PDF (Capítulo 52)

Anuncio
226
ISAIAl!! GAMBOA
LII
Al día siguiente se levantó tarde. Llevado por
una idea oscura, estuvo revolviendo papeles toda
la mañana. Versos, cartas, libros.
Sufría.
Salió de su cuarto para preguntar a su madre
si tenía las cartas de él, todas las que le había escrito.
-Todas, dijo ella. Y a poco rato le entregó un
pequeño cofre que tenía la llave en la cerradura.
-lo Qué vas a hacer' le preguntó. t Qué tienes'
---'Nada, mamá. Voy a ver esto, por última vez.
La madre lo miró interrogativamente, y se fue.
Andrés abrió la cajita, turbado, ,como si fuera
a asomarse a UIl santuario.
Tomó la carta' de encima. Tenía el sello de Chile.
Era la última que había escrito antes de su regreso: era aquella carta que estuvo escribiendo toda
la mañana el día que cumplió treinta años, el día
de la crisis de su nostalgia. .. i Casi un año ya 1Al
pie de lo escrito esa mañana estaba lo que escribiera al día siguiente, después de la definitiva resolución. Era el anuncio del viaje... "Pronto estaré con ustedes. Espérenme: 1Voy!"
Sintió que alguien se acercaba a su lado. Era
la madre, que volvía inquieta.
.
El, siu una palabra, le dio el pliego, donde había
viejo~ indicio~ de lágrimas.
-j Ah, exclamó ella: la carta que nos trajo la
alegría!
.
y juntos continuaron leyendo todas aquellas
cartas dolorosas.
LA TIERRA NATIVA
A medida que avanzaba de fecha en fecha hacia
elpasado, parécíale a Andrés que iba entrando por
un camino medroso y conocido, por donde hubiera
.transitado hacía tiempo; un camino lleno de sombras, de horror.
-j Todas tristes,
todas tristes! prorrumpió la
anciana.
.
-Todas tristes, sí, madre. Escritas todas lejos ,
de aquí.
Eran cartas de diferentes puntos, de diversas
ciudades, de distintos puertos. Todas impregnadas
de dolor.
-l.Nunca estuviste alegre'
-1 Nunca! Los días alegres son dolorosos para ~
el que no es feliz.
Seguían leyendo.
La madre advirtió al hijo que era atormental'se, que debían guardar esas cartas para siempre.
En~ró Soledad, y mirando a su hermano manifestó extrañeza. Salieron.
Pero más tarde volvió él. Y durante todo el día
continuó la lectura: había incidentes que él' no recordaba, y había los que nunca se pueden olvidar.
Siguió leyendo. Y al fin leyó las cartas de diez
años. Quedaron esparcidas, amontonadas en el escritorio, en el suelo, al rededor de él. .. como espumas, como espumas de ondas muy amargas.
¡Diez año~!
Andrés calculó toda la tristeza de ese tiempo,
y sintió la impresión de que estaba asomándose a
un abismo muy negro, muy hondo. En el fondo de
ese abismo había pasado él los años de su juventud.
Sumido en la recordación, perdió la conciencia
de la realidad. Creyó que estaba todavía proscrito
228
lSAIAS
GAMBOA
y solo, yendo por aquel camino de sombras, de
horror.
Puso las manos sobre el escritorio, y sobre las
manos apoyó la cabeza.
En torno suyo por todo el cuarto estaban esparcidas, amontonadas, las cartas... Espumas de
ondas tan amargas.
Con los ojos cerrados, vio la sima de la desolación. ¡No, allá no bajaría otra vez, nunca, nunca!·
Púsose en pie, como para apartarse de una orilla en que podía caer.
.
-j No, nunca! ... i Otra vez allá no! ¿ Era ese el
camino de la gloria 7 ~Era. esa la dicha de la libertad 7 i La triste y ancha tierra!
Tenía la cara palidísima, el mitar extraviado,
los cabellos revueltos, como después de una lucha.
De pronto, dio a su semblante una expresión 'de
energía, de alto ánimo. Era el héroe, que otra vez
triunfaba de sí mismo.
Aquellos diez años estaban muertos. El, defini~
tivamente redimido.
El retrato de Marta, adornado de flores, parecía
sOllreírle.
i Esa sonrisa de amor debía iluminar su vida ...
para siempre!
Descargar