Reseñas Narcejac, Tomás. Una máquina de leer: la novela

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Reseñas
Narcejac, Tomás. Una máquina de leer: la novela policíaca. Fondo de Cultura Económica.
Colección popular No. 343. México, 1986. 248 pp.
“El artista siempre supera al analista”, es la tesis que Narcejac desea fundamentar a lo largo de su
ensayo. Según él, de este enunciado se derivan numerosas consecuencias: ante todo la novela
policíaca es inferior a la novela. Para Narcejac la novela policíaca (NP) es una máquina de leer de
acuerdo con la explicación dada por Norwert Wiener: “En inglés, enigma se dice riddle, que viene
del verbo to rede, que quiere decir `buscar la solución’ y del cual se ha derivado el verbo moderno
to read: leer”. Esto explica que pertenezca la NP a la vituperada literatura de consumo. La NP “es
divertida pero no enriquecedora”; requiere de los autores habilidad narrativa y no talento creador.
Para fundamentar su tesis Narcejac efectúa un interesante recorrido por la novela clásica
de misterio. En la introducción, cita el ensayo El origen de un poema de Poe, para estipular las
bases del análisis: “Mi intención es demostrar que ningún punto de la composición se puede
atribuir al azar o a la intuición, y que la obra se ha encanimado, paso a paso, hacia su desenlace
con la precisión y la lógica rigurosa de un problema matemático”; además de señalar los propósitos
de la NP: “enriquecer la literatura al contacto con la ciencia”.
En el primer capítulo se ocupa de los orígenes de la novela problema, para lo cual se
apoya en las correspondencias entre el pensamiento de Poe, Doyle, Newton y Laplace, sobre el
alcance y las posibilidades de la deducción. Destaca las características necesarias en la
personalidad del detective para encarnar tales ideas: libre de prejuicios, pasiones, etcétera; es
decir, lo que se suele considerar como demasiado humano (sic). “A fines de 1840 quedó
demostrado que, en su esencia, la novela policíaca era claramente un relato científico por sus fines
y sus procedimientos”. Luego analiza lo vulnerable de tal pretensión al estudiar supuestas
deducciones de Dupin y Holmes. Revisa los procedimientos propuestos por Stuart Mill para el
razonamiento inductivo y muestra como los aprovechan diversos autores de NP. Acusa el abuso de
la lógica en que incurren los autores por el efecto de sorpresa que tiene la deducción para el lector.
Presenta la teoría propuesta por Austin Freeman, como representante ideal del novelista científico
de la NP. Describe una novela de Freeman y la desmenuza en un análisis riguroso y exhaustivo
respecto de la técnica de elaboración, por parte del autor, y de reelaboración por parte del lector.
Luego de presentar las reglas propuestas por S. S. Van Dine como los “mandamientos” que debe
obedecer un autor de NP, califica la NP como juego científico. En este extremo analiza la
producción novelística de Ellery Queen, John Dickson Carr, G. K. Chesterton y Agatha Christie.
Separa la producción de Queen en las obras de misterio (1929-1938) y el ciclo de Wrightsville
(1942-1952). En los misterios, pese a que se plantean enigmas notables, “la concepción general de
la novela no evoluciona”. En el ciclo de Wrightsville Queen introduce el psicoanálisis a la NP. Por
ello “la relación causa efecto ya no estará regida por el principio de identidad, sino por el principio
de semejanza que, por medio de un sentimiento reprimido, necesariamente vincula una imagen
con otra imagen”. Esto tiene como consecuencia constituir al autor en “amo absoluto del juego” con
lo que “A todas luces hay ruptura del contrato” (entre autor y lector). Ya no hay demostraciones
sino interpretaciones, hay además, anagramas de recóndito significado y pensamiento mágico que
motivan acciones. Con la extensión intentada por Queen la NP llega a un callejón sin salida.
Dickson Carr agota las posibilidades de los misterios de “cuarto cerrado”, al desarrollar el esquema
propuesto por Gastón Leroux en Le mystère de la chambre jaune, que Narcejac analiza punto por
punto en el capitulo XV, dedicado al estudio del funcionamiento de la NP. Chesterton introduce una
perspectiva católica a la NP, cuyo método de investigación queda descrito en la fórmula: “El crimen
es siempre una mistificación. Por consiguiente, la pesquisa será una desmistificación”. El problema
radica en que las desmistificaciones efectuadas por el Padre Brown suelen introducir lo fantástico,
elemento natural de toda religión. La presencia de lo fantástico en Queen, Carr y Chesterton lleva a
suponer a Narcejac que lo fantástico es el “inevitable coronamiento” de la NP. Inevitable porque “es
fantástico lo que escapa a toda explicación; lo que no es racional”, y la NP presenta problemas
cuya explicación suele ser bastante ardua de descubrir. Luego de un análisis sumario de lo
fantástico, en el que contrapone el miedo presente en el thriller y el juego de la NP, deriva su
argumentación a las características ineludibles de personalidad de los detectives de esta clase de
NP. “Es conveniente ser sólidamente él mismo, sin concesión, con todas las rarezas de un carácter
que nunca se doblegará ante el misterio” y “Para él hay crímenes bellos. El aspecto sórdido de
todo caso criminal ya no le afecta. La desdichada suerte de la victima lo deja indiferente”. Narcejar
concluye, con Knox y Berkeley, que: “La novela clásica morirá algún día”. Agatha Christie revitaliza
el género al intentar la NP decente; es decir, respetando las convenciones (nada de thriller) y la
verdad (nada de fantástico). Narcejac reconoce que Christie cuenta con gran virtuosismo en la
presentación de personajes y en la variedad de situaciones en las que ubica la trama, pero señala
las constantes de la técnica novelística de Christie, entre las que están la recapitulación de
verdades y mentiras que escucha el detective en torno al caso, el hecho de que circunscribe a un
solo ámbito la presencia de los actores y la manipulación de las apariencias por parte del asesino.
El problema es que esto último se alcanza en límites difíciles de aceptar. En Christie la explicación
de las motivaciones son fáciles, lo difícil es el desarrollo del crimen. Narcejac concluye que Christie
es la demostración palmaria de que “en una novela problema la novela sale sobrando”. Su intento
del desarrollo de la psicología de los personajes es limitado por las reglas del género. Siempre
concluye en la descripción de un pequeño mundo de sospechosos sorprendidos en su vida
cotidiana. Narcejac lleva su argumentación hasta afirmar que de la novela problema no se
conserva ninguna de sus pretensiones. Cada autor, sea Queen, Carr, Chesterton o Christie,
fracasa en sus intentos de lograr que la NP “se parezca a pesar de todo a una novela y desempeñe
en la conciencia colectiva el papel destinado a la novela”.
A continuación Narcejac estudia el error de separar el thriller de la NP. Nos lleva a
reconocer la imposibilidad de evitar el suspenso y eventualmente el miedo en la última. Y por el
mismo camino nos invita a reflexionar si la separación de lo fantástico y lo afectivo no son
igualmente errores. “Su ideal fue suprimir de la novela problema toda afectividad. En el fondo de su
estética, existe un dualismo que separa radicalmente lo sensible de lo intelectual, lo físico de lo
cerebral”. En tres capítulos analiza las relaciones entre la NP y la moral, NP y democracia y NP y
religión. Nos llama la atención sobre el hecho histórico de la prohibición de la NP en la Alemania y
la Italia de antes de la Segunda Guerra Mundial. Las explicaciones de por qué ocurrió esto radican
en que el fascismo y el nazismo basaron el Derecho en la fuerza y no en la moral. Cita la tesis de
Howard Haycraft según la cual: “la esencia misma de la novela policíaca es democrática (ya) que
su interés depende de una concepción de la justicia absoluta”. A este respecto Narcejac concluye:
“Ciertamente, en la NP existe un profundo respeto por la persona y sus derechos”.
Esquematizada Le mystère de la chambre jaune de Gaston Leroux, procede Narcejac a
reinterpretarla con esquemas cibernéticos indentificando la NP en general con una máquina. “Qué
duda cabe: ¡la literatura policíaca mecánica llegará mañana!”.
Finalmente arriba a las conclusiones derivadas de la tesis que quiere probar: El artista
siempre supera al analista. El artista es el que equilibra en la obra clásica los principios apolíneo (la
razón), y dionisiaco (la emoción). Por las características de la NP, desde Allan Poe lo mecánico, la
técnica está sobre la inspiración para eliminar la incertidumbre impropia de la NP. Poe y sus
discípulos son seguidores del positivismo. “Desde ese momento, era la propia ciencia la que
obligaba al artista a desconfiar de lo irracional que rondaba en él”. Al eliminar la incertidumbre, el
autor de NP margina el misterio de la vida en sociedad. "La novela de misterio es precisamente
aquella que ha eliminado el misterio. ¡Nada de rincones oscuros! La inteligencia se pasea a sus
anchas en todas las partes del relato”. Por ello, y por pasar por alto la existencia, la NP es literatura
de evasión, de consumo. Narcejac concluye su ensayo con las palabras: “Y lástima por nosotros
los autores policíacos. Somos lo que somos. No confundamos la habilidad con el talento. Es
preciso decir siempre la verdad”.
El ensayo de Narcejac me ha despertado una serie de asociaciones por su carácter
polémico. Reconozco la habilidad con que Narcejac, con la sagacidad de un autor de NP, analiza
los orígenes, la teoría, la estructura y los procesos de redacción y lectura de la NP. Sin embargo,
acusaría a su ensayo de la misma premeditación que tiene la NP clásica. Demuestra lo que quería
demostrar, a pesar de que en su ensayo incluye enunciados que implican posibilidades diversas.
Por paradójico que parezca, la respuesta a Narcejac se basaría en el enunciado: “El artista siempre
supera al analista”, que, como se puede apreciar, coincide plenamente con la tesis de Narcejac; lo
que ocurre es que la interpretación sería a favor de la NP y no en contra de ella. La impresión
general que queda después de leer en ensayo de Narcejac es semejante a la que quedaría de la
física si, con criterios relativistas, juzgáramos a la física del siglo XIX. Narcejac no se percata de
que sólo analiza la producción de la NP coincidente con la perspectiva positivista derivada de los
trabajos científicos de Newton y Laplace. Y si por sus fines y procedimientos la NP era claramente
un relato científico, Narcejac debió considerar las transformaciones de la ciencia en su estudio de
la NP. Newton y Laplace no presiden la filosofía de la ciencia contemporánea. En todo caso serían
Einstein, Godel y Piaget. Resulta fácil demostrar la inferioridad de la NP si solo nos atenemos a los
modelos positivistas. Al evolucionar la ciencia también evolucionó la NP. Incluso desde Allan Poe.
Recordemos su obra “Eureka”. En ella Poe anticipa hallazgos que actualmente suscribe la física
contemporánea, como son la teoría del gran estallido (Big bang), la relatividad, etcétera. En
“Eureka” vemos que el Allan Poe artista superó al Allan Poe teórico de la composición; es decir, el
artista siempre superó al analista. Ni siquiera estamos autorizados a recriminarle los errores
incluidos en sus novelas. Tomemos el caso de Pushkin. En “El bandido Duvrobsky” elogia el
tratamiento médico que, con base en sangrías, recibe uno de los protagonistas. Este error no resta
belleza a la obra. Tan sólo nos ubica en las creencias de la época. Podríamos citar muchísimos
casos en los que el artista supera al analista. León Trotsky en “Cuestiones literarias” rinde
homenaje al artista encarnado en Jack London. Destaca que en la novela El talón de hierro,
publicada en 1907, anticipa el fascismo y el nazismo. La novela póstuma de London es Asesinato
Ltd. Es una obra maestra del género y una novela clásica de todos los géneros, que demuestra de
nuevo que el artista (London) supera al analista.
El libro de Narcejac, muy hábilmente escrito y con muy persuasivas razones, se equivoca
al no contextualizar. Este error nos permite vislumbrar qué es lo que hace que la mayoría de la
gente califique de subliteratura a la NP. Después de la Primera Guerra Mundial, y por el horror que
significó ésta, se originó una reacción contra todas las creencias ingenuas y optimistas del siglo
XIX, al que se llegó a calificar de “estúpido siglo XIX”. Entre estas “creencias estúpidas” se hallaba
la fe en la razón y en su poder como medio para asegurar al hombre un desarrollo constante de su
humanidad. Por ello fueron substituidos los valores de Libertad, igualdad y fraternidad por los de
bienestar de la clase social, raza o nación. La libre discusión de las ideas que podría llevar a la
verdad a través de procedimientos racionales, fue substituida por la propaganda válida por su
atracción emocional.
Se opuso lo racional a la naturaleza. Y esto constituyó el gran error. Lo opuesto a lo
racional es lo irracional. Lo opuesto a la ciencia es la religión, la magia y la superstición. La razón
es natural y la naturaleza es aprehensible mediante la razón. Esto es posible porque hay
esquemas lógicos abstraíbles de la naturaleza. Narcejac acierta al denunciar las limitaciones de la
novela policial que yo calificaría de positivista (laplaciana); su error radica en no darse cuenta de
que “el artista siempre supera al analista”; y que en la novela, así nada más -sin el complemento de
policíaca-, también posee una estructura esquematizable. Galdós en sus charlas con Baroja
destacaba la enorme labor técnica de cualquier novelista, grande o pequeño. Se han hecho
muchísimos análisis estructurales de la novela, lo que es una prueba de lo afirmado por Galdós.
Actualmente nadie duda de que los excesos del positivismo conllevaron a una física mecánica, a
una lógica mecánica y a una NP mecánica. Pero afortunadamente “el artista siempre supera al
analista”, pues tiende al logro de valores estéticos que, por alguna extraña razón, son universales.
Es tradicional la desconfianza hacia los intelectuales, los eruditos, la inteligencia y el
raciocinio por parte de la mayoría de la población de la humanidad. Esta mayoría supone que si
está en contra de lo racional se rebela contra una poderosa fuerza represiva. Así se parte de
supuestos que contraponen razón y naturaleza, inteligencia y emociones, abstracción y realidad.
Pero todas ellas son falsas oposiciones. Obras maestras como Crimen y castigo, Los hermanos
Karamazov, Resurrección, Ana Karenina no prescinden de la inteligencia ni de la razón para nada.
Por el contrario también son Iógicas e inteligentes.
La novela policial contemporánea se halla considerablemente modelada por el apego a la
naturaleza, con el reconocimiento de fenómenos psicológicos y sociales como la fantasía y la
ideología, etcétera, y por el apego a la razón en contra de la autoridad arbitraria. Como dice
Narcejac, en otro de los enunciados que no desarrolló en su ensayo, “el interés de la NP depende
de una concepción de la justicia absoluta” y “Ciertamente en la NP existe un profundo respeto por
la persona y sus derechos”. Afirmaciones éstas que se pueden extrapolar a las novelas clásicas
citadas anteriormente. Afortunadamente para el fanático de la NP, y como lo demuestran las obras
maestra de Allan Poe, Conan Doyle, Jack London, Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Rafael
Bernal y otros más, el artista siempre supera al analista.
José Huerta Ibarra
Villegas. Abelardo. Democracia y dictadura. El destino de una idea bolivariana. Textos de
Ciencias Sociales. Coordinación de Difusión Cultural. Dirección de Literatura/UNAM. México,
1987. Coedición: Universidad Nacional Autónoma de México y Universidad Autónoma de
Zacatecas.
¿Qué ha ocurrido con el interés por la filosofía del mexicano que privó en los años cincuenta y
sesenta? Se ha convertido en un interés por la filosofía política: revolución, lucha de clases,
dependencia, colonialismo, enajenación, las estructuras del capitalismo y las del socialismo, señala
el doctor Abelardo Villegas en el prólogo.
A partir de la Revolución Cubana, América Latina ha vivido años dramáticos en que ha
tenido que enfrentarse a oleadas militaristas, surgimiento de unas dictaduras y permanencia de
otras, las vicisitudes de la experiencia socialista chilena y la crisis en Centroamérica. Todo ello
“pone nuevamente en el tapete de la disputa la cuestión de la democracia”. Disputa significa hablar
nuevamente de ella, dialogar acerca de ella, ponderar que queda de las ideas que al concepto de
democracia aportaron las corrientes ilustradas y las liberales, que agrega el socialismo y que debe
ser desechado.
En esta colección de Ensayos, publicados en fechas diversas, Abelardo Villegas reúne una
serie de temas tales como el sustento ideológico del nacionalismo, la trayectoria moral de
Hispanoamérica a partir de una idea de Simón Bolívar, la latinidad de América como cultura o
como instrumento de subordinación, Estado y sociedad civil en México, y el análisis de trayectorias
individuales o momentos en la vida y el pensamiento de personajes tan dispares como Morelos,
Molina Enríquez, Antonio Caso y Ortega y Gasset. Nada de esto sobra; todo tiene su lugar en la
trama de conceptos complementarios en medio de los que destaca la convicción del doctor Villegas
de que la soberanía no es un atributo de la naturaleza humana, sino una entelequia o una finalidad
que surge de la experiencia histórica. “La historia tiene que andar mucho para que por fin se llegue
a concebir el ejercicio de la soberanía como algo deseable. Se trata de un concepto histórico sobre
el cual se ejerce una operación hipostática, es decir, que se le convierte en algo sustancial,
inherente a un cierto tipo de ser”.
En el primer artículo, que da su nombre al volumen, traza el autor la trayectoria del
concepto de soberanía popular -entendida como el ejercicio de la libertad colectiva- que en el
transcurso de la vida independiente de los países latinoamericanos ha aparecido así como una
mera entelequia: un principio aceptado teóricamente, pero rechazado en la práctica. La razón
ideológica de este rechazo está en una incurable desconfianza hacia el pueblo, que no puede
dirigir ni siquiera sus propias revoluciones. Se hace un recorrido histórico que va pasando del
despotismo sin más al despotismo ilustrado, en las ideas de quienes se apropiaron del poder
apoyándose en dicha desconfianza de las capacidades populares para el ejercicio soberano.
Bolívar en 1819; Servando Teresa de Mier, como teórico constituyente en 1923; Juan Manuel de
Rosas, Porfirio Díaz, Juan Vicente Gómez en los términos del teórico de su dictadura, Laureano
Vallenilla Lanza, Marcos Pérez Jiménez, ciertos conceptos de José Martí y aun, por lo que hace a
la descripción del carisma de un conductor de pueblos, Evita Perón en 1957. Ilustrados y caudillos
no tendrían dificultad en aceptar el inventario que de los efectos de la plebe hiciera en 1824 el
periodista francés Maurice Joly. Pero hay también una elite revolucionaria que no oculta su
desconfianza hacia el pueblo que se manifiesta en la teoría de la “vanguardia” revolucionaria y del
foquismo, y llega hasta una Constitución, la cubana de 1976, que consagra la elección indirecta del
Presidente del Consejo de Estado que es a la vez jefe de gobierno y Presidente del Consejo de
Ministros. A este poder ejecutivo lo nombra La Asamblea Nacional de Poder Popular que sí está
integrada por diputados electos de manera directa.
Al concluir Villegas que “aun examinando con minuciosidad las cosas es difícil encontrar
una tradición democrática entre nosotros”, dará la salida dialéctica que pone a salvo la posibilidad
de la soberanía popular y así la de la democracia misma. La razón dialéctica es de corte hegeliano,
que consiste en una facultad que registra la realidad o que elabora sus materiales de acuerdo con
ciertos principios eidéticos. Esta es una de sus dimensiones; la otra diseña lo que todavía no es o
lo que debiera ser. Es un diálogo de la razón consigo misma en estas dos dimensiones, habida
cuenta de que la dinamicidad de la realidad está constituida por un tránsito permanente de lo que
es a lo que todavía no es. Y es en este sentido que la razón se ajusta a la realidad. Lleva estas
ideas al terreno de la práctica con un texto de Luis Cabrera en que afirma que “los revolucionarios
de entonces no podremos prescindir del concepto de libertad. Y seguiremos aspirando a ella,
aunque jamás la hayamos tenido. Precisamente porque no la tenemos todavía, y porque nuestra
Revolución, la de entonces, no pudo realizarla”. Reitera Villegas: “la libertad y sus instituciones
ajenas, hacen patente su ausencia en las instituciones de crueldad humana. Se trata de una
presencia ausente, realidad que tiene la libertad entre nosotros, no menos persistente que las
organizaciones dictatoriales o autoritarias”.
A lo largo del texto se repite el subterfugio de las elites gobernantes que insisten en la
necesidad de la educación para reconocer el bien común. En unos casos, es el soberano el que
debe ser educado, en la mayoría es el pueblo mismo. Pero Villegas es contundente: lo que ocurrirá
con el aprendizaje de la libertad será lo mismo que sucede cuando se aprende a andar. A caminar
sólo se aprende caminando. A ser libre sólo se aprenderá ejerciendo la libertad. Si por fin aparece
alguna vez la libertad popular, aparecerá a despecho de los dictadores y de las vanguardias, sean
políticas o culturales. Se enjuiciará su actuación y se verá –quizá- que no eran tan buenos
maestros como creían o que finalmente se cumplió su propósito, anulándolos como tales. Se verá
cómo incluso una sola idea, por ejemplo, la socialista, puede tener diferentes expresiones y puede
ser puesta en práctica por más de un equipo de políticos, por lo que se tendrá que rechazar el
monolitismo y ejercer la elección y el discernimiento. Y ya vislumbradas estas posibilidades
libertarias, en la medida en que se les pongan más obstáculos, más afirmarán su necesidad.
Concluye el texto “Y quizá llegue el momento de que conscientes de haber arado en el mar, como
decía Bolívar, nos convenzamos de que lo hicimos con fruto, como agregaba Martí”.
Curiosa combinación de erudición, análisis y convicción la de este pensador mexicano que por las
vías calladas del trabajo académico logra abrir cauces de aliento y optimismo en un panorama por
demás sombrío, el del pensamiento político aplicado a lo nuestro: Hispanoamérica.
Frances Ursúa
Nota: en el próximo número de Omnia reseñaremos otro de los conceptos contenidos en los once artículos restantes de
este volumen y que son un acercamiento al problema de la democracia tal como lo presenta el Dr. Abelardo Villegas.
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