WOODSTOCK 1969 Y todo empezó en un tambo Max Yasgur, exitoso tambero y hombre de familia, pasó a la celebridad cuando aceptó alquilar su tierra a un par de emprendedores para realizar allí un festival. Con la asistencia de casi medio millón de personas, Woodstock se convirtió en el mayor encuentro de música y arte de la historia, un símbolo de la contracultura estadounidense de los 60 y un hito en la vida del rock. 92 • www.infortambo.com.ar E lliot Tiber, propietario de un pequeño hotel en la localidad de White Lake, cerca de Nueva York, hizo cálculos sobre cuánto tiempo tardaría en arruinarse. El Mónaco, con 80 habitaciones casi siempre vacías, le costaba más dinero del que ganaba. Sólo había una cosa con la que podía sacar algo de dinero: una concesión del pueblo de Bethel para realizar certámenes de música. En 1969, Tiber organizaba conciertos con cuartetos de cámara a dos dólares la entrada para 150 personas. Cuando vio en la prensa las actuaciones masivas que ya se celebraban en lugares como San Francisco, se le ocurrió una idea: llamar a la empresa productora Ventures, sin saber muy bien qué decirles, para proponerles montar un festival de rock con todas las reglas. Michael Lang, un joven hippie, y el adolescente millonario John Roberts, dos de los organizadores de Ventures, visitaron los terrenos traseros del hotel. “Esto no es lo suficientemente grande”, le dijeron. Tiber no se vino abajo: “¿Por qué no vamos a ver al viejo Max Yasgur? Tiene una establecimiento grande en Bethel donde ha estado produciendo queso y leche por años”. Mientras Lang esperaba, Tiber telefoneó a Yasgur para rentarle el sitio para un festival de aproximadamente cinco mil personas. Desconfiado, el viejo tambero preguntó al hotelero semiarruinado: “¿Qué es esto, Elliot? ¿Otro de tus festivales que no funcionan?”. Dicen los que conocían a Max Yasgur que era un hombre de palabra. Le faltaban tres dedos de su mano derecha, pero su saludo era de acero. Todo lo apuntaba en una pequeña libreta con un lápiz que mojaba en su lengua. Cuando Lang vio su plantación de cebada, “ mágisólo pudo pronunciar dos palabras: “Es ”. Con los montículos alrededor de un lago ca”. en forma de gradas, una zona elevada para el escenario, bien comunicado por carretera y cercano a Nueva York, resultaba el lugar ideal para un acontecimiento de esas dimensiones. El festival recibiría el nombre de Woodstock, porque inicialmente estaba programado que se desarrollase en un pueblo del norte del estado de Nueva York llamado así con el nombre de “Woodstock Aquarian Music Art Fair”. Después de que Woodstock, ubicado aproximadamente a 64 kilómetros del tambo de Yasgur, y Wallkill, otro pueblo industrial cercano a Bethel, se negaran a proveer un lugar de encuentro para “hippies estrafalarios de pelo largo”, Max Yasgur convencido por los argumentos de su hijo Sam ofreció acoger al concierto en los terrenos de la familia, localizados en el condado de Sullivan. El tambero puso una sola objeción: tenían que garantizarle la seguridad en el recinto además de los 50.000 dólares de alquiler por los tres días de conciertos. CURIOSIDADES UN TAMBERO EN LA HISTORIA DEL ROCK La canción de Joni Mitchell’s “Woodstock”, también cantada por Crosby, Stills, Nash & Young and Richie Havens, incluye una referencia al tambo de Yasgur: Me encontré con un hijo de Dios El estaba caminando por la ruta Y le pregunté dónde estás yendo Y esto me dijo Estoy yendo al tambo de Yasgur Estoy yendo para unirme a una banda de rock and roll Estoy yendo para acampar en la tierra Estoy yendo para intentar liberar mi alma… En adición, Mountain, una banda que tocó en el festival, grabó una canción que, al poco tiempo del festival, fue titulada “Para el establecimiento de Yasgur”. EL TAMBO DE BETHEL Yasgur era conocido en todo el condado de Sullivan como un hombre tranquilo, fuerte y de palabra. Se había ido a Nueva York a estudiar leyes inmobiliarias, pero regresó al campo de su familia en 1940. Vendió el campo familiar en Maplewood y se mudó a Bethel para expandirse. Durante los 50 y los 60 construyó su tambo. Para el tiempo de la negociación con Ventures, era el mayor productor de leche del condado, con aproxi- madamente tres mil litros diarios de producción, rutas de distribución, un complejo de refrigeración masiva y una planta de pasteurización. Según recuerdan, el tambo de Yasgur disponía de una de las más eficientes plantas de procesado de leche del estado. “Era un tambo tan bien equipado que el trabajador usaba mamelucos blancos, que inmediatamente ponían de manifiesto los hábitos de trabajo del personal. Nunca encontrabas un fardo de heno de menos en el campo”, aseguran los que lo conocieron. Los locales de expendio en todo el condado se disputaban la leche embotellada de un establecimiento “donde las vacas comían pasto crecido en el mismo campo”. Las 243 hectáreas alquiladas a los organizadores eran sólo una parte de la propiedad de Yasgur, de 607 hectáreas, la cual se extendía a ambos lados de la ruta 17B en Bethel. Max Yasgur tuvo dos ideas en mente al aceptar el ofrecimiento: que en Wallkill había sido cometida una gran injusticia y quería estar seguro que ningún otro productor de la zona se embolsara con los 50.000 dólares de alquiler. “Nunca nos pidió un centavo extra fuera del trato. Recuerdo que cada vez que lo visitábamos, nos cargaba con esos pequeños cartones de leche chocolatada”, relatan los organizadores. Los contratos para usar todas las parcelas alrededor de la granja de Yasgur terminaron costándole a Ventures otros 25.000 dólares. “Hubiésemos podido comprar esas tierras por el precio que pagamos por rentarlas”, recuerda Michael Lang. Cuando la organización comenzó a colocar anuncios por todo el país, varios meses antes del 15 de agosto – la fecha elegida para el inicio de la celebración–, los habitantes de Bethel decidieron boicotear la idea con sus propios carteles: “No compres leche. Paremos el festival hippie de Max”. Los promotores del histórico Woodstock recuerdan cómo el tambero Yasgur se reunió, enfadado, con algunos vecinos de su comunidad y, ante las protestas generales, se levantó asegurando: “¿O sea que la única objeción para tener un festival aquí es mantener a los pelilargos fuera del pueblo? Bueno, Bueno les digo que aquí habrá festival el 15 de agosto”. Ese día, Max se fue pegando un portazo. TRES DIAS A PURO ROCK Ya han transcurrido 39 años de aquel histórico encuentro del rock en el tambo de Yasgur: casi medio millón de espectadores y tres días de música marcados por la guerra de Vietnam, la psicodelia y el amor libre. Lennon dijo “no”, igual que The Doors, igual que Bob Dylan. No importó. Woodstock contó con el mejor cartel de rock de la historia, presentándose, durante la lluviosa semana, muchos de los más conocidos músicos del momento: The Who, Jimi Hendrix, Joan Baez, Santana, Janis Joplin, Creedence Cleawater Revival, Jefferson Airplane, Joe Cocker. La productora Ventures resolvió la indecisión de muchos músicos prometiendo cifras nunca antes pagadas en la industria. Jefferson Airplane, The Who y Creedence Clearwater Revival tocaron por la increíble suma de 12.000 dólares, cuando su caché no superaba los 5.000. Los promotores gastaron un total de 180.000 dólares en talento. Del 15 al 17 de agosto, cuatrocientas mil personas acamparon a sus anchas por el campo de Yasgur, retozaron en el barro provocado por las tormentas, tomaron drogas, corearon lemas contra la guerra y bailaron, casi sin dormir durante 72 horas seguidas. El pase para un sólo día costaba 18 dólares americanos de la época, mientras que el abono por tres jornadas valía 24 dólares. Woodstock ejemplificó la contracultura de los 60 y la “era hippie”, es decir, se convirtió en el icono de una generación de norteamericanos hastiada de las guerras, que pregonaba la paz y el amor libre, la vida en comunas, el ecologismo, el amor por la música y las artes, y mostraban su rechazo al sistema. Los chicos llevaban melena y amuletos, las chicas faldas de colores; sus símbolos eran la bandera del arco iris y el llamado símbolo de la paz. Debido al número de asistentes –340.000 más de los que esperaba la organización–, la PAZ, AMOR… Y VACAS. Casi quinientas vacas andaban sueltas entre los asistentes, en los tres días que duró el concierto. 94 • www.infortambo.com.ar WOODSTOCK EN NUMEROS 3 días. 400.000 espectadores. 250.000 se estima que no pudieron llegar. 100.000 personas acamparon. 24 metros tenía el ancho del escenario 450 vacas andaban sueltas entre los asistentes. 600 baños portátiles. 346 policías 133 arrestos por posesión de droga 18 médicos 36 enfermeras 2 nacimientos. 3 muertes. 400 casos oficiales de “mal viaje con LSD” seguridad y condiciones sanitarias dejaron mucho que desear, provocando algo de delincuencia, en contraste con las pretensiones de ser una celebración a favor de la paz y el amor. Tres muertes ocurrieron durante el festival: una debida a una sobredosis de heroína, otra tras una ruptura de apéndice por un navajazo y una última por un accidente con un tractor. También se celebraron dos nacimientos, no confirmados, en el histórico encuentro. Se realizó un famoso documental sobre este concierto –dirigido por Michael Wadleigh y montado por Martín Scorses– que, estrenado en 1970, ganó el Premio Oscar al Mejor Documental. Aunque inicialmente el concierto se organizó pensando que conllevaría pérdidas para la organización, el éxito del documental sobre el evento hizo que finalmente resultara un acto rentable. Posteriormente se celebrarían más festivales de Woodstock, pero el de 1969 fue y será siempre el Woodstock por antonomasia. UN HEROE DEL ROCK Viendo este supuestamente “pequeño festival” como una manera de mantener a su mujer Miriam y a sus dos hijos –sin mencionar a un gran establecimiento con muchos empleados–, Max Yasgur aceptó cobrar un alquiler por realizar el evento en su propiedad. “Pero para fines de la siguiente semana, ya había adquirido otro significado”, contó su hijo Sam Yasgur en alguna entrevista: “El era un tambero republicano conservador que se peleó hasta el infierno para que estos jóvenes pudieran tener el derecho de expresar lo que sentían y creían. El los defendió y ellos lo sabían”. En el tercer día del festival, justo antes de la presentación de Joe Cocker, Max Yasgur se dirigió a la multitud: “Yo soy un tambero… [Interrumpido por un vitoreo de la audiencia]… no sé como hablar a veinte personas al mismo tiempo, y menos a una multitud como ésta. Pero creo que ustedes le han probado algo al mundo, no sólo a la localidad de Bethel, al condado de Sullivan o al estado de Nueva Cork; ustedes le han probado al mundo entero que medio millón de jóvenes pueden reunirse y tener tres días de diversión y música, sin más que diversión y música. ¡Y yo le agradezco a Dios por eso!”. El 7 de enero de 1970, cuatro meses y medio después del festival, Yasgur fue demandado por sus vecinos por daños y prejuicios en áreas privadas. El daño a su propiedad fue, lejos, el más extenso y, después de un año, el debió desembolsar 50.000 dólares por la casi destrucción de su campo. Así, en 1971, menos de dos años después del festival, Max Yasgur vendió su establecimiento por aproximadamente 2.500 dólares por hectárea. Yasgur se mudó a Marathon, en el estado de Florida, donde trabajó como agente inmobiliario. Hubo muchos ofrecimientos para comercializar su nombre en merchandising, pero el rechazó todos, creyendo que sería un error tratar de EL TAMBO DE YASGUR, HOY En 1997, el lugar donde se llevó a cabo el concierto y las 607 hectáreas de alrededor fueron adquiridos por Alan Ferry con el propósito de crear el Centro para las Artes Bethel Woods. En agosto del 2007, la parcela de 42 hectáreas que contiene el tambo que fuera de Max Yasgur, fue puesta a la venta por sus actuales dueños –Roy Howard y Jeryl Abramson– por ocho millones de dólares. La casa, granero, galpón de encierre y toda la superficie que ocupa el tambo, ha sido el lugar de encuentro frecuente de las reuniones Woodstock. capitalizar algo que fue, en sus palabras, un “accidente”. Sam recordó que a su padre le habían ofrecido dinero para usar su nombre para promover la película Woodstock de 1970, pero Max optó en cambio por tomar un porcentaje de las ganancias y donarla a programas de rehabilitación de drogas. En, quizás, su papel más impactante, Max se convirtió también en un emisario entre miembros de la subcultura hippie y sus padres, trasladando cartas de un lado a otro y ayudando, en muchos casos, a reunir familias enteras. “Ese es un costado de Woodstock que la mayoría de ustedes no conoce”, reconoció Sam. Diecinueve meses después de la venta del campo, Max murió de un ataque al corazón a la edad de 53 años. Se le dio un obituario de una página en la revista Rolling Stones, uno de los pocos privilegiados –fuera del ambiente del rock– en recibir tal distinción. Es que para los seguidores del rock, el tambero Max Yasgur se constituyó en el verdadero “Angel de Woodstock”. A treinta años del suceso, su nombre se encuentra aún inexorablemente ligado al máximo festival de rock de la historia. INFORTAMBO www.infortambo.com.ar • 95