La lucha contra el “centralismo”, que incluso llegó a ser llamada

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1
Entre el liberalismo político y la tradición corporativa:
El regionalismo atacameño ante la Revolución Constituyente de 1859
Joaquín Fernández Abara ∗
El Golpe de muerte dado por el Gobierno a las
municipalidades fue el agente más poderoso
que activó la revolución en el país: después de
destruido el poder municipal: base del poder
constitucional ¿Qué otro recurso quedaba
para salvarse de la dictadura que la
revolución?
Pedro Pablo Zapata, 1860.
Introducción
Existe un relativo consenso historiográfico en que las guerras civiles chilenas de
la década de 1850 tuvieron un marcado tinte regionalista 1. La “lucha contra el
centralismo” o la “independencia de las provincias” fueron importantes tópicos en los
levantamientos de 1851 y 1859. En esta ponencia, pretendemos estudiar cuales eran las
principales ideas regionalistas y sus marcos institucionales a través de la génesis y el
desarrollo de la Revolución Constituyente de 1859 en la provincia de Atacama.
Debemos tener en cuenta que las contradicciones entre los poderes locales y
centrales fueron evidentes en la historia de la Hispanoamérica decimonónica. La idea de
una nación moderna, en que un ciudadano-individuo independiente se relaciona con
lealtades directas al Estado, estuvo lejos de concretarse en el ordenamiento
postindependentista. Según François-Xavier Guerra, en el caso hispanoamericano, la
nación era concebida como un conjunto de cuerpos jerarquizados
que generaban
2
sentimientos de comunidad . Así, la imagen propuesta por los estudios modernistas
sobre construcción de naciones, que presuponen la superioridad de las lealtades
nacionales a cualquier otro tipo de identificación, deben ser matizados para el caso
latinoamericano, en que las comunidades nacionales coexistieron por largo tiempo con
∗
Docente Universidad Alberto Hurtado, Tesista Programa de Magíster en Historia Pontificia Universidad
Católica de Chile.
1
Véase Vitale, Luis: Las guerras civiles de 1851 y 1859 en Chile. Concepción, Universidad de
Concepción, 1971, pp. 10-15 y 37-51, Zeitlin, Maurice: The civil wars in Chile (Or the burgeois
revolutions that never were). Princeton, Princeton University Press, 1984, pp. 21-70, Cortés Lutz,
Guillermo: El pensamiento regionalista en Copiapó durante el siglo XIX, en Actas Americanas A, N° 11,
2003, pp. 43-57.
2
Guerra, François-Xavier: Modernidad e Independencias: Ensayos Sobre las Revoluciones Hispánicas.
México, Editorial Mapfre - Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 323 a 327.
2
otros tipos de identificaciones locales 3. Como sostuvo Claudio Lomnitz, “el énfasis en
la camaradería horizontal sólo cubre ciertos aspectos del nacionalismo”, así, este último
sería una suerte de lenguaje capaz de articular “a los ciudadanos a un número de
comunidades, alcanzando desde la familia, a grupos corporativos, a villas, a pueblos y al
Estado nacional” 4.
En el caso chileno, la prevalencia de estas formas de identificación local puede
ser explicada, en parte, por la debilidad del Estado en la primera mitad del siglo XIX.
Los gobiernos tuvieron que entrar en tácitas –y a veces explicitas- alianzas con las elites
locales, buscando en estos “improvisados representantes” a los agentes capaces poder
mantener la administración 5. Así, las distintas ramas de la administración estatal, e
incluso del poder militar, adquirieron la forma de un “inconexo agregado de
instituciones locales”, que colaboró en la mantención de importantes grados de poder
local 6.
Sin embargo, a medida que las tendencias centralizadoras del Estado se
acrecentaron, el Gobierno entró en conflicto con algunos de estos poderes locales.
Esta situación es observable en el caso de la provincia de Atacama hacia la
segunda mitad de la década de 1850, especialmente en los departamentos de Copiapó y
Caldera, donde el proceso de consolidación de una oposición antigobiernista, marcada
por el liberalismo, estuvo aparejado a un recrudecimiento de la conflictividad entre las
corporaciones locales y los agentes del Ejecutivo. No era extraño que la lucha de la
oposición oscilara entre una defensa de las tradiciones corporativas locales y el
liberalismo político. Como en un estudio reciente han sostenido Luís Ortega y Pablo
Rubio un “estudio de la guerra civil de 1859 requiere ser aislado de la matriz
interpretativa hegemónica en la historiografía, que destaca una supuesta fortaleza
permanente del Estado nacional chileno en el siglo XIX” 7. Por lo mismo debemos poner
3
Anderson, Benedict: Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000 y Hobsbawm, Eric: Naciones y
Nacionalismo desde 1780, Crítica, Barcelona, 1997.
4
Lomnitz, Claudio: “Nationalism as a practical sistem. Benedict Anderson’s theory of nationalism from
the Vantage point of Spanish America” en Centemo, Miguel Ángel y Fernando López-Alvez (eds.): The
other Mirror: Grand theory through the lens of Latin America. Princeton, Princeton University Press,
2001, pp. 336-337.
5
Estefane, Andrés: “‘Un alto en el camino para saber cuantos somos…’. Los censos de población y la
construcción de lealtades nacionales. Chile, siglo XIX”, en Historia, Nº 37, Vol. I, enero–junio 2004, pp.
38-44.
6
Fernández Abara, Joaquín: “Los orígenes de la Guardia Nacional y la construcción del ciudadanoSoldado” (Chile. 1823-1833), en Mapocho. Revista de humanidades. Nº 56, Segundo semestre de 2004,
pp. 319-321.
7
Ortega, Luis y Rubio, Pablo: “La Guerra Civil de 1859 y los límites de la modernización en Atacama y
Coquimbo”, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Vol. 11, N°1, Santiago, Universidad de
Santiago, 2007.
3
atención a la conformación de un movimiento opositor local y a las instituciones y
formas de identificación que pretendía defender.
En efecto durante la segunda mitad de la década de 1850 cristalizó en Copiapó,
en forma paulatina, un importante movimiento opositor, en el que pueden diferenciarse
dos vertientes principales, las que ya eran abiertamente distinguibles hacia mediados
del año 1858 8. Existía una facción llamada “fusionista”, por su adhesión a la Fusión
Liberal-Conservadora, que incluía a algunas de las más importantes fortunas mineras
de la zona, emparentadas entre si y muchas cuyas familias ya eran parte de la elite local
a fines del período colonial, como era el caso de los Gallo, Matta y Carvallo. Dicho
grupo, que llegó a ser llamado un “partido de familia”, contaba con una importante red
de dependientes en el mundo minero a través de sus administradores y mayordomos, a
la vez que mediante los prestamos de “habilitación” controlaban a importantes grupos
de pequeños empresarios mineros. En algunos casos, como el de la familia Gallo,
habían militado en las filas del peluconismo hasta avanzada la década de 1850. Los
fusionistas se encontraban plenamente insertos en los círculos de la alta política
nacional y, en general, adherían a un liberalismo que pretendía controlar el
autoritarismo presidencial 9. A esta oposición de elite se sumó otro círculo, cuyos
miembros fueron llamados “liberales” a secas, “rojos” o “populares”. Comandados por
José Nicolás Mujica director de el diario El Copiapino y por el ingeniero en minas
Anselmo Carabantes, intentaron ganar el apoyo de la pequeña minería y lograron un
importante arraigo entre los artesanos de la ciudad de Copiapó. Su discurso derivo en un
liberalismo radical de un tono más democratizante. Ambas facciones constituyeron la
oposición Copiapina y se encabezaron en enero de 1859 un movimiento revolucionario
contra el Gobierno Central.
Como veíamos, el proceso de consolidación de estos núcleos fue paralelo al
desarrollo de una serie de conflictos con algunas instancias corporativas de
representación local, como la Junta de Minería y los Municipios.
El control de la Junta de Minería
8
Sobre la división de los partidos véanse las cartas de José María Silva Chávez, Intendente de Atacama,
a Manuel Montt, del 4, 16 y 20 de abril de 1858 en Archivo Nacional. Archivo Fundación Manuel Montt
(en adelante A.N.F.F.M.M.)., Vol. XIV, ff. 33-38. Informaciones en este se encuentran en casi todas la
crónicas escritas por los revolucionarios con posterioridad a la revolución, estas se ubican en Archivo
Nacional. Fondo Benjamín Vicuña Mackenna (en adelante A.N.F.B.V.M.) Vols. 47 y 47ª.
9
Estos postulados pueden ser encontrados en el diario El Norte (Copiapó), 18 de febrero de 1858.
4
El conflicto entre la Intendencia y la oposición por el control de la Junta de
Minería se desató hacia 1855. Como ha sostenido en su tesis de Magister Hernán
Venegas, la Junta de Minería era un gremio que asumía la representación del
empresariado minero local, pero a la vez se encargaba de realizar actividades que el
Estado era incapaz de llevar a cabo. Así, se encargaba de promover obras públicas e
incluso pagar a funcionarios administrativos, jueces y policías en los asientos mineros.
La Junta de Minería asumía la representación del llamado Gremio de Minas, sin
embargo, la definición de quienes componía este “Gremio” era difusa, así en la década
de 1850, la institución se fue ampliando socialmente, haciéndose parte de las elecciones
sectores de la pequeña minería 10. Las prácticas electorales de la Junta de minería no
fueron reglamentadas en la década de 1850, y su funcionamiento se rigió por la
costumbre. No era extraño que esta corporación se transformara en el campo de lucha
entre los agentes del Ejecutivo que deseaban fortalecer el poder del Estado y una
oposición autonomista.
En este sentido son importantes los hechos acaecidos en el año 1855 se presentó
una lista independiente a la Junta de Minería, liderada por Pedro León Gallo, la que
compitió contra una lista del intendente, logrando ganar la elección. El análisis de las
propuestas de estos sectores mineros independientes refleja un afán autonomista, el que
buscaba evitar la intervención de la Intendencia en la Junta y pretendía transformarla en
un órgano independiente representativo de los intereses mineros, destacando su
capacidad de incluir algunas de las aspiraciones de la pequeña minería 11.
La situación cambió abruptamente al año siguiente.
En enero de 1856, el
Intendente Juan Vicente Mira, intervino la elección de la Junta, declarando como
“informal y peligrosa” la costumbre de elegir por votación a sus vocales, razón por la
cual nombró a la junta que debía mantenerse el año siguiente 12. El brazo provincial del
Ejecutivo destacaba la importancia de las corporaciones locales. Sin embargo, pretendía
anular su rol de organismos deliberativos, evitando cualquier oposición a las medidas
del Gobierno. Los límites que se autoimponía la intervención del Intendente estaban
dados por el respeto a los notables locales, sector social en este caso definido por su
influencia, dada principalmente por su riqueza derivada de la actividad minera, y en
10
Estas reflexiones están tomadas del capítulo II de la tesis de Venegas, Hernán: Concertación
empresarial y trabajadores mineros en una sociedad en transición, Copiapó 1848-1865, Tesis para optar
al Grado de Magister Artium con Mención en Historia, Santiago, Universidad de Santiago, 1989.
11
Véase El Copiapino (Copiapó), 2 de enero de 1855.
12
“Instalación de la Junta de Minería”, Copiapó, 2 de enero de 1856, en Archivo Nacional. Archivo
Intendencia de Atacama (en adelante A.N.A.I.A.), vol. 137, S/F.
5
parte por su prestigio por pertenecer a familias aristocráticas con una relativa antigüedad
de la zona. De este modo, al intervenir las elecciones de la Junta, se procuraba colocar
en los puestos de vocales a partidarios de la Intendencia, pero a la vez, se respetaba la
presencia de los notables por una suerte de derecho propio, aunque hubiesen adoptado
actitudes disidentes. Esta práctica se mantuvo, aunque más moderada, en los años
siguientes, en efecto para componer la Junta de Minería de los años 1857 y 1858 fueron
invitados notables locales y partidarios del gobierno mediante “esquelas”, para que
realizaran la elección 13. De este modo se respetaba cierta formalidad del acto electoral,
a la vez que la intendencia podía controlar el cuerpo de electores.
La medida de la intendencia fue arduamente criticada por los sectores
oposicionistas, en especial de los más radicales representado a través del diario El
Copiapino, que pretendió transformarse en el adalid de los pequeños mineros excluidos.
Así, denunció como la intendencia transformaba a la Junta de Minería en un “cuerpo
indeliberativo, un simulacro de corporación, que autorice todo lo que el intendente
quiera y rechace lo que le desagrade, aunque convenga a los intereses de la
comunidad” 14. El afán democratizante de El Copiapino se fundía con el reclamo
autonomista. En su campaña de oposición a la medida del intendente, pretendió
defender los derechos de corporaciones legitimadas por el paso del tiempo, propios de
una tradición corporativa; a la vez que resaltó el derecho de todos los propietarios de
minas a participar de la elección de sus representantes y el control de los recursos que
provenían de sus impuestos, haciendo gala de un liberalismo democratizante.
La situación sufrió un giro recién al finalizar el año 1858. La elección de Junta
de Minería para 1859, realizada a una semana del estallido de la revolución en Copiapó,
significó una vuelta a prácticas más masivas de elección. En efecto, en dicha ocasión se
presentaron en masa a la elección los miembros del Club Constituyente, entre los cuales
habían algunos representantes de grandes familias mineras y otros que sólo eran
pequeños propietarios, eligiendo una junta de minería para el año siguiente a despecho
de los deseos de la intendencia. El atribulado intendente José María Silva Chávez le
comunicaba al presidente Manuel Montt que no pudo intervenir la elección, pues:
“Esto no habría producido más que un desagrado y material para hablar
de tiranía, cuando con esta medida no podría ni empatar el sufragio, pues es tan
grande la diferencia que tuve que resignarme a sufrir, que al haber previsto yo un
13
Una reseña sobre los cambios vividos en los mecanismos de elección puede encontrarse en una carta
dirijida “Al Señor Presidente de la Junta de Minería”, Copiapó, 10 de mayo de 1863, en A.N.A.I.A., vol.
92, s/f.
14
El Copiapino (Copiapó), 3 de enero de 1856 y 2 de enero de 1858
6
caso semejante no habría hecho tal elección y habría dejado la junta de 58 para 59,
pues no hay estatutos ni reglamento alguno, y todo se hace por costumbre” 15.
Cabe destacar como incluso los sectores más radicalizados de la oposición
copiapina apelaron a la autonomía de las corporaciones locales, y era a través de estos
marcos corporativos que se pretendía canalizar e institucionalizar las demandas
económicas de los intereses mineros.
La “Cuestión Municipal”
Las pugnas entre las corporaciones locales y los representantes del ejecutivo no
sólo se dieron en el ámbito de la Junta de Minería. En 1858 se produjeron una serie de
conflictos de atribuciones entre los municipios de Copiapó y Caldera y los agentes
locales del Ejecutivo, principalmente el Intendente de la Provincia de Atacama y el
Gobernador Departamental de Caldera. Dichas disputas fueron conocidas como la
“cuestión municipal”. En efecto, tras las elecciones del año 1858, las mencionadas
municipalidades quedaron en manos de la
oposición,
transformándose en los
principales focos de confrontación local al Gobierno.
Hay que tener en cuenta que a fines de febrero de dicho año turbas dirigidas por
“vecinos” oposicionistas y la indignación de muchos de sus antiguos partidarios,
obligaron a dimitir al Intendente de Atacama Juan Vicente Mira, por haber mandado a
azotar al director de El Copiapino José Nicolás Mujica, junto con los articulistas Rafael
Vial y Andrés Maluenda. El Ejecutivo sacó de su puesto a Mira, abriéndole un proceso
judicial y lo reemplazó por el coronel José María Silva Chávez, sin embargo la ya
tradicional crítica regionalista a los agentes del ejecutivo se radicalizó 16.
Los representantes municipales de Copiapó reivindicaban el derecho a censurar
a los agentes del ejecutivo y negaban a estos últimos las atribuciones de suspender en
sus funciones a los regidores y de controlar los presupuestos municipales.
Los
desacuerdos se dieron especialmente en torno al financiamiento y reglamentación de la
policía municipal, disputándose el control del cuerpo estable de fuerza armada más
importante en la zona. Las pugnas se volvieron álgidas, derivando en la suspensión del
regidor Pedro León Gallo, debido a sus pretensiones de censurar al Intendente por
15
“Carta de José María Silva Chávez, Intendente de Atacama, a Manuel Montt. Copiapó, 1° de enero de
1859, en A.N.A.F.F.M.M., vol, XV, ff.1-2.
16
Un largo relato de dichos sucesos, con vanas pretensiones de justificarlos, puede encontrarse en el
testimonio del propio Intendnete Mira, véase “Carta de Juan Vicente Mira, Intendente de Atacama, a
Manuel Montt”. Copiapó, 6 de marzo de 1858, en A.N.A.F.F.M.M., vol, XIII, ff. 59- 68 vta.
7
desconocer un acuerdo municipal que eliminaba la pena de “palos” como castigo para
los policías 17.
Como lo ha mostrado María Angélica Illanes, las reivindicaciones oposicionistas
cuestionaron el carácter centralista de ordenamiento constitucional y reivindicaron al
municipio 18. En efecto, la oposición copiapina pretendía transformarlo en una
institución económicamente autónoma, capaz de contrapesar y controlar la acción de
los agentes locales del Ejecutivo, además de hacerse cargo de las fuerzas de orden de la
localidad. Como señaló el dirigente revolucionario Anselmo Carabantes, en su relato de
los sucesos revolucionarios:
“Todos piensan y con razón que las tropelías que diariamente cometen los
agentes del ejecutivo, provienen de que las leyes orgánicas le han confiado la suma
de poderes sin reservar a los representantes del pueblo ninguna clase de
intercesión” 19.
En Caldera, el municipio impugnó en reiteradas ocasiones el derecho del
Gobernador a suspender los acuerdos de la sala municipal que consideraba fuera de la
ley o de sus atribuciones. Dicha actitud significaba rebelarse en contra de la Ley de
Municipalidades del año 1854, transformando al municipio en un espacio de
deliberación y decisión política ajeno a la más mínima intervención del Ejecutivo. El
conflicto, finalmente derivó en el procesamiento de los municipales Máximo Navarro,
Vicente Loyola, Marcelino Moreno, Tadeo Vergara y Germám Ureta por
“actos
subversivos y notable falta de respeto a la autoridad”. Así lo narraba el Gobernador de
Caldera Pedro Fernández Concha:
“En todas las sesiones que se han celebrado desde esa época, no se ha
hecho otra cosa que perder el tiempo en cuestiones fútiles y ajenas muchas veces
hasta del buen sentido, pues ya se interpretaban violentamente las disposiciones
mas terminantes de la ley, ya se presentaban proyectos que importaban la reforma
de algunos artículos de la ley orgánica, ya se hablaba de asuntos que eran de la
exclusiva competencia del consejo de estado; sin que bastasen para apartarlos de
sus errores las mas claras e incontestables explicaciones. La respuesta que daban, a
pesar de manifestarles hasta la evidencia su empecinamiento, era que se tomase
votación y que lo decidiera la sala, y efectivamente que, cuando me era forzoso
adoptar esta medida la mayoría de la Municipalidad sancionaba los mayores
despropósitos” 20.
17
Véase las actas de las sesiones de la Municipalidad de Copiapó del año 1858 en A.N.A.I.A., vol 154.
Véase Illanes, María Angélica: “Proyecto comunal y guerra civil. 1810-1891”, en Illanes, María
Angélica: Chile Des-centrado. Formación sociocultural republicana y transición capitalista. Santiago,
LOM, 2003, pp. 377-385
19
Anselmo Carabantes, “Apuntes para la Historia de la Constituyente escritos por el señor Anselmo de
Carabantes y 6 páginas en que se fija un plan para escribir dicha Historia”, en A.N.F.B.V.M. Vol. 47A, ff.
16-17.
20
“Comunicación de Pedro Fernández Concha, Gobernador de Caldera, a José María Silva Chávez,
Intendente de Atacama”, Caldera, 30 de noviembre de 1858, en A.N.A.I.A., vol. 197, s/f.
18
8
Hacia una definición de regionalismo
Es necesario aclarar que todos los sectores de la oposición copiapina
se
manifestaron contrarios de las tendencias a la centralización de los gobiernos pelucones
y, especialmente, de la ley de municipalidades de 1854 21. Se le criticaba el poder que
asignaba a los agentes locales del ejecutivo por sobre los municipios. Las quejas se
centraban
especialmente los poderes de veto que intendentes, gobernadores y
subdelegados tenían sobre las resoluciones municipales y en la falta de independencia
para manejar los presupuestos, los que debían ser aprobados por la Presidencia de la
República.
Con respecto a la autonomía presupuestaria, es necesario tener en cuenta como
los oposicionistas pretendían que las corporaciones locales
controlaran una parte
importante de los impuestos recaudados en la provincia. Cabe destacar como el
impuesto que grababa en un 5% la exportación de los metales fríos, y con el que se
pretendía financiar los gastos del gremio de minas, había sido aprobado tras una
petición de la Junta de Minería en 1852. Dicha medida que tendía a beneficiar a los
Grandes Mineros, prontamente se volvió impopular por sus efectos nocivos para la
explotaciones mineras 22. Sin embargo, dio legitimidad a los reclamos a favor de la
autonomía presupuestaria de las corporaciones locales. Se interpretó el impuesto como
una surte de erogación voluntaria que debía utilizarse sólo para los fines que decidieran
la Junta de Minería o el Municipio. A lo largo del período estudiado no dejaron de
escucharse alegatos que sentían que las provincias serían una suerte de “colonias
tributarias” 23.
Las ideas autonomistas se orientaron hacia la defensa de los municipios. En este
sentido, es significativo que los artículos de El Copiapino que hablaban de la
“independencia de las provincias”, terminaran defendiendo la autonomía y el ensanche
de las atribuciones municipales. Cabe mencionar un manifiesto de dicho periódico
titulado, “Independencia de las provincias y de los cabildos”. En el se ensalzaba la
21
La Ley de Municipalidades del año 1854, junto con algunas otras disposiciones específicas para el
Municipio de Copiapó, puede ser encintrado en Boletín municipal de Copiapó. Recopilación de las leyes,
ordenanzas, reglamentos, disposiciones de policía, etc., Santiago, Imprenta de la República de Jacinto
Núñez, 1871.
22
Venegas, Hernán: Concertación empresarial…op. cit., Capítulo II, apartado 2.4.c.
23
El Copiapino (Copiapó), 16 de noviembre de 1858. Estas expresiones pueden encontrarse en reiteradas
ocasiones entre los años 1855 y 1858.
9
importancia de los municipios, denunciando como bajo el régimen pelucón, y en
especial la administración Montt, las municipalidades se habían vuelto “pantallas
irrisorias tras las que aparece el Ejecutivo dirigiéndolo y dominándolo todo”. Ante
dicho reclamo, los articulistas mostraban al “poder municipal” como la “genuina
representación del pueblo” y como “el más heroico defensor de los fueros y
libertades” 24.
El reclamo de los círculos opositores copiapinos se mantuvo en un localismo de
carácter municipal y, en general, no se orientó hacia ideas federalistas. Poco tiempo
antes del estallido revolucionario aparecieron en las páginas de El Copiapino algunos
manifiestos aislados, que defendían la instauración de un “sistema federativo” en Chile.
Los artículos hablaban de sus “ventajas”, promoviendo su adopción mediante una
reforma constitucional. En general se trataba de manifiestos de batalla, más bien
pasionales, que ensalzaban las virtudes de los regímenes federales y sus benéficos
efectos para la economía de las localidades y las libertades civiles. Sin embargo fueron
declaraciones más bien aisladas, que no afectaron la tónica general del movimiento 25.
Como puede observarse, entre los periodistas de la oposición copiapina, el
autonomismo regional apuntó a ensalzar el “poder municipal”. El silencio sobre las
formas de organización federales fue roto por los artículos de algunos políticos
oposicionistas santiaguinos, los que abiertamente condenaron las “ideas federativas”.
Dichos escritos fueron reproducidos con lujo de detalles por El Copiapino. Destacan en
este sentido los artículos de Isidoro Errázuriz y Benjamín Vicuña Mackenna. Ambos
hacían una ardorosa defensa del poder de los Municipios, pero rechazaban las
“federalistas”, aduciendo un supuesto fracaso de las asambleas provinciales instauradas
en la década de 1820.
Benjamín Vicuña Mackenna llamaba a que el Estado devolviera al pueblo la
soberanía, pero “con prudencia”, concediéndosela en fracciones a las “localidades”,
para que estas, reunidas, formasen “la Gran Unidad de la República”. Al hablar de
“prudencia”, Vicuña Mackenna hacía alusión a la necesidad de no repetir el esquema
descentralizador de la década de 1820, evitando la reinstauración de las Asambleas
provinciales. Por el contrario, los planteamientos de Vicuña sostenían la necesidad de
restituir “a los cabildos su antiguo poder”. Según el autor, los “cabildos”, eran “el
pueblo mismo constituido en autoridad” y por lo tanto, eran “la verdadera soberanía
24
25
El Copiapino (Copiapó), 18 de noviembre de 1858.
“Independencia de las Provincias”, en El Copiapino (Copiapó), 2 de diciembre de 1858.
10
popular”. El proyecto de Vicuña Mackenna apuntaba a “la absoluta independencia de
los cabildos popularmente elegidos”, anulando toda intervención del Ejecutivo en la
elección de sus autoridades y en la administración de sus rentas. Además, pretendía dar
a los “cabildos” la atribución de presentar ternas para que el ejecutivo nombrara
intendentes y jueces de letras 26.
Isidoro Errázuriz, por su parte, defendió el “ensanche de las atribuciones
municipales”, por ser el principal reflejo del “self-government” o “soberanía del
pueblo”. En Chile, los cabildos habrían sido “los representantes naturales del principio
de libertad de la colonia contra el sistema opresor de la España”, en ellos habría
radicado el “germen de la independencia”, siendo el principal “foco de agitación y
entusiasmo” durante las guerras contra los realistas. Sin embargo, según Errázuriz, esta
situación no significaba que el poder político residiera en comunidades pequeñas. Es
más, para el autor, a fines del período colonial existían “cabildos […] en una que otra
ciudad importante”, los que se hacían cargo del “gobierno interior”. Analizando las
tendencias a la transhumancia y a la dispersión del campesinado, sostenía que en Chile
no existía una tradición de “aldeas”, entendiendo por estas a las “comunidades” de
“población campestre”. Así, las unidades políticas básicas sobre las que ejercía su
dominio el cabildo no eran las “comunidades”, sino los “departamentos”. Por lo mismo,
la propuesta de Errázuriz apuntaba a que el “poder local”, también llamado por el autor
como “poder municipal”, se consolidara en los departamentos. Ello sucedería mediante
la elección local de todas las autoridades, desde los gobernadores departamentales hacia
abajo, quitándoles de este modo el estatus de “agentes del Ejecutivo”. Estas autoridades
electas deberían tener atribuciones en materia de obras públicas, fiscalización de
establecimientos educacionales e imposición de contribuciones 27.
Todos los textos denotan una fuerte exaltación de las corporaciones municipales,
en cuanto estas se encontraban legitimadas por la antigüedad y la costumbre. Se las
muestra como un baluarte en la defensa de los derechos locales contra el crecimiento de
las atribuciones del Ejecutivo, buscando una continuidad mítica con los tiempos de la
independencia en América o la lucha contra la instauración del absolutismo monárquico
en Europa. Quizás el caso más impresionante es el de Vicuña Mackenna, quien incluso
llegó a mirar como un ejemplo algunas instituciones del derecho foral español:
26
El Copiapino (Copiapó), 26 de noviembre de 1858.
Isidoro Errázuriz, “Las municipalidades en Chile. Pasado, presente y porvenir”, en El Copiapino
(Copiapó), 24 de noviembre de 1858.
27
11
“Abrid la historia. ¿Donde están, en efecto, las verdaderas libertades que ha
conquistado el pueblo?- Ved en España las Comunidades de Padilla en el Siglo
XVI y ved en el Siglo XIX los Fueros de Navarra, Esas fuertes democracias del
pasado embutida todavía en las moderna monarquías constitucionales” 28.
Pese a estas declaraciones, no se puede considerar que el regionalismo que
afloro en el conflicto de 1859 sea una mera resurrección del derecho foral español. Si
bien se defendieron instituciones corporativas con una importante raigambre colonial,
como Municipios y Juntas de Minería, se legítimo su permanencia con un discurso
liberal. En general los articulistas miraron con una cauta simpatía al modelo
norteamericano, más por la idea general de descentralización que por la propia idea de
un régimen federal y con un aún mejor talante a los primeros tiempos de la revolución
Francesa 29.
La prensa opositora en el período previo a la revolución denota el rescate de una
tradición corporativa, la que converge con el liberalismo político. En este sentido, la
lucha por la autonomía de las corporaciones se inserta en una lógica liberal de
contrapesar el poder del Ejecutivo.
Cabe preguntarse si, en el período estudiado, se puede llegar a considerar al
municipio como una organización de tipo estatal o como una corporación de carácter
más tradicional. En primer lugar, es necesario aclarar que en toda la documentación
revisada, los actores involucrados definen al municipio como un “corporación”. Si bien
en el discurso liberal se hacía alusión al municipio como el representante más directo de
la “soberanía del pueblo”, en la práctica también era considerado como el lugar de
expresión de los “vecinos respetables” –también llamados “ciudadanos respetables”- del
departamento. El lenguaje y la práxis política cotidiana de los municipales apuntaban en
este sentido 30, y no era extraño que incluso los sectores más encumbrados de la
oposición manifestasen sus deseos de que “la municipalidad sea decente”, desconfiando
de la entrada al municipio de sectores extraelitarios 31. En la práctica el modo de
concebir al municipio está aún marcado por la costumbre, y se debate entre una
28
El Copiapino (Copiapó), 26 de noviembre de 1858.
Sobre la admiración al modelo estadounidense véase “La situación actual”, en El Copiapino (Copiapó),
11 de septiembre de 1858 y “Centralización administrativa”, en El Copiapino (Copiapó), 4 de octubre de
1858. En general, al defender la idea de una Asamblea Constituyente se miraba con añoranza los
primeros tiempos de la Revolución Francesa.
30
Véase los acuerdos de la Municipalidad de Copiapó en A.N.A.I.A., vol 154.
31
Esta preocupación fue atribuida por el Intendente Juan Vicente Mira a la Familia Gallo, en vistas a la
elección municipal de 1858.La posterior división de la oposición en “fusionistas “ y “populares” durante
esa elección da razón a los juicios del intendente. Véase la “Carta de Juan Vicente Mira, Intendente de
Atacama, a Manuel Montt. Copiapó, 20 de diciembre de 1857, en A.N.A.F.F.M.M., vol, XIII, f. 320.
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corporación representativa de los notables locales y una organización estatal fundada en
una noción más moderna e individualista de ciudadanía. Incluso algunos argumentos
liberales, que en más de una ocasión sostuvieron la necesidad de democratizar las
elecciones municipales, bajando los requisitos de calificación electoral, lo hacía en un
afán de pedagogía cívica, condescendiente hacia el bajo pueblo, transformando al
municipio en una preparación del bajo pueblo para poder acceder a una ciudadanía
plena 32.
“Poder municipal”, afán constituyente y revolución
No es de extrañar que tanto en los manifiestos de la revolución, como en las
crónicas posteriores, el estallido revolucionario fuese justificado mediante un análisis
que mostraba al Estado como el producto de un ordenamiento constitucional pactado, el
cual se podía disolver en caso de que los gobernantes violaran los derechos civiles o
políticos de los ciudadanos. Los insurgentes declararon como su “divisa” el llamado a
una “convención constituyente a todo trance”, declarando que “Copiapó, consecuente
con sus principios”, debería “permanecer en completa disidencia con el poder que
repele esa convocatoria”. En este esquema, los órganos representativos de las
localidades eran vistos como los depositarios del poder ante una ruptura del “pacto
social”, y por lo tanto, como los actores destinados a liderar el proceso constituyente 33.
¿Cuáles eran, específicamente, las instituciones a las que hacían alusión los
revolucionarios? La respuesta apunta a los Municipios. De hecho, dentro de esta
concepción constitucional contractualista, el “poder municipal” incluso llegó a ser
considerado como la “base del poder constitucional” 34.
En contra de la creencia común, es necesario aclarar que Pedro León Gallo no
fue electo intendente mediante votación. Los testimonios muestran que se elevó al
Poder producto del golpe de fuerza dado por los insurgentes la noche del cinco de
enero de 1859. Sin embargo, si analizamos la ritualidad política seguida por los
dirigentes revolucionarios, llama la atención como buscaron legitimarse convocando y
pidiendo el concurso a las instituciones corporativas locales. Al día siguiente del
alzamiento, Gallo, nuevo intendente revolucionario, convocó tanto al Municipio y luego
32
El Copiapino, (Copiapó), 18 de mayo de 1857.
Manifiesto revolucionario,fechado el 7 de enero de 1859, transcrito en Anónimo, “Apuntes de la
revolución del cinco de enero de 1859 realizada en Copiapó” en A.N.F.B.V.M. Vol. 48, ff.32-32vta.
34
Pedro Pablo Zapata, en A.N.F.B.V.M. Vol. 48A, f 148.
33
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a la Junta de Minería. En ambos casos, y respetando todas las formalidades, les solicitó
su colaboración y sus fondos para sostener la revolución 35.
Reflexiones finales
El regionalismo copiapino fusionó la tradición corporativa con el liberalismo
político. La defensa de las corporaciones locales, legitimadas por las costumbres y la
antigüedad, fue vista como una parte de la lucha general por contrarrestar el poder del
ejecutivo. Incluso los intentos de incluir actores extraelitarios, fundamentados en una
variante más democrática del liberalismo, apostaron a las instituciones locales de origen
corporativo como canal de institucionalización. La lucha por defender la autonomía de
estas corporaciones, frente a las tendencias centralizadoras del ejecutivo es uno de los
factores que puede explicar el alto grado de apoyo que la revolución alcanzó en los
departamentos de Copiapó y Caldera de la Provincia de Atacama.
35
Anselmo Carabantes, “Apuntes…”, Op. Cit., f 38.
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