Rodearse de agua: apuntes sobre Fuente de Amargura de Cruz María Salmerón Acosta Rosix Emilia Rincones Díaz /[email protected] Universidad Nacional Experimental de Guayana Puerto Ordaz-Venezuela RECIBIDO: 22-03-2004 • ACEPTADO: 21-04-2004 TO SURROUND ONESELF OF WATER: NOTES ON CRUZ MARÍA SALMERÓN ACOSTA’S FUENTE DE AMARGURA Resumen El presente artículo explora la relación estilística de Fuente de Amargura de Cruz Salmerón Acosta con el Modernismo latinoamericano, también dentro del contexto de la poesía de sus coterráneos Ramos Sucre y Andrés Eloy Blanco. Desde la óptica de este estudio se desprenden igualmente algunas aproximaciones sobre el concepto de This articles examines the stylistic relationship between Cruz Salmerón Acosta’s Fuente de Amargura and the Latin-American modernism, also within the context of the poetry of his fellow countrymen Ramos Sucre and Andrés Eloy Blanco. From the view of this study, some approximations about the concept of modernism are originated. Modernismo. Palabras clave: Cruz Salmerón Acosta, José Antonio Ramos Sucre, Andrés Eloy Blanco, Modernismo, literatura Key Words: Cruz Salmerón Acosta, José Antonio Ramos Sucre, Andrés Eloy Blanco, Modernism, Venezuelan Literature. venezolana. Abstract 146 Rodearse de agua: apuntes sobre Fuente de Amargura de Cruz María Salmerón Acosta • R. Rincones P odría uno fantasear sobre lo que significó para los amigos de Cruz Salmerón Acosta, el haber navegado a través del golfo de Cariaco para ir a visitarle en la árida y salina Manicuare. De alguna manera, Cruz Salmerón pareciera encarnar a la poesía misma presa en un castillo de arena y sal, escondida entre las piedras, silenciosa azotada por el mar. Son diversos y apasionados los testimonios en homenaje a este poeta a raíz de su muerte. Aún sin haber leído las palabras que le prodigaran sus muy cercanos amigos, es prácticamente de conocimiento común entre sus lectores, los entretelones de una juventud esfumada a causa de una de las enfermedades más temidas y referidas en los pasajes bíblicos. Es inevitable leer a Cruz Salmerón sin estar consciente de las llagas que lo acompañaron en el blanco del papel. Pero no es sólo la piedad por su infortunio lo que incita admiración entre sus coterráneos, sino los testimonios que delatan una firme personalidad, un espíritu generoso capaz de despertar en otros las más febriles so1idaridades. Estar en el templo: misticismo, primitivismo y modernismo en Cruz Salmerón Soneto No me mueve mi Dios, para quererte El cielo que me tienes prometido Ni me mueve el infierno tan temido Para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves Señor; muéveme el verte Clavado en una cruz y escarnecido; Muéveme ver tu cuerpo tan herido; Muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin tu amor y en tal manera, Que aunque no hubiera cielo, yo te amara Y aunque no hubiera infierno, te temiera No me tienes que dar porque te quiera: Pues aunque lo que espero no esperara, Lo mismo que te quiero te quisiera. (Anónimo del sig1o XVI español, pág. 197). Cruz Sa1merón, como poeta, no es un solitario generacional. Compañero de estudios y de habitación de Ramos Sucre y contemporáneo escolar igualmente de Andrés Eloy Blanco, hay testimonios, no sólo de una entrañable amistad sino también de un compartir intelectual. Lector, como ellos, de la poesía medieval y renacentista castellana, Cruz Salmerón fue gran admirador de la poesía de Darío (López Orihuela, 1952). En consecuencia, es de esperarse que no estuviese ausente a la renovación métrica y lexical, a esa erudición e integración cultural abrumadora que constituyó la corriente modernista. 147 • Volumen I • Número 2• Jul’-Dic’, 2004 Aunque la poesía de Cruz Salmerón no posea muchas de las características de este movimiento tales como la renovación métrica, el exotismo, la referencia a culturas lejanas y prestigiosas, el uso de neologismos y la orfebrería lexical, sí puede enmarcarse dentro de un proceso impulsado y fomentado por ese Modernismo: la sencillez y dimensión mística de la palabra, recobrar y recrear la belleza sonora de antiguas tradiciones rítmicas en el verso, y más especialmente la religiosidad e imaginario medievales. En síntesis, Fuente de Amargura se ubicaría dentro de lo que Díaz Rodríguez denomina las dos tendencias del Modernismo, la que le da al estilo su ingenuidad y sencillez, y la otra que le da “savia y fuerza mística” (Gomes, 2002). Importante es considerar que para Díaz Rodríguez el Modernismo es un movimiento profundo y revelador no percibido como tal, justamente por su búsqueda de la belleza “formal”. La poesía de Salmerón está enmarcada en esa valoración de las prestigiosas tradiciones poéticas del pasado de nuestro idioma. Fuente de Amargura, está casi en su totalidad conformada por sonetos. El hipérbaton y los encabalgamientos frecuentes en los versos indican una herencia del clasicismo renacentista, además de un predominio de los conceptos como tormentos, esperanza, amor, pesimismo, más que el uso de imágenes. En ese sentido, el Modernismo supo integrar no sólo la renovación de la lengua, sino también una valoración de las tradiciones y consiguiente apropiación de ellas, tal y como se desprende de la imitación que, en su juventud, hiciera Darío de los poetas líricos españoles. López Estrada (1971) se refiere a Darío como un poeta “moderno y primitivo”, lo que extiende aún más el caudal y las posibilidades de integración cultural e ideológica del Modernismo como proyecto. En el poeta que nos ocupa, la búsqueda religiosa es el centro. De manera global, la dulzura de las imágenes, el ensimismarse en un dolor que no transmite agresividad ni ironía en los reproches, la sencillez de los adjetivos “amor risueño”, “verde de añoranza”, “obscuro pesimismo”, “rosa de sonrojos”, “blanca luna”– remiten a algunos de los rasgos primitivos valorados por los prerrafaelistas. Sobre dicho movimiento comenta Ugo Dettore (1967): Los primitivos habían entendido esto: su maravillosa adjetivación, precisa, constante y sin embargo jamás monótona, para la cual la hierba es siempre “fresca”, el río “claro”, la maternidad “du1ce”, nace de su capacidad de tener de todo objeto una sensación única y de sacar de ella una única emoción y de darle una forma única según un proceso inmediato y continuo. Así expresado, en su perfecta y elemental contingencia, el mundo se desvincula en el momento mismo de lo contingente y se convierte en imagen de lo divino (pág. 422). En los Versos Sencillos de Martí, otra importante referencia dentro del Modernismo, nos encontramos con 148 una perspectiva similar. Allí leemos adjetivos también elementales como la noche es “oscura”, la belleza “divina” donde el lenguaje directo, sin metáforas, neologismos y exotismos, justamente confía en la llaneza, la posibilidad de la palabra pura. Vale un paréntesis o comentario aparte la convivencia de dos ópticas tan distintas dentro del movimiento modernista, una, la que desconfía del lenguaje, entre otras razones, a causa del desgaste de la palabra y recurre a los neologismos y recreaciones míticas como vía para extender los recursos expresivos, otra, la que va al reencuentro de las palabras elementales. En Cruz Salmerón puede observarse una religiosidad que lo identificaría con la tradición del cancionero renacentista y su correspondiente herencia medieval anterior. El Modernismo gira alrededor de varios ejes –elipse o remolino– y conjuga varias ideas: no es casual que Darío anunciara su carácter acrático. Sin embargo, una importante convergencia en los seguidores de esta corriente se centra en la relación de la palabra con la idea, más allá del signo (Gomes, 2002). Volviendo a la estética de este primitivismo, no está demás aclarar que se trataba de un gusto compartido por los hombres de arte desde siempre. Por consiguiente, también forma parte de un estilo que pudo pervivir subterráneamente para luego ser sustraído en un momento cuando, sin embargo, florecía y se extendía la vanguardia poética en Europa y Latinoamérica, a la par del auge y declive del Modernismo. El idealismo en la poesía de Cruz Salmerón, su evasión y búsqueda de la imagen única de la divinidad, comparte ese primitivismo observado en la poesía de Darío. Pero si hay una semejanza posible con el Modernismo –obviando la presencia en la poesía de Cruz Salmerón de pájaros difícilmente vistos en Manicuare como lo son los ruiseñores, los cisnes y las alondras– es quizás la de la sostenida evasión. En ese sentido, el poeta parece abrigarse tras las fervorosas evocaciones a Dios, la visión de mundo y el panorama estético de la Edad Media, y aunque en su carácter, esta evasión tenga poco que ver con el exotismo y cosmopolitanismo de otros representantes del Modernismo, sí comparte con ellos un creciente fervor religioso, un deseo de entregarse a la suprema voluntad. En Darío, es pedirle a Dios conservar la fe para no entregarse nuevamente a la muy moderna y racional dubitación religiosa: “Señor, ora te ruego / me concedas la gracia que te pido: / que mantengas el fuego / de la fe en mi sentido, / ya que me devolviste lo perdido” (p.27). Igualmente, Fuente de Amargura comparte ya tardíamente con el romanticismo venezolano su perenne estado anímico, sea de tristeza, de derrota o de anhelo. Las plantas, las flores, Rodearse de agua: apuntes sobre Fuente de Amargura de Cruz María Salmerón Acosta • R. Rincones el mar, la colina azul, revisten la animosidad interior, lo que constituye uno de los rasgos más frecuentes en ella: Todo en mi derredor dice alegría, La aurora tras el monte se levanta, El pájaro en la fronda anuncia el DIA Con la flauta que oculta en su garganta Quiero caminar a tanta poesía Que habla a los ojos y a la mente encanta, Pero la alondra de la musa mía Aún sin querer solloza cuando canta. Nací del mar en infeliz ribera. Y esta aflicción que mi alma desespera Cuando empiezo a rimar lo que he vivido, Me hace pensar, por el sufrir inquieto, Que acaso llevo en mi interior secreto El paisaje del suelo en que he nacido. (“Desolación Espiritual”, pág. 66). Este poema, sin embargo, no trasunta una imagen de esa “infeliz ribera” que constituye el centro del ser del poeta. Según los postulados románticos y de la modernidad, la magia de la palabra consistía en haber hecho a esta “ribera” expresarse por sí misma, soñándola y dejando entrever su intimidad. Por otro lado, Salmerón alterna con el romanticismo en el sentido de una animosidad y un lenguaje de la naturaleza presente en la primera estrofa. El poeta comparte este mirar del mundo a partir del dolor interior – una posición definida como esencialmente romántica– al igual que un tono de sentimentalismo presente en poeta como Andrés Eloy y los representantes del romanticismo venezolano. Hemos apreciado hasta este punto de la ética y sencillez poética asociada a la alta Edad Media en algunos poemas de Fuente de Amargura. En lo sucesivo tocaría revisar en primer lugar el misticismo de la corriente modernista que invoca los ideales del amor religioso. Esto sin obviar ese signo romántico presente en la exaltación del yo, en el sentimentalismo del romanticismo venezolano, e incluso en su biografía, y como segundo y último punto es lo referente a una decisión poética: ¿Por qué un camino tan distinto al de Ramos Sucre quien le insistió no preocuparse tanto por la forma? (López Orihuela, 1952), ¿Por qué no sentirse comprometido con un pensamiento político, una nacionalidad como lo hizo Andrés Eloy Blanco? 149 El amor místico en Fuente de Amargura Uno de los rasgos resaltantes de esta poesía es especialmente la de su temática primitiva. Como corriente artística, muchos preceptos del Stil Novo se encuentran en movimientos posteriores al romanticismo, de los que no está exento el Modernismo literario latinoamericano. Independientemente de la influencia o no de Darío, en Cruz Salmerón se encuentra un canto a la mujer que va mas allá de la tristeza vivida por la distancia y la desesperanza, por la belleza y el misterio del amor imposible, sino como revelación celestial: Yo me consolaría si pudiera Verla, tres horas, dos, una siquiera, Aunque en ese momento de ventura Me cegase la 1uz de su mirada, Pues, después que yo mire su hermosura Poco me importa no poder ver nada. (“Infeliz Olvido”, pág. 70). Mujer como fin, elevación, en Azul, esperanza de muerte, el de la cumbre lejana, los ojos lejanos, el mar que consuela, la ilusión de lo lejano que calma. En este sentido, Denis Rougemont (1978), afirma que para el occidental el amor y la muerte tienen profundas concordancias, porque ama tanto lo que destruye como lo que asegura la felicidad de los esposos. El amor imposible le da encanto a la muerte. Por otra parte, y aunque en un imaginario de la mujer más elaborado, Ramos Sucre comparte con Salmerón esta admiración por la dama lejana: De “origen herético”, cuyo principio se puede encontrar en el platonismo, o en el maniqueísmo y el catarismo, este eros es un “deseo sin fin”, una “aspiración luminosa” hacia lo esencial y lo divino, de ahí el anhelo de evadir y rechazar este mundo y trascender hacia ese Otro espacio que ofrece la muerte. Es esta “zozobra entre las sombras” donde el hombre se consume en su deseo fatal, la que retrata el mito de Tristán e Isolda. Parte de ese espíritu lo encontramos también en la obra de Ramos Sucre (Álvarez, 1989: 88-89). Los ojos de la amada, dentro de las convenciones petrarquesas, son aquellos que señalan el camino, los que dan y quitan la esperanza, cuyo poder es absoluto sobre el amante desvalido, sediento, convertido en monstruo por la enfermedad, pero cuya única belleza es el espíritu de su canto, sus anhelos y una sobrecogedora aceptación de la fatalidad: Mirome ayer una mujer hermosa • Volumen I • Número 2• Jul’-Dic’, 2004 Y su presencia me causó tortura Vi la herida más honda y dolorosa Que he sufrido en mi vida de amargura (…) y hoy tengo el corazón más dolorido De vivir vanamente deseando Sufrir de nuevo la mortal tortura, De ser visto otra vez por la hermosura Que con mirarme ayer me dejó herido y con mirarme hoy, me está matando. (“Mirada Fatal”, pág. 86). En Fuente de Amargura, el tema de la mujer hermosa, dulce, inspiradora de ensueños, de la muerte y el rechazo, van de la mano con la exaltación religiosa y especialmente cristiana, referidas a escenas de Jesús de Nazaret, Lázaro y María Magdalena; los milagros de curación y en “La Cruz”, donde pide perdón por sus ofensas. A estos temas se agrega la noción del corazón como emblema de los sentimientos. También se encuentra en su poesía el uso de las mayúsculas para personificar conceptos como el Destino, que aparece como oponente al Corazón; la Naturaleza como madre y otros. Salmerón ante Andrés Eloy y Ramos Sucre Escribir poesía para orar, arrodillarse, pedir perdón, dejar de preguntarse por qué la naturaleza puede ensañarse contra alguien que sólo sabe bien de amar y sin embargo tener la fortaleza para anhelar, sin preguntarse sobre los preceptos, dictámenes, hallazgos filosóficos que han de señalar el compromiso histórico de la poesía. Buscar un mundo y hallarse en él, encontrarse entre los muertos cuyas voces retumban no tanto en las piedras como en la madera del papel, entrar en su cofradía y revestirse de sus rituales y sus ritmos. No hay tiempo, no existen hitos diferenciadores, no hay límites ni fronteras, si acaso el lenguaje para sentarse en la mesa a partir el pan. Es el aquí y el más allá, es esta vida novida y aquella muerte no-muerte, es sumarse al coro que al unísono invoca a aquella virgen que ha de llevarlo de la mano hacia el azul de la montaña, sin dolor, sin peso alguno, para entonces elevarse. Apostar a abandonar la materia, cuando verdaderamente ésta se ha convertido en maldición a la par de apasionado deseo. Espacio y tiempo, dos dimensiones de la poesía. Dónde, cuándo, cómo y con quién. Los procesos históricos son insoslayables, dirigen, dictaminan, pero el poeta elige a veces a pesar de los hombres. Las innovaciones y metamorfosis de las imágenes de la tradición medieval en Ramos Sucre, las loas a un pueblo que ha de sublevarse al gomecismo en Andrés Eloy –escasas son las referencias de Salmerón al país, y cuando le canta al mariscal, pareciera estarlo armando de caballero, por su cultura, su elegancia y su cortejo de la mujer. En medio de este triángulo, Cruz Salmerón yace en el templo, entre ritmos pre-renacentistas, sin otros ojos que para la muerte. Su evasión, sin embargo, lo congracia con la obra de Ramos Sucre: En su obra poética (de Ramos Sucre) se percibe una cierta añoranza por esos mundos ideales e imposibles, por la resurrección quijotesca de la ya desaparecida caballería heroica, y también la búsqueda de ese absoluto, de las claves del universo, del secreto del Grial. Se observa una evasión del mundo, un apartamiento del progreso histórico por la construcción solitaria de un idealismo (Álvarez, 1989: 92). Aunque las razones de Ramos Sucre hayan sido originadas por su percepción de la historia, y se pueda decir en Salmerón que se trató de una decisión en lo personal, subyace una visión aparentemente compartida de la poesía. A diferencia de Andrés Eloy Blanco, Ramos Sucre y Salmerón Acosta apostaron a la huida, no obstante la disimilitud entre sus respectivas obras poéticas. Para Cruz Salmerón, la esencia, la fuente secreta de vida, el Grial estaba en las manos de su amada, en la muerte, en su calma. Su poesía fue orar para invocarla. Bibliografía Álvarez, C. (1989). Ramos Sucre y la Edad Media. Caracas: Monte Ávila. Anónimo (1960). Antología de poetas líricos castellanos. (7ma ed.). México: W.J. Jackson. Darío, Rubén (1955). Antología de Rubén Darío. Santiago de Chile: Biblioteca Cultura. Dettore, U. (1967). “Stil Novo”. En: González Porto-Bompiani. Diccionario literario. (Tomo I). Barcelona: Montaner y Simón. Díaz R., M. (2002). “Paréntesis modernista o ligero ensayo sobre el Modernismo”. En: Gómes, M. (2002). Estética del Modernismo hispanoamericano. Caracas. Biblioteca Ayacucho. López E., F. (1971). Rubén Darío y la Edad Media. Barcelona: Planeta. López-Orihuela, D. (1952). Cruz María Salmerón Acosta. Fuente de Amargura. Caracas: Lay. Rougemont, D. (1978). El amor y occidente. (Trad. Mónica Parker). Barcelona: Kairos. Salmerón Acosta, Cruz M. (1952). Fuente de Amargura. Caracas: LAV. 150 Rodearse de agua: apuntes sobre Fuente de Amargura de Cruz María Salmerón Acosta • R. Rincones