Título: “Lo Real en juego” Autor: Leopoldo Mario

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Título: “Lo Real en juego”
Autor: Leopoldo Mario Piazza
Juan es un niño de 7 años, que vive con su madre en la casa
de los abuelos maternos. Me lo presenta una colega del
equipo del CAPS donde trabajamos, una semana antes de mi
encuentro con él, y me pide que intervenga, ya que ella, que
viene atendiéndolo hace unos meses, ve que no avanza, que
está empezando a repetir, lo que ha comprobado se ha hecho
con este niño durante dos años, lo que es mucho en la vida
de un niño, y no quiere repetir.
En el primer encuentro el chico recorre el consultorio,
estamos sentados mi colega, una residente de pre-grado y
Yo, mucha gente para un chico; él consulta, entre otras
cosas, o la consulta es porque tiene mucha actividad, mucha
ansiedad, no acepta ningún tipo de indicación ningún tipo de
consigna; cuando llega al CAPS corre por toda la sala de
espera, grita, es difícil ordenarlo hacia algún tipo de actividad;
parece que no se lleva bien en la escuela, 7 años y no está
avanzando en su aprendizaje, viene con todas las
denominaciones posibles desde la escuela, y aparte con un
pedido de evaluación neurológica que se ha postergado
varias veces, tanto por la mamá, como por la institución de
salud.
Cuando entra al consultorio está tranquilo, misteriosamente
se muestra tranquilo, y elige de los juegos posibles, luego de
revisar las cajas, no hay muchas (los juegos son todos
aportes que han traído los residentes y están con algún uso),
abre las dos o tres cajas de juegos, elije el Jenga; me llamó la
atención porque el Jenga está en una caja que dice dominó
afuera, y una de las primeras cosas que dice Juan es: “esta
caja no corresponde a lo que tiene adentro”.
“La ocupación preferida y más intensa del niño es el juego.
Acaso tendríamos derecho a decir: todo niño que juega se
comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o,
mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo
orden que le agrada. Además, sería injusto suponer que no
toma en serio ese mundo; al contrario, toma muy en serio su
juego, emplea en él grandes montos de afecto. Lo opuesto al
juego no es la seriedad, sino... la realidad efectiva.” (El
creador literario y el fantaseo (1908 [1907]) «Der Dichter
und das Phantasieren» Sigmund Freud)
Bueno, Juan juega; jugar en este caso es armar la torre
primero, y luego ir retirando las piezas procurando que no se
caiga la torre. Debo confesar que hasta ese momento venía
jugando mucho al Jenga, porque era lo que más elegían los
chicos, porque el ajedrez, las damas, un rompecabezas con
mucho olor a humedad no eran atractivos. Pero Yo lo jugaba
de una manera, y ahí aprendí, en esa escena con Juan y con
mi colega, cómo se jugaba realmente al Jenga: que cuando
se sacan las fichas hay que ponerlas arriba, yo las
coleccionaba abajo.
Y en un momento, una de las fichas se muestra que está
como comida (“debe haber sido por la polilla”, comento) y
apareció entonces la cuestión de mordido, que es madera, de
cómo le habrán quedado los dientes a la polilla, y Juan dice:
sí mi papá tiene todos los dientes rotos, es desdentado. Mi
colega sorprendida dice: “es la primera vez (lo tenía más o
menos 6 meses en atención) que menciona al papá”. Un
papá que desde la madre no estaba presente y no era
habilitado. Bueno, cuando termina, acepta que terminó el
momento de juego, nos habíamos propuesto que cuando
cayera la torre íbamos a concluir la entrevista, había sido ese
el acuerdo con Juan, se le cae a él, aceptó que se cayó y me
ayuda a ordenar la caja y la guarda y se va. Me saludó a mí y
no saludó ni a mi colega, ni a la residente.
Hay muchas cosas para pensar, digo las dos o tres que
pensamos en ese momento. Primero, evidentemente, hicimos
como una ortopedia, si se quiere, de una presencia madre padre, donde mi colega habilitó la presencia del “papá”. Ella
tuvo la habilidad de hacer entrar a un hombre, una figura
paterna en el tratamiento de Juan, no es poca cosa. Lacan
dice en su Seminario 21, que la función paterna se juega
siempre que la madre lo habilite.
Cuando Juan se va, la intención que me salude a mí, o sea
que asigna importancia a la figura paterna; y no saluda a las
“madres artificiales”, hubo que decirle “¿no me vas a
saludar?”. La saludó a mi colega y a la residente no. Sin
embargo en el juego las tenía en cuenta, sabía en qué
momento jugaba cada uno y a quien le tocaba.
Según entiendo el juego, como se suele decir, a mi gusto
jugar, (se sustantiva una actividad, se dice “el juego”, y en
realidad es “jugar”); y uno atiende con los chicos jugando, no
opera con una pinza o con una tenaza, que sería el juego,
sobre el mecanismo psíquico del chico, despliega una
actividad (“actividad lúdica” la denomina Alba Flesler).
El jugar, según lo que vengo pensando en la práctica y en
algunas lecturas de Freud y Lacan, cumple varias funciones.
Cuando Freud habla del juego en el “Creador Poético” y
compara la actividad del poeta con la del niño, él menciona
que una de las la funciones que cumple ahí el juego es poder
elaborar aquellas impresiones fuertes, fueran placenteras o
no. Recuerdo que en mis comienzos, cuando empecé a
estudiar análisis, no empecé por Lacan sino por Melanie
Klein, se hablaba mucho de que el chico elaboraba su
experiencia mediante el juego, y es cierto eso, cuando tiene
alguna experiencia dolorosa recurre al juego, por ejemplo
juega a que está en la sala de vacunación con la hermanita,
replicando lo que le pasó cuando le aplicaron a la mañana la
vacuna, lo cual es una forma de incorporar ese suceso a su
vida, pero puede ser que sea tanto un suceso doloroso como
uno alegre, y, por otro lado es interesante porque Freud en
ese artículo (“El creador literario y el fantaseo”) trata de
buscar cómo es, en qué radica la creación del poeta. Lo que
Freud se está preguntando es qué es lo que hace el poeta
para crear, cual es el mecanismo de la creación, y es
interesante que lo compare con el juego, con el jugar de los
niños, y no termina aclarando mucho, en realidad queda tan
misterioso el poeta creando como el niño jugando, con lo cual
uno podría pensar que es alguna actividad que atraviesa lo
real, con lo cual las palabras del poeta serían la forma de
bordear este real, y el juego será la forma de bordear el niño
lo real, pero qué es lo real será algo que habría que
elaborarlo cada vez.
Y la otra función que dice Freud que tiene el juego para el
niño, es la de crecer, o sea porque responde a un deseo, lo
que se pone en escena es el deseo de crecer, de ser adulto,
entonces se juega al médico, bueno lo clásico que a la nena
le dan muñecas para que juegue a ser mamá como
corresponde, en una sociedad machista, lo que se juega es a
crecer y ahí yo pienso que la segunda función aparte de
procesar y de atravesar de bordear lo real de la existencia del
niño, la otra función es la de constituirse como sujeto; o sea
se constituye como sujeto y ahí vendría otra cuestión que
saco de las lecturas de Lacan que en realidad el jugar cumple
función de palabra. Si vamos a función y campo de la palabra
Lacan dice que la palabra es una pregunta dirigida a alguien
(en la compararon poeta niño, la diferencia en el niño es que
juega abiertamente y no le interesa que lo miren, en cambio
el poeta y todo creador literario guarda para sí las fantasías,
no las expone, o sea que lo que nosotros hacemos es
bastante loco venimos a exponernos y es la única forma de
progresar y sostener nuestra labor, pero el poeta lo que
fantasea lo recubre de palabras, no muestra sus fantasías
abiertamente a los demás esta sería la diferencia entre cómo
se produce una actividad y otra aunque tengan correlato.
Igualmente el niño no hace teatro, no juega para los otros,
juega. Por ejemplo se dice que el clown, la actividad del
clown es a partir de situarse en posición de juego y se
especifica más como juega un niño de 3, 4 años más o
menos. ¿Cuál es la característica dicen los maestros de
clown en un niño de esa edad? Es la inocencia. No está el
prejuicio social, cuando quiere jugar dice “vamos a hacer un
tren, Yo soy la locomotora” y es la locomotora, o sea, no
tienen esos prejuicios que tenemos los adultos, que si
hacemos un trencito tenemos que estar en una fiesta de fin
de año, con todos los colores, los bonetes, o sea disfrazar las
ganas de ser locomotora. Pero insisto, el niño juega para sí, y
con quienes juega. El clown, la diferencia que tiene, es que
juega para sí y para el público, espera la risa del público y ser
querido por el público. El niño juega.
Entonces, decía que hay algún parentesco entre el juego, el
jugar y la palabra. La palabra es una pregunta dirigida a
alguien. El juego, en realidad, no estaría, desde esta
perspectiva, dirigido al adulto, es una cuestión a tener en
cuenta. Pero me parece que sí, en el momento que estamos
en el consultorio con el niño, una forma de dialogar qué le
pasa, justamente cual es el real de su sufrimiento, y lo que
hace sufrir a sus inmediatos, sean o no los padres reales o
los que cumplen esa función, el niño la mejor manera que
tiene de expresarlo es a través del juego, entonces el juego
ahí está cumpliendo función de palabra y nos está
interrogando, entonces nosotros tenemos que responder.
Pero no vamos a responder diciendo: “Mira niño, a ti lo que te
pasa es que la ausencia de tu padre…” No, uno juega.
Entonces haberle dicho a Juan “vamos a construir la torre”,
“vamos a terminar cuando caiga”, es ya poner una regla, una
primer regla básica. Y creo que un poco así es la repuesta de
la interacción que se da en el consultorio con los chicos. A mí
me gusta pensar que con los adultos también, que uno
también juega y se juega en la escucha con los adultos. Pasa
que con los chicos es más divertido. Si hablamos de los
adultos tendríamos que ponernos más serios, “porque son
cosas de grandes”.
Ahora, que el juego implique al modo de la palabra, quiere
decir que el niño está en el lenguaje, está en el campo del
lenguaje. Me parece oportuno que podamos hacer el distingo,
este niño, si el niño puede jugar, si entra en el juego, pone en
juego algo de la función de la palabra, y entonces está en el
campo del lenguaje.
Luego de pensar, y habiéndome quedado varias noches
desvelado, buscando una cita inexistente, decido concluir
desde esta precariedad intelectual. La cosa es así: este
trabajo que presento, es un intento de respuesta a quienes
designan masivamente con el término "autismo" a una serie
de presentaciones "graves" en la infancia, y que también
suelen denominar genéricamente TGD (Trastorno
Generalizado del Desarrollo).
Yo no estoy de acuerdo con esta línea de trabajo, que es
sustentada desde la psiquiatría organicista y las teorías
cognitivo-conductuales (teorías no, más bien "terapias").
Bien, partiendo de este desacuerdo, me he planteado hacer
una precisión clínica en el uso del término autismo, lo planteo
así en “borrador" si bien en la niñez los diagnósticos son
provisionales, uno puede delimitar hacia qué estructura se
encamina un niño, y si se orienta a una neurosis, psicosis,
prevención, o autismo.
En la "Conferencia en Ginebra" (Intervenciones y Textos II"
editorial Manantial) en el final, "Respuestas" hay un
intercambio de Lacan con un Dr. Cramer sobre los autistas.
Aquí está el primer elemento de mi "recuerdo de una cita
inexistente" al releerlo ahora, esta referencia está en
consonancia con el aserto de que todos los hablantes están
en el campo del lenguaje, que, de alguna manera, sostengo
a lo largo del trabajo.
La cita falsa, que creo definitivamente inexistente, según mi
"recuerdo" refería a que los autistas estarían fuera del
"picadero" (campo del lenguaje) y habría que introducirlos allí,
y el resto era como cualquier otro tratamiento, según el
diagnóstico diferencial (provisional).
Resulta que lo del "picadero" está en la lección 9 del
seminario 10 La Angustia, y se refiere al acting out, o sea, a
la transferencia salvaje, la cual si, plantea la cuestión de "
cómo hacer entrar al elefante salvaje en el cercado, cómo dar
vueltas al caballo en el picadero".
Contribuye en mi falso recuerdo de la cita inexistente, la
exposición de la Sra. Lefort del caso del niño "el lobo el lobo",
que finaliza afirmando que "no había en él función simbólica
alguna, y menos aún función imaginaria" (Srio 1 clase del
10/3/54 versión Paidos).
Resumiendo: mi idea era que el autismo existe como una preestructura, que por la intervención analítica se puede
precipitar en una de las tres estructuras, mediante la puesta
en juego de la función de la palabra, ya que el niño estaba en
el campo del lenguaje. Removida la cita inexistente, o
precisando que es una construcción de mis lecturas, veo por
delante un trabajo de pulir las ideas en juego (valga la
expresión). No obstante, sigue en pie la "función de palabra"
del jugar.
En cuanto a la inscripción del niño en un discurso, me hace
seguir pensando...
Freno aquí y cedo la palabra.
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