CORREO DE LA MODA. - Hemeroteca Digital

Anuncio
Madrid 3f de Euero de i 8lílí.
NílDl.
too.
y
CORREO DE LA MODA.
SUMARIO. l nstruccion : Mitología del Amor, por don A. Pirala.-La Flor del Espino (poesía), por doña Dolores Cabrera y II~redia.-Rosa (continuacion.)-Catorce primas-hermanas ó los siete vicios y las siete virtudes,
por don A. flores.-Revista do !lladrid.-Coneo de la Moda.
l NSTn UCCI O N.
JJ!itolo[Jia del Amor.
i.
Lo g1·ato que consideramos será para
nuestras lectoras el asunto que nos viene
ocupando desde el artículo anterior, nos
estimula á seguirle tratando en algunos
mas que, aunque no tendrán toda la esLension que podríamos darles , porque la
materia se presta , les reducirémos á lo
meramente indispensable para da1· una
ligera idea , que puede ser aprovechada
por quienes no rechazan nada de cuanto
merece saberse, y quieran aumentar el
caudal de su instruccion.
Gustosos haríamos la historia del amor
si pudiera hacerse la de un sentimiento.
Es verdad que se le personificó; y lo que
no tiene entre nosotros m(Js que un norrtbre , fué un sér ; y bajo este aspecto , ya
tiene su pequeña historia , que no omitirémos. Lejano es el punto de partida,
pero no desconocido, y nuesll·a imagina-
1['~.
cion nos trasporta fácilmente aun á lo
desconocido.
La mitología que á todo daba forma
se la dió al Amor; y aunque es difícil desenvolver su verdadero origen ent1·e la
multitud de opiniones encontradas que
sobre él han dividido á nuestros antiguos,
nos ocupa1·émos de las mas notables.
Los poetas son los únicos que nos pueden guiar en tan remola época , porque
ellos dieron for ma y nombre á esos sentimientos que la mente poetizó. Así
vemos que ArisLófanes, en la comedia de
las Aves, dice que la tierra puso un huevo, del que nació el Amor, teniendo por
padre á Céfiro. Orfeo le hace nacer antes que todas las demas crialmas : Safo
le llama hijo del cielo y de la tierra, y
Ilomero, Anacreonle y Lodos los poetas,
le rendian ese cullo que tanto se distingue del elevado y digno de nuestros dias.
I~os Hlósofos y los sábios Lambien se
or.upaban de él. Ciceron le supone hijo de
Venus y de Mercurio: Simonides de Venus y Marte~ cuya opinion ha sido la mas
1'omo 111.
~
© Biblioteca Nacional de España
generalmente adoptada. Platon ha querido imaginar aun ).ID orígen á este dios
mitológico, y ha dicho que el dia que los
dioses celebraban el nacimiento de Venus, Porus, dios de la Abundancia, produjo á Penia, diosa de la Pobreza , madre del Amor.
Los que le suponen hijo de Venus y
1\larte , dicen que, desde su nacimiento,
Júpiter, el padre de los dioses, conociendo en su fisonomía las turbaciones que babia "de causar, quiso obligar á su madre
á que se deshiciera de él ; y para ocultarle á la prevision de Júpiter, le internó en los bosques , donde le amamantaron las bestias feroces, de las que tomó
esa especie de crueldad que los amantes
desgraciados le han reprobado tantas veces, y se ha aporlerado de ellos. Algunos
ejemplos, desg1·aciadamente , podríamos
citar; pero nolos ignoran nuestras lectoras.
Selvática fué sin duda la infancia del
rapazuelo, y en cuanto pudo, se hizo un
arco de fresno y flechas de ciprés, y se
ensayó en tirar á los animales para hacerlo luego á las personas. Aquellas rústicas armas las cambió luego por otras
de oro. Sus golpes los dirigía siempre al
corazon, y sus bel'idas producían, sin remedio, la pasion del amo1·, y prejuzgaba
el objeto de la pa ion.
Ovidio dice que tenia dos clases de flechas; las de doradas y ardientes puntas
encendían el fuego del amor , y las de
plomo sembraban el olvido y la ingratitud en los corazones.
Su poder era tal , que ni los dioses estaban libres de sus golpes : de aquí el
que se considere su poderío superior al
de todas las divinidades mitológicas, y
aun algo mas podríamos añadir.
Al Amor le pintan como el mas bello
de los inmortales, y permaneciendo siempre niño. Ostenta alas de azul, púrpura
y oro, y se le representa ciego ó vendado para significar que no sabe á veces á
quién dirige sus dardos. Jamás se despoja (\el arco, del carcax, y de las flechas.
En la antigüed:..d tuvo templos y altares en todas parles; siendo muchos comunes á él y á su madre Venus. En Tepis tenia uno especial, donde se le rendía magnífico culto.
Tal es la hislol'ia mitológica del Amor,
objeto de tantos y tan magníficos versos.
Difícilmente se hallará poeta que no le
baya cantado haciéndole objeto de sus
mas bellas creaciones. lloy lo es rambien: pocas obras de imaginacion, puramente literarias, dejan de hacer del Amor
su principal asunto.
Refel'ir las travesuras que la mitología cuenta del am01·, sel'ia lo mismo que
narrar las que hoy produr,e. Las que empleó con Psiquis son las mas notables, y
contra la enemistad que le tenia consiguió al fin celebrar sus bodas con ella,
y la tradicion nos les representa siempre
juntos.
Telis , el día de sus bodas con Peleo,
obtuvo de Júpiter que perdonase al Amor,
ó Cupido, que con este nombre se le conoce Lambien, sus fechorías, y le recibiese en el Olimpo, morada de los dioses,
donde se mostraba siempre protector de
los amanl{'S.
© Biblioteca Nacional de España
1\ .
Pirata.
----·~
F
:r======o==~
=
CORBBO DE LA MODA..
LA :FLOR DEL :ESPINO.
IIá poco, esa planta yerta,
Estaba al parecer muerta,
Y de espinas erizada;
Hoy, está verd e, y cubierta
De una nieve perfumada.
Y las aves amorosas,
Entonan himnos y quejas
Junto á esas ramas hermosas ,
Que besan las mariposas,
Y que liban las abejas!
Lo que es la flor al espino
Es á la vida , el amor ;
Cuando no se hace mejor ,
Cada abrojo del camino
Lo oculta , bajo una flor 1
D OLOliES CA.IIREIU y Hl!llEDIA.
Ci!ldadela de Ja ca, lllayo de 1854.
ROSA.
(e ontin~~acion.)
IU.
SA.CRIFICIO.
Han trascurrido algunas horas despues de
la salida de Edmundo de casa de la marquesa: son las diez de la noche, y Rosa envuelta en un peinador, y en estrcmo pálida , se
vé sentada junto á una mesa, sobre la que
arde una lámpara: tiene una carta enlamano, que sin duda ha devorado cien veces su
impaciente vista, segun indican sus dobleces,
Y de tiempo en tiempo sus ojos hinchados y
.secos se fijan en otra abierta qu$! hay sobre
la mesa. Al volver de su desmayo se encontró
en brazos de su abuela y de Magdalena , á
quienes rogó con instancia que la dejasen sola. No bien se vió sin testigos, se entregó
~· toda al esceso dC; su dolor ; el llanto , ese
consuelo en la pena, no vino á aliviar su agonía. 1Edmundo, Edmundo tan amado , que
tenia fascinada su alma , se alejaba 1 iba á
perderlo para siempre quizás 1 La desdichada se sentía morir por la intensidad del sufrimiento, latían sus sienes, y daba á Dios
gracias , creyendo llegado el término de su
vida.
En este estado la sorprendió la noche:
Magdalena babia entrado luz, y al verla sentada y quieta se salió con cuidado. Rosa se
acercó á la ventana , y la abrió; la fresca
brisa de la noche vino á templar su abrasada
frente; apoyóse en el antepecho y tocó un
papel.
- ¡Carta ! murmuró ¡carta suya! ¡Oh, Dios
mio! lanzósc á la mesa, y rompió el sobre
con temblorosa mano.
" Rosa, decía , voy á partir; á alejarme de
>> vos; de vos que sois el pábulo de mi exis" tencia , y mi gui11 en la senda del abismo
» que estoy cruzando. ¿Qué será de mí sin
n vos? Esta reOex ion lúgubre me horroriza y
>>apoca mi espirilu : os juro , Rosa, que sin
"el sosten dP. la religion, y si el ba ldon y el
" desprecio no infamaran la memoria del sui,, cida, este día que nos separa fuese el últi>> mo de mi agonía. Aun me sostiene una es" peranza, y á vuestro valor toca el realizar>> la; si queda fallida, que Dios se apiade de
»roL
«Escúchame: el dolor abrió una llaga en el
,, corazon de vuestra abuela, que no me es
»dado cerrar: por esto, pues, nunca podré
»llamaros mia con su consentimiento; ha po,, dido perdonarme, pero resistirá la idea de
»nuestro enlace. Rosa, si es cierto que me
>> amais, seguidme , fiaros á mi honor: yo os
»juro por el ciclo, vengador del perjuro, que
»antes que se ponga el sol de mañana esta» reís unida á mi por el doble vínculo de la
" religion y del amor. Por piedad apreciad
>> mi súplica, no ol videis, mi noble y genero» sa Rosa, la ofrenda que os tengo hecha,
,, que justifica la santidad de mi pasion. Res» pondedme aprovechando instantes, y de,, cidme vuestra rcsolucion: ella es de muerte
, 6 vida, 6 determináos á darme ésta, ó un
"á Dios eterno á vuestro amante-Edmundo.
Rosa leyó esta carla rápidamente, como si
temiese que le faltase el ánimo para concluir-
~~ --~----------------~------© Biblioteca Nacional de España
~~========================~=L=B=O=M=D=-E =SE=Ñ=O~B~I=T=AS~·~==============~=======~
la; despues la acercó á los lábios. ¡Terrible
lucha sostenía la jóven entre el amor y el deber! ¡Rudo combate, que agotaba sus fuerzas
cansadas ya de tanta resistencia! En tal conflicto acudió al cielo, como único consuelo, y
halló en la oracion la fortaleza que necesitaba. Levántase con la frente bañada del sudor
de la agonía, pero animado el semblante con
la espresion de una resignacion sublime: parecía una víctima , que satisfecha de sí pro:..
pia , marcha firme y sin pena al sacrificio;
sentóse, y con mano insegura escribió:
~<A Dios para siempre, Edmundo , él nos
»Separa; respetemos su providencia, y ofrez»camos á su soberana voluntad el sacrificio
>>de nuestra dicha. No puedo admitir el pen>>Samiento de abandonar á mi desgraciada
u madre , ciega y anciana ; si tal hiciera , la
»Venganza del cielo caeria sobre mi· cabe:.~a,
»y la sombra de la que me dió el sér me scnguiria á todas partes , acusándome de pér»fida y desnaturalizada; y á vos tambien com»prendiera su maldicion terrible, por vues»lra complicidad eu mi delito. Separémonos,
»pues, noble Edmundo, yo sucumbiré al ri»gor de mi mala fortuna; ¿mas qué importa?
»Llevaré á la tumba el consuelo de la con»ciencia, la palma del vencimiento, la gloria,
»por fin, de haber antepuesto el deber al po»der del amor ardiente y puro que os profe>>SO. A Dios , Edmundo , mi pensamiento
»mientras exista , y al morir mi úllimo sus» piro será para vos, como fué siempre vuesntro el corazon de-Rosa.»
Este era el contesto de la carta abierta que
Rosa tenia en la mano. La contempló largo
rato, mas venciéndose por un último esfuerzo, se inclinó á la ventana , y la arrojó por
ella; una sombra que se apoyaba en un ángulo de la calle acudió con presteza á recogerla.
-A Dios, Edmundo mio, para siempre!
esclamó tendiendo los brazos; y dejándose
caer en un sillon ocultó el semblante entre
las manos.
Los primeros albores del dia la sorprendieron en la misma actitud; al distin guirlos,
se levantó y se encaminó al cuarto de s u
abuela : la desdichada intentaba buscar consuelo en el cariño materno.
.
Eran apenas las seis de la mañana , y la
~ marquesa dormía aun ; Rosa cayó de rodillas
á los piés d~llecho, é inclinó en él la cabeza
sollozando.
-Déjame descansar, Magdalena , dijo la
anciana señ·ora.
-Mamá, querida mamá, soy yo, dijo Rosa ; ¿no me conoces?
-¡Ah, eres tú, hija mia! qué te trae aquí
á estas·horas'l te has desvelado sin duda y te
has equivocado; anda, vé á dormir, es muy
temprano.
-¡Oh, Dios mio 1 esclamó la jóven, hasta
este consuelo quereis negarme ; ¡si perderá
otra vez la razon!
En aquel momento se oyeron los ecos de
una música militar; era el regimiento de Edmundo que salia de Búrgos·. La ronca voz de
la marquesa vino á mezclarse á aquel ruido,
que se perdía cada vez .mas por la distancia.
-¡~1i hija! ¡bija mial mwmuró la anciana.
Rosa lanzó un grito y cayó sin sentido en el
suelo. Perdia á Edmundo, y volvían á notarse en su madre los síntomas de la demencia.
IV.
LUISA.
La marquesa de Olmedo se había casado
muy jóven; sin madre desde el nacer, fué
constituida en un convento, ~el que salió para unirse con el marqués, antiguo y leal
amigo de su padre.
La jóven Luisa no llevó aquel amor dulce
y eficaz que hace la felicidad conyugal. Educada en el retiro y adoctrinada en los principios de piedad y devocion, á la edad de quin.
ce años desconocía la fuerza de aquel sentimiento. Amaba sí á su padre, pero del modo y basta el punto que pueda hacerlo una
niña, 'cuando apenas lo conoce; amaba á la
,·irtud por natural tendencia. Era tan sincera y candorosa , como generosa y noble ; su
carácter dominado por una melancolia dulce, hacia que g ustase con proferencia de la
soledad ; era callada y renexiva, y en la edad
en que lodo es vida y movimiento, marcaba
sus facciones el sello de una gravedad prematura.
El hombre á quien su padre intentaba
unirla uo era j óven ni hermoso: casado antes con una muj er á quien adoraba, no pudo
consolarse de su pérdida. Tenia un hijo que
L----=--:---_...:...._-----r----~
© Biblioteca Nacional de España
~
~~======================== .~===========================
COBBBO DE LA MODA.
v:ajaba hacia algunos años, y cansado de la
soledad formó el proyecto de contraer un
nuevo enlace, pensando así aliviar su malestar.
El marqués babia ido algunas veces con su
amigo á ver á Luisa , á quien las religiosas
encomiaban unánimes. Esta favorable dispo·
sicion le inspiró el pensamiento de casarse
con ella; asi pues la pidió á su padre, que se
la concedió sin repugnancia.
Tenia el marqués cincuenta y cuatro años,
era allo , enjuto, de blancos cabellos, sus
ojos estaban casi cubiertos por espesas cejas,
y vestía con desaliño.
Luisa acaballa de cumplir quince, y era
perfectamente bella; tenia rasgados y brillantes ojos pardos, adornados de largas peslanas: su cabello, de un rubio dorado, era
magnífico, abundante y sedoso.
Celebróse la boda sin fausto, y al dia siguiente salieron los esposos de l\1adrid para
Valencia, 3 habitar una hermosa casa de
campo que el marqués poseía en las cercanías
ue aquella ciudad.
La jóven Luisa comprendía bien los deberes que su nuevo estado le imponía: no podía amar al hombre elegido por su padre;
pero era tal su exactitud, la condescendcncia y solicitud que se veía en todos sus actos,
que parecía obraba impulsada de un cariño
interesado. Criada en la soledad, era dichosa en ella, y si bien se aumentó algun tanto
su melancolía, no se alleró su natural apac'ble.
El marqués llegó á amar tenazmente á su
imaginncio11 apasionada, se consumía en aquella existencia monotona é igual , y de esto
nacia su tristeza. Por espacio de dos años se
conformó sin violencia, y todos sus deseos
se limitaron á recibir cartas de su querido
padre. Pero nunca babia amado, y este estímulo, esta pasion era para su corazon sensible una necesidad precisa. ¿Mas á quién ? á
su esposo? no. le era posible. Le babia hecho
el sacrificio de su mano y amistad, le prodigaba atenciones, condcscendepcia y cariño,
era fiel y ex~cta en el cumplimiento de sus
obligaciones, y por lo mismo creia satisfechos todos sus deberes para con él.
(Se continuará.)
M. DEL PILAR St:-iUÉS y NAV.\RRO.
Q!atora pdmos-I)Hil\anos
6
LOS SIETE YICIOS YLAS SrETE VIUTCDES.
CAPÍTULO
lll.-llfodesta Avaricia.
La desaparicion de la seüorita PláciJa,
que en olra cualquier familia habria ocasionado mnc.hos días de luto y una grande
constcrnacion en la !le D. Homobono Pcreza, apenas produjo el mas ligero sohrcsalto, ni sirvió de leccion para lo futuro.
Unas cuantas estcrioridacles nerviosas de
doña Mercedes, equivalentes á otras L.'lntas
esquelas de aviso noticiando el deshonor
jóvcn esposa; prodigábala las mls delicadas
que haLia ca ido sobre sn familia , fueron
las únicas muestras del eterno dolor que de·
atenciones, adivinando con ese instinto pecnliar del cariño sus mas leves deseos para
IJia devorar el corazon de una madre tan
satisfacerlos; se debilitó en él la memot ia de
pérfidamente abandonada por su hija.
Pero la chismo¡;r·afia secreta . la hisloria
su primera esposa, sin quedarte de ella mas
que un dulce recuerdo.
de puertas adentro e~plica con baslaute prcLa tristeza de Luisa se aumentaba 'i il.Jiecision la causa inmediata y legítinta de a quemente; en vano su c~poso intentó llevarla á
!la fuga, de l¡¡ que el lector nos dispensará
Madrid; en balde la propuso vivir en Vnlcnque nada le di~amos por ahora.
cia; se negó siempre á abandonar su querillástele saber que fueron inútiles cuanta~
da y tranquila soledad; aseguraba que estapesquisas prac1icó la autorillad para cnconba buena y contenta, mas era tan triste la
trar á la romántica pareja, que por su paresprcsion de sn semblante al decirlo , que
te no tardó mucho tiempo en avisar su paradero de una manera estrepito5a .
dcsgarral.Ja cruelmente el corazon del mar· · y sacanAhora seguiremos datll1o notrcra
qués.
.
do á la escena á las denras bijas de D. IloLa jóvcn era en efecto desdichada; dotamobono .
la que seguía en arios iJJ..
,;~
L ' " ' = •- u_n_a-lm_a_""''"", y do.m_a____:'''"" Amid• ,
~~"
'·
_ ,.,:~ ...,,~
~·W '~'.
© Biblioteca Nacional de España
0------------------------------------------------------------------~~
ALBUM DE SEÑOBITAS.
á Plácida Soberbia , era por sus prendas
personales el tipo mas opuesto que pudiera
buscarse para contrastar co n el de aquella.
Plácida era alta , gruesa , rubia, de ojos
grandes y azu les, nariz afl latla y graciosa,
boca pequeña y lábios de púrpura. Su hermana era por el con trario , de poca estatura , delgada , tez casi cobriza , ojos negros
huntiidos, nariz ancha , y los lábios de una
palidez tan pronunciada, que constituían el
principal carácter de su rostro.
Aunque habia sido educada en el mismo
colegio que su hernwna Plácida , Modesta
adquirió una cd ucacion en teramen te distinta , sin que por esto dejasen de ser ambas
perversas.
La vanidad era el ,·ieio r¡uc predominaba
en las dos hermanas, aunque con la importante diferencia de que Plácida ten ia la va nidad como medio , y Modesta cnm<? fin . La
primera amaba el lujo de presen te, y la segunda le ambi cionaba para el tiempo fu tu .
ro. La una hubiese hecho cualquier sacri[icio pa1·a ser duquesa ó cosa por el esti lo; la
otra no se hal)l'ia iucomodado por men os
que por se1· reina .
Doña :\lcrccdcs Suelto, qu e ha!Jia logrado rejuvenecer sn memoria en los bailes y
en las reuni ones del gran mund u , á espcnsas de la hermosa flgnra de su hija Plácida,
se lamentaba de no poder hacer lo propio
con la otra, cuyos atractivos eran escasos,
pero aun así tralÓ de proba r fortuna.
No hay quince aüos feos, decía ella pensando en su bija , y por otra parte de algo
han de servi rme mis muchos conocimientos
en el ramo tle tocado r y en el arte de la
moda.
Pero se engañó al pensa r que Modesta se
prestaría fáci lmente á enga lanarse para emhelleeei' su figura y servir de pretesto á la
continua asistencia á los teat1·os y reuniones.
La niüa se negaba á ejc.cutar los proyectos de su madre, y parecía no ambic ionar
otra cosa que estar encerrada en casa, donde su carácter sumbrío y meditabundo la
ofrecía muy pocas diversiones. Era su idea
constante la de oponerse á cuan tos gastos
proyectaban sus padres, y solo para manifestar con exaltacion ,. hasta ron ira est(ls
sentimientos era para io único que aband onaba su carácte1· tétrico y rellexivo.
llabia creído durante su permanencia en
el colegio , que sus padres eran muy ricos,
mas aún de lo que lo huhieran sido obser vando una conducta económica y arreglada,
~. Y se exasperó al verse engaimda en sus ilu -
siones, tocando de cerca una realidad lasümosa. Y esto, que á ser ciertas sus inclinaciones, ó á estar modificadas por una educacion esmerada, la hab1·ian conducido á salvar su fa milia de una ruina segura, interponiéndose ·con so laboriosidad y su vi¡;ilancia
entre el desórdel\ y el despilfarro que reinaban en su casa , le llevó solo á la desesperacion y al aburrimiento.
Un dia, de los infinitos en que sostenía con
su madre polémicas indignas de una buena
educacion , sobre el estado de la casa y la
suerte que á ella y á su hermana les estaba
reservada en la miseria á que se verían conducidas muy pronto, la dijo doña l\Icrccdes.
--Si te empeñas en seguir haciendo esa
,·ida retirada , no brillarás C'n el gran mundo, y uo podrás al canzar un buen partido
casándote con algun hombre rico, muy rico,
con un grande de Espaiia tal vez.
-Y si voy á esas grantles reuniones y
me enamoro como mi hermana de un cómico, replicó i\lodesta, ¿qué me sucederá?
-Y de qué te sirve el talento! dijo la
madre.
- El talento es dueño del corazon ? preguntó la niña.
--Quién lo dn~ a ! repuso la mad re. En
mis tiempos SI~ haci:1n algunos matri monios
por amor; ahora han variado mucho las circunstancias.
-Y crees tú que esas grandes reuniones
dontl c todo es mentira , son el puuto m:1s
á propósito para hallar un partido ventajoso?
-Quién lo duda ! Si estás metida en casa y no te uas á conocer de las gentes no te
casarás nunca, porque has de saber, hija
mia, que se acabó el tiempo de c¡ue el buen
paño se venda en el arca , como me decia tu
abuela .
-Y si yo te probase lo contrario , ¿ qué
dirías?
-Tú !
-Si yo busco desde ca~a un marido mi·
llor.a•·io ...
-Si le buscas y le encuentras , dijo la
madre sonriendo , me aleg1·aré. Pero te advierto que hay ya muy pocos hombres ricos
que ''ayan de casa en casa preguntando dónde vive una mu chacha honesta, y recogida,
y hacendosa. Oh ! tend rías que hacer para
engañar a tu futur(l una vitla atro7.. De!Jerias
empe1a r po•· no salir á la calle sino los domingos, con un Yestido morlesto y sin alzar
los ojos del suelo, uar muchas vueltas en la
cor.ina , recoser la ropa Llanca , hacer ca 1ceta en las veladas de invierno , y en suma ,
~~~.
~ ---~---------------------------~---------------~-------~~
© Biblioteca Nacional de España
COBlli!O DB LA MODA.
1
hija mia, hacer una vida atroz. No exijo yo
semejante sacrificio de ninguna de.. vosotras.
-Pues yo me le impongo.
-Qué aprensioo! esclamó la madre riendo. Y desde cuándo empiezas esa vida casera de mujer hacendosa?
-Desde ahora mismo; dame las llaves de
la despensa, y pon á mi cargo el cuidado de
la casa.
-Nos vas á matar de hambre, porque
he observado, con bastante pena por cierto,
que eres mu y avariciosa.
-No tengas cuidado, dame las llaves.
-Hablas con formalidad?
-Lo que oyes.
-Qué vergüenza! esclamó doña Merce·
des; qué dirán las gentes si ven que reemplazas ~1 ama de gobierno! Yo accedo á lo
que C'JUÍeras, pero me dá lástima que seas
hija mia, y á todos les diré ...
-Di lo que quieras; cuanto mas me censures mejor ayudarás mis planes, dijo la hija.
Y al dia siguiente de este horrible diálo .
~o, Modesta se habi'l convertido en una verdadera ama de llaves, nn una mujer hacen.
dosa, capaz de engañar al hombre mas esperimentado.
l\ludanza repentina que tenia su esplicacion sabiendo que dias antes habia llegado
á Madrid , recomendado á D. Homubouo,
un ganadero de Estremadura, soltct·o y millonario, que por primera vez habia abandonado sn tierra nativa con el único y ma gnífico proyecto de buscar mujer.
Doña l\lerc•!des babia oido indiferente los
proyectos del ganadero , cuya prosáica figura le proporcionó ratos de muy buen humor,
y aunque las condiciones cou C'JUe él hizo el
retrato de la pied ra filosofal que buscaba,
eran las mismas que en la apariencia reunía
l\lotlesta, jamás le ocurrió pensar á la mujer
de D. Homobouo que el estremeño quisiea a
sea· su yerno.
Y, sin embargo, tras de dos meses de visitas diaa·ias , el ganadero se decidió ¡ pásmensc los lectores 1 se decidió á pedir la
mauo de Modesta , para redimir aquel dcchaclo de perfecciolles y de virtudes del
cautiverio en C'JUe le tenia su familia.
Oh! cuánto nngaiaan las apariencias!
El estremeño obtuvo la mano de ~Jodes­
La. y se casó con ella. Lo de mas ya lo sabrá el lectur mas adelante.
Porque le advierto, c¡ue eu esta historia
no ~e ha de c¡uerlar nada por sabet· al mas
~~:"·~ ""'g"d"' ···""'·
L.
En la noche de 24 del corriente la conocida profesora de música señora doña
Maria de la Pa1. Van ·H~Ien de Merás celebró el aniversario de su natalicio con un
magnifico concierto, que dejará gratos recuerdos en tre las numerosas personas que
escuchaban con entusiasmo los sonoros y melodiosos acentos de los ejecutantes. Tomaron
parte en él casi todas sus discípulas, en
un ion de otros jóvenes aficionados, distinguiéndose muy particularmente la elegante
y bella señorita de Calderon en la dificil aria
que cantó; la simpática señorita de Greño,
y el apreciable tenor señor Castillo, en un
duo del TTovado1·, que con la mayor inteligencia interpretaron; la amable señot·ita de
Bengoechea , en una preciosa romanza ; las
lindísimas señoritas de Gorostiza , en otro
duo, que fué interrumpido por numerosos
aplausos; y el señor Lorcute, en una aria de
bajo. Amenizaron Lambien esta agradable
soinJ, con algunas piezas de arpa, las selloritas de Castrohcza y de Merás, bija esta última de la señora de la casa, que con sn
helleza y notoria finura formaba , como siempre, las delicias de los circunstantes.
La concurrencia era numerosa , segun ya
hemos dicho , no obstante lo malísimo de la
estacion, y lucían ristosos prendidos las señoras de Yaldcmosa, di! Bengoecbea, de Cútuli, de Calderon, y de Castrobeza; entre los
caballeros veíase al ilustre general 1\Iesina,
á los señores Bengocchca, Cútoli y Acebodo, al afamado pianista señor Peña, á los hijos del sciaoa· don Ventura de la Vega , y á
uta·as notabilidades políticas , artísticas y literarias.
Los amigos y admiradores de la señora
Yan-Ilalen de l\lerás la estarán muy agradecidos si continúa ofreciéndoles tan brillantes
saraos, en los que lucen sus buenas disposiciones para la música las interesantes jóvenes que están confiadas :í su grao inteligencia y maestría.
-~
.
}.
..=i~...:¡-'f:.
© Biblioteca Nacional de España
'----=====¡==='1.~
=
En estas largas y desapacibles noches de
invierno, cuando el agua se estrella con violencia en los cristales del balcoo, y el ruido
del viento, como una voz fatídica , baja gimiendo por el caiion de la chimenea, una
rcuniou de íntima confianza , al amor de la
lumbre, tiene infinitos cucantos para las ~en­
tes de buen tono, y que saben vivir. Este
talento , sin embargo, no le tienen todos.
Colocar bien un sillon al lado rle la chimenea ; sentarse en él con comodi1lad, y en
postura conveniente , descansaudo los piés
en u u blando almohadon; tener inmediata, ni
muy cerca , ni muy lejos, una mt!sita elegante, y ligera , que sostiene la lámpara,
cuya luz templada nos alumbra suficientemente sin ofeuder á la vista, y allí pasar una
noche de tranquilidad y sosiego, libre de
la sujecion de la etiqueta y de la prccision
de vestirse, leyendo, trabajando ó meditando, es verdaderamente un goce que requiere el fino Lacto de una muje1· de mundo.
Cerranrlo una su puerta á las gentes que la
importunan y fastidian, la deja cntreauierta
para los amigos íntimos y personas ilustradas r¡u1~ vienen con su talento á amenizar
nuestro retiro.
En una de estas deliciosas veladas se hallaban reunidas dos lindas jóvenes , notables
por su amabil idad y unen gusto en los círculos elegan tes de la córte.
-Cuéntame, Adela , decía nna de ellas
á la ot•·a , dneña de la casa , cuén tamc al go
de lo que has visto en tu_ paseo á tiendas de
esta mañana .
-lle visto telas tan lindas, querida mia,
que me se•·ia imposible har.ertc de ellas una
pintu ra exacta: entre ellas un rico vestid o de
moiré aotique blanco y plata: otro de terciopelo gris labrado con aLiarnos de felpa tnrr¡uí, al
bies, y sobre todo, uno magnifico de brocatel
verde de dos tintas, el fondo claro y el ramaje
mas oscu ro, con las \'enas de cordoncillo de
oro. P ero tú, Enriquéla, que \'enrll'ás de
c3Sa de la vizcoudcsa, dime alp:o de su traje, porque supongo la babr:ls dejado dispuesta para ir al t r<~ tr o .
- La vi"Lcontlcsa no iba muy vestiJa: ll c\'aha un traje de muaré rosa , cuya falda
adornaban siete tiras de felpa g•·is: al leva ntarse se puso una salida de baile de ter~
eiopelo ¡(riego, blanco, guarnecida de ~na
SJ.k ancha tira de felpa color de rosa: csteabr1go
1~).
~-,
ALBUII DE SEÑOBIT!S.
de forma de talma , lleva una ancha blonda
negra, en forma de pelerina, redonda por
detrás, y con caidas por delante: levantada
esta guarnicion sirve de capuchon, figuran·
do una n•antilla, con muy buen efecto. Su
hermana Julia vestia un ,traje de grós azul
de mucha novedad: la falda tiene cualJ'O volantes anchos , que principian en la cintura,
y van cubiertos :.lternativante el uno de encaje blanco , y el otro de un fleco de seda
con cabeza y enrejado de perlas. Svbre el
cuerpo, mny ajustado y escotado, llevaba
una chaqueta de tul, ahierta y medio escotada , sujeta 3.1 talle , desde donde baja formando aldeta, que éoncluye en punta : la
manga es de forma pagoda, un poco en punta, y toda la cha4ucta va cubierta de tra vi esas de tul , guarnecidas de un flequillo de seda que nace de un cordoncillo de perlas: un
fleco mayor guarnece la aldeta y mangas. El
prendido , correspondiente al vestido, es de
terciopelo azul, con adornos de encaje, perlas y plumas.
-Si fuésemos murmuradoras, dijo Adela, podríamos hacer aplicacion de nuestra
afie ion á detcnninados colores; pero aquí
viene quien podrá darnos una leccion .
-Baron, llega vd. á tiempo, si gustais
d(~cirnos vuestra opinion sobre la teoría de
los colores.
-Señora, contestó el interpelado, mi parecer es que la mujer aficionada á lo encarra lo debe ser violenta y celosa , sea rubia ó
morena , porque tambien ha y rubias que se
visten de enca rnado , aunque parezca una
anomalía con sus ojos azules y sus cabellos
de oro. Las que prefieren el color de rosa
son coquetas como uua rosa de Bengala;
buscan los homenajes y se duermen cen·ando los ojos al escuchar el zumbido del enjambre de adm iradores qu e las rodea, como
á la rosa l:~ s mariposas. Las inclinadas á lo
· azul , ó color de mal va, son melancólicas,
buscan la di cha en las nubes, y ra•·a vez se
di"nan posar sus piés en nnesu·o pob•·e suel o~ tan desnudo de poesía y de ilusiones. Para
templar la ama rgura de esta opinion , que
de ninnuna manera pueden vds. tomar como
una al~sion, voy á dadas una pastilla de
pistache .
..
- Qué bueno es vd., baron 1. diJO Adela,
quiere vd. caza r á las mujeres, como á las
moscas , con golosinas.
Aurora Pere• bfiron.
~
MADRID t $54.-lmp. de Jll. Campo-Redondo y S. Aguiar.- lluertas , 42.
~.Jh.
~
~---.~------------------------------ ~~~
© Biblioteca Nacional de España
© Biblioteca Nacional de España
~"@~4
1
~~OLK~~
1 compuesta ydedicada ala ~efto¡·ita D~Cecilia Gonzalez
~~por su i.1estro
~~~
. r
/
\
...
~
(.
+.
L ••-
.._ll
•
• -f:f
í
't
~
1
1
L ·
J
'
/
' ¡.,
·-
.
... •
1
~
~
~f!L"f:,~L
~
IIJIII""
-~ ~h
~
•
~~~~~~.
......
.. =•~t
.. ...
~
---
-
""'
-~ ~~!l
•
'~
~
~
\
© Biblioteca Nacional de España
-1!!l
~-
-
·-
-.
..-" -+!?_
-'""""-
-~
.
-·
!!lío
/
~
~· -~
.
-
-¡.'
jJ
.-
y
-'!!:+
f7 ~
¡-::::;¡
¡-::::;;.
-
_lf
© Biblioteca Nacional de España
Descargar