27TIEMPOS (POS)MODERNOS CATÁSTROFES: ¿MALA SUERTE O INJUSTICIA? POR MIGUEL DÍEZ Esta vez le ha tocado a Filipinas. ¿Cómo? ¿No lo recuerdas? No pasa nada, ya han pasado algunos meses y es normal que se te haya olvidado. Has enviado tantas veces ese SMS donativo que ya no recuerdas ni el país ni la catástrofe de esta vez. Tu cerebro está diseñado para intentar olvidar los malos momentos y eso es precisamente lo que ha hecho. Al menos así debería ser, estamos hechos para ser felices y la amargura de los recuerdos angustiosos no nos ayuda en la búsqueda de la felicidad. Sí, lo sé, siempre nos podemos encontrar con los llamados “cenizos” que sólo hablan de sus desgracias y que se empeñan en no ver el lado positivo de la vida, pero los apartamos rápidamente de entre nosotros. Preferimos oír que el vaso de agua está medio lleno en vez de medio vacío a pesar de que ver el vaso medio vacío sea el que nos lleve a querer llenarlo. Pero no sólo hemos olvidado a Filipinas porque tengamos que hacerlo para poder seguir con nuestras vidas, sino porque nos han dado la oportunidad de aportar nuestro granito de arena a la causa. Es más, no hemos tenido ni que levantarnos del sofá, los móviles de ahora lo hacen absolutamente todo. Yo ya envié mi SMS donativo y puedo descansar tranquilo. Pero claro, como ayudar y ser solidarios es así de fácil, así de fácil se olvida. La pregunta es: ¿soluciona algo este tipo de solidaridad puntual? Obviamente Imagen del tsunami que azotó en 2004 el Sudeste asiático. Fuente: wikipedia los SMS donativos y demás actos esporádicos no solucionan nada pues salen a escena cuando el daño ya está hecho. Sin embargo sí que es cierto que ayudan a amortiguar un poco la angustia de los damnificados y quizás puedan llegar a salvar algunas vidas pendientes de un hilo en los primeros días post-catástrofe. Pero también hacen mucho más. Sobre todo generan una placentera sensación de haber satisfecho la llamada de auxilio de los más desfavorecidos y nos legitiman para poder sentirnos solidarios al menos hasta la siguiente catástrofe. En otras palabras: renovamos nuestro carnet de solidaridad de catástrofe en catástrofe. La mercantilización de la solidaridad Como si no tuviéramos más oportunidades para ser solidarios que esperar a que suceda el daño y el sufrimiento, nos mantenemos a la espera de que algún medio de comunicación decida que una u otra catástrofe es digna de ser contada. Así, las ONG entran a escena y lanzan sus campañas de captación de fondos. El acuerdo entre medios de comunicación y ONG salta a la vista: las ONG dependen de los medios de comunicación para publicitarse y los medios de comunicación dependen de las ONG para éstas les digan dónde están los bebés que se mueren de hambre1. Ésta es la mercantilización de la solidaridad. Y no es culpa de nadie que sea así, simplemente son las reglas del juego: si no eres rentable desapareces del mapa. Júzgalo si quieres, pero es lo que hay. La solidaridad no es ajena a esta regla y por ello las ONG dedican una gran inversión al marketing y a intentar vender la solidaridad como un valor del cual sacar beneficio. Nada que reprochar, los que trabajan en las ONG también tienen que comer. Pero esta capitalización de la solidaridad nos ha llevado a encontrarnos con algunos casos, digamos, de dudosa ejemplaridad. El auge de las ONG en Occidente ha llevado a una dura competencia que hace que, para poder sostenerse económicamente, las ONG tengan que identificar un nicho de mercado y distinguir su marca de las otras ONG. Es decir, las ONG tienen que ser uno más en el mercado y saber vender bien su producto. Así, podemos ver cómo se exageran el impacto de las catástrofes, se juega sutilmente y se distorsionan las imágenes en los procesos de captación de fondos, o cómo 28tiempos (post)modernos el que ciertas personas habiten en zonas de riesgo y estén en situación de mayor vulnerabilidad debido a la marginación y la pobreza, eso sí es una injusticia. Las ONG dedican una gran inversión al marketing y a intentar vender la solidaridad como un valor del cual sacar beneficio la falta de trasparencia es una de las señas de identidad de dichas organizaciones2. Infortunio-injusticia Las ventajas de las ONG es que nos permiten ayudar de una manera rápida y cómoda: dona algo de dinero y ya puedes decir que has cumplido. Sin embargo tampoco tenemos que reprocharnos en exceso que seamos cómodos a la hora de ayudar a los demás cuando lo necesitan, ¡bastante hacemos que echamos un cable cuando no tenemos ningún tipo de responsabilidad en las desgracias de los demás! En el caso de las catástrofes naturales parece evidente que es una cuestión de infortunio más de que de injusticia. Simplemente te tocó. Los terremotos, los huracanes, los tsunamis o las inundaciones no parecen, en principio, remitir a la acción deliberada de las personas – sin embargo habría que preguntarse si esto es realmente siempre así-. Para que una situación sea injusta tiene que haber podido ser de otro modo y existir un responsable que decline la balanza hacia el sufrimiento. Los infortunios, en cambio, simplemente suceden y nadie es responsable. Son inevitables. A pesar de todo, no es fácil distinguir con claridad si un suceso es un infortunio o una injusticia. Máxime cuando nuestros recursos y saberes científico-tecnológicos generan la ilusión de tener todo bajo control. Así, todo perjuicio contra alguien despierta la sospecha de que podría haberse evitado. Las teorías de la conspiración y la sospecha se alimentan todos los días de esta premisa. Sin embargo podemos tener algunas cosas claras. Se puede aceptar que un te- rremoto, por ejemplo, sea un fenómeno natural infortunado en el sentido de su inevitabilidad. Pero el que ciertas personas habiten en zonas de riesgo y estén en situación de mayor vulnerabilidad debido a la marginación y la pobreza, eso sí es una injusticia. Ésta es la razón por la que conceptos como el de cooperación al desarrollo pueden ser más importantes que las donaciones puntuales que intentan calmar el daño ya hecho. Por todo ello, no está de más revisar la imagen que tenemos de la solidaridad y pensar que quizás la solidaridad sea algo tan esencial como no mirar hacia otro lado ante las necesidades de los que nos rodean y no esperar a que sucedan los daños. La justificación de intervenir cuando el daño ya está hecho se alimenta de considerar a las catástrofes como infortunios, no pensando que quizás haya también algo de injusticia en ellas. Pero si decidimos hablar de injusticias ya no vale esperar a que sucedan los daños. Quizás aquellos que nos rodean no se estén muriendo de hambre, o sí, no lo sé, dependerá del lugar donde vivas, pero si quieres ayudar bastará con relacionarte con ellos y escucharles. No hace falta que esperes a ver los cadáveres en la tele. Ellos te lo dirán y tú lo verás. Así de simple y así de complejo a la vez. Notas: 1. Sobre ejemplos de la dependencia entre medios de comunicación y ONG se puede consultar Alex de Waal (1997): Famine Crimes: Politics and the Disaster Relief Industry in Africa. Oxford y Bloomington, James Currey e Indiana University Press, p. 83 y ss. 2. Algunos ejemplos se pueden consultar en Fowler, A. (1997): Striking a Balance: A Guide to Enhancing the Effectiveness of NGO in International Development. UK, Earthscan, p. 30 y ss.