El estudió de la moneda indígena en el siglo XVI

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El estudió de la moneda indígena
en el siglo XVI novohispano
José Luis de Rojas
Universidad Complutense de Madrid
El Colegio de Michoacán
Tenían razón los miembros de la junta celebrada en Méxi­
co en 1525 al advertir al rey:
...sepa su majestad que no ha de considerar que los indios de
acá son como los de las islas sino que son sabios y tratan tes...(ENE 1:85)
y obró cuerdamente Carlos I al ordenar a sus oficiales
enterarse de los pormenores de la tierra recién conquistada
para sacar fruto de ella mientras se estudiaba la manera de
adaptar sus usos a los de Castilla y se imponía la aplicación
del nuevo orden. Los hombres sedientos de oro demostra­
ron ser prácticos y no se cerraron ante la existencia de otras
riquezas. El tributo se siguió pagando como hasta entonces,
con el cambio del destinatario último, mientras se modifica­
ba poco a poco el sistema productivo.
La sociedad indígena había alcanzado un alto grado de
desarrollo antes de la llegada de los españoles. Su organiza­
ción quedó retratada en la documentación generada por el
siglo XVI en la que la descripción del m undo indígena es una
constante. Se puede estudiar el pasado y analizar el proceso
de cambio, así como los mecanismos interactivos entre los
llamados mundos español e indígena. Es obvio que la admi­
nistración colonial se construyó sobre la base social y económica precedente y que los cambios se fueron p ro d u ­
ciendo de manera gradual. Es difícil encontrar un término
que defina con precisión el mundo colonial. Se ha emplea­
do a menudo la expresión “economía dual”, pero no nos pa­
rece un uso feliz. Se trata de un sistema único en el que una
minoría extraña se incorporó y casi monopolizó la explota­
ción de la mayoría. Los pocos españoles que había en la N ue­
va España en el siglo XVI vivían de la economía indígena, co­
mo ocurría, entre otros sitios, en el Perú (Spalding
1982:321). <
La comparación entre diferentes zonas colonizadas po­
ne de relieve el gran peso que los sustratos indígenas tuvie­
ron en las prácticas coloniales hispanas.
Uno de esos factores diferenciados es el de la moneda.
La monetización de la Nueva España fue mucho más rápi­
da que la de otras colonias, como el Perú (ver Sempat 1979).
Los indígenas aceptaron los usos monetarios españoles po r­
que conocían el sistema y los españoles aceptaron las mone­
das indígenas porque funcionaban de manera similar a las
de ellos. Esta situación fue mucho más evidente en la prim e­
ra mitad del siglo XVI en el que las mantas estaban presen­
tes en muchos más tributos que los pesos, y fue evolucionan­
do con el paso de los años. El cacao continuó siendo la
moneda fraccionaria durante mucho tiempo más. El caso es
que el oro y la plata han borrado casi completamente de las
investigaciones a estos medios de pago. El uso de la mone­
da era muchas veces ficticio, limitándose a ser la expresión
de las equivalencias y los metales eran en su mayor parte en­
viados a España.
En la Nueva España sólo un 10% de las operaciones se hacían con
moneda oficial. La inmensa mayoría de las transacciones se
hacían con monedas locales o por medio del trueque. Gran
parte de los salarios se pagaban con granos de cacao (Semo
1985:165).
Semo lleva razón. No sólo se pagaban salarios en cacao,
sino también en mantas, y sin embargo la regulación de sus
valores y producciones desaparece de las obras de los inves­
tigadores. Parte de la responsabilidad debemos achacarla a
las relaciones con la metrópoli, donde prácticamente ni se
las menciona. Las monedas indígenas de México eran estric­
tamente locales y carecían de valor fuera de la Nueva Es­
paña, por lo que difícilmente eran objeto de acumulación en
manos hispanas. Lo que se suele dejar de lado es que los es­
pañoles eran una minoría exigua en el siglo XVI y tenían que
tratar con una mayoría indígena que aceptaba sin proble­
mas sus monedas. El trato interno en monedas de la tierra
fue amplio.
Llegamos así a un punto crítico en nuestra investigación:
el uso de la moneda indígena en el siglo XVI y ahora quere­
mos exponer las pautas que estamos siguiendo en el estudio.
La premisa inicial es que existió un sistema monetario prehispánico en el que los papeles fundamentales eran desem­
peñados por las mantas y el cacao, que funcionaban como
moneda fraccionaria de éstas, y que este sistema perduró en
la colonia, sobre tbdo en sus primeros cincuenta años (Ro­
jas 1986, 1987, n.p.).
A partir de ahí hay que seguir la presencia de estas mo­
nedas en la documentación de la época para cubrir los ob­
jetivos que nos proponemos: determinar el grado de perm a­
nencia de las monedas indígenas, definir los contextos en los
que se usaron y las personas que las empleaban, precisar su
importancia en la economía de la colonia, ajustar los valores
que tuvieron a lo largo del siglo, etc. Para cada uno de estos
desiderata hay que emplear fuentes diferentes y sortear p ro ­
blemas particulares. Hablaremos en concreto de cada uno
de ellos.
Permanencia de las monedas indígenas
Los cronistas y viajeros de los siglos XVI y XVII nos hablan
todos del cacao, pero pocos lo hacen de las mantas. Esto se
debe a que estas fueron prontamente sustituidas por las mo­
nedas españolas y a mediados del siglo XVI su uso había dis­
minuido enormemente. Un ejemplo de ello nos lo prop or­
cionan Lockhart, Berdan y Anderson en su análisis de las
Actas de cabildo de Tlaxcala (1986:27):
The cacao bean and the tomín were not, generally speaking,
competing currencies; rather cacao served principally for va­
lues smaller than half a tomín, the smallest spanish coin then
in general use. I n the time the Actas cover, cacao’s role as small
change and for evening out what only looked like barter trans­
actions in the marketplace appears to have changed minimally
if at all from preconquest times, when it bore the same rela­
tion to the guachtli or length of cotton cloth as it does to the
tomín in the Actas. Of the quachtli, however, we hear nothing.
Las almendras de cacao y el tomín no eran, generalmente hablando, monedas que compitieran; es más, el cacao servía principalmente
para valores menores de medio tomín, la moneda española más pe­
queña en uso. En el tiempo que las Actas cubren, el papel del cacao
como moneda fraccionaria y para nivelar lo que sólo parecen trueques
en el mercado aparece como si hubiera cambiado rrúnirriamente, si lo
hizo, desde los tiempos anteriores a la conquista, cuando cumplía con
el quachtli o manta larga de algodón la misma relación que con el
tomín en las Actas. Del quachtli, sin embargo, no oímos nada.
La pervivencia de las monedas indígenas se percibe tam ­
bién en documentos de tipo económico y, sobre todo, en las
tasaciones de tributos. Son importantes códices como el de
Otlazpan, el Osuna o el Sierra, pero el peso de la investiga­
ción recae sobre la Suma de Visitas y el Libro de las Tasaciones
de Pueblos. Este último recoge las diferentes tasaciones que
se fijaron para los pueblos, desde los años 1530 hasta la déca­
da de los setenta y permite por ello seguir la evolución ge­
neral del sistema tributario. En ella se observa cómo la ad­
ministración española fue modificando los tributos para
ajustarlos a sus necesidades y productos españoles fueron
sustituyendo a los indígenas. Poco a poco se fue introducien­
do el pago en pesos, no siempre factible por las dificultades
que los indígenas tenían para obtenerlos. Los pagos en es­
pecie se fueron reduciendo al maíz y los monetarios a pesos,
aunque en la década de los sesenta aún muchos pueblos pa­
garan maíz y mantas (Rojas n.p.).
Las mantas eran la moneda indígena de más valor y la
más difícil de estudiar. Ello se debe a que en muchos docu­
mentos se confunde con la ropa, aunque las mantas de pa­
go no estaban destinadas a convertirse en ésta (Códice Men­
doza 1979:f.20r). Los códices económicos prehispánicos
especificaban con claridad el tipo de mantas que debían tri­
butarse y lo mismo ocurrió con los funcionarios españoles.
En el Libro de las Tasaciones aparecen claramente especifica­
dos los diferentes tipos de productos textiles tributados, lle­
gando a mencionar “mantillas de vestir indios” cuando era
necesario. Para los oficiales de la época estaba muy claro qué
era cada cosa. Por ejemplo, en el Memorial de los tributos (ENE
XIV: 102-107) se especifican 12 tipos diferentes de produc­
tos textiles, con su valor: mantas, mantas de pluma colora­
da, manteles, mantas sábanas delgadas, mantillas, naguas ri­
cas, tocas ricas, gueipiles buenos, naguas grandes, mantas de
las del tributo. En los tributos de Michoacán aparecen cami­
sas, naguas, maxtles, “ropa”, camisetas para indios, mantas
de lana, manteles y pañizuelos (Rojas n.p.: cuadro 1). Entre
los textiles que pueden ser considerados formas de moneda
tenemos mantas de algodón, mantas de 3 piernas, mantas
de 4 piernas, toldillos, mantas grandes torcidas, mantillas,
mantillejas, mantas de nequén, mantas de esclavos, mantas
delgadas, sobrecamas, sobremesas, mantas “muy pequeñas”
y piernas de manta (Rojas n.p.: cuadro 2). Y no siempre las
denominaciones designan tipos diferentes.
Estas sutilezas han ido desapareciendo y así, investiga­
dores modernos hablan de “ropa” en general juntando ves­
tidos y monedas (por ejemplo Borah y Cook 1958). En la do­
cumentación en nahuatl es más fácil hacer las distinciones,
ya que las mantas-moneda se llamaban guachtli y sus deriva­
dos (tenguachtli, patolguachtli) y canahuac, y las de vestir eran
las tilmatli. Es difícil seguir las distintas mantas con sus dife­
rentes valores a través de la documentación española, pese
a que muchos oficiales insistieran en describir minuciosa­
mente las características de las mantas que se debían pagar.
Eso se hacía para evitar fraudes como el ocurrido en Meztitlán y que originó numerosos papeles. Hay mucha infor­
mación en la visita que Diego Ramírez hizo (1552 y 1553) so­
bre cómo los españoles habían modificado las medidas de las
mantas, realizando cuantiosos beneficios en la operación.
Motolinía también se quejaba de ello (1975:162):
..,y también los pueblos que fueron tasados en manta que al
principio eran pequeñas cuando comenzaron a tributar y ago­
ra hacénselas dar tan grandes, que son más diez que no vein­
te de las que daban al principio y aún en la anchura deltas han
crecido tanto que las mujeres reciben notable daño y trabajo
en tejellas y hase hallado malparir por ello, y esta tasación se
debría hacer por personas expertas y de conciencia, puestas
por ambas partes como queden los indios sin pleito...
Contextos de uso
Este es otro punto vital. De lo dicho anteriormente se des­
prende que las monedas indígenas eran empleadas por los
pueblos para pagar sus tributos. Eso quiere decir que iban
a parar a manos españolas, ya sea la corona o los encom en­
deros y tenemos que saber qué hacían éstos con ellas. Los
tributos reales eran vendidos en pública almoneda y el estu­
dio de éstas nos permitirá saber quienes eran los com prado­
res. Para ello disponemos de las cuentas de los oficiales re ­
ales de 1531 a 1538 (AGI, Contaduría, legajo 658). Después
podremos seguir a alguno de ellos y detectar qué hacían con
lo comprado. Por el momento tenemos pistas en la docu­
mentación sobre los bienes de H ernán Cortés (Zavala 1984a)
en los que éste pagaba a los indígenas con moneda de la tie­
rra. Lo mismo aparece en los servicios personales (Zavala
1984b: 157):
Un documento publicado permite conocer algunas de las ta­
rifas de tamemes que aprobó la Audiencia de México en 1523:
de Amecameca a los Ranchos (Puebla), 80 cacaos; de Amecameca a Chimalhuacán (México), 40; de Amecameca a Ecatzingo (México), 50, de Amecameca a Tepopula (México), 40, de
Amecameca a Tlamanalco (México), 40. (El documento pro­
cede del AGN, Mercedes, vol. III, f f 262-263).
En las Actas del Cabildo de México (Guía de Actas: 24) y
en las Actas de Cabildo de Tlaxcala (1985:65,259). En estas últi­
mas se especifica que el pago puede hacerse en tomines o en
su equivalente en cacaos. Los pagos menudos, ya sea en el
mercado o los salarios de los peones solían hacerse en ca­
caos, como figura en numerosos lugares. En los mercados,
los precios se expresan en cacaos cuando es poco y en tomi­
nes cuando es mayor la cantidad, como ocurre en las Actas
de Cabildo de Tlaxcala (1985:173-74, 371-72). En una lista de
precios del mercado de Tlaxcala (Anderson, Berdan y Lockhart 1976:209-213) los precios figuran en cacao. Por el con­
trario, en la información sobre tributos que mandó hacer
Luis de Velasco (AGI, Patronato, legajo 180, ramo 20) los
precios figuran en moneda española: se expresa qué canti­
dades se daban por un real.
Por lo visto hasta este momento, parece que los españoles
realizaban los pagos a los indígenas preferentemente en mo­
neda de la tierra. Los Cacaos son fáciles de seguir, mientras
que las mantas, al tener un valor mucho mayor, aparecen
en menos ocasiones. Tenemos testimonios de pagos en m an­
tas para obras de envergadura, como una obra hecha en
Chapultepec, por la que se pagaron 100 toldillos a los indios
(Zavala 1984b:517) o por los materiales de construcción que
recibió el licenciado Delgadillo de los indios de Tepeapulco
(Zavala 1984a:37). Incluso el soborno entraba entre estos
usos:
Iten si saben que los dichos yndios del dicho pueblo de Tepeaca por sí o por ynterpuestas personas antes que los dichos de
Tepeaca dieron mantas, cacao e otras cosas a los dichos testi­
gos e cada uno dellos dixesen e depusiesen en esta causa pa­
ra efeto que depusiesen por los del dicho pueblo de Tepeaca
como depusieron (sobre el renglón: fueron) atraydos, sobor­
nados e dadivados y para el dicho efeto los dichos yndios de
Tepeyac dieron mantas, cacao e otras cosas a los dichos testi­
gos e a cada uno dellos para lo qual los dichos testigos e cada
uno dellos dixeron y depusieron el contrario de la verdad.
(Cuauhtinchan contra Tepeaca, f. S0r-80v, en Reyes 1978:57).
Más evidencias de estos pagos deberán rastrearse en do ­
cumentación de tipo económico de archivos mexicanos, co­
mo las cuentas de familias importantes o de obras particula­
res. De esa manera podremos conocer la manera en que las
mantas pasaban otra vez de los españoles a los indios para
poder ser tributadas de nuevo ya que
...hay manta que se ha dado y dará docientas veces en el tri­
buto comprándola e tornándola a dar... (J. López, ENE V: 15).
En general los españoles preferían entregar moneda
indígena a los indios
porque sea más aprovechado el alcalde mayor pagar a los in­
dios canteros y a los peones en cacao, contándoles cada real
por cien cacaos y comprándolo a mucho menos (Zavala
1985:456)
Importancia en la economía colonial
Este punto está muy relacionado con el anterior. La im por­
tancia de la moneda indígena en la economía colonial está
íntimamente relacionada con la frecuencia de su uso y con
las personas que la utilizaban. Aunque aparentemente sea
algo cuantificable, es muy difícil hacerlo, pues los docum en­
tos no fueron redactados con una mentalidad estadística y
cualquier cifra que demos será aproximada. También hemos
de tener en cuenta otros factores como el trabajo, las enco­
miendas, etc. Por el momento, podemos adelantar que si la
moneda indígena era utilizada por los indios en sus transac­
ciones entre ellos y por los españoles en sus operaciones con
los indios, su importancia era grande. No debemos olvidar
que en el siglo XVI la mayor parte de la población de la Nue­
va España era india, aunque el volumen de su economía fue­
ra pequeño comparado con el español. Muchos indios se
adaptaron al régimen colonial e hicieron pingües beneficios.
Entre ellos debemos destacar a los transportistas que carga­
ron tlamemes en la época de la prohibición. Es necesario
comprobar si estas gentes, así como los nobles hispanizados,
actuaban económicamente como indígenas o como espa­
ñoles. De nuevo, el análisis de documentos referentes a p er­
sonajes localizados nos debe rendir la información necesa­
ria.
La legislación también nos acerca a este problema. En las
Leyes de Indias no aparecen menciones de la moneda indíge­
na, aunque en la ley XXII del título V del libro VI (II:
ff.211v-212r) se dan instrucciones para la regulación de los
tipos de textiles “...porque en esto solía haver grande excesso...”. Los cabildos se ocuparon repetidas veces de regular
la circulación y atender a las calidades y valores. Por ejem­
plo, en el acta del 3 de diciembre de 1540 del cabildo de la
ciudad de México:
Se mandó pregonar que nadie puede vender las mantas y el
cacao por cargas ni por escotes; pues así cuestan más caros de
lo ordenado por el Ayuntamiento y el virrey. (Guía de Actas del
Cabildo: 171)).
Asimismo, el 28 de enero de 1527 se prohibía la venta
de cacao “salvo por medida sellada por el sello de la ciudad”
(Guía de las Actas del Cabildo: 30). Los abusos fueron conti­
nuos, sobre todo en los tamaños de las mantas y sus valores.
Valores de las monedas indígenas
El poder adquisitivo de la moneda indígena es otro punto
clave. El valor de una moneda se mide por lo que puede ad­
quirir y es el patrón para fijar las equivalencias entre ellas.
No es tarea fácil de realizar, pues las monedas indígenas, al
igual que ocurrió con las españolas en el Viejo y en el N ue­
vo Mundo, estuvieron expuestas a bruscos cambios.
Tanto en las actas de los cabildos como en la docum en­
tación sobre tributos se suele hacer referencia a los valores
de las monedas, sobre todo en su equivalencia con la mone­
da española. Los españoles querían saber siempre cuánto es­
taban recibiendo y la corona debía estar pendiente para evi­
tar los abusos que inevitablemente se producían. Ya hemos
mencionado el procedimiento de cambiar las medidas de las
mantas que debían recibir. También se les forzaba a darlas
por menos valor:
...los indios fueron gravemente molestados y oprimidos sobre
la paga (por Diego Quijada), porque muchos de ellos no tenían
moneda, y hacíanles hacer mantas y éstas tomaron sus cobra­
dores a menos precio del que valían... (Zavala 1985:456).
En México, un funcionario se enriqueció traficando con
cacao con los indios (Gómez de Cervantes 1944:112-113).
Las quejas contra los abusos eran continuas.
El cacao es mucho más fácil de seguir. En prim er lugar
fue rápidam ente aceptado como moneda de poco valor y
profusamente utilizado. Tenemos testimonios de sus valores
a lo largo de todo el siglo, tanto en los precios de compras
como en las tasaciones oficiales. Aunque sufrió alzas y bajas,
su relación con respecto al peso fue bastante estable a lo lar­
go del siglo, si tenemos en cuenta los movimientos que ex­
perimentaron otras monedas.
Las mantas son muy diferentes. El prim er problema, ya
mencionado, es el de su clasificación. Igual que para el ca­
cao, tenemos tasaciones de las autoridades y equivalencias
en los tributos, pero nos movemos en un maremágnum de
términos. Un análisis exhaustivo de los documentos con los
que contamos debe permitirnos precisar este campo. La re ­
alidad es que en las tasaciones nos encontramos con “ropa”,
mantas, mantas de 3 piernas, mantas de 4 piernas, mantillejas, toldos, toldillos, mantas de Cuernavaca, etc., usados in­
discriminadamente. A veces, tenemos el valor para una re ­
gión y una fecha determinada, o una conmutación, ya que
en 1544 se comenzó a conmutar el pago en mantas por el
pago en pesos (Carrasco 1964:373). Es necesario tabular los
valores y establecer las equivalencias en los diferentes méto­
dos de designación para saber con qué tipos contamos. Lo
cierto es que en tiempos prehispánicos, eran menos (ver el
Códice Mendoza). Sahagún (Garibay 1961) dio tres valores a
las mantas llamadas quachtli a las que quizá debiéramos su­
mar las canahuac. En nuestro análisis de los tributos de Michoacán (Rojas n.p.) encontramos mantas de tres valores di­
ferentes, pero eso no descarta que haya otras en otras
regiones. De hecho, los indios, como pasaba con los es­
pañoles, tenían preferencias por unas mantas u otras aún
cuando las cantidades se equipararan. Es decir, había “m o­
nedas” más fuertes que otras:
El 19 de ese mes de febrero (de 1531), el alcalde ordena que
el licenciado Delgadillo dé al pueblo de Texcuco, por lo que
en la casa ha labrado, 500 mantas y al pueblo de Otumba 600,
y al de Tepeapulco 400 mantas. Delgadillo dijo que tenía pa­
ra pagarles dos maneras de toldos, los unos de las mantas co­
munes que valen 2 pesos de oro cada carga, y otros de los tol­
dos muy grandes que valen a 4 pesos cada carga. Los princi­
pales dijeron que más querían un toldo de los grandes que dos
de los pequeños. (Zavala 1984a:40).
La respuesta a estas cuestiones debe encontrarse en un
análisis completo del libro de las Tasaciones de Pueblos. Extra­
yendo todos los tipos de mantas que figuren, con sus des­
cripciones y sus equivalencias, quizá podamos acercarnos a
formar un cuadro del sistema monetario indígena.
Conclusiones
Dado que el número de indígenas era muy superior al de
españoles en la Nueva España y que usaban predom inante­
mente sus propias monedas, no podemos desdeñar el papel
que éstas jugaron en el desarrollo económico de la Nueva
España. En muchos casos no se trata de que los indios p re­
fieran el cacao a los tomines, sino que sus ganancias eran tan
pequeñas que un peso era una cantidad muy fuerte para
ellos. Las clases acomodadas los usaron con total tranquili­
dad, como se refleja en muchos testamentos de indios, tan­
to en nahuatl como en castellano, conservados en el Archi­
vo General de la Nación. El progreso en esta línea de
investigación debe servir para ilustrarnos sobre el funciona­
miento interno del m undo único que españoles, indios, ne­
gros y mezclas construyeron en la Nueva España.
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RAMIREZ,
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