UNA REALIDAD ENTRE COLORES Y LIENZOS “Me gusta pintar porque pintar me alegra, pintar da alegría y me gusta que la gente lo sepa. Pintar también da fuerza a lo que decimos”. Katlin Julieth. En medio de una Bogotá perdida entre el caos, me encontré con mis grandes amigos: los murales y mi gran aliado la pintura. Me reuní con ellos porque quiero crear un mundo lleno de sensaciones y fantasías. Un mundo donde el arte sea el pilar para expresar aquellas opiniones que, aunque no parezcan importantes, son agradablemente válidas: esa era mi voz, la de un niño, la de una niña. Esa era la voz que se hacía escuchar. ¡Yo también soy Bogotá¡ reclamé junto con los 135 niños y niñas que también estaban ahí. El mapa de Bogotá fue la excusa perfecta para exigirme y exigir conocer mi ciudad más allá del calor de mi hogar y de la diversión de mi escuela. ¿Acaso Corabastos no es un lugar que genera emocionantes sensaciones? ¿Acaso parques como El Nacional, el Simón Bolívar, el Alta Blanca y el Mediterráneo son iguales a otros? ¿Y acaso la biblioteca Virgilio Barco es solo para intelectuales? Para el adulto que vive en la inmediatez de la vida, tal vez estos lugares no signifiquen más que un paso obligado para llegar a sus hogares y sitios de trabajo, para mí esos espacios son sinónimos de expresiones artísticas, son lugares donde me siento libre, donde puedo moverme sin el miedo a escuchar voces de regaño y privación. Pude correr, pude bailar, pude cantar. Luego me sentí más libre aún. Tomé los colores y los crayones y dibujé mi casa, mi barrio, mi parque. Preferí los colores amarillo, rojo y azul, también el café y el verde, porque eran los tonos que más reflejaban todo lo que he visto en esos lugares, todo lo que había visto durante mi vida. Después, junto con mis amigos, mis aliados los pinceles y los colores comenzamos a dibujar en los murales todo aquello que vimos en cada uno de los parques y lugares que visitamos. También, dibujamos el comportamiento de las personas frente a lo que la ciudad les ha regalado y frente a lo que la naturaleza les ha prestado. Para mí la naturaleza es una expresión artística, me inspira y me hace quererla, por eso está vez tomé los pinceles, los plumones y la divertida pintura, y con mis compañeros comenzamos a pintar en un gran lienzo muchas flores, animales y gigantes cascadas con mucha agua. Quisiera que mi ciudad tuviera más montañas, más animales y más espacios verdes, por eso las manchas de colores en los lienzos reflejaban lo que mis amigos y yo queremos: una ciudad donde podamos jugar y donde todos los espacios que nos rodean sean tan emocionantes como una gran ronda infantil. Ya terminamos de pintar y dibujar, ahora ¿qué haremos?, mi mente me lo preguntaba insistentemente. De repente mis amigos y yo vimos como todo ese mundo de pintura y color se fue convirtiendo en un gran camino de sueño y realidad. Mis amigos y yo nos sentimos muy felices cuando nos dimos cuenta cómo los adultos miraban y observaban nuestras obras de arte. Ese fue tal vez el momento más agradable de todos, porque sentimos que estábamos logrando una gran conexión artística y participativa con unos adultos que en ese momento entendieron lo importante que es para nosotros ser escuchados y no ignorados, porque aunque nuestra cabeza sea más pequeña en tamaño, no lo es en inteligencia y sensibilidad. Y así, una exposición fue el camino que abrió las puertas para seguir cultivando el amor por Bogotá y nuestra participación, a través de los lienzos, los crayones, los plumones, los colores y los lápices. Pero no solo mis amigos y yo tuvimos la oportunidad de pintar sobre lienzos. 70 niños y niñas más, dijeron a los adultos: “tu ciudad también es mi ciudad”. Entre el arte y la participación convirtieron su ciudad en un lienzo lleno de magia y color. Pude compartir con un amigo su emoción de tener las manos pintadas. Él a diferencia mía no salió a visitar lugares en Bogotá, él habló de lo que más le gustaba de nuestra ciudad y planteó junto a sus compañeros soluciones a lo que a los niños no nos gusta. Por ejemplo, a mi no me gusta que las personas boten basura en las calles, no me gusta que la gente robe, y tampoco me gusta que los parques sean usados por los más grandes para tomar y fumar. Mi amigo me contó que después tomaron los colores, los lápices y los pinceles y comenzaron a dibujar una Bogotá mágica, donde los adultos respetaban a los niños, donde la naturaleza sonreía y donde todos éramos felices. El arte también fue su gran aliado y sus manos pintadas fueron el símbolo de un ¡acá estoy! Fue así como al igual que nosotros, ellos tuvieron una exposición que sería el camino que abriría las puertas para seguir cultivando el amor por Bogotá y nuestra participación, a través de los lienzos, los crayones, los plumones, los colores y los lápices. Por: Bogotá Gota a Gota.