Cuestión de tiempo - Asociación Psicoanalítica del Uruguay

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Cuestión de tiempo: Jorge Luis Borges.
Autora: Lic. Paula Prengler.
Borges hizo del tiempo un objeto de inspiración que encontró menos abstracto que otros
problemas metafísicos. En sus ficciones, el hombre ya no es poseedor de su tiempo. Sus
personajes circulan por laberintos de distintas dimensiones donde el tiempo no es tomado
como un factor unívoco y lineal, sino ubicuo, desdoblado, capaz de transformarse. Borges
explora el tiempo y lo abre en un abanico de posibilidades literarias y metafísicas donde
puede ser traicionado, evitado, confrontado, desafiado y hasta negado. Recordemos las
conclusiones de su ensayo Una nueva refutación del tiempo: “El tiempo es la sustancia de
que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me
destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El
mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.”
UN ENGARCE PARA “EL ALEPH”.
Para Borges, existen infinitos modos de leer un libro. Propongo, entonces, una de las
lecturas posibles de El Aleph (1949):
En ese relato, Borges propone un acercamiento desde la ficción a una concepción del
Universo que cambia en forma incesante, una serie infinita que se desenvuelve en un
tiempo simultáneo y también infinito.¿Cúal es el lugar de la muerte dentro de ese
universo? ¿Es un corte o una detención en esa cadena? ¿El tiempo es entonces finito? ¿O es
un elemento más dentro de la serie?
El escritor desdoblado en protagonista, inaugura el relato con un desafío.
Y así comienza:
“La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una
imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo,
noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé que
aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto
universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.”
“Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé,
mi vana devoción la había exasperado; muerta yo podía consagrarme a su memoria,
sin esperanza, pero también sin humillación.”
Ese cambio insignificante, un cartel de Publicidad, pone en perspectiva un cambio
significativo para la vida del protagonista. Un pequeño cambio aparece así como una matriz
del cambio en si mismo, que contiene la posibilidad de todos los cambios, grandes y
pequeños. La muerte de Beatriz, queda expuesta como una pérdida más entre todas las
pérdidas posibles. El autor-protagonista se propone salir de la cadena por oposición. La
melancolía es el agente que desafía esa idea de universo y Beatriz queda congelada en la
veneración del protagonista. El protagonista, Borges, encuentra ventajas: no tendrá que
soportar el rechazo y la indiferencia que,en vida, le prodigaba su amada, no habrá más
dolor, ya que se apropia de la muerta y la despoja de aquellos aspectos negativos,
idealizándola, no hay nada que la degrade, ni siquiera el recuerdo cierto de una pobre
relación amorosa. Hay en este desafío una percepción del cambio, pero hay también un
deseo de negarlo a través del pensamiento omnipotente que transgrede la serie infinita de
cambios del Universo. Hay una consagración al ideal, que, a la vez, en ese mismo
movimiento, implica sostener lo idéntico de ese fantasma congelado.
En su soberbia, el protagonista no percibe el cambio que se opera en si mismo, su propio
universo interno queda atravesado en esta fijación.
Acerca de la melancolía, Freud nos dice que “la sombra del objeto (perdido) cae sobre el
yo”, no se puede elaborar la pérdida de un ser amado, y la libido que envolvía ese vínculo
es retrotraído hacia el yo, que lo hace perdurar a costa de si mismo. Borges toma la
preservación y la detención en el tiempo psíquico de un vínculo amoroso, que articula la
proposición del relato de El Aleph. En el cuento, el protagonista regresa a la casa de
Beatriz todos los cumpleaños y festeja, a modo de ceremonia, con el padre y el primo
hermano. La casa de su amada permanece inmutable, llena de sus imágenes, fotos, retratos,
que alimentan su melancolía. Con el tiempo él ahonda la relación con el primo de Beatriz,
Carlos Argentino Daneri, que le resulta poco menos que insoportable, pero en el que
encuentra algunos rasgos de la amada (las manos, una cierta forma de moverse, de hablar),
y lo tolera sólo para poder rememorarla, para pronunciar su nombre. Se produce una
rivalidad con este primo en torno a esa figura ausente que se acentúa cuando Carlos le
confiesa que él también escribe y le muestra su obra:“La Tierra” una poesía con la que
desea dar cuenta, literalmente, de todo. Carlos, como escritor, es descontrolado, ostentoso,
un adorador del progreso, de lo moderno, o sea todo lo que Borges teme y aborrece. Y es a
través de éste personaje donde el cambio comienza a infiltrarse. Un día, Borges recibe un
llamado desesperado de Carlos. Le dice que los dueños de la confitería de la esquina
pretenden derribar la casa de Beatriz. Y escribe:
“No me resultó muy difícil compartir su congoja. Ya cumplidos los cuarenta años,
todo cambio es un símbolo detestable del pasaje del tiempo; además, se trataba de una
casa que para mi, aludía infinitamente a Beatriz.
Sin embargo la urgencia de Carlos Argentino está dictada porque en el sótano hay un
elemento que desea preservar: el Aleph, un punto del espacio que contiene todos los puntos,
un lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, visto desde todos los
ángulos. Borges va a la casa con urgencia y, aunque teme quedar atrapado en la locura de
Carlos Argentino, baja al interior de un sótano oscuro.
Allí, solo, se asoma al Aleph y encuentra, entre la simultaneidad de todos los objetos, los
tigres, los espejos, la nieve, el tabaco, el vapor de agua, los ejércitos, las hormigas, cada una
de ellas, las cartas de amor que Beatriz envió a Carlos Argentino. Y, bajo un monumento en
el cementerio de la Chacarita, la ve a ella.
Y escribe:
...”vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la
circulación oscura de mi sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la
muerte, vi el Aleph desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis
vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto
secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre a
mirado: el inconcebible universo.”
Borges se asoma a un objeto mágico, el Aleph, y se convierte en un testigo omnisciente del
universo en la simultaneidad de un puro presente. El protagonista “Ve” y en lo que ve se
inscribe a si mismo en la serie como deseante, como cuerpo real, vivo en el tiempo y en el
espacio. También inscribe a la muerte al ver la degradación de su amada en sus restos, y al
recuperarla en lo real de la muerte, la pierde en su dimensión de la idealización
melancólica. Y Borges, esta vez, inscribe la pérdida en su universo personal, en su realidad
psíquica, en el presente y llora. Ante el vértigo metafísico del paso del tiempo, siente que
ha perdido a su Beatriz, su lucha contra Carlos Argentino, y su desafío al Universo. El
olvido, aparece en función como dentro del universo del sujeto y funcional al cambio:
Borges teme quedar unido a ese saber, al goce del Universo como totalidad. Pero el
recuerdo degradado en ser, entra en la serie infinitas de recuerdos y se diluye en el olvido,
lo que permite, al protagonista, seguir adelante ya inmerso en el devenir del tiempo.
“LOS SUEÑOS QUE NO HAN SIDO NUNCA SOÑADOS”
Ésta frase de Freud está en uno de los primeros párrafos de “El Delirio y los sueños en la
Gradiva de W.Jensen”.Se refiere al análisis minucioso que hace de los sueños de Hanold, el
protagonista de la novela. Todos sabemos que Freud era, además de un gran escritor, un
gran lector y que la literatura ha sido una herramienta para el psicoanálisis desde sus
inicios. Hay muchos ejemplos, pero tomo La Gradiva porque, como en el Aleph, existe una
relación entre un protagonista que reprime su erotismo por el amor a una mujer muerta y
algo del encuentro con lo real de la mujer lo transforma. En La Gradiva, al menos en mi
opinión, queda expuesto innumerables veces la fascinación de Freud por una lectura que se
le torna vívida. Son muchas las veces en que él necesita aclarar que el texto se trata del
análisis de un personaje de ficción. En una de estas dice que el mismo Jensen nombra a su
obra como una fantasía, sin embargo, Freud escribe:
”Pero a pesar de esto, nos parece constituir el relato tan fidelísima copia de la realidad, que
no presentaríamos la menor objeción si, en lugar de titularlo de dicho modo, lo hubiese
calificado de estudio psiquiátrico”. En un apéndice a la segunda edición, Freud escribe que
intentó comunicarse con Jensen para reforzar algunos de los aspectos de su investigación
psicoanalítica que ha realizado sobre su obra y que el autor “rehusó en absoluto su
colaboración”.Pero a pesar de la negativa del autor Freud encuentra que Jensen “pudo
resolver poéticamente, de una manera satisfactoria, el mismo problema de la vida erótica”.
“EL DESTINO DEL ESCRITOR ES CAMBIAR LAS COSAS”
Años más tarde de escribir este relato, a los ochenta años, Borges, en una entrevista con
Bernard Pívot, hablara de cambio a un nivel más personal, en la que podemos sin embargo
encontrar a este otro Borges de la ficción: Y dice:
—Creo que si un poema no tiene un sentimiento tras si, un sentimiento escondido, no vale
nada. No creo que la literatura sea un juego de palabras.
—Pero usted dice que esa emoción no debe liberarse en bruto—le dice Pívot—, que debe
recrearse, retrabajarse.
—Creo que ese es el oficio—le responde Borges—,o si usted quiere una palabra más
ambiciosa, el destino de un escritor: cambiar las cosas...Yo mismo tengo la impresión de
que todo lo que me sucede, incluso el infortunio, sobre todo el infortunio, me son dados
para que yo los cambie en algo, y por eso hay una gran literatura del infortunio y no de la
felicidad, que yo sepa. Porque la felicidad es un fin en si misma, mientras que el infortunio
debe ser transformado en otra cosa. Esa otra cosa es el arte. Puede ser la música, la
pintura...En mi caso no es sino la literatura”.
PARA CONCLUÍR:
Podemos decir que, en cada uno de nosotros, la lengua hace un giro particular y que todo
ello se produce en un tiempo singular. La literatura y el psicoanálisis, por caminos diversos,
confluyen en el asomarse al inconsciente a través del lenguaje, produciendo un efecto que
puede ser revelador, transformador o curador. Cada uno se inscribe en el lenguaje de una
manera única y el lenguaje se reinscribe en nosotros librándonos a la posibilidad de
creación.
BIBLIOGRAFÍA
—Nueva refutación del tiempo, Otras Inquisiciones, 1946, en la que se identifica con el
fragmento 91 de Heráclito (“ No bajarás dos veces el mismo río”)
—Borges, imágenes, memorias, diálogos. M. Esther Vásquez, 1977
—El delirio y los sueños en “La Gradiva” de W. Jensen”- Sigmund Freud, Viena, 1912.
—El Aleph, -El Aleph-,Jorge Luis Borges, 1949.
—Siete noches- La pesadilla-, Jorge Luis Borges.
—Historia de la Eternidad, Jorge Luis Borges, 1936.
— El Delirio y los sueños en la Gradiva de W.Jensen—Sigmund Freud.
—Duelo y melancolía—Sigmund Feud, 1917.
—El tiempo lógico—Escritos de J.Lacan,
—Seminario Aún—J. Lacan.
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