LA FORMACION SOBRENATURAL DEL NIÑO

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Colección •Ecclesla» N.* 5
LA FORMACION
SOBRENATURAL
DEL NIÑO
F. A
(traducido del italiano)
SEGUNDA EDICION
AÑO DEL SEÑOR
1932
SANTIAGO DE CHILE
Colccctáá
Ecclesia»
LA FORMACION
SOBRENATURAL
DEL NIÑO
POR
F. C.
(traducido del italiano)
SEGUNDA EDICION
AÑO DEL SEÑOR
1932
SANTIAGO DE CHILE
Padres y Maestros
eduquemos al niño,
110 sólo a decir oraciones
sino a orar.
UN HECHO QUE PREOCUPA
Nos sentimos a veces desalentados al constatar, los
débiles resultados obtenidos en materia de educación.
Los niños generalmente rezan de buena gana, son
naturalmente religiosos e inclinados a la piedad.
Llegados después a jóvenes, un crecido húmero son
indiferentes a las prácticas de religión, no rezan ni
creen más.
¡Defecto de formación! ¡Error radical, de graves
consecuencias!
Se educa, se instruye al niño sin Dios. . . sin ponerlo en contacto con Dios. . . Por esto, al llegar a
adulto, cuando entra a estudios superiores o se inicia
en una profesión se encuentra solo a merced de las
propias pasiones y debe sostener íntimas luchas. . .
entonces tiene necesidad de un amigo íntimo, invisible, en quien confiar sus penas internas. . . en quien
tenga confianza.
Dios quiere ser, debe ser, el amigo íntimo del hombre: «Sin mí, no puedes hacer nada» (San Juan, XV,
5). «Venid a mí, vosotros todos que estáis fatigados,
y agobiados, y Yo os aliviaré» (San Mateo, XI, 28).
Está el confesor, es verdad, pero no es siempre
fácil recurrir a él; y no siempre basta. El hombre tiene
necesidad no sólo de perdón y de consejo, sino también
de ayuda, de consuelo continuo, pronto, eficaz.
En ciertos momentos el joven se refugia en su interior, en el secreto de su corazón. . . Si Dios no le es familiar, el joven se desalienta, se pierde. . . pierde la
luz de la fe. . . ¡Dios lo permite! ¡cuántas pérdidas de
jóvenes!. . .
Falta Dios en la formación del niño; falta Dios en ol
corazón del joven, y más tarde, en el corazón del
hombre.
¡¡PADRES, E D U C A D O R E S ! !
Tenemos un grave deber: la formación del niño en
orden a su alto destino sobrenatural.
Orientar, encaminar, enderezar el niño a Dios.
DAR Dios al niño. .,. DAR el niño a Dios.
ACERCAR—también materialmente—el
niño al TABERNÁCULO. Ifacer su EDUCACIÓN E U C A R Í S T I C A .
C U L T I V A R en el niño el sobrenatural.
F O R M A R el niño en la conversación con Dios.
E N S E Ñ A R el niño N O SOLO A DECIR, ORACIONES, sino
A
ORAR.
al niño a
en Dios.
HABITUAR
FIADA
SENTIR
LA NECESIDAD
CON-
A S E N T I R , A GUSTAR D I O S .
Procwar que Dios sea el Compañero invisible del
niño, E L OBJETO I N D I S P E N S A B L E de su espíritu y de
su corazón.
COMO OBTENER EL FIN
Un piadoso misionero cuenta: «En los alrededores
de Laval (Francia) encontré un día un niñito sentado, en el campo, al borde de un camino. Me acerqué y
le dije:—¿Sabes hacer la señal de Ja Santa Cruz?
•—El niño sonrió y la hizo muy bien. Entre tanto,
una mujer se ac.ercó; era sp madre, y me dijo:—Interrogúelo también sobre el catecismo, sabe responder.— Le dirigí algunas preguntas elementales, a las
cuales contestó con desenvoltura y exactitud. La madre añadió: —''Pregúntele igualmente cosas más difíciles, debe saberlas". Con maravilla pude constatar
que aquel niño estaba muy exactamente instruido
sobre religión. Pregunté a la madre: —¿Cuántbs años
tiene? Me res^jpndió: " D e aquí a dos meses, tendrá
seis. Reza igualmente bien, trate de interrogarlo".
•—¿Con quien se habla cuando se reza? —Se habla
con Dios. —¿Cómo es necesario hablar con Dios?
—Como se habla con la mamá. —¿A quién se reza?
—Se reza a Dios, a Jesús, a la Virgen, los ángeles y
los santos. . . —¿Qué serás cuando glande? -—Lo que
quiera el Señor. ¿Cómo harás para saber lo que el
Señbr quiere de ti? — M e lo dirá al corazón o me lo hará decir por la mamá, o por el Páíraco que me confie-
— 6 »sa.—¿Qué cosa confiesas? —Los pecados. —Pero tú,
¿cometes pecados? El niñ,o bajó los ojos y dijo siiavemente: Cometo faltas, pero las confieso y Dios me
perdona...
Pregunté a la madre cómo el niño podía estar a esa
edad, tan bien instruido y dónde había aprendido. Me
respondió: —Poco a poco; un poco mientras se viste,
mientras almuerza, mientras tarda en dormirse en el
lecho, y cuando lo llevo conmigo, le hablo de Dios,
de la religión, y así, sin fatiga, se instruye.
Di una alabanza a la mamá, una imagencita al niño
y me fui entre confuso y conmovido, diciendo para mí:
¡Afortunado hijo, buena y santa macare! Dios os bendiga y conceda a todas las madres, que sepan enseñar
a los niños la religión como enseñan el trato social y
las naciones estarán salvadas de la irreligión!
R A Z O N E M O S UN POCO
Los niños, los muchachos, piensan en t a n t a s cosas;
sus mentes se desarrollan, se enriquecen; la inteligencia elabora también, sin saberlo, el conocimiento que
va adquiriendo. Se forman un patrimonio, que es por
decirlo asi, la trama de toda su vida y la directriz
de su conducta.
E n continuo contacto con la naturaleza, escudriñan
sus leyes y adivinan poco a poco sus secretos; es un
trabajo que se continuará toda la vida, porque se ha
comenzado en la infancia. En este t r a b a j o el niño es
guiado por todos aquellos que lo rodean, naturalmen-
_
7 —
te, y por aquellos que dirigen su educación. Este "niño,
cuya mente jamás reposa, ni aun en el sueño, y que
piensa continuamente en alguna cosa ¿piensa en Dios?
¿Habla con Dios? ¿Se entretiene con Dios? 'No 'oS'será
peligroso que este pequeño ser, pase" su infancia
sin pensar jamás realmente en Dios, hablar con
El familiarmente, t r a t a r con El, comó lo hace con los
seres que le son queridos, y que más tarde su vida se
resienta de esta falta, y no sienta la necesidad de Dios
y que no se ocupe de El, mas que tantos, como de un
ser que no ha entrado jamás en" su vida íntima, qüe
no ha crecido con él, que no ha hecho vida común ton El!
Hay, por otro lado, tantos hombres que no son malos, también los hay honestos, y que con todo, no
piensan jamás en Dios; hay muchos hombres de, negocios pero pocos hombres de Dios!
D E C I R O R A C I O N Y ORAR
Aquí viene una respuesta: Sí, el niño habla con
Dios en la oración. Así debería ser. Pero,"permítaseme
dudar. . . De muchos niños que rezan, esto es que dicen fórmulas de oraciones aprendidas materialmente
de memoria, o repetidas de los labios de la mamá,>no
se puede decir que hablen con Dios, que conversen
con Dios, que verdaderamente recen.
Se enseñan fórmulas de oraciones, se hacen decir
oraciones pero no se enseña a orar, a hablar con Dios,"
a t r a t a r con Dios, oon los santos, como' se hace rentreí
parientes.
¿Qué cosa quiere deciv orar? Quiere decir: conversar con Dios, entretenerse con Dios, decirle que Le
amamos, que Lo adoramos, que Le agradecemos, que
queremos vivir por El, que de El esperamos lodos los
bienes que nos concede cuanto necesitamos, que es El
nuestra vida, nuestro guíal nuestra fuerza,
nuestra
esperanza y nuestra recompensa eterna.
Que reconocemos de El, todo cuanto somos, cuanto
tenemos y cuanto esperamos. Llamarlo en nuestra ayuda,
invocarlo en las necesidades ordinarias y urgentes. . .
Esto es orar. Ahora ¿podemos nosotros ilusionarnos, que nuestros niños, limitándose a repetir materialmente sólo la fórmula que le hacemos aprender,
experimente estos sentimientos u otros semejantes?
¿No será en cambio peligroso que sus mentes y sus
corazones queden áridos, con una idea vaga, de que
diciendo aquella fórmula honran a Dios, y le pidan
las gracias, pero sin que el corazón sienta nada de
cuanto expresa la boca? y que fuera de aquel momento, no se ocupen más de Dios, y que Dios venga a
ser un Ser extraño a su existencia?
•
*
*
Que las sencillas fórmulas de oraciones no correspondan en todo al deber de la. oración, se comprende,
por el hecho que la mente no siempre puede detenerse sobre las ideas que expresa la palabra. Y entonces
frecuentemente, se ha pagado a Dios, apenas un tributo físico, pero al cual no participa la parte esencial
del hombre espiritual, que es la inteligencia, la volun-
— 9 »tad, ol corazón. En la primitiva Iglesia, durante ¡a
Santa Misa, al Oremus (que quiere decir Roguemos)
todos los fieles y el Sacerdote se ponían de rodillas
y cada uno oraba en particular, exponiendo a Dios
sus necesidades, sus deseos, con palabras propias, inventadas allí mismo según las gracias que cada cual
necesitaba en aquel día, en aquel momento.
Nosotros debemos habituar al niño a hacer así.
Digámosle: Reza, habla con Dios, pide a Dios lo que
deseas. E n vez de decirle simplemente: Haz la oración, anda a decir la plegaria, dí la oración, etc., digámosle: Habla con el Señor. .. Pide al Señor.. . adora
al Señor. .. honra al Señor. .. ven, hablemos con Dios,
con la Virgen. . . ahora conversa con tu Angel Custodio...
conversemos un poco con el buen San José...
En vez
do decirle: Recita el acto de contrición, digámosle:.
Pide perdón al Señor de los pecados que puedes haber
cometido. Preguntémosle a veces: "¿Haz hablado y a
con el Señor? ¿Estará contento el Señor? Pregúntale
un poco si es éso lo que de ti desea El. Después de la
comunión ¿haz hablado con el Señor? ¿Has escuchado
qué cosa te quería decir? ¿Le haz prometido algo?".
Así el niño no tiene sólo la idea genérica de oración,
sino que habla con Dios, con María Santísima, con
los Santos; y sabe que no puede sólo repetir lo que ha
aprendido de memoria, sino que puede usar el lenguaje
do la conversación.
*
*
— 10 »Oíd la oración de un niño de ocho años; cierto que
nadie se la ha enseñado; no tendrá toda la elegancia,
pero dice la verdad: "Dios mío, has que yo sea pronto
un hombre, a fin de que pueda ayudar al papá y a la
mamá. Hazme ser bueno. A veces no soy capaz de ser
bueno, el demonio es más fuerte que yo. Haz que mi
mamá no llore cuando piense en mi hermano que está
ep la guerra. Haz que no falte la leña para encender
el fuego; ¡hace frío en nuestra buhardilla! Y has
también que el azúcar no sea tan cara, porque me
t
gusta y me hace bieh.
Señor, ¿por qué papá no dice la oración de la mañana y de la tarde? Tal vez no la sabe; rezaré yo
por él. Haz que papá tenga siempre t r a b a j o como
ahora; que no tenga reumatismo como el año pasado,
y que no haya huelga porque entonces tampoco habrá
pago! Señor; haz que mi hermano vuelva pronto de
la guerra porque la mamá llora siempre y teme que
no vuelva más. Haz que no lo maten ni tampoco sea
herido en los brazos porque así no podrá t r a b a j a r máp.
Hazme ser bueno en la escuela, y dile a mi vecino
que no me estorbe siempre con preguntarme alguna
cosa cuando el maestro explica, pues me manda castigar. Y después haz que vaya al Paraíso con el papá
y la mamá, con el hermano, con él párroco, con el
maestro con todos los compañeros y también con la
señora Lena, la que vende castañas en la esquina,
porque cuando voy a comprarle me da siempre buen
mercado, y así sea".
No se encontrará, es cierto, en ningún libro esta
— 11 »oración, poro sin embargo no se puede negar que una
oración hecha en tal forma sea agradable a Dios, y
exprese verdaderamente cuánto el niño siente, y con
ella, cada niño sería capaz de expresar a su vez sus
pequeños deseos, sus necesidades y sus debilidades.
Esto se entiende fuera de las plegarias que debe rezar
con las fórmulas ordinarias. Esta es la oración personal, individual, espontánea del corazón ingenuo c inocente del niño, variable hasta lo infinito; cada niño
tendría la suya y la variaría o la modificaría tal vez
cada día, cada vez que orara según las circunstancias.
*
*
*
Ciertas fórmulas no pueden expresar por sí solas
todas las necesidades del alma, todos los sentimientos
que quisiera, todo lo que pueda preocupar al alma en
el día en el momento mismo en que se reza. No siem"
pre deben repetirse plegarias compuestas mucho tiempo antes, debido a que no son capaces de expresar los
pensamientos y necesidades que en ese momento siente el que las recita. Se tiene más tarde cristianos que
para obtener, por ejemplo, la ayuda en algún ¡peligro,
rezan un credo a San Antonio, sin saber, ni pensar
que el Credo no es una oración y que podrían decir
simplemente: Sálvame, Señor: Señor a y ú d a m e . . .
Dios mío, ten piedad de mí. . . Dios mío, ven en mi
socorro!
Tienen una idea vaga de lo que es la oración, que
para ellos está bien limitada en algunas fórmulas, de
las cuales ni comprenden el sentido; pero, no conocen
— 12 »aquel conversar cpn Dios, ni saben exponerle sus necesidades con palabras propias, dictadas por la necesidad actual. Así como no comprenden tales fórmulas,
no prueban ningún consuelo y no aumentan su confianza. Y así, esas plegarias desprovistas de las condiciones requeridas, no son escuchadas, motivo por
el cual, aquellos que las han dirigido, pierden la fe
en la oración y no rezan más.
Y son gentes que cuando niños han orado, esto es,
han recitado fórmulas de oraciones, pero que no han
pensado, ni jamás aprendido a hablar con el Señor,
familiarmente, a pedirle simplemente cara a cara alguna cosa ; sin servirse siempre y sólo de las fórmulas
acostumbradas, las más de las veces incomprendidas.
¿Es esto verdad, o nó? Veamos una semejanza.
LENGUAJE PROPIO Y LENGUAJE PRESTADO
Un niño que copia un saludo de felicitación, lo
estudia y después lo repite a sus padres, les habla,
pero él comprende que no expresa sus sentimientos;
así un niño que copia una carta de felicitaciones y
después la presenta a sus padres, repite lo que otros
han dicho y pensado, pero no usa palabras suyas, no
exprepa sentimientos nacidos espontáneamente en su
corazón, y el valor qüe ella tiene es un valor relativo.
Pero el niño no se sirve siempre con los padres de
un lenguaje prestado, tiene su lenguaje natural, verdadero, sincero y es ese el lenguaje que gusta a los
padres. . .
Un niño desea un objeto que ha visto a su compa-
— 13 »ñero o en una vitrina: no va a buscar en un libro términos elevados para pedirlo a la m a m á ; pero, se le
acerca en un buen momento, cuando está sola y la
acaricia, después le dice que la quiere mucho, mucho,
que quiere ser siempre bueno, obediente, educado y
después. . . viene la petición; y la mamá, enterada de
las bellas expresiones de afecto, de las bellas promesas. . . cede y concede. . .
Un niño está con mucho gusto en el colegio, pero
desea ir a su casa por la fiesta de Navidad. No va a
buscar en un libro la carta (no la encontraría) para
pedir a sus padres la gracia que desea. Pero la inventa, y sabe encpntrar las expresiones más elocuentes,
para obtener y obtiene fácilmente.
Cuando los padres vuelven de un viaje, el niño no
va a buscar fórmulas para acogerlos festivamente; no
le faltan, para ello, palabras afectuosas; y a los padres gusta más aquella espontaneidad, aunque sin
forma y con miles de repeticiones, que no todas las
frases estudiadas, que podría haber aprendido de memoria.
¿Y por qué con el Señor no se hace también así?
¿Por qué siempre y sólo fórmulas de oraciones y no
habituar el niño a expresar al Señor, a los Santos sus
ideas y sus -pequeños deseos, con palabras suyas?
* * HS
Se le preguntó a un grupo de niños: "¿Si debieseis
pedir una gracia, y no encontraseis una oración para
pedir aquella gracia ¿qué haríais? Muchos no supie-
— 14 »ron qué responder, algunos lo hicieron de un modo,
otros de otro. Uno sólo dijo: Se inventa. ¡Bravo!, niño, ¡he ahí la respuesta!
Uno sólo ha dado tal contestación, los otros no
habían jamás pensado en inventar una oración para
pedir a Dios la gracia especial que cada uno necesita
y que varían continuamente en la vida. Por otra
parte, para orar, a menudo nos contentamos con repetir lo que otros han dicho; a menudo decimos fórmulas de oraciones, pero no rezamos.
Una niña fué encargada de recitar fuerte una consagración al Sagrado Corazón. Al llegar a las palabras: «Dios mío, perdona tantos pecados que he cometido . . . » se interrumpió y llorando dijo al párroco:
«¡Pero, yo no he cometido pecados!». . . ¡Pobre niña!
¡Comprendía que no era su lenguaje!, no correspondía
a sus deseos, a sus necesidades! Querían hacerle expresar sentimientos no suyos.
¿ES CAPAZ E L N I Ñ O D E C O N V E R S A R
DIOS?
CON
El niño, así como es capaz de hablar a sus padres,
a los abuelitos y a los tíos, para obtener de ellos lo
que desea y para expresarles su afecto, así igualmente
tiene la capacidad de hablar con Dios y d e expresarle
sus deseos, sus amores, sus necesidades. Pero en esto,
también se necesita formarlo, guiarlo• como se hace
en la vida dé familia. Cuando viene el tío o el abuelito, se le dice: «Saluda, pregúntale si está bien, pregunta cómo ésta la tía, manda saludos a la abueli-
15 —
ta. . .* y el niño saluda, hace la pregunta, etc., así se
habitúa a la vida social y más tarde continuará esta
conversación familiar, a la cual fué habitúado cuándo niño. En cambio, vemos ciertos muchachos campesinos y a los cuales nadie ha dado tal educación,
que no saben decir dos palabras, no saben sacarse' el
sombrero, hablan con las manos en los bolsillos, o
corren y van a esconderse, etc.; esto porque no se les
formó, no se les inició en una educación Intima, cordial, espontánea. El niño, pues, formado, se habitúa
a tratar con el Señor, a hablarle familiarmente, a
exponerle su reconocimiento y sus sentimientos de
afecto y de admiración. Y no es difícil. Como indicamos al niño en varias ocasiones, el modo de comportarse con el papá o con el tío cuando le hacen un regalo, decimos al niño: «dale gracias» y cuando ha
cometido una falta contra alguno de la familia le decimos: «pídele perdón, prométele no hacerlo más. :.»
y el niño busca las palabras y las encuentra y dice lo
que conviene decir en tal ocasión sin recurrir a ningún
libro o frases elevadas.
Así, a veces decimos al niño: «-Vé a acompañar al
papá, a la mamá, a la abuelita. . . Quédate conmigo,
hablemos un ptco. . . y el niño hace lo que se lé dice
y conversa a su modo, como sabe; pero habla, y dice,
y tiene siempre alguna cosa que decir.
Si le décimos: «Cuando vengas a casa, pasa a saludar a la abuelita, pregúntale si está mejor.. .• Citando
pases cerca de la casa del tío Pedro, dile que venga,
que él papá necesita hablar con él, etc.,'y el niño éje-
— 16 »euta todo, y no se equivoca en decir todo lo que desean que- diga: ¿Y por qué no decimos al niño alguna
vez: «Vé allá y habla con Jesús, con la Virgen, con
Dios. Vé a la iglesia a hacer un poco de compañía
a Jesús. Viniendo a casa, pasa a la iglesia y saluda a
Jesús por todos nosotros; dile que mejore a la herma•
nita, que proteja al papá en el viaje y que lo haga regresar pronto. ,
"•Pídele perdón de tus fallas y prométele ser más bueno. . . antes de salir de la Iglesia,
m a n d a u n beso a Jesús en el T a b e r n á c u l o . . . » .
Todas éstas son cosas q u e el niño puede hacer, y
que haría con gusto; pero, se necesita enseñarle, inculcárselo, como se hace con la educación de familia,
cada vez que se presenta la oportunidad-; así se aprovecha cada ocasión p a r a inducirlo y enseñarle a conversar con Dios, como haría un padre con u n conocido
o con u n amigo. Dios debe ser todo esto a los ojos y al
corazón del niño. Y no creamos esto difícil, ¿por q u é
se dice: el niño no ve a Dios, no ve a la Virgen, etc.?
ALGO V E R D A D E R O
TJn día fué visto un niño de cuatro años que, con
IR m a y o r seriedad, estaba escribiendo a su modo,
y sobre u n pedazo de carta, que había encontrado.
—¿Qué haces? —Escribo al tío Toto. —¿Lo conocen?
— N o ; pero, siempre me m a n d a regalos. Explicación:
el tío Toto, vivía lejos, no había visto j a m á s a su sobrinitOj pero le m a n d a b a a menudo regalos. Cuando
los papás presentaban al chico, alguna cosa, enviada
por el tío, le decían: te lo m a n d a el tío Toto, mándale
_
17 —
u n beso. Y el niño mandaba el beso al tío Toto que
jamás había visto; y ahora se le había ocurrido escribirle una carta. Pero, los padres tenían cuidado, cada
vez que le daban un nuevo regalo de decirle que era
el tío Toto quien se lo mandaba y el reconocimiento
se hacía camino en ese corazoncito.
Dios manda continuamente regalos a nuestros ni*
ños; tengamos cuidado de hacerles reflexionar sobre
el dón que reciben y de quién viene. Hablemos, a menudo de Dios, de Jesús, de María S a n t í s i m a . . . y el
niño, también, sin haberlos vfsto jamás se hará de
ellos una idea a su modo, y poco a poco» el pensamiento en Dios le viene naturalmente, y sabe invocarlo en
la necesidad; lo mismo sucede con María Santísima
y los otros seres sobrenaturales.
Un niño era tranquilo y dormía hasta en lo obscuro, con t¿il que la mamá estuviese en la pieza, aunque
no la viese; si era cierto que la mamá estaba allí, nada
lo atemorizaba. ¡Oh! si el niño estuviera convencido
que Dios está siempre presente ante él, siempre pronto a ayudarlo y que no hay necesidad de llamarlo
para que vaya en su ayuda!
DIOS E S C U C H A A LOS N I Ñ O S
Un niño de ocho años, había sido excluido de un
concurso, porque le faltaba una condición. Estuvo por
esto afligidísimo. E n la mañana del día del concurso,
se quedó largo rato en su dormitorio. . . Cuando f u é
donde el papá le preguntó: ¿Nadie ha venido a buscarme? —¿Para qué cosa? — P a r a el concurso. —PeLa formación
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18 —
íó, ¡si estás excluido! El niño bajó los ojos y suspiró
diciendo: '¡Sin embargo, he rezado tanto!. . . Le" parecía imposible que el Señor no escuchara su oración
•tan insistente y t a n confiada. E n aquel momento llega
un compañero de escuela que le dice: — E l Director
ha examinado bien, y ha visto que puedes ser admit i d o , vén pronto, dentro de poco empieza el examen.
¡Y el niño salió bien!
Preguntado el niño cómo había orado, respondió: «Le
he dicho t a n t a s veces al Señor: Hazme la gracia de
ser admitido al concurso, hazme este favor, seré siempre bueno, dame.este gusto, no me lo niegues!; he estudiado tanto, estudiaré todavía más para agradaros
a* Vos y a los míos, pero hazme esta gracia. Y mientras decía esto y hablaba con el Señor, parece que E,1
me escuchaba y yo repetía siempre: Hazme esta gracia; no me niegues este favor. Y el Señor me lo ha
concedido porque es mi Buen Papá y yo-le quiero
tanto!».
Lenguaje infantil, pueril, dirán algunos. Id a decir a Jesús que quería los niños a su rededor y hablaba con ellos, y conversaba con ellos familiarmente. . . Este es el lenguaje que gusta a Jesús y a él
alude cuando dice: «Si no os hiciereis sencillos como
estos niños, no entraréis en el reino de los cielos».
Está a la vista, la fe ingenua de aquel pobre niño,
que teniendo la m a m á enferma en una miserable buhardilla, y sin medios, escribió una carta y la colocó
en la alcancía de las limosnas, dirigiéndola a su Padre
del cielo. . . El Párroco encontró la carta, comprendió
la ingenuidad, fué a la dirección que daba, y socdr'rió
a la pobre mamá y al niño. Fué así copio Dios escuchó
la plegaria de aquella inocente criatura. Y así el niño
se confirmó siempre más en la fe en Dios, en la eficacia
de la oración y en el recurrir a Dios y a los Santos,
Hay en el niño inocente, la tendencia hacia Dios,
que le es infundida por Dios mismo en el Bautismo.;
el niño siente a Dios, gusta a Dios sin dame cuenta;
pero si se le hace reflexionar, si se le hace observar
lo que siente en él, lo que sucede a su alrededor y
mediante esto se eleva su mente y su corazón a Dios,
escucha de buena gana lo que se habla de El y se rinde familiarmente al pensamiento de Dios y lo hablará
más a menudo de cuanto nos imaginamos.
Una niña fué vista mandar, en torno a sí, besos en
todas direcciones. —¿Qué haces? —Mando besos &
Dios que está en todas partes. A un niño se le preguntó: —¿Puede haber dos dioces? Y respondió: —¿Y
dónde poner el otro Dios, si uno está ya en todas partes?
E L N I Ñ O CON D I O S Y CON NOSOTROS
¡Cuánta alegría experimentan un papá o una mamá al ver que el niño viene espontáneamente a ellos,
no a recitar un cumplimiento que le han hecho aprender de memoria, sino a vaciar las bellas expresiones
desafecto que lleva en su corazoncito!: Mamacitia
querida, ¡cuán buena has sido ayer conmigo; papá,
¡cuánto gusto me haz. dado comprándome aquel sombrero, aquel juguete, etc.!
— 20 »Un padre me contaba con lágrimas en los ojos
que habiendo regalado a su hijo un reloj para su fiesta,
el niño a cada rato, durante la comida se alzaba y se
le echaba al cuello con mil expresiones de afecto como le dictaba el corazón, repitiéndole su dicha y su
reconocimiento por el regalo recibido. Dios, regala
continuamente a los niños, sus hijitos queridos, ¿y no
debe gozarse sintiendo repetir de ellos, afectuosas expresiones de reconocimiento?, pero tales como brotan
espontáneamente del corazón y no siempre y sólo por
las fórmulas aprendidas de memoria.
*
*
*
¿Qué diremos de un niño que se contentase sólo con
repetir expresiones estudiadas de memoria, copiadas
de un libro, y no tuviese jamás una palabra espontánea del corazón, inventada por él en ocasiones de partidas, de llegada, de regalos, de falta cometida, de
acontecimientos extraordinarios, etc.? ¿Y por qué
queremos que el Señor se contente sólo de fórmulas
aprendidas de memoria, repetidas, las más de las veces
sin poner cuidado en lo que ellas significan? ¿Por qué
no formarlos en la conversación con Dios, en los coloquios con Jesús Sacramentado, con Dios que espá presente en todas partes? Nosotros privamos a Jesús y
a nuestros niños, de un placer, de una alegría inefable. Nosotros dejamos en los niños un vacío que no
sé llenará jamás. . . vendrán los negocios, las pasiones
que ocuparán el corazón y la mente del joven hecho
adulto, hombre, y
no se le acostumbró a este leu-
— 21 »guaje íntimo, familiar con Dios, no sabrá usarlo, no
sentirá la necesidad de El, ni aun pensará en El y pasará toda la vida en la indiferencia de Dios y viviendo
sin Dios!. . .
*
*
*
Cuando el niño pregunta algo a la mamá, no es raro
oírle decir: Dlceselo al papá. . . pregúntalo al papá. . .
Cuando el niño tiene alguna pena, va espontáneamente a la mamá y en ella busca consuelo y ayuda.
¿Y por qué no sugerir al niño el recurrir a Dios, cuando tiene alguna necesidad especialmente espiritual,
alguna gracia que obtener, como salir bien en un examen, mejorar de una enfermedad, etc.?
Digamos al niño que ore, que pida la gracia que
desea. Así más tarde, cuando hecho hombre, tenga
necesidad de algo, como ser librado de alguna desgracia, triunfar en una empresa, estará habituado a
recurrir a Dios, a implorar de El ayuda y consejo para
el buen acie.to en lo que desea. Si en cambio, se le
acostumbró a decir materialmente alguna fórmula,
sin conversar jamás un poco íntimamente con Dios,
cara a cara, con expresiones suyas, inventadas por él,
más tarde o dejará del todo aquellas oraciones, a las
cuales nunca ha dado una importancia mayor y que
considera cosas de niños o de anua'nos; o bien continuará diciéndolas sin atención porque no le inspiran
ninguna fe, ni levantan su corazón a Dios, con el cual
jamás se le acostumbró a hablar cón lenguaje suyo,
espontáneo del corazón. Y así tenemos hombres que,
— 22 »mientras fueron niños, rezaron sobre las rodillas de la
mamá, con el uso común de las expresiones; (esto es,
han dicho oraciones) más tarde no rezan ni dicen oraciones y viven sin Dios! Sin embargo, cuando eran
niños han dicho fórmulas de oración, pero sin reflexionar en ellas, y desprovistas de espíritu, fueron
letra muerta para su corazón y no dieron la vida que
debieron dar al alma la cual languideció, y dejó apagarse en sí aquel apetito de Dios que penetra al alma
del niño con el Bautismo. Y es así como hay después
hojmbrefc que tratan los más grandes intereses temporales sin tomar en cuenta a Dios y el derecho que El
tiene de intervenir en sus negocios.
ENSEÑEMOS
ORACIONES, ENSEÑEMOS
A
ORAR
¿Qué hacer ento'nces? ¿No enseñar más al niño las
fórmulas de oraciones? Sería herejía creer o decir esto.
Se necesita la oración usual, según lás fórmulas acostumbradas; es un homenaje que la criatura debe rendir a su Creador. Jesús nos ha enseñado la fórmula
más sublime de oración. La Iglesia, Madre y Maestra
ruega por todos con fórmulas cotaunes y exhorta a los
fieles a repetirlas en oomún con sus Ministros. Debemos, pues, hacer aprender y decir las fórmulas de
oración. Más aun cuidar que no se reduzcan a ser sólo
palabras repetidas maquinalmente, como un simple
ejercicio de memória.
Es necesario hacer que los niños reflexionen sobre
el significado de las pUl>ibras, a fin de que cuando las
— 23 »recitpn acompañen con el corazón y con la mente lo
que dicen con los labios. Conviene hacerles aprender
las oracioné'js de a poco, palabra por palabra y explicándoles el significado. Por eje.: Padre nuestro que
estás en los cielos. . . ¿Dónde está el Señorf ¿Está solamente en los cielos? ¿Con quién hablas ahora? ¿Te
oye El y te escucha? ¿Te quiere? ¿Amas tú a este buen
Padre?, etc. Perdonamos nuestras d e u d a s . . . ¿Qué
deudas tenemos con Dios? ¿Cómo debemos comportarnos entre nosotros? ¿Podemos vengarnos?, e t c . . . Dios
te salve María. ¿Con quién hablas ahora? ¿Quién es
María? ¿De quién es Madre? ¿Es solamente madre de
Jesucristo?. . . , etc.
Pero, los niños ¿son acaso capaces de comprender?
Más de lo que nosotros pensamos. Un día un niño
mientras hacía la señal de la cruz, al llegar a las palabras: Del Hijo. . . preguntó a la mamá: «¿Y la
Madre no está? ¿Está sólo el Padre y el Hijo?». Otro
niño aprendía el Yo P E C A D O R preparándose a la confesión, cuando llegó a las palabras: «A los Santos
Apóstoles Pedro y Pablo y a todos los S a n t o s . . . »
se paró y preguntó: Pero, ¿debo confesarme con toda,
esta gente? ¡Me da vergüenza!. . . Hablemos al niño
de Dios y el niño nos comprenderá!.*. .
Pero, no basta hacer repetir las fórmulas de oraciones, hay que explicarlas cuanto sea posible, hay que
hacerlas entender. Interrogarle a veces sobre el
significado de lo que dicen. El niño se habitúa así
a pensar y a acpmp'añar con el corazón lo que dice
con la boca. Así, cuando asiste a la Santa Misa, ha-
— 24 »gámosle reflexionar sobre su impórtanosla. N o creamos haberlo hecho todo con comprar al niño un libro
de oraciones y conducirlo a la Iglesia. Las ceremonias
del culto deben hablar a su corazón lo que no acontece
si el niño no comprende lp que ve. Es necesario conducir a vec^s- al niño a una Iglesia, fuera del tiempo
de las sagradas funciones, para explicarle lo que se vé
en la Iglesia y para qué sirve al culto, como: A l t a r Confesionario — P u l p i t o — Agua bendita — Tabernáculo—-Lámpara, etc.
Además, recurrir a la bondad del Párraco, para
que haga ver los vasos sagrados, purificad ores, etc.
Debemos al niño todas estas nociones, a fin de que su
mente tierna y sin preocupaciones se embeba de estas
cosas, que lo forman y conservan.
Así el niño adquiere una cierta familiaridad con
las cosas del culto, no siéndole ya estas cosas extrañas, se familiariza con Dios y cuando se encuentre en
la necesidad, sabrá invocarlo con palabras propias
basadas en las circunstancias y, como las dicta el corazón inspiradas en la necesidad actual.
¿Cómo oraron los apóstoles cuando estuvieron en
peligro de naufragar? —¡Sálvanos, Señor, que perecemos!—¿Cómo oró el buen ladrón en la cruz?—Se
ñor, acuérdate de mi, cuando estés en tu reino. ¿Cómo
oró la Cananea?-—¡Señor, hijo de David, tened piedad
de mí; mi hija está gravemente atormentada por el
demonio!... . Como se vé, no recurrieron a fórmulas
— 25 »escritas en los libros, pero, a su modo, inventaron una
oración adaptada a la circunstancia y a la necesidad.
¿Y cómo oró Jesús en el Jardín de los Olivos? ¡Padre
mío, si es posible, pase de mí este cáliz!. ..
Pero, ¿son capaces los niños-de inventar oraciones
así. y conversar con Dios, como lo hacen con sus propios padres? ¿Y por qué nó? ¿Se podría creer que
Dios no les hubiese dado la capacidad de conversar
con El? Dios, que ha hecho el bello corazoncito de
los niños ¿no los habrá dotado de la cualidad de sentirlo, de amarlo, de hablarle? Jesús, que gusta t a n t o
verse rodeado de niños, ¿acaso se contenta con tenerlos mudos, o escucharlos repetir sólo cumplimientos
aprendidos de memoria?
Naturalmente, necesitamos formar el niño a este
lenguaje, a esta intimidad con el Señor.
Suponed que un niño no oyese jamás conversar;
nunca asistiese a una visita en casa, o cuando acompaña a Jos suyos en una visita, o cuando viniese alguien a su casa no escuchase hablar y fuese mandado
a esconderse; o bien, los grandes hablaran tras de él
muy despacio y él no oyera nada; o que conversando
en un lenguaje desconocido para el niño, no comprendiera éste lo que se dice. ¿Creéis, vosotros, que se
formaría en la conversación? Si en cambio se tiene
cuidado en decirle: Fíjate, cuando viene o se va donde
alguien, has esto o lo otro, etc. Mira cómo hacen los
otros. Escucha cómo decimos y, aprende. Si te diesen
algo, no te quedes mudo, agradece; pregunta cómo
están, etc. Así se hace para la conversación en socie-
— 26 »dad; se repiten las cosas, a fin de que el niño ponga
en práctica lo que conviene a su condición.
Y bien, ¿se hace con el Señor otro tanto? ¿Nos
fijamos en que el niño haga buena figura también delante del Señor? ¿Que sepa agradecer a Dios tantos
beneficios que recibe?
]Oh los niños no piensan como no pensarían en
aprender la buena conversación y la buena crianza,
si nosotros no se lo enseñásemos y ellos no asistieran
a las conversaciones. Cuando los niños van a la iglesia, verán mover los labios a los asistentes, pero no
sabrán ni comprenderán lo que los grandes decimos
al Señor.
Una niñita, después de la comunión oró largo rato
y después dijo a la mamá, que la miraba: %He dicho
ya a Jesús la oración de la mañana y de la tarde, le
he recitado la poesía: «Ahora somos débiles niñitas,
mas, con el tiempo creceremos . . . >. H.e cantado despacito el canto de la fiesta de los premios. . . ¿qué más
debo decirle todavía?
¡Niñita querida!, querías hablar con Jesús, pero
nadie te había enseñado a conversar corazón a corazón con El! E n la casa no oyen conversar con el Señor,
a lo más, ven u oyen decir fórmulas como el Rosario
u otras oraciones; cosas santísimas. . . pero, verdaderas conversaciones con el Señor no escuchan jamás.
Y ahora, naturalmente no piensan en conversar con
Jesús. Si en cambio esa niñita, oyese a su mamá desolada, orar desde el fondo del corazón .para pedir tal
o cual gracia, con coloquios que nacen espontáneos
— 27 »del corazón, arrancados por el dolor y la necesidad
presente, o si cuando se experimenta alegría el niño
viese y oyese agradecer al Señor con fórmulas del
momento, inventadas allí, brotadas de un Corazón
reconocido, ¡oh! entonces sí que el niño aprendería
también él a invocar a Dios y los Santos, a agradecerles con uñ lenguaje espontáneo y natural, verdadero del corazón.
*
*
*
Después de la oración ordinaria, démosle un m o
mento para hablar con Jesús. Ahora, dile tú lo que
necesitas, pregúntale o pídele lo que quieras. Mandémosle de vez en cuando, a conversar con Jesús, con
palabras suyas. .. ¿Qué cosa dirá? No nos inquietemos, usa un lenguaje infantil y es eso lo que quiere
Jesús...
Escuchad: El que escribe asistió un día en el fer r o c a r r i l ' a esta escena: Un niño de dos años f u é
puesto en la redecilla de los bultos como uno de ellos
para que durmiese. Después de poco, empezó entre la
m a m á y el niño este diálogo bien sencillo por cierto:
—¡Mamá! — ¡Gloria! — ¡Mamá! — ¡Gloria! — ¡Mamá!
¡Gloria!. . . y así continuaron largo rato sin
cambiar otra palabra! y s,e comprendía que madre e
hijo gozaban más que con cualquier elegante discurso.
¡Todo se encerraba en estas sencillas palabras! ¿Y por
qué Jesús y los niños no podrán gozar y entretenerse
así?Madres: que sabéis comprender el sencillo lenguaje
— 28 »de vuestro hijo y lo preferís a todas las formas retóricas mejor estudiadas, perísad que también Jesús
comprende y gusta la conversación-de vuestros tiernos
niñitos! es El quien ha dicho: «Dejad que los niños
vengan a mí porque de ellos es el reino de los Cielos».
S E N S I B I L I D A D D E LOS N I Ñ O S
Los niños son muy sensibles a los buenos sentimientos, a los buenos ejemplos, y sobre todo son sensibles a las cosas de piedad, a lo sobrenatural. Pero,
es necesario formarlos, instruirlos, con la palabra y
con la práctica, como deben obrar.
Un niño, que había visto la Pasión en el cinematógrafo, no quería ir más a él porque decía que allí
se hacía sufrir a Jesús.
E n una familia todos lloraban desolados sobre los
fríos despojos del abuelito. Un niño de cinco años
dijo: ¿Pot qué lloráis? El abuelito está en el Paraíso
muy bien y ruega porque vuelva propio de "la guerra
el papá. ¡Qué bella y sobrenatural lección!
Hagamos que el niño eleve con frecuencia su corazón a Dios. Por ej.: vé las flores: ¡Da gracias a Dios
que las ha creado tan bellas y perfumadas! Vé los pajaritos y los siente gorjear: Admira al Señor que.los
ha cveado para alegrar al hombre. Vé la f r u t a en los
árboles: Un ¡gracias a Dios! tan bueno y que nos dá
tantas cosa buenas. H a y un temporal y el trueno ret u m b a espantosamente: Temamos a Dios que puede
con un sólo rayo hacernos morir!. ., pero, digámosle
también que nada debe temer si está en gracia de
— 29 »Dios, porque la muerte no os un verdadero mal sino
para el que está en pecado.
Vé el niño, que se lleva un muerto al ceinénterio,
digámosle: ¡Piensa en dar gracias al Señor que te
conserva vivo, y piensa que, como este difunto, tú también te deberás presentar al tribunal de Dios, y ser
juzgado. Sabe que alguien está enfermo, digámosle:
Pide a Dios la mejoría de esta persona y agradécele
que a ti te dé la salud. . . Vé un lindo cielo estrellado:
¡Qué lindo! y ¡qué grande!. . . Pero, mucho más
grande, es Dios que ha creado tantas cosas. .. U n a
hoja cae de la r a m a : ¡Figura de la vida que termina!
Se dicen tantas ligerezas a los niños y se piensa
t a n poco en formarlos en aquellos sentimientos y en
aquellas ideas sublimes de lo sobrenatural a las cuales debemos elevarnos contemplando la naturaleza.
Ved una niña acostumbrada a atribuir a Dios las bellezas de lo creado, Un día en el campo, la m a m á
dice: ¡Cuán bella es la naturaleza!. . . Y la niña: Agradezcamos a Dios, que nos ha dado los ojos, a fin de que
podamos verla. . . ¡Bella reflexión!
Una tjxrde, oscura ya, salió, tomada de la mano
por la tía. Esta dijo: Mira, ¡qué lindo cielo estrellado!; y la niña retiró un momento su mano, de la de
la tía, y después se la tomó de repente. ¿Por qué t e
separaste? No me he alejado, pero, necesitaba juntar
bien las manos para agradecer al Señor por este cielo
tan lindo!
— 30 »Los niños, formados en la escuela de lo sobrenatural, tienen un lenguaje muy especial, todo lo atribuyen a Dios y se refugian en Dios, en sus necesidades.
Más que los adultos están aptos para sentir y gustar
a Dios y las cosas de Dios. Pero se necesita guiarlos.
H a y quienes por sí solo razonan y piensan en Dios,
hablan de Dios, desean a Dios y anhelan a Dios; son
almas privilegiadas que admiran a los que las oyen
o las ven. E n ellas Dios obra espontáneamente, hace
milagros de gracia infantil, a pesar de la ninguna
educación sobrenatural tenida afuera. Pero, éstas son
casos excepcionales, y aun a veces, estas bellas almas
terminan con ser insensibles, indiferentes, como la
mayoría de los niños, a causa del ambiente banal en
que se crían, o por falta absoluta de dirección y de
consejos en lo sobrenatural, o lo que es peor si reciben malos ejemplos de vida peor que natural, animal;
entonces, todo queda sofocado como una flor que cae
en el fango. . . y pierde su candor y su perfume!. . .
¿Y qué decir de esos pobres niñitos que no oyen
jamás hablar de Dios? ¡Qué vacío en sus almas que
se hallan ávidas de Dios!
En la vida del Padre Doussot, dominico, se lee:
«Tenía siete años cuando fui puesto en el colegio
de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Hasta
esa edad, nunca había oído hablar de X)ios. Una tarde, después que la sirvienta lo hubo acostado y él
estuvo seguro que ella se había retirado, bajó de su
lecho y despacito, despacito,, fué a la cama de su hermanita de cinco años y medio y le habló a media voz:
— 31 »—Noema, ¿duermes ya?
•—Nó Gastón, ¿qué quieres?
•—¿Sabes? ¡Hay un Dios!
—¿Qué cosa os un Dios?
— E s aquel gran Padre que ha creado todas las
cosas. . . (y aquí explicó todo lo poco que había
aprendido).
Al otro día la misma escena:
—Mimí
¿duermes?
—Nó, ppro tengo sueño.
—¡Escucha Mimí, una linda cosa!
—¿Qué cosa?
—¡El Maestro lia dicho que se puede hablar con
Dios!
—¡Oh! ¿cómo se hace? ¿dónde está?
—Se ora. . .
—¿Qué quiere decir se ora?
—Escucha; di conmigo: Padre nuestro. . .
—Padre nuestro. . .
—Que estás en los cielos. . .
Y así la hizo repetir por varias noches el Padre
nuestro hasta que lo aprendió; y siempre todo esto
sin saberlo los padres. ¡Queridos niñitos!, buscaban, a
Dios, y Dios se les manifestaba directamente.. .
Mimí y Gastón fueron más tarde, dos apóstoles del
catecismo».
— 32 »-
D I O S E N LA M E N T E Y E N E L CORAZÓN
DEL NIÑO
Uno de los modos por los que Dios se manifiesta
al hombre y le hace conocer sus deseos son las inspiraciones internas.
Si hoy oyeres la voz del Señor, no queráis endurecer vuestro corazón. (Salmo 94). Conduciré el alma a
la soledad y allí le hablaré al corazón. (Osea 2-14).
Escucharé lo que el Señor dice dentro de mi. (Salmo
84). Bienaventurada
el alma que escucha el Señor
cuando hpbla dentro de ella. Bienaventurados lo oídos,
atentos al susurrar de} aura divina.
Bienaventurados
los oídos que oyen, no las voces del siglo, sino la voz que
amaestra el alma. Bienaventurados los ojos cerrados
a las cosas exteriores y abiertos a la contemplación de
las cosas interiores. (Iihitación, Libro II'I1).
Dios habla a menudo interiormente, amaestra, pregunta, aconseja, empuja el alma a.realizar el bien.
Es un t r a b a j o continuo de Dios que quiere santificar
el alma y llevarla a la perfección para la cual fué
creada.
Pero, con todo esto, no siempre el alma reconoce
esta voz interna dé Dios, no le hace caso, confunde
la inspiración divina interna, con los deseos ordinarios y naturales de hacer o no hacer una cosa, y antes
que reconocer la voz de Dios, cree necesidad o repugnancia natural lo que siente y prueba interiormente.
Y así materializa las sublimes inspiraciones, o no les
— 33 »hace caso y no las aprovecha. Deja apagar en sí
aquella santa llama, principio de los bines sobrenaturales y que pudo atraer nuevas gracias de Dios y nuevas luces tendientes a la perfección y a la santidad.
Al niño, sobre todo, debe adiestrársele en reflexiones sobre este trabajo interno de la gracia. Dios habla
a menudo en el corazón del niño, pero el niño que no
ha sido puesto sobre aviso, no escuchará las inspiraciones internas y pasará por encima de ella en tantos
momentos importantísimos de la vida.
El santo joven profeta Samuel se sintió llamar
tres veces, por una voz misteriosa sin pensar ni comprender que fuese Dios qui,en le h a b l a b a . . . Creía
fuese una voz humana, pues, no estaba todavía habituado a oír la voz del Señor. Sólo cuando el Sumo
Sacerdote le dijo que ésa era la palabra de DÍQS, y
que la escuchase, el jovencito, dócil a t a n santa palabra le di|o: «Habla ¡oh Señor! que tu siervo Te
escucha». Entonces el Señor le habló y lo amaestró.
Hagamos reflexionar nuestros niños en el hablar interno de Dios que lo inspira, ora a hacer un acto de
caridad, ora a perdonar una ofensa, ora a sobrellevar
una dificultad, ora a decir una buena palabra a un
afligido; ora a ir a hacer una visita a Jesús Sacramentado, a recibirlo en la S a n t a Comunión, a orar por un
enfermo, por un difunto. . . a hacer un servicio cualquiera. . .
¿El niño nos dice que querría hacer una obra buena?
E n vez de decirle que tiene u n buen corazón, digámosle que es Dios quien le ha inspirado cosa tan santa.
La formación
3
— 34 »¿Nos dice que quisiera ir al momento a la Iglesia?
Digámosle que es Dios que qw'ere tenerlo un momento
en su compañía. ¿Siente piedad por un pobrecito?
Digámosle que agradezca a Dios que le ha mandado
tan bue-na inspiración. . . ¿Ha dicho la verdad a
pesar de saber que se le castigaría? Hagámosle reflexionar que Dios le ha dado en aquel momento una
gracia extraordinaria
para cumplir un acto justo,
pero contrario al amor propio. ¿Vacila en perdonar
una ofensa? Hagámosle presente que Dios en ese momento está observando si él corresponderá o nó a los
sentimientos de Jesús que quiere el perdón de las
ofensas. ¿Siente remordimiento de una falta? Digámosle que es la voz interna de Dios que lo llama al
deber para perdonarlo y enmendarlo. ¿Un compañero
lo invita a divertirse mientras cumple un deber? Pongámosle bajo los ojos que Dios lo observa y espera de
él una victoria. . .
Digámosle que escuche a Jesús y sus inspiraciones,
especialmente después de la Santa Comunión y que
pida al Señor que hable a su corazón. Nosotros mismos roguemos a Jesús se digne hablar al corazón de
nuestro niño, que le dé santas inspiraciones y lo haga
sensible a su conversación interior.
Formémosnos también nosotros en esta escuela del
hablar de Dios, escuchemos la voz del Señor, pidámosle sin cesar que nos dé un oído dócil a su palabra
y digámosle como Samuel: «Hablad, Señor, que vuestro siervo os escucha». Cuando estemos habituados y
seamos sensibles a este hablar íntimo de Dios, fácil
— .35 —
mente formaremos nuestros niños en esta misma escuela.
Consultemos a menudo a Dios y entremos en nosotros mismos para sentir qué piensa Dios sobre tal o
cual acción y así estaremos en disposición de formar
los niños y hacerlos sensibles a la voz interna del
Señor.
TRABAJO—ORACIÓN
Cultivemos en el niño la forma de oración que hace
la vida del hombre una «laus perennis», una continua
oración, con la unión habitual a Dios que santifica
todas nuestras acciones.
El Evangelio dice: «Es necesario orar siempre».
Ahora bien, ¿cómo se puede orar siempre? Se debe
atender también a las ocupaciones de la vida!
H a y el tiempo de orar y el tiempo de trabajar.
Cuando llega el tiempo destinado a la oración, se ora;
cuado llega el tiempo del trabajo, se trabaja, se trabaja pensando en Dios, ofreciendo ese trabajo a Dios,
trabajando para agradar a Dios, para obedecer a
Dios que manda al hombre trabajar, aceptando el
t r a b a j o como venido'de las manos de Dios, en expiación de nuestras faltas, haciendo lo que Dios quiere
de nosotros, sometiéndonos a las fatigas sin lamentarnos, contentándonos con el f r u t o de nuestro trabajo sin quejarnos y querer obtener más, etc. Y así
serviremos a Dios trabajando y nuestro t r a b a j o es
oración porque e» hecho por Dios, con espíritu de
oración y en homenaje a Dios.
— 36 »El niño puede muy bien ser educado en esta forma de oración continua. Cuando le presentemos el
trabajo, el deber, unámoslo siempre a la idea de Dios
que lo manda y que lo recompensa. Si se presenta una
dificultad, si hemos de soportar una fatiga, que sobrellevar una privación, recordémosnos ante el niño
que Jesús ha trabajado, ha sufrido más que nosotros
y por nosotros, y que vé y cuenta nuestros sudores y
fatigas para darnos una recompensa, si trabajamos
por su amor. Y así el niño santifica, sufriendo con resignación y mérito la fatiga inherente al cumplimiento de su deber, a la pena inevitable proveniente de
la vida real. Más tarde será hombre templado en el
deber, sometido a las duras pruebas de la vida y no
será víctima del impulso más fuerte y ocasional de
una pasión y estará preparado para la lucha de la
vida, con la fe en Dios en la que vé y a la que atribuye todos los hechos y acontecimientos de ella.
FORMACIÓN MORAL
No olvidemos la formación moral del niño, su conciencia. También él está sujeto a cometer faltas y pecadítos. Démosle un justo concepto de Dios, legislador,
remunerador, y juez. No es difícil. ¿Cómo hacemos,
nosotros, con el niño: lo queremos y premiamos
cuando es bupno; no le damos prueba de afecto y lo
castigamos cuando se porta mal; así, digámosle, hace
Dios. Según las ocasiones digámosle: Esto gusta a
Dios. Esto no gusta al Señor. Pide perdón a Dios.
Tu .Angel Custodio, está contento do ti; o bien: haz
— 37 »así y darás gusto al Señor, a Dios, a Jesús. ¿Ha cometido una falta? E n vez de decirle: Voy a llamar al
Cuco; llamaré los carabineros que te lleven a la calle.. . digámosle: Haz hecho sufrir a Jesús. El Señor,
no está contento de ti. . . La Virgen tampoco está contenta de ti. Pide perdón a Dios. El niño pide a veces,
perdón al papá o a la mamá. No olvidemos decirle
que también debe pedir perdón a Dios. Debe saber
que además de haber ofendido o disgustado a sus
padres, ha faltado también a un mandamiento dado
por Dios.
Por otra parte, algunos creen que cuando están al
día con los hombres o bien han obtenido su perdón,
o se les ha descontado la p,ena de su delito según la
humana justicia, todo está terminado. Y Dios ¿no se
cuenta para nada? Deben reparar también la injusticia cometida contra Dios, porque el primero y principal ofendido es Dios que ha dado las leyes.
*
*
*
Demos al niño la idea exacta de la justicia de Dios,
de la ciencia de Dios, a la cual nada se oculta. D e
Dios bueno dispuesto al perdón, pero que exige reparación a la ofensa que se le ha hecho. Y esta noción
debe crecer con el niño, el santo temor de Dios, no
debe estar separado de su santo amor. El niño comprende muy bien en los casos de la vida práctica la
divina justicia; pero toca a quien tiene su cuidado el
hacerlo reflexionar, el traerle a la mente, cuando la
— 38 »ocasión se presenta, la aplicación de la ley de Dios y
la sanción de la justicia.
¡Cuántas necedades se dicen a los niños para hacerlos estar bien, para estimularlos en el t r a b a j o y en
el cumplimiento de su deber! Amenazas que nunca se
verifican, promesas que no se tienen la intención de
mantener, anuncios de peligros que no existen, duendes, hadas benéficas, hechiceras, espíritus
maléficos,
dedo meñique que habla, manchas en las uñas que
desaparecen, manchas en la frente, etc....
pero, la
Iglesia Católica, el Evangelio, Nuestro Señor ¿nos
han dado estas teorías? ¿Por qué engañar la conciencia de los niños? ¿Por qué hacerse pasar por embustero, ante los niños cuando se acuerden que le hemos
engañado? Recurramos a lo sobrenatural, a lo verdadero; demos al niño la idea del santo temor y del
amor de Dios, formémoslo en la escuela de la rectitud,
del deber de observar las leyes que Dios ha dado al
hombre; y poco a poco, formaremos el hombre social,
moral, el cristiano al cual se le ha puesto delante el
camino del bien y el camino del mal y que será digno
del premio, o de la pena eterna, según haya observado o nó la ley divina. No faltan ejemplos en la vida
práctica para ponerlos frente a la ley y a su deber.
*
*
#
No exagerar, no dar como pecado grave la falta
que él niño comete'. No le digamos que va al infierno
por un peca-dito infantil. Sería engañar su conciencia,
lo que no se debe hacer. Debemos dar el justo valor
— 39 »a cada cosa. El niño debe no sólo temer ir al infierno,
sino también temer el disgusto a Dios. Decirle que
Jesús no lo escuchará con amor cuando le hable en
la oraciójn, como no lo- escucha la mamá cuando le
pide algún favor, después de haberla ofendido, etc.
Con ejemplos tomados de la vida práctica, se forma
muy bien al niíjo en una buena conciencia moral.
FORMACIÓN O EDUCACIÓN EUCARISTICA
¿Queremos conservar y desarrollar en el niño, la
vida sobrenatural? Acerquémoslo, pongámoslo en
contacto con el manantial de la vida sobrenatural
que es el Tabernáculo, Jesús en la Eucaristía. Yo soy
el Pan de vida. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida, etc. ¡Oh! hablemos al niño del amolde Jesús en el Tabernáculo y de su deseo que vayamos a recibirlo. Los niñitos son muy sensibles al lenguaje eucarítsico, no saben explicárselo, pero tienen
en sí un deseo innato de Jesús; y cuando la gracia lia
encontrado en ellos corazoncitos bien dispuestos, y
un ambiente adaptado' al desarrollo del gusto eucarístico, se tienen prodigios de precocidad en el deseo de
la Eucaristía.
Un día, en una Iglesia casi desierta, un niño de
siete años rezaba solito en un banco. Después de un
rato, cambia de puesto y vá cerca de la balustrada y
ora. Otro momento, y el niño, llega a las gradas del
altar, después. . . toma un taburete y sube a la mesa. ..
Una viejita que estaba cerca, lo llama: «Ven acá;
¿dónde vas, travieso? ¡baja!. . .».
— 40 »El niño con aire suplicante y con dulce voz dice:
«/Déjeme subir, lo amo tanto!». E indicaba a Jesús
en el Tabernáculo.
Ese niñito era el futuro Beato Pedro Chanel, martirizado en Oceanía.
*
*
*
Nelly Organ, de tres años y medio, pide con insistencia la Comunión. Muere de cinco años como una
santa. (1903-1908).
*
*
*
Gustavo Brunis, de Turín, de seis años hace la
Primera Comunión; muere de ocho, llevando a la
tumba el lindo título de Pequeño Serafín de la Eucaristía. (1903-1911).
IFR
Simonina Bruneau, de cinco años, lloraba porque
no se le daba Jesús Sacramentado. (1905-1911).
*
*
*
Alberto Fallaimi, de cinco años preguntaba al sacerdote que daba la Comunión a los fieles: «Y a mí
¿por qué no la da?». Después de tres meses, él también
recibía a Jesús. (1905-1912).
•
*
*
— 41 »Tercsita Borelli, de Lucca, en Toscana, de tres
años, pedía la Comunión; de cuatro era escuchada.
(1908).
*
*
*
María Pascucci, de Camerino, de cinco años aseguraba haber visto a Jesús en la Hostia y quiere comulgar. Es escuchada. • Un día el papá estaba gravemente enfermo y se temía una próxima catástrofe. La
niña dice: «Déjenme recibir a Jesús, y verán que
papá no morirá. Lo pediré yo a Jesús». Y así sucedió
por dos veces. (1906).
*
*
*
Atilio Veronesi,, de Verona, de cinco años quería a
toda costa recibir a Jesús. A quien le decía que necesitaba todavía esperar dos años, respondía: «Es
demasiado dos años yo quiero comulgar al momento».
Viendo que no se le escuchaba, una mañana, sin decir
nada a nadie, se presenta a la balustrada y recibe la
Comunión, cpntento y devoto como un ángel, y desde
entonces continuó comulgando casi diariamente.
(1905).
Se podrían multiplicar al infinito los ejemplos de
precocidad^ de deseo de la Comuniójti en los niños.
Aproximemos el niño al Tabernáculo y Jesús lo atraerá
rápidamente hacia El, lo santificará, lo precaverá
contra los enemigos, lo defenderá en el peligro y lo
conservará suyo en la santa inocencia. No- esperemos
que el hálito maléfico del.enemigo lo haya contaminado, que los compañeros hayan colocado en aquel
— 42 »corazoncito los gérmenes del mal, no llegaríamos a
tiempo si est'o esperáramos; no sería ya el niño digno
de Jesús que se complace entre lirios. Jesús no pido
la ciencia, pero sí la pureza, la ingenuidad, la sencillez infantil. Demos pronto los nifíos a Jesús, y demos pronto Jesús a los niños. El más lindo regalo que
podemos hacer a nuestros niños es Jesús, y el más
grato don que podemos hacer a Jesús son los niños
tiernos e inocentes.
CONCLUSIONES
¡Oh! formemos los niños en la oración, acerquémoslos a Dios, acostumbrémoslos a conversar con
Dios, a admirar a Dios en toda la naturaleza, dejémoslos asistir, hagámoslos asistir de vez en cuando a
nuestro conversar con Dios, que en nuestras alegrías
nos oigan hablar con Dios con el lenguaje del reconocimiento; que en los dolores oigan el lenguaje de un
alma que gime y pide fuerza, resignación y ayuda, a
quien es la fuerza, la ayuda y la omnipotencia. Que
nos oiga el niño confesar a Dios nuestra nulidad,
nuestra impotencia, nuestra debilidad, nuestra ilimitada fe en El, nuestra resignación en su voluntad.
Cuando lo llevemos a la Iglesia, hablémosle de
Dios, indiquémosle el Tabernáculo, donde reside Jesús; invitémoslo a saludar a Jesús en la Hostia Consagrada. . . que nos escuche orar a Jesús, hablar con
Jesús de nuestras necesidades, y las gracias que le
pedimos. Y entonces, aprenderá él también el lenguaje con el cual puede y debe hablar con Dios.
— 43 »Digamos de vez en cuando al niño:'«Ahora, habla
un poco con Jesús. , . piensa dos o tres minutos en
Jesús...
pregunta alguna cosa a, Jesús. ¿Has dado
gracias
a
Jesús por.'..? Sugirámosle a veces, bellas
\
palabras que diga a Jesús y después, digámos.le:
«Ahora, continúa t ú conversando con Jesús».
PADRES.—EDUCADORES
Dios nos ha entregado el niño para que se lo tengamos un momento, se lo conservemos para El, y se
lo entreguemos a su tiempo, corno los padres que entx-egan a una criada su niño, pero .bien entendido que
la criada lo debe educar según sus' instrucciones y poi
un tiempo dado. Si ellos se dieran cuenta que la
criada desvía al niño del amor a los padres, se lo quitarían. . . Madres, educadores, temamos que Dios no
encuentre en nosotros, la correspondencia que de nosotros quiere en custodiarle, conservarle y devolverle sus niños.
E n el Antiguo Testamento las madres ofrecían a
Dios en el templo sus niñitos, después los rescataban . . .
El niño es de Dios, pero, quiere que la mamá se
lo ofrezca y se recuerde que lo tiene por El y que para El debe criarlo. ¡Cuán de desear sería se restableciera en los hogares cristiano^ la hermosa costumbre
de presentar al niño al templo la primera vez que la
madre pudiera salir con él después del nacimiento!
L a Iglesia en su Ritual tiene la «benedictio mulieri$
post partum», para esta ocasión.
— 44 »Boguemos por el niño, cuando todavía él no puede
hacerlo, así copio tratamos de formarle un patrimonio
cuando él es todavía incapaz; así oremos y obtengamos
para él favores y gracias de Dios. En el bautismo el
padrino lo representa y promete por él; así también
nosotros roguemos por el niño que no puede todavía. . .
Que las primeras palabras que pronuncie el niño
sean: Jesús, María, Paraíso. . . tiene tiempo para repetir mamá, papá, etc.
Usemos una terminología sobrenatural: «Hablar
con Dios, contentar al Señor, -pedir al Señor. . . Recibir a Jesús. . . visitar a Jesús. .. ir a la casa del
Señor y.
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Dios ha dado al niño en el Sto. Bautismo la vida
sobrenatural, la disposición, la tendencia a lo sobrenatural. Dios lo atrae así, quiere para sí ese corazoncito, pero, necesita que nosotros le ayudemos, que
guiemos el niño hacia Jesús.
Como el niño ha recibido la facultad de aprender
tantas cosas, pero no las aprende si no sé le guía, si
no se le enseña; así el alma, ha recibido la facultad
de tender a Dios, de comunicarse con El, pero, debe
ser guiado como en todas las cosas. Dios quiero nuestra cooperación, para crecer en el corazón de los niños; quiere que se los conduzcamos y entonces sí que
tendremos esos niños que obran maravillas de precocidad, en la virtud y en la vida sobrenatural y que
más tarde serán no sólo hombres -de negocios, sino
también hombres de Dios no sólo en el tiempo, sino
también y especialmente en la eternidad.
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