Alimentación y Seguridad Alimentaria Maite Pelayo Vila, especialista en microbiología. Instituto Silestone de Higiene Introducción Durante siglos, el ser humano ha sacado provecho de los microorganismos, pero también ha sufrido las consecuencias de los procesos infecciosos provocados por numerosas especies de microbios y de otras actividades de la vida microbiana, como es la alteración de los alimentos. El desarrollo de la microbiología científica, iniciada hace menos de un siglo y medio a partir de los trabajos de Louis Pasteur y Robert Koch, ha permitido el conocimiento de la fisiología, el metabolismo y la patología microbiana, ha proporcionado nuevos acercamientos y herramientas para la conservación de los alimentos y ha sentado las bases para un posible control genético de los patógenos transmitidos por los alimentos. Pero, desde el punto de vista de la medicina preventiva y la salud pública, las medidas higiénicas y las buenas prácticas en la producción y almacenamiento de materias primas, preparación, conservación y cocinado de los alimentos, así como la gestión de los residuos, siguen siendo herramientas muy efectivas en la reducción de la morbimortalidad y del impacto social, sanitario y económico de las toxiinfecciones gastrointestinales Muchas veces, cuando nos referimos a una alimentación sana y equilibrada, los profesionales sanitarios nos centramos en los aspectos dietéticos y nutricionales, olvidando a menudo que la dieta debe estar basada en alimentos seguros, saludables y libres de contaminantes. Este hecho no debe darse por sentado: consumir alimentos seguros no se improvisa sino que es el resultado de una serie de acciones en toda la cadena, desde la producción hasta el consumo y sus consecuencias (eliminación de residuos), encaminados a conseguir este objetivo. La seguridad alimentaria La seguridad alimentaria existe cuando las personas tienen en todo momento acceso a suficientes alimentos nutritivos e inocuos para satisfacer sus necesidades alimenticias a fin de llevar una vida activa y sana. En el contexto de los países desarrollados, el término “seguridad alimentaria” hace referencia al objetivo de conseguir alimentos que además de proporcionar nutrientes, no ocasionen ningún efecto negativo en la salud. Resulta conveniente recordar que la seguridad de un alimento no se improvisa, sino que es el resultado de aplicar una serie de acciones a lo largo de toda la cadena alimentaria orientadas a prevenir o reducir los posibles peligros existentes con el fin de evitar un daño o enfermedad. Un alimento puede dejar de ser seguro por distintas razones y causar efectos nocivos a la persona que lo consume. Puede tratarse de un alimento venenoso que contiene sustancias tóxicas de forma natural, por lo que, en realidad, no es comestible. También existen alimentos que pueden resultar peligrosos en pacientes alérgicos o con intolerancias y provocar efectos adversos en determinadas personas. Pero la gran mayoría de las veces, el alimento que provoca un efecto dañino es un alimento contaminado, es decir, un alimento que contiene elementos (orgánicos o inorgánicos) que se han añadidos o voluntaria. generado de manera no Los riesgos alimentarios y sus contaminantes asociados pueden ser de diferente naturaleza: • Riesgos físicos (macroscópicos): cristales, tornillos, contaminantes etc. • Riesgos químicos: pesticidas, metales pesados, contaminantes de procesado (acrilamidas, peróxidos, etc.) y ambientales, como la contaminación radiactiva. • Riesgos biológicos, especialmente los microbiológicos: los microorganismos, y en particular las bacterias, son la causa más común de problemas alimentarios. Toxiinfecciones alimentarias Cuando un alimento contaminado se consume puede provocar una serie de alteraciones que serán más o menos graves dependiendo del propio estado de salud del individuo, de la naturaleza del contaminante y de la dosis ingerida. El cuadro clínico a que da lugar es una toxiinfección alimentaria, concepto que engloba dos procesos que pueden darse por separado o de forma simultánea: Intoxicaciones provocadas por una sustancia (toxina) presente en el alimento de forma natural, como contaminante o producida por un microorganismo desarrollado previamente en el alimento. Algunas toxinas se acumulan en el organismo y provocan problemas de salud a medio o largo plazo. Infecciones ocasionadas por la ingestión de microorganismos patógenos vivos, que se desarrollan en el organismo. El alimento puede contaminarse en cualquier momento, desde su producción hasta su consumo. Las bacterias son los microorganismos que más frecuentemente causan las toxiinfecciones alimentarias. A menudo, la contaminación inicial no es suficiente para desarrollar la toxiinfección y es necesaria una multiplicación del microorganismo en el alimento propiciada por unas condiciones favorables de temperatura (templada) y tiempo. La mayoría de las toxiinfecciones de este tipo se producen en el hogar y precisamente son sobre las que el manipulador/consumidor final puede tener más control. Higiene alimentaria Una buena alimentación es uno de los pilares de unos hábitos de vida saludables y un factor limiminante a la hora de desarrollar enfermedades. Pero, a menudo, la alimentación se centra en una dieta completa y equilibrada dando por hecho que el alimento es inocuo y olvidando implantar unos correctos hábitos de higiene y seguridad alimentarias. La higiene es una excelente herramienta en la prevención de riesgos alimentarios y va más allá de la simple limpieza, es una actitud encaminada a consumir alimentos seguros. Para evitar riesgos microbiológicos debemos controlar, además de la temperatura y el tiempo de exposición a ésta, las contaminaciones cruzadas. La prevención de las contaminaciones no es sólo el primer elemento de la cadena, sino que resulta fundamental, ya que muchos microorganismos patógenos no alteraran las propiedades organolépticas del alimento y, por lo tanto, no vamos a poder descubrirlos hasta que aparece la clínica; aún calentando a temperaturas altas los alimentos antes de consumirlos, algunas toxinas son termoestables. Además de los riesgos químicos, no debemos olvidar los riesgos químicos, además de respetar las indicaciones dietéticas que limitan ciertos aditivos y contaminantes (Hg, nitratos, Cd…), evitar tostar en exceso los alimentos (“Reacción de Maillard” y acrilamidas) y reutilizar los aceites quemados. Una adecuada formación basada en la información veraz y contrastada de unos correctos hábitos de higiene y seguridad es el primer paso para protegerse de los riesgos alimentarios. Tradicionalmente estos hábitos de higiene se han adquirido en el hogar, aunque cada vez tienen mayor influencia otros, como los medios de comunicación (TV, radio, prensa, Internet y redes sociales…). A menudo, estas fuentes de (sobre) información tienen escaso rigor y en ocasiones generan alarma social. El profesional sanitario resulta fundamental como agente activo en la propuesta, transmisión y prescripción de unos hábitos de vida saludables, entre los que se incluyen los encaminados a mejorar la seguridad alimentaria. Algunos grupos de riesgo Lactantes y niños pequeños: su organismo, aún en formación, es muy sensible a los tóxicos y menos eficaz en la defensa frente a las infecciones. En ellos una alimentación correcta (aporte de nutrientes) y segura (ausencia de contaminantes) condicionará su crecimiento. Además, los hábitos que se adquieren durante los primeros años de vida, especialmente en lo relativo a la alimentación e higiene, no sólo se mantendrán con mucha probabilidad el resto de la vida de adulto, sino que serán determinantes en su calidad de vida futura. Extremar las condiciones de higiene e implantar una dieta completa y equilibrada según sus necesidades, observando algunas restricciones destinadas a limitar el aporte de ciertas sustancias como Hg (pescados) y nitratos (espinacas y acelgas). Las recomendaciones a los niños se basan en transmitir la importancia de una buena alimentación y de unos correctos hábitos higiénicos como lavarse las manos antes de comer o manipular alimentos. Resumir las acciones básicas de unos buenos principios higiénicos en la cocina: – Limpiar: manos, alimentos, cubiertos, platos, encimeras, utensilios de cocina, etc. – Separar: alimentos diferentes al limpiarlos, almacenarlos y prepararlos. – Enfriar: el frío no deja crecer a los microbios, preservando los alimentos. – Cocinar a la temperatura adecuada: el calor destruye los gérmenes y hace que los alimentos sean más seguros. Embarazo y lactancia: el futuro bebé será en ocasiones muy vulnerable a ciertos contaminantes que podrán alterar su buen desarrollo. Contraer algunas enfermedades de transmisión alimentaria como la toxoplasmosis así como exceder la ingesta de ciertas sustancias químicas durante el embarazo puede tener graves consecuencias. También durante el periodo de lactancia es importante que la dieta de la madre sea, además de completa y equilibrada, saludable especialmente en lo relativo a los posibles contaminantes químicos que podían transmitirse al bebé a través de la leche. Además de los consejos generales de higiene, es recomendable evitar algunos alimentos de riesgo, como: embutidos y jamón curado, quesos poco curados (en especial la corteza), alimentos preparados listos para el consumo, carnes u otros alimentos crudos o poco cocinados por su posible transmisión de infecciones. Evitar consumir carne cazada con munición de plomo. Limitar otros alimentos como pescado azul de gran tamaño (atún, pez espada...) por el aporte de Hg, recomendación extensible a la lactancia. Respecto a las frutas y verduras crudas se deberán extremar las precauciones de higiene cuidando especialmente su lavado y desinfección si se consumen en crudo. La tercera edad: El riesgo de sufrir enfermedades de origen alimentario aumenta peligrosamente en la tercera edad. El organismo es más vulnerable a este tipo de trastornos y además sus consecuencias pueden ser más graves debido a las posibles complicaciones. Además, este colectivo presenta una serie de factores añadidos como son la disminución de sus funciones sensitivas (vista, olor, gusto...) y de memoria, la menor movilidad (limita sus compras), etc. A menudo, un menor poder adquisitivo, agrava la situación convirtiendo este colectivo en una población diana de las toxiinfecciones alimentarias. Es conveniente hablar sobre el riesgo que supone consumir alimentos en mal estado, haciendo especial hincapié en la necesaria prevención y en el hecho de que a menudo los alimentos en mal estado no “avisan”. Las recomendaciones generales son planificar menús semanales y programar las compras, cocinar varias raciones y congelar evitando las sobras, etiquetando los congelados y descongelar en el frigorífico desde la víspera. Ser especialmente cuidadosos en épocas de calor así como con los alimentos de mayor riesgo sanitario, huevos y derivados, carne de pollo, cremas y nata, verduras crudas... Avances en Higiene y Seguridad Alimentaria Al igual que en otros campos, la seguridad alimentaria ha experimentado en las últimas décadas múltiples avances técnicos y científicos en diferentes disciplinas que contribuyen en definitiva a un objetivo común: la obtención de alimentos más seguros para el consumidor. En este sentido y cuando hablamos de desarrollo aplicado a la prevención de riesgos microbiológicos, los SPSA (Sistemas Pasivos de Seguridad Alimentaria) ©Maite Pelayo, 2008, son una interesante línea de investigación en la que se engloban todos aquellos equipos y materiales de última generación que instalados en la cocina u otro entorno de riesgo, mejoran el nivel de seguridad e higiene sin que se modifiquen sustancialmente los hábitos del usuario. Algunos ejemplos son los materiales utilizados en superficies, tales como: encimeras con tratamientos bacteriostáticos que impiden el desarrollo de microorganismos, electrodomésticos y herramientas con protección bacteriana, grifos y dispensadores de jabón con sensores o recipientes de basuras accionados por infrarrojos, cuyo objetivo es impedir o minimizar posibles contaminaciones. Consejos para una buena seguridad alimentaria en el hogar Estos sencillos consejos ayudarán a garantizar la seguridad de los alimentos: • Examinar el aspecto externo del producto, fijándonos que en la etiqueta contenga información referente a los ingredientes, condiciones de conservación y fecha de caducidad. • No romper la cadena del frío, ya que a temperatura ambiente las bacterias se multiplican. • Separar los productos crudos de los cocinados para evitar la posible transmisión de microorganismos mediante la contaminación cruzada. No mezclar los utensilios y recipientes para alimentos crudos y cocinados. • Conservar los alimentos que requieran frío en neveras con bolsas refrigerantes o cubitos protegidos para que no gotee agua y colocarlos en el lugar más fresco posible. • Utilizar agua potable y lavarse las manos siempre antes de manipular los alimentos. • Limpiar los utensilios y superficies cada vez que se manipule un alimento diferente, recordando que las manos del manipulador son un utensilio más. • Preparar las ensaladas a base de vegetales crudos y embutidos en el último momento, habiéndolos lavado bien en casa (el lugar más higiénico para hacerlo). • Cocinar la tortilla con antelación para poderla enfriar y que cuaje bien el huevo. • Evitar las salsas que contengan huevo (si son comerciales, se deben consumir en un espacio breve de tiempo para evitar contaminaciones repetidas). • Conservar en frío hasta el último momento los lácteos y postres hechos con huevo. • Comprobar que la carne está bien cocinada para garantizar la eliminación de gérmenes. • Cocinar los alimentos mediante tratamientos prolongados a altas temperaturas (fritura, horno, guiso, etc.), puesto que son los métodos de higienización más eficaces. • Recordar que existen productos de limpieza, encimeras, neveras e incluso interruptores que tienen propiedades bacteriostáticas que facilitan las correctas condiciones de higiene en la cocina.