Revista Cúpula 2014; 28 (1): 31-39 TRASTORNO AFECTIVO BIPOLAR EN POBLACIÓN MAYOR DE 65 AÑOS BIPOLAR DISORDER IN ELDERLY PEOPLE Kattia Rojas León* REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA RESUMEN ABSTRACT El número de adultos mayores crece a diario y con ello, aumenta la necesidad de contar con profesionales competentes que sean capaces de abordar las condiciones de estas personas desde una óptica científica y humana en aras de brindar servicios de calidad. Los estudios longitudinales sostienen que con el paso de los años las manifestaciones clínicas de los trastornos suelen ir cambiando. En el trastorno afectivo bipolar no es la excepción, éstos señalan la existencia de ciclajes más rápidos, interacciones importantes entre comorbilidades con enfermedades psiquiátricas y médicas; así como de diferencias importantes en términos de la intensidad de la sintomatología afectiva reportada por el sujeto y observada por otros. En este artículo se presenta una revisión acerca de las manifestaciones clínicas de este trastorno en personas mayores de 65 años y se proponen algunos elementos claves para el abordaje integral de estos casos. This paper is a review about clinical manifestations of bipolar disorder in people over 65. The elderly amount is daily growing up, and thus increases, the need for competent professionals who are capable of dealing with these people conditions from a scientific and human perspective in order to provide quality services increases too. Longitudinal studies argue that over the years the clinical manifestations of this disorder often changes. Studies point out the existence of cycling faster, important interactions between psychiatric and medical comorbidities with diseases; as well as important differences in terms of the intensity of affective symptoms reported by the subject and observed by others. Key words: elderly people, bipolar disorder, symptoms, comorbidity. Palabras claves: adulto mayor, trastorno bipolar, sintomatología, comorbilidad. *Máster en Psicología Clínica, Residente de Posgrado en Psicología Clínica, Hospital Nacional Psiquiátrico. [email protected] 31 Revista Cúpula 2014; 28 (1): 31-39 INTRODUCCIÓN y si no se tienen claras estas particularidades podríamos presentar limitaciones al momento de realizar intervenciones desde nuestro campo. Nuestro país poco a poco se está transformando en un país donde su población cada día envejece y donde los nacimientos se reducen marcadamente. Esta información, a la que a menudo accedemos por diversos medios de comunicación masivos proviene en su mayoría de los censos realizados por el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC). Además, resulta conveniente debido a que en los últimos años se ha observado un aumento en las consulta especializada (psicológica y psiquiátrica) de casos de personas que presentan este trastorno, según Lucero y Casali (2006), se ha demostrado que la prevalencia de enfermedades psiquiátricas incrementa con la edad, pues aquí convergen aquellas personas con patología mental de inicio en la juventud que envejecen y aquellas personas que desarrollan enfermedades mentales en esta etapa de la vida. De acuerdo con el último registro que fue publicado en el 2013 por el INEC, la población adulta mayor representa un 7,3% de la población nacional; el estudio señala que el cambio en la pirámide poblacional se debe a un estrechamiento en la base de la misma; que se ha generado como consecuencia del descenso en el número de nacimientos. Datos Estadísticos Es probable que el incremento que se está observando en el número de adultos mayores en la población esté haciendo de forma consecuente que se incremente el número de ancianos que requiera atención por la presencia de un trastorno bipolar (Sajatovic y Chen, 2011). Esto se respalda con los hallazgos del estudio realizado por Almeida y Fenner (2002), en Australia donde encontraron un incremento en la cantidad de personas de más de 65 años con trastorno afectivo bipolar, el cual pasó del 2% en el año 1980 a un 10% en 1998. Frente a estos cambios demográficos no debemos permanecer como profesionales en salud desvinculados, hay que replantear y estar preparados para hacer reformas a muchos niveles como el legal, y el fortalecimiento de los sistemas de pensiones para garantizar a este grupo poblacional sus beneficios. Por otro lado, como profesional en Psicología Clínica considero que es necesario contar con un bagaje técnico que respalde el trabajo desde un enfoque científico y humanista con los diferentes grupos etáreos. No existen en Costa Rica indicadores estadísticos que revelen la prevalencia de este trastorno en la población en estudio, no es posible aportar datos ni siquiera aproximados a esta revisión debido a la carencia de dicha información. Sin embargo en conversaciones informales dentro del Hospital Nacional Desde esta óptica considero importante actualizar conocimiento teórico sobre las diversas manifestaciones clínicas del trastorno afectivo bipolar en personas mayores de 65 años, debido a que con el paso del tiempo los cuadros clínicos suelen ir evolucionando 32 Revista Cúpula 2014; 28 (1): 31-39 la incidencia de las recaídas es mayor, y parece ser que la tendencia es marcada al desarrollo de demencias. Considero que se debe investigar si este último aspecto podría deberse a las consecuencias del uso prolongado de medicamentos, a factores iatrogénicos que podrían estar altamente relacionados con los repetidos internamientos, e incluso a alteraciones cognitivas. Psiquiátrico, parece ser que los profesionales también perciben un aumento en los casos de este tipo. Países como Uruguay si cuentan con datos epidemiológicos que constatan que en personas que viven en comunidades con edad superior a 65 años entre el 0.1 y el 1% presenta este trastorno, mientras que quienes viven en centros de asistencia geriátrica la tasa de prevalencia incrementa al 10% y comprender del 5 al 15 % de los internamientos por motivos psiquiátricos (Lucero y Casali, 2006). Para Sánchez y Castelló (2001), el trastorno bipolar geriátrico se caracteriza por la presencia de mayor frecuencia de manía como forma de inicio, la latencia entre episodios es menor y suele observarse síntomas confusionales y cognitivos, así como alteraciones en el comportamiento, irritabilidad y hostilidad. Manifestaciones clínicas Al respecto, la especialista argentina Dra. Monczor, (2010) señala la existencia de un panorama confuso en torno a la evolución de estos cuadros clínicos al llegar a la vejez y acota que podría deberse a múltiples razones entre las que cita: la posibilidad de que las personas reporten menos síntomas, que la mortalidad en esta población incremente, o que los síntomas se atenúen con el paso de los años; ya que está más que claro que este es un trastorno que requiere tratamiento a largo plazo. Especialistas en la materia (Lucero y Casali, 2006), indican que los episodios maniacos suelen presentarse con gran agresividad, disforia, delirios paranoides y con un ciclaje rápido; en tanto la euforia y los delirios de grandeza son menos frecuentes. Lo cual, es un elemento diferenciador con respecto a personas de edades más jóvenes que presentan esta condición, en quienes es muy frecuente la megalomanía y el estado de ánimo eufórico. Expertos en el tema (Beyer, Kuchibhatla, Cassidy, Krishnan; 2008; Monczor, 2010), coinciden en que en gerontes, la clínica de este padecimiento tiende a ser más heterogénea. En este sentido han observado que los episodios maniacos son menos severos dado que la exaltación es infrecuente, empero suele darse agitación que es motivada por comportamientos agresivos. Sousa (2012), destaca las manifestaciones de irritabilidad, observa como estas personas se muestran mucho más reactivas y con una tendencia a ser coléricos fácilmente; realizan múltiples actividades y no requieren de reposo. La agitación es improductiva es decir, tanta hiperactividad no es invertida en tareas oportunas. Agrega que el pudor disminuye con lo que al estar desinhibidos pueden llegar a evidenciar actitudes de seducción, Estos investigadores, señalan que la observación clínica ha demostrado que 33 Revista Cúpula 2014; 28 (1): 31-39 emplearon instrumentos de medición como el Mini-Mental State Examination y la Mattis Dementia Rating, cuyos resultados indican que las personas con este diagnóstico obtuvieron un puntaje de 1 desviación estándar menos que la media del grupo (Gildengers, 2004; citado en Sajatovic y Chen, 2012). incurrir en relaciones sexuales con personas desconocidas o inapropiadas (con menores de edad incluso lo que ocasionaría problemas de tipo legal). El pensamiento también podría alterarse y mostrar pensamientos intrusivos, dificultades para mantenerse en el hilo conductor de la conversación o reportar fuga de ideas. El lenguaje suele ser abundante (logorrea), acelerado, lo que refleja la intensidad global que muestra la persona y su completa confianza en sí mismo (Monczor, 2010; Sousa, 2012). Este puntaje nos indica la presencia de un desempeño cognitivos disminuido en las personas adultas mayores con trastorno bipolar que participaron de la investigación. Se señala de esta forma que de alguna forma este trastorno influye sobre estructuras y funciones cognitivas. Como puede observarse la clínica del Trastorno Afectivo Bipolar es muy distinta a la que se muestra en otras poblaciones incluso en personas adultas. Las investigaciones señalan que en a mayor edad, son más frecuentes las manías secundarias y que los ciclajes entre un episodio y otro también son distintos. Específicamente en estos casos, ciclaje es más habitual, es decir se cicla con mayor rapidez. Otros autores (Kessing y Andersen, 2004; Benedetti, Scarpellini, Casamassima, et al., 2008), respaldan estos hallazgos al asegurar que este trastorno incrementa el riesgo de demencia en fases avanzadas de la vida. Incluso se habla también en la literatura una vez que a estos usuarios se les ha otorgado el alta después de su primera hospitalización, esta cohorte representa un incremento en el riesgo de diagnóstico de demencia en un siguiente internamiento; si se comparan con otros ancianos que presentan trastornos médicos y con muestra no clínica. Hallazgos empíricos La velocidad en el ciclaje ha llevado a los investigadores a considerar que podría existir cierta relación entre los ciclajes y una tendencia marcada al desarrollo de demencias. De esta manera se preguntan si es posible que la alternancia entre los episodios maniacos, hipomaniacos y depresivos pudieran de alguna forma ocasionar alteraciones neuropsicológicas en las funciones cognitivas de las personas. Respecto al curso de esta condición cabe señalar el aporte realizado por Oostervink, Boomsma & Nolen (2009), quienes llevaron a cabo un estudio longitudinal con una población compuesta por un grupo de adultos mayores bipolares con edad superior a 60 años. El equipo dio seguimiento a los casos por dos años y detectó que cuando el Trastorno Bipolar inicia a edad temprana el ciclaje se da con mayor rapidez, disminuyen los intentos de Para probarlo, se realizó una evaluación a un grupo de personas mayores donde aproximadamente la mitad presentaba este desorden bipolar, para su valoración se 34 Revista Cúpula 2014; 28 (1): 31-39 autoeliminación y es frecuente el antecedente patológico a nivel familiar. Otro hallazgo indica que cuando el trastorno es de inicio tardío, tanto los síntomas maniacos, como psicóticos son menos severos y por lo tanto constituyen un alivio para quien lo porta en tanto resultan menos acentuados. Esta divergencia respecto al inicio temprano no se queda ahí, señalan los investigadores que en cuanto a los síntomas depresivos en cuadros de inicio temprano puede haber mayor respuesta a la monoterapia y en general una respuesta más rápida y favorable al tratamiento. años que fueron ingresados en un centro médico a causa de manía tenían una edad media de inicio de la condición mental a los 49 años (Benedetti, Scarpellini, Casamassima F, et al; 2008). Mientras Moorhead y Young (2003; citado en Sajatovic y Chen, 2012), usaron un registro de casos psiquiátricos del Reino Unido para evaluar retrospectivamente la edad de inicio del trastorno; concluyeron que las personas sin antecedentes familiares tendían a mostrar una edad de inicio superior, cuyo valor modal fue de 49 años. En este sentido, la literatura es contundente al afirmar que más allá de las lesiones neurológicas presentes en las personas, la vulnerabilidad genética sigue siendo un factor determinante en personas con trastorno bipolar geriátrico y que incluso en aquellos cuya patología tiene un componente neurológico importante, la prevalencia de los antecedentes positivos en familiares de primer grado sigue siendo alta (Snowdon, 1991; Shulman, Tohen, Satlin; 1992; citado en Sajatovic y Chen 2012). Sobre la manía, se considera que un primer episodio maniaco en personas adultas mayores en una persona que a lo largo de su vida no presenta antecedentes de episodios depresivos recidivantes no se remite a la génesis de un trastorno afectivo bipolar; sino más bien al resultado de algún proceso de enfermedad cerebral orgánica o incluso a una enfermedad médica (Katona, Watkin, Livingston, 2006; citado en Lucero y Casali, 2006; Monczor, 2010). Aspectos que han sido altamente cuestionados en este trastornos son aquellos relacionados con la edad en la que aparece el trastorno y cómo esta define en gran parte el curso y la severidad del cuadro; e incluso la implicación de la carga genética y su influencia en la misma. En lo que concierne a la edad de inicio Sajatovic y Chen (2012), sostienen la existencia de un consenso creciente para considerar que una edad de corte de 50 años representa un criterio para discernir el trastorno bipolar de inicio temprano del de inicio tardío. Aspectos Genéticos El factor genético no solo ha sido descrito como un elemento que tiene importancia en el curso de la psicopatología, sino que en este caso también desempeña un rol muy importante en lo que respecta al desarrollo de la misma. La investigación, ha señalado que además de la presencia de trastorno bipolar también se ha documentado en parientes una prevalencia de trastornos del estado de ánimo que oscila entre el 50 y el 80% (Shulman et al., 1992; y Shulman y Post; citados en Sajatovic y Chen, 2012). Un estudio retrospectivo que incluyó a 20 pacientes con edad igual o superior a 65 35 Revista Cúpula 2014; 28 (1): 31-39 cerebrovasculares y otros de tipo neurológico, podrían incrementar la fragilidad al desarrollo de trastorno bipolar; pero todo cuando las lesiones a nivel neurológico comprometen los circuitos neuronales límbicos, el cuerpo estriado y la corteza prefrontal de los adultos mayores. Claro está que el componente genético no es el único que media en el desarrollo de esta patología, por lo que Beyer, et al., (2008), señalan que los factores psicosociales como acontecimientos vitales negativos, pérdidas o traumas a edades tempranas incrementan la vulnerabilidad al trastorno en una fase posterior de la vida. Este señalamiento, lo considero particularmente importante debido a que hoy es conocido que algunas personas experimentan eventos cerebrovasculares que pasan desapercibidos especialmente cuando son del tipo infarto lacunar (Riggio, 2010), y no se manifiestan a través de sintomatología sino que hasta que se da alguna queja más preocupante como queja subjetiva de memoria. Para este momento se le indican estudios con neuroimágenes y se observa una historia de larga data de estas condiciones, por lo que se podría pensar que muchos episodios afectivos podrían ir precedidos por tales eventos. Recaídas y manejo del estrés Tal y como se afirma en la teoría de la crisis, cuando una persona atraviesa por una situación de estas realmente experimenta un periodo de desequilibrio en el que no consigue visualizar soluciones efectivas y donde los mecanismos de resolución se vuelven ineficaces. No tendrían por qué ser la excepción las personas que tienden predisposición o que ya han sido diagnosticadas con este padecimiento. Desde este punto sería lógico pensar que como consecuencia de la experimentación de elevados niveles de estrés el organismo y la psique podrían sufrir periodos de gran confusión y desorganización que llevarían a las personas a descompensarse. Esto, aunado a otros factores como la poca adherencia al tratamiento o a estilos de vida poco saludables complican el panorama. ¿Y si a esta condición vascular le sumamos aquellos factores relacionados con enfermedades médicas? Pues parece ser que el panorama se complica aún más para aquellas personas mayores de 65 años con trastorno bipolar ya que condiciones médicas como enfermedad cardiovascular, diabetes mellitus, hipertensión arterial, hiperlipidemia y obesidad afectan en gran medida no solo en el pronóstico de su enfermedad sino que también incrementa el riesgo relacionado con la autoeliminación (Kilbourne, Post, Nossek, 2008 y McIntyre, Konarski, Soczynska, et al., 2006). Comorbilidad con enfermedades médicas En este punto de la investigación personalmente me surge la interrogante de ¿tienen alguna injerencia las enfermedades vasculares en el trastorno afectivo bipolar? Las respuestas a este cuestionamiento aparecen en los trabajos realizados por Shulman y colegas (1992; citado en Sajatovic y Chen, 2012), quienes confirman que efectivamente los trastornos Ambos estudios son claros al afirmar que la carga de enfermedades médicas complica 36 Revista Cúpula 2014; 28 (1): 31-39 De esta investigación se desprende que en el caso de los varones de edad avanzada se reportó una prevalencia mayor en los trastornos por consumo de alcohol, mientras que en el caso de las mujeres la tasa de prevalencia se inclina más hacia el trastorno de pánico. En conclusión, se desprende de este estudio que personas con Trastorno Afectivo Bipolar muestran una alta comorbilidad con trastornos del eje I. también el abordaje farmacológico como consecuencia de las interacciones entre distintos medicamentos. Por otro lado, la comorbilidad de este tipo se ha asociado con un curso que genera mayor incapacidad en estas personas; razón por la que podemos esperar que requieran mayores cuidados y supervisión por parte de figuras cuidadoras. Comorbilidad con trastornos psiquiátricos Como elemento de alarma, se ha encontrado que existe una conexión entre la cantidad acumulada de enfermedades y el riesgo estimado de cometer suicidio (Juurlink, Herrmann, Szalai, et al., 2004; citado en Sajatovic y Chen, 2012). A partir de este señalamiento considero que esto constituye un precedente que señala como en la intervención con esta población debe explorarse la presencia de este tipo de enfermedades, brindar soporte y la vigilancia necesaria en aras de intervenir en situaciones de riesgo. Parece ser que los teóricos coinciden en que este trastorno se manifiesta de una forma muy particular en esta población, sin embargo considero que el clínico debe mostrar una actitud de cautela cuando se enfrenta a este tipo de condiciones, debido a que la senectud implica particularidades de forma global. De ahí la importancia de ser hábil al momento de realizar el diagnóstico diferencial donde debe diferenciarse de otras psicosis aguda como depresión agitada y cuadros de delirium, episodios de descompensación o agudización en casos de personas portadoras de psicosis crónicas. Lo mismo en demencias y estados maniacos propios de otras condiciones demenciales como la enfermedad de Alzheimer, de Pick, demencia vascular y frontotemporal (Katona, Watkin, Livingston, 2006; citado en Lucero y Casali, 2006). También existe una alta comorbilidad con trastornos psicológicos y consumo de sustancias, lo que fue constatado por Goldstein, Herrmann, y Shulman, (2006), al realizar un estudio epidemiológico que tuvo como objetivo determinar la comorbilidad psiquiátrica entre las personas de avanzada edad que son portadoras de trastorno bipolar. Estos reportaron altas tasas de trastornos por consumo de alcohol, (38.1%), distimia (15.5%), trastorno de ansiedad generalizada (20,5%) y trastorno de pánico (19,0%), puntajes que resultaron significativamente clínicos en comparación con los participantes adultos mayores sin este diagnóstico. Conclusiones Resulta una necesidad de salud pública que a nivel gubernamental e institucional se generen políticas, se planifique y se inviertan mayores recursos en la atención a las personas adultas mayores, tomando en cuenta que en adelante la cantidad de personas en este rango de edad 37 Revista Cúpula 2014; 28 (1): 31-39 será mayor. Sin embargo, deben orientarse esfuerzos para capacitar al personal en temas relacionados con la gerontología, la neuropsicología de la vejez, psicogerontología y el resto de especialidades médicas con el fin de contar con mayor dominio y con ello poder desarrollar mejores estrategias para la intervención. desde la psicología y desde el resto de las ciencias médicas en aras de intervenir de forma oportuna en los síntomas que afectan de forma individual a éstas personas. Se requiere entonces profesionales capacitados en este tema que actúen de forma ética y científica cuando manejen éstos casos, no solo a nivel individual sino también a nivel familiar. Considero que también deben realizarse estudios epidemiológicos en los que se documente la cantidad de personas adultas mayores que son portadoras de este diagnóstico y ofrecer tratamientos actualizados que les permitan tener una mejor calidad de vida. A partir de la búsqueda de información en las bases de datos del INEC se tiene que existen muchos adultos mayores que no se encuentran debidamente empadronados, especialmente aquellos que viven en zonas indígenas y otras muy alejadas de cabeceras de población, mismas que podrían padecer este trastorno y encontrarse en sin atención profesional necesaria. Justamente la familia es un área de intervención que se encuentra poco estudiada en esta población. Durante la búsqueda de información para esta investigación no se halló ni un solo artículo o investigación en el que se abordara el tema de la familia. De igual forma, se observó que el rol del cuidador del paciente adulto mayor con trastorno bipolar también se halla invisibilizado. Esto constituye realmente un asunto que genera preocupación debido a que como se pudo observar a medida que las personas padecen otras enfermedades y trastornos psicológicos se incrementa la invalidez; razón por la cual necesitarán una persona que les supervise y les atienda en cada una de sus necesidades o actividades de vida diaria. Sin bien es cierto, existe mucha literatura sobre el trastorno afectivo bipolar, gran parte de esta se enfoca en la población adulta, pero se cuenta con información limitada que documente a nivel teórico y prácticos datos relevantes para la intervención con gerontes portadores de este trastorno. En este sentido, considero que esta investigación constituye un precedente en mi formación como Especialista en Psicología Clínica y me insta a ser más consiente de la necesidad de estar actualizada en el tema, de conocer la clínica de este trastorno en esta población, pero además me motiva a incluir a los parientes de estas personas en el conocimiento del trastorno y a hacerlas parte del abordaje integral que ellas requieren. Como se pudo documentar a lo largo de la revisión bibliográfica, se tiene que este trastorno muestra una clínica muy particular en el que tanto la intensidad como la frecuencia de los síntomas suele ser completamente diferente a la que se muestra en personas adultas, por lo tanto se requiere de un abordaje 38 Revista Cúpula 2014; 28 (1): 31-39 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 9. Sánchez-Pérez M, Castelló-Pons Trastorno bipolar en el anciano: 1. Almeida, O; Fenner, S. 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