilumina la interpretación de los acontecimientos, y los nuevos acontecimientos t> las nuevas situaciones ayudan a leer la Biblia de modo renovado, sacando de ella aspectos olvidados o nunca percibidos hasía el momento. En realidad hemos hecho en el siglo XX una nueva lectura de los profetas bíblicos. Mientras se buscaban en los profetas previsiones de íiconiecimienlos futuros para, poder constatar el hecho milagroso de que la vida de [esús había sido anunciada y descrita con mucha antecedencia, la lectura de los profetas no podía iluminar mucho las situaciones actuales. Lo que se buscaba en los profetas era justamente el pasado: cómo en el pasado habían podido prever el porvenir. La exégesis de! siglo XX (anunciada ya en el siglo XIX) descubre la historicidad dü los profetas. Ella muestra en los profetas el carácter humano. Los profetas aparecen como hombres que tuvieron una actuación en su tiempo. En lugar de destacar algunos textos milagrosos, la exé^sis actual procura comprender el significado de las prufedns un MI contexto humano, social, histórico. Lo que vale de los profetas es el conjunto de su vida. Su vida es testimonio. Su vida entera y su obra entera constituyen un significado. Se cree que el mensaje de los profetas guarda una actualidad permanente. E! Nuevo Testamento no suprime el profetismo. sino lo supera y lo sublima en |esús y la Iglesia. ¿Qué fue entonces el profelismo del Antiguo Testamento? No podemos en el cuadro de un artículo condensar un siglo de labor exegética. La distinción bruíal entre sacerdocio y píofetismo fue matizada ad infinitum. El sacerdocio era institución, tradición, formalismo, repetición: el profetismo era espontaneidad, novedad, unicidad del acontecimiento, libertad de la palabra de Dios. Se descubrió que hubo en Israel, como en otros pueblos, un profetismo institucionalizado, muchas veces al servicio de la sociedad establecida para darle la razón, dándole lo que se llamaría hoy día una ideología. Pero los verdaderos profetas de Dios nunca se dejaron vincular por las escuelas de profetas. Por otro laclo, no todos los profetas se oponen de igual manera a todas las formas de cullo. Lo que más nos interesa aquí es el contenido del profelismo, o sea su objeto. Ahora bien, hay actualmente un cierto consenso en cuanio a ese contenido. 1. En primer lugar, los profetas hablan de-ntro de una situación determinada sobre acontecimientos determinados para personas determinadas. No enuncian principios como los libros sapienciales, I iablan de realidades concretas de la historia actual, de lo que está pasando ahora. Hablan no de una idea de Dios, sino de la presencia de Dios en una circunstancia determinada. Su Dios es un Dios que dice su voluntad a los hombres en delerminadas circunstancias. Por eso. el profeta acusa, amenaza, exige, y también consuela. Se espera de su mensaje una respuesta a problemas concretos. Lo característico de 218 la palabra profética es su inserción en un liempo concreto. Ahora bien el mismo carácter se puede percibir en la predicación de Jesús y la del Nuevo Testamento. En eso sobrevive en cllus el espíritu profétieo w. 2, En segundo lugar el profeta tiene ante sus ojos el porvenir. Su predicación es anuncio y promesa. Pero las predicciones sobre el futuro tienen una función de actualidad, jamás se trata de acontecimientos futuros considerados en si mismos, sino como términos de conductas presentes. Se anuncia en eí futuro la promesa o la amenaza contenida en el modo presente de actuar. El porvenir es !a retribución divina del presente. Por eso, las predicciones carecen de precisión, sobre todo en cuanto a los plazos. Los profetas confunden las distancias en el tiempo. Ven como cercanos acontecimientos que pueden llegar con mucho retraso. Lo que les interesa es ei juicio de Dios sobre el presente, más que la época en que Dios va a cumplir ese juicio. 3, El profeta es también el que recuerda constantemente el pasado. Pues ve en el pasado la figura del presente y del futuro. Para él. el tiempo presente no es único. Es una etapa nueva en una historia que se renueva constantemente y en la que los mismos dramas se renuevan. El futuro que anuncia es también la renoración del destino manifestado por toda la historia anterior. E! profeta es el que actualiza la historia de Israel en un momento determinado. Si fuera sülamtnte el profesor que enseña una filosofía de la historia, no sería profeta. Rl profeta es el que lee la historia en el momento; y no solamente la lee, sino que la cumple. El hace la historia de Dios por su palabra que es testimonio del Dios verdadero. "El profeta es, pues, consciente de estar dentro de una larga historia, en la cual le correspondo ;i t51 una misión. Misión que ve fundamentalmente —lo mismo que los más antiguos vidcnies y profetas— en continuar sin desviación ese proceso histórico o en restaIJICCLTIO, esto es. en defender al Israel constituido por ^•s sctvíficas e irrepetibles de Dios en la historia —defendiendo a la vez la auténtica fe en Yahvé. la única que conviene a su naturaleza— contra toda comaminación. Falsificación, debilitación o mezcla. Toda ILI predicación profética eslá al servicio de su misión centrada en la historia de la salvación. Tanto en ln amenaza del juicio como en la promesa de sal4 Ver d art. Profuin do N, Fttgtlster en H Files u l i r . l . Conceptos fundamentales de la teología, I. III, c d . Cristiandad, Madrid. l % b . p. iJR-'i'H. vaciún se irala siempre, en último término, de restablecer, renovar o profundizar la antigua relación entre Yahvé e Israel. Por CM> la* promesas de redención están vinculadas a la pasada historia de la salvación, y el profeta ve y anuncia Ins futuros acontecimientos salvíficos como una imagen más clara y niás amplia de esa historia pasada" a . Lo propio de los profetas es finalmente su concepción de Dios. Para ellos. Dios no es objeto de una ciencia ni de una doctrina religiosa. Es alguien que juzga lo que los hombres hacen en un momento determinado de la historia. Creer en Dios no es aceptar una filosofía, ni una doctrina sobre Dios, sino aceptar su juicio sobre lo que pasa en la historia de hoy. Predicar a Dios no es exponer un catecismo sobre los atributos abstractos de un ser abstraclo, sino manifestar lo que dice Dios en la historia actual. Los demás dioses son ídolos inventados por los hombres para darse motivaciones, disculpas, justificación de lo que hacen. El adversario del profeta no es el a ico, sino el falso profeta, o sea el que anuncia un dios que agrada a los hombres y justifica lo que hacen, un dios que los hombres se crean a su imagen y semejanza y después lanzan en el universo para fingir que lo adoras, mientras en realidad ellos adoran las obras de sus manos. Los profetas del Nuevo Testamento En realidad, no basta con una referencia de los roles actuales al profetismo del Antiguo Testamento. Para los cristianos !a referencia al Antiguo Testamento es siempre indirecta. ¿Hasta qué punió [Halemos encontrar en los profetas antiguos una luz para la Iglesia de hoy y la actuación de los cristianos? La respuesta a esa pregunta está subordinada a un problema anterior: ¿qué pasa con ei profetismo en el Nuevo Testamento? Para decir la verdad hay que reconocer que el profetismo del Nuevo Testamento había sido olvidado durante siglos. Lo hemos redescubierto recién, y mucho más tarde aún que el profetismo del Antiguo Testamento. Aparentemente el papel del profetismo parece muy disminuido en el Nuevo Testamento, si se hace la comparación con el Antiguo. En . i, ni, Protcln, I. 6., p. i)Cv 219 Testigo de Dios entre los hombres efecto el tema "profeta" y los derivados de la palabra "profeta" ocupan un espacio mucho menos importante. Pero una mirada más atenta desmiente inmediatamente esa impresión basada en el vocabulario. Fn realidad el rol del profelismo es más importante aún en el Nuevo Testamento que en el Antiguo. En efecto, en el Antiguo Testamento, los profetas encuentran competidores muy fuertes en la dirección del pueblo de Dios: al lado de ellos, están los sacerdotes, los sabios (de los libros de sabiduría) y los doctores de la ley (los que redactaron y comentaron las leyes tan numerosas de la Biblia). En el Nuevo Testamento, los sacerdotes desaparecen; desaparece también la función de doctor de la ley o escriba; queda muy disminuida la importancia de los sabios. Aunque A mismo Jesús haya recibido y aceptado el título de maestro, parece claro que él lo transformó y lo asimiló a la función profética en gran paite. En primer lugar, el profetismo se atribuye al mismo Jesús, b's verdad que se le da pocas ve- ces el título (6 veces en S. Lucas y 4 veces en S. luán). El mismo no parece haber pedido el título de profeta. Pero lo que sucede en el Nuevo Testamento es que a\ título de profeta y la la Función profética han sido reemplazados por el título de palabra y la función de palabra de Dios. Ahora bien, el concepto de palabra no nos aparta del profeta. El profeta no es natía más y nada menos que el portador y el instrumento de la palabr¿i de Dios, fin Jesús subsiste la pura palabra. Por lo tanto, el profeta puede desaparecer, lesús no es menos que un profeía, ni otra cosa. Es la misma profecía reducida a su esencia, sin la mediación de un instrumento imperfecto, lesús es todo lo perfecto, todo lo positivo que hay en la profecía, y nada de lo imperfecto y negativo. Lo imperfecto es la presencia de un hombre en la mediación de la palabra. En el profeta, no hay adecuación entre la palabra y el portador. El portador es siempre inferior. En fesús el portador es la misma palabra. En Jesús todo habla de Dios y no solamente algunos discursos. Jesús es palabra de Dios en todo lo que es, hace y dice. Es un superprofela. Lejos de desaparecer, la profecía alcanza en él su punió culminante. El título ele "palabra de Dios" al que tiende toda la evolución de la cristología del Nuevo Testamento es la sublimación del proíetismo. En realidad, las características de la profecía del Antiguo Testamento se encuentran en forma radical en toda la misión de lesús. Después de Jesús, la Iglesia. Con la Iglesia aparece el nuevo pueblo de Dios, o sea el Israel transfigurado. Con el cambio radical en Israel, aparecen también cambios en la función pmíctica. En realidad asistimos a un desdoblamiento del rol profético de acuerdo con los nuevos aspecios del pueblo de Dios. El pueblo de Dios son virtualmente todas las naciones: todas están llamadas, y la edad de Cristo es la edad de la reunión de todas las naciones en una humanidad renovada. Por otro lado, el mismo pueblo de Dios ya existe en forma anticipada e instrumental en las comunidades que invocan a Icsucrislo y se pusieron a su servicio. De allí dos misiones profétícas: una hacia afuera, otra hacia adentro. El profeta hacia afuera habla a todas las naciones: la Iglesia entera es a la vez la reunión futura Je las 220 naciones y la palabra que las convoca y las convierte. Las comunidades eelesiales son proftiticas pues su misión se dirige a la futura Iglesia; al mundo entero. Pero, la situación de esas naciones determina el modo y el contenido de la profecía del Nuevo Testamento. En realidad, en cuanto a la misión profetisa de los cristianos en el mundo, el Nuevo Testamento presenta dos líneas, una paulina y otra joanina. La línea paulina ve el nuevo prot'etismo en el rol de "apóslol". El mismo Pablo se define como apóstol e interpreta su rol apostólico cqmo renovación del profetismo del Antiguo Testamento. El mismo refiere su vocación a la vocación profelica. Por lo tanto, e! apostolado es la profecía del Nuevo Testamento, es decir el apostolado en el sentido paulino de la palabra " . El apóstol es el que va al encuentro de las naciones para abrirles el camino al pueblo de Dios, el que invita, convoca, llama a la canversión y la fe, a la existencia nueva en la caridad. El pauünismo represenía una de las dos tendencias fundamentales; de la Iglesia primitiva confrontada con el mundo: es la línea más op;imisla. más abierta y confiante en el mundo. El apóstol ve el bien en el mundo y busca apoyo en ese bien que despierta. Al revés, la línea de San |uan es pesimista: ella parte del pecado del mundo y de! juicio de Dios sobre el mundo (el mundo es la totalidad de la realidad humana, personas, sociedad y estructuras). Siguiendo la sugerencia de Isaías 43 y 44, San íuan identifica la misión de profeta con la de testigo. La profecía nueva es el testimonio. Pues, el enviado de Jesucristo no permanece en el antiguo pueblo de Israel. El no habla dentro del pueblo de Dios como los antiguos profetas. Es un profeta para los paganos, para el mundo, no para un mundo ya condenado, sino para un mundo pecador y llamado a la conversión. Su palabra es palabra que denuncia el pecado, pronuncia el juicio de Dios y propone el camino de la conversión para la salvación de las naciones. El mismo Juan se considera como un profeta de Jesucristo y como un testigo. El Apocalipsis y el Evangelio destacan el tema del testimonio, pero también utilizan el « V t r , r o r ej.. CERPAL'X. L., El criMlano en S. Pablo, UDM, Bilbac. l%5. p. ÍV107. sobre lu mistan de p;iblo vi-i. 1 • •••< -.1 misma de profeta (15 veces en el Apocalipsis) " . Para San Juan la misión de testimonio —misión profética— condensa de cierto modo toda Sa existencia y la razón de ser de la Iglesia, de la misma manera como S. Pablo concentra lu misión de la Iglesia en el apostolado. Ambas misiones son profélicas. Eso basta para confirmar la importancia del profetismo en el Nuevo Testamento. Sin embargo, se hace necesario determinar las características del nuevo profetismo a partir de los temas del apostolado y del testimonio. Todo aquello se refería al profetismo hacia afuera. Los Hechos de los Apóstoles (7 veces) y las Epístolas paulinas citan también a diversos profetas que actúan dentro de las comunidades, y tratan de la función o del cansina de profeta (27 veces en S. Pablo, 5 veces en textos del evangelio de Mateo que aluden a situaciones cclcsiales), Hasta el siglo X X , prevaleció la idea de que esos profetas habían desaparecido de la Iglesia ortodoxa a fines del primer siglo. Desde el siglo I I . los profetas citados en la historia cristiana aparecen como herejes: así los montañistas. Pero ahora diversos factores han intervenido pata cambiar el modo de ver de muchos cristianos. El resurgimiento del apostolado laico, el movimiento de las comunidades de base, el penlecoslalismo protestante, y, desde 1967, el penteoostalismo católico, aceptado con simpatía por la jerarquía católica, finalmente cí impacto del libro de Hmií Kün» sobre la Iglesia (se considera que la estructura carismática de la Iglesia es permanente y que hay cansinas en todus los tiempos) llamaron de nuevo la atención hacia los "profetas" del Nuevo Testamento. Lejos de representar un hecho histórico superado, los profetas de la Iglesia antigua podrían iluminar a la Iglesia de hoy. Esa es la figura del profetismo según el Nuevo Testamento. En las diversas líneas, paulina del apostolado, joanina del testimonio y paulínalucana del carisma profélico dentro de la comunidad, encontramos las características del profetismo del Antiguo Testamento y una actualización de la misión profética. Los profetas antiguos adquieren un nuevo significado dentro de las nuevas categorías. ''Cír. COMKLIN. [.. Crisio cu el Apocalipsis. Hurdur, Banwr 191-238.