PODER b R17 LATERCERA Domingo 1 de junio de 2014 Miguel Crispi, ex líder de la Feuc y fundador de Revolución Democrática, dejó la calle y pasó al equipo que trabaja junto a Nicolás Eyzaguirre en la reforma educacional. El sociólogo es uno de los promotores, desde el Mineduc, de instancias de participación que incluyan a los universitarios, pero alienta su rol “insustituible” en mantener la presión por cambios. TEXTO: Hernán López FOTOGRAFIA: Rolando Morales “Si el movimiento estudiantil no sigue insistiendo, quizá los cambios en educación no lleguen” Usted es un ex dirigente estudiantil que cruzó de vereda para formar parte del gobierno. ¿Por qué aceptó ser parte de la administración de la Nueva Mayoría? Uno tiene que ser responsable de sus convicciones. Yo participo de Revolución Democrática, que toma sus decisiones en autonomía, y eso es lo que hace Giorgio o lo que hacen sus miembros en todas partes. Y también se tomó la decisión de que si podemos aportar en algunas áreas en el gobierno, lo hiciéramos. Cuando a uno lo invitan a participar y puede ser un actor, incidir en la reforma educacional, no hay dónde perderse. Es el lugar en el que hay que estar, en el que más puedo incidir. ¿Por qué mejor no ser derechamente parte de la Nueva Mayoría? La incidencia sería mayor. Cuando uno cree en los proyectos colectivos no se manda solo. Son los costos de participar en un colectivo. La participación de RD en la Nueva Mayoría es una decisión del movimiento, y yo como fundador soy el más respetuoso de sus decisiones. No podría decir “ya, ahora que no estoy en la directiva, me mando solo”. ¿Y usted está de acuerdo con la idea de “colaboración crítica” que define a RD frente al gobierno o usted preferiría que el grupo sea parte de la coalición? Estoy de acuerdo. La Nueva Mayoría tiene un perfil similar a lo que pasa con las coaliciones en el mundo occidental y que es un déficit democrático que se reproduce en la desafección de la política, baja densidad democrática interna, y eso no sólo le pasa a la Nueva Mayoría, también le ocurre a la derecha. RD es una apuesta por darle oxígeno a ese sistema tradicional de partidos, entonces, al menos nosotros nos vamos con calma. Nuestras decisiones se toman con esa precaución. ¿Quiere decir que en un caso determinado usted podría salir del gobierno si esa colaboración crítica de RD se termina? Soy un militante disciplinado, acato y comparto las decisiones que el movimiento toma. En eso, el movimiento no es blanco o negro. Giorgio ha votado en ciertas cosas con críticas y eso es parte de la libertad del movimiento. Lo más relevante es hacernos cargo de nuestra vocación de poder, esa es la invitación que hicimos, y eso significa que si tiene oportunidades de incidir, tiene que tomarlas. Eso tiene bordes, pero hoy estamos desde distintos frentes aportando en las políticas más importantes y una de ellas es la educacional. No sería consistente no ocupar espacios como el Mineduc. Tiene que haber gente que no está de acuerdo, pero hay que asumir desafíos. Usted fue dirigente estudiantil, formó parte de la Confech que exige una educación pública, gratuita y de calidad para todos. En lo personal, ahora en el Mineduc, ¿ha hecho alguna transición entre lo ideal y lo posible? Uno profundiza las convicciones. Estando acá uno se da cuenta de cosas que antes no veía. Uno se da cuenta del volumen del lucro, de cómo la tríada del lucro, el copago y la selección nos ha llevado a construir un modelo basado en el mercado. El movimiento social, que cumple un rol insustituible, lo que ha hecho es poner en alerta a la sociedad sobre temas que no pueden seguir, que atentan contra la ética de lo público. Fui parte de ese movimiento, cumplí ese rol, y hoy cumplo otro rol: trabajar para hacerme cargo de mis convicciones. Y uno se enfrenta a la economía política de cómo se hace una reforma educacional, cómo uno concilia los intereses con la necesidad de resolver la carrera docente, la desmunicipalización, el financiamiento a las universidades. Eso es un aprendizaje. En enero, no se conocían ni luces de la reforma educacional que pretende impulsar Eyzaguirre. ¿Por qué decide dar el salto, sin ninguna certeza? Esto es una apuesta que tiene bordes, que tiene un programa que pone el norte en la educación gratuita y de calidad, fortalecer lo público, terminar con el lucro, esas son apuestas. Cuando el ministro me llamó no es que él dijera “upa” y yo dijera “chalupa”, por supuesto que hay conversaciones. Hice una apuesta, y hasta el día de hoy estoy muy tranquilo con la apuesta. Eyzaguirre tiene un peso político y una inteligencia, capacidad, y dado que no viene del mundo de la educación, ha tenido que escuchar mucho. Habiendo un programa detrás, ¿daba lo mismo quién fuese el ministro? No da lo mismo. La Nueva Mayoría, aunque es una coalición política que está “naciendo”, tiene distintas almas. Todos están comprometidos con el programa, pero hay voces muy críticas que provienen de partidos de la Nueva Mayoría. “No sería consistente no ocupar espacios como el Mineduc. Tiene que haber gente que no está de acuerdo, pero hay que asumir desafíos”. “Cuando a uno lo invitan a participar y puede ser un actor, incidir en la reforma educacional, no hay dónde perderse. Es el lugar en el que hay que estar”. La desconfianza La líder de la Fech, Melissa Sepúlveda, se refirió con ironía a la ronda de conversaciones que Eyzaguirre y el Mineduc impulsó previo al ingreso en el Congreso del proyecto de ley que termina con la selección, el copago y el lucro. Para la estudiante de Medicina, juntarse a “tomar el té” no era, precisamente, generar la participación del movimiento estudiantil. Crispi, que en su rol de asesor asistió a la gran mayoría de esas conversaciones, dice “comprender esa desconfianza”, pero lanza de vuelta una crítica: que a los actores sociales “les cuesta celebrar” sus triunfos. Por pequeñas que sean. “Ese es un problema que no es sólo propiedad del movimiento social chileno, y que es la incapacidad de asumir las victorias. Por ejemplo, una victoria menor es que Piñera bajó la tasa del CAE. Todos criticamos el CAE, y hay que resolverlo, pero eso aliviana la carga de miles de familias, pero nadie lo celebró. Nosotros ingresamos un proyecto en contra del lucro, pero dicen “ah, pero no considera a la particular pagada” y nadie lo celebró. Esas son victorias del movimiento estudiantil, son sus banderas. Entonces es difícil, desanima”. ¿Le preocupa la izquierdización de la Confech? Podría incluso llegar a restarse de las reformas del gobierno Me preocupan los hechos de violencia. El movimiento social debe ser más cercano a un momento festivo, a un carnaval, y no que la noticia sea de que le llegó una molotov a un carabinero o a un manifestante. Esos eventos empañan el movimiento estudiantil y no se condicen con la democracia. La violencia no tiene nada que ver con la democracia, uno puede ser radical y no violento. Es natural que en el corolario de la reforma esté el movimiento estudiantil. Sería muy difícil de entender que no estuviese. Quien inició esto es el movimiento social por la educación y es lógico que esté presente y que pueda incidir con sus contenidos. Se dijo que su inclusión en el Mineduc era la puerta de entrada del gobierno en el movimiento estudiantil, que usted sería el nexo entre ambos. Hay quienes valoran ese rol y otros que han cuestionado su influencia. ¿Qué cree usted? Esa es una visión minimalista del rol que yo juego acá. Lo que el ministro sí quería saber es lo que pienso de la identidad, las demandas y el sentido del movimiento estudiantil, aquí no se trata de hacer inteligencia o de cooptación, sino de decir “esta conversación partió en la calle, a patadas”. Entiendo que la teoría de la conspiración se construye súper fácil en política y ya todos vimos El Padrino, pero de repente las cosas son más sencillas de lo que se quiere creer. ¿Cuál es su nivel de influencia con la líder de la Feuc, Naschla Aburman? Soy ex presidente de la Feuc, y claro que uno tiene relación con los que están en el cargo. Si dijera lo contrario le estaría mintiendo y usted lo sabría. No sé si ella cree que está bien o no que esté aquí, no lo sé, pero no tengo influencia en ella o en las decisiones de su directiva y del NAU. Esa cultura de independencia del NAU es algo en que yo mismo participé y que no voy a torpedear. ¿Y con Giorgio Jackson? ¿Ya tiene asegurado su respaldo para los proyectos? Soy amigo de Giorgio, uno es capaz de separar roles. Ni él me está llamando para hablar de las cosas que estamos haciendo, ni yo lo estoy llamando para ver cómo va a votar. No es personal, cumplimos roles como dirigentes, tenemos la misma agenda cada uno desde su trinchera. Con un escenario nuevo, con las demandas del movimiento en gran parte incluidas en el programa del gobierno. ¿Qué opina de la decisión de sus dirigentes de mantener la intensidad de las movilizaciones? La experiencia nos dice que aún tenemos las reglas antiguas y hay toda una experiencia de fracasos. Sin presión del movimiento social no hay cambios. Si el movimiento estudiantil no sigue insistiendo, quizá los cambios en educación no lleguen. Y la segunda parte es cómo esa fuerza se conduce de manera propositiva para incidir en la política, y ahí nosotros tenemos que hacer una oferta de participación que esté a la altura del desafío.R